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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Sáb Dic 24, 2011 10:47 pm

Aquella noche la luna estaba en lo alto, apenas comenzaba el día para ella, se había levantado muy activa aquel día, pues sabía que le iban a dejar cazar sola por primera vez, claro Naela le había dicho que la estarían vigilando, pero con las lecciones de sus padres ya estaba más que lista, podía enamorar a cualquiera con su belleza y aparente inocencia. Caminaba en las calles de parís, dando salticos entre los charcos formados por la lluvia de aquel día. ahora apenas quedaba el recuerdo de aquello, como el vago recuerdo que aquella creatura, que ahora solo vagaba por las noches con sus padres tomados de la mano como si aun pertenecieran a ese mundo, alguna vez fue humano, pero eso ya había sido hace mucho tiempo, o eso ella creía.

Aun podía oler las praderas de aquel pequeño pueblo en donde vivía con su madre biológica o mejor dicho humana, ya en aquel momento en cuando ella tenía 7 años, cuando comenzaron a visitar el orfanato del pueblo, adoraba aquellas largas caminatas con el sol a sus espaldas y la hierba fresca a sus pies, aun podía sentir como los cabellos rubios de su madre le rosaban por su rostro cuando la alzaba de brazos.

-Dejemos de pensar en el pasado- chasqueo su lengua algo irritada al ver lo que tenía como cena.

20 minutos antes…

Había seguido caminando por las calles de parís, mirando a la gente ir de aquí a allá, eran aproximadamente las 10 de la noche y ya la sed comenzaba a aflorarse en su garganta, debía buscar algo para beber si no se volvería loca, aunque tenía la plena seguridad de que Naela y Brad estaban cerca para socorrerla.

Vago sin rumbo un rato, buscando un blanco, aquellos blancos sencillos y que no dejarían mucha pistas y revuelo ¿Quiénes eran? Borrachos, pobres, delincuentes esos, la escoria de parís, de ellos se alimentaria, claro aunque ella no distinguía muy bien aquello, lo que si sabia distinguir era los de la realeza, puesto a que sus padres le habían prohibido beber de algún funcionario importante de Rumania o de Francia, no importaba de donde fuera, ellos estaban fuera de la carta.

Había deslumbrado a un chico de 17 años caminado solo, por sus harapos como ropa era una de la clase baja, hasta un vagabundo, dio unos saltos hasta llegar a posarse casi como un ángel a sus pies, ella bestia un hermoso vestido rojo pálido, con mangas largas y bordados en verde y marrón entre la cintura y los puños de la camisa, a su pequeño cuerpo le cubría una pequeña capa roja con bordados blancos muy pomposos y hermosos, cuando bajo la capa, miro al joven con una sonrisa encantadora y matadora, lo atrajo a el con aquellos encantos asesinos que había perfeccionado bajo la tutela de su madre vampírica, casi l susurraba a la mente “Ven a cenar con la princesa de los muertos”.

El joven cayó en aquel trance de ver mismísimo demonio vestido y trasformada en una pequeña flor roja que era aquella damita.

10 minutos después…

Lo había atraído a un callejón, ya estaba entre sus garras, nadie lo podría salvar, dejo que este se arrodillara para que pudiera alcanzar su cuello, dejo que le sujetara su escasa cintura mientras ella se acercaba y tomaba su rostro con sus frías manos, le miro ladeando levemente el rostro, Mara en aquel momento parecía un ángel caído del cielo, con aquellas fracciones tan infantiles tan inocentes, una inocencia casi celestial, se fue acercando al cuello, el chico hipnotizado la dejaba, pero aquel olor…

-Rayos…- musito alejándose de el-Realeza- gruño lamiéndose uno de sus colmillitos.

Actualidad…

El muchacho se había desmayado para suerte de ella, no lo podía dejar ahí y menos siendo de la realeza, miraba preocupada los alrededores ¿Por qué no venían mama o papa? Bueno era mejor así, si los encontraban ahí, la regañarían a ella y lo matarían a él, no, no podía dejar hacer eso ¿por qué? Aun no lo sabía con exactitud pero no dejarían que lo mataran.

Por suerte ya había practicado con su madre su fuerza y sabia que podría con aquel cuerpo, a unas dos cuadras había un hotel, con su sigilo casi innato pudo entrar por las ventanas de un cuarto desocupado en el tercer piso; casi se muere del susto cuando se vio planear hasta ese lugar, pero sabía que lo podía hacer.

Dejo el cuerpo desmayado del joven mientras ella aun necesitaba de sangre, pero no podía dejarlo solo, ¡no queria! Debía esperar que despertara, que viera que estuviera bien. Se acerco al durmiente, montándose en su cuerpo mientras le miraba mas de cerca su rostro.

-mmm…- se quedo pensativa mientras se acercaba mas para detallarlo minuciosamente-Yo os conozco pero, ¿de donde?-

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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Dom Ene 08, 2012 2:35 pm

Esta última semana había estado transcurriendo de forma abrumadoramente normal, lejos del ajetreo de aquellos últimos imprevistos que llegaban solo por estar en el lugar indicado al momento indicado. Casi estaba extrañando que en su ordinaria vida aconteciera algo que lo sacara de la rutina, pero no podía engañarse, porque al mismo tiempo se aferraba con fuerza a la normalidad donde no era dañado más que físicamente por el arduo trabajo. Sí, y es que aquellos últimos sucesos lo habían afectado en aquel pequeño lugar en que era totalmente libre, su mente, haciéndole cada vez más frecuentes las jaquecas que lo afectaban cuando trataba de recordar incluso cuando no lo hacía conscientemente.

Se frotó los brazos para capear un poco el frío que arreciaba luego de la lluvia, aun le faltaban un buen rato para salir de su modesto trabajo como estibador en el gran mercado de París, que ni siquiera con aquella primeriza lluvia de invierno había cesado en gran parte su actividad. Gente iba y venía con cestas y carretas en un constante caos que podría distraer a cualquiera, pero a él. Pensaba constantemente en los sueños que había tenido desde que se encontró con la joven gitana disfrazada de dama en la biblioteca, pero cada vez que despertaba los recuerdos del sueño se esfumaban como el vaho que escapaba ahora de sus labios a causa del frío. Solo tenía la certeza de que tenía que ver con una palabra ante la que él mismo se había interpuesto la prohibición de mencionar.

¿No sería mejor de dejar de pensar en el pasado? Conformarse con la vida que llevaba ahora, sin grandes lujos, y de hecho con bastantes privaciones, pero vida al fin y al cabo, incluso cabía la posibilidad que aquella traba que le imponía la memoria fuese una bendición, aunque solo la pudiese apreciar como tal el día en que la pudiese extrañar. Bueno, no sacaba nada con seguirse cuestionando los misterios de su pasado cuando aun tenía un par de enormes canastos llenos de manzanas que cargar hacia el puesto de frutas de su jefe. No había nada mejor que el trabajo como remedio para pensamientos molestos.

Acabó su misión y alzó los brazos hacia las nubes para estirar los adoloridos brazos, su turno debía terminar aproximadamente a las diez de la noche, pero no tenía como saberlo porque él no contaba con un reloj cercano y su jefe le insistía en agregarles minutos a las horas, minutos que él dejaba pasar en un acto de ingenuidad. Le fue pagado su esfuerzo del día en unas cuantas monedas que guardó en uno de los bolsillos del harapiento pantalón que llevaba, y comenzó el camino al pequeño cuarto que había conseguido alquilar.

Estaba tan cansado que ya no luchaba por esquivar las pequeñas lagunas que se atravesaban en el camino de sus zapatos, eso y por la una desconocida costumbre de jamás mirar el suelo cuando caminaba, iba erguido a pesar del cansancio, aunque no fuese más que un fantasma de la dignidad que su memoria le ocultaba. Así fue como dio una joven damita que se le acercó dando unos simpáticos saltitos, y que a pesar de la oscuridad reinante por la entrada noche, notaba fuera de lugar, como una preciosa flor en la solapa del traje de un vagabundo.

La palidez de su rostro se resultó dolorosamente familiar, aunque desconocía el recuerdo con el que comparaba, pero ya no importaba, no tuvo tiempo alguno para buscarlo porque acabó por perderse en aquellos profundos ojos que lo hicieron entrar en un estado de estupor tal que no se dio cuenta cuando se había desviado de su camino para acompañar involuntariamente a la niña a uno de los mugrosos callejones que solía evitar a toda costa. Se proyectó a si mismo observando la escena con él arrodillado en el suelo con los labios de la niña a punto de rozar su cuello, se gritaba a si mismo que debía correr pero el cuerpo no le respondía, solo escuchó el murmullo de un par de palabras que no pudo identificar y acabó por perder la consciencia.

[…]

Sentía el cuerpo frío y pesado, o tal vez ni siquiera sintiese realmente, porque a sus ojos la luz del sol brillaba en todo su esplendor pero no le gustaba, veía a un niño gritar mientras era separado de los brazos de una mujer con la misma tez pálida que la niña que había visto en el callejón, tenía cabellos castaños como el suyo y gritaba despavorida mientras en su piel se formaban llagas que dieron paso a cenizas. Un nuevo grito en su cabeza y despertó agitado, como si hubiese estado bajo el agua más allá del tiempo en que era humanamente posible, respiró a bocanadas unas cuantas veces antes de caer en cuenta del pequeño y frío cuerpo que tenía sobre él.

Instintivamente se incorporó sobre los codos y comenzó a arrastrarse con la pequeña princesa encima por el miedo que le provocó el recuerdo de aquel mismo tono de piel que el de la mujer de su sueño, eso hasta que para su mala suerte dio con el borde de la cama a la que no recordaba haber llegado, precipitándose irremediablemente hacia el piso. Pero en un movimiento instantáneo abrazó a la pequeña para que se golpeara por su descuido, recibiendo él todo el impacto en su espalda.

Se quedó quieto unos segundos, con los ojos fuertemente cerrados esperando que al abrirlos no fuera más que otro sueño que se desvanecería de su mente a los pocos segundos. Pero para su sorpresa, cuando los abrió, la pequeña seguía entre sus brazos, por lo que rápidamente aflojó el abrazo mientras esperaba que ella se pusiera de pie por si misma.

- ¿Podría… podría decirme que hago aquí? – dijo mirando alternadamente a ambos lados, encontrándose en una lujosa habitación que jamás hubiese siquiera creído real – Creo que también lo… olvidé – comentó avergonzado.

¿Podría ser que se hubiese desmayado camino a casa y los padres de la niña lo hubieran recogido? No, pensó mientras sacudía la cabeza, la gente no solía preocuparse de ese modo por el resto, aun menos daba la notable diferencia entre la clase social de ambos. ¿Se habría olvidado de que había llegado solo o acompañando a la niña? La cabeza le dolía, era una jaqueca de las que solía tener cuando se esforzaba en recordar, pero multiplicada varias veces en su intensidad. Aunque no había tiempo para pensar en eso, debía averiguar dónde estaba y cómo podía llegar a su pequeño altillo.

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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Lun Ene 16, 2012 7:13 pm

Sentir que estaba en el momento inapropiado en la hora inapropiada no podía salirse de la cabeza, ¿pero que podría hacer? Aquello no estaba planificado y tampoco era su culpa que hubiera encontrado una persona de tal altura en aquellos lugares, pero sus ropas, decían algo diferente. Sacudió su cabeza, estaba angustiada, comenzaba a sentir un dolor de cabeza punzante solamente en la parte derecha de su cabeza, dejo salir un suspiro aun encima del joven, sentía la sed matándola por dentro, pero de alguna forma aquella agonía que sentía le gustaba, porque sabía que podía controlarla, algo que había impresionado a sus padres desde el primer día que le había visto , antes de poder bajarse de aquel cuerpo sus ojos se abrieron de repente, asustando a la pequeña, su corazón había dado tres vuelcos en un segundo al verlo respirar de forma agitada y con ella encima de el, se sintió atrapada por los brazos del joven, se sentía pequeña, como una muñequita entre sus brazos, sus ojos estaban bien abiertos mientras quietecita se quedaba entre sus brazos, por un momento sintió la brisa al caer al piso, dejo salir un grito por el miedo de ser abatida por el piso, pero antes de darse cuenta estaba en los brazos del joven, quien había recibido todo el golpe

-Ah…- dejo salir un jadeo mientras se quitaba encima de el, se levanto dando unos pasos aterrada, quería alejarse de el, no se sentía a gusto, debía hacer ido antes de que despertarse. Antes del que el miedo le invadiera, mordió uno de sus labios quedándose quieta en donde había llegado. –eh…- se quedo pensativa con las preguntas del joven. Nerviosa llevo una de sus manos a su boca para comenzar a morder sus uñas. Debía tranquilizarse y ella lo sabía, muy pronto recordó la forma de hacerlo, debía mantenerse firme y que su voz se mantuviera suave y tierna.

Con unos suaves pasos llego a donde se encontraba el joven tirado, su vestido se movió con su cuerpo hasta estar otra vez cerca de el, se inclino acariciándole la cabeza mientras sonreía amablemente, no parecía un mal chico-Te encuentras bien?- pregunto dulcemente-ven…- le dijo con tranquilidad para invitarse a sentarse en la cama, parecía que no recordaba nada, eso podría ser de utilizada, sonrió de manera maliciosa, mientras en su imagen de pequeña niña mantenía hipnotizado a los demás –Veo que no recuerdas nada- murmuro bajando la mirada haciendo un gesto infantil.

Su mente ya comenzaba a maquinar una mentirilla para zafarse de ese lugar, le quedo mirando, los ojos del chico le pareció muy lindos y necesitaban una respuesta, pero la verdad le podrían asustar, eso le lleno de tristeza, no podrían ser amigos, el iba a ser su cena, eso eran los humanos para ella comida, solamente las personas que podría querer eran sus padres-Estaba Paseando con mi niñera- mintió fácilmente con una hermosa agilidad-Te vimos desmayado y no quise dejarte en ese lugar, así que mi niñera te trajo a este lugar, en estos momentos está buscando medicina para usted- suspiro aliviada mientras en su rostro mostraba una gran inocencia, que podría enamorar a cualquiera, pero ahora su mentira tenía un problema: ¿Dónde sacaría una niñera? Después lo vería, se quedo pensando por unos momentos, hasta que le miro a los ojos con una sonrisilla en sus labios.-¿Por qué no recuerda nada?- pregunto curiosa por el estado de su compañero.

¿Por qué se sentía tan triste? No sabía por qué y aunque no lo demostrara se sentía muy apegada al joven, desde que sus padres le habían dicho que pasaría más tiempo sola y que debía perfeccionar su forma de cazar se había deprimido, no le gustaba la soledad, odiaba verse en una habitación llena de juguetes sin nadie con quien hablar, bueno estaba Avril, quien a veces le contentaba, pero no era como estar con su madre, abrazándola y llenándola de cariños y besos o con su padre que era un cazador tan extraordinario que la enamoraba cada expresión que hacía, sus creadores, más que eso, sus padres, sus amados a las únicas personas que le seria fiel el resto de su vida, por eso, si no los tenía cerca se sentía otra vez a la deriva, no quería volver a sentirse sola, no quería volver a sentirse rechazada, sin querer su animo había bajado y se mostraba en su mirada baja que miraba la cerámica de aquel lujoso hotel.

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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Miér Feb 01, 2012 2:23 am

Se sentía tonto haciendo aquellas preguntas en esa posición, acostado en el piso como si estuviese descansado, cuando en realidad era lo contrario, estaba comenzando a preocuparse de sobremanera al no conocer su paradero así que se podría decir que no tenían tanta importancia las formalidades. Observó a la pequeña escabullirse de sus brazos y por dentro suspiró aliviado, al parecer no se había hecho más daño que el susto de la caída, al menos ella. Porque cuando intentó incorporarse sobre los codos para levantarse sintió un fuerte dolor en el hombro derecho, pero al ver a la niña nerviosa, o eso entendió al ver que se mordía las uñas, trató de esconder todo rictus de dolor de su rostro para esbozar una leve sonrisa.

Se regañó por haberla atosigado con esas preguntas antes, porque seguro eso la había puesto más nerviosa, así que esperó que estuviese más calmada y hablara cuando estuviese lista, lo que para la suerte de Kharalian fue bastante pronto y con una sorpresiva caricia en su cabeza que lo desconcertó un poco al tiempo que negaba por inercia a aquello que si bien no era exactamente una pregunta, se parecía bastante, una que le habían hecho ya varias veces y a la que respondía siempre de la misma manera, aunque seguro ella no se refería al recuerdo de todo su pasado sino que solo al incidente que los trajo hasta aquí.

Comenzó a levantarse apoyándose únicamente en su brazo izquierdo, cosa que le dificultó bastante aquella tarea, pero que consiguió con un poco de ayuda de la enorme cama en la que había estado inconsciente. Mientras que escuchaba la explicación de la niña, sin pensarla demasiado, se mordía el labio para no gemir del dolor de cabeza y del hombro. Aquello parecía posible, pero su mente extremadamente curiosa encontró varios cabos sueltos a los que inventaba respuestas para no acabar pidiéndoselas a su pequeña salvadora.

¿Niñera? No había visto ninguna, aunque seguro podría estar andando cerca del lugar, pero ¿Una mujer habría tenido fuerza para cargar con él hasta esta habitación? No, claro que no, pero la damita parecía ser de sociedad, así que alguien como ella no podía andar de noche por las calles solo con una niñera que la protegiera, seguro iban con algún acompañante más fornido que lo cargara hasta la habitación. Pero… ¿Por qué estaban solo ellos dos?

- Eso lo explica, supongo – dijo con algo de duda pero con una sonrisa cuando ya estuvo completamente de pie – Lamento haberles causado tantos problemas a usted y a su niñera – dijo armándose de valor y fuerza para tomar a la pequeña por la cintura y sentarla en el borde de la cama, porque tenía la sensación de que no debía, o no quería, estar a mayor altura que ella.

Se arrodilló frente a ella, observando por unos segundos aquellos labios curvados en una sonrisa, pero se desvió inmediatamente a sus ojos que parecían distar bastante de lo que sus labios mostraban ¿Era tristeza? ¿O solo estaba imaginando cosas? Ladeó la cabeza y volvió a sonreírle para hacerle saber que todo estaba bien, y antes de responderle a la última de sus preguntas instintivamente cogió su pequeña mano para besarle el dorso, se sentía tan fría… fríamente familiar, pero un así no la soltó, porque parecía estar en una especie de estupor en la que no era él, porque todo ese protocolo no iba en nada con quien había sido todos estos años.

- Hay muchas cosas que no recuerdo – confesó en un tonto dejo de honestidad – Pero después de verla saltar frente a mí, no recuerdo mucho más – dijo por fin soltando su mano y poniendo las suyas propias sobre su regazo – Le agradezco mucho toda su ayuda, pero ¿Podría decirme dónde estamos exactamente? – preguntó algo desganado, porque en su interior algo le decía que debía quedarse junto a la pequeña, que era algo importante, que podría descubrir un secreto cubierto por polvo y telarañas.

Pero el rostro triste de la pequeña damita le hacía entristecerse también en lo profundo de su corazón, como si fuese alguien que conocía, aunque lo creyese algo completamente imposible ¿Cómo iba a conocer él a una damita tan refinada? ¿De dónde…? ¡Su acento! Tenían el mismo acento de un francés algo marcado por la modulación de su lenguaje natal ¿Podría ser que fuesen del mismo país? Bueno, y aunque así fuera, en Rumania él no fue más que un huérfano y callejero que iba de un lado a otro trabajando para comerciantes y rufianes, así que no podía conocer a alguien como ella.

- ¿Podría ser usted de nacionalidad rumana? – preguntó apartándose de todo el razonamiento lógico que había armado hacía unos segundos – Su rostro me parece un poco familiar… pero seguro es mi imaginación – se apresuró a corregir, porque aunque las cosas dejaban de parecerle tan claras, sabía que ella era como una princesita, y él no más que un callejero.

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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Mar Feb 07, 2012 7:25 pm

Era extraña aquella sensación, es decir, no se podría describir con exactitud, era como retroceder el tiempo con suaves pasos, pasos que ella no estaba dando ¡en ningún momento se había movido de su puesto! Estaba rasguñando sus recuerdos, algo que no hacia ¿por qué? Era doloroso, sentir que se había perdido una parte de su vida, que había quemado con sus propias manitos su pasado. Asintió con la mirada apagada, comenzaba a imaginar escenas de su trasformación, aquel hombre le quitaba la poca ropa de su cuerpecito mientras ella luchaba con sus pocas fuerzas en quitárselo de encima, que recuerdo tan espantoso…

¿Por qué no viene? Se preguntaba muy adentro de su mente mientras se esforzaba por sacar aquellos diálogos entre sus padres, aquellas escenas desgarradoras, se trasportaba al pasado y no quería hacerlo, pero el pasado era tan cercano en el tiempo, siempre interfiriendo en el futuro, pues se transfería con agilidad.-Claro…- dijo en un hilito de voz, se había dado cuenta de que su estado afectaba también al joven, trato de aclarar su garganta ahuyentando a los fantasmas del pasado, rompiendo aquella escena como si fuera papel, para encontrarse con el rostro de aquel joven, desgastado por todo lo que había pasado, pero tenía algo que la tranquilizaba, era como un caballero que protegía a su doncella de todo peligro-Estas en un hotel no muy lejos de el mercado- dijo esbozando una linda sonrisa en su máscara llamada rostro.

Se quedo en silencio por unos minutos, parecía que el joven analizar sus rasgos, medio mordió sus labios extrañada y hasta nerviosa ¿Qué veía? Ladeo su rostro frunciendo un poco su ceño –Oh!- se quedo algo asombrada al oír aquella pregunta, -Lo soy- confeso con una sonrisa en su rostro. Se quedo sonriendo hasta que una suave risa salió de sus labios-Tal vez no sea su imaginación…- comento con un toque muy alegre. No lo reconocía, pero sabía de dónde provenía y tal vez tuvo que toparse con él en algún momento, pero lo que ella no sabía era que lo había conocido cuando aún era muy pequeña, vivía con sus padres y aun su papa no se había ido.

Tratar de recordar en donde había visto aquellos ojos era algo doloroso, ella lo sabía, aunque fuera solo de manera inconsciente, sabía que si recordaba comenzarían a surgir a borbotones, Reclamos, recuerdos que le hacían sentir adolorida y que era mejor silenciarlos, no deseaba que volvieran a su cauce, era mejor tenerlos en la oscuridad infinita, aun así ¿Qué es el futuro sin pasado? Nada, ya que si no sabes de donde provienes no sabrás a donde iras. Literalmente Mara había nacido aquella noche cuando murió Kennie y nació Mara Kennie Stanford Bellis Princesa de Rumania (algo que ella aun no entiende muy bien) eso le recordaba, no sabía el nombre de aquel chico, tal vez podría investigar un poco sobre porque le parecía tan conocido.

-Cómo Te llamas?- pregunto acariciando otra vez su cabello, como si lo hiciera con una persona de su edad.Sentía como el joven la veía como un tesoro que habría que proteger, su mirada la llenaba de ternura, pero no había que olvidar algo, su hambre comenzaba a sentirse, como un instinto que había creado después de ser creada, dejo de acariciar su cabello mirándolo con una media sonrisa casi inocente, dejo sus manos en su regazo, sintiéndose mejor por aquel cariño que le había dado al joven, pero deseaba sangre, ya su hambre comenzaba a quemarle la garganta.
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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Sáb Mayo 26, 2012 9:08 pm

¿Tenía razón? ¿¡Tenía razón!? Aquello que fue más que nada una frase apresurada y que probablemente debió guardarse para él acabó siendo una afirmación cierta, aunque tampoco significara demasiado, al menos de momento ¿Cuántos como él habían acabo lejos de la patria? Así que se obligó a si mismo a no darle a aquel dato más importancia de la que debía tener una simple coincidencia.

Suspiró suave e imperceptiblemente cuando sintió aquel tacto en su cabeza, ignorando aquel marmolado y frío tacto, tratando de atribuírselo a que la damita iba solo con un vestido no muy abrigador como para una de estas noches de invierno parisino. Se aclaró un poco la garganta y se irguió de forma un poco más solemne para responder a su pregunta, pese a que probablemente sería insatisfactoria para ella, y para cualquiera en realidad. Era un chico que apenas tenía un nombre, y no sabía realmente si era el suyo o el de alguien más, donde el que había adoptado no había sido más que porque era el que tenía grabado en la piel junto a su fecha de nacimiento. Cosas que había olvidado, que no eran más que palabras carentes de contenido…

- Kharalian – dijo repitiendo una pequeña reverencia ante la niña – Kharalian… o… eso creo – dijo con una sonrisa para ocultar el amago de tristeza que significaba aquella palabra para él. Lo único que creía saber de él.

Tenía esa mala costumbre de dudar constantemente hasta de sus propias palabras, agregando siempre un “creo”, “tal vez” o “supongo” aun a frases tan obviamente ciertas como que él era un chico, que vivía en París, que el cielo es negro por las noches, o que el mar tiene generalmente tonalidades azules. No sabía de donde salía tanta inseguridad que al parecer iba más allá de una mera forma de ser. Por el momento podíamos atribuírselo a que la premisa básica del saber quien es uno mismo era la permitía saber qué era el resto del mundo, y al carecer de la primera no se podía esperar más sobre la segunda. Eso era él. Nadie. Como solía pensar.

- ¿Y usted? – preguntó ladeando la cabeza hacia el lado derecho, de forma algo tierna, como si fuese un animalito callejero. Pero antes de obtener una respuesta, para por fin tener a quien atribuirle la amabilidad de haberlo rescatado de aquel agobiante cansancio que debió provocar su desmayo, un par de golpes en la puerta los interrumpieron – Debe ser su niñera – agregó, aunque sin asumirlo por completo - ¿Quiere que abra? – prefirió preguntar antes de actuar.

No quería hacerla enfadar o algo por el estilo, pero tampoco se le había pasado lo inapropiado que podría considerarse que un completo extraño estuviese con una pequeña damita en una habitación de hotel. No porque fuese a hacer alguna aberración, no, solo que a vistas del sentido común imperante… no era bien visto.

Volvió a sonreír y finalmente se levantó para disimular un pequeño rugido de su estómago, casi anticipándolo, para así evitarse la vergüenza, y acabó ubicándose aun a un par de metros de la puerta y esperando una respuesta para actuar, y convencido en su ingenuidad de que todo estaría bien.

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El plebeyo y la Princesa[Privado] Empty Re: El plebeyo y la Princesa[Privado]

Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Lun Jun 11, 2012 4:25 pm

Salto de aquel lugar apenas escucho la puerta sonar, miro al chico pálida, muy pero muy pálida, un poco de sudor apareció en su frente, un sudor carmín que trato de disimilar secándoselo rápidamente-No..!- dijo un poco nerviosa, noto el timbre de su voz y busco tranquilizarse lo más pronto posible-yo lo hare, mejor recuéstese y descanse- sugirió con una sonrisa embriagadora. Trato de olvidar la sed que tenía en aquel momento, para luego seguir andando con aquella elegancia innata hasta la puerta alejándolo a él de ella –después buscaremos algo para ese estomago ruidoso- dijo riendo suavemente mientras tocaba la perilla de la puerta.

La abrió mirando hacia afuera, era una anciana que parecía de la limpieza, cuando miro a la niña se asusto un poco, pero Mara suspiro aliviada, no entendió muy bien lo que aquella anciana le dijo, le miro algo amargada ¿Cómo se atrevía a hablarle de aquella manera? ¡Ella podía estar en donde ella le pegara la gana! ¡Era una princesa! Utilizo el mismo poder que había utilizado con el chico anterior para que se alejara de aquel lugar sin antes pedirle algo de comida. Luego cuando desapareció entre los largos pasillos cerró la puerta suspirando aliviada, noto que el chico estaba cerca así que mostro una sonrisilla.

-parece que mi niñera se olvido de mi- dijo con cierta decepción-era un empleado del hotel, pronto te traerá comida ¿vale?- sonrió dulcemente. Aun la noche era joven, podría estar en ese lugar unas dos horas antes de sentir la necesidad de dormir. Cuando sus padres notaran su ausencia rápidamente la llamarían, buscarían algún rastro de ella y la encontrarían, por algo eran poderosos vampiros que se mantenían siempre alerta de cualquier peligro, lo único que rogaba era que no mataran a su nuevo amigo cuando lo notaran.

Se sentó en el borde de la cama nuevamente sonriendo-Mi nombre es Mara Kennie- dijo a la pregunta formulada anteriormente. El nombre que le habían dado sus nuevos padres claro está, apenas tenía una leve sensación de el anterior nombre que había tenido, ya casi por completo se acostumbraba a su nuevo nombre “Mara” muy pronto dejaría atrás aquel antiguo nombre cuando era humana… aquel nombre que le recordaba cosas tristes “Winnie” aquel nombre comenzaba a desaparecer de su memoria, ya pronto olvidaría las cosas malas que había pasado solo por ser Winnie y volvería a vivir feliz como Mara la princesa de Rumania y nada ni nadie desbastaría aquella ilusión que era casi de cuentos de hadas…

La puerta sonó otra vez, ella se levanto para recibir la comida y llevarla con el carrito hasta donde estaba el chico –ah… aquí tienes, puedes comer todo lo que quieras- dijo señalando el gran manjar que estaba al frente de el-yo no tengo hambre- dijo sonriendo mientras volvía a su puesto a esperar que el chico degustara aquella comida.

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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Jue Jul 26, 2012 1:42 am

No pudo más que alarmarse cuando la pequeña rápidamente interrumpió su camino hacia la puerta. Y aunque no entendía muy bien por qué, lo que si sabía era que no tenía derecho a inmiscuirse en sus asuntos, y que el hecho de haberse levantado y forjado en su cabeza la intención de abrir la puerta sin su permiso ya era una falta lo suficientemente grave como para agradecer y hacer acto de desaparición debido a la vergüenza.

Pero de nuevo, su cuerpo se vio sometido por una voluntad ajena a la suya. Se notaba en sus ojos, ahora adormilados, que algo más estaba haciendo que su cuerpo y su mente le desobedecieran. Era una sensación extrañamente familiar… ¿No era lo que había sentido antes de desmayarse en el callejón? Si era así, corría el peligro de que volviese a ocurrir un episodio similar, en el que probablemente la fortuna le negara su sombra.

Volvió a donde estaba sentado antes. En esa mullida alfombra de elegantes dibujos que hacían que su mente diera aun más vueltas tratando de seguir tantos pequeños detalles que formaban el cuadro completo. No pudo evitar las comparaciones. Él no era, ni sería jamás una alfombra parecida a aquella, creía que era más bien uno de esos trapos que después de su vida útil en otras labores podían ser explotados hasta su último hálito como felpudos, una labor tal vez ingrata, pero necesaria. Incluso estoica.

A causa de esas mismas ensoñaciones no se dio cuenta cuando un pequeño hilito de sangre comenzó a escurrir por su nariz, dejando aquel sabor a hierro en sus labios, y no fue sino por inercia que atinó a usar la manga de su camisa como un improvisado pañuelo. Tal vez en parte también fuese debido a la fuerza de la costumbre, porque aquello le había sucedido tantas veces antes, que ya no era una preocupación en absoluto, una que podríamos atribuir a los infames dolores de cabeza.

- ¿Olvidarse? ¿Cómo podría haberse olvidado de alguien como usted? – dijo más preocupado que alarmado. Estaba acostumbrado a ver a chiquillos corriendo y jugando por ahí solos y sin cuidado familiar porque era común para las personas como él ¿Pero alguien como ella? Resultaba intrigantemente extraño. Su subconsciente deliberadamente decidió soslayar aquello de la comida ante la preocupación que era tener a una damita perdida.

Luego la revelación del nombre de la pequeña se le antojó como un balde de agua fría, no porque le fuese familiar, sino que precisamente por lo contrario, cualquier sospecha que hubiese tenido antes sobre conocer a la niña se había disipado con ello.

- Es un placer señorita Mara – dijo cordial mientras que en vano se sostenía el abdomen, como si con ello pudiese frenar el hambre, quizás también como un presagio a aquellos golpes en la puerta, que luego se transformarían en golpes que llegaban hasta su consciencia – Nada de esto era necesario – dijo evidentemente sorprendido ante aquel festín.

El carrito debidamente adornado y abastecido era casi una aberración para un muchacho como él. ¿Cuánto tiempo podría durarle esa misma comida en casa? O más bien ¿Cuánto tiempo tendría que trabajar para siquiera intentar pagarlo? Tragó algo de saliva, mirándola casi con miedo, y por más que su consciencia le decía que se negara, la necesidad hizo oídos sordos a su voluntad.

- Gra… gracias – dijo tomando con timidez un trozo de pan – Pero… ¿Usted debe volver a casa? ¿Cómo podrían haberse olvidado de recogerla? – preguntó evidentemente preocupado, porque anticipaba que en algún momento tendría que irse a casa, pero no podría dejar a la damita sola en aquel lugar – Puedo acompañarla si gusta

Era lo menos que podía hacer luego de que ella y su niñera lo recogieran de aquel callejón, así que por el momento debía evaluar las opciones. Llevó a sus labios un par de trocitos de pan, pero al ver que había un millar de exquisiteces con las que podía complementarlo, dejó de resistirse y tomó un cuchillo para partir el pan apropiadamente, pero acostumbrado a los malos filos de los pocos utensilios de cocina con los que contaba, no midió la fuerza requerida para tal acción, haciendo que aquel líquido carmesí comenzará a bullir de su mano izquierda.

No pudo reaccionar. Solo se quedó mirando la herida como un estúpido, porque eso era lo que era. Seguramente la niña lo tomaría por tal, un pobre tonto que asediado por el hambre casi se rebana su propia mano.

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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Dom Ago 12, 2012 12:22 pm

La iban a regañar, pensaba mientras veía al chico, que parecía tan amigable mirar la comida con tanta desesperación, ella le miro preguntándose como seria poder volver a probar aquellos manjares… pero bueno ahora el único manjar que podría probar era el del líquido que por sus presas pasaban, aquel caliente y delicioso liquido que la hacía prácticamente embriagarse de placer. Con ternura veía al joven moverse torpemente, ella era una princesa así que sabía más o menos los modales que debían ponerse en la mesa. Su mente debía estar mal, una persona así no podría ser de la realeza, ni siquiera de la clase alta.. ¿Cómo podría entonces…?

Su mente vago por aquellos recuerdos cuando podía ver la luz del día en Rumania, pasaron por las noches en aquel gran castillo que sus padres le habían mostrado muchas noches atrás, ahora se encontraba con aquel joven que había recién cortado con un cuchillo… el olor de la sangre altero sus nervios, con sutileza comenzó a alejarse de el, esperaba que hiciera algo, que se limpiara o cubriera la herida, pero parecía que no relazaría mas nada que contemplarla… quería un amigo no una comida, pero el impulso de saltar hacia él y beber la sangre de su cuerpo comenzaba a ser cada vez mas fuerte

-La sangre no se debe desperdiciar- dijo suavemente manteniendo su serenidad mientras sujetaba la mano del joven y lamia aquel liquido que parecía hacer explotar las papilas gustativas de la niña-Tal vez me odies por esto…- susurro un poco triste por el próximo acontecimiento, pero debía aceptarlo, no tenia oportunidad de ser su amiga, nunca lo hubiera tenido. Sujeto su muñeca manteniéndolo a su nivel, lamia la herida y los dedos por donde podrían estar esparcido la sangre, parte por parte, en donde la sangre corriera ella lamería, pronto su mano quedo limpia y ella se había acercado a su cuerpo como amante lo hace cuando busca un poco de calor.

Su sangre era deliciosa y el tan joven, tan fuerte, tan bello y varonil. Cualquier mujer podría estar enamorada de él si vistiera mejores ropas, estaba segura que hasta los hombre se quedarían mirándolo asombrados por tanta belleza. Ella era una niñita que se quedaría siempre como una niña, aquellos sentimientos nunca serian para ella y aunque tuviera la oportunidad de sentirlos, nunca serian correspondidos, solo quedaba demostrarle el cariño y amor que sentía por él como siempre lo hacía con las personas que llevaban a tocar aquel corazoncito muerto hace poco. Se había acurrucado en su pecho, la sangre de su herida había dejado de brotar, con sus ojos entrecerrados se quedaba prácticamente adormecida con los latidos del corazón, parecía una canción de cuna que pronto debería terminar, le demostraría que lo quería, de la única forma que sabía hacerlo, dándole un lindo beso en el cuello que luego apagaría su flor de la juventud como con ella lo habían hecho, pero la única diferencia entre ellos dos es que ella robaría su vida y seguirá en aquel estado de inmortalidad mientras el… moriría en ese instante.

Alzo su mirada para encontrarse con los ojos algo atontados del chico, sonrió ampliamente. -¿podrías decir mi nombre otra vez…?- pregunto o mejor dicho suplico con una sonrisilla en sus labios. Para aferrarse a su cuello mientras su rostro angelical se ladeaba un poco. Su cabello suelto desprendía un aroma a incienso y perfumes de alta calidad, su rostro en si era perfecto y valía millones de francos… no… su valor era incalculable, era la princesa de una nación… la princesa de un país entero, su valor era prácticamente indescriptible. Le beso el mentón mientras le miraba a los ojos, sus orbes lo mantenían prácticamente idiotizado ante tanta belleza, pero solamente era el poder que ella ejercía sobre él. -Susurra mi nombre…- le había dicho de nuevo mientras aquel joven se perdía entre la realidad y la irrealidad.

Estaba a punto de llegar a su cuello cuando el viento de la ventana le hizo mirar asustada hacia el lugar, una figura esbelta y hermosa aparecía de la nada, era una mujer alta con cabellos negros y rostro igual al de ella, Mara se alejo del cuerpo del chico que parecía aun atontado por el sucedo-Madre…- susurro Mara mientras se sentaba a la orilla de la cama. La mujer se acerco a ella y esta tuvo la oportunidad de aferrarse a su cuello emocionada y temerosa del regaño que podrían darle, pero la mujer simplemente le abrazo rodeándole la cintura y depositaba un beso en sus pálidos labios. Salió de su boca una risilla emocionada, la mayor miro el cuerpo del joven tumbado en la cama, frunció el ceño preocupada, no había dicho ni una sola palabra pero Mara sabía lo que significaba.

-Madre… no…- susurro sosteniéndola fuertemente-lo tengo en mi poder… no sabe nada, está prácticamente inconsciente- le dijo prácticamente suplicándole que no le hiciera nada.

-¿Qué deseas hacer con él?- le pregunto levemente molesta de la imprudencia de su hija. Mara le miro suavemente mientras como perrito faldero suplicaba por perdón.-¿A dónde deseas llevarlo?-

-Deja que me lleve a casa- la mujer le vio desconfiada-me portare bien lo prometo- suplico haciendo pucheritos. La mujer al ver la ternura de su hija acepto, le dio un beso en la frente y dejo que bebiera un poco de la sangre que recién le había quitado a una pareja de amantes a unas diez cuadras de allí, para que no tuviera la necesidad de robarle el preciado liquido al joven.

Ya había desaparecido y Mara estaba ahora sola con él, estaba confiada de que la conciencia del joven no recordaría nada, sonrió ampliamente acercándose a su cuerpo mientras le daba unas palmaditas a su rostro –oye… despierta…- le susurro mientras su rostro vivo e iluminado por la sangre se quedaba mirándole con tanta inocencia que era imposible que fuera un vampiro… ahora solamente debía alimentarlo como un perrito, para que le acompañara a casa y dejar aquel capítulo de su vida cerrado para siempre… aun tenía una pregunta (aunque probablemente su madre no la dejaría por nada en el mundo) ¿podrían ser amigos?.
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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Dom Ago 26, 2012 5:51 am

Solo pudo despabilarse con las palabras de la pequeña, aunque no las alcanzaba a entender del todo, inocentemente eligió creer que se refería a su salud, a que no era bueno perder sangre de aquella manera, pero la mayor preocupación del chico en esos instantes era no ir a manchar con su sucia sangre la alfombra o la cama. Así que el plan era detener aquel líquido con… algo…

¿Eh? ¿Qué hacía? No pudo evitar fruncir un poco el ceño cuando la fría mano de la niña hizo contacto con la suya, pero no porque estuviese enfadado o incomodo, sino porque de verdad no se esperaba aquellas palabras (¿Cómo iba a odiarla si ella lo había salvado?) y mucho menos esa acción que emprendió posteriormente. ¿Estaba lamiendo su mano? ¿Su… sangre?

Era obvio que habían otras formas de detener aquel leve rio de sangre, y la que uso la niña, pues era la menos convencional de todas, pero aun así el rumano no podía ver en ella alguna mala intención o algo por el estilo. Ni siquiera pensó eso cuando se acercó peligrosamente a su cuello, tal vez porque para ese entonces ya se encontraba de nuevo en ese estado de estupor que le arrebataba por completo la poca voluntad que tenía.

Eso no obstaba que no pudiese sentirla, era claro que se había acurrucado en él, por lo que instintivamente, y a pesar de su estado de aturdimiento, quiso abrazarla, tal vez consolarla, porque en sus ojos veía una irremediable soledad. Pero cuando pudo tener consciencia de ello dejó de pensar, no por voluntad propia, la que había perdido unos instantes luego de volver a hacer contacto visual con la damita.

Entonces sus melodiosas palabras que casi encubrían una orden llenaron sus oídos, no tenía que repetírselo dos veces aunque de todos modos lo hubiese hecho, pero lo único que alcanzó a hacer fue a entreabrir los labios. Ningún sonido salió de ellos. Y a cambio de su ausencia, una fuerte brisa entró por la ventana que hace momentos atrás estaba cerrada, o al menos eso creería de ser capaz de llevar a cabo aun razonamiento.

Ya solo cerró los ojos, y se sumergió en el más profundo de los sueños, donde aquellas voces femeninas no pudieron alcanzarlo.

Luego volvió a sentir ese suave pero no tan frío tacto de antes, solo que esta vez en sus mejillas, por lo que rápidamente abrió los ojos, al tiempo que de forma instintiva trataba de incorporarse en aquella enorme cama, a la que no sabía siquiera como había llegado. Y ahí estaba ella, susurrándole de nuevo, pero él, él seguía adormilado, lo suficiente como para no estar consciente de sus acciones y sus palabras.

- Winnie... – dijo de forma ronca y neutral, como si su rostro no fuese más que una miserable máscara vacía – Tu nombre es Winnie – repitió con los ojos apenas abiertos.

Era como si nada hubiese pasado antes, como si ese lapso en que estuvo dormido no hubiese sido más que una especie de suspensión en que su cuerpo se apagó, esperando solo para reiniciarse y completar la orden dada momentos atrás. ¿Ese era su nombre? Era uno de los primeros recuerdos que tenía, aunque claro, se remitían a aquella triste época que pasó en el orfanato en Transilvania, pero ¿Acaso no eran esos los tortuosos recuerdos que permanecían intactos?

Bueno, aquello no importaba tanto, porque no parecía ser él mismo ahora que hablaba, sino que un cuerpo vacío que se movía y respondía de forma automática. O eso era lo que sería mejor creer, porque el saber que después de tanto volvía a ver a esa pequeña niña con quien años atrás hubiese entablado una inocente amistad sería algo increíble e imposible de explicar. Algo a lo que había rehusado a afirmar, aunque tal vez desde el momento en que la vio en aquel sucio callejón… lo sabía.

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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Lun Oct 08, 2012 5:22 pm

-¿Winnie?-susurro de forma tan baja que sintió que era una ilusión. Miedo, terror, confusión… ¿porque la había llamado Winnie? Ella no le había dicho que su nombre era Winnie, en ningún momento había nombrado aquellas palabras. Su corazón comenzó a agitarse, sus manos frías a sudar aún más frio haciéndola parecer al tacto un iceberg. Sus hermosos rizos danzaron mientras la cabeza de la pequeña vampira mantenía una negativa abrupta y desesperada. -¿Cómo sabes ese nombre?- pregunto riendo de forma nerviosa -¿De dónde eres…? ¡Nadie conoce ese nombre!- exclamo como princesa cuando lo que ha deseado no es perfecto. Suspiro abiertamente, era mejor no hacer escándalo, pero aquello comenzaba a ponerla más y más nerviosa.

En esos minutos, en aquellos exactos segundos que pasaban como un tic-tac odiaba inmensamente a aquel mortal por pronunciar su nombre pasado, por recordarle su pasado como si aquel chico perteneciera a él y ella perteneciera al suyo. Poco a poco comenzó a recordar aquellos paisajes en su pequeña granja, ella era aún humana, era feliz persiguiendo gallinas y patos, buscando los huevos que su madre llevaba a un pequeño orfanato de su país natal…

***

-Madre! Madre!- gritaba la pequeña niña de apenas unos años menor de lo que en el presente era-Tengo muchos huevos… los niños del orfanato comerán bien- una amplia y tierna sonrisa apareció en su rostro… era generosa, dulce y tierna, aquel nombre de Winnie era una de las que le quedaba perfectamente.

Recordaba cómo algunos niños en el orfanato cantaban su nombre como si fuera un himno que le rendía tributos a un virgen. Pero no había ninguna virgen, solamente una pequeña de hermoso rostro cubierta con ropas improvisadas, aunque eran harapos, se veían hermosos y lujosas piezas encima de ella cubriendo su lindo cuerpecito angelical.

Solamente recordaba aquellos niños mayores que ella que adoraban llamarla Winnie hasta que ella misma se hartara de aquel nombre, no lo hacían por malas intenciones, pero pronto ella se cansaba de tantos mimos y tratos y parecía volverse una niña caprichosa que deseaba estar sola…

***

-Winnie! Winnie!- susurro exhausta de escuchar aquel nombre –siempre lo decían como cantando algún coro… yo odiaba escucharlos en otros labios…- se quedo pensando por unos segundos –pero…- sin darse cuenta estaba levantada dándole la espalda al chico, hundiéndose en aquellos recuerdos que olvidados estaban-Había un chico, mayor que yo… que adoraba como lo decía… su voz era dulce y suave- susurro mirando al piso –Aunque no me acuerdo mucho como se llama…- volvió a mirarlo, quedándose un poco cohibida pero a la vez feliz -¡me recuerdas mucho a él!-

Comenzaba a preguntarse… ¿Cuántos años tenía exactamente? Su mente era la de una pequeña de 10 años… su cuerpo también, pero ¿esa era la realidad del asunto? ¿o sus padre del don oscuro le ocultaban un secreto mayor del que no se debía ella enterar?. Frunció levemente el ceño buscando hacer cuentas, ella sabía lo que era, ella aceptaba en lo que se había convertido… pero ¿exactamente…? ¿Cuántos años habían pasado desde eso?
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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Sáb Nov 24, 2012 3:19 am

Aun sumido en ese estupor pudo sentir la desesperación ajena, ¿Acaso tenía razón? Claro que sí. Aunque no fuese a recordarlo luego, o aunque aquella risa nerviosa y la exclamación de que nadie conocía ese nombre lo corroborara después, si la ¿Recordaba? ¡La recordaba! A pesar de que no se tratara uno de esos recuerdos que tenía vetados desde el momento en que su pasado se perdió, si podía recordar esos miserables días en el orfanato, los que la mayoría del tiempo ocasionaban pesadillas, miedo y tristeza ¿Pero no todo podía ser tan malo verdad?

No, aun en aquel lugar, y pese a que era normalmente excluido de los infantiles juegos del resto de los niños, había alguien que si parecía verlo, y que no fingía que era invisible a sus ojos. Una pequeña niña que iba de la mano de su madre a hacer entregas al orfanato. Una damita que parecía disfrazada como ellos, para esconderse… Pero… ¿De verdad era ella? Kharalian nunca había sido un chico especialmente listo, pero había notado que mientras él había crecido considerablemente, ella parecía haberse quedado estancada en aquellos inocentes días. ¿Cómo era… posible?

Trató de incorporarse en la cama, quedando sentado sobre las suaves y acolchadas almohadas, mientras la observaba dar vueltas, obsesionada con el asunto, narrando pequeños pasajes de recuerdos que parecían calzar también con los suyos. Pero no fue hasta que mencionó que se parecía a un muchacho que conocía, que asumió que era ella, que era él, que eran ambos en un pasado que quizás ambos hubiesen querido no recordar, porque no habían sido días fáciles…

- ¿Eras tú, verdad? – dijo vagamente, porque sabía que si era ella lo entendería – Todos los días, antes de que el sol saliera por completo… la leche y los huevos para el desayuno – dijo mirándola con la mirada entrecerrada, porque le costaba asimilar todo. El hecho de que fuese ella, de que ahora fuese una verdadera damita y no solo una niña que jugaba a serlo, de que el tiempo no hubiese pasado por ella en absoluto.


Fue entonces que sus ojos se abrieron de sobremanera, haciendo que además el miedo comenzara a cernirse sobre él. ¿¡Entonces no era solo un mito!? Había escuchado los rumores en las calles, en conversaciones de borrachos y cortesanas, París parecía estar plagado de ellos decían, que los inquisidores comenzaban a llegar en masa para exterminarlos… ¿De verdad existían? Tragó saliva y juntó el valor para preguntárselo…

- Eres… Eres de aquellos que beben sangre… ¿No es así? – dijo tratando de mantenerse calmado, parte miedo, parte por ver que Winnie se había convertido en uno de ellos, aunque no tenía muy claro el cómo – Si no… deberías ser… mayor… pero estas igual… no entiendo – dijo entrecortado mientras trataba de responderse a sí mismo, mientras trataba en vano de calcular el tiempo.

Pero el nerviosismo no le permitía nada de ello. Ya sabía que no estaba equivocado, algo de él le decía que tenía razón, solo que no entendía como las cosas habían acabado así… ¿O sería todo un sueño, y se despertaría en su humilde altillo al salir el sol?

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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Vie Dic 14, 2012 9:48 am

¿Era ella? ¿Era ella? ¡Claro que era ella! Miro hacia todos lados con nervios de punta, por las palabras de aquel joven, debía haber dejado que su madre lo matara tan rápido que el dolor para él hubiera sido desconocido. Su cuerpo detenido en el tiempo comenzaba a temblar, comenzaba a sentirse tan vulnerable que sentía que si hablaba en eso momentos su voz se oiría quebrantada. Algunas lágrimas salieron de su rostro. ¿Cómo podía ser…? Ella sabía que era ella, Mara sabía perfectamente la verdad, pero como a él le costaba asimilar que hubieran estado en un mismo lapso de tiempo. Años pasaron y la línea de tiempo entre ellos se asomo aun más grande y no entendían por qué. Era cierto que no contaba los años o los días, pero ¿tan así?. Pronto pudo oler el miedo que se apoderaba de forma lenta pero segura del muchacho. Se llevo una de sus manitas que comenzaban a perder el color de la sangre que su madre le había porpocionado, dejando ver su verdadero color, un pálido de muerte, pues eso era lo que estaba. Muerta. Sus lágrimas teñidas de sangre salían grandes y a brotes, deseo poder llamar a su mama y poder aferrarse a ella, pero era muy tarde, ella estaba lejos y no podría ayudarle aunque deseara con todo su corazón que Mara no sufriera como en aquellos momentos lo estaba haciendo.

-¿Aquellos que beben sangre?- susurro aquella pregunta , como asegurándose que saliera de sus propios labios para tener claro de lo que estaba hablando. Sus labios temblaban mientras buscaba desesperadamente limpiar sus lagrimas para no asustar al chico de ver salir sangre de sus ojos –Yo… Yo… si lo soy- balbuceo como niña que confiesa alguna travesura.

Está bien, le diría lo que recordaba y poco a poco el comenzaría a tranquilizarse, aunque su rostro pálido parecía decir lo contrario- cuando mama murió, las monjas del orfanato no me llevaron hasta allá si no que me enviaron a donde mi abuela al otro lado de Rumania- confeso entre grandes gimoteos-en ese lugar había un viejo muy malo… no quiero recordar… luego vinieron mama y papa y me salvaron de aquel viejo y de mi propia abuela que me habían entregado a él y yo con apenas esa edad…- susurro abriendo los ojos ampliamente, pudiendo levemente encontrar en si un poco de cordura… ya hace mucho tiempo había dejado de ser de esa edad, pero su cuerpo y mente habían sido atrapados, como en una flor que prematuramente se había marchitado y nunca florecía. Bajo la mirada balbuceando algunas cosas que parecían incoherentes para ella misma, pero lo decía tan bajo que estaba segura que el joven solamente había oído algunos susurros. –ellos me salvaron… me salvaron y me convirtieron en una princesa… ¿vez? Me salvaron y me convirtieron en una damita amada por un reino completo- confeso con una amplia sonrisa en sus labios, un poco mas clamada esperando que el entendiera que lo había hecho por su bien y rezando a algún dios pagano que se tranquilizara.

Ella podía oler el miedo, el lo tenía y eso le dolía. Sus labios dejaron de tener aquella mueca, convirtiéndola en algo distorsionado, despareciendo la sonrisa que antes había tenido –Khan… tienes miedo- dijo sintiendo que estaba a punto de echarse a llorar –No soy alguien diferente, soy Kennie… ¿No ves?- pregunto deseando poder acercarse y besarle en los labios para que se calmara, pero temió que pudiera rechazarla y eso le dolería aun mas. El no era diferente a ella, Mara lo quería, no porque fuera de su pasado, si no porque lo conocía bien y el que estuviera en este estado comenzaba a ser doloroso para ella, pues ella era la que lo provocaba, estaba creando un estado en que tal vez el chico saliera loco.

-Hay algo que no entiendo- susurro quedándose pensativa -¿Por qué me hueles a sangre de realeza?- se pregunto cruzándose de los brazos buscando no romper en llanto. Su madre le había dicho que no podía atacar a ningún familiar de personas que tuvieran el olor en la sangre de personas de la realeza, por eso se había detenido y aun no estaba muerto –pensé que nos conocíamos por alguna corte o que tu familia tenía alguien importante o algo parecido- confeso sin entender como es posible… tal vez se había equivocado, pero ella nunca se equivoca, es mas puede recordar la sangre de cada uno de sus conocidos y los conocidos de sus padres, pues así no se metería en problemas al estar con una presa.
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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Dom Ene 13, 2013 12:34 am

Mientras más encajaban las cosas, mientras más piezas del rompecabezas aparecían, menos sentido parecía tener para él la cadena de sucesos que terminaban con la damita y él reencontrándose en un cuarto. Aun habían lagunas, no sabía cómo había llegado, ni en qué lugar estaba exactamente, pero todo aquello palidecía frente al hecho de que Winnie se hubiese convertido en uno de aquellos seres. ¿Por qué el destino debía ser tan caprichoso con ellos? Aunque en parte le agradecía a la fortuna que al menos para ella las cosas hubiesen terminado… ¿Bien? No estaba realmente seguro si aquel estado fuese algo bueno, pero al menos tenía la certeza de que no había tenido demasiadas carencias ¡Si parecía una princesa! Y si ella vivía bien, feliz… bueno, de todos modos él no tenía derecho de juzgar a nadie.

Casi no le fue necesario que le confirmara con aquella respuesta que denotaba su completo nerviosismo. Lo que siguió sí que no se lo esperaba. Esa horrible historia, algo que incluso él en su ingenuidad sabía que había sucedido antes, lo había escuchado de las monjas encargadas del orfanato, y aunque no entendía cómo un adulto podía siquiera pensar hacerle algo así a un niño o niña, el solo pensarlo lo hacía enfurecer. Signo de ello fue que automáticamente empuñó las manos, y solo se relajó un poco cuando le contó cómo la habían salvado.

Se sentía profundamente aliviado, y por fin desde base un buen rato pudo respirar con algo de tranquilidad. Wi… Mara incluso había sonreído al decir que era una princesa, y eso fue suficiente para despejar todo atisbo de duda respecto a si ella estaría bien viviendo así. Le habían regalado una vida nueva, una mejor, una con la que él no se atrevería ni a soñar pero que bien le desearía a cualquiera de los otros niños que vivían y continuaban viviendo en orfanatos. Y no se refería al dinero, ni los vestidos, sino que al cariño de alguien, fuese solo una madre, o solo un padre, o abuelos. Porque si Mara habló de ese modo de ellos, seguro que serían buenas personas, se dijo a sí mismo.

¿Por qué no se sentía ella aliviada también? Parecía aún más nerviosa ¿Sería por culpa suya? ¡Claro! Se dio cuenta de su ceño aun parecía fruncido y su rostro dibujando una especie de mueca que iba entre el miedo y la rabia, pero no era por ella, había sido por la historia. Cerró los ojos por unos instantes, respiró tranquilo, y cuando los volvió a abrir su expresión se había suavizado por completo. Ella seguía hablando, aunque no entendió muy bien lo último, pero se levantó de la cama para dirigirse a donde estaba ella.

Negó con la cabeza suavemente – Eres Mara, una princesa – dijo al tiempo que se ubicaba frente a ella, aterrizaba una rodilla en el suelo y bajaba la cabeza en señal de respeto – Y todos esos días tristes quedaron atrás – agregó, al tiempo que levantaba la vista, solo para verla a punto de llorar. Le regaló una sencilla sonrisa y llevó una mano a su rostro para acariciar con el pulgar su mejilla, que era el lugar en que él se frotaba cuando quería evitar llorar por algo, tal vez funcionara con ella también, eso esperaba, porque lo último que quería era que llorar, eso le rompería el corazón.

¿Parecía algo más tranquila? Eso creyó él, así que quitó su mano para apoyar su antebrazo en la rodilla que no estaba usando de apoyo en el suelo. Le dio otra repasada a las últimas palabras de la pequeña ahora que estuviesen ambos más calmados, era de suponer que se extrañara, que incluso se riera ante una afirmación con tan poco sentido como ese, pero en un radical giro, todo empezó a doler. Primero se presionó con fuerza ambas sienes con las palmas de las manos, y acabó deslizándola a los ojos. Dolía como si un elefante invisible estuviese aplastando y saltando sobre su cabeza, pero esa sensación no tardó en extenderse al resto de su cuerpo. Aun así estaba consciente de que Mara estaba ahí, mirándolo, por lo que se mordió los labios con fuerza para no gritar por más que su garganta se lo pidiera. Era lo que sucedía cuando trataba de recordar su vida antes del orfanato, pero nunca dolía tanto y él no lo había siquiera intentado recordar esta vez…

Mihail Kharalian Balcêscu
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Mensaje por Mara Kennie D'Argouges Dom Ene 20, 2013 3:04 pm

Noto aquel simple pero dulce acto del joven que tenia al frente. Tantas vueltas daba la vida. ¿Quien se imaginaria que en esos momentos estuvieran allí aquellos dos? ¡Nadie! Absolutamente nadie. Realizo varios pucheros mientras intentaba no llorar, pues en los ojos de él le indicaba que no deseaba que aquella niña de rostro dulce y gracias a dios que aun inocente; pese a su nueva condición. Sus ojos se habían humedecido y algunas góticas estaban saliendo sin control alguno de sus ojos, pero para suerte de ella se detuvieron y secaron en sus largas y amplias pestañas. Dejo salir un suspiro que se llevaba todo el peso que tenia encima, era cierto mara era una princesa, su princesa, la princesa de Rumania y estaba segura que iba a ser así… a no ser que la ruleta rusa de su vida tuviera otros planes para ella. –Khan…- susurro pues se había acostumbrado a llamarlo así desde pequeña -¿Qué sucede?- se pregunto ladeando su rostro mientras ponía una de sus manos en su hombro para inclinarse al ver aquel rostro contorsionado, lleno de confusión, una confusión peor de la que ella había sufrido, pues al menos la pequeña sabia su pasado y su trayectoria pero él, el no sabía nada después de que comenzaba el “había una vez…” se sintió triste pues él no le respondía, pero luego entendió que debía ser amable y fuerte por los dos, así que ergio su espalda y sonrió como él lo había hecho con él para luego tirar de su muñeca y deshacerse de aquella posición que parecía dolorosa para él.

-Venga…- susurro en un tono animado –no te esfuerces, Mon amour… todo llega con el viento, solo depende de cómo este de humor el viento- indico obligándolo a levantarse. Ella giro su cuerpo para luego llegar a la ventana de aquella habitación, en realidad no estaban en un piso tan alto, pues ella sola no había podido con el cuerpo pesado de aquel chico, solamente estaban como a tres piso de ese lugar. Lo volvió a mirar dándole una señal para que se acercara mientras ella abría aquella ventana que su madre había cerrado hace unos cuantos minutos. –Tenemos que irnos- indico mientras este se acercaba y ella le jalaba para que se diera prisa pues sus pasos aun parecían estar titubeando y tal vez era razonable titubear que una niña como ella, que se veía frágil y delicada, como una flor de primavera, lo ayudara a bajar de un tercer piso. Pero ella solamente rio sujetándolo del brazo para hacerlo caer con ella. Llevarlo no fue difícil, por suerte sus padres eran antiguos y la sangre de ellos le había dado una fuerza que no muchos tenían. Planeo, aunque ella solamente lo vio como caer elegantemente hasta unos desperdicios en aquel callejón que ocultaba más de una creatura en su oscuridad.

Cayo junto con él en su regazo riendo de forma divertida, aunque ella se había preocupado de que él pudiera sufrir algún daño, pero al parecer no había pasado nada grave, dio un saltico hacia adelante para que sus pequeños tacones tocaran el suelo mugriento de los callejones de Francia, le miro levantarse para luego sujetarle la mano y sonreí ampliamente. Tenía un nuevo amigo, que era un antiguo amigo en realidad, pero aunque humano, era amable y la aceptaba como tal –Muy pronto amanecerá- dijo con cierta tristeza –Mama y Papa tienen que pronto irse a Rumania para sus asuntos imperiales, tal vez yo vaya con ellos- indico sonriendo mientras comenzaba a caminar indicándole a el que debía moverse con ella.

-Antes iba y regresaba con ellos, pero tal vez esta vez me quede en Rumania - analizo un poco –Si estoy en ese lugar- se detuvo cuando sintió en sus ojitos la luz de un faro solitario que pegaba a la entrada del hotel, alzo la mirada para ver a aquel chico que había conocido en un orfanato lejos, muy lejos de ese país –iré al orfanato y preguntare sobre como llegaste a ese lugar- dijo. Era una promesa, le ayudaría a encontrar su verdadera historia, la siguiente palabra después de su “Había una vez” sonrió ampliamente, no sería difícil para ella y más para una niña caprichosa que lo que decía era ley. Siguieron caminando, por un camino que ella le había mostrado, no le diría hasta donde debía llevarla exactamente, pero si hasta un lugar en donde fuera buena idea separarse –Espero que cuando nos volvamos a ver, podamos conversar un buen rato y yo ayudarte a recordar- sus intensiones eran buenas, lástima que no sería capaz de cumplir con aquella promesa que había deseado formular aquella noche.
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Mensaje por Mihail Kharalian Balcêscu Mar Feb 19, 2013 1:53 am

Khan, Khan, Khan. Aquella palabra hacía eco en su cabeza que parecía dar vueltas en torno a un motivo invisible. Miró a la pequeña y trató de mantener la compostura, así que hizo amago de toda la fuerza que le quedaba, y que no era mucha, para sostenerse en pie cuando ella lo tironeó. Sabía que los labios ajenos se movían, que formaban palabras incluso, pero el retumbar del eco en sus oídos no le permitía escuchar con claridad lo que Mara iba diciendo, salvo en el momento del “tenemos que irnos” que más que escucharlo, pudo intuirlo y leerlo de sus labios.

Solo entonces se comenzó a cuestionar sobre las piezas faltantes del rompecabezas. Cómo había llegado realmente, qué había de la niñera, y la aterradora pregunta de para qué lo había recogido la pequeña si no lo recordaba. Fue esta última la que le hizo titubear cuando le pidió que se acercara a la ventana, porque recordó la piel fría y característica de su condición de inmortal, pero también el folclore, especialmente el modo en que se mantenían con vida. ¿Acaso ella pensaba…? Abrió los ojos de sobremanera, pero acabó por sacudir la cabeza enérgicamente, para de paso tratar de deshacerse del odioso zumbido que lo aquejaba.

¿Qué planeaba ahora? El muchacho estaba tan aturdido que no pudo hacer nada más que ceder con docilidad a sus designios. De salir era porque había algún motivo, pero lo que no se esperó fue aquella visión de la altura a la que estaban. Cerró los ojos con fuerza y prácticamente todo su cuerpo se paralizó, no respirando sino cuando sintió el piso bajo sus pies.

A estas alturas de la noche, la verdad es que no quería saber qué había hecho, ni cómo lo había hecho, y aunque le dio una mirada a la ventana por la que habían salido, fue incapaz de contar los pisos que habían salvado de ese modo tan particular. Ni un rasguño, ni en ella ni el él. Y pese a lo obvio se vio tentado a preguntar por su estado, pregunta que se vio frustrada con aquel comentario suyo sobre la salida del sol ¡Por supuesto! ¿Cómo no había reparado en ello? Sería peligroso para la pequeña estar más tiempo fuera, y peor sería que él fuese el responsable de la menor magulladura en su perfecta piel ¡Ni siquiera tenía un abrigo con que cubrirla! Y se maldijo a sí mismo por ello mientras ella le contaba sobre el viaje a Rumania.

Pero una expresión extraña se forjó en su rostro cuando le dijo que se quedaría en su tierra natal. El destino era caprichoso, porque Mara era un pedacito de su vida, y ahora tenía que apartarse de ella por más que en su interior se estuviese muriendo por aferrarse de ella. Así como lo decía ella al tiempo que caminaban, la verdad es que lo ponía en una encrucijada. O rogaba para retenerla o perdía quizás la única forma que tenía de saber quién era él realmente. Nunca antes había estado siquiera cerca de saber algo respecto a su pasado, y ahora se le preguntaba aquella oportunidad, pero que de todos modos le sabía egoísta, de hecho, cualquiera de las dos opciones, espada y pared, eran egoístas de una forma u otra.

Se regañó internamente un par de veces más, casi pasándose de largo del lugar en que la pequeña princesa se había detenido, pero que en nada había dejado para retomar el paso. No tenía idea del lugar a dónde iban. A penas recordaba que se había ofrecido a acompañarla, y ni siquiera sabía a dónde. Se sintió un complejo inútil, tanto que siguió en silencio y cabizbajo el resto de la cuadra por la que transitaban, también en parte porque estaba sopesando aquella especie de promesa y las consecuencias que podría traer si quiera el menor atisbo de información sobre él… Bueno, preferiría un millón de veces saber algo sobre sus padres, por más insignificante que fuera, a saber algo que tratara directamente sobre él.

Nunca antes había tenido tantas esperanzas como ahora y el miedo era inevitable ¿Cuántas cosas podían salir mal siquiera antes de conocer un resultado que no necesariamente iba a ser alentador? Pero seguía habiendo una oportunidad, y eso lo era todo para él en este momento.

- No sé cómo se supone que vaya a resultar todo – dijo mientras se limpiaba los ojos llorosos con el dorso de la mano – Pero estoy seguro de que si hay algo que yo deba saber, encontrarás la forma de dar conmigo aunque esta sea una ciudad enorme – agregó con esperanza justo en el instante en que se detenía en la intersección correcta. Una que de un lado llevaba a zona residencial donde enormes mansiones se imponían sobre los vastos jardines, y que de otro llevaba, tras una larga caminata, a la zona donde florecía el mercado de París, lugar donde alquilaba un pequeño altillo.

Se puso frente a ella en cuclillas, de modo que sus rostros quedaran prácticamente a la misma altura – Me gustaría acompañarte a casa, pero creo que solo te retrasaría y por lo que parece el amanecer no tardará mucho más en venir – sonrió y tomó su mano para dejarle un beso en el dorso – Ve y cuídate – fue lo último que dijo antes de soltarla. Despidiéndose de ella, y sin saber, también de la esperanza de conocer a Mihail Kharalian Balcêscu.

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