AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tabatha Marwick
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Tabatha Marwick
Tabatha Marwick
Dying, inside these walls
-Nombre del Personaje: Tabatha Marwick -Edad: Aparenta 18 pero tiene 20. -Especie: Licántropo -Clase Social: Clase media -Orientación Sexual: Heterosexual -Lugar de Origen: Beston, Inglaterra. -Habilidades
| No es una joven que se tome eso de la belleza demasiado enserio, motivo por el cual no gasta más del tiempo necesario para que su arreglo diario sea higiénico. De facciones suavizadas y mentón poco pronunciado, su quijada sobresale lo necesario para hacerla notar. Con cejas tupidas aunque no demasiado largas, pestañas cual hilachos de tela de exótica creación y bajo ellas se esconden sus orbes del color de la canela, variando dependiendo la intensidad del sol. Ojos diminutos aunque sumamente expresivos aun así también a ellos los ha conseguido educar para no decir nada que no valga la pena hacer entender. Su nariz es casi chata, redondeta y diminuta. De labios alargados y no tan pronunciados. Un palmo más alta que lo usual, por lo que suele llevar zapatos de suelo para no llamar la atención, castaños cabellos que suele llevar sujetos en algún rodete o trenza que guarda el olor de la flores. Lleva siempre vestidos de mangas largas, para cubrir la herida en su brazo causada por un igual. Su cuerpo, no es el digno de alguien de su edad “Esta desnutrida” ha escuchado decir en más de una ocasión pero se ha vuelto tan remilgosa con la comida, rehusándose a llevar la dieta de un lupino, que no queda más que aceptar su delgadez. . |
Al hablar de Tabatha podemos hablar de una niña cualquiera, risueña, encantada de la vida y su entorno. Fascinada por un mundo dispuesto a ser devorado por ella, poseyente de un encanto digno para alguien de su género y edad. Con un humor tan humilde que no es difícil, siquiera complicado, robarle una sonrisa que se volvería carcajada con facilidad. Envuelta en una burbuja de felicidad y cuidados, apartada de todo mal. Educada, recatada e inclusive un tanto refinada. Cultivaba en el arte del hogar, con todo lo que una buena esposa debe saber desde corta edad. Nunca fue una joven especialmente dócil, sintiendo siempre que su pecho explotaría de no hablar, de no expresar lo que pensaba o sentía. Es posiblemente aquel el peor de sus males, no poder mantener las palabras en su cabeza, sentir la necesidad de darles un hogar en el exterior, ver los rostros deformarse ante sus aseveraciones, cuestiones y reproches. La rebeldía estuvo siempre presente en su ser, en lo hondo de su pecho todo lo que ansiaba era la revolución, la libertad, la igualdad. Con un encanto natural que le facilitaba con obviedad todo aquello que anhelaba, nunca carente de nada aunque tampoco capaz de darse los gustos de los nobles y duques del lugar la alta alcurnia con la que sus padres soñaban codearse algún día. Caritativa, la solidaridad exuda por cada poro de su piel, no va por la vida buscando desdichados a los cuales ayudar pero cuando se encuentra con uno su virtud de virgen le impide pasar de largo. Más tonta no es, capaz de diferenciar perfectamente cuando intentan aprovecharse de ella, mordaz en tal ocasión. Dueña de una lengua que no solo expresa sino articula, oraciones hirientes a quienes lo han de merecer. Su carácter si bien matizado con pinceladas de alegría y solidario actuar esta también repleto de severidad, firmeza en sus ideales y aferro a sus pensamientos. Sabe controlar su enojo si la situación lo requiere, disfrazando sus palabras iracundas con pasibles oraciones que incitan a la paz. Porque una dama no debe discutir de temas polémicos con los demás y en lo posible, no debe discutir. Instruida bajo la enseñanza de su madre la palabra amor no le fue jamás explicada. No soñó jamás con un valeroso jinete que la amase e hiciera suya, se imaginaba más bien un adinerado vinicultor que pudiera mantener a su familia y por su favor ella se casaría con él, no por amor sino por deuda. Le es difícil imaginar que una persona estuviera dispuesta a dejarlo todo por alguien más. Carece por tanto de romanticismo. Pero todo eso quedo atrás ahora no es sino un manojo de sentimientos negativos. Desconfianza, descontento y desencanto de la vida que le ha tocado llevar, a intentando, sin embargo, sobrellevar la situación y no a fallecido en toda medida aquella niña risueña y alegre que solía ser. Escondida en una caja de cristal le permite darse a conocer de vez en cuando. Enclaustrada en su interior, temerosa de lo que podría llegar a ser, de lo que es, de lo que intenta no ser pero late en sintonía con su ser. Lo siente en las entrañas, es el monstruo con el que pintan los cuentos de terror, del que los niños temen y, hacen bien en temer. En temerle. Independiente hasta el punto de depender de Lance, una contradicción en la que no le gusta pensar. Una dama cuando ha de serlo, haciendo honor a lo que sus padres hubiesen deseado de ella aun así una revolucionara desde el interior. Incapaz de herir, de herir a alguien inocente. Condenada a la infelicidad por ser algo que no añoro. |
Nació en una familia promedio, de un pueblo sin nombre de la aclamada Inglaterra. Entre sabanas, agua y un mar de anhelo, la primera mujer en una descendencia de cuatro, la primera de la que podrían sacar provecho. Creció con la idea de honrar a su familia, conseguir un buen marido que la fuese a mantener con dignidad y que, diese algún buen terreno o suma monetaria a sus desdichados padres quienes, a palabras de ellos mismos, estaba cansados de tanto trabajar. Paso los primeros años de su vida, y en general la misma, aprendiendo las enseñanzas de su madre, sobrellevando las infantiles muestras de afecto que sus hermanos le solían hacer, porque se le antojaban más como bufones, unos que siempre la hacían reír. Recibió su primera oferta a los trece años, proveniente de un hombre que rondaba los treinta, dueño de un diminuto taller de calzado y unas cuantas hectáreas alejadas del condado. Su padre le negó su mano, creyendo que podrían encontrar algo mejor con el venir de los años. La relevancia en su vida se alarga hasta sus dieciseis primaveras, fecha en la cual su vida como la conocía comenzó a cambiar. No salgas de noche, habían dicho sus padres, es peligroso ahí fuera, repetían una y otra vez. Más el carácter de la joven no resaltaba por sumisa sino por su rebeldía, es innatural que un adolescente no sea un curioso idealista, había escuchado alguna vez y aquella noche, su anhelo de traspasar las normas de la vida la incitaron a salir con la luna llena alzándose prominente allá en el cielo, adornada por destellos y escarcha de diamantes sin ubicación real. Un segundo centellaban aquí y al siguiente se encontraban allá. Mi camino, Mi maldición Se abría camino entre los nenúfares que se ensañaban en cerrarle el paso, ensuciando sus blancos zapatos con el denso lodo que le hacía hundir, trastabillar y obligarla a sujetarse de las cortezas ásperas de los arboles a su alrededor. No se percato entonces del silencio sepulcral que le envolvía, ni el intrépido zorro o el sabiondo búho se atrevió a asistir a lo que prometía ser una batalla consagrada en un trágico final. Pues no había comparación entre la fuerza de un animal como aquel y una niña armada con un candil y un montón de rezos que no supo bien pronunciar. El animal emergió de ningún lugar, refugiado antes bajo el manto de obscuridad que proporcionaba la noche. Había arrojado su frágil cuerpo hasta hacerlo aterrizar a los pies de un frondoso árbol con las raíces emergentes de entre la tierra. Su mano se cernió al candil y cuando el iracundo animal atrapo su brazo entre sus fauces, separando la piel con una facilidad horripilante encajo el objeto sobre su lomo haciéndose a la libertad. Retorciéndose de dolor, por motivos que ignoraba en aquel momento, el animal se esfumo tal cual había arribado. Dejando tras de sí una joven con el brazo hecho jirones. Encontró el camino de vuelta a su hogar con descomunal esfuerzo, las perladas lagrimas empañando su visión, la sangre cuajando y aun así sin dejar de fluir. El brazo casi desprendiéndose del resto de su cuerpo, un milagro le habían llegado a decir, que pudiese seguir hablando. Y más que un regalo una maldición que llego a comprender mucho después. Si aquella mala decisión se hubiese quedado en un mal recuerdo durante el resto de su vida, más si la suerte le había permitido salir con vida habría de cobrarse una recompensa equitativa a su dadivoso actuar. El recuerdo de la desgracia. Se despertó, cuando los rayos de sol abofetearon su rostro sin piedad, el olor a sangre que inundaba el lugar le revolvió el estomago hasta el punto de no poder más, termino vomitando sobre la paja húmeda que yacía a su alrededor. Con el cuerpo desnudo y una herida que atravesaba su brazo y parte del esternón. El techo encima de ella no era sino un cuadro con rejillas que daba a lo que aparentaba ser un establo. Lo supuso, por el canto del gallo y el olor a inmundicia de caballo que saturaba el lugar. Avanzó, aferrándose a su brazo, casi logrando hundir su dedo en el surco que se había formado y del cual, como agua de un manantial fluían suavemente hilachos escarlatas, avanzó en dirección a la esquina más apagada del lugar. Y lo que vio entonces fue algo que deseo olvidar. El cuerpo de un joven bañado en carmín, con una mordida colosal en una de sus piernas, podía jurar que el hueso se le salía sin piedad. Ahogó un grito de dolor llevándose ambas manos al estomago para romper en un llanto amargo sin consolación, le había arrebatado la vida, era por su culpa que no respiraba ya. Huyó de aquel lugar negándose a regresar a su hogar, con el latente temor de terminar lastimando a su familia. Había dejado a una madre sin su hijo, a un padre sin descendencia, le había arrebatado, quizás, el amor a una doncella. Decidió tomar un tren a un pueblo lejano al propio, donde fuese más fácil tomar una decisión pues lastimar a alguien más era algo que no estaba dispuesta a realizar. Aterrada a su nueva condición la resolución a la cual llego fue que, el mundo no necesitaba otro monstruo del cual temer, no quería ser la figura con que se adornasen los cuentos de terror, aquel ser errante en la soledad. La salvación Había tomado una decisión, y se encontraba de pie en el borde de un puente dispuesta a saltar “Si caes y sobrevives, no, no, claro que no sobrevivirás” Un último respiro para armarse de valor. Y en aquel instante en que la caída parecía prometedora una voz sonó sobre su espalda, sinuosa, hipnotizante, aunque acompañada de un fétido aroma. La promesa de enseñarle a manejar su maldición lucio mas tentadora que la de perecer de remordimiento. Desde aquella noche aquel hombre le brindo protección, un encierro total durante las noches en la que su memoria parecía desvanecerse. Siempre era igual, un dolor que desembocaba desde su interior, seguido un panorama nublado que a continuación concluía en la falta de conciencia. Despertaba al día siguiente, con las manos ensangrentadas por los grilletes y la ropa regada en derredor. Y a cambio, ella solo debía recordar los rostros de todos aquellos que pisaban de día aquel lugar y velar por su bienestar. Llego a París junto con aquel hombre. |
Otros datos Desconoce que el joven al que creyó haber asesinado años atrás no falleció aquel día sino que, se volvió un lupino más. Ha decidido no tomar ni fumar, por temor a decantarse por los vicios y terminar con una adicción, odiaría tener que depender de algo tan banal como el alcohol. En los últimos años ha perdido parte del humor que en su infancia le caracterizo aunque a veces, y algunas personas, consiguen robarle sonoras carcajadas que son vestigios de lo que una vez existió. Cubre su herida con largos vestidos aunque la cicatriz son algunas líneas que parecen más un lazo que rodea todo su brazo. Sufre de recurrentes pesadillas que producen a su vez un terrible insomnio. . |
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Tabatha Marwick- Licántropo Clase Media
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Re: Tabatha Marwick
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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