AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El principio del fin.
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El principio del fin.
Acababa de llegar a París desde Italia...
“ Tierras sin dueño, lugares de sombras y tinieblas!! Donde el mal habita en cada esquina!!!”
Yo caminaba con mi maleta, sintiendo el roce de mi larga capa contra el suelo, mientras mis ojos, ocultos tras mi capucha observaban aquellas calles desiertas.
Quizás era una ciudad de “tormento y lujuria”! Como decían mis siempre exagerados superiores…
Pero a mí me parecía una ciudad con mucho encanto.
El suelo empedrado hacia que mis botas resonasen en el completo silencio de aquellas calles, mientras yo intentaba ubicarme sin tener mucha suerte.
Me pare un momento y saque un arrugado trozo de papel de mi bolsillo.
Me habían indicado que tenía que llegar al centro de la ciudad y desde allí alguien... *alguien que yo no conocía, pero que él si sabia quien yo era.* me hablaría, y me conduciría con él….
El típico estilo de los cazadores que trabajaban para el vaticano. Ellos lo sabían todo de todos y tu nunca sabias nada….
Por fortuna solo me quedaban tres años de servicio para la santa sede. asi que aun tenia que seguir sus órdenes…después de eso ya vería que hacer.
Podría seguir siendo cazador…aunque la idea de aislarme del mundo y no pensar en monstruos me tentaba profundamente.
Pero aun tenia muchas cosas pendientes en mi vida como para pensar en “retirarme”…habian muchas cosas de mi pasado que yo no sabia, y sabia que no podría ni morir en paz, hasta descubrir toda la verdad…
Solté un resoplido y busque algo de luz para poder leer.
Saque aquellas gafas de cristal redondo y me las puse un instante para entender la enrevesada nota que me habia escrito aquel sacerdote.
-Monsttrrsrssasmmerrtr…..Pero que pone aquí!?
Se suponía que la nota estaba escrita en francés, pero aquello parecía alemán…o eso, o era yo, que además de no entender que decía, tenía un acento demasiado marcado que empeoraba mi situación.
Mire a todos lados, el lugar donde estaba parecía ciertamente aislado.
Habían pocas luces, y estaba todo desierto…seguí caminando bajo la oscuridad de la noche hasta que por fin contemple un cartel.
-Montmartre…-Perfecto! Es aquí!...Espera…-Cementerio de Montmartre? Solté un suspiro. Bueno…podría haber sido peor.
Guarde las gafas junto con el papel en el bolsillo de mi capa y me adentre en aquel cementerio.
Las esculturas me recibieron mostrándome la gran belleza de aquel frio lugar. Y aunque precisamente se trataba de un lugar ciertamente siniestro…Yo, me sentía más que cómodo…
Camine entre las lápidas y me pare un instante...el viento que mecia los arboles paro por completo. y el profundo silencio solo interrumpido por mi respiracion me hizo saber que algo pasaba, habia demasiada calma...No estaba solo.
“ Tierras sin dueño, lugares de sombras y tinieblas!! Donde el mal habita en cada esquina!!!”
Yo caminaba con mi maleta, sintiendo el roce de mi larga capa contra el suelo, mientras mis ojos, ocultos tras mi capucha observaban aquellas calles desiertas.
Quizás era una ciudad de “tormento y lujuria”! Como decían mis siempre exagerados superiores…
Pero a mí me parecía una ciudad con mucho encanto.
El suelo empedrado hacia que mis botas resonasen en el completo silencio de aquellas calles, mientras yo intentaba ubicarme sin tener mucha suerte.
Me pare un momento y saque un arrugado trozo de papel de mi bolsillo.
Me habían indicado que tenía que llegar al centro de la ciudad y desde allí alguien... *alguien que yo no conocía, pero que él si sabia quien yo era.* me hablaría, y me conduciría con él….
El típico estilo de los cazadores que trabajaban para el vaticano. Ellos lo sabían todo de todos y tu nunca sabias nada….
Por fortuna solo me quedaban tres años de servicio para la santa sede. asi que aun tenia que seguir sus órdenes…después de eso ya vería que hacer.
Podría seguir siendo cazador…aunque la idea de aislarme del mundo y no pensar en monstruos me tentaba profundamente.
Pero aun tenia muchas cosas pendientes en mi vida como para pensar en “retirarme”…habian muchas cosas de mi pasado que yo no sabia, y sabia que no podría ni morir en paz, hasta descubrir toda la verdad…
Solté un resoplido y busque algo de luz para poder leer.
Saque aquellas gafas de cristal redondo y me las puse un instante para entender la enrevesada nota que me habia escrito aquel sacerdote.
-Monsttrrsrssasmmerrtr…..Pero que pone aquí!?
Se suponía que la nota estaba escrita en francés, pero aquello parecía alemán…o eso, o era yo, que además de no entender que decía, tenía un acento demasiado marcado que empeoraba mi situación.
Mire a todos lados, el lugar donde estaba parecía ciertamente aislado.
Habían pocas luces, y estaba todo desierto…seguí caminando bajo la oscuridad de la noche hasta que por fin contemple un cartel.
-Montmartre…-Perfecto! Es aquí!...Espera…-Cementerio de Montmartre? Solté un suspiro. Bueno…podría haber sido peor.
Guarde las gafas junto con el papel en el bolsillo de mi capa y me adentre en aquel cementerio.
Las esculturas me recibieron mostrándome la gran belleza de aquel frio lugar. Y aunque precisamente se trataba de un lugar ciertamente siniestro…Yo, me sentía más que cómodo…
Camine entre las lápidas y me pare un instante...el viento que mecia los arboles paro por completo. y el profundo silencio solo interrumpido por mi respiracion me hizo saber que algo pasaba, habia demasiada calma...No estaba solo.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 154
Fecha de inscripción : 10/10/2011
Localización : Descúbralo.
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Re: El principio del fin.
Sombras que se movían lentamente, con cada uno de los movimientos de las pocas luces que había en las calles mientras me dirigía hacia el Cementerio. Era irónico o simplemente un cliché que me encontrara allí aquella noche, pero sin embargo era lo que en ese momento necesitaba. No era creyente, para mi ese lugar en particular no significaba nada, no al menos como lo verían los cristianos, pero en cierta manera necesitaba su calma y paz, necesitaba el sentido de atemporalidad que siempre había en lugares como aquel. En el pasado había paseado por lugares muy similares, en ciudades o pueblos muy diferentes. Esa noche, en París, tocaba el Montmartre sin saber en realidad qué era lo que me traería.
Sin saber que la juventud de un vampiro demasiado estúpido podría hacer que la noche cambiara por completo. Aquella noche había decidido decantarme por unos sencillos pantalones de montar y una camisa blanca, además de la chupa. La capucha negra cubría mi figura y mis cabellos demasiado claros que sabía que brillarían como puro oro ante la luminosidad procedente de la Luna que se encontraba en el cielo, provocando que fuera demasiado visible. Era lo único que lamentaba en ocasiones de mi aspecto, el ser excesivamente pálida en todos los sentidos, incluso en el pelo que parecía una llama que decía: aquí estoy. Estaba paseando justo por debajo de una figura de un Ángel vengador, con las alas extendidas y una espada que debería ser flamígera en las manos cuando noté dos presencias prácticamente al unísono: un vampiro, demasiado joven, y un humano.
Hasta ahí hubiera podido seguir la noche tranquila si no fuera porque en vez de atacar al humano —como debería haber hecho— el neonato se plantó delante de mí con unas intenciones excesivamente claras. Le miré entrecerrando los ojos por un instante mientras me erguía por completo, cuadrando los hombros y cruzando los brazos en un gesto que indicaba mi aparente tranquilidad mientras que el vampiro se movía hacia mí sin apartar sus ojos enrojecidos debido al hambre de mi figura.
— Te puedo asegurar que esto no es necesario.—comenté en un susurro, viendo cómo movía de golpe la cabeza como un animal que acabara de escuchar la voz de su amo. — Puedes alimentarte perfectamente fuera de este lugar.
Pero no, no lo haría y lo sabía. Era como si la capacidad de raciocinio hubiera desaparecido por la cantidad de días que llevaba sin alimentarse. No era la primera vez, ni tampoco sería la última, que veía a un vampiro demasiado joven —o muchas veces directamente a uno de los más antiguos— que habían perdido la cabeza por no haber tomado la sangre necesaria. El movimiento del vampiro, varón y seguramente atractivo si no fuera un maldito saco de huesos donde la piel estaba pegada a estos como si fuera pergamino, se movió hacia delante en un movimiento a mi entender demasiado torpe, pero que para un espectador resultaría más rápido que el de un humano normal.
Esquivé sus manos, que como garras buscaban sujetarme mientras que le miraba directamente a los ojos provocando, lo sabía perfectamente, que su mente comenzara a resentirse como si miles de agujas fueran clavadas en su cerebro utilizando uno de los dones que a bien tuvo la sangre de otorgarme hasta que finalmente quedó de rodillas a mis pies mientras le miraba con claro desagrado. En el pequeño encontronazo la capucha había caído hacia atrás mostrando mi cabello blanquecino al tiempo que me movía hasta agacharme delante del ser cadavérico que estaba delante de mí.
— Sabes lo que sucederá ahora ¿verdad?
Sin saber que la juventud de un vampiro demasiado estúpido podría hacer que la noche cambiara por completo. Aquella noche había decidido decantarme por unos sencillos pantalones de montar y una camisa blanca, además de la chupa. La capucha negra cubría mi figura y mis cabellos demasiado claros que sabía que brillarían como puro oro ante la luminosidad procedente de la Luna que se encontraba en el cielo, provocando que fuera demasiado visible. Era lo único que lamentaba en ocasiones de mi aspecto, el ser excesivamente pálida en todos los sentidos, incluso en el pelo que parecía una llama que decía: aquí estoy. Estaba paseando justo por debajo de una figura de un Ángel vengador, con las alas extendidas y una espada que debería ser flamígera en las manos cuando noté dos presencias prácticamente al unísono: un vampiro, demasiado joven, y un humano.
Hasta ahí hubiera podido seguir la noche tranquila si no fuera porque en vez de atacar al humano —como debería haber hecho— el neonato se plantó delante de mí con unas intenciones excesivamente claras. Le miré entrecerrando los ojos por un instante mientras me erguía por completo, cuadrando los hombros y cruzando los brazos en un gesto que indicaba mi aparente tranquilidad mientras que el vampiro se movía hacia mí sin apartar sus ojos enrojecidos debido al hambre de mi figura.
— Te puedo asegurar que esto no es necesario.—comenté en un susurro, viendo cómo movía de golpe la cabeza como un animal que acabara de escuchar la voz de su amo. — Puedes alimentarte perfectamente fuera de este lugar.
Pero no, no lo haría y lo sabía. Era como si la capacidad de raciocinio hubiera desaparecido por la cantidad de días que llevaba sin alimentarse. No era la primera vez, ni tampoco sería la última, que veía a un vampiro demasiado joven —o muchas veces directamente a uno de los más antiguos— que habían perdido la cabeza por no haber tomado la sangre necesaria. El movimiento del vampiro, varón y seguramente atractivo si no fuera un maldito saco de huesos donde la piel estaba pegada a estos como si fuera pergamino, se movió hacia delante en un movimiento a mi entender demasiado torpe, pero que para un espectador resultaría más rápido que el de un humano normal.
Esquivé sus manos, que como garras buscaban sujetarme mientras que le miraba directamente a los ojos provocando, lo sabía perfectamente, que su mente comenzara a resentirse como si miles de agujas fueran clavadas en su cerebro utilizando uno de los dones que a bien tuvo la sangre de otorgarme hasta que finalmente quedó de rodillas a mis pies mientras le miraba con claro desagrado. En el pequeño encontronazo la capucha había caído hacia atrás mostrando mi cabello blanquecino al tiempo que me movía hasta agacharme delante del ser cadavérico que estaba delante de mí.
— Sabes lo que sucederá ahora ¿verdad?
Nypheria- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 92
Fecha de inscripción : 31/08/2011
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Re: El principio del fin.
La noche se mostraba al fin en todo su esplendor, mientras una gran luna llena se alzaba victoriosa sobre el campo santo.
Cerré los ojos, y comencé a respirar profunda y pausadamente, recordando uno de los ejercicios de meditación.
A veces los ojos nos engañaban por eso había que mirar más allá. Se trataba, como decía mi maestro cuando yo era pequeño, de ver con los ojos del alma.
Escuche con atención el entorno, intentando sentir algo….hasta que de pronto lo sentí, ciertos pasos lejanos rompieron el silencio y yo supe con certeza que no estaba solo.
Comencé a moverme sigiloso, quizás demasiado paranoico, pero mi profesión me obligaba a ser así, a no relajarme jamás.
Los gritos de un hombre me sobresaltaron por un instante, unos gritos que se abrieron paso con fuerza en aquel lugar.
Agarre con firmeza mi maleta y me deslice con sigilo por detrás de las lapidas, palpando la roca, y observando sobre los cantos redondeados de la piedra. Hasta que vi los movimientos, rápidos, bruscos…Se trataba de dos sujetos.
Me ubique detrás de la base de una gran escultura y apoyé mi espalda sobre la fría roca, me encontraría quizás a unos diez metros de ellos. Deje la maleta con mucha suavidad a un lado, y asome muy poco a poco la cabeza para contemplar con asombro a las dos figuras, una totalmente quieta y otra, de un hombre que se retorcía de dolor agarrando su cabeza con ambas manos, torciendo el gesto en una mueca de dolor que atormentaba solo de contemplar.
Que ocurría? Aquella figura inmóvil delante de aquel hombre me daba la idea de que algo tenía que ver. Y si eso era cierto ahora me encontraba presenciando una crueldad que debía detener…Pero entonces la capucha de aquel ser en completa quietud cayó hacia atrás mostrando algo que realmente no esperaba.
Aquella figura estática era la figura de una mujer realmente extraña. Aquellos ojos cristalinos parecían brillar con luz propia entre las sombras, su piel era tan pálida que parecía porcelana…y aquellos cabellos dorados tan resplandecientes parecían moverse casi con vida propia ante el movimiento de su cabeza.
Esa mirada no podía pertenecer a ningún mortal de eso estaba seguro. Y ahora que me fijaba en aquel hombre, el tampoco era una victima... Su gesto descompuesto, mostraba sus dientes apretados, colmillos afilados que relucían amarillosos ante su agonía.
Vampiros...Pero porque? Porque entre ellos?....El paso del tiempo me había enseñado que dentro de estas extrañas criaturas uno podía encontrar de todo…a veces incluso seres compasivos, a los cuales no les agradaba actuar de forma “violenta” y luego otros…como los que estaba viendo, que se retaban entre ellos, como si hubiese siempre una constante e invisible lucha por averiguar quién era el más fuerte.
De pronto dando una pequeña tregua a aquel hombre, ella miro a su víctima con desdén. Y dejo que este se arrastrase como podía para alejarse.
Fruncí el ceño al contemplar su media sonrisa…ella parecía complacida del dolor que podía causar. Miraba a aquel desgraciado con actitud seria, pero con un toque de ferocidad y diversión en sus ojos que indicaban que ella era la victoriosa.
Deje de observar aquella escena y lance mi capucha hacia atrás, agache la cabeza mientras negaba. No pude evitar fijarme en un pequeño charco a mis pies.
"Se te da bien encontrarte en el lugar y en el momento menos adecuado eh amigo?..."Me dije a mi mismo, sabiendo que aquel talento natural, seguramente se lo debía o a mi herencia genética…o quizás simplemente a una terrible mala suerte.
Mire mis ojos grisáceos en aquel reflejo de mi mismo mientras sostenía el crucifijo que llevaba conmigo, tomándolo un instante y ocultándolo bajo mis ropajes.
No había alcanzado a llegar a la ciudad y ya me veía en una situación compleja.
Ni siquiera sabía aun donde estaba el centro de operaciones de la ciudad. De hacerme con aquella mujer, donde le iba a llevar? Ni siquiera me había establecido en ninguna parte…
Bueno….eso no era más que un mínimo detalle, no era importante ahora, la noche era joven y los giros del destino siempre eran inesperados, así que no debía pensar en nada más que en aquella mujer...Una mujer que tenia pinta de ser quien me daria la bienvenida a la ciudad...
El silencio retorno ante nosotros y yo situé mis manos sobre algunos bolsillos internos.
Saque una de las armas que llevaba oculta en el cuerpo. Y comencé a introducir las balas, sin molestarme en ser sigiloso, simplemente me tome toda calma del mundo para sacar una de las armas e introducir cuidadosamente aquellas balas rellenas de Ricina y Sarín, dos venenos que por separado eran completamente mortales para los humanos, pero que en un inmortal causarían efectos diferentes. En pruebas mostraban cierta lentitud y parálisis, pero siempre dependía del sujeto, pues sus años y sus cualidades hacían que las drogas o las armas siempre actuasen de forma diferente…En este caso podría tratarse de cualquier cosa.
-Pensaba que tendríais ciertos pactos entre vosotros…Por aquello de que la unión hace la fuerza y esas cosas…
Pero veo que ni siquiera entre vosotros tenéis piedad…comente con calma.
Continúe ajustando los compartimientos de aquella arma, sin contemplar nada mas, sabiendo que ella estaría allí escuchando con tranquilidad.
Al acabar de montar el arma, la acomode entre mis ropajes y me crucé de brazos con lentitud. Visualizando mentalmente el terreno donde me encontraba.
Casi podía verle a ella aun con aquella media sonrisa. Una sonrisa que seguramente en su etapa humana hubiese sido preciosa, y que ahora no era más que una sonrisa fría y sin alma…
Cerré los ojos, y comencé a respirar profunda y pausadamente, recordando uno de los ejercicios de meditación.
A veces los ojos nos engañaban por eso había que mirar más allá. Se trataba, como decía mi maestro cuando yo era pequeño, de ver con los ojos del alma.
Escuche con atención el entorno, intentando sentir algo….hasta que de pronto lo sentí, ciertos pasos lejanos rompieron el silencio y yo supe con certeza que no estaba solo.
Comencé a moverme sigiloso, quizás demasiado paranoico, pero mi profesión me obligaba a ser así, a no relajarme jamás.
Los gritos de un hombre me sobresaltaron por un instante, unos gritos que se abrieron paso con fuerza en aquel lugar.
Agarre con firmeza mi maleta y me deslice con sigilo por detrás de las lapidas, palpando la roca, y observando sobre los cantos redondeados de la piedra. Hasta que vi los movimientos, rápidos, bruscos…Se trataba de dos sujetos.
Me ubique detrás de la base de una gran escultura y apoyé mi espalda sobre la fría roca, me encontraría quizás a unos diez metros de ellos. Deje la maleta con mucha suavidad a un lado, y asome muy poco a poco la cabeza para contemplar con asombro a las dos figuras, una totalmente quieta y otra, de un hombre que se retorcía de dolor agarrando su cabeza con ambas manos, torciendo el gesto en una mueca de dolor que atormentaba solo de contemplar.
Que ocurría? Aquella figura inmóvil delante de aquel hombre me daba la idea de que algo tenía que ver. Y si eso era cierto ahora me encontraba presenciando una crueldad que debía detener…Pero entonces la capucha de aquel ser en completa quietud cayó hacia atrás mostrando algo que realmente no esperaba.
Aquella figura estática era la figura de una mujer realmente extraña. Aquellos ojos cristalinos parecían brillar con luz propia entre las sombras, su piel era tan pálida que parecía porcelana…y aquellos cabellos dorados tan resplandecientes parecían moverse casi con vida propia ante el movimiento de su cabeza.
Esa mirada no podía pertenecer a ningún mortal de eso estaba seguro. Y ahora que me fijaba en aquel hombre, el tampoco era una victima... Su gesto descompuesto, mostraba sus dientes apretados, colmillos afilados que relucían amarillosos ante su agonía.
Vampiros...Pero porque? Porque entre ellos?....El paso del tiempo me había enseñado que dentro de estas extrañas criaturas uno podía encontrar de todo…a veces incluso seres compasivos, a los cuales no les agradaba actuar de forma “violenta” y luego otros…como los que estaba viendo, que se retaban entre ellos, como si hubiese siempre una constante e invisible lucha por averiguar quién era el más fuerte.
De pronto dando una pequeña tregua a aquel hombre, ella miro a su víctima con desdén. Y dejo que este se arrastrase como podía para alejarse.
Fruncí el ceño al contemplar su media sonrisa…ella parecía complacida del dolor que podía causar. Miraba a aquel desgraciado con actitud seria, pero con un toque de ferocidad y diversión en sus ojos que indicaban que ella era la victoriosa.
Deje de observar aquella escena y lance mi capucha hacia atrás, agache la cabeza mientras negaba. No pude evitar fijarme en un pequeño charco a mis pies.
"Se te da bien encontrarte en el lugar y en el momento menos adecuado eh amigo?..."Me dije a mi mismo, sabiendo que aquel talento natural, seguramente se lo debía o a mi herencia genética…o quizás simplemente a una terrible mala suerte.
Mire mis ojos grisáceos en aquel reflejo de mi mismo mientras sostenía el crucifijo que llevaba conmigo, tomándolo un instante y ocultándolo bajo mis ropajes.
No había alcanzado a llegar a la ciudad y ya me veía en una situación compleja.
Ni siquiera sabía aun donde estaba el centro de operaciones de la ciudad. De hacerme con aquella mujer, donde le iba a llevar? Ni siquiera me había establecido en ninguna parte…
Bueno….eso no era más que un mínimo detalle, no era importante ahora, la noche era joven y los giros del destino siempre eran inesperados, así que no debía pensar en nada más que en aquella mujer...Una mujer que tenia pinta de ser quien me daria la bienvenida a la ciudad...
El silencio retorno ante nosotros y yo situé mis manos sobre algunos bolsillos internos.
Saque una de las armas que llevaba oculta en el cuerpo. Y comencé a introducir las balas, sin molestarme en ser sigiloso, simplemente me tome toda calma del mundo para sacar una de las armas e introducir cuidadosamente aquellas balas rellenas de Ricina y Sarín, dos venenos que por separado eran completamente mortales para los humanos, pero que en un inmortal causarían efectos diferentes. En pruebas mostraban cierta lentitud y parálisis, pero siempre dependía del sujeto, pues sus años y sus cualidades hacían que las drogas o las armas siempre actuasen de forma diferente…En este caso podría tratarse de cualquier cosa.
-Pensaba que tendríais ciertos pactos entre vosotros…Por aquello de que la unión hace la fuerza y esas cosas…
Pero veo que ni siquiera entre vosotros tenéis piedad…comente con calma.
Continúe ajustando los compartimientos de aquella arma, sin contemplar nada mas, sabiendo que ella estaría allí escuchando con tranquilidad.
Al acabar de montar el arma, la acomode entre mis ropajes y me crucé de brazos con lentitud. Visualizando mentalmente el terreno donde me encontraba.
Casi podía verle a ella aun con aquella media sonrisa. Una sonrisa que seguramente en su etapa humana hubiese sido preciosa, y que ahora no era más que una sonrisa fría y sin alma…
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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