AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bilge Şahin
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Bilge Şahin
Bilge Şahin
Wilhelm Sebastian Heinrich Alexander
von Pfalz-Birkenfeld-Gelnhausen
• Dinastía: Wittelsbach
• Edad: 32 años
• Especie: Humano/Brujo
• Habilidades: Hechicería, Dominación y Premonición
• Clase social: Clase alta
• Cargo actual: Espía, contacto y portavoz otomano en París
• Orientación Sexual: Bisexual
• Fecha de Nacimiento: 29 de Marzo del 1768
• Lugar de Nacimiento: Múnich, Ducado de Baviera
• Procedencia: Costantinopla/Estambul, Imperio Otomano
• Edad: 32 años
• Especie: Humano/Brujo
• Habilidades: Hechicería, Dominación y Premonición
• Clase social: Clase alta
• Cargo actual: Espía, contacto y portavoz otomano en París
• Orientación Sexual: Bisexual
• Fecha de Nacimiento: 29 de Marzo del 1768
• Lugar de Nacimiento: Múnich, Ducado de Baviera
• Procedencia: Costantinopla/Estambul, Imperio Otomano
Descripción Física
De estatura algo elevada (185 cm) y con unos rasgos que denuncian una genética escandinava. El rostro algo alargado, unas cejas rectas y no muy pobladas, la nariz recta y pequeña, sin llegar a ser estrecha, y unos pómulos levemente marcados. Los labios, carnosos y definidos, ocupan la parte baja de la cara, mientras que la superior está definida por una frente recta y unos ojos hundidos, con una profunda mirada azul. A los laterales, las orejas, algo pequeñas.
Su constitución es levemente delgada, pero es algo que se ve disimulado por la musculatura que posee. Es aficionado al trabajo del cuerpo, ya que desde joven ha estado instruido en la lucha cuerpo a cuerpo, así como en el uso del yataghan, el kiliç y los arcos turcos. Tiene, por lo tanto, unas extremidades fuertes y un torso marcado. Tiene varias cicatrices, en general hechas practicando con los sables o con accidentes al practicar magia. Varias en los brazos y una profunda que discurre desde debajo del hombro derecho hasta el final del pectoral, mostrándose en el lateral exterior del mismo.
En cuanto a la vestimenta, en las calles de París y Colonia suele llevar ropa del lugar, quizás algo más abrigado que lo debido, ya que está acostumbrado a temperaturas más elevadas. La casaca, el calzón, son prendas que acostumbra a portar en dichas situaciones. Sin embargo, no le agrada en demasía dicha vestimenta, por lo cual, en cuanto le es posible, prefiere vestir un ”shalwar” y otras prendas turcas.
Su constitución es levemente delgada, pero es algo que se ve disimulado por la musculatura que posee. Es aficionado al trabajo del cuerpo, ya que desde joven ha estado instruido en la lucha cuerpo a cuerpo, así como en el uso del yataghan, el kiliç y los arcos turcos. Tiene, por lo tanto, unas extremidades fuertes y un torso marcado. Tiene varias cicatrices, en general hechas practicando con los sables o con accidentes al practicar magia. Varias en los brazos y una profunda que discurre desde debajo del hombro derecho hasta el final del pectoral, mostrándose en el lateral exterior del mismo.
En cuanto a la vestimenta, en las calles de París y Colonia suele llevar ropa del lugar, quizás algo más abrigado que lo debido, ya que está acostumbrado a temperaturas más elevadas. La casaca, el calzón, son prendas que acostumbra a portar en dichas situaciones. Sin embargo, no le agrada en demasía dicha vestimenta, por lo cual, en cuanto le es posible, prefiere vestir un ”shalwar” y otras prendas turcas.
Descripción Psicológica
Wilhelm, o Bilge como se le conoce ahora, es una persona algo reservada con un buen número de cuestiones, aunque no por ello asocial. Es desconfiado por todo lo que ha tenido que vivir y no le gustan los secretos o las sorpresas de personas en las que no confíe, aunque, por modales, intente ocultarlo. Es, por lo tanto, algo hipócrita, en algunos casos, y no es raro que oculte lo que verdaderamente piensa; poca es la gente que puede conocerle lo suficiente como para saber cuándo dice la verdad y cuándo miente. No es una persona con un gran sentido del humor, aunque tampoco está exento de él; es poco frecuente encontrarle realizando bromas, al menos si éstas no son peyorativas cuando algo le irrita.
Un pensamiento fundamental del hombre es la arrogancia que le caracteriza, manifestada en un sentimiento de superioridad y la creencia de tener derechos de nacimiento, aquellos mismos que le dan, a sus ojos, potestad para reclamar aquello que intentó recuperar. Hoy en día aún no ha rehuido sus reclamaciones sobre los Ducados de Baviera y Jülich y Berg, y el Condado Palatino del Rin, aunque no ve grandes probabilidades de convertirse en soberano de ellos por el asesinato que cometió hace un par de años. Sin embargo y pese a ese sentimiento de derecho, no es alguien que sienta gran apego por su familia, sin contar a su madre, ya que creció alejado de ella y, en parte, se siente traicionado.
Cree en el amor, pero, anteriormente, lo consideraba algo peligroso que habría que rechazarse, ya que nubla la mentel. Es bisexual, algo que conocen sus amistades en Estambul, pues la sociedad otomana es abierta a dicha realidad*¹. En un principio trató que no se expandiera, quizás por miedo a que su padre le desheredara, pero resultó imposible parar los rumores. En realidad, el sorprendido fue él, pues su padre tuvo que confesarle que él mismo había sido seducido por aquel tipo de placeres carnales; aliviado, no volvió a ocultar su condición, al menos no en tierras turcas. No es virgen, ni con hombres ni con mujeres.
Contrariamente a su promiscuidad anterior, hoy en día ya no busca esos placeres más que con una única persona, Timothée Boucher, pues es el único capaz de saciarle de esa manera y el único que consiguió ser lo suficientemente importante para él como para rechazar a los demás.
Es ateo, aunque no rechaza por completo la posibilidad de la existencia de Dios. Sin embargo, es prácticamente imposible que llegue a dejarse dominar por una religión, al entender que es difícil discernir cuál es la correcta y, dado el número de ellas, probablemente errar. Por lo tanto, prefiere vivir a su modo, rechazando buena parte de los preceptos morales, que él entiende fundados en el miedo o la envidia.
Sus conocimientos son amplios, tanto en historia, ciencias o filosofía, así como es capaz de hablar a la perfección cinco idiomas: alemán, turco-otomano, árabe, persa y francés, y también puede desenvolverse modestamente en húngaro y griego. Además, es diestro en el uso de varias armas blancas y de arquería, así como con el bağlama y el düdük, dos instrumentos turcos, y el laúd árabe.
Una cuestión fundamental en su historia es el sentimiento patrio. Contrariamente a su ascendencia, no se siente alemán, sino parte de la tierra en la que nació, el Imperio otomano. Fue por eso por lo que mató al antiguo emperador Ludwig IV Tobias, su primo, y, por eso, su vuelta a París no quedará limitada a cuestiones sentimentales, sino que, además, cumplirá con su deber hacia el sultán.
Un pensamiento fundamental del hombre es la arrogancia que le caracteriza, manifestada en un sentimiento de superioridad y la creencia de tener derechos de nacimiento, aquellos mismos que le dan, a sus ojos, potestad para reclamar aquello que intentó recuperar. Hoy en día aún no ha rehuido sus reclamaciones sobre los Ducados de Baviera y Jülich y Berg, y el Condado Palatino del Rin, aunque no ve grandes probabilidades de convertirse en soberano de ellos por el asesinato que cometió hace un par de años. Sin embargo y pese a ese sentimiento de derecho, no es alguien que sienta gran apego por su familia, sin contar a su madre, ya que creció alejado de ella y, en parte, se siente traicionado.
Cree en el amor, pero, anteriormente, lo consideraba algo peligroso que habría que rechazarse, ya que nubla la mentel. Es bisexual, algo que conocen sus amistades en Estambul, pues la sociedad otomana es abierta a dicha realidad*¹. En un principio trató que no se expandiera, quizás por miedo a que su padre le desheredara, pero resultó imposible parar los rumores. En realidad, el sorprendido fue él, pues su padre tuvo que confesarle que él mismo había sido seducido por aquel tipo de placeres carnales; aliviado, no volvió a ocultar su condición, al menos no en tierras turcas. No es virgen, ni con hombres ni con mujeres.
Contrariamente a su promiscuidad anterior, hoy en día ya no busca esos placeres más que con una única persona, Timothée Boucher, pues es el único capaz de saciarle de esa manera y el único que consiguió ser lo suficientemente importante para él como para rechazar a los demás.
Es ateo, aunque no rechaza por completo la posibilidad de la existencia de Dios. Sin embargo, es prácticamente imposible que llegue a dejarse dominar por una religión, al entender que es difícil discernir cuál es la correcta y, dado el número de ellas, probablemente errar. Por lo tanto, prefiere vivir a su modo, rechazando buena parte de los preceptos morales, que él entiende fundados en el miedo o la envidia.
Sus conocimientos son amplios, tanto en historia, ciencias o filosofía, así como es capaz de hablar a la perfección cinco idiomas: alemán, turco-otomano, árabe, persa y francés, y también puede desenvolverse modestamente en húngaro y griego. Además, es diestro en el uso de varias armas blancas y de arquería, así como con el bağlama y el düdük, dos instrumentos turcos, y el laúd árabe.
Una cuestión fundamental en su historia es el sentimiento patrio. Contrariamente a su ascendencia, no se siente alemán, sino parte de la tierra en la que nació, el Imperio otomano. Fue por eso por lo que mató al antiguo emperador Ludwig IV Tobias, su primo, y, por eso, su vuelta a París no quedará limitada a cuestiones sentimentales, sino que, además, cumplirá con su deber hacia el sultán.
*¹ "Before Homosexuality in the Arab-Islamic World, 1500-1800"
Khaled el-Rouayheb. Chicago, 2005.
Khaled el-Rouayheb. Chicago, 2005.
Historia
Wilhelm Sebastian Heinrich Alexander nació en la Residenz de Múnich, el palacio de los Duques de Baviera un frío veintinueve de marzo, en aquel año de mil setecientos sesenta y ocho. Hijo de Wilhelm von Pfalz-Birkenfeld-Gelnhausen y Maria Anna von Pfalz-Zweibrücken-Birkenfeld, pertenecía a una de las mayores dinastías del Sacro Imperio, los Wittelsbach, que gobernaban Baviera, Jülich y Berg, y el Palatinado; sin embargo, él estaba fuera de la línea sucesoria. La familia estaba regida por la ley sálica desde hacía siglos y, por lo tanto, en presencia de varones, las mujeres, y con ellas sus hijos, no podían heredar.
Los seis primeros años del muchacho fueron felices, residiendo aún en la capital bávara, conociendo a sus primos, futuros duques del lugar y a otros nobles alemanes relacionados en alguna manera con la corte de Múnich. En aquel primer periodo, el pequeño ya empezaba a desarrollar un comportamiento algo orgulloso y rencoroso, aunque, en realidad, sean unas cualidades comunes entre los infantes, algo que le llevó a no pocos enfrentamientos con otros niños, chiquilladas por lo general. En 1774, Wilhelm padre sería designado por Carlos IV Teodoro, el soberano contemporáneo, como embajador bávaro frente al Imperio otomano, en la aún llamada Constantinopla, por lo que, junto con su madre, dejaría la el país germánico para dirigirse a Tracia.
El nuevo país era extraño y cálido, un lugar en el que se hablaban idiomas que desconocía por completo; por eso, sus padres intentaron poner remedio a dicha situación, conscientes del problema que resultaba, por lo cual el turco-otomano se volvió su segunda lengua. Poco a poco fue conociendo, en su ignorancia de niño, a la aristocracia del Imperio de los turcos, así como a los grandes comerciantes que se habían establecido en la ciudad del Bósforo, estando, en realidad, más en sintonía con el país islámico que con su lugar de origen.
A los tres años de llegar a la ciudad ya comenzaba a tener el suficiente intelecto como para darse cuenta del funcionamiento general de la política y de quién y por qué estaba regido un país. Así fue como, preguntando a su padre, se dio cuenta de que él sólo era heredero de un título sin gran importancia, ya que no acarreaba tierras o un ejército con él, así como de que el futuro Duque de Baviera sería su tío, Maximiliano José. El chico no entendió el porqué de que las mujeres no gobernaran y, quizás por egoísmo, rechazó esa antigua resolución. Desde entonces, siempre miró con recelo a las tierras alemanas, así como al resto de su familia.
En esos años empezó a desarrollar un gusto por la lectura, tanto la europea como la árabe, así como por la historia. También le atraía en sobremanera la música del lugar, llegando a desperdiciar la poca que llegaba de los países cristianos, al considerarla sobria y banal, carente del misticismo y la profundidad que portaba la de las regiones islámicas. Por eso comenzó a aprender a tocar el bağlama, el düdük y el laúd árabe, a los cuales dedicaba varias horas todas las semanas.
El chico tenía afición por recorrer las calles de İstanbul , como se conocía entre los ciudadanos del Imperio otomano, aunque siempre tenía que llevar una escolta, ya que su padre temía por su seguridad, como occidental, en la capital de un estado que había estado desde hacía varios siglos en guerra con los Habsburgo y, por lo tanto, con el Sacro Imperio. Sin embargo, no le gustaba en demasía relacionarse con la gente de estratos inferiores, al considerarse, en cierta medida, superior a causa de su linaje.
Fue en una noche de verano, en 1783, cuando visitó por primera vez la ” Büyük Ay'ın Evi”, o Casa de la Gran Luna. El lugar ofrecía espectáculos de ”dansöz” y ”kochecks”, bailarines de ”göbek dansı”, el nombre turco para la danza del vientre, así como malabarismos y música popular. Al muniqués de origen le gustó todo aquello y supo que volvería. Pero lo que le ató a aquel lugar no fueron los placeres a los sentidos que se ofrecían. El edificio, aparte de casa de espectáculos, era una escuela clandestina de las artes ocultas, algo que él descubriría tras indagar, interesado por algunos números. Así fue cómo comenzó a tomar contacto con dichas técnicas, frecuentando el lugar, pero también practicando en la habitación de su residencia.
Años antes, a los once de edad realizó su primer viaje de vuelta al Imperio, visitando Viena de camino a Múnich, donde pasó unas semanas antes de dirigirse a París. Los motivos del viaje a la capital francesa eran diplomáticos y comerciales, y en él conoció a la nobleza francesa, incluyendo a la princesa de los Fontaine, Dominique. Aún haría dos viajes posteriores, en 1784, cuando su padre le mandó a Centroeuropa por la guerra de los otomanos contra Rusia y Austria (aunque regresaría meses después), y en 1792, cuando se encontraría por primera vez con su primo Ludwig.
Fue precisamente ese conflicto el que resaltó que el sentimiento patrio del muchacho no estaba para con los países cristianos, sino para con el lugar donde se había criado. La situación era algo extraña, ya que, en principio, su padre debía defender los intereses de Baviera, que era parte del Sacro Imperio, mientras que él sólo quería ver la derrota de éste; sin embargo, el emperador no era bien visto ni dentro del propio país germánico. Para desilusión de nuestro germano-turco, los aliados vencieron en los dos frentes y, aunque Austria recibió tan sólo tres enclaves de poca importancia, los otomanos reconocían la conquista rusa de Crimea, así como cedían el Yedisán a los eslavos. Aquello hirió el orgullo del muchacho, como el de sus compatriotas.
La guerra duró cinco años y, en el transcurso de ella, viajó al vecino país heleno, como recomendación de su padre, que quería calmar la exaltación de la que era presa el chico. Su viaje le llevó, entre otros lugares, a El Pireo, el puerto de Atenas. El muchacho paseaba por un sinfín de calles iguales, debido a la ordenación ortogonal del suelo, cuando un establecimiento llamó su atención. El local era una taberna donde se ofrecían espectáculos orientales de danza del vientre; él entró sólo para recordar las veces que visitaba lugares como aquel en Estambul, secretamente, pues su padre nunca lo hubiera aprobado. Al dirigir su mirada al escenario, se encontró con una mujer de largo cabello azabache, levemente ondulado, nariz recta, labios gruesos y sugerentes y unos grandes ojos, con una profunda mirada verdosa. Wilhelm se quedó prendado al momento. Por culpa de aquella fémina, a la cual llamaban Erató, en honor a la musa griega, su estancia en el lugar se alargó un par de semanas, hasta que logró conseguir hablar con ella. No fue fácil convencerla de que se encontraran posteriormente, fuera del lugar, pero, a aquel primer encuentro le siguieron un buen número. La admiración del chico y su enamoramiento casi rozaban la obsesión, y la muchacha parecía no querer contradecirle. En una de aquellas noches, cuando ella trabajaba, el chico escuchó a un par de muchachos hablar en alemán, adulándola de manera obscena. Obviamente, Bilge, como estaba acostumbrado a que le llamaran, entendía lo que decían y una mezcla de celos, sumada al rencor de entender a aquellos como enemigos por el conflicto que se estaba viviendo en los Balcanes, inició una pelea. Él estaba bien entrenado en la lucha cuerpo a cuerpo, pero los germanos tampoco parecían ser ignorantes de aquel arte; si el resultado hubiese sido tan solo tres narices rotas y un buen número de moretones, la situación casi podría haberse tornado en una anécdota sin gran importancia. Sin embargo, aquellos eran los hijos de Duque de Baden y aquello suponía una ofensa diplomática que costaría reparar. Por supuesto, después del escándalo, Erató no quiso volver a saber nada del otomano que, pese a insistir durante un par de semanas, no recibió contestación positiva de ella, por lo que terminó regresando a Constantinopla.
En 1789, cuando llegaron las noticias del arreglo entre Carlos IV Teodoro y Maximiliano José, proponiendo la futura división del patrimonio de los Wittelsbach entre el hermano y el primogénito del segundo, dejándole a él fuera, su resentimiento hacia su familia se reavivó. Ludwig y Albert, recibirían, en principio Baviera y el Palatinado, respectivamente (por la muerte prematura de ambos, serían Ludwig Tobías y Friedrich, respectivamente). Por aquel entonces, él consideraba aquello casi como una afrenta personal y un deber el conseguir lo que por derecho le pertenecía o, al menos, vengar el daño causado.
A finales de 1795, Wilhelm padre murió padeciendo de viruela y su hijo fue designado como sucesor en su cargo; sin embargo, aquello no duraría mucho. La gran oportunidad de Wilhelm vendría en 1796, cuando su primo fuera coronado como emperador, tras la desaparición del antiguo emperador y casi toda su familia, en extrañas circunstancias. Con un el Imperio reformado, mantuvo correspondencia con su primo Friedrich para conocer la situación, terminando siendo candidato a ser Representante por Baviera en la Dieta, puesto que consiguió. Fue entonces cuando abandonó Estambul para dirigirse a Colonia, ciudad en la que residía, junto con París, pues aún mantenía contactos con la nobleza francesa, en la cual veía apoyos para su lucha secreta en contra de su propia familia.
Pasó algo más de un año cumpliendo esa función y usando la confianza que el emperador tenía él para desviar la atención de los Balcanes, mientras el ejército otomano se preparaba en Rumelia, en las fronteras de Hungría, Iliria y Grecia, y mientras él trabajaba en una conspiración para derrocar a su primo y conseguir sus ansiados títulos, junto con el del emperador, y lograr una alianza germano-otomana. Sin embargo, sus planes nunca dieron sus frutos como había previsto. El golpe de estado que preparaba, nunca se dio lugar, pues el Duque de Baviera descubrió a un espía que confesó el proyecto y no tardó en mandar una misiva para avisar a Ludwig. Wilhelm tuvo una premonición de lo que iba a suceder y, por lo tanto, tuvo que acelerar y cambiar los planes: se dirigió, daga en mano, a asesinar al emperador. Todo se hubiera solucionado de no ser por Loras, de los Tyrell de Núremberg y comandante de los ejércitos imperiales, quien tenía una relación sentimental con el asesinado. Tras un combate, el otomano fue herido y su cuerpo cayó al Rin, dándose por muerto. Por suerte no fue así y logró sobrevivir, descendiendo el río hasta los Países Bajos, donde el príncipe Liam le acogió en secreto para que terminara de recuperarse de sus heridas. Pese a todo y a que él se quedara sin nada, gracias al caos reinante en el Sacro Imperio, los otomanos lograron imponerse en los balcanes y hacer avanzar la frontera considerablemente.
Una vez se recuperara, viajaría de incógnito a París, sólo para ver a Timothée Boucher, un antiguo prostituto del que se había enamorado sin remedio, y sólo como parada de regreso a Tracia. Aquel no pudo acompañarle y Wilhelm le prometió regresar a por él, aunque era consciente de que, por el momento, sería algo complicado.
De nuevo en Estambul, el emperador le colmó de bienes en agradecimiento por su servicio, y le garantizó, no sólo un nombre nuevo, sino, además, la historia de un hermano gemelo que, a partir de entonces, encarnaría. Oficialmente, Wilhelm murió en el Rin y, su hermano, Bilge, tomaría el relevo de su vida.
Año y medio ha pasado desde entonces y, ahora, ha vuelto a París a cumplir su promesa entre miedos y dudas. ¿Qué pasará a partir de ahora? Ni él mismo es capaz de preverlo.
Los seis primeros años del muchacho fueron felices, residiendo aún en la capital bávara, conociendo a sus primos, futuros duques del lugar y a otros nobles alemanes relacionados en alguna manera con la corte de Múnich. En aquel primer periodo, el pequeño ya empezaba a desarrollar un comportamiento algo orgulloso y rencoroso, aunque, en realidad, sean unas cualidades comunes entre los infantes, algo que le llevó a no pocos enfrentamientos con otros niños, chiquilladas por lo general. En 1774, Wilhelm padre sería designado por Carlos IV Teodoro, el soberano contemporáneo, como embajador bávaro frente al Imperio otomano, en la aún llamada Constantinopla, por lo que, junto con su madre, dejaría la el país germánico para dirigirse a Tracia.
El nuevo país era extraño y cálido, un lugar en el que se hablaban idiomas que desconocía por completo; por eso, sus padres intentaron poner remedio a dicha situación, conscientes del problema que resultaba, por lo cual el turco-otomano se volvió su segunda lengua. Poco a poco fue conociendo, en su ignorancia de niño, a la aristocracia del Imperio de los turcos, así como a los grandes comerciantes que se habían establecido en la ciudad del Bósforo, estando, en realidad, más en sintonía con el país islámico que con su lugar de origen.
A los tres años de llegar a la ciudad ya comenzaba a tener el suficiente intelecto como para darse cuenta del funcionamiento general de la política y de quién y por qué estaba regido un país. Así fue como, preguntando a su padre, se dio cuenta de que él sólo era heredero de un título sin gran importancia, ya que no acarreaba tierras o un ejército con él, así como de que el futuro Duque de Baviera sería su tío, Maximiliano José. El chico no entendió el porqué de que las mujeres no gobernaran y, quizás por egoísmo, rechazó esa antigua resolución. Desde entonces, siempre miró con recelo a las tierras alemanas, así como al resto de su familia.
En esos años empezó a desarrollar un gusto por la lectura, tanto la europea como la árabe, así como por la historia. También le atraía en sobremanera la música del lugar, llegando a desperdiciar la poca que llegaba de los países cristianos, al considerarla sobria y banal, carente del misticismo y la profundidad que portaba la de las regiones islámicas. Por eso comenzó a aprender a tocar el bağlama, el düdük y el laúd árabe, a los cuales dedicaba varias horas todas las semanas.
El chico tenía afición por recorrer las calles de İstanbul , como se conocía entre los ciudadanos del Imperio otomano, aunque siempre tenía que llevar una escolta, ya que su padre temía por su seguridad, como occidental, en la capital de un estado que había estado desde hacía varios siglos en guerra con los Habsburgo y, por lo tanto, con el Sacro Imperio. Sin embargo, no le gustaba en demasía relacionarse con la gente de estratos inferiores, al considerarse, en cierta medida, superior a causa de su linaje.
Fue en una noche de verano, en 1783, cuando visitó por primera vez la ” Büyük Ay'ın Evi”, o Casa de la Gran Luna. El lugar ofrecía espectáculos de ”dansöz” y ”kochecks”, bailarines de ”göbek dansı”, el nombre turco para la danza del vientre, así como malabarismos y música popular. Al muniqués de origen le gustó todo aquello y supo que volvería. Pero lo que le ató a aquel lugar no fueron los placeres a los sentidos que se ofrecían. El edificio, aparte de casa de espectáculos, era una escuela clandestina de las artes ocultas, algo que él descubriría tras indagar, interesado por algunos números. Así fue cómo comenzó a tomar contacto con dichas técnicas, frecuentando el lugar, pero también practicando en la habitación de su residencia.
Años antes, a los once de edad realizó su primer viaje de vuelta al Imperio, visitando Viena de camino a Múnich, donde pasó unas semanas antes de dirigirse a París. Los motivos del viaje a la capital francesa eran diplomáticos y comerciales, y en él conoció a la nobleza francesa, incluyendo a la princesa de los Fontaine, Dominique. Aún haría dos viajes posteriores, en 1784, cuando su padre le mandó a Centroeuropa por la guerra de los otomanos contra Rusia y Austria (aunque regresaría meses después), y en 1792, cuando se encontraría por primera vez con su primo Ludwig.
Fue precisamente ese conflicto el que resaltó que el sentimiento patrio del muchacho no estaba para con los países cristianos, sino para con el lugar donde se había criado. La situación era algo extraña, ya que, en principio, su padre debía defender los intereses de Baviera, que era parte del Sacro Imperio, mientras que él sólo quería ver la derrota de éste; sin embargo, el emperador no era bien visto ni dentro del propio país germánico. Para desilusión de nuestro germano-turco, los aliados vencieron en los dos frentes y, aunque Austria recibió tan sólo tres enclaves de poca importancia, los otomanos reconocían la conquista rusa de Crimea, así como cedían el Yedisán a los eslavos. Aquello hirió el orgullo del muchacho, como el de sus compatriotas.
La guerra duró cinco años y, en el transcurso de ella, viajó al vecino país heleno, como recomendación de su padre, que quería calmar la exaltación de la que era presa el chico. Su viaje le llevó, entre otros lugares, a El Pireo, el puerto de Atenas. El muchacho paseaba por un sinfín de calles iguales, debido a la ordenación ortogonal del suelo, cuando un establecimiento llamó su atención. El local era una taberna donde se ofrecían espectáculos orientales de danza del vientre; él entró sólo para recordar las veces que visitaba lugares como aquel en Estambul, secretamente, pues su padre nunca lo hubiera aprobado. Al dirigir su mirada al escenario, se encontró con una mujer de largo cabello azabache, levemente ondulado, nariz recta, labios gruesos y sugerentes y unos grandes ojos, con una profunda mirada verdosa. Wilhelm se quedó prendado al momento. Por culpa de aquella fémina, a la cual llamaban Erató, en honor a la musa griega, su estancia en el lugar se alargó un par de semanas, hasta que logró conseguir hablar con ella. No fue fácil convencerla de que se encontraran posteriormente, fuera del lugar, pero, a aquel primer encuentro le siguieron un buen número. La admiración del chico y su enamoramiento casi rozaban la obsesión, y la muchacha parecía no querer contradecirle. En una de aquellas noches, cuando ella trabajaba, el chico escuchó a un par de muchachos hablar en alemán, adulándola de manera obscena. Obviamente, Bilge, como estaba acostumbrado a que le llamaran, entendía lo que decían y una mezcla de celos, sumada al rencor de entender a aquellos como enemigos por el conflicto que se estaba viviendo en los Balcanes, inició una pelea. Él estaba bien entrenado en la lucha cuerpo a cuerpo, pero los germanos tampoco parecían ser ignorantes de aquel arte; si el resultado hubiese sido tan solo tres narices rotas y un buen número de moretones, la situación casi podría haberse tornado en una anécdota sin gran importancia. Sin embargo, aquellos eran los hijos de Duque de Baden y aquello suponía una ofensa diplomática que costaría reparar. Por supuesto, después del escándalo, Erató no quiso volver a saber nada del otomano que, pese a insistir durante un par de semanas, no recibió contestación positiva de ella, por lo que terminó regresando a Constantinopla.
En 1789, cuando llegaron las noticias del arreglo entre Carlos IV Teodoro y Maximiliano José, proponiendo la futura división del patrimonio de los Wittelsbach entre el hermano y el primogénito del segundo, dejándole a él fuera, su resentimiento hacia su familia se reavivó. Ludwig y Albert, recibirían, en principio Baviera y el Palatinado, respectivamente (por la muerte prematura de ambos, serían Ludwig Tobías y Friedrich, respectivamente). Por aquel entonces, él consideraba aquello casi como una afrenta personal y un deber el conseguir lo que por derecho le pertenecía o, al menos, vengar el daño causado.
A finales de 1795, Wilhelm padre murió padeciendo de viruela y su hijo fue designado como sucesor en su cargo; sin embargo, aquello no duraría mucho. La gran oportunidad de Wilhelm vendría en 1796, cuando su primo fuera coronado como emperador, tras la desaparición del antiguo emperador y casi toda su familia, en extrañas circunstancias. Con un el Imperio reformado, mantuvo correspondencia con su primo Friedrich para conocer la situación, terminando siendo candidato a ser Representante por Baviera en la Dieta, puesto que consiguió. Fue entonces cuando abandonó Estambul para dirigirse a Colonia, ciudad en la que residía, junto con París, pues aún mantenía contactos con la nobleza francesa, en la cual veía apoyos para su lucha secreta en contra de su propia familia.
Pasó algo más de un año cumpliendo esa función y usando la confianza que el emperador tenía él para desviar la atención de los Balcanes, mientras el ejército otomano se preparaba en Rumelia, en las fronteras de Hungría, Iliria y Grecia, y mientras él trabajaba en una conspiración para derrocar a su primo y conseguir sus ansiados títulos, junto con el del emperador, y lograr una alianza germano-otomana. Sin embargo, sus planes nunca dieron sus frutos como había previsto. El golpe de estado que preparaba, nunca se dio lugar, pues el Duque de Baviera descubrió a un espía que confesó el proyecto y no tardó en mandar una misiva para avisar a Ludwig. Wilhelm tuvo una premonición de lo que iba a suceder y, por lo tanto, tuvo que acelerar y cambiar los planes: se dirigió, daga en mano, a asesinar al emperador. Todo se hubiera solucionado de no ser por Loras, de los Tyrell de Núremberg y comandante de los ejércitos imperiales, quien tenía una relación sentimental con el asesinado. Tras un combate, el otomano fue herido y su cuerpo cayó al Rin, dándose por muerto. Por suerte no fue así y logró sobrevivir, descendiendo el río hasta los Países Bajos, donde el príncipe Liam le acogió en secreto para que terminara de recuperarse de sus heridas. Pese a todo y a que él se quedara sin nada, gracias al caos reinante en el Sacro Imperio, los otomanos lograron imponerse en los balcanes y hacer avanzar la frontera considerablemente.
Una vez se recuperara, viajaría de incógnito a París, sólo para ver a Timothée Boucher, un antiguo prostituto del que se había enamorado sin remedio, y sólo como parada de regreso a Tracia. Aquel no pudo acompañarle y Wilhelm le prometió regresar a por él, aunque era consciente de que, por el momento, sería algo complicado.
De nuevo en Estambul, el emperador le colmó de bienes en agradecimiento por su servicio, y le garantizó, no sólo un nombre nuevo, sino, además, la historia de un hermano gemelo que, a partir de entonces, encarnaría. Oficialmente, Wilhelm murió en el Rin y, su hermano, Bilge, tomaría el relevo de su vida.
Año y medio ha pasado desde entonces y, ahora, ha vuelto a París a cumplir su promesa entre miedos y dudas. ¿Qué pasará a partir de ahora? Ni él mismo es capaz de preverlo.
Última edición por Bilge Şahin el Mar Dic 11, 2012 1:47 am, editado 7 veces
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