Victorian Vampires
Joël Mourchois 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Joël Mourchois

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Mensaje por Joël Mourchois Mar Jun 19, 2012 4:37 pm



  • Nombre: Joël Mourchois
  • Raza: Humano
  • Rango: Clase Media
  • Edad: 22 Años
  • Orientación Sexual: Homosexual
DESCRIPCIÓN FÍSICA
Si bien la belleza no lo dotó de gracia cuando niño, algo a destacarse son esas pupilas de profundo color azul que le brindaron sus padres al nacer. Un muchacho algo enjuto de carnes y de finas facciones, podría imaginarse que de cuerpo frágil y delicado contaba el chico. No obstante, adentrándose ya en la madurez, notorios cambios se hicieron visibles en su fisionomía.

Su rostro una vez ovalado, tomó otro sentido demarcando una angulosa quijada que lo hizo resaltar un aire nuevo y masculino a su expresión, dejando al olvido ese aniñado y débil semblante. Sus ojos, aunque siempre deslumbrantes y resplandecientes, se minaron por el cerco negro de sus pestañas, dándole de esta manera una especie de fluido luminoso en el cual nadaban sus hermosos orbes celestes y húmedos.

Unas tupidas pero arqueadas cejas culminaban por enmarcar aquella penetrante y afilada mirada, otorgándole una penetrante y llamativa sobretodo, expresión que pocos eran capaces de pasar por alto.

Rojos y carnosos labios se dibujaban bajo su pequeña y a la vez proporcionada nariz, haciendo un perfecto contraste con su aterciopelada y pálida tez, que muchas veces adoptaba una forma más bermeja en sus mejillas, siempre y cuando el muchacho se encuentre en una situación que comprometa su vergüenza. Más de una vez se lo vio reír como los niños, algo que él no era muy común, sin embargo cuando lo hacía dejaba ver su destellante y campechana sonrisa que a más de uno conquistó.

La mata de su pelo era larga, ondeada y castaña. Joël optó por llevar un estilo que si bien parecía algo transgresor para la época, reflejaba fielmente como un espejo el interior de su personalidad tan osada.

Su estampa era esbelta y de armoniosas anatomía típica de un muchacho preocupado por su imagen. De musculatura bien demarcada pero sin caer en la corpulencia, Joël era un hombre de complexión delgada pero que no por ello abandonaba ese detalle viril y sensual que tanto lo caracterizaba. Cintura fina y achos hombros envolvían como punto final su hermoso cuerpo del cual no dudará en sacarle el máximo provecho.

DESCRIPCION PSICOLOGICA
¿Qué decir de su carácter? Bueno, de pequeño contando con el afecto incondicional de su madre consiguió desarrollar una alegría rebosante por sobre todas las cosas, si bien el hogar que lo amparó carecía de grandes comodidades y lujos, su jovial y efusivo espíritu no comprendía por felicidad aquellos bienes materiales, sino que, lo que lo que alimentaba su alma era ese cimiento, ese lazo familiar que creía inquebrantable y absoluto, algo que quizás todos los seres humanos tanto necesitan.

Así lo vivió Joël por algún tiempo, ignorante de lo orbitaba realmente en el seno de su adorada y “preciosa” familia. Fue poco después ya en los años en el deseo adolescente y curioso se manifiesta, que pudo quitar el velo que cubría sus inocentes ojos, y con más cuidado enterarse lo que secretamente acontecía. Poco a poco, ese aquella personalidad tan viva fue paulatinamente oscureciéndose y volviéndose irremediablemente taciturna e irritable.

Fue en este momento de su corta existencia que aquel estandarte en el que había idealizado su perfectamente confeccionada vida se desmoronó de un soplido.

Actualmente podríamos decir que en cuanto a la expresión de sus afectos, es casi imposible detectar lo que yace en el interior del muchacho. Forzosamente se vio obligado a construir una muralla que hasta ahora, nadie ha sido capaz de derrocar. Por supuesto que lo que se refleja en su semblante a la hora de establecer relaciones con él no es ni lo más próximo a lo que pueda llegar a sentir, las apariencias y la mentira son artes que minuciosamente labró a lo largo de su vida, y que por lo tanto, visualizar la verdadera cara de la moneda es para la mayoría un misterio casi imposible de desvelar.

En cuanto a la preocupación que podría tener por sus seres queridos podríamos decir que jamás tuvo la oportunidad de establecer tal conexión con alguien, ya siendo un hombre adulto, su vida se ha basado en la mentira y el abuso ajeno para sobrevivir y por tanto, es algo que Joël tal vez nunca llegue a conocer. Aunque en algún rincón de su corazón yace latente la necesidad por ser contenido y amado.

Quizás, añorando aquel joven y energético ánimo que alguna vez poseyó decidió por adoptar esta postura, que a simple vista lograría disimular notoriamente sus pesares, haciendo uso de la condición de supervivencia humana más antigua de todas: el pícaro. De alguna forma, tuvo que rebuscarse las maneras más amorales para salir adelante y no caer en el olvido, así que el engaño, la mentira, la seducción, la estafa y el sacar provecho de los más ingenuos ha sido una de las vías conductoras para sobresalir sin temor o remordimiento alguno, pues las consecuencias por los actos malintencionados no eran cosas que trajeran desasosiego a la mente de Joël, de hecho, esa fino trecho por el cual se balancea peligrosamente la cordura y la locura había sido una vez violado por el chico, ese día nunca se sintió tan satisfecho como en muchos años, fue la noche en la cual tomó la vida de su padrastro y clamó por su venganza.

GUSTOS
Disfruta de valerse del engaño para obtener lo que se propone, la mentira es una de sus habilidades más refinadas.

A pesar de su traumática infancia, guarda una gran libido en cuanto a sexualidad, que tanto disfruta con la compañía de otros hombres. Sufre de ninfomanía y mitomanía.

El disponer del poder sobre la vida de otra persona en su oficio lo hace bizarramente gozar de esta condición. Sin embargo, también se ha visto en él, una faceta misericordiosa hacia el prójimo, quizás, por el triste fallecimiento de su madre.

Saborea significativamente el pasaje del día hacia la noche, cuando se produce esa ruptura entre las normas y lo moral, seguramente, porque es en la instancia en la que puede hacerse con la mayor de sus provechosas facultades, la seducción.

Es extremadamente neurótico con el orden y la limpieza, sus hábitos deben estar en perfectas condiciones.

Posee una profunda afición por la perfumería y la confección de extravagantes prendas de alta costura.

DISGUSTOS
Aborrece la gente exageradamente optimista, sobretodo los ruidosos niños.

Es capaz de guardar rencor y recelo por las personas que alguna vez rieron la burla con intenciones de humillarlo.

El comprometerse.

Pretende jamás enamorarse de alguien, pues su grado de desconfianza para con los demás es tal, que esta condición se le es demasiado frívola.

Odia el desorden y la gente que viste de manera desalineada o con costumbres propias de la holgazanería.

Le repugna la iglesia católica y todo lo que ésta promueve.

No cree en las coincidencias, solo en el ingenio de otros para cumplir sus metas.

HISTORIA
Dichoso de haber nacido en el seno de una familia trabajadora correspondería sentirme. Alguien solía decirme que no todos contamos con el privilegio de con el cariño incondicional de nuestros padres, claramente de certeza no carecían sus palabras. De niño lo que más cabe destacar, o al menos, así vagamente consigo recordarlo, es ese vinculo inconsciente con el cual todo ser humano es traído a este mundo, ese afecto que pocas veces es obstaculizado y que hay entre una persona y otra… Estoy hablando del amor de un padre a un hijo.
Mi madre fue una persona sencilla que demostró dar todo de sí para otorgarme los pocos bienes materiales que cualquier niño precisa para un saludable desarrollo. A veces recuerdo aún la delicadeza y atención que ponía al leerme cuando me iba a la cama. Me contaba historias sobre grandes caballeros, guerras mitológicas y princesas en apuros. Cosas hacían volar mi inocente imaginación; y cuando de picardías me hacía, no tardaba en ser severa y perseverante con sus castigos, que mis pobres rodillas siempre recordarán cuando en el maíz me postraba.

Mi niñez fue solitaria, muy pocas veces tuve la oportunidad de compartir recreos con otros niños, quizás por mi naturaleza tímida e introvertida o tal vez por el cerrado circulo en el cual se movía mi propia familia.

Mi madre era una mujer trabajadora, muchos años la vi partir a los primeros rayos de luz que se asomaban por la ventana y volver a casa con el pan para la cena, cuando la luna ya estaba en lo más alto del cielo. Se dedicaba enfermería de un importante hospital de París, sin lugar a dudas, por esta misma razón nació mi vocación por ello. En algunas pocas ocasiones tuve el placer de acompañarla a su lugar de trabajo, debo reconocer que aquel mundo de enfermedad despertaba en mi un extraño sentimiento morboso; pues era ese lugar en donde la necesidad del más débil cobraba vida, y en donde aquejado era tratado por sus dolencias, en donde los recién nacidos respiraban por vez primera, y los ancianos llegaban para encontrarse con el blanco día en el cual sus almas se rencontrarían con su creador.

Toda esta conjugación suspendían mis sentidos y trascendían mi imaginación, y sobretodo por un pequeño detalle, que no menos importante, pude apreciar y fue la concepción de mi motivación por el oficio: el personal, mi madre, contaba con el dominio por sobre el necesitado, adquiría, por decirlo de alguna manera, la divina autoridad que tan solo un Dios es capaz de cernir sobre nosotros los mortales; el poder de tener la vida de otro ser humano en tus manos, y así tener la capacidad de disponer de su longevidad, si por bien lo tuviese. Sí bien tan solo un infante era yo en el momento, aquel pensamiento quedó grabado en mi memoria para siempre.

Fue así mis visitas al hospital fueron inesperadamente interrumpidas. Rumores de una peste contagiosa que arrasaba con el este de Europa, se escuchaban en boca de todos en Francia, y por mi propia seguridad dejé presenciar aquellos momentos de lenta agonía para algunos hombres que se entregaban a la inexorable ley severa de la muerte, y que secretamente yo deleitaba observando.

Poco tiempo después, cuando mi edad rondó por los diez, fue que mi madre contrajo matrimonio. Se casó con un hombre dueño de numerosas propiedades de renombre en toda Francia, y de muy buena familia.
Las mujeres que no son mozuelas no son que digamos buenos partidos para los hombres solteros, y mucho menos si vienen de la mano de algún hijo bastardo como yo. Pero éste hombre parecía encontrar algo atrayente en nuestra humilde familia, algo que no hasta algunos meses después pude llegar a entender. No puedo llegar a afirmar que sentía amor por o no por ella, de lo que sí soy certero es del repudio que tanto le guardaría durante su triste y miserable existencia.

Por si fuera desventurada ya mi turbada y nueva convivencia, la epidemia llegó de improvisto y azotó París sin clemencia alguna, cobrándose la vida de cientos de sus victimas, y de entre ellos, mi querida y añorada madre, que poco después sucumbió irremediablemente, y casi sin lugar a despedidas, el cólera acabó con su vida tan pronto como si el mismo Dios hubiera deseado arrebatármela de las manos.

La adolescencia acarreó un sin numero de nuevas emergentes desgracias, pero el punto álgido de esta situación fue vivir con hombre al cual ahora estaba sometido a obedecer, mi padrastro que se había ganado la total tutoría de mi cuidado, y que no mostraba reparo alguno en recordarme si fuera necesario.

Algunos meses después de que pasáramos del pequeño hogar que me vio nacer a la lujosa comodidad de su vivienda a las afueras de París, su comportamiento para conmigo mostró su más asquerosa faceta, si bien nunca fue atencioso con lo que a mi respecta, ahora intentaba acercarse de forma extrañamente interesada.
Fue sino después de la tragedia que comenzaron los abusos dentro de las paredes de su casa. A menudo era castigado físicamente, en ocasiones por mano propia y otras veces se daba el goce de utilizar algunos objetos que había cuidadosamente preparado para ello. Aun cuando cierro mis ojos para conciliar el sueño puedo recordar el dolor de su mano golpeando mi rostro con intenciones de desfigurarlo. No sé realmente por qué lo hacia, seguramente encontraba algún placer inexplicablemente sexual al castigarme de esa manera.
Pero sus limites no tenían fronteras, pronto se hizo con mi cuerpo no solo para apalearlo en las habituales tundas que me propiciaba, sino que, convenciéndome de que me mataría de hambre logró llevar su perversión hacia otro nivel. Sí, habiendo sido tan solo un niño entrando en la pubertad fui violado en innumerables ocasiones por aquel hombre a cambio de una ración de maíz que me tocaba cada cuatro días.

Así con la moral y la dignidad hecha trizas pasó los años, tuve que aprender hábilmente el arte de la mentira, el ultraje, la delincuencia y hasta la seducción para poder sobrevivir en este nauseabundo mundo, para así no morir a manos del monstruo que vivía en lo que ahora llamaba hogar.
Me había puesto entre ceja y ceja un objetivo que pronto resultaría fructuoso al alcanzar mi cometido. La mentira y el engaño, fueron algunas de las aptitudes de la cual más provechoso resultaba para conseguir un plato de comida.
Así que luego de luchar contra viento y marea obtuve mi titulación de grado en enfermería, tal y como me lo había propuesto a temprana edad cuando visitaba los recintos del hospital en donde laboraba mi madre.

Una noche, volvía exhausto a la casa luego de una jornada llena de placeres ocultos en la clínica en donde fui contratado para ejercer mi profesión.
Llegué y allí estaba mi padrastro esperándome con una ruinosa botella de vino en la mano y en la otra, una fina tira de cuero adornada por algunas piezas de metal con la cual usualmente propiciaba su castigo, pero esta vez, algo era diferente.
Soporté la golpiza como era de costumbre, a esas alturas era capaz de suprimir el dolor físico que sentía maquinando e dilatando el odio en mi cabeza que aguardaba la hora de mi venganza. Y de pronto jurándole la muerte vi todo el aparejo, era la ocasión más propicia para llevar a cabo el objetivo que de repente se presentó a mis ojos… Así esperé pacientemente a que se decidiera nuevamente a abalanzarse sobre mi cuerpo en busca de placer sexual, muy cerca de sí, había dejado yo intencionalmente mis objetos de trabajo. Así que aprovechándome de que su ingenio se veía totalmente nublado esta vez por el efecto del alcohol que corría en su sangre, aguardé en silencio como una serpiente esperando el momento exacto para atacar.
Y liberando a intervalos de sus golpes algunos quejidos - eso parecía excitarle aún más - de pronto mi oportunidad tocó la nota final del preludio de lo que estaba a punto de suceder. Cuando se aventó a succionar mi cuello de forma lasciva e grosera, allí lo tenía vulnerable, desorientado y entregado fácilmente a mi cometido…
Poco a poco me fui acercando al fardel que contenía mis utensilios de la clínica, así que introduje mi mano en él precavido y logré apenas hacerme con una jeringuilla que había preparado con anterioridad, lo observé minuciosamente por unos minutos esperando que se descuidara lo suficiente. Ignorante de lo que estaba a punto sucederle estiró su cuello mientras manoseaba asquerosamente mi espalda, y dejando mas gruesa y mortífera de las venas expuesta como en bandeja de plata hacia mí, me le adelanté con un hábil y preciso movimiento que con una violencia desgarradora pude inocular en ella un sedante tan exponencialmente elevado en dosis que hubiera sido capaz de acabar con la vida de diez hombres.
Tan pronto pegó un estridente alarido rasguñó mi rostro en un intento inútil por defender su patética existencia, y cayó medio muerto al cabo de escasos segundos, y para cerciorarme de que mi trabajo estaba hecho, constaté que su corazón dejara de luchar tomando su pulso, el cual dejó de bombear tan rápido como mi asalto.
Allí lo dejé sin misericordia alguna pudrirse en el interior de la mugrienta morada que había sido testigo de tantos maltratos.

Esa noche fue la última vez que lo vi en mi vida. Marché a París en busca de una nueva oportunidad de realizarme, aunque claro, supongo que debería valerme en gran parte por lo que tan laboriosamente había conseguido aprender lo largo de mi niñez y adolescencia. A veces siento una especie de agradecimiento hacia él, mal o bien abrió mis ojos y así asimilé a sobrevivir en un mundo en dónde la mayoría de las veces hay que pisar cabezas para alcanzar tus metas. En la ciudad de las luces habría conseguido el puesto en enfermería en un importante hospital de renombre en París, el Pitié-Salpêtrière, integrándose a su equipo multidiciplinario para finalmente asentarse tranquilamente ejerciendo lo que más le traía consuelo.


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Última edición por Joël Mourchois el Vie Jun 22, 2012 9:42 pm, editado 3 veces
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Mensaje por Nigel Quartermane Mar Jun 19, 2012 5:38 pm

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