愛してる Aishiteru (Bella) (+18)

por Invitado Sáb Sep 17, 2011 10:21 am

Isabella dormía aún. La miré y una lágrima recorrió mi cara. Era tan hermosa, tan perfecta, tan dulce e inocente. Un escalofrío recorrió mi espalda desnuda. Recordé una nana que me cantaba mi madre y se la canté en voz muy baja.
-"Duérmete niño, duerme... duerme mi alma. Duérmete, lucerito, de la mañana. Manita helada, bonita cara. Duérmete lucerito... de la mañana..."-
Ella aún dormía, así que me estiré y fuí a sentarme en la silla del piano de cola. Levanté la tapa del teclado y comencé a acariciar las teclas mientras tocaba una canción de Beethoven. La música dulce penetraba en mi alma como si tocasen los propios ángeles. La miré mientras tocaba. Estaba en aquella cama, donde yo antes había estado, a su lado. Estaba cubierta por las sábanas blancas y suabes, como la propia Venus, resplandeciente y sagrada.
Sentí ganas de estar con ella y me senté a su lado, intentando no despertala. Miré sus ojos plácidamente cerrados. Besé su frente. Ella tenía una sonrisa dulce, una sonrisa amable, propia de una persona cariñosa y pura. Se me formó un nudo en la garganta y noté como una lágrima de felicidad surgía de mis ojos de color aguamarina.
La amaba como nunca había amado a nadie, como jamás amaría a nadie en mi vida. La amaba tanto, que incluso muerto la seguiría amando.

por **Marianne Allarousse** Lun Sep 19, 2011 2:07 pm

Estaba placidamente dormida en nuestra cama, estaba soñando con cosas bonitas y luminosas pero no soñaba con nada en concreto, estaba demasiado feliz como para pararme en pensar en algo, simplemente dejaba fluir mi imaginación.
En ese momento empecé a escuchar un sonido que procedía de un piano, bueno mejor dicho procedía de nuestro piano, la melodía que sonaba era preciosa aunque no le prestaba demasiada atención, solo podía concentrarme en el, imaginándomelo desnudo tocando el piano, entonces dejo de tocar y se coloco al lado mio, yo seguí haciéndome la dormida.
Entonces me beso en la frente y no pude evitar sonreír, asíque decidí despertarme, entonces abrí los ojos y lo primero que visualizaron mis ojos era el, no cambiaria ese momento por nada del mundo, dudo que alguien en su vida pudiera ser tan feliz, como lo era yo en ese momento.
Era tan hermoso que solo podía compararlo con un hermoso amanecer, echaba tanto de menos el poder ver un amanecer por la mañana, que a partir de ahora el era mi Amanecer, era lo único que quería ver cada mañana nada mas despertarme.
-buenos días mi vida- dije y le di un besito en la mejilla, recordado que hoy era su cumpleaños, hacia 83 años que había nacido el, y yo simplemente tenia 16 años, no podía dejar de pensar en porque el me había elegido a mi, una niña pequeña en comparación a el, el era un hombre atrapado en un cuerpo de diecisiete años y tenia bastantes años de experiencia, mientras que a mi me quedaba toda una vida por delante para tener la mitad de experiencia que el.

El me estaba contemplando asíque le sonreí, le abraze y le dije:
-Felicidades cariño-susurrándoselo al odio.

por Invitado Miér Sep 21, 2011 9:09 am

Ella me dió los buenos días, y me dió un beso en la mejilla, entonces yo sonreí, estremecido por el tacto de sus labios. Entonces me felicitó por mi cumpleaños. Me pregunté cómo sabía que aquél día, el diecinueve de septiembre, era mi cumpleaños, pero había sido un gran detalle.
Besé sus dulces labios como si hubiese sido la primera vez y lamí la punta de su nariz fugazmente. Me pregunté porqué estaría conmigo, si no le daría asco relacionarse con un anciano atrapado en el cuerpo de un niño. Pero entonces medité y me dí cuenta de que no habíamos puesto nombre a nuestra relación. La miré con miedo en los ojos.
-Bella... - dije mirando hacia abajo, con un nudo en la garganta, temiendo su respuesta.
-¿Somos una pareja estable?- pregunté.

Su respuesta me dió tanto miedo como cuando el vampiro se acercó a mí por primera vez, con sus afilados colmillos y sus ojos rojos, pretendiendo robarme la vida. Perder a Isabella me dolería tanto que me expondría sin duda a la luz del sol sin ningún temor ni impedimiento.

por **Marianne Allarousse** Dom Oct 23, 2011 11:22 am

Escuché la pregunta de Ander, con algo de miedo. Quizás para él solo fuese una consentida más, una mujerzuela vulgar. Pero no me hubiese importado ser un simple objeto para él, aunque me hubiese robado la vida, aunque hubiese acabado con todos mis sueños y hubiese creado otra historia a partir de aquél borrón.
Le miré y sonreí al observar el miedo que había en sus ojos. Si realmente no me quería, sabía fingir muy bien.
-¿Me quitas la vida y ahora pretendes...?- dije incorporándome y acariciando mi labio inferior con mi dedo
-¿... hacerme tuya?- pregunté retóricamente. Por supuesto que quería que me hiciese suya, pero lo había sido desde el día trece, el día en el que hundió sus colmillos en mi cuello, arrebatándome mi humanidad.

Lo miré y algo en mi interior, una fuerza constriptora, me hizo sentir algo extraño en el pecho, como si me quemara. Me dieron ganas de llorar de felicidad tan solo con mirarle:
-Por supuesto, soy tuya... mi "creador"- dije. Y aquella palabra sonó tan poderosa como un trueno en una noche de tormenta.
Le amaba porque era él, le amaba por su propia entidad. Le amaba no para que me amara. Le amaba no por lo que tenía ni por lo que me daba, sino porque era único e irrepetible. Le amaba con toda mi alma. Soñaba con pasar todas las noches frías de mi vida abrazada a él, y que todas las noches de pasión y de lujuria que tubiese fueran solo con él.

por Invitado Lun Oct 24, 2011 11:24 am

La besé, tan apasionadamente que me pareció morir en ese momento. La besé y no encontraba un lugar de mi ser que no estuviese encandilado por el suave tacto de sus labios. La abracé después, rodeándola y apretándola junto a mí, estrechándola y entregándole todo mi ser. Adoraba el tacto de su piel... tan suave como la de un ángel, tan fría como mi propia piel, y tan dura como la de un demonio. Ni el mismísimo Dios podría igualar tanta belleza.
"Oh... qué hermoso amanecer, aquí en tus labios, brillando por que te miro con mis ojos, y al brillar derrites cada porción de mi existencia... " pensé. Cuando la besaba podría escribir poemas que helarían la sangre al propio Shakespeare. Cuando la sentía pensaba cosas tan intensas, que el solo pensarlas me hacía llorar. Cuando besaba sus dulces labios me hundía en un universo del que no quería escapar nunca, y al pensarlo y no poder decirlo, se me ahogaba el corazón. Cuando miraba sus ojos... no podía seguir respirando... pues sus ojos me mostraban una verdad tan dañina como el infierno, como si el ciego volviese a ver, y al abrir los ojos descubriese todo el universo de golpe. Sus ojos escondían la verdad, la parte más oscura de su ser.
Nunca estaría a la altura de poder mirar en su interior sin llorar, pues aquellos ojos escondían tantos secretos como el cielo nocturno.

-Te amo- dije. Y mis palabras fueron tan sinceras que me di miedo a mi mismo.

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