AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A medida quedan mejor [Ocupado]
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A medida quedan mejor [Ocupado]
Gracias a la vecina de la habitación contigua, pudo conseguir una vez más un nuevo encargo, este le ayudaría a tener un poco de dinero, para los peores días futuros. Había un nuevo Señor, llegado del extranjero al igual que ella y que se había instalado en una de las buenas casas que había por París en las calles de los adinerados. Llevaba mi vestido de trabajo, vamos, el que mayor mente siempre llevaba en cualquier momento. Ya final de otoño y principios de invierno, llevaba una mantilla de tela gorda que había pasado de generación desde su tatarabuela, con un gran dibujo hecho a mano de rosas en distintas fases de su crecimiento.
Recogí mis herramientas de trabajo en una pequeña caja de madera que me recordaba a mi tierra, quedé con la persona que representaba uno de las mejores tiendas de telares de trajes de París. Llegaríamos a la misma hora como acordamos, para no dar demasiado trabajo o molestar. Vi al chico con una gran bolsa llena de telas para exponer ante el Señor de la casa tan bonita que tenía ante mí. Dí unos golpes a la puerta a la espera de que alguien la abriera y nos recibiera.
Pronto una señora nos dio paso dentro de la preciosa casa. Olía a nuevo, a madera, a limpio, sin humedad o frío como la habitación en la que yo me hospedaba a las afueras de la ciudad. La señora nos dejó en la entrada una vez cerrada la puerta de la casa, seguramente buscando al Señor de ésta. Fui observando con todo detalle como era aquella casa, ya había visto unas cuantas así, pero no con esa decoración en especial, era como de otro sitio.
Suspiré cargando aún con la caja de madera, sin soltarla en el suelo al igual que el chico de las telas hasta que no nos dieran permiso para hacerlo. El joven dijo algo en la lengua oficial, no entendí demasiado, solo llegué a entender algo de gustar y mucho dinero, intenté como siempre buscarle sentido a lo dicho y decidí como toda vez que hablaban asentir con una pequeña sonrisa simple.
Unos pasos seguros y directos hacia nosotros se empezaron a escuchar desde un lado de la casa, cada vez más cerca, cada vez más alto, hasta que un señor joven, podría decir incluso más joven que yo, con piel blanquecina e incluso veía un toque de niñez en rostro y cuerpo. Bueno, al que le tocaba la suerte podía llegar a tener un buen poder adquisitivo. Al ver al hombre que sus ojos para mí opinión no se veían acorde a ese cuerpo, se veían como sabios, maduros...
Me incliné y agaché con una sonrisa suave en mis labios, nada más el hombre se presentó delante de nosotros- Buenos tardes Señor Coratela- Sabía su apellido por el encargo pero no el nombre, tampoco dije mi nombre porque ya algunas personas me habían contestado descortésmente que no me habían preguntado, así que lo que siempre hacía era agachar la cabeza y decir "Si, Señor o Señora" para no tener problemas. Además de que no me hablara demasiado en el idioma en el cual no me desenvolvía bien.
Raramente alguien de dinero quería hacer algo por la tarde noche, en la que ya no había sol... Me era curioso ese apunte sobre este hombre al ser tan joven.
Recogí mis herramientas de trabajo en una pequeña caja de madera que me recordaba a mi tierra, quedé con la persona que representaba uno de las mejores tiendas de telares de trajes de París. Llegaríamos a la misma hora como acordamos, para no dar demasiado trabajo o molestar. Vi al chico con una gran bolsa llena de telas para exponer ante el Señor de la casa tan bonita que tenía ante mí. Dí unos golpes a la puerta a la espera de que alguien la abriera y nos recibiera.
Pronto una señora nos dio paso dentro de la preciosa casa. Olía a nuevo, a madera, a limpio, sin humedad o frío como la habitación en la que yo me hospedaba a las afueras de la ciudad. La señora nos dejó en la entrada una vez cerrada la puerta de la casa, seguramente buscando al Señor de ésta. Fui observando con todo detalle como era aquella casa, ya había visto unas cuantas así, pero no con esa decoración en especial, era como de otro sitio.
Suspiré cargando aún con la caja de madera, sin soltarla en el suelo al igual que el chico de las telas hasta que no nos dieran permiso para hacerlo. El joven dijo algo en la lengua oficial, no entendí demasiado, solo llegué a entender algo de gustar y mucho dinero, intenté como siempre buscarle sentido a lo dicho y decidí como toda vez que hablaban asentir con una pequeña sonrisa simple.
Unos pasos seguros y directos hacia nosotros se empezaron a escuchar desde un lado de la casa, cada vez más cerca, cada vez más alto, hasta que un señor joven, podría decir incluso más joven que yo, con piel blanquecina e incluso veía un toque de niñez en rostro y cuerpo. Bueno, al que le tocaba la suerte podía llegar a tener un buen poder adquisitivo. Al ver al hombre que sus ojos para mí opinión no se veían acorde a ese cuerpo, se veían como sabios, maduros...
Me incliné y agaché con una sonrisa suave en mis labios, nada más el hombre se presentó delante de nosotros- Buenos tardes Señor Coratela- Sabía su apellido por el encargo pero no el nombre, tampoco dije mi nombre porque ya algunas personas me habían contestado descortésmente que no me habían preguntado, así que lo que siempre hacía era agachar la cabeza y decir "Si, Señor o Señora" para no tener problemas. Además de que no me hablara demasiado en el idioma en el cual no me desenvolvía bien.
Raramente alguien de dinero quería hacer algo por la tarde noche, en la que ya no había sol... Me era curioso ese apunte sobre este hombre al ser tan joven.
Invitado- Invitado
Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
Como detestaba tener que ocultarme del sol. Si algo aborrecía de mi inmortal existencia era precisamente aquello, verme limitado por una estúpida bola de fuego que flotaba a, posiblemente, kilómetros de aquí, suspendida en el insulso cielo. Pero el resto de mi existencia compensaba sin duda, aquel extraño tabú.
Hoy era un día atípico, pero al menos tendría un poco de ajetreo en mi vida. Desde que había llegado de Milán, no había hecho más que limitarme a encargarme de los negocios de la familia. Resultaba irónico, me había alejado del núcleo de los Coratela para poder disfrutar de más tiempo libre y dedicarme a mis asuntos y resultaba que había conseguido justo lo contrario. Y todo por culpa de aquel haragán espagueti de Antonino, mí supuesto tío. Cualquier día aquel obeso incompetente aparecería en el Sena, sin una gota de sangre en sus negras venas. Aunque en el fondo sabía que era culpa mía, tenía que haber recordado que en Milán, rara vez se otorgan empresas en el extranjero a personas competentes, ya desde tiempos del Imperio, se mandaba a los incompetentes a comarcas, para que no molestasen...
La vieja ama de llaves me sacó de mi ensimismamiento con prudencial educación al anunciarme que el personal que se encargaría de mis trajes acababa de llegar. Así que, tras admirarme en el espejo y arreglarme ligeramente el pelo, salí con paso decidido hasta el recibidor. Siempre me gustaba dar la bienvenida a mi casa, a mi feudo, donde yo era el dueño y señor y ellos, meros invitados que tenían la fortuna de disfrutar de mi presencia y de mis atenciones.
- Sean bienvenidos a mi hogar –Les dije de forma sobria cuando llegué a su altura- siéntanse cómodos y haganme el favor,de pedir al servicio cualquier cosa que les sea menester, estarán encantados de servirles como sin duda merecen.
Decidí fijarme mejor en ellos. El chico que cargaba aquella bolsa llena de telas, era el típico “garçon” criado en las calles parisienses: desgarbado, sucio y sin ningún tipo de sofisticación, algo que jugaba en su favor, sin duda, porque de encontrarle mediamente interesante, no hubiera salido de mi mansión sin un mordisco o dos… sin embargo ella era diferente, tenía una especie de luz interior que le hacía destacar en aquel hall tan pomposo y sobrecargado.
-Seguidme - dije resuelto.
Les conduje por los pasillos de la casa hasta una amplia habitación con unas enormes cristaleras que dejaban ver el inmaculado jardín trasero del hogar, aquella estancia era más sobria, con el suelo de marmol y las paredes de un elegante color dorado con motivos florales. Debía ser un lugar precioso para ver el amanecer, una verdadera lástima, pues yo jamás lo percibiría en todo su esplendor
-Podéis dejar las cosas donde gustéis – dije mientras señalaba al suelo- pero tu chico, acércame esas telas a ver cuáles son de mi gusto.
Después de haberlas revisado por alto, llegé a la conclusión de que no me decantaba por ninguna, necesita la opinión de una experta en telas y sin duda aquella chica, que estaba entretenida ordenando sus cosas, era lo que más cerca tenía de un experta. A lo largo de los siglos había llegado a la conclusión de que las mujeres, sin importar su condición, solian tener un gesto exquisito.
-Querida, ¿seríais tan amable de echarme una mano?, todas estas telas me parecen bonitas, pero no logro decantarme por ninguna – luego como cayendo en una obviedad volví a referirme a ella- Donde estarán mis modales... supongo que tendrás nombre, ¿verdad?
Hoy era un día atípico, pero al menos tendría un poco de ajetreo en mi vida. Desde que había llegado de Milán, no había hecho más que limitarme a encargarme de los negocios de la familia. Resultaba irónico, me había alejado del núcleo de los Coratela para poder disfrutar de más tiempo libre y dedicarme a mis asuntos y resultaba que había conseguido justo lo contrario. Y todo por culpa de aquel haragán espagueti de Antonino, mí supuesto tío. Cualquier día aquel obeso incompetente aparecería en el Sena, sin una gota de sangre en sus negras venas. Aunque en el fondo sabía que era culpa mía, tenía que haber recordado que en Milán, rara vez se otorgan empresas en el extranjero a personas competentes, ya desde tiempos del Imperio, se mandaba a los incompetentes a comarcas, para que no molestasen...
La vieja ama de llaves me sacó de mi ensimismamiento con prudencial educación al anunciarme que el personal que se encargaría de mis trajes acababa de llegar. Así que, tras admirarme en el espejo y arreglarme ligeramente el pelo, salí con paso decidido hasta el recibidor. Siempre me gustaba dar la bienvenida a mi casa, a mi feudo, donde yo era el dueño y señor y ellos, meros invitados que tenían la fortuna de disfrutar de mi presencia y de mis atenciones.
- Sean bienvenidos a mi hogar –Les dije de forma sobria cuando llegué a su altura- siéntanse cómodos y haganme el favor,de pedir al servicio cualquier cosa que les sea menester, estarán encantados de servirles como sin duda merecen.
Decidí fijarme mejor en ellos. El chico que cargaba aquella bolsa llena de telas, era el típico “garçon” criado en las calles parisienses: desgarbado, sucio y sin ningún tipo de sofisticación, algo que jugaba en su favor, sin duda, porque de encontrarle mediamente interesante, no hubiera salido de mi mansión sin un mordisco o dos… sin embargo ella era diferente, tenía una especie de luz interior que le hacía destacar en aquel hall tan pomposo y sobrecargado.
-Seguidme - dije resuelto.
Les conduje por los pasillos de la casa hasta una amplia habitación con unas enormes cristaleras que dejaban ver el inmaculado jardín trasero del hogar, aquella estancia era más sobria, con el suelo de marmol y las paredes de un elegante color dorado con motivos florales. Debía ser un lugar precioso para ver el amanecer, una verdadera lástima, pues yo jamás lo percibiría en todo su esplendor
-Podéis dejar las cosas donde gustéis – dije mientras señalaba al suelo- pero tu chico, acércame esas telas a ver cuáles son de mi gusto.
Después de haberlas revisado por alto, llegé a la conclusión de que no me decantaba por ninguna, necesita la opinión de una experta en telas y sin duda aquella chica, que estaba entretenida ordenando sus cosas, era lo que más cerca tenía de un experta. A lo largo de los siglos había llegado a la conclusión de que las mujeres, sin importar su condición, solian tener un gesto exquisito.
-Querida, ¿seríais tan amable de echarme una mano?, todas estas telas me parecen bonitas, pero no logro decantarme por ninguna – luego como cayendo en una obviedad volví a referirme a ella- Donde estarán mis modales... supongo que tendrás nombre, ¿verdad?
Alessio Coratela- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/12/2011
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Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
Agaché la cabeza ante la bienvenida del joven hombre y nos dijo algo así como que podíamos pedir lo que quisiéramos, que no se nos negaría. Bueno, yo no pediría más de lo necesario, lo haría más adelante, claro, un pequeño taburete de los que se utilizan para llegar a alcanzar algo de algún mueble que estuviera más alto de lo normal.
El joven Señor de la casa nos guió por la casa hasta llegar a una sala que nunca podría haber imaginado tal belleza en la sala a la que pasamos. Solo de por sí, la exquisitez de los muebles y las paredes... una habitación con una decoración preciosa, ni ella misma podría haberlo hecho mejor. Precioso. Pero todo quedó más hermoso con los grandes ventanales, dejando ver el paisaje tan bonito que rodeaba la ciudad de París. El cielo estaba oscuro, pero de seguro el amanecer y el atardecer debían de ser dignos de ver desde esta perspectiva.
Al llegar y con el permiso del Señor, me agaché y empecé a sacar las cosillas para tomar las medidas. Lápiz, papel y metro. Sí, cierto que no sabía ni leer ni escribir, pero me las había arreglado para hacer una pequeña señal o signo para saber cual sitio estaba diciendo que media tal o tal cosa, claramente si sabía de números, si no... sería un caos a la hora te hacer los patrones, aunque bueno a la hora de hacerlos tenía tal pique y experiencia de medidas que raro era que cogiera la regla o dibujara del todo las líneas o las transformaciones para cada tipo de cuerpo.
El chico de las telas se acercó a la mesa que presidía la sala, estirando todas las telas que había traído, y rápidamente me dí cuenta de que faltaba el forro y la entretela para que cogiera más consistencia la chaqueta del hombre, sonreí ante la falta de experiencia del chico, no pasaba nada en cuando midiera al Señor, esas dos telas que faltaban no hacía falta que el joven las vieran, iría a verlas yo misma y la cargaría a la cuenta, sin tener que molestar más al cliente.
Ya tenía mis cosas preparadas pero esperé a la señal de la elección de telas y poder comenzar a... Me giré para ver a los jóvenes viendo las telas los dos obsoletos, llegué a entender que no sabía cual elegir, así que con una sonrisa amable y bajando momentáneamente la cabeza me levanté metiendo mis herramientas en el bolsillo del mandil que llevaba y se acercó al joven con educación y cortesía.
Miré las telas encima de la mesa, tocándolas con suavidad y cuidado, empecé a ver cuales eran más buenas y telas más malas. Descarté en silencio las más finas telas, las que sería posible que se estropearan con mayor facilidad, no iba a engañar a nadie para que pronto me pidiera más trajes, era humilde, sencilla y directa. Nada de engaños a nadie, no era necesario hacerlo, ni aunque no tuviera ni un trabajo.
- Mi nombre es María, Señor...- dije descartando las telas más cutres, quedándome con seis telas, realmente con muy buena calidad, cogí un rolló de tela azul eléctrico que según le diera la luz de ponía con toques negros. Cogí una punta de la tela y con la otra mano agarré el rollo, pegando la tela al torso del hombre- Esta tela... viene bien a su piel- dije con media sonrisa, realmente le quedaría bien un traje con esa tela y menos mal que tenía algo básico de vocabulario francés, si no menuda vergüenza para expresarme. Le quité el rollo y un trocito de hilo se quedó pegado a la ropa que llevaba y con cuidado se lo quité- ya está...- dije mirándole por solo un segundo.
Seguí poniendo las telas de igual manera que antes y quitándole cualquier hilo o pelusilla que se quedara pegada a la tela- Estás tres telas... son más adecuadas a usted Señor- dije agachando la cabeza un poco y alejándome un poco para que él pudiera verlas de nuevo y ver si le gustaban y así haber acertado con el gusto de alguien nuevamente.
El joven Señor de la casa nos guió por la casa hasta llegar a una sala que nunca podría haber imaginado tal belleza en la sala a la que pasamos. Solo de por sí, la exquisitez de los muebles y las paredes... una habitación con una decoración preciosa, ni ella misma podría haberlo hecho mejor. Precioso. Pero todo quedó más hermoso con los grandes ventanales, dejando ver el paisaje tan bonito que rodeaba la ciudad de París. El cielo estaba oscuro, pero de seguro el amanecer y el atardecer debían de ser dignos de ver desde esta perspectiva.
Al llegar y con el permiso del Señor, me agaché y empecé a sacar las cosillas para tomar las medidas. Lápiz, papel y metro. Sí, cierto que no sabía ni leer ni escribir, pero me las había arreglado para hacer una pequeña señal o signo para saber cual sitio estaba diciendo que media tal o tal cosa, claramente si sabía de números, si no... sería un caos a la hora te hacer los patrones, aunque bueno a la hora de hacerlos tenía tal pique y experiencia de medidas que raro era que cogiera la regla o dibujara del todo las líneas o las transformaciones para cada tipo de cuerpo.
El chico de las telas se acercó a la mesa que presidía la sala, estirando todas las telas que había traído, y rápidamente me dí cuenta de que faltaba el forro y la entretela para que cogiera más consistencia la chaqueta del hombre, sonreí ante la falta de experiencia del chico, no pasaba nada en cuando midiera al Señor, esas dos telas que faltaban no hacía falta que el joven las vieran, iría a verlas yo misma y la cargaría a la cuenta, sin tener que molestar más al cliente.
Ya tenía mis cosas preparadas pero esperé a la señal de la elección de telas y poder comenzar a... Me giré para ver a los jóvenes viendo las telas los dos obsoletos, llegué a entender que no sabía cual elegir, así que con una sonrisa amable y bajando momentáneamente la cabeza me levanté metiendo mis herramientas en el bolsillo del mandil que llevaba y se acercó al joven con educación y cortesía.
Miré las telas encima de la mesa, tocándolas con suavidad y cuidado, empecé a ver cuales eran más buenas y telas más malas. Descarté en silencio las más finas telas, las que sería posible que se estropearan con mayor facilidad, no iba a engañar a nadie para que pronto me pidiera más trajes, era humilde, sencilla y directa. Nada de engaños a nadie, no era necesario hacerlo, ni aunque no tuviera ni un trabajo.
- Mi nombre es María, Señor...- dije descartando las telas más cutres, quedándome con seis telas, realmente con muy buena calidad, cogí un rolló de tela azul eléctrico que según le diera la luz de ponía con toques negros. Cogí una punta de la tela y con la otra mano agarré el rollo, pegando la tela al torso del hombre- Esta tela... viene bien a su piel- dije con media sonrisa, realmente le quedaría bien un traje con esa tela y menos mal que tenía algo básico de vocabulario francés, si no menuda vergüenza para expresarme. Le quité el rollo y un trocito de hilo se quedó pegado a la ropa que llevaba y con cuidado se lo quité- ya está...- dije mirándole por solo un segundo.
Seguí poniendo las telas de igual manera que antes y quitándole cualquier hilo o pelusilla que se quedara pegada a la tela- Estás tres telas... son más adecuadas a usted Señor- dije agachando la cabeza un poco y alejándome un poco para que él pudiera verlas de nuevo y ver si le gustaban y así haber acertado con el gusto de alguien nuevamente.
Invitado- Invitado
Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
Una breve sonrisa aleteó en mis labios cuando escuché su nombre… María, el equivalente castellano de nuestro italiano Mariela. Cuantos recuerdos me traía es nombre, así se llamaba una de mis hermanas, la que se suicidó hacía ya siglos… Con una ligera sacudida de cabeza alejé aquellos penumbrosos recuerdos de mi mente y me centré de nuevo en el presente. Posiblemente aquella chiquilla era de origen español, lo que explicaría su parquedad de palabra y aquella cara de concentración que ponía cuando se expresaba, desde luego el francés, no debía ser lo suyo. Aun así había que reconocerle el merito que suponía intentar adaptarse a un idioma solo de oído, porque, personalmente, dudaba mucho de que esa chica hubiera recibido un mínimo de educación escolar.
Solícita, me ayudo con las telas. Como había imaginado, la muchacha tenía buen gusto y estuve de acuerdo con su elección. Pero lo que más me sorprendió fue la naturaleza con la que me quitaba las pelusillas o los hilos sueltos de las telas que quedaban atrapados en mi chaqueta. Me hizo cierta gracia su naturalizad y su cierta falta de pudor, supongo que era algo muy común en los más bajos estratos de la época. Desde luego, cualquier persona que se considerase con un poco de clase, no se tomaría aquellas confianzas con un desconocido.
-Supongo que ahora es cuando me tomáis las medidas, ¿me equivoco? – comencé a quitarme la lustrosa chaqueta y al punto apareció un muchacho del servicio para recogerla- ¿podrá tomar bien las medidas así o necesitará que me desprenda de más ropa?
Tendría su punto humorístico que aquella muchacha demandara que me desprendiera de toda mi ropa hasta quedarme en paños mejores. Estaría satisfecho de comprobar hasta dónde llegaría su desparpajo y si le temblarían las manos al entrar en contacto con mi cuerpo, un cuerpo que había sido objeto de deseo por todo ser viviente desde que era un mortal. No se trataba de seducirla, pues resultaría especialmente fácil, tan solo tendría que utilizar uno de mis dones, si no de poner a aquella chica en una situación comprometida de la forma más natural posible.
-Entonces… - continué diciéndole mientras clavaba mis ojos en los suyos- ¿sigo desnudándome?
Y acto seguido comencé a desabrocharme los botones de camisa de un forma, quizá un poco más coqueta de lo habitual.
Solícita, me ayudo con las telas. Como había imaginado, la muchacha tenía buen gusto y estuve de acuerdo con su elección. Pero lo que más me sorprendió fue la naturaleza con la que me quitaba las pelusillas o los hilos sueltos de las telas que quedaban atrapados en mi chaqueta. Me hizo cierta gracia su naturalizad y su cierta falta de pudor, supongo que era algo muy común en los más bajos estratos de la época. Desde luego, cualquier persona que se considerase con un poco de clase, no se tomaría aquellas confianzas con un desconocido.
-Supongo que ahora es cuando me tomáis las medidas, ¿me equivoco? – comencé a quitarme la lustrosa chaqueta y al punto apareció un muchacho del servicio para recogerla- ¿podrá tomar bien las medidas así o necesitará que me desprenda de más ropa?
Tendría su punto humorístico que aquella muchacha demandara que me desprendiera de toda mi ropa hasta quedarme en paños mejores. Estaría satisfecho de comprobar hasta dónde llegaría su desparpajo y si le temblarían las manos al entrar en contacto con mi cuerpo, un cuerpo que había sido objeto de deseo por todo ser viviente desde que era un mortal. No se trataba de seducirla, pues resultaría especialmente fácil, tan solo tendría que utilizar uno de mis dones, si no de poner a aquella chica en una situación comprometida de la forma más natural posible.
-Entonces… - continué diciéndole mientras clavaba mis ojos en los suyos- ¿sigo desnudándome?
Y acto seguido comencé a desabrocharme los botones de camisa de un forma, quizá un poco más coqueta de lo habitual.
Alessio Coratela- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/12/2011
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Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
El joven aceptó completamente mi elección de telas para los trajes y en total al final haría tres trajes eso haría un total de... unas cuatro semanas y media, bien... no tenía encargos en mente que retrasaran este y si lo hacía no tendría más remedio que levantarme antes del amanecer y a la luz de dos velas adelantar trabajo. Hay veces en las que hay que hacer cualquier cosa para tener algo que llevarse a la boca y tener al menos una pequeña habitación como casa.
Seguidamente el Señor me habló y se quitó la chaqueta, por lo que deducí además de las palabras "tomáis medidas", asentí haciéndole entender que si, que ahora solo faltaban las medidas. Saqué del gran bolsillo de mi mandil, el metro, el papel y el lápiz, colocandolos estos dos últimos en la mesa. Desenrollé el metro rápido, sin preámbulos, escribí.... bueeeeno, hice un signo que para mí sería el ancho de hombros. Cuando me giré el chico estaba aún vestido, sin la chaqueta pero vestido agaché empezando a hacer los demás signos que significaban todas las demás medidas- Más.
Miré al chico que guardó la chaqueta para que no se arrugara- Un banquito, por favor...- volví a mirar al joven Señor que me miraba directamente a los ojos, fijamente. Sonreí por una razón que no supe muy bien porqué... Bueno puedo ver ya porqué sonreí, el chico me miraba como si fuera para mí algo fuera de lo normal medir cuerpos desnudos o verlos ¿Qué no sabe que eso es parte de ser costurera? Jajaja que gracioso, míralo.
Puse mis manos apoyadas en mis caderas, colgando de una mano el metro y con la otra mano el lápiz. Su mirada y como se desabotonaba la camisa hacía que me dieran ganas de reír, esa fase de sentirme avergonzada por ver cuerpos desnudos se me había pasado, y no es que estuviera diciendo que este Señor fuera feo, era realmente guapo... pero... es que... ya no tenía vergüenza ante esas cosas, solo miraba a donde tenía que mirar y con total confianza y secretismo por si tenía algo que él no aceptara de su cuerpo.
Estaba medio seria, con una media sonrisa, era muy divertido lo que creía que intentaba hacer el joven Señor. Asentí cuando empezó a desabotonarse la camisa de una tela exquisita por cierto, claro, era normal que la tela fuera exquisita, tenía dinero más que suficiente para permitirse muchísimo más que eso. Yo lo más caro... bueno no era realmente caro, era caro en sentimientos, pero no en valor económico. Mi mantilla bordada con rosas que llevaba por el frío.
Ahora que pensaba en ello, el frío, tenía las manos congeladas y era realmente malo que alguien te tocara con las manos frías- Tome tiempo Señor- quise decir "Tómese su tiempo", dios que pesadilla de idioma. Suspire con el ceño fruncido por lo torpe que era con el idioma luego de vivir cinco años en Francia.
Dejé el metro y el lápiz en la mesa y froté rápidamente las manos para calentarlas y fuera más cómodo para él a la hora de tomar las medidas. No se calentaban demasiado rápido y encima se enfriaban corriendo, tenía el frío bien metido dentro del cuerpo. No me rendí y seguí frotando las manos, también probando calentarlas con el calor que echaba por la boca cuando suspiraba, más o menos estaban templadas y ya no sería una sensación mala cuando lo tocara.
Me giré para encararlo a ver si por fin se había quedado solo en paños menores...
Seguidamente el Señor me habló y se quitó la chaqueta, por lo que deducí además de las palabras "tomáis medidas", asentí haciéndole entender que si, que ahora solo faltaban las medidas. Saqué del gran bolsillo de mi mandil, el metro, el papel y el lápiz, colocandolos estos dos últimos en la mesa. Desenrollé el metro rápido, sin preámbulos, escribí.... bueeeeno, hice un signo que para mí sería el ancho de hombros. Cuando me giré el chico estaba aún vestido, sin la chaqueta pero vestido agaché empezando a hacer los demás signos que significaban todas las demás medidas- Más.
Miré al chico que guardó la chaqueta para que no se arrugara- Un banquito, por favor...- volví a mirar al joven Señor que me miraba directamente a los ojos, fijamente. Sonreí por una razón que no supe muy bien porqué... Bueno puedo ver ya porqué sonreí, el chico me miraba como si fuera para mí algo fuera de lo normal medir cuerpos desnudos o verlos ¿Qué no sabe que eso es parte de ser costurera? Jajaja que gracioso, míralo.
Puse mis manos apoyadas en mis caderas, colgando de una mano el metro y con la otra mano el lápiz. Su mirada y como se desabotonaba la camisa hacía que me dieran ganas de reír, esa fase de sentirme avergonzada por ver cuerpos desnudos se me había pasado, y no es que estuviera diciendo que este Señor fuera feo, era realmente guapo... pero... es que... ya no tenía vergüenza ante esas cosas, solo miraba a donde tenía que mirar y con total confianza y secretismo por si tenía algo que él no aceptara de su cuerpo.
Estaba medio seria, con una media sonrisa, era muy divertido lo que creía que intentaba hacer el joven Señor. Asentí cuando empezó a desabotonarse la camisa de una tela exquisita por cierto, claro, era normal que la tela fuera exquisita, tenía dinero más que suficiente para permitirse muchísimo más que eso. Yo lo más caro... bueno no era realmente caro, era caro en sentimientos, pero no en valor económico. Mi mantilla bordada con rosas que llevaba por el frío.
Ahora que pensaba en ello, el frío, tenía las manos congeladas y era realmente malo que alguien te tocara con las manos frías- Tome tiempo Señor- quise decir "Tómese su tiempo", dios que pesadilla de idioma. Suspire con el ceño fruncido por lo torpe que era con el idioma luego de vivir cinco años en Francia.
Dejé el metro y el lápiz en la mesa y froté rápidamente las manos para calentarlas y fuera más cómodo para él a la hora de tomar las medidas. No se calentaban demasiado rápido y encima se enfriaban corriendo, tenía el frío bien metido dentro del cuerpo. No me rendí y seguí frotando las manos, también probando calentarlas con el calor que echaba por la boca cuando suspiraba, más o menos estaban templadas y ya no sería una sensación mala cuando lo tocara.
Me giré para encararlo a ver si por fin se había quedado solo en paños menores...
Invitado- Invitado
Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
Así que después de todo, aquella muchacha sí que necesitaba que me desprendiera de toda la ropa para poder tomar mis medidas con total libertad. Pues como lo dijo, lo hice, me desnudé con total tranquilidad y esta vez sin hacer ningún jueguecito para provocarla, pues aunque me observaba de reojo, parecía no sentirse intimidada y la verdad, si ella no ponía de su parte, aquello no tenía la mínima gracia.
Cuando me desprendí de toda mi ropa el muchacho del servicio se encargó con soltura de ella. No es que apreciara en exceso los bienes materiales, después de todo, ¿de qué servían las cosas efímeras para un ser que vivía para siempre? Pero sí que me gustaba que todas mis posesiones fueran tratadas con total delicadeza. Se trataba de un asunto personal, si las trataban mal o a disgusto, me ofendía, pues de alguna manera estaban vinculadas a mí.
Por fin me quedé en esos horribles calzones de la época. La verdad, si por mí fuera, estaría totalmente desnudo, después de todo, el cuerpo humano era una bella obra de arte digna de admirar, bueno unos más que otros, pero el estúpido pudor de la época me lo impedía, así que allí estaba yo, con esa prenda de ropa interior tan horrible, al menos no se parecía a las que se llevaban pleno siglo XVI
Observé como María se afanaba en calentarse las manos. Pobrecilla, no quería provocarme ninguna incomodidad al tocarme. Desgraciadamente, ella sentiría ese frio del que me pretendía resguardar, cuando tocase mi cuerpo. Era una suerte que aquella habitación estuviera más bien fría, ya que, posiblemente, la buena muchacha achacaría mi temperatura al frio del lugar. Si no, tendría que matarla. No sería la primera vez que quitase a alguien del medio por una ligera sospecha. Ya había cometido errores en el pasado y pagué un precio muy alto por ello. Puede que llegara la vez que lo pagara con mi vida, y no estaba dispuesto a que aquello ocurriera.
-Podéis empezar cuando gustéis – le dije justo cuando se volvía para mirarme.
Cuando me desprendí de toda mi ropa el muchacho del servicio se encargó con soltura de ella. No es que apreciara en exceso los bienes materiales, después de todo, ¿de qué servían las cosas efímeras para un ser que vivía para siempre? Pero sí que me gustaba que todas mis posesiones fueran tratadas con total delicadeza. Se trataba de un asunto personal, si las trataban mal o a disgusto, me ofendía, pues de alguna manera estaban vinculadas a mí.
Por fin me quedé en esos horribles calzones de la época. La verdad, si por mí fuera, estaría totalmente desnudo, después de todo, el cuerpo humano era una bella obra de arte digna de admirar, bueno unos más que otros, pero el estúpido pudor de la época me lo impedía, así que allí estaba yo, con esa prenda de ropa interior tan horrible, al menos no se parecía a las que se llevaban pleno siglo XVI
Observé como María se afanaba en calentarse las manos. Pobrecilla, no quería provocarme ninguna incomodidad al tocarme. Desgraciadamente, ella sentiría ese frio del que me pretendía resguardar, cuando tocase mi cuerpo. Era una suerte que aquella habitación estuviera más bien fría, ya que, posiblemente, la buena muchacha achacaría mi temperatura al frio del lugar. Si no, tendría que matarla. No sería la primera vez que quitase a alguien del medio por una ligera sospecha. Ya había cometido errores en el pasado y pagué un precio muy alto por ello. Puede que llegara la vez que lo pagara con mi vida, y no estaba dispuesto a que aquello ocurriera.
-Podéis empezar cuando gustéis – le dije justo cuando se volvía para mirarme.
Alessio Coratela- Vampiro Clase Alta
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Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
Sonreí al ver que el Señor ya se había desnudado, vamos a ver no es que me gustara verlo casi desnudo y por eso sonreía, si no porque ya no tendría que decir nada más en francés... Me froté los brazos con frío, en realidad por culpa de los grandes ventanales, el calor escapa rápidamente- Intento... hacerl-e rápido- quería decir "Voy a hacerlo rápido" no quería que pasara más frío del necesario, yo odiaba el frío y aquí hacía uno que pelaba cuanto más se acercaba el invierno.
Cogí el metro y poniendo el lápiz enganchada en mi oreja, empecé a tomas todas las medidas posibles, y las volvía a medir de nuevo para no equivocarme en la medida y no salieran mal los tres trajes del varón. Hubo algunas veces que no tenía más remedio que tocarlo o rozarle y su piel estaba congelada, eso hizo darme más prisa- Siento el frío, más rápido no pu-ede- fui apuntando toda medida en el trozo de papel. Terminé en poco tiempo- Vístase, está frío- me colgué el metro en el cuello, y cogí un papel, lo puse apaisado y empecé a hacer un esbozo de tres diferentes diseños de trajes. Mientras dibujaba, le dije al chico que guardaba las telas, el pedido para los tres trajes, y según mis cuentas en mi cabeza ni sobraría ni faltaría tela.
El chico hizo las medidas de las tres telas, más los forros, más la entre tela y el las bobinas de hilo. El joven dijo el precio de todo el pedido, le eché un ojo y asentí, más o menos ese era el precio que esperaba escuchar, no es que pareciera que estuviera compinchado con el joven para cobrar un poco más de lo debido y repartir el pequeño beneficio, que había gente, que claramente lo hacía sin pensarlo y muchos perdían clientes, por tales cosas, normal.
En muy poco tiempo terminé de hacer el esbozo de los trajes, una mera idea de como serían luego de que terminara mi trabajo, cuando el hombre estuvo vestido alargué la mano y se lo enseñé- Los trajes- le tendí el papel, y él decidiría si cogerlo o no, pero lo mejor sería que lo cogiera porque empezaba a temblar del frío que me entró de repente. Me froté con la mano libre el brazo que sostenía el trozo de papel, hoy haría un frío de los mil demonios. Que buena orquesta tendría en mi casa esta noche "Los dientes Castañuelitas".
Sonreí sin darme cuenta mirando al varón, dejé de sonreír al ver que sonreía sin sentido, me mordí el labio inferior momentáneamente y fui a guardar mis cosas y empecé a doblar la tela para poder trabajar con ella y claro, como había repetido tantas veces esta frase, ya la decía como si de una franchute fuera- Señor, una vez que se pruebe los trajes y estén completamente perfectos en usted, le cobraré. Nunca antes- puse en una montaña la tela y miré a ver que tal le parecían mis bocetos.
Cogí el metro y poniendo el lápiz enganchada en mi oreja, empecé a tomas todas las medidas posibles, y las volvía a medir de nuevo para no equivocarme en la medida y no salieran mal los tres trajes del varón. Hubo algunas veces que no tenía más remedio que tocarlo o rozarle y su piel estaba congelada, eso hizo darme más prisa- Siento el frío, más rápido no pu-ede- fui apuntando toda medida en el trozo de papel. Terminé en poco tiempo- Vístase, está frío- me colgué el metro en el cuello, y cogí un papel, lo puse apaisado y empecé a hacer un esbozo de tres diferentes diseños de trajes. Mientras dibujaba, le dije al chico que guardaba las telas, el pedido para los tres trajes, y según mis cuentas en mi cabeza ni sobraría ni faltaría tela.
El chico hizo las medidas de las tres telas, más los forros, más la entre tela y el las bobinas de hilo. El joven dijo el precio de todo el pedido, le eché un ojo y asentí, más o menos ese era el precio que esperaba escuchar, no es que pareciera que estuviera compinchado con el joven para cobrar un poco más de lo debido y repartir el pequeño beneficio, que había gente, que claramente lo hacía sin pensarlo y muchos perdían clientes, por tales cosas, normal.
En muy poco tiempo terminé de hacer el esbozo de los trajes, una mera idea de como serían luego de que terminara mi trabajo, cuando el hombre estuvo vestido alargué la mano y se lo enseñé- Los trajes- le tendí el papel, y él decidiría si cogerlo o no, pero lo mejor sería que lo cogiera porque empezaba a temblar del frío que me entró de repente. Me froté con la mano libre el brazo que sostenía el trozo de papel, hoy haría un frío de los mil demonios. Que buena orquesta tendría en mi casa esta noche "Los dientes Castañuelitas".
Sonreí sin darme cuenta mirando al varón, dejé de sonreír al ver que sonreía sin sentido, me mordí el labio inferior momentáneamente y fui a guardar mis cosas y empecé a doblar la tela para poder trabajar con ella y claro, como había repetido tantas veces esta frase, ya la decía como si de una franchute fuera- Señor, una vez que se pruebe los trajes y estén completamente perfectos en usted, le cobraré. Nunca antes- puse en una montaña la tela y miré a ver que tal le parecían mis bocetos.
Invitado- Invitado
Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
Observé en silencio como la muchacha se afanaba en terminar su tarea rápidamente, quizá por complacerme o quizá por incomodarme lo menos posible. Fuera como fuese la observé en silencio. Salvo por el hecho de que hablaba un torpe francés, parecía una persona muy competente y comencé a barajar la idea de tenerla más cerca, después de todo no abundaban los humanos hábiles y si de paso, no cobraba grandes sumas de dinero, mejor que mejor… al fin y al cabo no se amasaban fortunas siendo generoso y esa regla se podía aplicar inexorablemente incluso a los que vivíamos por siempre.
Cuando por fin la chica terminó, mi sirviente me alcanzó las ropas con gesto servil y comencé a vestirme con su ayuda, no es que tuviera un ayuda de cámara ni mucho menos, pero siempre venía bien una mano para ponerse toda aquella ropa con tanto bombo innecesario, entre los botones, los cordones, al correcta colocación de los accesorios… aquello era una locura sin una mano disciplinada al lado.
La muchacha se acercó de nuevo a mí, con ese acento extranjero que no terminaba de ubicar, comenzaba a creer que era de las tierras íberas pero aún así no las tenía todas conmigo, me mostró un pulcro dibujo que representaban un boceto aproximado de lo que serían los trajes que me confeccionaría. No eran el colmo de la originalidad, allí en Milán hasta una criatura de las barriadas superaría a cualquier modista gabacha, pero sin duda tenían un toque único que con el paso del tiempo y ,quizá, con el mecenazgo adecuado, lograse a ser algo fresco y digno de las clases más pudientes.
Como fuera, sonreí suavemente mientras miraba su trabajo y asentí.
-El dinero no es problema, pero es mejor hacerlo como proponéis y así ahorrarnos disgustos o malos entendidos –hice un gesto al chico para que se aproximara a nosotros – por supuesto si quedo a gusto con el trabajo realizado no dude que contaré con usted en un futuro y no solo para ampliar mi vestuario sino también para mantener en perfectas condiciones mis delicadas prendas italianas.
Cuando el chico por fin llegó a nuestra altura, posé la mano en el hombro de María y mirándole a los ojos añadí:
-No deseo tomarle más tiempo de lo necesario, ha oscurecido y entiendo que deba volver a sus aposentos, mi sirviente le acompañará, pues me temo que las noches parisinas no son precisamente las más seguras del país. Y ahora si no desea comentarme ninguna cosa, me despido de usted con el anhelo de volver a verla pronto.
Cuando por fin la chica terminó, mi sirviente me alcanzó las ropas con gesto servil y comencé a vestirme con su ayuda, no es que tuviera un ayuda de cámara ni mucho menos, pero siempre venía bien una mano para ponerse toda aquella ropa con tanto bombo innecesario, entre los botones, los cordones, al correcta colocación de los accesorios… aquello era una locura sin una mano disciplinada al lado.
La muchacha se acercó de nuevo a mí, con ese acento extranjero que no terminaba de ubicar, comenzaba a creer que era de las tierras íberas pero aún así no las tenía todas conmigo, me mostró un pulcro dibujo que representaban un boceto aproximado de lo que serían los trajes que me confeccionaría. No eran el colmo de la originalidad, allí en Milán hasta una criatura de las barriadas superaría a cualquier modista gabacha, pero sin duda tenían un toque único que con el paso del tiempo y ,quizá, con el mecenazgo adecuado, lograse a ser algo fresco y digno de las clases más pudientes.
Como fuera, sonreí suavemente mientras miraba su trabajo y asentí.
-El dinero no es problema, pero es mejor hacerlo como proponéis y así ahorrarnos disgustos o malos entendidos –hice un gesto al chico para que se aproximara a nosotros – por supuesto si quedo a gusto con el trabajo realizado no dude que contaré con usted en un futuro y no solo para ampliar mi vestuario sino también para mantener en perfectas condiciones mis delicadas prendas italianas.
Cuando el chico por fin llegó a nuestra altura, posé la mano en el hombro de María y mirándole a los ojos añadí:
-No deseo tomarle más tiempo de lo necesario, ha oscurecido y entiendo que deba volver a sus aposentos, mi sirviente le acompañará, pues me temo que las noches parisinas no son precisamente las más seguras del país. Y ahora si no desea comentarme ninguna cosa, me despido de usted con el anhelo de volver a verla pronto.
Alessio Coratela- Vampiro Clase Alta
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Re: A medida quedan mejor [Ocupado]
La aceptación de los diseños de los trajes realmente me alegro, siempre cuando a uno le aceptaban su trabajo y no les desagradaba, siempre viene a uno esa alegría que se instalaba en el pecho y que te hacía sonreír de una buena felicidad que podía ser compratida con los amigos y familiares si era algo bastante importante en la vida de uno, bueno... tampoco hacía falta que fuera algo muy importante, unas buenas noticias siempre hacían a los de tu alrededor sonreir porque algo te había salido bien. Bueno... yo lo compartiría sola como siempre, desde hacía cinco años que me había venido hacia París y desde hacía cinco años que no tenía ni media palabra con mis padres... me gustaría saber si están bien o si les falta algo y decirles que estoy perfectamente y que no se preocuparan por mí, pero el correo era bastante caro y si pagaba eso ya podría pagar otras cosas más necesárias como la renta de mi alquiler. Cada vez más la gente se arreglaba sus cosas ellas mismas y no contrataban a costureras y eso me hacía pensar que... algún día eso podría hacerme volver hacía mi tierra o quizás... empezar a trabajar en otra cosa.
Observé como el sirviente que había ayudado a sujertar las ropas ahora ayudaba al varón a que volvieran a su sitio y en perfecto estado, sin ninguna arruga por ningún lado de la buena ropa que portaba el joven. Realmente era dificil planchar la ropa como para que en un momento se estropeara y tuviera una fea arruga en cualquier sitio visible, pero el chico sabía perfectamente como doblarla y mantenerla sin estropear la tela preciosa y buena del traje que llevaba el hombre de la casa.
Bien el pago aceptó a como dije que yo cobraba, en parte era justo y en parte podía ser peligroso... podían quedarse con el traje sin pagar y luego a ver quién iba a la guardia contra uno de alta clase o un noble... ya me había pasado muchas veces y me había quedado sin comida unos días o dormir en la calle unos días, pero bueno, al mal tiempo buena cara, ya estaba más pendiente de que no pasara ese tipo de cosas. Me acuerdo aún la última vez que me pasó eso, hacía medio año, me había quedado fuera mi pequeña habitación que era mi casa y no comí por cuatro días, y como todos mis vecinos andaban igual o peor de dinero que yo, nadie fue capaz o pudo ayudarme, pero no les culpo de nada ni guardo rencor, sé que si hubieran podido me hubieran ayudado en algo... o eso me gusta pensar.
Fruncí el ceño ante su rapidez y fluidez de hablar el idioma y mi poca entendedera para poder coger las palabras e intentar hacer una frase y cogerle sentido. Pensé en las palabras que quise decir y suspiré el aire de mis pulmones por la nariz, para no hacer pensar al hombre que estaban aburriendome sus palabras. Asentí, al final cayendo en la cuenta de que me había dicho algo de volver a llamarme si le gustaba mi trabajo, sonreí enseñando un poco los dientes, contenta.
Noté que posó una mano en mí y mi cuerpo se puso tenso, no estaba acostumbrada a que nadie de su clase o más alta me tocara o pusiera una mueca de asco o repulsión por ante el tacto de alguien de más baja clase que uno mismo. Era triste y te baja la estima pensar eso, creo que tengo la misma piel incluso soy bastante blanca para ser de baja clase, pero... no era de dinero y por eso el trato era tan despectivo y frío... yo nunca haría eso si tuviera dinero. Que injusto podía ser el reparto del mundo, pero bueno tenía trabajo, un techo y algo de comida, feliz era con lo poco o nada que tenía o tuviera. siempre podría estar peor, como ya lo he estado.
El varón dijo unas palabras que me hizo sobrecoger el alma que tenía, ¿Cuánto tiempo hacía que nadie se preocupada o hacía parecer que estaba preocupado porque me pudiera pasar algo sobre las calles de la ciudad y volviera bien a mi habitación. Mi corazón latió por unos momentos rápidamente de nostalgia al recordar a mi familia. Sentí calor en mis mejillas, y eso no era otro significado más lógico y que además ya me conocía muy bien ese calor en las mejillas. Me había sonrojado, no sabía si leve o mucho, espero que fuera leve. Tragué salida y dí un paso hacia atrás para alejarme del tacto y responder... si era torpe hablando, con nerviosismo... era un suplicio entenrderme de seguro.
- Yo... volver... volverrré, pa-pa...-suspiré- probar patrrons... veces más- guardé mi lápiz y el papel del diseño, tomé en mis manos la caja con mis herramientas y las telas con las que trabajaría con ellas, llevaba realmente una montaña con tanta tela entre mis brazos. Dios que tonta era, ¿Nerviosismo por que alguien se preocupara por mí? ¡Qué idiotez! .... ¿O no? - Perrrmisso- sonreí avergonzada y agaché la cabeza y me giré sobre mis talones para irme de la casa. No me acordaba de que me había dicho algo de acompañar... ¡Dios que no dijera nada de aquello!
Observé como el sirviente que había ayudado a sujertar las ropas ahora ayudaba al varón a que volvieran a su sitio y en perfecto estado, sin ninguna arruga por ningún lado de la buena ropa que portaba el joven. Realmente era dificil planchar la ropa como para que en un momento se estropeara y tuviera una fea arruga en cualquier sitio visible, pero el chico sabía perfectamente como doblarla y mantenerla sin estropear la tela preciosa y buena del traje que llevaba el hombre de la casa.
Bien el pago aceptó a como dije que yo cobraba, en parte era justo y en parte podía ser peligroso... podían quedarse con el traje sin pagar y luego a ver quién iba a la guardia contra uno de alta clase o un noble... ya me había pasado muchas veces y me había quedado sin comida unos días o dormir en la calle unos días, pero bueno, al mal tiempo buena cara, ya estaba más pendiente de que no pasara ese tipo de cosas. Me acuerdo aún la última vez que me pasó eso, hacía medio año, me había quedado fuera mi pequeña habitación que era mi casa y no comí por cuatro días, y como todos mis vecinos andaban igual o peor de dinero que yo, nadie fue capaz o pudo ayudarme, pero no les culpo de nada ni guardo rencor, sé que si hubieran podido me hubieran ayudado en algo... o eso me gusta pensar.
Fruncí el ceño ante su rapidez y fluidez de hablar el idioma y mi poca entendedera para poder coger las palabras e intentar hacer una frase y cogerle sentido. Pensé en las palabras que quise decir y suspiré el aire de mis pulmones por la nariz, para no hacer pensar al hombre que estaban aburriendome sus palabras. Asentí, al final cayendo en la cuenta de que me había dicho algo de volver a llamarme si le gustaba mi trabajo, sonreí enseñando un poco los dientes, contenta.
Noté que posó una mano en mí y mi cuerpo se puso tenso, no estaba acostumbrada a que nadie de su clase o más alta me tocara o pusiera una mueca de asco o repulsión por ante el tacto de alguien de más baja clase que uno mismo. Era triste y te baja la estima pensar eso, creo que tengo la misma piel incluso soy bastante blanca para ser de baja clase, pero... no era de dinero y por eso el trato era tan despectivo y frío... yo nunca haría eso si tuviera dinero. Que injusto podía ser el reparto del mundo, pero bueno tenía trabajo, un techo y algo de comida, feliz era con lo poco o nada que tenía o tuviera. siempre podría estar peor, como ya lo he estado.
El varón dijo unas palabras que me hizo sobrecoger el alma que tenía, ¿Cuánto tiempo hacía que nadie se preocupada o hacía parecer que estaba preocupado porque me pudiera pasar algo sobre las calles de la ciudad y volviera bien a mi habitación. Mi corazón latió por unos momentos rápidamente de nostalgia al recordar a mi familia. Sentí calor en mis mejillas, y eso no era otro significado más lógico y que además ya me conocía muy bien ese calor en las mejillas. Me había sonrojado, no sabía si leve o mucho, espero que fuera leve. Tragué salida y dí un paso hacia atrás para alejarme del tacto y responder... si era torpe hablando, con nerviosismo... era un suplicio entenrderme de seguro.
- Yo... volver... volverrré, pa-pa...-suspiré- probar patrrons... veces más- guardé mi lápiz y el papel del diseño, tomé en mis manos la caja con mis herramientas y las telas con las que trabajaría con ellas, llevaba realmente una montaña con tanta tela entre mis brazos. Dios que tonta era, ¿Nerviosismo por que alguien se preocupara por mí? ¡Qué idiotez! .... ¿O no? - Perrrmisso- sonreí avergonzada y agaché la cabeza y me giré sobre mis talones para irme de la casa. No me acordaba de que me había dicho algo de acompañar... ¡Dios que no dijera nada de aquello!
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