Ficha Elle

por **Roxanne** Lun Feb 13, 2012 5:05 am

-Nombre del Personaje: Elle Arlene Délvheen Lautrec
-Edad: Veinte años.
-Especie: Humana.
-Tipo, Clase Social o Cargo: Clase alta
-Orientación Sexual: Heterosexual.
-Lugar de Origen: París, Francia.

-Descripción Física:

-Descripción Psicológica:
Hace diez años...
En realidad, no sé cómo soy. Sólo sé cómo debo ser frente a los demás. Sé que con el señor director debo ser una niña decente, correcta, educada, cortés y agradecida con él. Con sus ayudantes me permito algunas libertades más, tales como discutirles si el castigo no me resulta justo o fastidiarles de algún modo cuando algo de lo que han dicho o hecho, me ha herido. Como la vez en la que, tras dejarme sin cena tan sólo porque había desobedecido una de sus estúpidas órdenes, me infiltré en el dormitorio del ayudante y tomé toda su ropa para salir al jardín y enterrarla donde nunca nadie la encontrara. De este modo, pasó varios días sin nada que ponerse y oliendo francamente mal, siendo objeto de burlas y vejaciones por parte de sus propios compañeros. Algo que, si cierto fue divertido, al final terminó saliéndome el tiro por la culata, pues su humor era tan agrio que a menudo nos pegaba sin motivo alguno, tan sólo para poder liberar esa ira contenida. Sí, como puedes ver, soy un tanto traviesa o rebelde, llámalo como quieras. Lo cierto es que aun no sé quién soy, ni lo que quiero, ni a dónde va mi vida. Sólo sé que vivo para ensuciarme el vestido de harina, de dañarme las manos por las espinas, para tener unas horribles ojeras bajo mis ojos claros por perder noches intentando memorizar oraciones que sé que nunca servirán de nada.
Me gusta la soledad, quizás por que me he acostumbrado a ella y a su mejor amigo, el silencio. Soy poco habladora, bastante pensativa, intentando imaginar en mi mente una vida paralela, una vida mejor. Siempre soñando despierta. ¡Oh, pero me encanta jugar y correr! Adoro subirme a los árboles y quedarme horas y horas sentada en una de sus ramas, solamente observando el descenso del sol mientras la brisa me recuerda que pese a las lágrimas que a veces, sin querer derramo, sigo viva.
Sé que no gusto a la gente. Sé que por mi carácter un tanto revoltoso y problemático, las personas de mi entorno intentan evitarme. Incluso mis amigas, Elisabeth y Candy, no suelen acercarse demasiado a mí por temor a terminar con sus espaldas arañadas o sus pómulos enrojecidos. ¡Cobardes! Pero no me importa. Estoy mejor así. Estoy mejor… sola.
Y por supuesto, acabo de mentirte.

Actualmente...
Jamás abandoné ese lado infantil que me caracterizaba de pequeña, ni esa curiosidad, ni esas ganas de aventuras, ni ese lado mío un tanto maquiavélico que siempre tramaba travesuras... Sólo que ahora, doy otras utilidades a mi personalidad. Supongo que la sociedad me ve cómo a una loca desatada, sin a penas modales de conducta que suela seguir a rajatabla, siempre de aquí para allá sin la supervisión de un hombre, husmeando a veces dónde no me corresponde, arriesgándolo todo por una simple corazonada, comportándome a veces como un hombre de guerra que alza su espada contra sus opositores, capaz de tener mil caras con tal de conseguir aquello que me propongo. Sonriente, jovial, rebelde, tozuda, bromista, perspicaz, valiente, juguetona e infantil en ocasiones, aunque madura, responsable, sumisa, razonable y seria cuando la situación así lo requiere. No suelo mostrar mi debilidad o sufrimiento en público, el único que me ha visto llorar es Biél y, en muy contadas ocasiones, mi padre. Mi aliado perfecto, a demás de mi hermano y Jerarld, es mi tío Jäeger, siempre dispuesto a tenderme la mano cuando lo necesite, algo que hago con bastante frecuencia cuando mis planes se tuercen y necesito de su protección o de su sabio consejo estratégico.
En cuanto a los hombres, sólo mencionaré que mis latidos tienen dueño aunque no quiera ni admitirlo siquiera, aunque eso... es otra historia que bien se verá más adelante en mi vida.

-Historia:
Hace diez años...
El señor director Ralph nunca me ha contado nada a cerca de mis orígenes. Todo lo que sé, es porque robé mi expediente de su despacho hará un par de meses, aprovechando una de sus enigmáticas ausencias nocturnas. En aquellos documentos, tan sólo encontré información sobre mi nacimiento, un tres de febrero hacía ya diez años. Por lo visto, se había tratado del caso de un abandono tras escasas horas de vida, alegándose que la mujer que lo entregó iba encapuchada y no quiso dar dato alguno a cerca de ella. Sólo entregó al bebé recubierto en exquisitas sedas y mantas a un ayudante cualquiera del orfanato, pidiendo que la nombraran Elle Arlene. Tras una despedida sin lágrimas visibles en la muchacha que parecía algo enfermiza, el ayudante cerró la puerta para evitar que la intensa tempestad y la gélida ventisca nocturna pudieran perjudicar a la recién nacida. De mi padre, tampoco sé nada.
Y mientras las dudas y la soledad me corroen por dentro y a la vez me incitan a madurar pese a mi corta edad, sigue mi día a día en el Orfanato de París, el único lugar que he visto desde que tengo uso de razón. En él, nos enseñan a leer y a trabajar, cultivando el huerto, tejiendo, haciendo cestas… Pero también tenemos ratos para jugar, aunque eso no es que esté precisamente permitido, pues la oración y las plegarias nos quitan mucho tiempo de diversión. A veces, sobretodo por la noche, me escapo por la ventana de mi habitación compartida con Elisabeth y corro por los jardines para sentirme libre… hasta que me cazan y me azotan, claro.
Percival, un niño bastante malo, siempre nos dice que jamás conoceremos a nuestros padres, que nadie nos querrá nunca porque somos unos pordioseros y siempre vamos sucios. ¿Sucios? ¡Él es el cochino! Y aunque tras sus palabras suelo pellizcarle o gritarle, debo admitir que coincido con él. En realidad, ya no tengo esperanzas de nada, asumiendo que pasaré mi infancia encerrada en este mugriento orfanato hasta que, con la mayoría de edad, me expulsen de él y me vea sola en la calle con una mano delante y otra detrás.
¡Oh, mira, una estrella fugaz! ¡Pidamos un deseo! Deseo encontrar a…

Actualmente...
¿Quién iba a decirme que el deseo se cumplió? Una noche, un hombre de cabellos anaranjados como los míos, dio conmigo y me llevó de aquél orfanato, ofreciéndome al fin el calor de un hogar y de una familia. Supe, que aquél hombre era en realidad mi progenitor real, que no había muerto ni me había abandonado porque no me quisiera. Él, como mi madre, una cortesana de renombre llamada Roxanne, me amaban. Y no sólo ellos... también mi hermano gemelo, Gabriél, quién pronto se convirtió en mi mejor amigo, mi aliado para las travesuras, mi confidente y mi protector. Pero la dicha no fue eterna ni mucho menos, y cuando mamá se convirtió en una inmortal como padre, las cosas se torcieron hasta que un accidente, se la llevó ante nuestra inocente mirada infantil. La pérdida de madre marcó mi infancia aunque papá intentó dulcificarla con su atención y cariño... ¿cómo decirle que el calor de mamá era insustituible? Sabía que el dolor le había hecho añicos el alma, por lo que preferí callar mis penas y refugiarme en mi hermano, igual de desolado que yo.
No mucho tiempo después, otra mujer entró en la vida de papá, aunque en realidad, nunca se había ido de ésta. Resultó ser su legítima esposa, por lo que debíamos respetarla y mantener un trato cordial con ella aunque nunca la aceptara como madrastra. Ella era indiferente con Biél y conmigo, mostrándose siempre fría, distante, refunfuñando cuando estábamos cerca de ella, ignorando mis llantos que me despertaban entre pesadillas, fingiendo ausencia ante los ojos de Jerarld hasta que, cuando se marchaba de viaje, Eyra se entretenía hurgando en la profunda herida de mis sentimientos. Jamás me quejé con nadie, ni siquiera con Biél. Yo era fuerte y capaz de soportar cuanto el destino deseara para mí. Algún día, me alzaría por encima de todos aquellos que alguna vez me dañaron y me reirían en sus rostros envidiosos.
A medida que los años transcurrían para mi hermano y para mí, ambos tomamos rumbos distintos en nuestras vidas, aunque seguíamos residiendo con papá, su esposa la harpía y los demás descendientes de la pareja. Biél decidió convertirse en un brillante y apuesto arquitecto, persiguiéndole las muchachas de mejillas sonrosadas y rulos en la cabeza hueca... algo que sin duda, me mataba de celos y que, mi lado más egoísta e infantil, me llevaba a deshacerme de todas aquellas conquistas que mi hermano labraba, quedándose siempre un tanto disgustado por su nefasta suerte en el amor. Y yo callaba, sonriendo para mis adentros, consolándole en las noches en que más solo se sentía, acunándolo entre mis brazos hasta que se dormía gracias a una canción de cuna que le susurraba al oído.
En cuanto a mi vida profesional... digamos que el vivir parte de mi infancia entre los vampiros de mis padres, despertó en mi la curiosidad por su raza, por sus secretos, enigmas por descubrir que ni siquiera padre conocía, tales como... su origen, su por qué, su quién, su cómo... sus debilidades y sus virtudes. A partir de ahí, me entusiasmé con la idea de encontrar respuestas a esas y más preguntas que acechaban mi mente, conociendo pronto la existencia de otras razas, como los hechiceros, los hombres lobo, los cambiaformas... ¿habrían más? ¿cómo habían nacido? ¿por qué? ¿desde cuando? La curiosidad, siempre acompañándome desde que tenía uso de razón, guió mis pasos hacia la verdad, una verdad que las propias razas intentaban ocultarme a sabiendas de mis intenciones, y no sólo los seres sobrenaturales se volvieron contra mí e intentar boicotear mi trabajo -e incluso asesinarme en más de una ocasión-, sino también los altos cargos de la inquisición y la Iglesia, lo que me conmovió y me hizo preguntar qué les hacía a ellos desear ocultar la verdad sobre las razas sobrenaturales. ¿Estaban a caso involucrados? ¿Qué secretos más querían ocultar a la sociedad? Estos y otros muchos otros misterios, son los que ahora, aun intento descubrir.

-Datos Extras:
Soy aficionada al ballet clásico desde que nos enseñaron a bailarlo para las Navidades de hace tres años.
Me gusta pintar y dibujar, aunque no me considere buena haciéndolo.
Suelo tener una salud un tanto frágil, aunque la vitalidad y la energía siempre rebosan en mi persona.
Soy alérgica a los gatos.
Bajo un cerezo situado en el jardín del orfanato, enterré hace años un cofre de los tesoros, en el que voy almacenando objetos que para mí son valiosos, tales como: una de las mantas en las que mi madre me envolvió antes de abandonarme, el primer diente de leche que cayó, las primeras zapatillas de ballet que tuve, una harmónica que me regalaron por mi séptimo cumpleaños… ¡oh! Y la carta que mi madre me dejó entre mis ropas, sin firma ni remitente, en la que solamente se podía leer en una caligrafía redondeada y pulcra: “Te quiero.”

por **Nigel Quartermane** Mar Feb 14, 2012 2:42 am

FICHA APROBADA
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