Kalaman Morandi [75%]

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Ni aun que Sigismund Schlomo Freud hubiese nacido unos años antes a la mente de este hombre se le hubiese hallado solución.

Irresponsable en todos los términos imaginables, tanto por incumplimiento o abandono de sus responsabilidades previamente asumidas, Kalaman Morandi es poseedor de una personalidad negligente, completamente exenta de voluntad y compromiso a menos que se vean afectados algunos de sus intereses. Por lo que en definitiva, observado desde un punto de vista “civilizado” o “social”, vendría a ser lo que comúnmente es conocido como un rebelde, aun que sus padres siempre prefirieron llamarle “espíritu libre”.

Sin embargo, su verdadera naturaleza no podría ser justificada tan fácilmente. Kalama resulta mucho más complejo aun, pero a modo de breve resumen, podría decirse que a los ojos del vulgo sería un “loco moral”, un sujeto que teniendo todas sus funciones psíquicas aparentemente normales y poseyendo una inteligencia probablemente superior se comporta de un modo contrario a las normas morales, premeditadamente y sin necesidad, porque aun cuando conoce el código de la moral, es incapaz de sentirlo y creer en él. Pero más que perjudicarle, esto tan solo le beneficia, pues contradictoriamente, al no tener una pauta establecida sus peculiaridades añadidas le permite pronunciar moralistas discursos capaces de convencer a multitudes de una falsa bondad exhibiendo conductas diversas, de modo que engaña con coloquios y apariencias a numerosas personas para, una vez logrado su efecto, burlarse internamente de todas esas personas que le aplauden y creen su pantomima. Así pues, muy lejos de ser un verdadero demente, se trataría de alguien que posee una genuina maldad. Kalaman sabe cuando está cometiendo un delito y se vanaglorian de ello. Utilizar el crimen para enriquecerse y vivir con mayor poder adquisitivo es algo habitual en él, su transgresión tiene un objetivo muy claro: enriquecerse sin importarle por qué ni contra quién. Siempre persigue un beneficio propio y no le importa cómo lograrlo, mintiendo, estafando, etc.

Mediocre. Durante su niñez y parte de su adolescencia, sintió sobre su frente como gravada a fuego aquella maldita palabra, pero por más que contemplaba su imagen en el reflejo que el espejo le devolvía, allí no había nada salvo el rostro de un joven Búlgaro que se debatía entre lo que debía hacer para impresionar a un exigente padre jactancioso, y lo que sus propias apetencias le provocaban hacer.

El mediano de los Morandi había tenido la mala fortuna de nacer en el peor lugar imaginable de aquella familia de clase media con aspiraciones de grandeza. Su hermana, Bengü, al ser la mayor de los cinco hermanos y la única hembra, le fueron permitidos muchos más derechos que al resto. Sin embargo, la única oportunidad de haber logrado un papel relevante en la sucesión, llegar como primogénito varón, le había sido robada por Serdar, quien ocupo ese lugar naciendo con cinco años de anticipo a él, por lo que la vacante para ser el orgullo de un padre de ideales estrictos le quedaba absolutamente vedada. Así pues, Kalaman nació como el tercero de los hermanos, condenado a una infancia en la que era sometido a odiosas y constantes comparaciones con sus predecesores, a los que se les exigía exactamente lo mismo que a él, pero que por lógica y sentido común, el tercer Morandi no podía llegar a cumplir tan elegantemente como su hermana Bengü, ni tan eficazmente como su hermano Serdar, ya que por aquel entonces carecía de la edad suficiente como para mostrar siquiera poseer algún patente talento.

No obstante, la prole de los Morandi no se limitaría a esos tres vástagos. Tras Kalaman habían nacido Tanad y Benim, cuyas edades se distanciaban de la suya por apenas dos y cinco años, pero que por el simple hecho de ser los de menos edad, no fueron sometidos a la misma supervisión y falta de aprecio hacia sus esfuerzos. Así pues, el mediano de los cinco hermanos creció desarrollando una fuerte falta de auto estima que, llegado a una edad, antagonizo en un excesivo y malsano egocentrismo que evidenciaría el mayor de sus talentos y por el cual su padre comenzaría a mostrar por él un interés que jamás le había procesado al creerlo una pérdida de tiempo. A los 17 años, más o menos durante la época que en la que una banda criminal comenzó a ser bastante sonada en la zona, Kalaman comenzaba sus estudios universitarios en una poca gustosa abogacía donde termino destaco extraordinariamente entre otros por sus sobresalientes notas. La facultad sin embargo y pese a su poca apetencia, pareció ser el mejor lugar para desconectar del ámbito familiar que, por aquel entonces, era aun más decadente que en épocas pasadas. Su padre ahora glorificaba sus actitudes de forma prepotente cuando estaba en compañía de sus amistades, lo que le enervaba. Su madre seguía igual que hasta la fecha para con él, ausente. Su hermana mantenía una evidente relación con un sirviente. Sedar pretendía utilizarlo para que le proporcionara con sus estudios sólidas cuartadas. Tanad… era un caso a aparte. Y Benim, bueno, al menos le quedaba su hermano pequeño en quien si podía confiar, razón por la que siempre se mostro como su protector. Así que, todo aquello le dificultaba aun más las posibilidades de ser alguien decente, haciendo que su vida se encaminase velozmente hacia un descenso a los infiernos, total ¿ya qué más daba? Había nacido con mala estrella y todo apuntaba a que así debía ser.

Pasaron un par de años entonces, pero las cosas en vez de mejorar solo empeoraron. Tanad vendió al amante de su hermana habiéndola dejado embarazada antes de ser entregado a un nuevo dueño. Sus hermanos comenzaba a hacer de la trata de esclavos un fructífero negocio, y él, él era el bastardo que les facilitaba escusas y buenos argumentos ante la ley cuando alguna de sus faltas sobrepasaba los limites.