Milena Roentgen.

Milena Roentgen.


500 reales, 25 aparentes.


2 de septiembre de 1300.


Alemana.


Vampiro.

- Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando mas rápido que un humano normal.
- Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.
- Control mental: Poder para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona.
- Sanación acelerada: Habilidad para curar rápidamente de cualquier lesión. El tiempo de recuperación varía según el personaje.
- Infringir dolor por medio de la mente: Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona, esto solo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual.



Milena jamás da un paso en falso, y eso es lo que mejor la define: todo está estratégicamente pensado y preparado para obtener el mayor de los beneficios. Jamás nada es porque si. Calculadora, premeditadora, pero ante todo una incansable pensadora. Todo debe estar en su lugar si ella así lo determina, y no tolera las fallas, por lo que muy pocos se atreven a decepcionarla. Su ira es de temer y su amor y fidelidad son de admirar. Es una mujer entregada a todo lo que le gusta, y si bien es fría y egoísta, daría todo por aquellos que ama. Incluso desde antes de su transformación Milena fue una persona abrumadoramente intuitiva. Es difícil engañarla, y más difícil aún conseguir su perdón y compasión. Un bardo alemán, que la amó incluso más que a su propia vida, escribió una vez unos versos, que Milena conserva aún entre las pertenencias de su familia y que siempre creyó que la definían a la perfección:

“Eres como los lirios del estanque, tan perfecta y bella, exótica y única. Te veo así, tan frágil como la flor, tan sola en un mar de aguas turbias. Pero, qué eres?, quién eres?. Porque jamás he visto otra flor con ese extraño perfume, jamás he visto una flor con tantas espinas.
Eres como un gato, pequeño y engañosamente inofensivo, pero en ese cuerpo escondes una cazadora feroz, siempre al acecho, siempre atenta y precavida. Te lanzas sigilosa sobre tus presas y nunca temes salir herida.
Eres rojo, por la pasión y el fuego que tu corazón esconde, lo consumes todo a tu paso, como el calor infernal, intenso e irrefrenable. Pero eres volátil también, casi tan frágil como peligrosa.
Y si fueras un pecado ¡Oh dama! Serías la lujuria. El deseo que se derrama de tus ojos, la pasión, pero ante todo la carne, que te quebranta y te corrompe, la lujuria que te consume y que te provoca placer y odio por ser como eres, la lujuria, es el pecado que te ha reservado un lugar en el infierno, el pecado que te tiene cautiva tras los muros de tu propio manicomio”.



Milena es amante de la naturaleza, y eso no cambió luego de su muerte, si bien sabe que su especie es una aberración, y la inmortalidad un don antinatural. Adora estar al aire libre y viajar. Le gusta todo lo que les gusta a las jóvenes de su edad: los vestidos, las joyas, los perfumes... los hombres. Le gusta que la admiren y la alaguen, y aunque muchas veces lo niega, siempre necesita tener a su lado alguien que le preste atención. Es bastante pretenciosa y le encanta que los demás cumplan sus órdenes. No soporta el calor, los animales ni la gente con mal gusto.



Hace ya mucho tiempo, en un pequeño pueblo alemán, la belleza de la joven Milena dio que hablar. Sin embargo ella jamás ostentó de su atractivo físico, aunque muchas veces éste le proporcionó un camino fácil para alcanzar sus objetivos. Su cuerpo, delgado y pequeño, tan engañosamente frágil, es la obra maestra de Dios. Piel blanca y tersa, cabellos oscuros como el ébano, suaves y lisos, que lleva a su gusto según la moda. Grandes ojos color café le dan al pálido tinte de su fémino rostro una profundidad incomesurable. Sus pobladas pestañas le dan un último toque de sensualidad a una mirada fuerte e impetuosa. Tiene una boca carnosa carmesí -la tentación de cualquier mortal- y una nariz pequeña y respingada.



-¡Suéltame Milena, me haces daño!- Gritó Mikael, pero la mano firme de su hermana menor le apretaba la garganta con tanta fuerza que comenzaba a faltarle el aire -¡Me han obligado!, ¡No sabes cuánto lo siento!- Alcanzó a decir antes de que la voz de la joven cortara sus palabras con la ferocidad de un rayo: -¡Cállate Mikael!, ¡Tú me entregaste, acabas de firmar mi sentencia de muerte!, ¡Me has delatado, no te debo el perdón!- La ira encegueció sus ojos inundados por lágrimas que no llegaron a caer, su mirada se tornó más lejana, sus ojos se oscurecieron y durante un instante Mikael rezó por su alma. Milena estaba decidida a matarle cuando su padre entró en la habitación. Entre las súplicas de su madre -que observaba la escena al otro lado de la puerta- tumbó a la joven de un golpe, librando a Mikael de las manos de la muerte. -¡Vete de aquí, monstruo, eres la vergüenza de esta familia!, ¡Vete o te mataré!. No sentía dolor, solo deseaba matarlos a todos. Pero el último vestigio de la mujer mortal que un día había sido se lo impidió, y mientras se incorporaba -incapaz de mirar a cualquiera de ellos a los ojos- los maldijo en voz baja y se marchó de allí para siempre.





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