Voices calling... (Yiola Beauvais)

Vaya frío que imperaba en esta mañana, cientos de personas disfrutaban del inmenso lago congelado, ahora todo era libaciones y diversiones, cientos de niños juguetones y risueños jugaban entre ellos, con bolas de nieve en las manos, otros cuantos incluso adultos formaban angeles en hielo o muñecos surgian de la imaginaciín del nño que un guardaba en sus adentros.
Nunca había visto nevar en París, el otoño imperaba cuando yo arribe y ahora el mismo invierno que demostraba como eran las risas parisinas << Es mejor que el bosque>> pensaba en silencio, me gustaba mi hogar, lejos del silencio y el bullicio, más de vez encuando la soledad te cansa y termina con toda inspiración que poseas, si había ido allí en busca de inspiración.
Después de admirar tanta ropa abrigadora y bolas de nieve cayendo en distintas direcciones como si de granizo se tratase, tome la guitarra, mi fiel amiga que esparaba paciente reposando en la misma banca de madera en la que estaba sentado, suspire profundamente llegando hasta mí el aroma de la naturaleza esperando ser liberada de las cadenas de hielo en la próxima primavera, cerré lo ojos y sin más las cuerdas de mi instrumento comenzaron a entonar las primeros sonidos que a ciencia cierta no sabía que era.
Ser brujo era dificíll, muchas veces deseaba que de algún hechizo brotará mi inspiración, pero en realidad lo único que hacía brotar eran las miradas de incomprensión de todos sitios donde mi mirada se posaba, la gente no entendía el porque escogía lugares como la laguna o el bosque para cantar o para tocar, era un libre pensador y un alma en alas de la libertad, más que ser puede comprender semejantes ideas adelantadas a esta epoca, sonrojado y debo confesar algo apenado por las miradas, decidí continuar mi jornada, volví a tocar, esta vez el sentimiento de la incertidumbre de todas las personas que alli juzgaban mis ideas tan extrañas, a inspiración brotaba, como las fuentes o las cascadas que veía en cada viaje...
Cerré los ojos nuevamente y sentía en mi rostro además de la brisa helada, una enorme sonrisa de satisfacción dibujada, después mis ojos se habrieron de apoco mientras la melodía continuaba escribiendose, los dedos resbalaban por las cuerdas del diapason mientras mi otra mano acariciaba las cuerdas cariñosamente, detrás de mí habia un enorme alto de tronco robusto y de tamaño imponente, una mirada sentía escondida en ese sitio, pero continuaba tocando observando a mi alrededor viendo el mismo pisaje de hace unos minutos, intente continuar, sin embargo esa mirada de algún ser seguia latente pare el sonido y dirigi mis ojos al árbol, entonces mi sorpresa fue grata y un poco extraña, una niña estaba alli no le calculaba más de nueve años, sus ojos era verdes dos esmeraldas parecía tener por pupilas y las tiernas facciones de los niños de su edad, sentía en mi inerior algo diferente al verle, como su carita esta llena de alguna sensación que quizá yo o alguién provoco, ¿Sería acaso alguién de mi raza? ¿aún con la fachada de artista reconocería mi naturaleza. Rapidamente me levante de la curiosa banquita, despacio me acerque a la niña, cuyo ropaje era fino sin duda una niña que venía de clases altas, mire de un lado a otro pero nadie estaba a su lado, nadie la vigilaba, mi filosofía jamás había tenido un encuentro con niños, para mí nadie era extraño todos eran almas que en algún momento del sendero de la vida me brindaban su compañía, le sonrei tiernamente, simplemente salude-¡Hola!- dije animadamente -Me llamo Bryan, Bryan Wilde-sonreia -Soy un trotamundos ¿Tu eres de aquí? ¿Necesitas ayuda, estas perdida?-, espere su respuestas, acomode mi melena alborotada y algo blanquesina por la nieve, observo mi inturmento en la mano izquierda o al menos eso parecía ver -¿Cual es tu nombre? ¿Puedo saberlo?-, entonces el silencio se hizo y las miradas se encontraban, no me acercaba porque probablemente era de mi raza e incluso los niños no se les debe subestimar tengan o no habilidades y de todos los seres si bien no había tenido tanto acercamiento para mí eran las criaturas que en este mundo son vulnerbles e inocentes pero de una fuerza desconocida, del reflejo de propia vida...

¡Qué bien, nieve, nieve! ¿Cómo no podría tomarse un niño con inmensa alegría la llegada de este fenómeno atmosférico? Ya fuese para jugar y practicar puntería con unas buenas bolas de nieve, o como ella siempre había pensado, ¡la nieve enterraría a los cadáveres de forma tan natural, que incluso los muertos podrían sentir la manta fría que se les venía encima! Tampoco podía negar que estar allí tenía un motivo tan simple y sencillo como el poder. Desde pequeña había estado constantemente escuchando a sus maestros, e incluso a sus familiares, hablar sobre la Biblia e intentar enseñársela a ella con lujo de detalles. Así que era fácil de comprender por qué la niña había ido al lago, ¡ella también quería lograr milagros, y como Jesús, caminar sobre las aguas! Nadie había comentado que el agua tuviese que ser líquida para que se considerase extraordinario, y sin embargo, veía a todos los profundos religiosos dar pasos sobre el hielo sin darse cuenta de lo que hacían. Y eran precisamente estas personas las que la miraban de manera extraña al dar saltos sobre el lago, al baila, ¡al reír! Pero había algo que dejó a la niña maravillada, que hizo que sus pensamientos se tuviesen que concentrar no en una idea, que toda su mente se volcara en un sonido. No, no un sonido cualquiera, una melodía, una canción. Solo necesitó mirar a Cebero un momento para saber que él también escuchaba, que él también necesitaría acercarse más.

Abandonó el suelo resbaladizo del hielo, para comenzar a pisar sobre la nieve recién caída sobre la tierra que rodeaba los árboles. Poco a poco, y como si jugase al escondite, fue avanzando de un árbol a otro, con Cerbero a no más de un par de árboles de distancia. Nunca la dejaría sola, nunca le iba a pasar nada. Ya estaba suficientemente cerca para darse cuenta de que la canción era mucho más profunda que cualquiera que hubiese escuchado nunca por los repelentes y estirados pianistas que solían venir a intentar deleitar su oído con sus precisas notas de partitura. Esta melodía evocaba lugares, evocaba sentimientos, evocaba historias, ¡cómo alguien no podría darse cuenta de que era el mejor cuento relatado jamás! Con tristeza observó a todos los que pasaban por delante del artista sin fijarse, y como los que sí prestaban atención solo le dedicaban la indiferencia o incluso la incomprensión. Decidió entonces que el único que merecía su propia atención era el músico, el creador de cuentos melódicos.

Oh, libertad, ¡la alegría de quien disfruta con lo que hace! Eso era lo que de él podía ver, lo que él mismo sentía. Y fueron estos sentimientos puros y totalmente alejados de la maldad los que hicieron que la niña se sintiese segura, y se dejara ver, que abandonara su escondite. El perro fue más cuidadoso, y continuó escondido, aunque ella sabía que tampoco tardaría en acercarse. El músico, con sus sentimientos de incertidumbre, y de la sorpresa, venía directo hacia ellos.

La niña sonreía, de impaciencia, tenía tantas ganas de saber del hombre que tomó su saludo como el aliciente que necesitaba para reír, y ¿cómo no? ¿dónde quedarían sus buenos modelos si no contestaba? - Muy buenos días monseñor, mi nombre es Yiola Beauvais. - También le habían enseñado a extender la mano ante los caballeros para que estos pudieran besadla al presentarse, y así mismo lo hizo. - Y como puede observar, aún soy muy joven para poder mantenerme a mi misma, ¡no puedo viajar, por mucho que lo anhele! - Un ladrido interrumpió su conversación. Claro, ¡cómo olvidarle! Pobrecito, él no podía presentarse por si solo. Nada más escuchar la voz de la niña se habría puesto a su lado. - Él es mi fiel Cerbero, amigo y protector. No te ofendas, se presentaría él solo, pero ahora mismo no tendrá ganas de hablar. También le daría la mano para que usted pudiera darle un beso, pero no se lo aconsejo. ¡Hay muchas veces, confío plenamente en que es sin querer, que se confunde y en vez de dar la mano da las zarpas y qué arañazos deja! - Miró a su mascota, y mientras le acaricia las orejitas con el mismo pelaje negro que el resto de su cuerpo y hace una señal en la cabeza hacia el desconocido - Cerbero, él es Bryan, ahora es nuestro amigo, no te preocupes, ¡seguro que jugará con nosotros! - Volvió a mirar al desconocido, ah no no, desconocido no, ¡era Bryan! y le habló a él directamente - ¿Y puedo preguntar yo cómo creas tu música? ¿Lo haces mediante hechizos, es ese tu secreto? - Lo sabía, ¡era tan fácil adivinar su condición que ni se molestó en preguntar si a su misma raza pertenecía! Solo necesitaba saber si realmente era la magia la que tocaba ese instrumento, o realmente era él quien hacia que sonara.

Era la primera chica con la que yo hablaba durante mucho tiempo, podría ser los años o el no haber intentado hablar con ellos, con estas criaturas de los que muchas veces deberían ser los perfectos maestros de los adultos, en verdad no sabía la razón de la felcidad tan enorme que me provocaba encotrarme con esa pequeña niña.
Era efectivamente de clase refinada sus buesnos modales me lo decían todo si necesidad de
palabras o indagar, a su saludo no hice más que caminar con cautela hacer una reverencia y besar su pequeña mano con el cuidado que alguién tuviera con las fragil de las rosas en las praderas -Petit, no necesita ser independiente para viajar, basta con soñar, con repirar el aire que entre nosotros esta, imagine es el unico viajero
que con soplo nos cuenta sus aventuras, no inspira a volar, nos da libertad de viajar con simple hecho de cerrar nuestros ojos- finalmente solte su mano mientras le sonreía -Te lo dice alguién que es un viajero, un trotamundos, que no tiene como hogar más que el cielo y las praderas-Ella deseaba viajar, quizás con un poco de mi experiencia inspiraría la paciencia en la pequeña, para mí era una forma de viajar cuando tenía su edad e imposibilitado por niñez no podía ver más que el mar y sentir
el aire al soplar.
Pero no era el sonido del viento lo que ahora oía, era un ladrido el que interrumpia la charla, sabía entones mis presentimientos eran correctos, la niña no estaba sola aunque yo
esperaba un adulto, era un perro color negro o por lo menos así me pareció, el ladrido me hizo brincar de susto.Reía mientras contaba su anecdota, pero el nombre de esa mascota era curioso, digamos algo inusual -¿Cerbero?- pregunte sorprendido -Un nombre mitologico e inusual- sonreí un poco nervioso -Se supone Cerbero era el perro guardían de Hades, cuidaba las puertas del
inframudo griego para que muertos no pudiesen salir ni los vivos tampoco entrasen o ¿Me equivoco?- dije mientras masajeba mi cabeza -El nombre es bastante acertado, aunque no cuida el inframundo, si es el fiel guardían de alguién que merece todo tipo de protección en esta tierra que sus misterios encierra, pero pareces saber mucho de mitología ¿Donde lo has aprendido? claro si es que puedo-. suspire,
pues creo que la platica me había hecho olvidar el bullicio y la vida social de muchas personas, el hielo carraspeaba cuando alguén resbalaba y nosotros a lo lejos simplemente no entrabamos en cuadro, un encuentro se llevaba acabo y nadie se daba cuenta, aunque estuviera incado platicando con una niña y una guitarra en mano cuidando mi distancia del
perro parecia fiero aunque comigo parecía demostrarlo, con la niña parecía manso se deja acariciar agachando testa y ola el buen animal, ella le explicaba quién era como si de una presencia humana se tratase, sonria nervioso mientas saludaba al perro con plama de la mano abierta, pensando en lo que había dicho ¿Jugar yo?, no sabía de ningún juego que
la entretuviera, más que lanzar nieve al inerperie, más no tuve que pensar mucho cuando pregunte de mi guitarra y su sonar, de donde provenía su sonido, de ella brotaba curiosidad -¿Hechizos?-, preguntaba sorprendido -No exactamente- negue con la cabeza -Magía tampoco es por lo menos no la que crees, es la magía de la vida- dije mientras obsevaba la guitarra-Al ser un trotamundos, muchas cosas se ven, se escuchan, se respiran, la historia de la vida parece escribirse marcadamente, sencibilidad nace de los adentros y cada experiencia que se vive se convierte en el poderoso hechizo que hace sonar mi instrumento- vi alrededor contemplando lo que ahí ocurria -Cada sonido que la libertad del viento trae hasta mi se convierte en un hechizo, yo le llamo la magia del ciclo de la vida-, la luz de una sonrisa se expreso en mi rostro -Espero no te halla desilucionado la magía que utilizo para mi guitarra, son historias que día a día cuento en poblados nuevos, pero cuando los cuento a una persona siempre me cosideran loco, supongo tú también- suspir-Te preguntaré algo sin ofender... espero ¿Como es que sabes de hechizos petit?, tienes algo
especial pero...acaso tu posees magía en tus adentros?... al igual que yo- me sonaría increible que respondiera afirmativamente, había visto mieles de situaciones pero ninguna tan extrañamente maravillosa como esta, la pequeña me recordaba un poco a mi, ¿que más podríamos tener en común?, era una curiosidad que de a poco tratará de
alimentar.