Dalila Doucet

NOMBRE
Dalila Doucet

EDAD
Debería tener ochenta años pero permaneció con la apariencia de una linda jovencita de diecinueve años.

ESPECIE
Fantasma

ORIENTACIÓN SEXUAL
Bisexual

LUGAR DE ORIGEN
Nancy, Francia

HABILIDADES
Aparición/invisibilidad, ilusión, teletransportación, telequinesis, permanencia, corporeidad y posesión.

DESCRIPCIÓN FÍSICA

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA


Ella siempre ha querido creer. Desde que lo recuerda así ha sido. Es un espíritu esperanzado, con ganas de creer y pensar que todo lo que esperó, deseó y anheló alguna vez se podría cumplir. No es áspera, tampoco insensible, pero tampoco es un terrón de azúcar. Vuelca todo lo que siente en una capa interna y lo demás es externo, una carita tierna que la ayuda a fingir que nada pasa en el interior. Es contradictoriamente insegura al no querer mostrarse como es por temor a lo que los demás puedan decir, cosa que según los demás está mal, pero más de una persona teme en realidad.

Prefiere permanecer como una persona –si así podría calificarse- que no se mete en problemas, observa desde la lejanía y da paso a las ideas para poder ver un beneficio propio sin ser egoísta. Así es ella. Quiere ser y a la vez no ser, necesita la confianza que le faltó cuando estuvo en vida. Eso sea, quizás , lo único que la mantiene atada al mundo material, poder ser quien siempre quiso sin miedo al qué dirán.

Inteligente, precavida y perspicaz. Cuenta con ellos desde que así lo recuerda, pero quién sabe, en vida no utilizó el primero al sólo dejarse llevar. Descontando la presencia lúgubre y fría que va con ella a donde sea como fantasma que es, no sería casualidad que se comportara distinto con cada persona. No es bipolar, todo dependerá de quien sea. Puede mostrarse como una mujer poco creyente en todo sentido, algo egoísta y con ideas muy propias. El lado tierno, amable y afable lo ven aquellos que ella cree lo merecen, es su verdadero yo después de todo y lo reserva a contadas personas. Mientras tanto, ahí la verás, decidida y neutra. Es, quiera o no, una persona que no se resiste a ayudar a los demás, un pequeño talón de Aquiles en ocasiones.

Tiene modales dignos de una pequeña dama, educada y recatada. Ella tiene una curiosidad que a veces no se puede contener, debe morderse la lengua y es que lo que vivió no le sirvió para saberlo y sentirlo todo. Le da cabida a las inseguridades aunque no quiera, piensa mucho en lo que los demás podrían decir y es asquerosamente perfeccionista tanto como lo es de impaciente. Gusta mirar antes de hablar y se piensa mucho las cosas.

Al fondo, está la “niña” cariñosa y amigable, gracias a que cree y siempre ha creído que nadie se interesa en conocer. Es por eso que resultó ser tan cerrada y cuenta aún con cierto temor a que le puedan decir. Sólo quiere ser ella misma, pero eso es algo que ella no se permite. ¿Podría aprender algún día...?

HISTORIA
Nació una noche fría, llena de nieve y ventisca de un día diecinueve de diciembre. Un nacimiento no deseado, incluso detrás de él hay una historia de la que ella es consciente. En vida habrá sido hija de un actual muerto y fracasado hombre de negocios, pero Dalila para llegar a serlo debió pasar por mucho. Ya no le duele admitirlo pero ella fue el producto de una noche de efímera pasión carnal entre una prostituta y un ebrio bueno para nada. Fue concebida sin sentimiento alguno y recibida en el mundo del mismo modo. No es que la madre fuera mala, es que tener una hija no era un plan para su futuro, no con la vida que llevaba. A pesar de eso, durante los primeros años de vida Dalila vivió en medio del mundo de su madre. Sexo, alcohol, violencia inclusive. Tenía miedo de lo que veía, la progenitora apenas la defendía y aseguraba que sería una “zorra” más como ella también lo era. Vivió en ese ambiente hasta los diez años. Sólo encontraba un vil refugio entre los brazos de la mejor amiga de su madre. Era también prostituta, pero la cuidaba, le contaba historias y cuando la mujer le reprendía, esta otra le servía como un dulce consuelo.

Esa mujer que le sirvió como la madre que no tuvo murió cuando enfermó misteriosamente. Dalila quedó devastada y quedó sola, de nuevo, junto a la madre biológica. Esta última llegaba tarde a casa y cuando estaba de malas no dudaba en desquitarse con la niña. Notaba que era diferente y como se esforzaba por aprender, superarse y no caer en lo que ella era alguna vez. Secretamente, amaba eso de su pequeña y única hija. Si algo Dalila no olvida de su mamá es la frase que siempre le decía cuando estaba misteriosamente de buenas: “Si vas a hacer la mejor, sé la mejor en todo. Si vas a mentir, sé la mejor mintiendo, si vas a ser una puta como yo, sé la mejor de todas. En todo lo que hagas en esta vida, sé la mejor” pero también la recuerda por la superficialidad que desprendía: “Así de tonta, amable e ingenua, nadie te querrá, niña.” Fue así como Dalila, gracias a las críticas de su mamá reforzó una personalidad con temor a lo que le dirían e insegura. Se enfrascó en ella y con el paso del tiempo sólo comenzó a hacerse más fuerte.

Cuando tuvo diez años, un hombre asesinó a su mamá. Estaba sola de nuevo, como suponía que lo estaba desde que nació. Se quedó vagando en las calles de Nancy hasta que se encontró con el señor Doucet. Para sobrevivir robaba comida, se inmiscuía en los negocios y timaba a las personas para tener dinero. Eso no le funcionó con el señor Doucet. Él la vio robarse el pan que le serviría de cena para ese día y no la dejó ir. La sujetó con fuerza del brazo y Dalila sintió que el corazón se le saldría del pecho. ¡La acusaría, la acusaría! Contra todo pronóstico, fue todo lo contrario. El señor Doucet era un hombre de negocios con una pequeña cadena de restaurantes en París. Iba de visita a Nancy cuando se encontró con la pequeña Dalila, sucia y con un par de harapos por ropa, robando en donde desayunaba. El dueño no la había visto, ¡era pan comido para la niña! Pero él era más observador y la pilló. Le preguntó qué hacía, por qué lo hacía. Dalila fingió indiferencia, nada natural para una niña de esa edad. Ella en el fondo no quería mostrarse temerosa, podría arreglárselas por sí sola. Sin embargo, eso tampoco le sirvió con el hombre. Él le compró un desayuno, la llevó a pasear por Nancy y al final del día, cuando hablaron demasiado y él se interesó en la historia de la niña, descubrió que iba sola por las calles y sin ayuda de nadie. Fingió querer irse pero se detuvo antes de dejar a la menor a su suerte. Antes de subir al carruaje se arrepintió y la atrapó antes de que fuera. Así fue como le ofreció y a la par le dio una noticia a la niña: la adoptaría.

Dalila no cabía en su emoción. El amable señor Doucet, justo como su apellido, fue tan dulce que se ofreció a cuidar de ella. Al principio Dalila no quiso pero tras palabras la convenció. Ella subió al carruaje y la vida comenzó a mejorar. El primer cambio fue la residencia. Los Doucet, un matrimonio con la incapacidad de tener hijos, vivían en una residencia decente en París. No vivían con demasiados lujos y la esposa era contradictoria a su esposo. Dejó de vestir con harapos, ahora era una linda niña. Pensó que todo iría bien, pero la señora ahora era su problema. Era gruñona, toda una superficial e interesada en todo, además de engreída, todo lo contrario a Dalila. Ésta empezó a asistir a clases de piano, como también aprendió a leer y a escribir mejor, empezó a hablar dos idiomas, como lo eran el actual francés y el idioma inglés.

Todo empezó a tomar forma para lo que sería cerca de los quince años, cuando fue comprometida contra su voluntad con el heredero de la familia Rosseau. Ella no quería, ese niño le caía mal. Pero ahí estaba la señora Doucet. La criticaba por ser “tan inmadura”, por ser ella misma cuando estaba con su esposo. La reprendía cuando el señor no estaba y la hacía sentir mal. Si antes se había olvidado de lo que su mamá le decía, ahora lo recordaría más que nunca. Reforzó una vez más el temor a lo que podrían decirle cada vez que le dejaban sus “defectos” en cara, se enfrascó detrás de una cara bonita. Ahora era la verdadera Dalila y la Dalila que era buena para hablar con todos, socializar y segura, una mujer que sabía lo que quería. El heredero de la familia Rosseau era un chico mimado y criticón, razones por la que Dalila no lo soportaba. La suerte la odiaba tanto que el chico terminó obsesionándose con ella. Aseguraba que tenía una belleza única, que no debían desperdiciarla. Dalila lo llamaba tonto y lo rechazaba, tratándole mal fuera de la vista de los padres. El desagrado hacia él era evidente.


La joven comenzó a experimentar lo que se podría llamar amor al fijarse en un joven que trabajaba en París, en uno de los restaurantes de su padre, vaya casualidad. Ella quedó encantada con el joven por lo sencillo que era, amable y servicial. Comenzaron a verse todos los días cuando el turno de él acababa, ella rehuía de la residencia o iba al trabajo con el señor Doucet. Sentía que con él no necesitaba ser la Dalila buena para hablar con todos, socializar y segura, podía ser ella misma, amable, algo infantil y afable, sin miedo a desconfiar en los demás y en el que dirán. Los sentimientos eran correspondidos y junto con esa correspondencia comenzaron los celos de John, el dichoso Rosseau y prometido de Dalila. Ella deseaba huir del destino que se le tenía planeado, John al espiarla tanto se dio cuenta de lo que hacía Dalila. La seguía y espiaba, tanto que hacía lo imposible para disminuir los encuentros entre el chico y la jovencita. La enfrentó una noche de primavera, amenazándola: “O te quedas conmigo, Dalila, o mataré a tu querido camarero” La amenaza le heló la sangre. Pero de nuevo, sin importar lo que hiciera, nada le funcionó. Se alejó del camarero, cortó todo contacto hasta que lo creyó necesario y cuando los celos psicópatas disminuyeron, ella tenía de nuevo esa esperanza de estar con el camarero. Este mismo la encontró una noche, como lo que prometía ser un último encuentro. Ella estaba nerviosa, lo amaba y a la vez no quería estar ahí, le daba pánico y sentía miedo, sentía que le observaban.

El estruendo de un revolver ser disparado le azotó los oídos. Ante sus ojos el cuerpo de su amado cayó malherido a sus pies y la silueta de John salió entre las sombras. ¡El maldito no bromeaba y su instinto no le fallaba! Sintió miedo, terror y él lo vio reflejado en sus ojos. La tomó de la muñeca y se la llevó lejos, muy lejos. Lo último que recuerda Dalila de esos días fue como John la asesinó. Abusó de ellas varias veces, le pegó hasta dejar fuertes moretones y finalmente acabó con su vida con un disparo al corazón. Una muerte que pudo haberse solucionado el mismo día. Su cuerpo nunca fue encontrado, John regresó a la vida normal y dejó el cuerpo abandonado de manera que nadie la pudo encontrar. Dalila nunca supo que su amado murió horas después del encuentro.

Nunca tuvo un descanso, nunca pudo ser ella ni tener la vida que deseaba. El señor Doucet cayó en depresión tras la eesaparación de su hija y desde eso el negocio se fue hacia abajo, quedando su familia en la ruina. Quedó sólo como un fantasma de lo que fue, en la búsqueda de conocer lo que no pudo, de tener lo que deseó, un espíritu que nunca pudo ser quien deseaba e infeliz por la vida que le tocó vivir...

DATOS EXTRAS
-Su razón para ser un fantasma es el nunca haber completado la vida que deseaba, forzada a ser quien no era y al guardar la esperanza de alguna vez poder serlo y estar con quien de verdad amaba, cosa que obviamente no pasará al estar esa persona muerta.
-Si hace acto de presencia en un lugar donde haya un piano, es posible escuchar una triste melodía provenir del instrumento. Es la melodía que ella le compuso a esa persona que amaba.
-Al tomar forma corpórea no le gusta que la toquen sin permiso. Parece tener cierto temor a ello.
-Como fantasma llegó a atormentar a John apareciéndosele más de una vez.
-Tiene una lápida en el cementerio, pero su cuerpo no está en el ataúd y eso, tal vez, sea otra de las razones por las que no descansa en paz.