Say "Quack"

por **Declan Pearce** Vie Mayo 04, 2012 1:53 pm

DECLAN PEARCE

DATOS PERSONALES

• Edad: 29 aparentes | 58 reales
• Especie: Licántropo
• Tipo, Clase Social o Cargo: Clase Alta
• Orientación Sexual: Heterosexual
• Lugar de Origen: Irlanda
• Habilidad/Poder: Sentidos aumentados | Agilidad y reflejos sobrehumanos | Visión Compartida y Visión Remota | Sanación acelerada | Sentido del peligro

DESCRIPCIÓN FÍSICA

Spoiler:

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Ante todo, sufre de un trastorno de múltiple personalidad de tal manera que, aunque Declan es el más estable y dominante, coexiste con otras cuatro personalidades que sin embargo, comparten ciertas características con él. Es orgulloso, arrogante, soberbio y engreído en ocasiones, de muy alto ego y aun más altas expectativas, es perfeccionista, irónico, elegante y ante todo, romántico. Comprometido con lo que hace y dispuesto a darlo todo por lo que desea, usualmente un mal perdedor, le gusta ser reconocido y ayudar en cuanto puede.

Peligrosamente vengativo, cruel y sádico cuando se lo propone. Terco, obstinado y muy inteligente, confía poco en las personas y siente que quien no está con él, está en su contra aunque es perfectamente capaz de escuchar razones siempre y cuando tenga en cierta estima al otro; de lo contrario, razonar con él es una causa perdida. Puede llegar a ser irritante pero es leal hasta la médula.
Declan pelea o discute continuamente con sus alter egos mentalmente. Sí, es un demente.

Spoiler:

HISTORIA

Para hablar de la vida y "obra" de Declan, debemos correr varios años atrás y hablar en primer lugar de Soraya, la madre del antes mencionado. Cuando esta mujer estaba entrando en los 35 años, y estaba felizmente casada con un hombre al que amaba por sobre todas las cosas; aunque aquel amor no diera resultado ya que ella no podían procrear; Soraya perdió a su marido en medio de una batalla campal, por allá en Irlanda, cuando los hombres de dicho país buscaban un poco de libertad. En un intento por recuperarlo, se contactó con una vidente (a.k.a bruja) a la que pagó un dineral para que le hiciera volver a la vida. Era imposible, pues al parecer y por razones que Jania (nuestra bruja en cuestión) no quiso revelar, el señor Pearce no había muerto por medios naturales.

Era obvio que Soraya no se quedó contenta con la respuesta y amenazó a Jania con descubrirla frente a la Inquisición que, por aquel entonces, era sólo un grupo fanático que creía matar a las brujas y seres sobrenaturales cuando todo lo que hacían era sacrificar vidas inocentes. Lo de siempre. Jania se negó una y mil veces, Soraya, desesperada, incendió el hogar de la mujer y secuestró a los hijos (gemelos) de la bruja, dando muerte a ésta y quedándose con los niños. Uno de los mellizos murió a los dos años debido a un virus de gripe que azotó la región, quedándose Soraya en posesión de lo único que podía llegar a recordarle aquel intento de recuperar un amor perdido.

Crió a Declan como a su hijo, como si lo hubiese llevado nueve meses en el útero y sufrido los desgarradores dolores del parto. También lo crió en medio de mimos y consentimientos pues, al ser el único hijo y varón, le tenía extrema adoración. Declan creció despreciando a los de clase baja, desde muy chico ya era egoísta y bastante avaro incluso cuando no se trataba de dinero. Todos los niños de la zona le tenían miedo, pues era bastante cruel y vengativo a muy corta edad. Sus juegos favoritos eran los azotes y llegó a dejar muy malherido a un niño esclavo por esa causa.

En la adolescencia, a los 14 años, conoció a viajero que tenía un oscuro secreto. Éste intentó apartarlo de su camino, estar solo, pero Declan no entendía razones y lo seguía como la abeja sigue a la miel. Hasta que una noche desafortunada (o quizás no tanto para el joven irlandés) de luna llena, fue mordido por el objeto de su admiración convertido en hombre-lobo. Éste último huyó luego de ver a un cuasi niño casi muriendo por lo que le había hecho. Declan cayó inconsciente y no despertó sino hasta cinco días después de los sucedido.

Cuando abrió los ojos, se encontró en acostado en una cama de sábanas parchadas y cortinas en el mismo estado. Era una habitación pequeña, tenía la cama, la cocina, unas cuantas sillas de madera roída y una mesita de comedor. La puerta era de latón y estaba compuesta por varios pedazos que el dueño seguramente encontraría regados en el bosque o conseguiría con ayuda de algún herrero. Declan se revisó de arriba a abajo, no tenía ningún rasguño ni señales del ataque de los pasados días y eso le preocupó. Aunque lo olvidó en el instante en el que vio a un hombre entrar por la puerta, cuyo aspecto, Declan lo consideraba así, era insulto a sus ojos.

Su pelo le llegaba a la cintura, lacio y negro azabache. Sus ojos, profundos, grandes y oscuros lo escrutaban de pies a cabeza, analizándolo. El chico se incomodó un poco y desvió la mirada de aquel extraño que se atrevía a mirarlo tan fijamente. Cuando el hombre se reveló como su salvador y un buen sabedor de lo que el muchacho tendría que afrontar, se sorprendió ante la súbita reacción del joven Pearce. No fue miedo, horror o asco ante lo que, sabía, se convertiría cuando hubiese luna llena; sus ojos reflejaban la deliciosa victoria de un logro, algo que, aunque no entendía, lo haría mucho más fuerte y poderoso de lo que ya se consideraba. Para Declan no fue una maldición el saber que era un licántropo, sino mas bien un regalo de los dioses que lo recompensaban por ser lo que era. Quizás alguien supremo.

Aunque el indio (porque eso era lo que era el hombre que lo curó y cuidó) trató de instruirlo y llevarlo por el buen camino, Declan, como gran rebelde que era, se desligó de su tutoría y huyó. Para empezar, no sabía dónde estaba. Un bosque era tan grande como el universo mismo para él, también tenía en cuenta que no faltaba mucho para la luna llena y, aunque su sentido común le decía que debía resguardarse en algún lugar seguro, su espíritu libre le pedía que siga corriendo, que las consecuencias las afrontarían los débiles. Así pues, Declan continuó su camino hasta el momento esperado. Avistó a una muchacha cerca y, antes de poder acercársele sufrió su transformación por enésima vez.

A poca distancia se encontraba un pueblito pequeño, del cual tomó, robó y se alimentó todo cuanto quiso. En el camino asesinó a mucha gente, obviamente, pues su naturaleza lo controlaba. Una bruja intentó detenerlo y él simplemente la atacó, pero no mordió, y la dejó sin desmayada. Desgarró también a una anciana al irrumpir en una cabaña a la que, en su forma humana, no habría pisado ni en sus sueños. Pero su carne era deliciosa, quizás algo pasada, pero él sentía el placer dando muerte.

Poco después, sin importarle la masacre que había ocasionado y la sangre derramada que dejaba atrás, y por simple olfateo, llegó hasta el pueblo donde vivía. Se encontró con que su madre había muerto de pura pena, nunca se enteró que fue adoptado, obviamente. Y antes de guardar luto, se apresuró en tomar posesión de todos los bienes que, por derecho decía él, le correspondían. Y así, y luego de muchos viajes, muertes y demás, se trastornó. Quizás sus víctimas hablaban a sus ojos, en su mente se creó un conflicto que no podía controlar, pero que disfrutaba siempre que uno de sus alter ego tomase la iniciativa en una nueva masacre.

Viajó a París en calidad de "viajes de placer". Quizás una nueva aventura le espera, quizás no. El destino a veces le juega malas pasadas y él es consciente de eso, aunque no le importa, ya que nunca está solo cuando ello ocurre.