AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Gazette nacionale de France
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Gazette nacionale de France
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A pesar de que durante su infancia su padre había sido la principal figura de disciplina en su hogar, esto no negaba de que hubiera podido compartir las actividades que eran de su agrado con su hijo mayor. Desde que tenía memoria que Thibaut recordaba a Henri Beaudelaire todos los días con su café y su periódico durante el desayuno. Generalmente había más de un diario en la mesa esperándolo, y cuando el chico tuvo la edad suficiente como para comprender de que se trataban las noticias que ahí se reportaban, empezó a compartir aquella costumbre con su padre. Se turnaban, y cuando ambos terminaban de leer lo que habían escogido primero, se intercambiaban los periódicos. ¡Podía recordar con tanta claridad las discusiones que seguían a la lectura! Diferentes puntos de vista, preguntas, opiniones y a veces, palabras acaloradas. Thibaut podía decir que casi en todo, sus visiones eran parecidas. Pero cuando no lo eran, vaya que era difícil que alguno convenciera al otro.
Y esa era una de las costumbres de su vida en Saint-Étienne que no podía abandonar. Cada vez que podía, salía muy temprano del lugar en donde se estaba quedando, ubicaba a algún chiquillo que vendiera periódicos y le pasaba unas monedas a cambio del Gazette nacionale de France. Le reconfortaba saber que muy lejos, su padre estaba haciendo lo mismo. La idea de que después de su muerte iba a tener que continuar su legado en Saint-Étienne era bastante intimidante, ya que siempre que necesitaba seguridad, acudía a su padre. Pero esperaba que ese momento no tuviera que llegar demasiado pronto. Y luego de conseguir el periódico, se iba a algún café a tomar desayuno.
Eran momentos agradables, que trataba de alargarlos lo más posible. Siempre que algún amigo se le unía, tenía una excusa perfecta. Pero el invierno era implacable, y a menos de que hubiera una razón de fuerza, la gente no solía salir de sus casas. Pero no Thibaut. Ahí estaba él, en una mesa cercana al fuego, con su café y un croissant a medio comer, enfrascado en la lectura del Gazette. El local no estaba demasiado lleno, lo que era bueno. Mucho ruido nunca era bienvenido, aunque algo de compañía no estaría nada mal. El sombrero de copa de Thibaut estaba encima de la mesa, junto a sus guantes. Y la concentración del muchacho tan solo duró hasta que el ruido de vidrio rompiéndose estrepitosamente llegó a sus oídos. Con un movimiento rápido, dirigió su mirada hacia el origen del sonido, tan solo para descubrir que había sido mucho más cerca de el de lo que había pensado.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: Gazette nacionale de France
Como cada día desde que llegara a París Rory se levantó con una gran sonrisa en el rostro por muy desagradable que hubiese sido el día anterior. No es que fuera una joven optimista que creyera que el nuevo día fuese a suceder mejor que el otro pero sólo de pensar que tendría comida caliente y diferente para desayunar, hacía que amaneciera de buen humor. En su país natal hubo veces que tuvieron que recluirse en un lugar durante días, semanas e incluso meses y durante ese tiempo nadie podía salir porque estaban en una especie de cuarentena. En consecuencia, comían lo mismo para desayunar, comer y cenar día tras día, pero por mucho que aborrecieran aquel plato, debían aguantar porque no había otra cosa que llevarse al estómago.
Ahora que se habían dividido por las diferentes zonas de la ciudad y que se habían alojado en hostales, tenían el lujo de comer cada día cosas diferentes. Pensándolo fríamente, Rory se dio cuenta de que en ocasiones parecían personas de clase baja. Había momentos en los que se planteaba qué hubiera sido de ella de haber seguido los consejos de su madre en vez de perseguir la senda de su difunto padre. No estaba segura de haber podido tener la oportunidad de estudiar algo pero quizás sí que podría haber adquirido mayor cultura de la que tenía. No iba a mentir, aunque supiera y le gustara leer, le fascinara el arte o la música, había muchas otras cosas que le gustaría saber pero que no podía. Aquellos pensamientos la persiguieron durante todo el desayuno pero una vez que salió de su alojamiento para dirigirse a su lugar de trabajo, se desvanecieron.
Al llegar a la cafetería la muchacha saludó con energía a los demás empleados y sin perder un segundo más se puso manos a la obra. En las primeras horas no había mucho que hacer más que arreglar las mesas para cuando llegaran los primeros clientes y tal vez limpiar alguna que otra cosa. No obstante, ese día parecía ser uno de los más ajetreados porque no paraba de entrar y entrar más gente en e loca.
La castaña dejó escapar un suspiro que duró varios segundos. Todo aquel que lo hubiese oído podría deducir que la joven estaba cansada. A pesar de haber descansado lo suficiente como para afrontar el día, el trabajo no hacía más que acumulársele. Era un sinfín de cafés, de tazas de té y demás enseres sobre bandejas, yendo y viniendo de una mesa a otra, de un lado para otro. Parecía que la agotara más atender mesas que luchar contra seres sobrenaturales.
Tras pasarse una mano por la frente para quitarse el sudor salió de detrás de la barra con la libreta en la mano para tomarle el pedido a unos nuevos clientes que acababan de llegar. Cuando terminó con ellos pasó a otra mesa en la que habían terminado para recogerla. No había ni terminado de darse la vuelta para marcharse hacia la barra cuando un niño pequeño pasó corriendo cual demonio por su lado, chocando contra ella y haciéndola tambalear.
Rory cerró los ojos al escuchar ruido del vidrio al romperse al caer y los consiguientes gritos del dueño porque no había sido la primera vez en ese día que había dejado caer algo y los murmullos desagradables de algunos de los clientes sobre ella. La joven se obligó a morderse la lengua para no soltarles unas cuantas palabras pero no dejó de mirarlos de forma desafiante. ¡Si tan sólo supieran! No sabía a qué se debía su torpeza, las heridas de su brazo todavía no se habían curado pero eran leves y no debían de afectarle para nada, quizás era por el agobio de tener tanto trabajo. De todos modos daba igual cual fuese el motivo, ahora debía arreglar el estropicio que había causado. La joven se agachó y comenzó a recoger los pedazos de las tazas y platos. Cuando ya lo tenía casi todo recogido alzó la mirada y se encontró con que un joven la estaba mirando. Rory frunció el ceño creyendo que estaría pensando que era una inútil en su trabajo.
- ¿Qué ocurre? ¿Jamás se le cayó algo a usted señorito? – mentó sin apartar la mirada de él sin importarle demasiado si utilizaba un tono insolente con un cliente. Esto hizo que no tuviera cuidado al coger un nuevo pedazo y se cortara un dedo con uno de los vidrios dejando caer nuevamente al suelo algunos de los trozos.
Ahora que se habían dividido por las diferentes zonas de la ciudad y que se habían alojado en hostales, tenían el lujo de comer cada día cosas diferentes. Pensándolo fríamente, Rory se dio cuenta de que en ocasiones parecían personas de clase baja. Había momentos en los que se planteaba qué hubiera sido de ella de haber seguido los consejos de su madre en vez de perseguir la senda de su difunto padre. No estaba segura de haber podido tener la oportunidad de estudiar algo pero quizás sí que podría haber adquirido mayor cultura de la que tenía. No iba a mentir, aunque supiera y le gustara leer, le fascinara el arte o la música, había muchas otras cosas que le gustaría saber pero que no podía. Aquellos pensamientos la persiguieron durante todo el desayuno pero una vez que salió de su alojamiento para dirigirse a su lugar de trabajo, se desvanecieron.
Al llegar a la cafetería la muchacha saludó con energía a los demás empleados y sin perder un segundo más se puso manos a la obra. En las primeras horas no había mucho que hacer más que arreglar las mesas para cuando llegaran los primeros clientes y tal vez limpiar alguna que otra cosa. No obstante, ese día parecía ser uno de los más ajetreados porque no paraba de entrar y entrar más gente en e loca.
La castaña dejó escapar un suspiro que duró varios segundos. Todo aquel que lo hubiese oído podría deducir que la joven estaba cansada. A pesar de haber descansado lo suficiente como para afrontar el día, el trabajo no hacía más que acumulársele. Era un sinfín de cafés, de tazas de té y demás enseres sobre bandejas, yendo y viniendo de una mesa a otra, de un lado para otro. Parecía que la agotara más atender mesas que luchar contra seres sobrenaturales.
Tras pasarse una mano por la frente para quitarse el sudor salió de detrás de la barra con la libreta en la mano para tomarle el pedido a unos nuevos clientes que acababan de llegar. Cuando terminó con ellos pasó a otra mesa en la que habían terminado para recogerla. No había ni terminado de darse la vuelta para marcharse hacia la barra cuando un niño pequeño pasó corriendo cual demonio por su lado, chocando contra ella y haciéndola tambalear.
Rory cerró los ojos al escuchar ruido del vidrio al romperse al caer y los consiguientes gritos del dueño porque no había sido la primera vez en ese día que había dejado caer algo y los murmullos desagradables de algunos de los clientes sobre ella. La joven se obligó a morderse la lengua para no soltarles unas cuantas palabras pero no dejó de mirarlos de forma desafiante. ¡Si tan sólo supieran! No sabía a qué se debía su torpeza, las heridas de su brazo todavía no se habían curado pero eran leves y no debían de afectarle para nada, quizás era por el agobio de tener tanto trabajo. De todos modos daba igual cual fuese el motivo, ahora debía arreglar el estropicio que había causado. La joven se agachó y comenzó a recoger los pedazos de las tazas y platos. Cuando ya lo tenía casi todo recogido alzó la mirada y se encontró con que un joven la estaba mirando. Rory frunció el ceño creyendo que estaría pensando que era una inútil en su trabajo.
- ¿Qué ocurre? ¿Jamás se le cayó algo a usted señorito? – mentó sin apartar la mirada de él sin importarle demasiado si utilizaba un tono insolente con un cliente. Esto hizo que no tuviera cuidado al coger un nuevo pedazo y se cortara un dedo con uno de los vidrios dejando caer nuevamente al suelo algunos de los trozos.
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
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Re: Gazette nacionale de France
Thibaut tenía la mala costumbre de encerrarse en su propio mundo cuando empezaba a leer algo que le interesaba, y solo ruidos muy fuertes podían desconcentrarlo. Muchas cosas podrían estar pasando a su alrededor, pero el no prestaba nada de atención. En el Chattêu d'Beaudelaire las personas que generalmente se encargaba de recobrar su atención eran sus hermanas, que solían aplaudir una sola vez, muy fuerte, cerca de su oído. Aquello lo hacía saltar y después de muchas risas, le explicaban que su madre había tratado de preguntarle algo por diez minutos sin que la escuchara o que le había llegado una carta importante. Ahora era lo mismo, había estado tan enfrascado leyendo la noticia que explicaba el crecimiento acelerado de las fábricas de seda en Lyon y como estas estaban afectado a la ciudad, que por los últimos veinte minutos se había aislado del mundo. Y como los aplausos de sus hermanas, solo el sonido de vidrio rompiéndose de forma estrepitosa logró devolverlo a la realidad.
Y es que por eso mismo era que se había quedado mirando más tiempo del apropiado a aquella chica que trabajaba ahí mientras recogía los pedazos de vidrio que había en el suelo. El local estaba mucho más lleno de lo que recordaba, y varias personas que también se encontraban cerca mostraban expresiones de molestia. Sin embargo, la mirada de Thibaut demostraba solo de sorpresa. Y en el momento en que la chica levantó la vista y le dirigió la palabra específicamente a él, fue que se dio cuenta de que se había quedado pegado mirándola. Sacudió ligeramente su cabeza como para salir de aquel estado justo en el momento en que la chica soltaba súbitamente algunos de los pedazos de vidrio de vuelta al suelo. Aquello lo hizo reaccionar.
Dejando su periódico en la mesa, mientras le hacía un gesto al iracundo dueño del local para que no se acerara, como diciéndole que no era necesario, se levantó de su mesa y fue hasta donde se encontraba la chica. A veces aparentar aires de grandeza tenía sus beneficios, y habiendo crecido alrededor de muchos 'grandes señores', imitarlos no le resultaba difícil. Aunque trataba de no recurrir a esos trucos sucios demasiado seguido, ya que nunca se sentía muy bien haciéndolo. Pero por lo menos esa vez había valido la pena... por lo menos le ahorraría a la chica un par de gritos.
-Más bien lo contrario, madame- empezó diciendo Thibaut, -ese es un sonido que me es de lo más familiar, la vajilla de mi casa sufre cuando me encuentro cerca- continuó con una pequeña sonrisa, torciendo un poco la verdad. Era verdad que cuando más joven, su madre solía pedirle que a menos de que fuera estrictamente necesario, no anduviera con cosas que podrían romperse en sus manos. Era una máquina aniquiladora. Al pasar los años, esto se había aliviando bastante, aunque no faltaban las ocasiones en que dejaba caer una copa o pasaba a llevar un florero. -Déjeme ayudarla, por favor- agregó, mientras se agachaba para recoger algunos de los pedazos de vidrio que se le habían caído. Fue dejando algunos trozos en la bandeja de la mesera cuando se dio cuenta del corte en su dedo. Sin pensarlo dos veces, sacó un pañuelo del bolsillo interno de su casaca. -Permítame- dijo suavemente, mientras envolvía el dedo de la muchacha con el pañuelo, que tenía bordadas las letras 'T.B.'.
¡Perdón la horrible tardanza! No sucederá más
Y es que por eso mismo era que se había quedado mirando más tiempo del apropiado a aquella chica que trabajaba ahí mientras recogía los pedazos de vidrio que había en el suelo. El local estaba mucho más lleno de lo que recordaba, y varias personas que también se encontraban cerca mostraban expresiones de molestia. Sin embargo, la mirada de Thibaut demostraba solo de sorpresa. Y en el momento en que la chica levantó la vista y le dirigió la palabra específicamente a él, fue que se dio cuenta de que se había quedado pegado mirándola. Sacudió ligeramente su cabeza como para salir de aquel estado justo en el momento en que la chica soltaba súbitamente algunos de los pedazos de vidrio de vuelta al suelo. Aquello lo hizo reaccionar.
Dejando su periódico en la mesa, mientras le hacía un gesto al iracundo dueño del local para que no se acerara, como diciéndole que no era necesario, se levantó de su mesa y fue hasta donde se encontraba la chica. A veces aparentar aires de grandeza tenía sus beneficios, y habiendo crecido alrededor de muchos 'grandes señores', imitarlos no le resultaba difícil. Aunque trataba de no recurrir a esos trucos sucios demasiado seguido, ya que nunca se sentía muy bien haciéndolo. Pero por lo menos esa vez había valido la pena... por lo menos le ahorraría a la chica un par de gritos.
-Más bien lo contrario, madame- empezó diciendo Thibaut, -ese es un sonido que me es de lo más familiar, la vajilla de mi casa sufre cuando me encuentro cerca- continuó con una pequeña sonrisa, torciendo un poco la verdad. Era verdad que cuando más joven, su madre solía pedirle que a menos de que fuera estrictamente necesario, no anduviera con cosas que podrían romperse en sus manos. Era una máquina aniquiladora. Al pasar los años, esto se había aliviando bastante, aunque no faltaban las ocasiones en que dejaba caer una copa o pasaba a llevar un florero. -Déjeme ayudarla, por favor- agregó, mientras se agachaba para recoger algunos de los pedazos de vidrio que se le habían caído. Fue dejando algunos trozos en la bandeja de la mesera cuando se dio cuenta del corte en su dedo. Sin pensarlo dos veces, sacó un pañuelo del bolsillo interno de su casaca. -Permítame- dijo suavemente, mientras envolvía el dedo de la muchacha con el pañuelo, que tenía bordadas las letras 'T.B.'.
¡Perdón la horrible tardanza! No sucederá más
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: Gazette nacionale de France
Lorelai se contuvo para no soltar una blasfemia impropia de una señorita cuando se cortó con el vidrió de porcelana. Contempló cómo la sangre comenzaba a brotar del pequeño corte pero al oír la voz del joven caballero al que se había dirigido de no muy buenas formas volvió a desviar la vista hacia él. La muchacha no pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro ante el comentario del joven y pronto se arrepintió de cómo se había dirigido hacia su persona. Rory era una mujer con carácter pero sólo lo mostraba cuando la ocasión lo requería, ya que sabía controlar su temperamento y más aún cuando no se mostraba como era en realidad. Además, tan sólo se dirigía de aquella forma a las personas que de verdad se lo merecieran y en este caso, el joven no tenía culpa de nada.
- ¿Cómo? – preguntó atónita ante el ofrecimiento del caballero de ayudarla a recoger el estropicio – N-n-no se moleste -
Pero era demasiado tarde. El muchacho se agachó junto a ella comenzando a ayudarla tal y como había dicho, mientras que ella lo observaba colocar los trozos en su bandeja aún sin saber qué decir. Ahora se sentía mucho peor por cómo le había tratado y esa sensación le era totalmente desagradable. Lorelai se dispuso a pedirle disculpas por su anterior comportamiento pero antes de que pudiera decir nada, el joven le tomó la mano envolviéndole el dedo herido con un bonito pañuelo en el cual había unas iniciales bordadas.
- Gracias… – alcanzó a decir azorada – ¿No le importa que se manche su delicado pañuelo? -
No sabía por qué pero aquel joven la hacía sentir extraña, tal vez por su gentileza y caballerosidad. Normalmente las personas de su clase eran unas estiradas. Gente que sólo se preocupaba de cosas nimias y sin importancia que despreciaban todo aquello que no tuviera valor a sus ojos. O quizás es que tan sólo se había cruzado con ese tipo de personas pertenecientes al alto standing.
- Me gustaría que aceptara mis disculpas por la manera en la que me dirigí a usted, señor – dijo a la vez que se ponía en pie tras haber recogido todos los trozos con la ayuda del joven – No sé qué me sucedió. Yo no suelo tratar así a las personas y menos cuando se trata de clientes –
Por alguna razón la joven de cabellos del color de la miel quería que supiera que ella era toda una dama (siempre y cuando no estaba de caza), que no solía comportarse de aquella manera usualmente. Aunque era una bobada porque lo más seguro es que no volviera a verle. Le sonrió tímidamente y se alejó con la bandeja para deshacerse del vidrio roto y en la barra se encontró con el dueño, el cual le dirigió unas palabras. Rory asentía con la cabeza sin escucharle, cansada de oírle decir lo mismo una y otra vez. Cuando terminó con ella, la joven se miró la mano recordando que debía devolverle el pañuelo a ‘T.B.’. Buscó con la mirada al muchacho, no fuera que hubiese abandonado el local mientras ella se había ido, pero para su fortuna sus ojos volvieron a encontrarle.
- Siento habérselo manchado ¿Desea que se lo limpie, señor T.B.? – preguntó una vez llegó junto a él con la suave tela en una de sus manos y llevándose la otra nuevamente a la frente, cerrando momentáneamente los ojos.
- ¿Cómo? – preguntó atónita ante el ofrecimiento del caballero de ayudarla a recoger el estropicio – N-n-no se moleste -
Pero era demasiado tarde. El muchacho se agachó junto a ella comenzando a ayudarla tal y como había dicho, mientras que ella lo observaba colocar los trozos en su bandeja aún sin saber qué decir. Ahora se sentía mucho peor por cómo le había tratado y esa sensación le era totalmente desagradable. Lorelai se dispuso a pedirle disculpas por su anterior comportamiento pero antes de que pudiera decir nada, el joven le tomó la mano envolviéndole el dedo herido con un bonito pañuelo en el cual había unas iniciales bordadas.
- Gracias… – alcanzó a decir azorada – ¿No le importa que se manche su delicado pañuelo? -
No sabía por qué pero aquel joven la hacía sentir extraña, tal vez por su gentileza y caballerosidad. Normalmente las personas de su clase eran unas estiradas. Gente que sólo se preocupaba de cosas nimias y sin importancia que despreciaban todo aquello que no tuviera valor a sus ojos. O quizás es que tan sólo se había cruzado con ese tipo de personas pertenecientes al alto standing.
- Me gustaría que aceptara mis disculpas por la manera en la que me dirigí a usted, señor – dijo a la vez que se ponía en pie tras haber recogido todos los trozos con la ayuda del joven – No sé qué me sucedió. Yo no suelo tratar así a las personas y menos cuando se trata de clientes –
Por alguna razón la joven de cabellos del color de la miel quería que supiera que ella era toda una dama (siempre y cuando no estaba de caza), que no solía comportarse de aquella manera usualmente. Aunque era una bobada porque lo más seguro es que no volviera a verle. Le sonrió tímidamente y se alejó con la bandeja para deshacerse del vidrio roto y en la barra se encontró con el dueño, el cual le dirigió unas palabras. Rory asentía con la cabeza sin escucharle, cansada de oírle decir lo mismo una y otra vez. Cuando terminó con ella, la joven se miró la mano recordando que debía devolverle el pañuelo a ‘T.B.’. Buscó con la mirada al muchacho, no fuera que hubiese abandonado el local mientras ella se había ido, pero para su fortuna sus ojos volvieron a encontrarle.
- Siento habérselo manchado ¿Desea que se lo limpie, señor T.B.? – preguntó una vez llegó junto a él con la suave tela en una de sus manos y llevándose la otra nuevamente a la frente, cerrando momentáneamente los ojos.
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
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Re: Gazette nacionale de France
-Por supuesto que no me importa, madame, tenía que ser usado para algo útil eventualmente, ¿no cree?- respondió Thibaut a la respuesta de la mesera, que parecía estar muy sorprendida por su actuar. ¿Tan fría podría llegar a ser la gente? Si el veía a alguien que necesitaba de su ayuda, se la iba a brindar, ya fuera uno de sus mejores amigos o la mesera de un café, como era el caso presente. Pero bueno, quizás no debería sorprenderle tanto su actitud. Había gente que entre más dinero tenía, menos se preocupaba de la gente que lo rodeaba. Eran personas déspotas y sin clase, según su opinión. Su padre siempre le había inculcado que no se demuestra una correcta crianza entre personas de tu misma situación, si no que con gente que se encontraba en situaciones de vida diferentes. En ese momento se demostraba quién realmente era un caballero y quién un canalla, y Thibaut siempre se esforzaba por ser lo primero. Aunque a veces lo miraran con extrañeza, a eso ya estaba acostumbrado. Cuando recogieron los últimos pedazos visibles de vidrio roto del suelo, se volvió a incorporar, cuando algo que la chica dijo hizo que una gran sonrisa apareciera en su rostro.
-Estaría encantado de aceptar sus disculpas, madame, aunque hubiera supuesto que no eran necesarias- comentó el francés, mirando el rostro de la chica con gusto. La pequeña sonrisa que por primera vez le había concedido le sentaba mucho mejor que el ceño fruncido que había mostrado antes. Mientras iba a deshacerse de los vidrios, el se acercó a la mesa donde había estado comiendo y tomó un sorbo de su café, sin sentarse aún. Miraba como el que suponía que era el dueño del local se dirigía a la chica, pensando en que podría hacer para detener ese tipo de trato. No podía enfrentarlo, porque lo más probable era que en el momento en que saliera del café, despidieran a la mesera. Y si es que volvía a desayunar en ese lugar, le gustaría poder conversar con ella nuevamente. Era alguien muy vivaz y a Thibaut le parecía entretenida. Había tantas damas en la actualidad que eran increíblemente aburridas que aquello era un agradable cambio.
Le sonrió nuevamente cuando volvió hasta donde se encontraba de pie, justo en el momento en que tomaba el sorbo final de su café. -Puede quedárselo, estoy seguro de que tengo más de donde ese vino- dijo el muchacho mientras le guiñaba el ojo, con una mano tomaba la de la chica y hacía que sus dedos se cerraran alrededor del pañuelo. La mesera parecía cansada, pero quizás podría darle un momento para respirar si es que la retenía junto a él unos minutos -'T.B.' es por Thibaut Beaudelaire- continuó, haciendo una leve inclinación con su cabeza, -¿Y podría preguntar con quién he tenido el placer de estar conversando?-.
-Estaría encantado de aceptar sus disculpas, madame, aunque hubiera supuesto que no eran necesarias- comentó el francés, mirando el rostro de la chica con gusto. La pequeña sonrisa que por primera vez le había concedido le sentaba mucho mejor que el ceño fruncido que había mostrado antes. Mientras iba a deshacerse de los vidrios, el se acercó a la mesa donde había estado comiendo y tomó un sorbo de su café, sin sentarse aún. Miraba como el que suponía que era el dueño del local se dirigía a la chica, pensando en que podría hacer para detener ese tipo de trato. No podía enfrentarlo, porque lo más probable era que en el momento en que saliera del café, despidieran a la mesera. Y si es que volvía a desayunar en ese lugar, le gustaría poder conversar con ella nuevamente. Era alguien muy vivaz y a Thibaut le parecía entretenida. Había tantas damas en la actualidad que eran increíblemente aburridas que aquello era un agradable cambio.
Le sonrió nuevamente cuando volvió hasta donde se encontraba de pie, justo en el momento en que tomaba el sorbo final de su café. -Puede quedárselo, estoy seguro de que tengo más de donde ese vino- dijo el muchacho mientras le guiñaba el ojo, con una mano tomaba la de la chica y hacía que sus dedos se cerraran alrededor del pañuelo. La mesera parecía cansada, pero quizás podría darle un momento para respirar si es que la retenía junto a él unos minutos -'T.B.' es por Thibaut Beaudelaire- continuó, haciendo una leve inclinación con su cabeza, -¿Y podría preguntar con quién he tenido el placer de estar conversando?-.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: Gazette nacionale de France
La muchacha se sorprendió ante la respuesta del joven. ¿Quedárselo? ¿Había escuchado bien? Observó anonadada cómo le guiñaba el ojo y tenía el atrevimiento de tomarla de la mano para cerrarle el puño alrededor del pañuelo dejando constancia de que iba muy enserio lo de que podía quedárselo. Mas Rory trató de mantener un semblante sereno e indiferente ante sus actos. Tal vez aquellos gestos los hiciese a todas las damas, las cuales muy probablemente responderían tontamente pero ella no era como las demás por mucho que en ciertas ocasiones fingiera serlo. O quizás ella lo estaba sacando fuera de contexto debido a la mañana que parecía estar llevando hasta el momento. Después de todo él se había comportado de buena manera con ella que estaba por debajo de su nivel, lo cual debía contar para algo. Así como tampoco le exigió que se disculpara ante por su anterior comportamiento al contrario, según él fueron innecesarias se recordó la castaña.
- Gracias, señor. Será un bonito recuerdo – mentó con total sinceridad tras su breve disputa mental.
Thibaut Beaudelaire. Si en algún momento dudó de la procedencia del caballero, cosa poco probable por su acento y su francés tan bien hablado, ésta quedaba esclarecida por el nombre. La joven acababa de caer en la cuenta de que indirectamente había preguntado por cómo se llamaba y se preguntó si él pensaría algo extraño pero no sabía por qué se preocupaba tanto cuando el señor Beaudelaire no le había dado pie para ello.
- Rory Vermeer. Pero debe saber que el placer es mío, señor – dijo realizando una pequeña reverencia, tal y como le había enseñado su madre.
Volvió a sonreírle y se paró a observar la mesa en la cual estaba sentado percatándose de que ya había terminado con su café y que también había una gaceta sobre la superficie. Clavó la vista en ella durante unos segundos antes de volverse hacia Thibaut. ¿Era posible que le hubiese interrumpido la lectura además de su tranquilo desayuno? Era un desastre de persona.
- Vaya lo siento, creo que volví a interrumpirle. Discúlpeme - ¿Otra disculpa? Con esa ya iban tres o cuatro, ¿qué se iba a pensar? Sacudió la cabeza tratando de alejar aquellos pensamientos y centrarse en el francés – Aunque… veo que ya terminó con su café. ¿Desea algo más? Invita la casa – dijo susurrando las últimas palabras – Es lo menos que puedo hacer por usted después de tanta molestia que le he causado en tan poco tiempo –
Desde luego si no regresaba al local no se lo reprocharía porque no creía que en otra cafetería se hubiese visto envuelto en aquella situación. Eso sí, ella sí que se iba a enterar si habían perdido un cliente. Estaba claro que no había nacido para aquel trabajo, ya que desde su más tierna infancia se había entrenado para enfrentarse a todos aquellos seres que merodeaban ocultos entre los humanos aguardando el momento para acecharlos, pero aún así… ¿por qué debía ser tan negada? De todos los empleos que pudo encontrar, el de mesera era lo que más sencillo le pareció. ¿Qué complicación podía tener el servir mesas? Al principio le habían pasado por alto algunos fallos y ella lo agradecía enormemente pero las veces que había tanta clientela el mínimo error resultaba apoteósico.
- No tenga miedo de pedir. Sea lo que sea se lo conseguiré – insistió.
Apenas sabía algo de él pero por su modo de comportarse, por las formas en las que la trataba, ahora se daba perfecta cuenta de que realmente él era diferente a todas las personas de su clase con las que se había cruzado en París y que posiblemente no quisiera abusar de su amabilidad. Otros ni hubiesen esperado a que Rory les ofreciese algo más, directamente lo hubiesen pedido y con exigencias.
- Gracias, señor. Será un bonito recuerdo – mentó con total sinceridad tras su breve disputa mental.
Thibaut Beaudelaire. Si en algún momento dudó de la procedencia del caballero, cosa poco probable por su acento y su francés tan bien hablado, ésta quedaba esclarecida por el nombre. La joven acababa de caer en la cuenta de que indirectamente había preguntado por cómo se llamaba y se preguntó si él pensaría algo extraño pero no sabía por qué se preocupaba tanto cuando el señor Beaudelaire no le había dado pie para ello.
- Rory Vermeer. Pero debe saber que el placer es mío, señor – dijo realizando una pequeña reverencia, tal y como le había enseñado su madre.
Volvió a sonreírle y se paró a observar la mesa en la cual estaba sentado percatándose de que ya había terminado con su café y que también había una gaceta sobre la superficie. Clavó la vista en ella durante unos segundos antes de volverse hacia Thibaut. ¿Era posible que le hubiese interrumpido la lectura además de su tranquilo desayuno? Era un desastre de persona.
- Vaya lo siento, creo que volví a interrumpirle. Discúlpeme - ¿Otra disculpa? Con esa ya iban tres o cuatro, ¿qué se iba a pensar? Sacudió la cabeza tratando de alejar aquellos pensamientos y centrarse en el francés – Aunque… veo que ya terminó con su café. ¿Desea algo más? Invita la casa – dijo susurrando las últimas palabras – Es lo menos que puedo hacer por usted después de tanta molestia que le he causado en tan poco tiempo –
Desde luego si no regresaba al local no se lo reprocharía porque no creía que en otra cafetería se hubiese visto envuelto en aquella situación. Eso sí, ella sí que se iba a enterar si habían perdido un cliente. Estaba claro que no había nacido para aquel trabajo, ya que desde su más tierna infancia se había entrenado para enfrentarse a todos aquellos seres que merodeaban ocultos entre los humanos aguardando el momento para acecharlos, pero aún así… ¿por qué debía ser tan negada? De todos los empleos que pudo encontrar, el de mesera era lo que más sencillo le pareció. ¿Qué complicación podía tener el servir mesas? Al principio le habían pasado por alto algunos fallos y ella lo agradecía enormemente pero las veces que había tanta clientela el mínimo error resultaba apoteósico.
- No tenga miedo de pedir. Sea lo que sea se lo conseguiré – insistió.
Apenas sabía algo de él pero por su modo de comportarse, por las formas en las que la trataba, ahora se daba perfecta cuenta de que realmente él era diferente a todas las personas de su clase con las que se había cruzado en París y que posiblemente no quisiera abusar de su amabilidad. Otros ni hubiesen esperado a que Rory les ofreciese algo más, directamente lo hubiesen pedido y con exigencias.
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
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Re: Gazette nacionale de France
A pesar de que lo más probable era que fuera la respuesta más inapropiada en ese momento, Thibaut no pudo más que soltar una risita. Quizás fuera el estrés de la mañana y de el hecho de que el local estuviera muy lleno, pero la muchacha parecía más que dispuesta a preocuparse demasiado. Con una expresión alegre, hizo una pequeña inclinación con la cabeza, llevando un par de sus dedos hasta donde hubiera estado el ala de su sombrero si es que lo hubiera tenido puesto. -Al contrario, madame Vermeer, el placer ha sido todo mío- le respondió Thibaut, con una gran sonrisa en su rostro. -Aunque no podría permitirle que creyera que me ha interrumpido en lo más mínimo- agregó rápidamente, sin darle tiempo a Rory para que pudiera refutarle la frase anterior. Tenía la impresión de que lo hubiera hecho si la hubiera dejado.
Y después... Bueno, no hubiera podido permitirse abusar de la amabilidad de aquella señorita. Si hubieran estado en otra situación, le hubiera pedido que se sentara con él y que se tomara un café con ella, pero ahora eso significaría su despido. -Me ha sacado de una reflexión bastante sombría, lo que es más que suficiente retribución a mis ojos- le respondió, volviendo a sentarse en la silla que había estado ocupando antes, -tenga por seguro que no ha sido ninguna molestia-.
Dobló el periódico que había estado leyendo, ya que no estaba en el estado de mente adecuado para seguir leyendo y volvió a mirar a la muchacha. -Es una excusa extremadamente pobre, pero me gustaría quedarme aquí unos momentos más, ¿sería tan amable de traerme otra taza de café para que su jefe no me mire con malos ojos por ocupar una de las mesas sin consumir nada?- aquella de verdad era una excusa malísima, pero por lo menos tenía una. Sabía que estaba privando a Rory de poder atender el resto de las mesas, pero una chica con agallas como ella no se encontraba todos los días. Una actitud así era inevitable que a Thibaut le sacara alguna sonrisa, e incluso que se le escapara alguna risita de vez en cuando. Eran oportunidades que no se daban muy a menudo.
Y después... Bueno, no hubiera podido permitirse abusar de la amabilidad de aquella señorita. Si hubieran estado en otra situación, le hubiera pedido que se sentara con él y que se tomara un café con ella, pero ahora eso significaría su despido. -Me ha sacado de una reflexión bastante sombría, lo que es más que suficiente retribución a mis ojos- le respondió, volviendo a sentarse en la silla que había estado ocupando antes, -tenga por seguro que no ha sido ninguna molestia-.
Dobló el periódico que había estado leyendo, ya que no estaba en el estado de mente adecuado para seguir leyendo y volvió a mirar a la muchacha. -Es una excusa extremadamente pobre, pero me gustaría quedarme aquí unos momentos más, ¿sería tan amable de traerme otra taza de café para que su jefe no me mire con malos ojos por ocupar una de las mesas sin consumir nada?- aquella de verdad era una excusa malísima, pero por lo menos tenía una. Sabía que estaba privando a Rory de poder atender el resto de las mesas, pero una chica con agallas como ella no se encontraba todos los días. Una actitud así era inevitable que a Thibaut le sacara alguna sonrisa, e incluso que se le escapara alguna risita de vez en cuando. Eran oportunidades que no se daban muy a menudo.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: Gazette nacionale de France
¿Le había rescatado de una lóbrega reflexión? Vaya, después de todo no había resultado ser tan inoportuna como ella había creído en un primer momento. Una nueva sonrisa se dibujó en el rostro de la mesera que ahora parecía muchísimo más relajada que minutos antes y es que, de hecho, se sentía mucho más apacible y se notaba. Había sido toda una suerte para Rory el encontrarse con un caballero tan agradable en una mañana tan perturbadora como la que estaba llevando.
- En ese caso, debo decirle que me siento gustosa de haberle alejado de dicha reflexión –
Lo observó doblar el periódico mientras ella le ofrecía algo más por sus interrupciones y todas las molestias que según la joven le había causado a pesar de que Beaudelaire lo negara. Su sonrisa se ensanchó al escuchar la respuesta del caballero e incluso se permitió unas risas. ¿Mirarle mal, a él? En todo caso sería de pura envidia. Porque, ¿quién iba a mirar de tal forma a un caballero tan noble como el rubio que tenía ante sí? No, solamente podría tratarse de celos y envidia.
- No creo que nadie pudiera mirarle de ninguna otra forma que de admiración, señor – se atrevió a decir – Es más, podría aprender un poco de usted – añadió dirigiendo la mirada a su jefe durante unos instantes para que no se diera cuenta de que lo estaba mirando.
Aunque más que un poco, tenía mucho que aprender de alguien como el joven francés, pensó la muchacha. Desde luego que no le vendría nada mal. Volvió su mirada al muchacho al tiempo que recogía la mesa que ocupaba sin preocuparle lo que pudiese pensar o decir sobre que una empleada hablara de esa manera sobre su superior porque sabía que él le daría la razón. Claro que aquello no era motivo para hablar mal sobre el dueño de la cafetería. Debería aprender a controlar lo que escapaba de su boca.
- Ahora mismo le traigo su café - mentó y nuevamente dejó atrás al joven Beaudelaire.
Mientras iba de camino a la barra para prepararle el café a Thibaut, Lorelai se detuvo en una de las mesas donde también habían acabado de tomar lo que habían pedido. Las personas que ocupaban aquella mesa eran unas de las que habían murmurado acerca de ella cuando dejó caer la taza pero Lorelai las atendió con una gran sonrisa haciendo caso omiso a las muecas de sus rostros, todo debido al joven caballero que esperaba por su café.
Dejó a un lado los platos sucios para que los limpiara el que tuviera tiempo y se puso a preparar un café. Cogió una nueva taza, limpia y reluciente, y vertió el café en ella. Luego se acercó a la vitrina donde tenían galletas y otras pastas para acompañar el té o el café. Tomó una de las últimas y la colocó en el platito de la taza.
- Aquí tiene –
Depositó con sumo cuidado el plato con la taza de café sobre la mesa y apoyó la bandeja contra su cuerpo mientras la sostenía con las dos manos. Miró a su alrededor por si debía atender alguna otra mesa pero para su suerte en aquellos momentos no parecían necesitarla por lo que se permitió el lujo de quedarse junto a la mesa de Beaudelaire.
-Es la primera vez que viene, ¿verdad? De no ser así me acordaría de su rostro - mientras esperaba y escuchaba la respuesta del muchacho, Rory recordó algo y se atrevió a preguntarle – Dentro de un par de horas tengo un pequeño descanso. ¿Cree que podríamos dar un paseo entonces? Si no tiene nada mejor que hacer, por supuesto -
(Off Rol:Yo sí que me disculpo por mi demora X.X Trataré que no suceda más, lo prometo)
- En ese caso, debo decirle que me siento gustosa de haberle alejado de dicha reflexión –
Lo observó doblar el periódico mientras ella le ofrecía algo más por sus interrupciones y todas las molestias que según la joven le había causado a pesar de que Beaudelaire lo negara. Su sonrisa se ensanchó al escuchar la respuesta del caballero e incluso se permitió unas risas. ¿Mirarle mal, a él? En todo caso sería de pura envidia. Porque, ¿quién iba a mirar de tal forma a un caballero tan noble como el rubio que tenía ante sí? No, solamente podría tratarse de celos y envidia.
- No creo que nadie pudiera mirarle de ninguna otra forma que de admiración, señor – se atrevió a decir – Es más, podría aprender un poco de usted – añadió dirigiendo la mirada a su jefe durante unos instantes para que no se diera cuenta de que lo estaba mirando.
Aunque más que un poco, tenía mucho que aprender de alguien como el joven francés, pensó la muchacha. Desde luego que no le vendría nada mal. Volvió su mirada al muchacho al tiempo que recogía la mesa que ocupaba sin preocuparle lo que pudiese pensar o decir sobre que una empleada hablara de esa manera sobre su superior porque sabía que él le daría la razón. Claro que aquello no era motivo para hablar mal sobre el dueño de la cafetería. Debería aprender a controlar lo que escapaba de su boca.
- Ahora mismo le traigo su café - mentó y nuevamente dejó atrás al joven Beaudelaire.
Mientras iba de camino a la barra para prepararle el café a Thibaut, Lorelai se detuvo en una de las mesas donde también habían acabado de tomar lo que habían pedido. Las personas que ocupaban aquella mesa eran unas de las que habían murmurado acerca de ella cuando dejó caer la taza pero Lorelai las atendió con una gran sonrisa haciendo caso omiso a las muecas de sus rostros, todo debido al joven caballero que esperaba por su café.
Dejó a un lado los platos sucios para que los limpiara el que tuviera tiempo y se puso a preparar un café. Cogió una nueva taza, limpia y reluciente, y vertió el café en ella. Luego se acercó a la vitrina donde tenían galletas y otras pastas para acompañar el té o el café. Tomó una de las últimas y la colocó en el platito de la taza.
- Aquí tiene –
Depositó con sumo cuidado el plato con la taza de café sobre la mesa y apoyó la bandeja contra su cuerpo mientras la sostenía con las dos manos. Miró a su alrededor por si debía atender alguna otra mesa pero para su suerte en aquellos momentos no parecían necesitarla por lo que se permitió el lujo de quedarse junto a la mesa de Beaudelaire.
-Es la primera vez que viene, ¿verdad? De no ser así me acordaría de su rostro - mientras esperaba y escuchaba la respuesta del muchacho, Rory recordó algo y se atrevió a preguntarle – Dentro de un par de horas tengo un pequeño descanso. ¿Cree que podríamos dar un paseo entonces? Si no tiene nada mejor que hacer, por supuesto -
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Rory Vermeer- Cazador Clase Media
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Re: Gazette nacionale de France
-Me halaga de sobremanera, madame Vermeer- le respondió, desviando un tanto la mirada del rostro de la muchacha, seguro de que se había sonrojado un poco. Sentía el calor en sus mejillas, aunque una pequeña risa se escapara de sus labios. Si, aquella definitivamente había sido una mañana interesante. El local al parecer ya había pasado la hora crítica de clientes, por lo que el volumen de conversación había disminuido un tanto. Las mesas seguían llenas, pero por lo menos ya no había gente esperando en la entrada del lugar. -Se lo agradezco- dijo Thibaut, viendo como la muchacha se alejaba de su mesa y en el camino aprovechaba de recoger la vajilla de otros clientes. Ahora se daba cuenta de que había estado acaparando la atención de una de las meseras del local, y que el dueño probablemente no hubiera visto aquello con buenos ojos. Debía asegurarse de dejar una propina que pudiera cubrir todas las que hubiera recibido si es que no se hubiera quedado solo con él todo ese tiempo. Algo podría hacer.
La sociedad de Saint-Étienne era variada, pero jamás a la misma escala de París. Ni siquiera le llegaba a los talones. Estaba tan expuesto a tantas cosas diferentes y personas tan particulares que sentía que para el lado al que fuera, podía aprender mil cosas nuevas si es que solo prestaba atención. Cosa que a veces le faltaba, pero se estaba aplicando para mejorar. La atención que tan necesaria era mientras se encontraba frente a los maestros de las leyes, descubría que era igualmente necesaria para aprender de la vida misma. Tener bien abiertos los ojos era fundamental.
-Muchísimas gracias- dijo algo sorprendido, ya que la llegada de Rory lo había tomado desprevenido. Tomando la raza, le dio un gran sorbo al caliente café que la chica le había traído. Estaba bastante bueno, y era el acompañamiento perfecto para su periódico en las mañanas. Volvió a mirar a Rory, viendo como estaba parada al lado de su mesa, sin poder sentarse en la silla que tenía al frente. -Se me hace increíblemente extraño no poder invitarla a que se siente conmigo a beberse un café- le comentó, alzando su rostro para poder mirarla a la cara. Le dio otro sorbo a su café, ya que según el reloj de pared que había tras la barra, tendría que apurarse si no quería llegar tarde a clases. Calculaba que aun tenía unos cinco minutos para quedarse en el local, pero después de eso tendría que salir corriendo de allí.
-Si, es mi primera visita, aunque dudo que sea la última- respondió Thibaut, apurando lo último del líquido que aun quedaba en su taza y sonriendo enternecido al notar como Rory se había encargado de llevarle también una pequeña pasta con su pedido. Se la comió de un bocado, justo en el momento que escuchaba la nueva pregunta de la muchacha. Tragó y se sonrió aun más. -Sería un placer dar un paseo con usted, madame Vermeer- le respondió un muy sonriente Thibaut, mientras hacía un rápido cálculo mental viendo cuanto debía. -Ahora mismo tengo clases, pero estoy seguro de que en un par de horas podré estar a su disposición, tan solo mencione una hora y un lugar y estaría feliz de acompañarla- agregó, mientras sacaba varios francos de sus bolsillos, un par más de lo que costaba lo que había consumido y los ponía discretamente junto a la taza vacía de café de Rory le había traído hacia menos de diez minutos. Tan solo esperaba que la mesera le dijera los términos de su encuentro y tendría que irse. El prospecto de tener que retirarse para ir a clases no era uno demasiado alegre, pero aquel de poder juntarse a pasar un tiempo agradable con Rory después de dichas clases le pondría una sonrisa en el rostro aun en la más aburrida de las lecciones sobre derecho canónico.
La sociedad de Saint-Étienne era variada, pero jamás a la misma escala de París. Ni siquiera le llegaba a los talones. Estaba tan expuesto a tantas cosas diferentes y personas tan particulares que sentía que para el lado al que fuera, podía aprender mil cosas nuevas si es que solo prestaba atención. Cosa que a veces le faltaba, pero se estaba aplicando para mejorar. La atención que tan necesaria era mientras se encontraba frente a los maestros de las leyes, descubría que era igualmente necesaria para aprender de la vida misma. Tener bien abiertos los ojos era fundamental.
-Muchísimas gracias- dijo algo sorprendido, ya que la llegada de Rory lo había tomado desprevenido. Tomando la raza, le dio un gran sorbo al caliente café que la chica le había traído. Estaba bastante bueno, y era el acompañamiento perfecto para su periódico en las mañanas. Volvió a mirar a Rory, viendo como estaba parada al lado de su mesa, sin poder sentarse en la silla que tenía al frente. -Se me hace increíblemente extraño no poder invitarla a que se siente conmigo a beberse un café- le comentó, alzando su rostro para poder mirarla a la cara. Le dio otro sorbo a su café, ya que según el reloj de pared que había tras la barra, tendría que apurarse si no quería llegar tarde a clases. Calculaba que aun tenía unos cinco minutos para quedarse en el local, pero después de eso tendría que salir corriendo de allí.
-Si, es mi primera visita, aunque dudo que sea la última- respondió Thibaut, apurando lo último del líquido que aun quedaba en su taza y sonriendo enternecido al notar como Rory se había encargado de llevarle también una pequeña pasta con su pedido. Se la comió de un bocado, justo en el momento que escuchaba la nueva pregunta de la muchacha. Tragó y se sonrió aun más. -Sería un placer dar un paseo con usted, madame Vermeer- le respondió un muy sonriente Thibaut, mientras hacía un rápido cálculo mental viendo cuanto debía. -Ahora mismo tengo clases, pero estoy seguro de que en un par de horas podré estar a su disposición, tan solo mencione una hora y un lugar y estaría feliz de acompañarla- agregó, mientras sacaba varios francos de sus bolsillos, un par más de lo que costaba lo que había consumido y los ponía discretamente junto a la taza vacía de café de Rory le había traído hacia menos de diez minutos. Tan solo esperaba que la mesera le dijera los términos de su encuentro y tendría que irse. El prospecto de tener que retirarse para ir a clases no era uno demasiado alegre, pero aquel de poder juntarse a pasar un tiempo agradable con Rory después de dichas clases le pondría una sonrisa en el rostro aun en la más aburrida de las lecciones sobre derecho canónico.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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Re: Gazette nacionale de France
A la muchacha se le escapó una risa cuando Thibaut le confesó que le era extraño no poder invitarla a sentarse en su misma mesa para invitarla a algo. Si no fuera porque la cafetería había estado a abarrotar hasta hacía unos pocos minutos y porque no era su mejor mañana, gustosamente habría aceptado la invitación del joven francés. Aún así, agradecía enormemente el hecho de que Thibaut hubiese querido que sentara con él de haber sido posible. No siempre se cruzaba uno con alguien tan agradable.
- Me complace saberlo -
Los labios de Rory se curvaron en una sonrisa tras las siguientes palabras del muchacho. Hacía unos días que dudaba de su capacidad como mesera pero saber que un cliente volvería a la cafetería por ella (porque tal y como lo había dicho esa era la conclusión que sacó) la enorgullecía. Después de todo, significaba que no lo hacía tan mal como creía o que su carisma lo compensaba.
- No sabe lo que me alegra oírlo, señor –
Cuando recordó que en aproximadamente dos o tres horas tendría un rato libre, no se lo pensó dos veces y le preguntó al francés si querría dar un paseo con ella, puesto que de este modo podrían conversar con mayor libertad. Pero nada más salieron las palabras de su boca se arrepintió al instante. ¿Cómo se había atrevido a sugerir tal cosa? Eran completos desconocidos y él era de mayor estatus social, cosa que ella nunca tenía en cuenta, ¿para qué iba a gastar su preciado tiempo con alguien como ella? Por eso se sorprendió tanto ante la respuesta de Thibaut. Había creído que pese a su simpatía, la hubiese mirado raro por su descaro, ya que las jóvenes no solían comportarse de ese modo.
- ¿D-de verdad? –
La joven no cabía de gozo. Escuchó atentamente a Thibaut pensando en qué lugar podrían encontrarse una vez que ambos hubiesen terminado con sus asuntos. Ella no llevaba demasiado en París por lo que todavía no conocía muchos lugares y estaba segura de que él tendría vistos todos los recovecos de la ciudad, ya que ignoraba que proviniera de otra parte de Francia.
- ¿Qué le parece si nos encontramos en la Place du Tertre? Es uno de los pocos lugares al que sé llegar sin perderme, pero si no le va bien porque queda lejos de donde usted estudia podemos buscar otro punto de encuentro – mentó con una nueva sonrisa a la par que comenzaba a recoger la mesa del muchacho por segunda vez para que no le llamaran la atención por estar parada sin hacer nada.
- Me complace saberlo -
Los labios de Rory se curvaron en una sonrisa tras las siguientes palabras del muchacho. Hacía unos días que dudaba de su capacidad como mesera pero saber que un cliente volvería a la cafetería por ella (porque tal y como lo había dicho esa era la conclusión que sacó) la enorgullecía. Después de todo, significaba que no lo hacía tan mal como creía o que su carisma lo compensaba.
- No sabe lo que me alegra oírlo, señor –
Cuando recordó que en aproximadamente dos o tres horas tendría un rato libre, no se lo pensó dos veces y le preguntó al francés si querría dar un paseo con ella, puesto que de este modo podrían conversar con mayor libertad. Pero nada más salieron las palabras de su boca se arrepintió al instante. ¿Cómo se había atrevido a sugerir tal cosa? Eran completos desconocidos y él era de mayor estatus social, cosa que ella nunca tenía en cuenta, ¿para qué iba a gastar su preciado tiempo con alguien como ella? Por eso se sorprendió tanto ante la respuesta de Thibaut. Había creído que pese a su simpatía, la hubiese mirado raro por su descaro, ya que las jóvenes no solían comportarse de ese modo.
- ¿D-de verdad? –
La joven no cabía de gozo. Escuchó atentamente a Thibaut pensando en qué lugar podrían encontrarse una vez que ambos hubiesen terminado con sus asuntos. Ella no llevaba demasiado en París por lo que todavía no conocía muchos lugares y estaba segura de que él tendría vistos todos los recovecos de la ciudad, ya que ignoraba que proviniera de otra parte de Francia.
- ¿Qué le parece si nos encontramos en la Place du Tertre? Es uno de los pocos lugares al que sé llegar sin perderme, pero si no le va bien porque queda lejos de donde usted estudia podemos buscar otro punto de encuentro – mentó con una nueva sonrisa a la par que comenzaba a recoger la mesa del muchacho por segunda vez para que no le llamaran la atención por estar parada sin hacer nada.
Rory Vermeer- Cazador Clase Media
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Re: Gazette nacionale de France
-De verdad, madame- exclamó Thibaut con una sonrisa en su rostro, enternecido por la reacción de la mesera, mientras se incorporaba de su asiento al mismo tiempo en que volvía a ponerse los guantes que llevaba ese día. Pareciera que afuera no estaba lloviendo, aunque con las fluctuaciones del clima debido a la época invernal, nunca se sabía. Tan solo esperaba que durante su futuro paseo, el clima fuera clemente y no aguara sus intenciones. Después de que todos su dedos quedaran envueltos por aquella suave tela que formaba parte de los guantes, procedió a colocarse su sombrero de copa, a la usanza parisina, con un leve guiño hacia Rory. Era un bonito nombre aquel, Rory. Le hacía pensar en los apodos que se le dan a niñas pequeñas.
El francés asintió al escuchar la sugerencia de la muchacha, recordando aquel encuentro con Mar que había ocurrido unos días antes en ese mismo lugar. Aunque dudaba seriamente que un encuentro con Rory fuera de la misma naturaleza. Por lo menos ahora se aseguraba de que sabía como llegar al punto de encuentro. -Place du Tertre es un lugar ideal- le respondió, alejándose un paso de su silla y acercándose un poco más a la mujer. No quería que los demás parroquianos escucharan sus planes y se formaran ideas erróneas de las intenciones de ambas personas. -¿Le parece bien que el punto de reunión sea en la fuente de la ninfa? Dentro de tres horas estaría desocupado de mis obligaciones con los maestros de la ley- comentó el joven, mirando nuevamente el reloj de la pared. Definitivamente iba tarde, aunque podría correr algunas cuadras de la distancia que lo separaba con su destino.
-Créame que la perspectiva de nuestra reunión me mantendrá despierto durante las lecciones de derecho canónico- bromeó Thibaut, mientras tomaba con delicadeza una de las manos de Rory, cuidando de que tuviera el tiempo para asegurar que la bandeja que traía en sus manos no cayera al suelo, y besó el dorso de esta con delicadeza. -Hasta la tarde, madame Vermeer- se despidió, volviendo a incorporarse y llevando su mano al ala de su sombrero, tal como acostumbraba al saludar o despedirse.
Tomó el periódico de la mesa, agarró el libro que había dejado olvidado mientras bebía su café y los puso a ambos bajo su brazo. Con grandes y gráciles zancadas, cruzó en menos de un minuto la distancia que lo separaba de la salida del local. Abrió la puerta y sonrió al notar que no llovía, por muy nublado que estuviese. Ahora tan solo le quedaba apurarse.
El francés asintió al escuchar la sugerencia de la muchacha, recordando aquel encuentro con Mar que había ocurrido unos días antes en ese mismo lugar. Aunque dudaba seriamente que un encuentro con Rory fuera de la misma naturaleza. Por lo menos ahora se aseguraba de que sabía como llegar al punto de encuentro. -Place du Tertre es un lugar ideal- le respondió, alejándose un paso de su silla y acercándose un poco más a la mujer. No quería que los demás parroquianos escucharan sus planes y se formaran ideas erróneas de las intenciones de ambas personas. -¿Le parece bien que el punto de reunión sea en la fuente de la ninfa? Dentro de tres horas estaría desocupado de mis obligaciones con los maestros de la ley- comentó el joven, mirando nuevamente el reloj de la pared. Definitivamente iba tarde, aunque podría correr algunas cuadras de la distancia que lo separaba con su destino.
-Créame que la perspectiva de nuestra reunión me mantendrá despierto durante las lecciones de derecho canónico- bromeó Thibaut, mientras tomaba con delicadeza una de las manos de Rory, cuidando de que tuviera el tiempo para asegurar que la bandeja que traía en sus manos no cayera al suelo, y besó el dorso de esta con delicadeza. -Hasta la tarde, madame Vermeer- se despidió, volviendo a incorporarse y llevando su mano al ala de su sombrero, tal como acostumbraba al saludar o despedirse.
Tomó el periódico de la mesa, agarró el libro que había dejado olvidado mientras bebía su café y los puso a ambos bajo su brazo. Con grandes y gráciles zancadas, cruzó en menos de un minuto la distancia que lo separaba de la salida del local. Abrió la puerta y sonrió al notar que no llovía, por muy nublado que estuviese. Ahora tan solo le quedaba apurarse.
Thibaut Beaudelaire- Humano Clase Alta
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