Ficha: Keiko Osaka

por **Ceres Boutet** Sáb Nov 26, 2011 8:18 pm

~KeikoOsaka ~

FICHA PERSONAL

{+} Nombre del Personaje:
Keiko Mina Osaka
{+} Edad:
16 años
{+} Especie:
Humana
{+} Tipo, Clase Social o Cargo:
Clase Alta - Extranjero
{+} Orientación Sexual:
Heterosexual
{+} Lugar de Origen:
Osaka / Japón

{+} Descripción Física:

Keiko tiene el cabello oscuro, de tonos cobrizos que con meros rayos de sol aparecen. Un flequillo recto pero descargado le da un toque "dulce" el cual con Su cabello hasta el omoplato, esta cortado en capas, le da un toque fresco y con más volumen. Sus ojos son marrones al igual que un tronco seco de madera, sus labios sugerentes, rosados y suaves, son la perdición de cualquier hombre por Osaka, ella podria ser alguien de aspecto sencillo, humilde, pero su maquillaje es igual que su tono de piel, sus ojos sombreados con profundas delineamientos oscuros de carbón. Un toque de vaselina con color, hace que sus labios tengan un toque de jugosidad, tentadores para el ojo humano. Las uñas suele llevarla de toques oscuros color café chocolate, sus dedos por fín pudieron llenarse con anillos de plata, zafiros, rubíes....etc.

La forma de su rostro, algunos suelen decir que tiene una forma ovalada, otra en forma de corazón. Ella prefiere no ser tratada como a un polígono. No posee ningún tatuaje que la marque de alguna pena en el pasado. Su cuerpo, limpio de extrañas marcas que pudieran ser sospechosas, suave como la seda es deseada por muchas mujeres que circulan entre la realeza. No se cree bella, pues ella solo cree que la belleza exterior, es algo efímero.

{+} Descripción Psicológica:

Keiko Osaka:
Ha demostrado síntomas nulos a los encuentros recientes.

Su personalidad dulce, hace resaltar un atractivo peculiar. No suele tener contacto con muchos varones, su pequeño círculo de amistades, tan solo se reduce en un cuarto de cuatro frías paredes blancas, una ventana y un banco de oraciones frente a un crucifijo. Sumisa, no conoce otra cosa que la bondad, que la caridad con los iguales, es tímida, pero con un corazón de oro y no dudaría en ceder su ayuda al más necesitado. Desconoce el exterior de las paredes del convento con lo que es bastante miedosa, no sabe a qué arrimarse en cuando se presenta el miedo en su cuerpo. Llora, se siente sola estando alrededor de tanto silencio y de rezos durante el día y la noche, pero es algo a lo que hay que atenerse en casos de apuros.

Keiko esconde unos bellos sentimientos al que esconde un gran carácter. Es insociable, no le gusta la gente en la que desconfía ya que por motivos del pasado, tuvo que tener precauciones. Es una chica dulce que reza todas las noches. Juro ante dios no yacer con hombre alguno y no era de esperar que es la típica chica inocente que obedece a cualquier orden que recibe y que nunca ha quebrantado las reglas. De su familia posee un gran orgullo que en cierto modo llega a ser una persona bipolar pues puede ser dulce, interesante y preventiva en ocasiones, pero en otras, cuando alguien le hace rabiar, puede ser un diablillo inaguantable, ermitaña e infernal a razón. Vive el día al día y no suele arrepentirse de ninguno de sus actos ya sean presentes, pasados pues cuando toma una decisión la toma consciente de las consecuencias que pueda tener esta.

Nadie que la conoce, dice algo de ella. Siente que cuando algo le gusta de verdad, no puede despegarse de ello. No suele llegar al límite de ser una pesada, pero teme, siente frio cuando una “calidez” la abandona. Podría decirse que a primeras es fácil de conocer, pero no siempre es así.

{+} Historia:

Confiesa que naciste para ello, para servirle a él.
Amén.

Periodo Momoyama (1573-1610)
Un periodo de luchas feudales y de contacto con los misioneros europeos, que introducen la influencia occidental, que se manifiesta en la construcción de castillos y fortalezas un claro ejemplo de ello eran los castillos de Osaka y Naguya. La escultura se vuelca hacia la decoración arquitectónica y la construcción de esculturas de marfil y porcelana. La pintura se vuelve decorativa y suntuosa, siendo adornada minuciosamente con toques simbólicos de valor, el león, símbolo de los Osaka por mucho tiempo, símbolo de la valentía que demostraban de que madera estaban hechos. Esta historia es de una descendiente, que tendrá una vida peculiar, para terminar de una manera especial.

Fin del periodo Momoyama.

Comienzo de Keiko Osaka

18 de Agosto de 1784, Osaka /Japón

Nacida entre los brazos de la alta cuna, en 1784 de un 18 de Agosto, Keiko llora y llora en brazos de su madre. Era un bebé, un precioso bebe de ojos marrones y finas hebras oscuras que estaban húmedos, aun manchados de sangre tras salir de la placenta en la que había estado durante casi nueve meses. Aquella noche en Osaka, la ciudad que era uno de los puertos y centros industriales más importantes de Japón, mediante una obligación forzada, acumulando en su bolsillo los fondos suficientes de la gente de Osaka y las ciudades vecinas para renovar todos los edificios del castillo, el hermano receloso de la madre de Keiko, secuestró con sumo silencio la pequeña Keiko. En la casa, nadie parecía haber notado la presencia de un robo tan importante, pero era de esperar que nadie hubiera dejado nada, ninguna prueba que pudiera dejar alguna pista del secuestrador. La servidumbre de la familia Osaka, fue extraño que ninguno viera al susodicho llevarse a la pequeña, pero en cuanto la familia Osaka, llegó tarde en la noche tras haber estado en una gala benéfica, la servidumbre había sido quienes le comunicaran la horrible noticia. El rastro de aquella niña ya no se olía en el ambiente, ni en los rincones de la pequeña cuna, ni en ningún trapo que fuese usado para la niña. Temblores y más preocupaciones nefastas invadieron el cuerpo de Mako, su vestido se le ceñía como nunca pese a la tensión acumulada en su cuerpo. Yukito para entonces ordeno que nadie descansara hasta dar con la pequeña criatura, pero si el secuestrador no era listo, no se habría dado cuenta de que su hija Keiko, fruto del amor de Mako y de él mismo, llevaba una marca de nacimiento justo debajo de su oreja izquierda en forma de mariposa. Si oraba a los ancestros, pediría que jamás fuese encontrada aquella marca y que perdurase por siempre.

18 de Agosto de 1794, Kioto

Ella creció lejos de la muchedumbre, fue educada con esmero y esfuerzo por quien la secuestró, jamás supo su nombre, solamente la obligaba a que lo aclamara amo. Para aquel entonces, sus pulseras eran negras, pesadas y con diez años, afanaba como la que más.
-Estoy tan cansada amo... ¿puedo descansar un poco?-Un latigazo cruzo su rostro, pero a tiempo, sus brazos la cubrieron, formándose en un ovillo en mitad de la moqueta de una amplia habitación.
-Fuera de aquí...-Dijo una hastiada voz que mandaba lejos a Keiko de su vista. Keiko, echó a correr, con diez años que tenia, corrió y corría por los hanamachis de Kioto, buscando a alguien que le quitase los grilletes que llevaba en sus muñecas, pero para entonces, se dio cuenta de que no la había seguido. En mitad del hanamachi, con un kimono de empleada, gris y sucio, miraba a todos lados buscando algo en donde pasar la noche y para su sorpresa ¿Qué era aquello que vio en el reflejo del rio sobre el puente de madera? Vio a una niña, se vio a ella misma, pero aparte vio a un niño, que iba bien vestido y con kimono mucho más pulcro. A sus espaldas iban dos personas envueltos en ropas de seda, elegantes y de vivos colores. Ella los conocía por las noticias que solían salir en el periódico. Se llamaban los Osaka, gente de buen temperamento y solidarios. Su corazón era humilde, sereno y siempre iban con una bella sonrisa. Unos pasos hacia atrás la llevaron más lejos de aquellas personas. De algún modo ella se sentía cómoda con esa gente, pero apenas las conocía. La persona quien le cuidaba no la había seguido, pero ¿Por qué?

El niño pequeño tiro del pelo de Keiko, quería atraer su atención y lo consiguió. Keiko miro al niño y le sonrió y aun esa calidez de aquella familia, la embriagaba más y más. Un cierto cosquilleo apareció detrás del lóbulo de la oreja, se rasco mostrando la calva debajo del pelo y de repente el niño sonrió al ver algo que le sorprendió:
-¡Papa! ¡Papa!-Señalaba a Keiko, señalaba a la oreja de Keiko. El padre que conversaba con su mujer sobre el parecido de la niña con una sobrina de la familia, se acerco con lentitud al niño, apartándolo de Keiko haciendo que esta comenzara a pensar, a formular preguntas incoherentes. El padre levanto el pelo de Keiko para ver detrás de la oreja, cansado estaba tras haber estado buscando durante diez años y darlo todo por perdido, cuando de repente, aquel dicho que es “cuando menos te lo esperes, llegara” le dio un golpe en todo su subconsciente. Lo que vio fue algo aplastante. Una marca, marrón carne en una forma perceptible de una mariposa estaba donde el cual solo sabía de ello. Keiko se reía a causa de las cosquillas que le producía las puntas de su corto cabello, aquel hombre iba a hacer algo que en su carrera de político, le podría causar problemas, pero no se lo iba a pensar dos veces justo cuando por fin la había encontrado después de tanto tiempo, aunque podría llevarse a otra niña que tuviera la misma marca en el mismo sitio, habría muchas iguales.

Entonces aquella idea le aterró, pero si no se arriesgaba, jamás podría llegar a saberlo de verdad. ¿Qué hacia? Estaba entre la espada y la pared, quería llevársela, pero la idea de llevarse a quien no era, le aterraba. Mako vio a Keiko que se había alejado de Yukito tras verle sobreactuar con ceños fruncidos. Hizo ademanes para que se acercase, que a veces Yukito se ponía a interactuar con su consciencia. Aquello, a Keiko le hizo mucha gracia, volvió a soltar una risa y para cuando Mako acaricio la mano de la niña tras agarrarla con suavidad, esta ingirió un gemido ahogado, como si de repente una unión hubiera vuelto a despertarse. Keiko la miro extraña, quiso saber que fue aquel gemido y le soltó la mano, quizás ella misma le había hecho daño, pero Mako volvió a coger a Keiko de la mano, la agarraba con fuerza mientras miraba con firmeza a los ojos pardos de Yukito. ¿Qué pasaba? Era extraño para Keiko la insistencia de ambas personas, se fijo en el niño, que al menos había sido el único normal del trió.
-¿Llevas una mariposa, detrás...de la oreja?-La voz de aquel hombre sonó seria, sin ningún ritmo melódico.
-La...llevo desde que era un bebé...-Dijo con miedo, no sabía que podía pasar con aquellos datos-......mi...mi amo, intentó quitármela, pero me escapé...-mostro los grilletes como marca de su esclavitud-...y ahora, le sirvo...cobrando junto con latigazos...en mi cuerpo...-Mako escuchaba las palabras de la pequeña Keiko.
-¿Cuál es tu nombre?-Dijo la mujer, intentando hacer un esfuerzo por no gritar despavorida, de no ver a su marido que andaba serio como si fuera el mismo diablo en persona.
-Dijo...-miró a la mujer con ojos cristalinos-...él me llama Keiko.

Al haber encontrado aquella parte que perdió, Keiko fue acogida de nuevo por los lazos de su familia. Creció entre los lujos que les correspondía, aprendió varios idiomas, protocolo, a coser, a bailar, a tocar el violín y el piano, pero lo que en realidad le llenaba completamente, era escaparse de la cama para irse a correr por donde fuera. Esto, la familia no lo tenían dentro de sus padres de que su hija, fuera una chiquilla inquieta y con ello pudieran volver a secuestrarla de nuevo. Fue cambiando de lugar cada vez que escuchaban rumores de un extraño que iba en busca de la heredera de los Osaka. Fueron cambiando de residencia, hasta que por mucho que les pesara a sus padres, tenían que dejarla a salvo en algún sitio. Y todo vino a tiempo. En París, todo era muy bello, la convivencia era diferente, sus costumbres, todo. Los padres de Keiko junto con su hermano, se mudaron a París dejando Osaka por mera preocupación de no dejar sola a Keiko. Estuvieron por un tiempo sin escuchar noticias de aquel acosador que ansiaba la compañía de Keiko. Para entonces, Keiko ya tenía quince años, dos meses fueron suficientes para acostumbrarse a París y en cuanto escucho que sus padres habían encontrado una manera de salvarla hasta que todo acabase, sus ánimos se quebraron en temblores de duda y temor. ¿Qué harían? Fue ingresada en un Convento que se ocultaba en las montañas de París, rodeada de bosques repletos de fauna y flora, aprendería nuevos caminos de ser, tan solo sería una inquilina más, pero con su estancia allí, Keiko entendió aquella costumbre de rezar a un Dios, que era invisible para ellas. Escucho la historia de aquel hombre de Nazaret, escucho mil y una versiones, vio libros y leyó hasta hartarse. Ahora con dieciséis años, sigue rezando por sus padres a los que puede leer en las cartas que recibe. Bien pues, las monjas eran mujeres de silencio, de hacer tareas hogareñas y ayudarse las unas a las otras. Solo que a Keiko, le gustaba saltarse las normas de vez en cuando.

{+} Datos Extras:
{®}Sabe: Alemán, inglés, francés, latín, Japonés.
{®}Le gusta leer en sus ratos libres.
{®}Le gustan las manzanas.