Sidonie E. Delaney

Nombre: Sidonie Edwina Delaney
Apodo: Sid
PB: Crystal Reed
Clase Social: Clase Media
Orientación Sexual: Heterosexual
Edad: 86 años, aparenta 21.
Raza: Vampiro
Nacionalidad: Escocesa
Poderes: Agilidad y reflejos sobrehumanos, sentidos aumentados, sanación acelerada, persuasión y clarividencia.

Imagen:

Tez: Sidoine tiene la piel blanca como el yeso, aunque se sonroja con facilidad cuando tiene frío, está enfadada o tiene vergüenza.
Color/tipo de cabello: Tiene el pelo ondulado y negro el cual le llega hasta la cintura.
Color/tipo de ojos: Tiene los ojos verdes, medio pardos. No son muy grandes, pero tiene las pestañas muy densas, lo que los hace más grandes de lo que son.
Peso/Estatura: Es delgada y menuda, y aunque no lo parezca, posee mucha fuerza.
Vestimenta: Viste con ropa de época y le encantan los vestidos grandes y con adornos, aunque el pelo suele llevarlo no muy peinado, al igual que no se suele pintar mucho, sólo para ocasiones especiales.

Maleducada, loca, terca y arrogante. Así es como la ve la mayoría de la gente. Sin embargo, a Sidonie le da igual lo que piensen de ella, hasta cierto punto. Es soñadora y risueña, a primera vista parece un ser adorable. Aunque te puedes llevar una sorpresa, porque es mucho más que una cara bonita: Sidonie es retorcida y bastante manipuladora. Le gusta que la gente le vaya detrás, para lo cual sus poderes de vampiresa le sirven de maravilla.

Detrás de su fachada de niña buena y de no haber roto un plato en su vida, esconde a un ser desgarrado por el dolor. Sidonie lo ha pasado muy mal durante su ahora no tan corta vida. Mientras su padre vivía, ella era la persona más feliz del mundo. Pero todo cambió cuando él murió asesinado, entonces la venganza se coló en su sangre y la convirtió en una persona culminada de malicia. Le encanta seducir, sobre todo a hombres descarrilados y de intenciones algo asquerosas, aunque no le hace ascos a su sangre.

Aun así, a veces sigue siendo la misma chica apasionada de entonces. Le gusta pintar y cantar, y aunque el negocio que heredó de su familia le ocupa bastante tiempo, siempre tiene tiempo de hacer bocetos de cuando en cuando. Recuerda que antes le gustaba ir al campo y pasar el rato, cosa que dejó de hacer por su evidente "alergia al sol".

A pesar de que todo el tema vampírico la volvió aparentemente loca, Sidonie conserva algo de cordura como para ocultar bastante bien su identidad de ser inmortal.

La vida de Sidonie no ha sido nada fácil. Nació en Escocia en 1714 en el seno de una familia humilde y poco numerosa. Él y su hermano mayor, que por desgracia cayó enfermo y murió cuando ella era aún muy pequeña para comprenderlo, simplemente lo olvidó. Tras unos años en la casa que poseían en un pueblecito de Escocia, sus padres decidieron cambiar de aires, ya que a su madre se le hacía imposible estar en el mismo sitio donde enterró el cuerpo de su difunto hijo. Así que reunieron el suficiente dinero para cruzar el mar en barco y llegar a Europa. Pasaron varios meses hasta que la familia pudo instalarse. Al principio, pasaron algo de tiempo en Bruselas, hasta que Sidonie cumplió los 12 años. Entonces, su madre, emocionada al oír semejantes halagos respecto a Francia, más concretamente París, consiguieron tomar un tren hasta ahí donde finalmente establecieron su casa.

El final de la infancia y su poco feliz adolescencia le costaron a Sidonie varios traumas de los cuales no se ha podido deshacer en los 86 años de su existencia. Parecían una familia feliz, de hecho su padre, a quien adoraba con locura, consiguió comprar un establecimiento que en poco tiempo convirtió en un pequeño y acogedor restaurante. Su padre atendía a la clientela y su madre se encargaba de cocinar, mientras la pequeña Sidonie daba vueltas por ahí, siendo una cría por el poco tiempo que le quedaba.

Seis años después, la vida iba viento en popa para los Delaney. Su negocio había sido toda una inversión y había llegado a ser uno de los más frecuentados de la zona. Muchos de los clientes eran habituales, y los padres de la pequeña habían hecho muy buenas migas con la gente del barrio. Parecía no haber problemas, y parecía que nunca llegarían. Hasta que una noche, una epidemia de peste infectó a gran parte de la población parisina, entre ellos la madre de Sidonie. Compraron todos los medicamentos, pero aun así no fue suficiente para salvarle la vida. Su padre quedó completamente destrozado, al igual que Sidonie. Sin embargo, la muchacha intentó salvar su vida y la de su padre. Estar afligidos no les iba a dar de comer, así que se puso en marcha y comenzó a llevar el restaurante mientras su padre se dejaba caer en una silla en la cocina, hasta que un día se dio cuenta de que no podía dejar a su hija hacer todo el trabajo.

De nuevo, la familia Delaney conseguía superar otro de los altibajos que los golpeaba de forma tan constante, aunque la alegría les duraría más bien poco. Una noche de verano, cuando Sidonie tenía 21 años, salió tras su padre, quien había salido a tirar la basura hacía más de media hora. Salió a preguntar qué hacía cuando se encontró con la imagen del cuerpo inerte de su tan querido padre. Emitió un grito desgarrador y corrió hacia él, y entonces lo vio: un ser inhumano que se perdía entre las sombras. Un ser con pelo, hocico, dientes y garras afiladas, pero que caminaba erguido como un hombre, algo que jamás hubiera imaginado salvo en las historias de fantasía.

La muchacha pidió ayuda donde pudo, pero todos creyeron o que se confundía, que estaba loca o ebria. Como en muchos lugares pasa, el rumor corrió por todo el vecindario y la gente comenzó a mirarla de forma extraña. El negocio calló en picado, salvo algunas personas que estaban por encima de los rumores, aún así le daba para mantenerse. Harta de esperar respuestas, fue a buscarlas: consultó libros, miró direcciones, preguntó a muchas personas, hasta que llegó a alguien que podía contestarle a las preguntas. Nunca supo que existían esa clase de seres mitológicos: Vampiros, hombres lobo... pero después de lo ocurrido no podía negarse a creerlo. Aquella persona con la que había ido a hablar era nada más y nada menos que uno de ellos, un vampiro. Pensaba que sería algo escalofriante, sin embargo poseía la misma apariencia que una persona normal.

Después de responder unas preguntas que le formuló, pensó en irse sin más, pero la sonrisa en el rostro del aparentemente joven muchacho hizo que apareciera un sentimiento que no le gustaba nada: miedo. No tenía nada con qué pagarle la consulta, así que ella creyó que sería su próxima merienda.

Días después, se despertó no sabía ni cuando ni donde. Parecía una habitación lujosa, de una mansión. Se sentía extraña, era como si fuera más ligera, menos persona. Se levantó y al mirarse en uno de los espejos entonó un grito. No había reflejo alguno. De pronto lo entendió todo. Tardo tiempo en asimilar todo aquello, aunque aquel joven vampiro le permitió quedarse ahí todo el tiempo que quisiera, con la condición de que estuviera bajo sus órdenes. No sabía como sobrevivir por su cuenta, así que pensó que no era una mala opción. Su nuevo anfitrión le enseñó muchas cosas que tendría que asimilar durante su inmortalidad. ¿Inmortalidad? ¿Beber sangre? ¿No poder exponerse al sol? Todas esas cosas le horrorizaban, aunque tenía tiempo para acostumbrarse. Muchos años después, cuando rondaba 1780 en París, algo extraño ocurrió. Un grupo de cazadores irrumpió en la mansión y empezó a asesinar a cuantas personas había ahí. No sabe cómo, pero logró escapar sin saber si alguien de aquella casa seguía con vida o no.

Entonces volvió a su antigua morada. Todo había cambiado desde que había ido, todo era muy diferente. Nadie se acordaba de ella: Todos pensaban que la loca de Sidonie se había ahogado en el río o que se había marchado para no volver. Nadie la reconocía, lo cual era algo que le sumaba un punto a favor: ¿Cómo iba a explicar haber estado cerca de 50 años fuera sin envejecer ni una mísera arruga?

Lo que hizo fue empezar de nuevo. Una nueva vida que no tenía nada que ver con la que había dejado atrás. Había visto morir a mucha gente y una de ellas iba a ser cobrada como fuera: la de su padre.

Siente un odio extremo por los licántropos. Los odia a muerte y tiene una cuenta sin saldar con el asesino de su padre. No conoce a ningún brujo, ni desea su compañía, al igual que los cambiaformas. A pesar de estar tan destrozada por dentro, aparenta muy bien ser una persona medianamente normal.