¿Cómo te amo? Deja que cuente los modos.

Las viejas páginas de aquel diario resbalaban entre mis dedos mientras mi respiración acompañaba al silencio que había en la habitación. La noche se había tragado los jardines que podían verse desde mi ventana,y la luna, tan considerada como siempre, dejaba ver como el plumero se deslizaba al ritmo de mi mano, haciendo que aquellas palabras tomaran forma. ¿Me había asegurado de cerrar la puerta de la habitación de Yiola?. Asentí una vez más para mi misma, si que lo había hecho y ella se había quedado profundamente dormida con Cerbero a los pies de su lecho, velando sus sueños. Por un momento sonreí. Aquella niña era casi imposible de manejar pero ciertos detalles me recordaban a mi cuando era tan solo una cría, como la sonrisa que adorna esa cara angelical tras haber hecho una de las suyas. No me parecía mal, aunque he de subrayar que su comportamiento no tiene nada que ver con una niña de su edad pero yo sé que es porque es especial. En todo caso,solo me queda protegerla de esta sociedad extraña en la que vivimos y enseñarla a no dejar rastro, aunque... su posición económica,la protege más que a cualquier otro vagabundo que pasea por las calles en busca de un lugar donde esconderse. Lo mismo da, como bien decía madre "más vale prevenir que curar". Un mechón se cuela ahora mismo ante mi visión, haciendo que me distraiga por un momento. El ritmo de mi corazón me adormece. Sí, diría que es eso y las letras dejan de cobrar sentido mientr..


Me despierto enredada en sábanas, mientras el sol me sonríe colándose por las cortinas de seda, a juego con el suave color pastel de la habitación. Estoy algo desorientada, pero supongo que como todas las mañanas, pues siempre he sido muy remolona para despertarme. Aún así, con gran esfuerzo, huyo de la suavidad de la colcha, que parece invitarme a quedarme. Mis gritos se oyen por todo el pasillo. Maldita sirvienta, nunca viene lo suficientemente rápido. ¿Para eso le pagamos?. Resoplo una vez más, mientras me siento frente a mi tocador. Mh.. hoy me dejaré el pelo suelto, eso sí, en bucles por supuesto. De esta manera se lo hago saber una vez entra por la puerta dispuesta a trabajar con el anterior nombrado, el cual es bastante liso. Protesto ante algunos tirones, como de costumbre, dedicándole una de mis miradas mortíferas cuando sale de la habitación.A continuación entra otra de nuestras criadas. Al parecer mi vestido ya está listo y.. ¡Es precioso! Azul celeste, a juego con mis ojos, tal y como a mi me gusta. Es increíble, como había dicho Pierre, las medidas son perfectas y me queda como un guante. Suspiré de pura emoción. Tras ver que todo estaba inconfundiblemente perfecto, salí de mi habitación. A dicha hora madre estaría tomando el té y padre habría ido de caza, como acostumbraba... ¡pero cual fue mi sorpresa cuando pude ver a mitad de las escaleras como ambos conversaban animadamente con un..! ¿Chico? ¿Que hacía un chico en mi casa?. Mis cejas se arquearon inmediatamente antes de que mi voz interrumpiera lo que fuera que estaban hablando. Sin embargo, esta sonó suave y cortés, justo como me habían enseñado. "Madre ¿Está ocupada? ¿Debo regresar más tarde?" Pero una vez más me equivoqué ante el "Sí" rotundo que esperaba de los labios de mi madre. Me animó a acercarme, tanto ella como mi padre. Ambos habían comentado que necesitaban un músico para nuestras reuniones, a pesar de que yo sabía tocar el piano, pero ellos nunca dejarían que su hija ejerciera ningún tipo de trabajo, para algo teníamos tanto dinero. ¿Lo primero que vi? Aquellos ojos moteados, verdes. ¿Y lo siguiente? Una sonrisa... y que sonrisa. "Cole Quírol" así se llamaba. No tarde en volver a la realidad en el segundo que tomo mi mano para depositar un beso en esta. Alcé la barbilla, mirándolo con cierta indiferencia. Otro muchacho más a mi servicio, otro al que gritar y dar ordenes. Aparte la mano mientras él la dejaba caer, dándole sencillamente mi apellido como presentación y no mi nombre "De Petit", y sonreí, una de mis mejores sonrisas. Madre nos miró complacida antes de que padre propusiera la estupenda idea de ofrecerle el piano del salón para tocar. Yo le dirigí una mirada discreta. Como mi piano sufriera el más mínimo daño por un estúpido criado, rodarían cabezas, principalemente la de él. Fui tras ellos, en silencio, antes de entrar en la gran sala que formaba nuestro salón y en el centro, el piano de cola. Tomamos asiento en uno de los sillones blancos, acolchados, mientras él se sentaba en la butaca que correspondía. Y sus manos atraparon las teclas como susurros al viento. Las notas volaron por la habitación, acariciaron mi piel, seducieron a mis labios, aceleraron a mi corazón y... mis ojos se quedaron clavados en su espalda. ¿Quién era aquel muchacho? ¿Con que derecho venía hacerme soñar con noches prohibidas entre sábanas y pentagramas?. Respiré profundamente antes de disculparme ante mis padres con la escusa de que me encontraba mal, no podía permanecer por más tiempo allí. No me despedí de aquel "Cole Quírol", sabía que mis padres dirían que no lo necesitaba, que iba a contratar a otro.. porque.. La puerta se cerró a mis espaldas. Y la música seguía traspasando paredes y lo que hiciera falta para llegar hasta a mi. Seguí escuchando a escondidas hasta que terminó. ¿Lo peor? No sería ni la primera ni la última vez que lo haría.


El plumero cayó de mi mano. Parecía haberme sobresaltado por algún ruido. Ladee la cabeza para comprobar que había sido la ventana, la cual había dejado abierta para utilizar a la luna como segundo lucero entre mis páginas. La vela se consumió bajo mi aliento mientras recordaba aquella sonrisa y dedos resbalar por las teclas de un piano de tiempo pasados. "Tan solo ha sido un sueño" me dije, antes de completar esta última línea con un "Buenas noches" y ...

Aube de Petit.