La búsqueda.

Madre me había pedido salir, que me tomara el aire. Yo detestaba el aire, la multitud, el agobio, y que mejor sitio que enviarme al Mercado Ambulante. Y además de noche, que iba a hacer yo en un mercado a plena luz de la luna. Pero pensé que sería más positivo, ya que habría menos personas con las que luchar.

Mis sospechas eran falsas, la gente abundaba.

Podía observar como la multitud luchaba por un simple pescado, no entendía que calidad podría tener, el mercado ambulante no era el mejor sitio para una chica noble como yo. La gente de alta cuna, solía enviar a sus criados, pero esta me la había ganado, había sido solo mi culpa, este temor a salir, a descubrir cosas nuevas, y mucho peor a encontrarme con el rostro que siempre me atormentaba.
Cada noche que cerraba los ojos, lo veía, como con sus ojos tenues me penetraba la mirada, quizás me había enamorado de él y no tenia miedo, pero sabia que me causaba repulsión, caminé por un pasillo un poco estrecho ya que la gente empujaba y gritaba. Podía ver como la gente, desesperada, luchaba por un mendrugo de pan. Yo tenía que buscar las hierbas, que utilizaba mi madre para crear sus cremas.
Salí del callejón de gente estrecho y observé detenidamente a cada una de ellas.

Me acerqué a una señora que merodeaba por allí y le pregunté que donde podria encontrar hierbas para cremas. La señora que parecía amargada, con un gesto muy misterioso y de desprecio, me indico un callejón oscuro. Temblé de miedo al verlo, ni un rayo de luz lunar. Ahora odiaba más que nada a mi madre. Me quedé en la entrada del callejón pensándome si entrar o no...

[FDI]Perdona por el post largo, pero tenía que explicar algunas cosas; a partir de ahora serán más breves. Si ves que algunas cosas se contradicen con tu historia avisa y lo cambio sin ningún problema. Espero que lo pasemos bien =D[/FDI]


Aunque Enzo apenas llevaba unos días en París, no se había quedado quieto. En primer lugar había puesto en orden todos sus negocios y asuntos, que no eran pocos. Una vez que hubo establecido un refugio seguro y algunos contactos humanos, se preocupó por la comida. Sí, aquello siempre era algo muy importante… Por eso y por solventar ciertas necesidades afines a todo hombre. Necesidades que incluso alguien que llevaba varios años muertos podría tener. Porque sí, contratar a cualquier cortesana sería lo lógico. Pero era demasiado sencillo.

Y el vampiro encontró la solución a aquello la segunda noche que llegó a París. Al verla Enzo supo que quería poseerla y tenerla bajo su control. ¿Por qué le recordaba a Marienne? En parte, tenía el mismo tono de pelo. Pero una buena figura, un rostro terriblemente joven y una tez lo bastante pálida como para dejar ver circular la sangre a través de sus venas ayudaban bastante…

Sí. Sería divertido. Y le proporcionaría el suficiente placer, al menos durante un tiempo. Luego podría buscar a cualquier otra que le divirtiera durante un tiempo.

Con la decisión tomada, Enzo se puso en marcha. Después de preguntar un poco por aquí y por allá así como de pagar algunas bebidas fue recabando información sobre ella. Se llamaba Courtney, apenas salía de casa, era de una familia con dinero… Cada nuevo dato que descubría le parecía más interesante que la anterior y le animaba aún más a jugar con ella.

Una vez que hubo recabado toda la información y haciendo uso de sus habilidades se había aupado a su ventana durante la noche y, aunque no había entrado, sí que la había observado oculto en la oscuridad y las sombras. Y empleando Encadilar y Control mental hizo que la chica soñara con él. Que soñara con él cada noche.

Las noches pasaron lentamente, hasta que por fin se presentó su oportunidad: Courtney salía de casa. Para ir a un mercado atestado de gente. No podría haber ocurrido mejor ni aunque Enzo lo hubiera planeado él mismo. El vampiro la siguió y la estuvo observando moviéndose entre las gentes, vestido con ropas de calidad pero sencillas, oscuras y discretas, andando con un bastón aunque no lo necesitara.

Al ver que se dirigía hacia un callejón Enzo salió de entre las sombras y se colocó junto a ella, observando también la zona en penumbra.

-Buenas noches-saludó el vampiro con una sonrisa amable en el rostro y quitándose el sombrero a modo de saludo. Hablaba un buen francés, pero con un deje de acento italiano. Echó un vistazo al callejón y luego miró a la chica-. Es increíblemente oscuro, ¿eh? ¿Os asusta?-preguntó con una risita.

Después de haberme quedado parada observando el callejón, noté como una presencia se me acercaba.
El corazón le palpitaba a la velocidad de la luz, tanto peligro era demasiado para mí. Me quedé paralizada, observando el callejón, mientras aquella sombra, se me acercaba cada vez más, hasta el punto, que la sombra se posicionó a mi lado. Seguía paralizada, aquella voz me resultaba familiar, giré mi rostro hacia él cuidadosamente y lo vi. Era él, el mismo que aparecía en mis sueños, él que me asustaba, sin casi palabras, me quedé observándole a los ojos, pero reaccioné. Retrocedí unos pasos atrás y histérica le grité:

-¡Vos! ¡Vos sois quién me ha atormentado durante todos estos años!

Nerviosa y asustada, decidí volver a retroceder, y mientras le miraba a los ojos, me giré y salí corriendo. Recogí mi vestido verde oscuro que pesaba una tonelada mientras taconeaba con prisa.
No había nadie en el lugar, me seguí por mis instintos pero me equivoqué. Acabé en un callejón sin salida. Rápidamente me escondí detrás de un montón de cajas de alguna tienda en concreto.

Enzo alzó una ceja al ver la reacción de la chica. La verdad es que no se lo había esperado, pero para nada. Aunque siendo sinceros, aquello sólo lo hacía todo mucho más divertido. Con una sonrisa dibujada en el rostro el vampiro dejó que la mujer corriera y se alejara de él a todo velocidad, sin que se diera cuenta de que se estaba metiendo en un callejón sin salida.

Sin prisas, Enzo empezó a andar tras ella mientras silbaba una canción e iba liberando sus poderes. Dejó que Encandilar le envolviera suavemente, como si de un perfume se tratara, creando una ligera sensación de bienestar y atracción hacia su persona. Era algo sutil, apenas una insinuación, pero debería de bastar para tranquilizar a la chica, o al menos para que dejara de tenerle miedo.

-¿Estáis bien?-preguntó Enzo a la oscuridad, el vivo reflejo de la sincera preocupación en aquél momento-. Lamento haberos asustado señorita, no era mi intención.

El vampiro se quedó esperando con paciencia. A unas malas podría hacerla salir por la fuerza, pero no tenía prisa, aún quedaba mucho para el amanecer. Y quería disfrutar del momento.

Asustada buscando una salida, escuché como un silbido se iba acercando a mi oreja, me giré y era él, iba a gritarle, pero no pude, no me salian las palabras, aunque le siguiera teniendo miedo, se me acercó y me apoyé en la pared, le miré fijamente a los ojos y quería decirle que no estaba bien, que por su culpa, había vivido años atormentada, pero la única palabra que me salió, fría e indiferente fue:

-Estoy bien...- sin saber porque, dije aquellas palabras, reaccioné y le dije de nuevo.- Estoy bien... pero me habéis asustado; ¿Veis correcto asustar a una dama, a plena luz de la luna? Me parece de cobardes.


Intentaba ser hostil y ser amable pero no me salia, nada más era tímida. Miré el suelo después de decirle aquellas palabras y noté repulsión hacia él. El único problema era que no podía expresarlas.

-Vaya, lo lamento muchísimo, de verdad, no era mi intención asustaros-le tendió la mano a modo de saludo-. Mi nombre es Enzo Krugman señorita, un placer.

Mientras hablaba y la observaba el vampiro dejó que Encandilar creciera un poco en potencia. Sólo un poco más, sin llegar a abusar ni eliminar el libre albedrío de Courtney, pero sí lo bastante como para que supiera por dónde moverse.

-Pero os vi observando tan atentamente el callejón que no pude evitar acercarme a vos y ver qué mirabais con tanta atención. Lo repito si hace falta, no era mi intención asustaros-el vampiro sonrió con amabilidad, dándose cuenta de que la chica no alzaba la vista del suelo. Tal y como había oído, la chica parecía algo tímida-. ¿Podría hacer algo por vos para que me perdonarais?-preguntó Enzo en el mismo tono y con aquél acento italiano que algunos consideraban tan divertido-. No me gustaría que pensárais que he actuado de mala fe señorita.

Aquellas palabras me aliviaron, al fin y al cabo, aparecía en mis sueños, pero no me hacia nada malo realmente... Quizás me arruinaba la vida el no saber su identidad, pero ahora lo sabia... Enzo Krugman...
Me seguía hablando pero yo no podía levantar la mirada, y cuando me ofreció una oportunidad para que le perdonará, con ese acento italiano, que en el fondo me venía la curiosidad por si sola, salté diciéndole, amablemente, tratandole con el mismo trato:

-Quiero saber más de vos, cada detalle y el porque de vuestras apariencias en mis sueños.

Le observé a los ojos completamente, después de haberle dicho estas palabras. Dejando que mis ojos azules penetraran en su mirada, que de algún modo le produjera algún sentimiento.

Al mirarle tan fijamente, sentí calidez y como comenzaba a agitarse un sentimiento en mi barriga, quizás eran los nervios, pero era algo diferente. Algo que nunca había sentido, aunque se parecía a los sentimientos que demostraba en mis sueños.

-¿Aparezco en vuestros sueños?-preguntó Enzo antes de reírse con una sonora carcajada-. Vaya, qué gran misterio. ¿Nos conocíamos de antes señorita misteriosa? ¿Acaso nos habíamos visto alguna otra vez antes?-interrogó el vampiro, aunque ya conocía la respuesta. Guardó silencio un instante y la miró de arriba a abajo-. No, estoy seguro de que no. Sin duda me acordaría de alguien como usted.

Enzo le devolvió la mirada, fijándose en sus ojos azules y sonriéndole con calidez y amabilidad, preguntándose qué tacto tendrían aquellos labios. Notaba cómo las defensas de Courtney iban siendo derribadas poco a poco, facilitándole bastante la tarea al comerciante.

-¿Sobre mí? No soy más que un humilde comerciante que ha llegado recientemente a París y que trata de abrirse hueco en éste complicado mundo. Vengo de Praga, en el Imperio Austrohúngaro aunque nací en Florencia, donde crecí…-se quedó un momento en silencio, pensativo-. Pero no os diré nada más hasta que no me digáis vuestro nombre. ¿O preferís que os llame señorita misteriosa sin más?-interrogó, sin dejar de sonreírle.

Al oír sus palabras, quizás esto tan solo era un sueño, un sueño del cual despertaría pronto. Pero por lo menos ya sabía su nombre, el rostro que se me había aparecido una y otra vez, acechándome. Solo pensé y dejé que me embaucara con sus palabras.
Bajé la mano mientras me hablaba y me pellizqué la pierna, pero no hubieron resultados. Esto era real, no era un simple sueño. Noté como comenzaba a irradiar sensibilidad y gentileza. Quizás no era tan malo y ya le había juzgado.
Madre dijo que estaba mal. Además, al escuchar que era comerciante, todas mis sospechas de que era peligroso se desvanecieron. El miedo desapareció y comencé a verle apuesto, una cosa que nunca me había pasado. Me hipnotizé con sus ojos y le contesté cuando pregunto por mi nombre:

-Mi nombre es Courtney Larosse. Perdone mi descortesía. He sido una maleducada ante vos.

Sintiendo que ya no era peligroso me aproximé a él. Sentí que quería besarle. ¿Yo queriendo besar a alguien? Esto era muy extraño para mí.

-Es un nombre precioso, Courtney. Casi tanto como vos-respondió Enzo, que no había dejado de usar aquella sonrisa cordial tan suya-. Ahora, si me disculpa, creo que deberíamos marcharnos de éste callejón oscuro y abandonado. Seguro que una señorita de su posición no querrá que las malas lenguas viertan mentiras sobre usted por estar en compañía de un desconocido.

El vampiro le tendió el brazo para que se sujetara a él. Mientras lo hacía, fue disipando poco a poco Encandilar al entender que la chica no iba a causar más problemas ni trataría de huir otra vez de él, al menos de momento. No tenía ningún tipo de prisa, ya tendría tiempo de llevársela a la alcoba y arrancarle aquél vestido. Y ella sería quién lo pediría, por supuesto. La mera idea le divertía casi tanto como el acto físico en sí. No le haría ningún daño, no la maltrataría de cuerpo, pero jugaría con ella. Hasta que dejara de divertirle.

-Ahora, señorita Courtney, es mi turno de hacer preguntas. ¿Cómo es posible que una chica como vos ande por el mercado sola a éstas horas de la noche? No me malinterpretéis, sin duda ha sido algo… ¿cómo dicen en francés? ¿Beneficioso? Sí, beneficioso. Me ha dado la oportunidad de conoceros y eso sin duda es algo bueno. Pero no deja de llamarme la atención ¿son costumbres parisinas?

(Perdón por la tardía respuesta, el bachillerato me esta robando mucho tiempo y tenía que estudiar para los final y recuperaciones, he estado out, pero volveré a ser activa dentro de nada )

Al oír las bonitas palabras que me decía, comenzé hasta sentir afecto por él, quizás era una simple casualidad, de haberle visto algún día por alguna calle cualquiera y haberme fijado en él. Era imposible no haberse fijado en él, era bastante atractivo y además se veía que tenia buenos modales. Me ofreció salir del callejón oscuro y yo sin pensármelo dos veces acepté la propuesta asintiendo levemente con la cabeza. Apoyé mi mano en su brazo y comenzamos a andar. Mientras salíamos de aquel callejón comenzó a preguntarme. Oí todas sus preguntas y le respondí:

-Oh, no, para nada. Ha sido mera casualidad que nos hayamos encontrado, nunca salgo de casa, por esto mi reacción alterada hace unos momentos. Mi querida madre me ha mandado a comprar hierbas para hacer sus famosas cremas para las pieles delicadas. Como ya veréis, caballero, se ve a la legua que mi piel necesita un cuidado intensivo.- le sonreí.- No suelo salir de casa ya que tuve una experiencia no agradable hace unos años, cuando vos, seguramente, aún no habíais pisado París.

Se quedó pensativa cuando recordó la experiencia cuando era pequeña, aquella sombra, ella habría jurado que era él. Pero ahora, simplemente estaba confundida y desorientada.

[FDI]Tranquila, todos hemos pasado por ahí xD ¡Suerte![/FDI]


-Lamento oír eso que me dice sobre su piel. Yo también padezco una enfermedad cutánea que me impide disfrutar de la luz del sol, la comprendo perfectamente-aprovechó para comentar aquello como quién no quería la cosa-. Aunque me temo que ni los ungüentos de su madre podrían ayudarme-rió. Guardó silencio para oír lo que decía sobre su infancia y, mientras lo hacía, el rostro de Enzo se ensombreció-. Lamento aún más oír esto que me contáis Courtney. Lo lamento muchísimo. Nunca me ha gustado oír que a una niña le hagan cualquier cosa…

En aquél momento la pareja salió del callejón y se internó por el mercado.

-Pero no pensemos ahora en las cosas malas del pasado, jovencita. Hace una noche estupenda y usted tiene unos recados que hacer. Si no le importa le acompañaré para asegurarme de que no le pase nada más. Además, he de disculparme por haberla asustado, claro-dijo Enzo, sonriendo con amabilidad.