AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sin remordimientos
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Sin remordimientos
[Privado]
El saber que ella se encontraba en el mismo lugar era algo que no podía pasar por alto. Pensaba en ella cuando se encontraba en Paris e imaginaba como se transformaría mi vida para cuando llegara a Italia. Solo unas noches habían pasado desde el día en que arribo en puerto y apenas podíamos compartir unas horas diarias debido a que pertenecíamos a naturalezas diferentes. Estaba dicho, ella sería mi reina y para ello faltaba poco, pero no podía aguardar más. Tuve que hacer a un lado mis normas morales, siquiera solo para ir a desearle buenas noches, salí de mi habitación rumbo a la suya y, como creía, solo los guardias rondaban los pasillos y daban paso a mí andar mientras seguía mi recorrido.
Al llegar a su habitación me detuve a pensarlo dos veces pero otra vez, el impulso irrefrenable por verla, provocó que tocara dos veces a la puerta de tallada madera. Creí que ella estaría durmiendo ya que después de un par de minutos no tuve respuesta. Resolví que lo mejor era que me fuera de regreso a mi habitación o a otro lugar ya que en realidad el día para mi comenzaba al anochecer. Afortunadamente ya me había alimentado así que no tenía problema por hacerlo de nuevo hasta la noche siguiente. El beber sangre no era precisamente una de las costumbres que a Sophia le gustaría ver de parte mía o mis familiares, solo el tiempo la acostumbraría a ello.
Ya iba a dar vuelta sobre mis pasos cuando la puerta empezó a abrirse lentamente y entonces vi a Sophia asomando el rostro a la puerta para ver de quien se trataba ya que seguramente no esperaba que alguien la despertara a esas horas. –Disculpa, esto está fuera de lugar…solo pase a verte un momento- dije casi al momento en que ella me hubo reconocido. Empezaba a creer que había sido una mala idea ya que no estaba respetando los horarios de cada uno. Sophia necesitaba dormir y mi deseo había sido más fuerte como para ir a verla. –Quizá sea mejor que me vaya, no quiero interrumpir tu sueño…- empecé diciendo pero luego me arrepentí, sonreí y desvié la mirada por unos segundos para volverla luego hacia ella.
-Sabes…en realidad no me he disculpado con honestidad. Si no hubiera venido estaría en mi habitación pensando en verte y me culparía por no haberme atrevido a venir. Solo quiero decirte que te quiero y…- me callé, empujé la puerta levemente, lo suficiente para entrar y una vez dentro la tomé de la cintura y me acerque a besarla cargado de deseo por acariciar sus labios con los míos ya que no lo había hecho desde la noche en que llego al castillo. No me detuve ni la bese con la misma tranquilidad que otras veces, mi naturaleza no podía contenerse mas y, siendo un vampiro, los instintos guiaban mis acciones.
La noche del lago parecía lejana a esas alturas, cuando tanto tiempo había pasado desde entonces, cuando ella no sabía mi nombre ni yo el suyo. Su vida cambio junto con la mía pero porque ambos deseábamos que fuera así. Estar lejos no era una opción y si ella me pedía volver a Francia alguna vez para ver a sus amigos, cumpliría todos sus deseos, ya que ella se encontraba en mi castillo para cumplir los míos, los nuestros. La cuestión de raza no importaba entre los dos, ella sabía lo que yo era y yo aceptaba la naturaleza salvaje de aquella mujer/fiera que logró conquistarme con su sencillez y pasión.
El saber que ella se encontraba en el mismo lugar era algo que no podía pasar por alto. Pensaba en ella cuando se encontraba en Paris e imaginaba como se transformaría mi vida para cuando llegara a Italia. Solo unas noches habían pasado desde el día en que arribo en puerto y apenas podíamos compartir unas horas diarias debido a que pertenecíamos a naturalezas diferentes. Estaba dicho, ella sería mi reina y para ello faltaba poco, pero no podía aguardar más. Tuve que hacer a un lado mis normas morales, siquiera solo para ir a desearle buenas noches, salí de mi habitación rumbo a la suya y, como creía, solo los guardias rondaban los pasillos y daban paso a mí andar mientras seguía mi recorrido.
Al llegar a su habitación me detuve a pensarlo dos veces pero otra vez, el impulso irrefrenable por verla, provocó que tocara dos veces a la puerta de tallada madera. Creí que ella estaría durmiendo ya que después de un par de minutos no tuve respuesta. Resolví que lo mejor era que me fuera de regreso a mi habitación o a otro lugar ya que en realidad el día para mi comenzaba al anochecer. Afortunadamente ya me había alimentado así que no tenía problema por hacerlo de nuevo hasta la noche siguiente. El beber sangre no era precisamente una de las costumbres que a Sophia le gustaría ver de parte mía o mis familiares, solo el tiempo la acostumbraría a ello.
Ya iba a dar vuelta sobre mis pasos cuando la puerta empezó a abrirse lentamente y entonces vi a Sophia asomando el rostro a la puerta para ver de quien se trataba ya que seguramente no esperaba que alguien la despertara a esas horas. –Disculpa, esto está fuera de lugar…solo pase a verte un momento- dije casi al momento en que ella me hubo reconocido. Empezaba a creer que había sido una mala idea ya que no estaba respetando los horarios de cada uno. Sophia necesitaba dormir y mi deseo había sido más fuerte como para ir a verla. –Quizá sea mejor que me vaya, no quiero interrumpir tu sueño…- empecé diciendo pero luego me arrepentí, sonreí y desvié la mirada por unos segundos para volverla luego hacia ella.
-Sabes…en realidad no me he disculpado con honestidad. Si no hubiera venido estaría en mi habitación pensando en verte y me culparía por no haberme atrevido a venir. Solo quiero decirte que te quiero y…- me callé, empujé la puerta levemente, lo suficiente para entrar y una vez dentro la tomé de la cintura y me acerque a besarla cargado de deseo por acariciar sus labios con los míos ya que no lo había hecho desde la noche en que llego al castillo. No me detuve ni la bese con la misma tranquilidad que otras veces, mi naturaleza no podía contenerse mas y, siendo un vampiro, los instintos guiaban mis acciones.
La noche del lago parecía lejana a esas alturas, cuando tanto tiempo había pasado desde entonces, cuando ella no sabía mi nombre ni yo el suyo. Su vida cambio junto con la mía pero porque ambos deseábamos que fuera así. Estar lejos no era una opción y si ella me pedía volver a Francia alguna vez para ver a sus amigos, cumpliría todos sus deseos, ya que ella se encontraba en mi castillo para cumplir los míos, los nuestros. La cuestión de raza no importaba entre los dos, ella sabía lo que yo era y yo aceptaba la naturaleza salvaje de aquella mujer/fiera que logró conquistarme con su sencillez y pasión.
Invitado- Invitado
Re: Sin remordimientos
El sol comenzaba a ocultarse en detrás de las paredes del castillo, yo ahí me encontraba como la gata que era arriba del marco de la ventana mirando a los guardias, observando sus rondas, el jardín parecía oscurecerse de manera gradual, me había pasado el día ahí entre las flores la pileta de agua, no como yo sino más bien como gata, levante mi cola y estire mi cuerpo cuando el sol ya se había extinguido, la puerta sonaba y entraba por ella una de mis doncellas me encamine al baño para hacer mi transformación de manera tranquila, no me gustaba que me observaran de haciendo eso, ya me habían dicho que se veía brutal y daba miedo ver como cada célula de mi cuerpo cambiada, doloroso a veces, pero hacia mucho que no sentía ese dolor, quizás porque desde que llegue aquí me tenían bien alimentada….
Mis ojos cerrados de par en par, mi corazón disminuyendo los latidos mi respiración bajando gradualmente sentí frio en aquella pequeña habitación rodeada de mármol, poco a poco mis sentidos aumentaban, podía oír mas allá de las paredes, los aromas me enloquecían y mi cuerpo cedió de manera fuerte y como si muriera en ese segundo todo se paralizo, el pelaje se fue y la piel comenzó a quedar tersa y suave… segundos después mi tamaño volvía hacer el mismo, mi piel la misma de siempre y mi rostro el de una fiera salvaje oculta. Me levante sintiendo un escalofríos recorrer mi cuerpo tome una bata de seda y cubrí mi cuerpo, observe mi rostro en el espejo y me sonreí saliendo de ahí vi la mesa mi cena estaba servida mire a mis doncellas que preparaban mi cama para que luego me recostara, comí en tranquilidad divagando entre pensamientos, pensando en Zarek, hacia varias noches no lo veía, a pesar de que estábamos bajo el mismo techo me sentía un poco alejada a él, comí solo un poco y pedí que me dejaran sola, en realidad no tenia sueño, fui hasta la ventana y me quede ahí mirando prácticamente nada, solo imaginando el cambio de vida… recordando a mis amigos, a Anuar que siempre lograba sacarme una sonrisa, a Daniil que todas las mañanas me tenia leche fresca y la ventana abierta de su consulta ¿Cómo estarían?.. ¿Dónde estaría Zarek a estas horas? ¿Me extrañaría? En realidad tenía tantas preguntas que no sabía con cual comenzar, camine por mi habitación, pensando en que hacer a esas horas, no quería parecer entro metedora así que desistí… era la primera vez que me rendía y caí en la cama comenzando a dormitar. En la lejanía escuche los golpes en la puerta no sé cuantos fueron pero me levante de pura inercia y con lentitud vi la silueta de Zarek.
¡Zarek! – mi voz de emoción era callada con las explicaciones de el, pero eso que, no necesitaba de eso para saber que si había venido era porque quería saber de mi, justo cuando iba a pronunciar palabra alguna sentí como aferro mi cuerpo y lo beso, me derretí en ese momento en sus brazos dejándome llevar le bese disfrutando su cercanía, su aroma, su sabor, mis brazos rodearon su cuello aferrándome a él, nada importaba él era mío desde aquella noche bajo aquel árbol donde fundidos como un metal uníamos nuestros cuerpo para que nuestras almas jamás se pudieran separar. No sé en qué momento termino el beso o aun seguía besándolo pero mi corazón emocionado latía como si hubiera estado recorriendo el castillo de punta a punta, agitada y extasiada. Mis labios tan solo esos se separaron de el –Te amo – fueron las palabras que salieron de mi boca en ese momento mientras con cuidado y suavidad abría mis ojos para pasar una de mis manos por su rostro, para sentir nuevamente que estaba junto a mi – Tardaste mucho en venir – reclame dándole besos cortos mientras seguía acariciando su cabellera, su rostro todo lo que pudiera tocar de en el ese momento; lo volví a besar esta vez más lento, más ferviente, más pasional, todo en ese momento parecía ocurrir en cámara lenta, mis labios saciándose de los ajenos, mis manos recorriendo parte de su cuerpo, mis pensamientos volando como si fuera solo producto de mi imaginación. – Te amo–repetí ya más calmada, más feliz, más simplemente completa.
Mis ojos cerrados de par en par, mi corazón disminuyendo los latidos mi respiración bajando gradualmente sentí frio en aquella pequeña habitación rodeada de mármol, poco a poco mis sentidos aumentaban, podía oír mas allá de las paredes, los aromas me enloquecían y mi cuerpo cedió de manera fuerte y como si muriera en ese segundo todo se paralizo, el pelaje se fue y la piel comenzó a quedar tersa y suave… segundos después mi tamaño volvía hacer el mismo, mi piel la misma de siempre y mi rostro el de una fiera salvaje oculta. Me levante sintiendo un escalofríos recorrer mi cuerpo tome una bata de seda y cubrí mi cuerpo, observe mi rostro en el espejo y me sonreí saliendo de ahí vi la mesa mi cena estaba servida mire a mis doncellas que preparaban mi cama para que luego me recostara, comí en tranquilidad divagando entre pensamientos, pensando en Zarek, hacia varias noches no lo veía, a pesar de que estábamos bajo el mismo techo me sentía un poco alejada a él, comí solo un poco y pedí que me dejaran sola, en realidad no tenia sueño, fui hasta la ventana y me quede ahí mirando prácticamente nada, solo imaginando el cambio de vida… recordando a mis amigos, a Anuar que siempre lograba sacarme una sonrisa, a Daniil que todas las mañanas me tenia leche fresca y la ventana abierta de su consulta ¿Cómo estarían?.. ¿Dónde estaría Zarek a estas horas? ¿Me extrañaría? En realidad tenía tantas preguntas que no sabía con cual comenzar, camine por mi habitación, pensando en que hacer a esas horas, no quería parecer entro metedora así que desistí… era la primera vez que me rendía y caí en la cama comenzando a dormitar. En la lejanía escuche los golpes en la puerta no sé cuantos fueron pero me levante de pura inercia y con lentitud vi la silueta de Zarek.
¡Zarek! – mi voz de emoción era callada con las explicaciones de el, pero eso que, no necesitaba de eso para saber que si había venido era porque quería saber de mi, justo cuando iba a pronunciar palabra alguna sentí como aferro mi cuerpo y lo beso, me derretí en ese momento en sus brazos dejándome llevar le bese disfrutando su cercanía, su aroma, su sabor, mis brazos rodearon su cuello aferrándome a él, nada importaba él era mío desde aquella noche bajo aquel árbol donde fundidos como un metal uníamos nuestros cuerpo para que nuestras almas jamás se pudieran separar. No sé en qué momento termino el beso o aun seguía besándolo pero mi corazón emocionado latía como si hubiera estado recorriendo el castillo de punta a punta, agitada y extasiada. Mis labios tan solo esos se separaron de el –Te amo – fueron las palabras que salieron de mi boca en ese momento mientras con cuidado y suavidad abría mis ojos para pasar una de mis manos por su rostro, para sentir nuevamente que estaba junto a mi – Tardaste mucho en venir – reclame dándole besos cortos mientras seguía acariciando su cabellera, su rostro todo lo que pudiera tocar de en el ese momento; lo volví a besar esta vez más lento, más ferviente, más pasional, todo en ese momento parecía ocurrir en cámara lenta, mis labios saciándose de los ajenos, mis manos recorriendo parte de su cuerpo, mis pensamientos volando como si fuera solo producto de mi imaginación. – Te amo–repetí ya más calmada, más feliz, más simplemente completa.
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 18/08/2010
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Re: Sin remordimientos
Miraba el techo, la pared, la ventana, las estrellas…pensando en ella, en tenerla tan cerca y la imposibilidad de estar juntos, de poder tocarla como lo había hecho aquella noche en el lago. Por primera vez en mi vida odie las costumbres y las propias reglas que yo había defendido durante cientos de años. Sabía que debía respetar el espacio de mi dama y esperar hasta que nuestras nupcias se realizaran pero faltaba tan poco y la verdad era que, siendo inminente, daba lo mismo actuar de una vez, de todas formas ella ya había aceptado pasar toda su vida conmigo, la boda era solo un acto para protocolizar su nuevo rol de reina de Italia, mi esposa, a quien en adelante todo el imperio debía pleitesía, incluyendo a mi propia familia. Sophia para mí lo era todo y sabía que tarde o temprano, mis propios hermanos entenderían que mi decisión tenía una razón y era que Sophia era mi compañera.
Espere a que el servicio se retirara, solo la guardia patrullaba los pasillos y lo bueno de ser el rey era que podía caminar a cualquier hora y por cualquier lugar, todo lo que recibía a cambio era una reverencia. Tuve que atravesar el castillo de un extremo a otro para llegar a la habitación de Sophia, allí el temor me invadió al principio pero pudo más el deseo que tenia de verla aquella noche. No sé cómo salieron mis palabras pero de pronto me encontraba frente a ella diciéndole que la quería y que no podía pasar más tiempo lejos de ella. La bese en la misma puerta, sin siquiera esperar a entrar, la tome en mis brazos y reclame lo que deseaba, toda ella. En la ocasión del lago simplemente había surgido como un juego de niños, ambos bajo la lluvia solo guiados por el instinto. Sucedía algo similar, nuestro instinto nos decía que era hora de actuar y los dos obedecimos a nuestra necesidad.
-Lo sé, no pude esperar más, tenía que verte, te amo- respondí entre besos intercalados de los varios que recibía de parte de mi futura mujer o definitivamente, mi mujer. Seguido el siguiente beso fue más pasional, entregado al deseo que ambos teníamos quemándonos por dentro, mi cuerpo la fue empujando hasta quedar dentro de su habitación, a puertas cerradas, los dos solos y ajenos de todo el mundo exterior, que a esas alturas era totalmente irrelevante para dos amantes que querían volver a retomar el papel con el que se conocieron después de bailar totalmente empapados. Nuestros labios se separaron un momento y ella volvió a expresar lo que sentía –Lo sé, ¿sabes cuánto yo te amo a ti no?- respondí antes de esbozar una sonrisa. La cargue con facilidad en brazos y la lleve hasta su cama, depositándola delicadamente sobre la superficie de las sabanas, entonces proseguí a sentarme a su lado, tome su brazo y empecé a besar los dedos de sus manos con tanta devoción que parecía empezar un ritual en otro tiempo olvidado.
Teníamos un futuro por delante pero ya estaba cansado de pensar solo en que las cosas podrían realizarse en el mañana, la noche siguiente, dentro de una semana o un mes, cuando fuera propicio. Con ella no era así, la paciencia se diluía fácilmente, no podía menos que desear estar con la mujer que amaba, sin tener que esperar un minuto más. Algunos miembros de la corte creían que últimamente me encontraba distraído y distante, comportamiento que nunca antes mostré, por ello aceptaron que las bodas fueran lo más rápido posible, apresuraron los preparativos y se dieron a la responsabilidad de tener todo listo en menos de dos semanas, ya había pasado una y solo faltaban días para la boda. Luego de ello, Sophia y yo ya no tendríamos que dormir en habitaciones diferentes. Esta noche era una aventura fuera de lo planeado, porque ella no se merecía un trato así, la mujer salvaje, que hacia arder una piel eternamente congelada cada vez que me tocaba, solo merecía lo que ella misma desbordaba, pasión.
-¿Dejaras que sea, esta noche, un intruso en tu lecho?- pregunté deteniéndome momentáneamente, una de mis manos bajo hasta sus muslos para recorrerlo con caricias interminables, avivando el deseo por su piel, dejando que mi naturaleza hiciera lo que mejo sabia hacer, porque no pelearía mas en contra de la lujuria, había decidido que estaba bien mientras quien la inspirara fuera Sophia.
Espere a que el servicio se retirara, solo la guardia patrullaba los pasillos y lo bueno de ser el rey era que podía caminar a cualquier hora y por cualquier lugar, todo lo que recibía a cambio era una reverencia. Tuve que atravesar el castillo de un extremo a otro para llegar a la habitación de Sophia, allí el temor me invadió al principio pero pudo más el deseo que tenia de verla aquella noche. No sé cómo salieron mis palabras pero de pronto me encontraba frente a ella diciéndole que la quería y que no podía pasar más tiempo lejos de ella. La bese en la misma puerta, sin siquiera esperar a entrar, la tome en mis brazos y reclame lo que deseaba, toda ella. En la ocasión del lago simplemente había surgido como un juego de niños, ambos bajo la lluvia solo guiados por el instinto. Sucedía algo similar, nuestro instinto nos decía que era hora de actuar y los dos obedecimos a nuestra necesidad.
-Lo sé, no pude esperar más, tenía que verte, te amo- respondí entre besos intercalados de los varios que recibía de parte de mi futura mujer o definitivamente, mi mujer. Seguido el siguiente beso fue más pasional, entregado al deseo que ambos teníamos quemándonos por dentro, mi cuerpo la fue empujando hasta quedar dentro de su habitación, a puertas cerradas, los dos solos y ajenos de todo el mundo exterior, que a esas alturas era totalmente irrelevante para dos amantes que querían volver a retomar el papel con el que se conocieron después de bailar totalmente empapados. Nuestros labios se separaron un momento y ella volvió a expresar lo que sentía –Lo sé, ¿sabes cuánto yo te amo a ti no?- respondí antes de esbozar una sonrisa. La cargue con facilidad en brazos y la lleve hasta su cama, depositándola delicadamente sobre la superficie de las sabanas, entonces proseguí a sentarme a su lado, tome su brazo y empecé a besar los dedos de sus manos con tanta devoción que parecía empezar un ritual en otro tiempo olvidado.
Teníamos un futuro por delante pero ya estaba cansado de pensar solo en que las cosas podrían realizarse en el mañana, la noche siguiente, dentro de una semana o un mes, cuando fuera propicio. Con ella no era así, la paciencia se diluía fácilmente, no podía menos que desear estar con la mujer que amaba, sin tener que esperar un minuto más. Algunos miembros de la corte creían que últimamente me encontraba distraído y distante, comportamiento que nunca antes mostré, por ello aceptaron que las bodas fueran lo más rápido posible, apresuraron los preparativos y se dieron a la responsabilidad de tener todo listo en menos de dos semanas, ya había pasado una y solo faltaban días para la boda. Luego de ello, Sophia y yo ya no tendríamos que dormir en habitaciones diferentes. Esta noche era una aventura fuera de lo planeado, porque ella no se merecía un trato así, la mujer salvaje, que hacia arder una piel eternamente congelada cada vez que me tocaba, solo merecía lo que ella misma desbordaba, pasión.
-¿Dejaras que sea, esta noche, un intruso en tu lecho?- pregunté deteniéndome momentáneamente, una de mis manos bajo hasta sus muslos para recorrerlo con caricias interminables, avivando el deseo por su piel, dejando que mi naturaleza hiciera lo que mejo sabia hacer, porque no pelearía mas en contra de la lujuria, había decidido que estaba bien mientras quien la inspirara fuera Sophia.
Invitado- Invitado
Re: Sin remordimientos
Mi pasión tenía nombre, apellido, un cuerpo y era el que me tenía prisionera entre sus labios, esos que de un dulce sabor a miel hacían que cada célula de mi cuerpo reaccionara de una manera feliz y placentera. Zarek el era todo para mi, mi vida había cambiado desde aquella magnifica noche donde la lluvia con su canto nos unió sin siquiera saber que todo podría seguir de una forma tan, diferente, caminos diferentes, rumbos que jamás en la vida se iban a juntar una noche fuimos en contra todas las corrientes que conocíamos, sin saber quién era realmente le había entregado mi alma. Desde ese día, cada amanecer se torno diferente con colores bellísimos, todos que jamás logre ver, el era quien inspiraba mis pasos aun cuando nunca pensé volver a verlo… el hizo que lo extrañara y entre mas lo pensaba más cerca me sentía de é, porque nunca me aleje, mi corazón y el suyo permanecieron juntos, hasta ahora y por siempre.
Un escalofríos recorrió mi cuerpo cuando fui cargada entre sus brazos como cual pluma vuela por los aires caí con el cuidado que solo el tenia para conmigo, no pude ni un segundo dejar de observar la perfección de su rostro, de su mirada que opacada por los años yo podía ver que brillaban cuando se dirigía hacia mí, mi amor por el no tenia explicación, y no la necesitaba el me hacía sentir viva y me daba la esperanza que nunca perdí, encontrar alguien que me aceptara por cómo era, un ser magnifico y temido, que no juzgaba sin antes conocer, mas en el silencio de mi condición y de mis instintos siempre sabia un poco mas de con quién trataba… Atrás quedaba la noche de pasión que ocultas en la lejanía de Francia aguardaban nuestro secreto. Pero ahora ya no había necesidad, había aceptado estar siempre con él, mi corazón, mi alma y todo mi ser lo amaban cada día mas, aun cuando no lo veía siempre lo amaba cada segundo más. – Te amo… más que ayer y menos que mañana, y se cuento me amas por que tus ojos me lo dicen – susurre mirándole de manera cálida, moviendo uno de mis brazos para dejarle una caricia en su rostro frio como el mármol tieso como una estatua.
Sonreí cuando me beso y mi libido aumento cuando su mano acaricio mi muslo que tanto extraño aquellas caricias que solo el sabia proporcionarlas, el era quien prendía a las fieras en mi interior de una manera que las tres nos mezclábamos en una sola, mi cuerpo se arqueo mientras su caricia seguía guiándolo a adentrarse en mi piel, en mi. – Eres el intruso a cual amo, y puedes ser todo en este momento. – trague un poco de saliva mientras me levantaba solo un poco para que mis brazos cruzaran por su cuello y lo atrajeran hacia mi cuerpo, mordí mi labio e inspire su aroma para impregnarlo una vez más en mi memoria, que hacía que el recuerdo fuera el presente mismo – Yo seré la musa de tus fantasías, que ocultas en esta habitación habita esperando que el intruso venga a su encuentro – el hacía que todo en mi cambiara de manera radical, mi corazón se aceleraba con tan solo tenerlo cerca, los días a veces pasaban volando y sabia que una semana quedaba para la gran unión, que muchos esperaban pero nunca tanto como yo en ese momento, Zarek era mío, fue mío desde la primera palabra que pronuncio, su primera mirada fue la que robo mi corazón.
Difícil de explicar fácil de actuar, solo un camisón de ceda cubría mi cuerpo al contrario el andaba perfectamente vestido luego de atraerlo hacia mí, una de mis manos busco la piel bajo aquella camisa que lo cubría, no hacía falta desgarrar su ropa mas teníamos toda una vida para hacer esas locuras, pero no podía alejarme de lo que era, la mujer salvaje que había conocido, me levante un poco, lo suficiente para que una de mis uñas le arrebatara los botones que perfectamente adheridos a la camisa saltaron, mis ojos permanecieron intactos buscando el deseo oculto tras aquellos celestes que el poseía. Las palabras llegaban a sobrar cuando nuestros cuerpos se encargaban de hablarse con el lenguaje que ya conocían, despojado del cierre por los botones, mi mano juguetona acaricio su espalda, transfiriéndole mi calor que a esas alturas era más elevada. Mis uñas con cuidado depositaron caricias, buscando un camino que ya conocían pero que había desaparecido – Soy tuya - las palabras ni siquiera las pensé salieron por si solas, lo necesitaba de una manera que no podía explicar. Mi deseo subía a medida que mis manos lo acariciaban, a medida que el tocaba lo que le pertenecía… Zarek, el rey de mis sueños, el amor de mi vida… el vampiro que prendio fuego a la fiera en mi interior y que me amo sin amarme pero se entrego sin saber por qué caminos andábamos…
Un escalofríos recorrió mi cuerpo cuando fui cargada entre sus brazos como cual pluma vuela por los aires caí con el cuidado que solo el tenia para conmigo, no pude ni un segundo dejar de observar la perfección de su rostro, de su mirada que opacada por los años yo podía ver que brillaban cuando se dirigía hacia mí, mi amor por el no tenia explicación, y no la necesitaba el me hacía sentir viva y me daba la esperanza que nunca perdí, encontrar alguien que me aceptara por cómo era, un ser magnifico y temido, que no juzgaba sin antes conocer, mas en el silencio de mi condición y de mis instintos siempre sabia un poco mas de con quién trataba… Atrás quedaba la noche de pasión que ocultas en la lejanía de Francia aguardaban nuestro secreto. Pero ahora ya no había necesidad, había aceptado estar siempre con él, mi corazón, mi alma y todo mi ser lo amaban cada día mas, aun cuando no lo veía siempre lo amaba cada segundo más. – Te amo… más que ayer y menos que mañana, y se cuento me amas por que tus ojos me lo dicen – susurre mirándole de manera cálida, moviendo uno de mis brazos para dejarle una caricia en su rostro frio como el mármol tieso como una estatua.
Sonreí cuando me beso y mi libido aumento cuando su mano acaricio mi muslo que tanto extraño aquellas caricias que solo el sabia proporcionarlas, el era quien prendía a las fieras en mi interior de una manera que las tres nos mezclábamos en una sola, mi cuerpo se arqueo mientras su caricia seguía guiándolo a adentrarse en mi piel, en mi. – Eres el intruso a cual amo, y puedes ser todo en este momento. – trague un poco de saliva mientras me levantaba solo un poco para que mis brazos cruzaran por su cuello y lo atrajeran hacia mi cuerpo, mordí mi labio e inspire su aroma para impregnarlo una vez más en mi memoria, que hacía que el recuerdo fuera el presente mismo – Yo seré la musa de tus fantasías, que ocultas en esta habitación habita esperando que el intruso venga a su encuentro – el hacía que todo en mi cambiara de manera radical, mi corazón se aceleraba con tan solo tenerlo cerca, los días a veces pasaban volando y sabia que una semana quedaba para la gran unión, que muchos esperaban pero nunca tanto como yo en ese momento, Zarek era mío, fue mío desde la primera palabra que pronuncio, su primera mirada fue la que robo mi corazón.
Difícil de explicar fácil de actuar, solo un camisón de ceda cubría mi cuerpo al contrario el andaba perfectamente vestido luego de atraerlo hacia mí, una de mis manos busco la piel bajo aquella camisa que lo cubría, no hacía falta desgarrar su ropa mas teníamos toda una vida para hacer esas locuras, pero no podía alejarme de lo que era, la mujer salvaje que había conocido, me levante un poco, lo suficiente para que una de mis uñas le arrebatara los botones que perfectamente adheridos a la camisa saltaron, mis ojos permanecieron intactos buscando el deseo oculto tras aquellos celestes que el poseía. Las palabras llegaban a sobrar cuando nuestros cuerpos se encargaban de hablarse con el lenguaje que ya conocían, despojado del cierre por los botones, mi mano juguetona acaricio su espalda, transfiriéndole mi calor que a esas alturas era más elevada. Mis uñas con cuidado depositaron caricias, buscando un camino que ya conocían pero que había desaparecido – Soy tuya - las palabras ni siquiera las pensé salieron por si solas, lo necesitaba de una manera que no podía explicar. Mi deseo subía a medida que mis manos lo acariciaban, a medida que el tocaba lo que le pertenecía… Zarek, el rey de mis sueños, el amor de mi vida… el vampiro que prendio fuego a la fiera en mi interior y que me amo sin amarme pero se entrego sin saber por qué caminos andábamos…
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
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Re: Sin remordimientos
Amor, una palabra prohibida para alguien con mi naturaleza, pero Sophia hacia que todo fuera posible. No sabía cómo podía amar cuando no era más que un muerto vivo, sin corazón, sin sentimientos más que los que ella producía, sin es eso eran, me habían devuelto la vida que una vez poseí, hace miles de años. Ella me hacía sentir vivo. Solía obedecer solo a la razón, a lo que podía entender y dominar a mi alcance, así había sido siempre y durante mucho tiempo. El amar había sido una posibilidad remota, cerrada, imposible. Lo único que la piel reclamaba era el placer, tan usual en naturalezas como la de lo condenados, pero tan vacía como los bolsillos de un pobre humano. Lo entendía de esa forma y vivía con un gran vacío, jamás antes llenado, hasta la llegada de una mujer bajo una noche cuyo mejor manto se vistió de lluvia. Si se me daba la posibilidad de sentir amor estaba seguro que solo seria por ella -Y yo te lo digo también, no hay nadie en este mundo a quién ame más que a ti- respondí acariciando sus cabellos.
Besarla era inevitable, lo había previsto antes, incluso cuando estaba pensando en ir a verla, supe en el fondo que no podría refrenar los impulsos que me llamaban a hacerla mía, como la noche en la que la conocí, cuando nuestros cuerpos se juntaron debajo de un árbol, aun con el rocío corriendo por nuestras pieles. Mis manos siguieron el rumbo que mi deseo buscaba, su piel, su inmaculada textura, su ardor. –Un intruso que no volverá a dejar esta habitación si no me detienes ahora- dije entre besos y caricias que amenazaban con intensificarse segundo tras segundo. Ella hizo lo que su cuerpo deseaba, tentarme aún más, hasta que la puerta de la habitación fue cerrada, sin opción a ser abierta de nuevo, por lo menos no hasta el día siguiente. Mi noche, la eterna vida, era la única hora en la que podía verla así que no perdería mi tiempo. Nuestros labios se buscaron con desesperación, saboreando cada caricia, buscando juntar nuestras pieles para sentirnos plenamente.
Sophia me atrajo hacia sí y, como era su costumbre, hizo volar los botones de la camisa que llevaba puesta. Mis manos hicieron lo propio, rasgaron el camisón que ella llevaba, y acariciaron sus muslos, levantándola levemente hasta llevarla a la cama, donde la cerque entre mis brazos cuando ella cayó recostada entre sabanas y almohadas. –Me alegra escuchar eso…no soportaría que fueras de nadie más- respondí cuando ella afirmo que era mía. Hacía un tiempo pensaba en que la dejaría libre si ella lo deseaba así, no podía obligarla a entrar a mi vida, a encerrarse en un castillo y a tener que amar a un vampiro como yo pero ella decidió entregarse por propia voluntad y por ello no podría dejar que se fuera de mi lado más. Estaba demás decir que todo lo que tenía le pertenecería también a ella y la amaría hasta el último de mis días aunque la eternidad estuviera de mi parte.
Me quité la camisa, ya bastante hecha trizas, y la tire por cualquier lado, seguido bese su cuello, quitando con las manos la ropa que aun la cubría y dejándola al descubierto. Todo parecía ser diferente desde la noche en el lago, no éramos ya dos desconocidos, estábamos en el lugar donde compartiríamos nuestras vidas pero aun así, aquello que ella me provocaba solo se incrementaba a medida que la besaba y la sentía entre mis manos. Podía perder la cabeza, podía perder hasta la razón, no me importaba, lo único que deseaba era a ella, lo demás fuera de la habitación no existía en ese momento. –Quiero que vivas una eternidad- susurre cuando estuve cerca a su oído aun repartiendo besos en todo el espacio de su piel. Empezaba a excitarme, su calor me llamaba, su boca me hacía sentir sediento.
Besarla era inevitable, lo había previsto antes, incluso cuando estaba pensando en ir a verla, supe en el fondo que no podría refrenar los impulsos que me llamaban a hacerla mía, como la noche en la que la conocí, cuando nuestros cuerpos se juntaron debajo de un árbol, aun con el rocío corriendo por nuestras pieles. Mis manos siguieron el rumbo que mi deseo buscaba, su piel, su inmaculada textura, su ardor. –Un intruso que no volverá a dejar esta habitación si no me detienes ahora- dije entre besos y caricias que amenazaban con intensificarse segundo tras segundo. Ella hizo lo que su cuerpo deseaba, tentarme aún más, hasta que la puerta de la habitación fue cerrada, sin opción a ser abierta de nuevo, por lo menos no hasta el día siguiente. Mi noche, la eterna vida, era la única hora en la que podía verla así que no perdería mi tiempo. Nuestros labios se buscaron con desesperación, saboreando cada caricia, buscando juntar nuestras pieles para sentirnos plenamente.
Sophia me atrajo hacia sí y, como era su costumbre, hizo volar los botones de la camisa que llevaba puesta. Mis manos hicieron lo propio, rasgaron el camisón que ella llevaba, y acariciaron sus muslos, levantándola levemente hasta llevarla a la cama, donde la cerque entre mis brazos cuando ella cayó recostada entre sabanas y almohadas. –Me alegra escuchar eso…no soportaría que fueras de nadie más- respondí cuando ella afirmo que era mía. Hacía un tiempo pensaba en que la dejaría libre si ella lo deseaba así, no podía obligarla a entrar a mi vida, a encerrarse en un castillo y a tener que amar a un vampiro como yo pero ella decidió entregarse por propia voluntad y por ello no podría dejar que se fuera de mi lado más. Estaba demás decir que todo lo que tenía le pertenecería también a ella y la amaría hasta el último de mis días aunque la eternidad estuviera de mi parte.
Me quité la camisa, ya bastante hecha trizas, y la tire por cualquier lado, seguido bese su cuello, quitando con las manos la ropa que aun la cubría y dejándola al descubierto. Todo parecía ser diferente desde la noche en el lago, no éramos ya dos desconocidos, estábamos en el lugar donde compartiríamos nuestras vidas pero aun así, aquello que ella me provocaba solo se incrementaba a medida que la besaba y la sentía entre mis manos. Podía perder la cabeza, podía perder hasta la razón, no me importaba, lo único que deseaba era a ella, lo demás fuera de la habitación no existía en ese momento. –Quiero que vivas una eternidad- susurre cuando estuve cerca a su oído aun repartiendo besos en todo el espacio de su piel. Empezaba a excitarme, su calor me llamaba, su boca me hacía sentir sediento.
Invitado- Invitado
Re: Sin remordimientos
Nuestro único pecado era amarnos de la forma feroz como lo hacíamos, porque dejando atrás el encuentro sexual había un sentimiento que nos inundaba a los dos, ese que no necesitaba de palabras ni de adornos, esta precisamente era la forma una de las tantas que nosotros teníamos de demostrar lo que ambos en cuerpo y alma sentíamos por el otro. Las noches que me desvelaba esperando que usurpara mi habitación quedaban atrás con este encuentro que aceleraba cada célula de mi cuerpo humano y animal a la vez. Aun cuando el no me conocía de las otras formas tenía fe que podía saber o tener una idea de cómo seria. En esas milésimas de segundos que estábamos ahí ya había sido la humana, el gato y la fiera. Lo necesitaba ahora y para siempre porque ya no podía imaginar mi vida sin él. Simplemente me completaba, de una manera que nunca pensé que alguien pudiera hacerlo. – No te dejare ir, porque eres el intruso al que esperaba – mi cuerpo se movía como cual pluma en sus brazos, dejándome llevar por las caricias, los besos.
En ese instante su camisa ya no estaba y la tela que antes cubría mi cuerpo había desaparecido entre sus manos que firmes y frías tomaban todo a su paso liberándome de algo que en realidad para nosotros no era necesario, nuestras vestimentas. Por cuanto sus manos acariciaban mis muslos los minúsculos bellos que cubrían mi piel se erizaban provocando un escalofríos electrificarte que me hacia desearlo aun mas. Mis dedos trazaban líneas imaginarias por su espalda que escribían en un idioma un Te amo. Lento por como disfrutábamos del otro me centre en su pantalón, actué de la misma forma una de mis uñas se encargaba de manera delicada a quitarle, despojarlo de aquello que no quería, mientras mi lengua jugaba en su boca marcando un territorio que solo era mío, en pocas palabras él lo era. Cuando ya desabroche aquella prenda me dedique a quitársela a mi manera entre suaves arañazos y caricias quedo solo con su interior donde una de mis manos se dedico a masajearle su centro sexual, aun sobre la tela podía sentir su virilidad la cual con mis actos, caricias y besos la provocaba e incitaba a seguir.
Hice presión en su entre piernas, de una manera ferviente mientras con cuidado pegaba mi cuerpo al suyo, quitando la mano de ahí y posicionándola en su nuca para sostenerlo y darle una mordida en su labio inferior con fuerza y lujuria pegue mi frente a la ajena – Solo viviré eternamente si es a tu lado – no me veía de ninguna otra forma sin él. Mi vida como cambiaformas me permitía una longevidad que aprovecharía junto a él, eternamente era una palabra que venía escondida con su secreto ¿a caso yo podría ser como él? Un escalofríos llego a mi cabeza y mis labios actuaron por si solos besándolo de manera intensa mientras el vaivén de mis caderas producía un roce suave entre ambos cuerpos, mis dedos jugaban en su espalda de primeras causando presión en el, luego mis uñas incrustándose en él arañaban de una forma posesiva, casi con malicia dejando marcas que se borrarían al cicatrizar pero permanecerían los recuerdos en las paredes que como únicas espectadoras guardarían nuestro encuentro secreto, nuestra entrega total. – Nuestro amor siempre será eterno – susurre cuando el aliento me falto y mis pulmones se volvieron a llenar de aquel oxigeno vital que por segundos parecía olvidarme de probar, mi cabeza solo se centraba en mis actos, mi sangre que fluía con gran rapidez me causaba un éxtasis difícil de explicar, pero fácil de sobrellevar.
En ese instante su camisa ya no estaba y la tela que antes cubría mi cuerpo había desaparecido entre sus manos que firmes y frías tomaban todo a su paso liberándome de algo que en realidad para nosotros no era necesario, nuestras vestimentas. Por cuanto sus manos acariciaban mis muslos los minúsculos bellos que cubrían mi piel se erizaban provocando un escalofríos electrificarte que me hacia desearlo aun mas. Mis dedos trazaban líneas imaginarias por su espalda que escribían en un idioma un Te amo. Lento por como disfrutábamos del otro me centre en su pantalón, actué de la misma forma una de mis uñas se encargaba de manera delicada a quitarle, despojarlo de aquello que no quería, mientras mi lengua jugaba en su boca marcando un territorio que solo era mío, en pocas palabras él lo era. Cuando ya desabroche aquella prenda me dedique a quitársela a mi manera entre suaves arañazos y caricias quedo solo con su interior donde una de mis manos se dedico a masajearle su centro sexual, aun sobre la tela podía sentir su virilidad la cual con mis actos, caricias y besos la provocaba e incitaba a seguir.
Hice presión en su entre piernas, de una manera ferviente mientras con cuidado pegaba mi cuerpo al suyo, quitando la mano de ahí y posicionándola en su nuca para sostenerlo y darle una mordida en su labio inferior con fuerza y lujuria pegue mi frente a la ajena – Solo viviré eternamente si es a tu lado – no me veía de ninguna otra forma sin él. Mi vida como cambiaformas me permitía una longevidad que aprovecharía junto a él, eternamente era una palabra que venía escondida con su secreto ¿a caso yo podría ser como él? Un escalofríos llego a mi cabeza y mis labios actuaron por si solos besándolo de manera intensa mientras el vaivén de mis caderas producía un roce suave entre ambos cuerpos, mis dedos jugaban en su espalda de primeras causando presión en el, luego mis uñas incrustándose en él arañaban de una forma posesiva, casi con malicia dejando marcas que se borrarían al cicatrizar pero permanecerían los recuerdos en las paredes que como únicas espectadoras guardarían nuestro encuentro secreto, nuestra entrega total. – Nuestro amor siempre será eterno – susurre cuando el aliento me falto y mis pulmones se volvieron a llenar de aquel oxigeno vital que por segundos parecía olvidarme de probar, mi cabeza solo se centraba en mis actos, mi sangre que fluía con gran rapidez me causaba un éxtasis difícil de explicar, pero fácil de sobrellevar.
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
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Re: Sin remordimientos
Se creía que no podía ser, que dos elementos como nosotros no podían convivir juntos en una relación tan pasional como aquella. Las características de nuestras razas nos separaban incluso en los momentos en los que anhelábamos estar juntos y algo tenía que planear para el futuro. Le hubiera vendido mi alma al mismo Lucifer si tan solo me permitiera volver a ser humano para estar con Sophia o por lo menos para ser un cambiaformas como lo era ella pero la realidad era diferente, en pacto de sangre se había hecho hace miles de años y no tenia vuelta atrás, sería un vampiro hasta que llegara el momento de mi muerte final o por toda la eternidad. Sophia en cambio podía cambiar, dejar de ser una felina para convertirse en una inmortal pero no quería ser tan egoísta y hacerle pasar a esa vida que a veces es tan vacía. No quería quitarle la vitalidad, el que pudiera disfrutar del día y el correr libremente en su forma animal, ni mucho menos que su fiereza se perdiera. Esa Sophia era de la que me había enamorado en Paris y así quería que siga siendo.
En momentos como aquel, cuando ella se encontraba en mis brazos, por poco olvidaba todo lo que solía pensar cuando mi mente se encontraba lucida. El deseo era tan fuerte que ganas no me faltaban de desearla así para siempre, sin que existiera el temor de que en algún momento ya no pudiera encontrarla de la misma forma en que la poseía. Sophia era una adicción a esas alturas de mi vida y los que me rodeaban se daban cuenta de ello y se oponían a que pudiera dejarme llevar por un romance que parecía ser más propio de un jovenzuelo y no de un vampiro con tantos años de vida y por ello mismo con vasta experiencia. Lo que me hacía falta explicar era que mi experiencia en los campos del amor era escasa, a pocas mujeres había querido y casi a ninguna había amado en la misma medida que a Sophia.
Mi presencia esa noche lo confirmaba, las palabras se ahogaban en mi garganta, ni tenía ganas de hablar solo de poseerla. La tentación de tenerla cerca me venció y antes solo podía esperar porque estábamos tan lejos uno del otro que no quedaba más que ser paciente pero eso ya termino con su llegada. El que la ropa estuviera hecha jirones era lo de menos, lo que importaba en ese momento era el reclamo de sus labios que ansiaban tocarse mutuamente y juntarse una u otra vez sin que el beso húmedo y masajeante se terminara mientras sus manos reclamaban la piel de sus cuerpos, el fundirse nuevamente en un abrazo placentero. Nos encontrábamos excitados, con la respiración entrecortada de ella provocando a que fuéramos por más hasta perder el control y solo seguir al instinto. Así mis manos buscaron sus hermosos y suaves senos para masajearlos, la textura de su piel enloquecía al sentido del tacto y provocaba que las caricias se extendieran por el abdomen, caderas y finalmente glúteos, como si siguiera una línea imaginaria.
Sophia no solo lograba excitarme más con sus masajes a mi miembro sino que luego procedió a arañar mi espalda, dolor que daba placer y que me hizo sobresaltarme por unos segundos, de la misma forma en que ocurrió en el lago. Los rasguños más profundos probablemente producían heridas sangrantes pero como disfrutaba cuando Sophia parecía querer luchar con su propio animalismo sin lograrlo, satisfaciéndose también ella en el proceso. El pensar en sangre no me ayudo a disminuir la tentación sino a incrementarla, nuestros cuerpos estaban casi totalmente desnudos y mi sed pudo más que yo. Sophia se puso a uno de mis costados para susurrar con el aliento exhausto y en ese momento mis labios encontraron su cuello, casi automáticamente mis colmillos perforaron en su piel como tanto había deseado hacer en el lago. Consciente de que podía hacerle daño retire lentamente mis labios de su cuello aunque en ellos había recogido unas gotas de sangre de Sophia que fueron como néctar, era la primera vez que probaba su sangre y ya podía decir que era tan adicto a ella como lo era a Sophia. Mi mente se cegó, quizá tan salvaje como ella le arranque la última prenda y me deshice de la mía, la puse de bruces y la penetre en esa posición una y otra vez, embistiéndola, saciando el deseo con la humedad de su vientre mientras sus gemidos y mis gemidos se encontraban al unísono.
En momentos como aquel, cuando ella se encontraba en mis brazos, por poco olvidaba todo lo que solía pensar cuando mi mente se encontraba lucida. El deseo era tan fuerte que ganas no me faltaban de desearla así para siempre, sin que existiera el temor de que en algún momento ya no pudiera encontrarla de la misma forma en que la poseía. Sophia era una adicción a esas alturas de mi vida y los que me rodeaban se daban cuenta de ello y se oponían a que pudiera dejarme llevar por un romance que parecía ser más propio de un jovenzuelo y no de un vampiro con tantos años de vida y por ello mismo con vasta experiencia. Lo que me hacía falta explicar era que mi experiencia en los campos del amor era escasa, a pocas mujeres había querido y casi a ninguna había amado en la misma medida que a Sophia.
Mi presencia esa noche lo confirmaba, las palabras se ahogaban en mi garganta, ni tenía ganas de hablar solo de poseerla. La tentación de tenerla cerca me venció y antes solo podía esperar porque estábamos tan lejos uno del otro que no quedaba más que ser paciente pero eso ya termino con su llegada. El que la ropa estuviera hecha jirones era lo de menos, lo que importaba en ese momento era el reclamo de sus labios que ansiaban tocarse mutuamente y juntarse una u otra vez sin que el beso húmedo y masajeante se terminara mientras sus manos reclamaban la piel de sus cuerpos, el fundirse nuevamente en un abrazo placentero. Nos encontrábamos excitados, con la respiración entrecortada de ella provocando a que fuéramos por más hasta perder el control y solo seguir al instinto. Así mis manos buscaron sus hermosos y suaves senos para masajearlos, la textura de su piel enloquecía al sentido del tacto y provocaba que las caricias se extendieran por el abdomen, caderas y finalmente glúteos, como si siguiera una línea imaginaria.
Sophia no solo lograba excitarme más con sus masajes a mi miembro sino que luego procedió a arañar mi espalda, dolor que daba placer y que me hizo sobresaltarme por unos segundos, de la misma forma en que ocurrió en el lago. Los rasguños más profundos probablemente producían heridas sangrantes pero como disfrutaba cuando Sophia parecía querer luchar con su propio animalismo sin lograrlo, satisfaciéndose también ella en el proceso. El pensar en sangre no me ayudo a disminuir la tentación sino a incrementarla, nuestros cuerpos estaban casi totalmente desnudos y mi sed pudo más que yo. Sophia se puso a uno de mis costados para susurrar con el aliento exhausto y en ese momento mis labios encontraron su cuello, casi automáticamente mis colmillos perforaron en su piel como tanto había deseado hacer en el lago. Consciente de que podía hacerle daño retire lentamente mis labios de su cuello aunque en ellos había recogido unas gotas de sangre de Sophia que fueron como néctar, era la primera vez que probaba su sangre y ya podía decir que era tan adicto a ella como lo era a Sophia. Mi mente se cegó, quizá tan salvaje como ella le arranque la última prenda y me deshice de la mía, la puse de bruces y la penetre en esa posición una y otra vez, embistiéndola, saciando el deseo con la humedad de su vientre mientras sus gemidos y mis gemidos se encontraban al unísono.
Invitado- Invitado
Re: Sin remordimientos
Mi naturaleza pedía a gritos salir mis sentidos se nublaban cada vez que sentía ese tipo de excitación Zarek el único que había logrado controlar a la fiera en mi interior, tan siquiera ninguno de mis pensamientos era racional en ese momento era cuando mi corazón se aceleraba pidiendo a gritos rugir y arañar todo a mi paso, pero mi voluntad era fuerte tenía que ser yo Sophia convertida en las otras dos bestias, mientras mi boca se secaba en besos que me dejaban con ganas de querer más de él, mi cuerpo sufría concurrentes escalofríos electríficantes que hacían vibrar todo a mi paso, habíamos aguantado vario sin poder estar juntos y aunque solo un papel o una bendición faltaba para que pudiéramos ser marido y mujer. Yo ya le pertenecía desde el momento en que me cautivo en la laguna desde ahí ya era solamente de él. Podía sentir el cambio leve de mis ojos mi pupila se dilataba y contraía logrando ver con mas detalles los rasgos de mi amado.
Mi cuerpo aumentaba de temperatura a medida que las manos de el masajeaban mis pechos y hacia un camino imaginario por mi cuerpo, lo deseaba y necesitaba y tenerlo ahí pegado a mi solo hacía que mis más bajos instintos salieran a flote, mis uñas seguían su curso mientras seguía disfrutando a ese hombre que tanto despertaba en mi. Al sentir el clavado en mi cuello prácticamente todo mi cuerpo se paralizo para luego sentir una oleada de placer a la cual me aferre, estaba cegada y entregada a él. Ese pequeño dolor había detonado algo que nunca había si quiera pasado por mi cabeza. Mis uñas se clavaron en mi espalda y fue ahí que en un abrir y cerrar de ojos que el ya estaba en mi entrando y saliendo.
Mis gemidos ya no eran los de un simple minino, si no que ahora era la fiera como rugidos se ocultaban en el placer mis carnal, mis caderas comencé a mover ayudando a que entrara aun mas si fuera eso posible. Mi corazón agitado como estaba podía estallar en ese momento y aferrándome de las sabanas las raje con el solo impulso del placer que sentía, salvaje así era. Busque como pude sus labios los cuales mordí con gran fuerza para luego terminar con un beso donde el aire me faltaba haciendo de la misma manera que mi libido subiera aun mas. ¿Podía sentir más placer? Ni siquiera pensé tan solo actué acorde mis sentidos pedían que lo hiciera. Con un movimiento algo suave pero rápido me puse sobre el pase mi lengua por sus labios bajando por su cuello donde me concentre mientras me acomodaba sobre su virilidad mis caderas comenzaron a chocar con las de él. Con movimientos continuos y solo de la cadera repartí besos y lamidas por su cuerpo o al menos por donde alcanzaba.
Mordí sin causarle daño su hombro, de alguna forma así libraba un estrés magnifico que sentía ahí, placer puro placer. Me levante quedando sentada sobre el moviendo en un vaivén placentero mi cadera sintiendo como cada segundo que corría me humedecía mas. Pose mis manos en su pecho y con cuidado enterré mis uñas sin causarle daño necesitaba afirmar mi cuerpo. Dure lo necesario ahí mientras cada segundo que pasaba la lujuria me embargaba con demasía. Apoye mis brazos a cada lado de el para buscar sus labios del cual me aferre con los dientes levante levemente mi cadera y continúe ahora embistiéndole de manera más suave pero profunda. Mis gemidos iban y venían gritos ahogados, besos interminables y un cuerpo que desbordaba placer. Estaba ardiendo en ese momento la leve transpiración de mi cuerpo causaba que quisiera seguir quería llenarme de él como quería también que el se llevara mi esencia impregnada den su piel.
Las palabras habían sido cambiadas por gemidos, podría gritar de placer en esa habitación, porque ella solamente escucharía y nos aplaudiría por aquel acto tan salvajemente lujurioso, porque lo que contaba más que todo era que había amor de por medio. Quería todo y lo entregaría todo, simple y placentero. Mis labios se apoyaron en su cuello y le mordí para luego lamer y llegar hasta su lóbulo que lo introduje en mi boca con sensualidad – Dame mas – simplemente pedí con mucha falta de aire.
Mi cuerpo aumentaba de temperatura a medida que las manos de el masajeaban mis pechos y hacia un camino imaginario por mi cuerpo, lo deseaba y necesitaba y tenerlo ahí pegado a mi solo hacía que mis más bajos instintos salieran a flote, mis uñas seguían su curso mientras seguía disfrutando a ese hombre que tanto despertaba en mi. Al sentir el clavado en mi cuello prácticamente todo mi cuerpo se paralizo para luego sentir una oleada de placer a la cual me aferre, estaba cegada y entregada a él. Ese pequeño dolor había detonado algo que nunca había si quiera pasado por mi cabeza. Mis uñas se clavaron en mi espalda y fue ahí que en un abrir y cerrar de ojos que el ya estaba en mi entrando y saliendo.
Mis gemidos ya no eran los de un simple minino, si no que ahora era la fiera como rugidos se ocultaban en el placer mis carnal, mis caderas comencé a mover ayudando a que entrara aun mas si fuera eso posible. Mi corazón agitado como estaba podía estallar en ese momento y aferrándome de las sabanas las raje con el solo impulso del placer que sentía, salvaje así era. Busque como pude sus labios los cuales mordí con gran fuerza para luego terminar con un beso donde el aire me faltaba haciendo de la misma manera que mi libido subiera aun mas. ¿Podía sentir más placer? Ni siquiera pensé tan solo actué acorde mis sentidos pedían que lo hiciera. Con un movimiento algo suave pero rápido me puse sobre el pase mi lengua por sus labios bajando por su cuello donde me concentre mientras me acomodaba sobre su virilidad mis caderas comenzaron a chocar con las de él. Con movimientos continuos y solo de la cadera repartí besos y lamidas por su cuerpo o al menos por donde alcanzaba.
Mordí sin causarle daño su hombro, de alguna forma así libraba un estrés magnifico que sentía ahí, placer puro placer. Me levante quedando sentada sobre el moviendo en un vaivén placentero mi cadera sintiendo como cada segundo que corría me humedecía mas. Pose mis manos en su pecho y con cuidado enterré mis uñas sin causarle daño necesitaba afirmar mi cuerpo. Dure lo necesario ahí mientras cada segundo que pasaba la lujuria me embargaba con demasía. Apoye mis brazos a cada lado de el para buscar sus labios del cual me aferre con los dientes levante levemente mi cadera y continúe ahora embistiéndole de manera más suave pero profunda. Mis gemidos iban y venían gritos ahogados, besos interminables y un cuerpo que desbordaba placer. Estaba ardiendo en ese momento la leve transpiración de mi cuerpo causaba que quisiera seguir quería llenarme de él como quería también que el se llevara mi esencia impregnada den su piel.
Las palabras habían sido cambiadas por gemidos, podría gritar de placer en esa habitación, porque ella solamente escucharía y nos aplaudiría por aquel acto tan salvajemente lujurioso, porque lo que contaba más que todo era que había amor de por medio. Quería todo y lo entregaría todo, simple y placentero. Mis labios se apoyaron en su cuello y le mordí para luego lamer y llegar hasta su lóbulo que lo introduje en mi boca con sensualidad – Dame mas – simplemente pedí con mucha falta de aire.
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Re: Sin remordimientos
El hombre que creyó conocerlo todo en realidad había quedado prendado de una mujer que no encontró en medio de los salones de la realeza, este hombre, yo, qué en el pasado había sido tan moderado con respecto a cualquier vicio, no era el mismo. El placer carnal era una de las cadenas que ataban a aquellos que caían en las sábanas de la lujuria y Sophia era quien me había encadenado a su cuerpo y a su ser desde una noche que en este entonces podía verse lejana pero rememorable. Me había hechizado de una forma inexplicable, con su sola mirada, con sus labios, con su piel, con su fiereza. Ni siquiera éramos de la misma raza y quizá por ello el calor desbordante de su cuerpo podía mezclarse con la frialdad eterna del mío. Una vez pensé en olvidarla, por temor a necesitarla, pero perdí en esa guerra conmigo mismo. La necesitaba a mi lado, la quería solo para mí, como quién ha encontrado un tesoro que ha buscado toda su vida sin saberlo. Enloquecía, perdía la razón y el control en su compañía, con ella era un hombre diferente.
Quizá esas mismas fuerzas desenfrenadas fueron las que me llevaron hasta si habitación aquella noche. Estaba seguro de como terminaría esa noche pero en su momento no quise aceptar mi debilidad por ella. Era demasiado tarde, con tan solo verla mis más recónditos impulsos surgieron, quedaron atontados mis sentidos. El primer beso sello mi final. Como no desear a una criatura tan perfecta como ella, como no soñar con sus labios, como no extrañar su calor. Su piel y mi piel se llamaban en silencio y a nuestros labios acudieron solo gemidos cuando el inminente encuentro entre nuestros cuerpos tuvo lugar. Las caricias convertidas en arañazos, los besos convertidos en mordidas, el roce convertido en penetración continua. Ambos quedamos suspendidos en un tiempo y espacio que pertenecía a nuestro amor, a nuestra unión y a nuestra entrega. Ella me lo brindó todo, el sabor de su cuerpo y el sabor de su sangre, para llevarme a uno de los máximos placeres. La excitación que me producía su sangre y la excitación que me producía su cuerpo se encontraron en el mejor lugar para ambos.
Algo de control me quedaba, una pisca siquiera, que me dejo separarme de su cuello para no hacerle daño con mis colmillos. Su sangre caliente era una delicia para mis labios y mi garganta. Su sexo envolvente era una delicia para mi miembro dentro de ella. Las embestidas nos procuraban más placer a medida que el ritmo aumentaba, lo único en lo que pensaba era en sentirme tan dentro de ella que se tornara insoportable. Sophia, por su parte, hacía de mi piel su lienzo donde sus uñas eran el único pincel y mi sangre la pintura. Mis manos, que paseaban por sus caderas y subían hasta sus senos, sentían como su pecho se inflaba y como aliviaba ello cada vez que algún gemido brotaba de sus labios para mezclarse con los míos en una sola melodía. Nuestros cuerpos apenas eran los medios para llegar al placer y nos aprovechábamos de estos para perder la razón en medio de aquel acto sexual.
No importaba como nos encontráramos, de todas formas nuestros labios llegaban a encontrarse, ella se contorneaba como una auténtica fiera mientras que yo la sostenía para que no llegáramos a separarnos pero hubo un momento en que ella prácticamente salió de mi control y se fue sobre mi como quién quiere acorralar a su presa. Éramos dos seres sedientos de placer. Ella paso su lengua por mis labios y bajo hasta mi cuello hasta que encontró nuevamente el lugar exacto donde quería encontrarme con ella. Acomodó sus caderas sobre mi miembro y volví a penetrarla desde aquella posición no sin antes contar con el movimiento de sus caderas, que buscaba que la penetración fuera más profunda aun. Ella estaba completamente húmeda, mojándome con sus fluidos mientras que yo estaba tan excitado que en cualquier momento podría terminar dentro de ella. Sus besos, lamidas y mordidas provocaron que en medio de una sonrisa satisfactoria de mi parte gimiera ante el contacto. Su cuerpo visto desde esa perspectiva era una escultura ante mis ojos, de modo que mis manos buscaron nuevamente sus senos y masajearon esta vez sus pezones duros.
Ella pedía más y yo así también lo quería más no quería volver a separarme nuevamente de ella ni por un segundo, es decir, no quería dejar el calor de su sexo. De modo que la tome con ambas manos de la parte posterior de las caderas, casi de las nalgas y la atraje un poco hacia adelante, lo suficiente para que pudiera moverme con ella encima de mí. Entonces, simultáneamente, moví mi cuerpo e impulse su cuerpo a que chocara con el mío de tal forma que la penetración se hizo tan profunda y placentera que el ritmo se aceleró para llegar al máximo placer, el momento en que los gemidos escapaban despavoridos de nuestros labios, cuando el éxtasis es insoportablemente delicioso, suficientemente fuerte como para nublar todos los sentidos.
Quizá esas mismas fuerzas desenfrenadas fueron las que me llevaron hasta si habitación aquella noche. Estaba seguro de como terminaría esa noche pero en su momento no quise aceptar mi debilidad por ella. Era demasiado tarde, con tan solo verla mis más recónditos impulsos surgieron, quedaron atontados mis sentidos. El primer beso sello mi final. Como no desear a una criatura tan perfecta como ella, como no soñar con sus labios, como no extrañar su calor. Su piel y mi piel se llamaban en silencio y a nuestros labios acudieron solo gemidos cuando el inminente encuentro entre nuestros cuerpos tuvo lugar. Las caricias convertidas en arañazos, los besos convertidos en mordidas, el roce convertido en penetración continua. Ambos quedamos suspendidos en un tiempo y espacio que pertenecía a nuestro amor, a nuestra unión y a nuestra entrega. Ella me lo brindó todo, el sabor de su cuerpo y el sabor de su sangre, para llevarme a uno de los máximos placeres. La excitación que me producía su sangre y la excitación que me producía su cuerpo se encontraron en el mejor lugar para ambos.
Algo de control me quedaba, una pisca siquiera, que me dejo separarme de su cuello para no hacerle daño con mis colmillos. Su sangre caliente era una delicia para mis labios y mi garganta. Su sexo envolvente era una delicia para mi miembro dentro de ella. Las embestidas nos procuraban más placer a medida que el ritmo aumentaba, lo único en lo que pensaba era en sentirme tan dentro de ella que se tornara insoportable. Sophia, por su parte, hacía de mi piel su lienzo donde sus uñas eran el único pincel y mi sangre la pintura. Mis manos, que paseaban por sus caderas y subían hasta sus senos, sentían como su pecho se inflaba y como aliviaba ello cada vez que algún gemido brotaba de sus labios para mezclarse con los míos en una sola melodía. Nuestros cuerpos apenas eran los medios para llegar al placer y nos aprovechábamos de estos para perder la razón en medio de aquel acto sexual.
No importaba como nos encontráramos, de todas formas nuestros labios llegaban a encontrarse, ella se contorneaba como una auténtica fiera mientras que yo la sostenía para que no llegáramos a separarnos pero hubo un momento en que ella prácticamente salió de mi control y se fue sobre mi como quién quiere acorralar a su presa. Éramos dos seres sedientos de placer. Ella paso su lengua por mis labios y bajo hasta mi cuello hasta que encontró nuevamente el lugar exacto donde quería encontrarme con ella. Acomodó sus caderas sobre mi miembro y volví a penetrarla desde aquella posición no sin antes contar con el movimiento de sus caderas, que buscaba que la penetración fuera más profunda aun. Ella estaba completamente húmeda, mojándome con sus fluidos mientras que yo estaba tan excitado que en cualquier momento podría terminar dentro de ella. Sus besos, lamidas y mordidas provocaron que en medio de una sonrisa satisfactoria de mi parte gimiera ante el contacto. Su cuerpo visto desde esa perspectiva era una escultura ante mis ojos, de modo que mis manos buscaron nuevamente sus senos y masajearon esta vez sus pezones duros.
Ella pedía más y yo así también lo quería más no quería volver a separarme nuevamente de ella ni por un segundo, es decir, no quería dejar el calor de su sexo. De modo que la tome con ambas manos de la parte posterior de las caderas, casi de las nalgas y la atraje un poco hacia adelante, lo suficiente para que pudiera moverme con ella encima de mí. Entonces, simultáneamente, moví mi cuerpo e impulse su cuerpo a que chocara con el mío de tal forma que la penetración se hizo tan profunda y placentera que el ritmo se aceleró para llegar al máximo placer, el momento en que los gemidos escapaban despavoridos de nuestros labios, cuando el éxtasis es insoportablemente delicioso, suficientemente fuerte como para nublar todos los sentidos.
Invitado- Invitado
Re: Sin remordimientos
Insoportablemente delicioso, placentero, lujurioso, cálido, caliente, ameno, excitante ¿Cuántos más podía decir para describir el momento exacto por el cual estaba pasando? En realidad, no habían palabras que lo describieran los actos hablaban por sí solo, el amor habitaba dentro de nosotros, esto no era solamente una relación sexual era hacer el amor de la manera más salvaje que cualquiera pudiera imaginar, no contaba con que mi respiración se agotaba, como humana que era me hacía bastante falta, pero no, me aguantaría y con respiros cortos seguí con los movimientos, ya no era simplemente hacer el amor, era más aun, una entrega total cuerpo y alma, me aferre de él con fuerzas mientras el masajeaba mis pechos, el conocía el detonante de mi locura aquellas caricias aquel contacto de su mano con mis pechos hacían que mi mundo se agrandara y encogiera, mi humedad aumentaba en cada embestida que le daba, que él me otorgaba. Mis caderas bailaban sobre él con fuerzas, y el roce de mi clítoris con su piel, con su miembro me enloquecía. Zarek tomo el control y al tiempo que me tomaba de mi cadera con fuerzas sentí el impulso de pegar mas nuestros cuerpo para que la fricción en aquella zona fuera aun más excitante.
Mis brazos se aferraron a su espalda con fuerzas, mientras mi cuello se iba hacia atrás buscando que el aire llegara a mi cabeza, la sensación aumentaba, el calor era desbordante, mi cabeza ya no veía nada más que luces destellantes pasar por sobre nosotros, volví a mirarlo ya no sabía si sonreía o no, mis ojos eran la llave de todo y mientras la fricción y la penetración aumentaba, la locura se apoderaba de mi cuerpo, de mis sentidos, dejándome ciega, sorda y muda. El calor aumento considerablemente y sentí como de mi interior ya no era solo humedad sino más bien era un líquido el que corría, el placer en su máxima expresión. Mis uñas encontraron donde aferrarse y con la fuerza del clímax que pasaba por mi cuerpo en ese momento, enterré sin medir absolutamente nada, todo iba en aumento, de un momento que no podía sentir nada ahora lo sentía todo y las ganas de tenerlo fueron aun más grandes, mis pechos endurecidos llegaban a doler al contacto, mientras que mis labios pegados en su hombro buscaban deshacerse del éxtasis que estaba sintiendo en aquel momento. No lo pensé, sabía que aguantaría… abrí mi boca y sintiendo como todo daba vueltas en ese momento y cuando ya el aire no llegaba a mi cabeza mordí con fuerzas su hombro descargando la lujuria, el placer, aquel orgasmo que había recorrido todo mi cuerpo y buscaba ser liberado de alguna forma.
La oscuridad me embargo en ese momento y no fue hasta que mis labios cedieron y mi cuerpo perdió la firmeza que tenia, lentamente mi alma comenzaba a penetrar mi cuerpo y mi entrepiernas era un rio de placer, aun continua con un suave movimiento, no quería, en realidad no quería separarme de aquel hombre que me llevaba al límite de mis emociones. Mi pecho agitado se inflaba y desinflaba, mi corazón parecía estallar de emoción en ese momento y el aire nuevamente llegaba a mi cabeza, el mareo fue disminuyendo y el placer simplemente fue quedando, bese aquel hombro que había mordido no había causado mayor daño, o al menos eso esperaba, no supe si había sido yo misma o mi guepardo interno quien había dado aquella feroz mordida que desbordaba un placer inigualable – ¿Como… Haces para llevarme al paraíso y traerme de vuelta? - cada palabra salió con debilidad de mis labios ya que aun no recobraba el aliento.
Deje que el soportara mi peso, mientras inspiraba y expiraba en su cuello sintiendo su aroma, el mío y el de ambos impregnado en toda aquella habitación. Mis brazos cayeron con debilidad a cada costado de mi rey y lentamente comencé a depositar caricias en sus costados, realmente no tenía muchas palabras que decir aun cuando por mi cabeza pasaban una infinidad de cosas que decirle, describir lo que sentía, decirle que era único que yo le pertenecía, que mi amor por él era infinito que quería que lo nuestro fuera para siempre… pero todo parecía desvanecerse con las caricias que le daba, el ya sabía todo eso, claro siempre se lo decía – Te amo más que ayer… y menos que mañana – ese momento era la cumbre del amor, de los sentimientos, mi todo y la nada juntos para amar. Le di un abrazo débil y luego besos por su cuello para llegar hasta sus labios donde los bese con la ternura y delicadeza que me caracterizaba, el es mi todo, en realidad lo es…
Mis brazos se aferraron a su espalda con fuerzas, mientras mi cuello se iba hacia atrás buscando que el aire llegara a mi cabeza, la sensación aumentaba, el calor era desbordante, mi cabeza ya no veía nada más que luces destellantes pasar por sobre nosotros, volví a mirarlo ya no sabía si sonreía o no, mis ojos eran la llave de todo y mientras la fricción y la penetración aumentaba, la locura se apoderaba de mi cuerpo, de mis sentidos, dejándome ciega, sorda y muda. El calor aumento considerablemente y sentí como de mi interior ya no era solo humedad sino más bien era un líquido el que corría, el placer en su máxima expresión. Mis uñas encontraron donde aferrarse y con la fuerza del clímax que pasaba por mi cuerpo en ese momento, enterré sin medir absolutamente nada, todo iba en aumento, de un momento que no podía sentir nada ahora lo sentía todo y las ganas de tenerlo fueron aun más grandes, mis pechos endurecidos llegaban a doler al contacto, mientras que mis labios pegados en su hombro buscaban deshacerse del éxtasis que estaba sintiendo en aquel momento. No lo pensé, sabía que aguantaría… abrí mi boca y sintiendo como todo daba vueltas en ese momento y cuando ya el aire no llegaba a mi cabeza mordí con fuerzas su hombro descargando la lujuria, el placer, aquel orgasmo que había recorrido todo mi cuerpo y buscaba ser liberado de alguna forma.
La oscuridad me embargo en ese momento y no fue hasta que mis labios cedieron y mi cuerpo perdió la firmeza que tenia, lentamente mi alma comenzaba a penetrar mi cuerpo y mi entrepiernas era un rio de placer, aun continua con un suave movimiento, no quería, en realidad no quería separarme de aquel hombre que me llevaba al límite de mis emociones. Mi pecho agitado se inflaba y desinflaba, mi corazón parecía estallar de emoción en ese momento y el aire nuevamente llegaba a mi cabeza, el mareo fue disminuyendo y el placer simplemente fue quedando, bese aquel hombro que había mordido no había causado mayor daño, o al menos eso esperaba, no supe si había sido yo misma o mi guepardo interno quien había dado aquella feroz mordida que desbordaba un placer inigualable – ¿Como… Haces para llevarme al paraíso y traerme de vuelta? - cada palabra salió con debilidad de mis labios ya que aun no recobraba el aliento.
Deje que el soportara mi peso, mientras inspiraba y expiraba en su cuello sintiendo su aroma, el mío y el de ambos impregnado en toda aquella habitación. Mis brazos cayeron con debilidad a cada costado de mi rey y lentamente comencé a depositar caricias en sus costados, realmente no tenía muchas palabras que decir aun cuando por mi cabeza pasaban una infinidad de cosas que decirle, describir lo que sentía, decirle que era único que yo le pertenecía, que mi amor por él era infinito que quería que lo nuestro fuera para siempre… pero todo parecía desvanecerse con las caricias que le daba, el ya sabía todo eso, claro siempre se lo decía – Te amo más que ayer… y menos que mañana – ese momento era la cumbre del amor, de los sentimientos, mi todo y la nada juntos para amar. Le di un abrazo débil y luego besos por su cuello para llegar hasta sus labios donde los bese con la ternura y delicadeza que me caracterizaba, el es mi todo, en realidad lo es…
Sophia D'Luca- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 2054
Fecha de inscripción : 18/08/2010
Localización : en la oscuridad de mi castillo
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Re: Sin remordimientos
El placer desbordaba en cada uno de los poros de nuestros cuerpos. El tiempo se había detenido y no teníamos conciencia de nada mas que no fuera placer puro, el sentir, el tocar. El llamado de nuestra pasión era algo a lo que no podíamos ser sordos ni mucho menos ajenos porque era una necesidad que nuestros cuerpos se encontraran y se juntaran hasta poseer todo lo que podíamos uno del otro. No me importaba ser si lienzo ni a ella le importaba ser mi fuente. Largos habían sido los años en los que no disfrute de esos placeres por decisión propia pero no, no podía decirle que no al destino, no podía dejar a esa mujer fuera de mi vida porque ella había pasado a significar toda mi vida. Para bien o para mal estábamos juntos y no planeábamos separarnos como nuestros seres tampoco querían separarse. El estar dentro de ella era lo más placentero y saberla mía lo era mucho más para mi conciencia que no permitía ningún remordimiento ni queja. Mis manos eran las que opacaban mi mente porque al tocar su cuerpo y al sentirlo nada más importaba que el deleite de una caricia tras otra como un beso tras otro.
Sus mordidas incluso lograban llevarme al placer y esta no tardó en llegar luego de que los dos entregamos nuestra sed lujuriosa al máximo de lo que los cuerpos podían aceptar. Los gemidos rompieron cualquier silencio porque eran continuos y al momento final la voz casi se ahoga por la colisión entre nuestros sexos. Nos encontrábamos totalmente bañados en el elixir fruto del placer y nos regocijábamos en medio de la cama por tener nuestros cuerpos unidos sin querer separarse. Incluso luego de llegar al máximo orgasmo no pudimos separarnos de inmediato y mis brazos recibieron su cuerpo en un abrazo conciliador porque su respiración agitaba ahora buscaba encontrar cierta tranquilidad. Mi mente se encontraba en el mismo proceso, tratando de regresar al presente, dejando la alucinación que me provocaba su cuerpo poco a poco aunque aún la estuviera disfrutando encima mío. Podía sentir en su espalda el resbalar de algunas gotas de sudor y recordé como la vi mojada en el lago cuando nos conocimos. Recuerdos del pasado que nos trajeron al presente. Besé sus cabellos negros mientras ella recuperaba el aliento y mis dedos acariciaron su espalda tiernamente mientras ella trataba de decirme algunas palabras, levemente sonreí –El paraíso habita en ti- respondí refiriéndome a que ella era la puerta a todo lo que un hombre puede conocer de celestial.
Finalmente se dejó caer sobre mi cuerpo para descansar el suyo. Si de mí hubiera dependido entonces nos quedábamos así por la eternidad pero no se podía porque era solo un capítulo de nuestras vidas y muchos más nos faltaban por vivir. Sin embargo, prefería por entonces aprovechar los momentos que teníamos a solas así que seguí acariciándola hasta que ella se movió levemente para encontrar mis labios con los suyos. Aquel beso ya no era de reclamo por lo ansiado sino de encuentro por lo que se sabía que era suyo. Las caricias de nuestros labios llegaron como un respiro después del descontrol que ambos habíamos experimentado. Una vez que nos separamos recosté el cuerpo de mi futura esposa sobre la cama y gire sobre mi cuerpo para abrazarla en esa posición. Mi mirada aún se paseaba por ese cuerpo perfecto y las sabanas apenas lo cubrían porque no quería que nada de ella fuera ocultado.
-Mientras me ames hoy con eso me basta- dije cerca de su oído en respuesta a sus últimas palabras. El ayer pertenecía al recuerdo y el mañana a lo incierto por lo que más me importaba el presente que podía disfrutar junto a su grata compañía. A lo mejor pecaba de egoísmo al raptar a esa magnífica mujer de una vida al lado de un mortal y al lado de una familia pero ya estaba hecho y ella había aceptado. Lo que me quedaba por darle a Sophia era más que un título de nobleza. Con el transcurrir del tiempo y con mi necesidad de ella tendría que pedirle que renunciara a su condición porque no me permitiría verla enferma o amenazada por ninguna muerte cuando en mis manos estaba el poder otorgarle la inmortalidad. A pesar de ello, mis deseos podían no ser suficientes, sabia cuanto le gustaba a Sophia ser de la condición que era y por eso mismo pensaba esperar los años que ella quisiera mientras estuviera a su lado para protegerla de todo mal y es que no podía imaginar el seguir con una vida eterna sin su compañía.
Sus mordidas incluso lograban llevarme al placer y esta no tardó en llegar luego de que los dos entregamos nuestra sed lujuriosa al máximo de lo que los cuerpos podían aceptar. Los gemidos rompieron cualquier silencio porque eran continuos y al momento final la voz casi se ahoga por la colisión entre nuestros sexos. Nos encontrábamos totalmente bañados en el elixir fruto del placer y nos regocijábamos en medio de la cama por tener nuestros cuerpos unidos sin querer separarse. Incluso luego de llegar al máximo orgasmo no pudimos separarnos de inmediato y mis brazos recibieron su cuerpo en un abrazo conciliador porque su respiración agitaba ahora buscaba encontrar cierta tranquilidad. Mi mente se encontraba en el mismo proceso, tratando de regresar al presente, dejando la alucinación que me provocaba su cuerpo poco a poco aunque aún la estuviera disfrutando encima mío. Podía sentir en su espalda el resbalar de algunas gotas de sudor y recordé como la vi mojada en el lago cuando nos conocimos. Recuerdos del pasado que nos trajeron al presente. Besé sus cabellos negros mientras ella recuperaba el aliento y mis dedos acariciaron su espalda tiernamente mientras ella trataba de decirme algunas palabras, levemente sonreí –El paraíso habita en ti- respondí refiriéndome a que ella era la puerta a todo lo que un hombre puede conocer de celestial.
Finalmente se dejó caer sobre mi cuerpo para descansar el suyo. Si de mí hubiera dependido entonces nos quedábamos así por la eternidad pero no se podía porque era solo un capítulo de nuestras vidas y muchos más nos faltaban por vivir. Sin embargo, prefería por entonces aprovechar los momentos que teníamos a solas así que seguí acariciándola hasta que ella se movió levemente para encontrar mis labios con los suyos. Aquel beso ya no era de reclamo por lo ansiado sino de encuentro por lo que se sabía que era suyo. Las caricias de nuestros labios llegaron como un respiro después del descontrol que ambos habíamos experimentado. Una vez que nos separamos recosté el cuerpo de mi futura esposa sobre la cama y gire sobre mi cuerpo para abrazarla en esa posición. Mi mirada aún se paseaba por ese cuerpo perfecto y las sabanas apenas lo cubrían porque no quería que nada de ella fuera ocultado.
-Mientras me ames hoy con eso me basta- dije cerca de su oído en respuesta a sus últimas palabras. El ayer pertenecía al recuerdo y el mañana a lo incierto por lo que más me importaba el presente que podía disfrutar junto a su grata compañía. A lo mejor pecaba de egoísmo al raptar a esa magnífica mujer de una vida al lado de un mortal y al lado de una familia pero ya estaba hecho y ella había aceptado. Lo que me quedaba por darle a Sophia era más que un título de nobleza. Con el transcurrir del tiempo y con mi necesidad de ella tendría que pedirle que renunciara a su condición porque no me permitiría verla enferma o amenazada por ninguna muerte cuando en mis manos estaba el poder otorgarle la inmortalidad. A pesar de ello, mis deseos podían no ser suficientes, sabia cuanto le gustaba a Sophia ser de la condición que era y por eso mismo pensaba esperar los años que ella quisiera mientras estuviera a su lado para protegerla de todo mal y es que no podía imaginar el seguir con una vida eterna sin su compañía.
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