Sombras de otros tiempos [Reservado para búsqueda]

por **Aurelia Sila** Vie Sep 21, 2012 2:14 pm

Aurelia volvía a casa con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes tras alimentarse como hacía mucho no lo hacía. Había dado rienda suelta a su glotonería sin remordimientos y estaba exultante. Faltaban unas pocas horas para el amanecer, quería leer un poco, pero antes de eso decidió dar un paseo por el amplio jardín de su mansión, disfrutando la fría caricia del aire nocturno sobre su pálida piel.

Sus pasos eran ligeros sobre la hierba húmeda, caminaba lentamente entre los árboles mirando hacia el oscuro firmamento salpicado de millones de estrellas. Se sentía en paz. No importaba el hecho de haber asesinado a dos hombres tan sólo un rato antes. “Carpe diem”, pensaba y sonreía un poco. Estaba satisfecha con todo lo que tenía ahora y no se le habría ocurrido pedir más. Un poco después se dirigió a la casa.

La servidumbre se había retirado a dormir y todo era silencio, incluso sus movimientos no producían el menor ruido y cualquiera hubiera podido confundirla con un fantasma.

Subió las escaleras que conducían a la biblioteca, pero antes de cruzar la puerta supo que no estaba sola. Se sorprendió. No cualquier extraño podía invadir la segura privacidad de sus dominios sin que ella lo detectara al instante y eso sólo podía significar que el intruso en cuestión era alguien con el suficiente sigilo para engañar a un vampiro: otro vampiro.

Una figura sombría surgió de un rincón y no hubo más misterios. Aurelia había estado en lo correcto, pero jamás hubiera imaginado que se encontraría con un rostro conocido.

-Han pasado muchos años- dijo –no creí que volvería a verte de nuevo…

por **Nosferatu L. de Beauchamp** Sáb Dic 01, 2012 5:22 pm

Era uno de esos extraños días de verano en que las fuertes brisas nocturnas podían confundir la estación con el invierno. Pero era eso, verano. Uno en que seres como él no podían disfrutar la calidez de los rayos del sol. Aunque tampoco se podría decir que lo extrañara, porque no había vivido lo suficiente como para apreciarlo como otros, quizás ese era uno de sus problemas, había vivido tan poco siendo mortal, que pocas cosas eran realmente importantes ahora. Tal vez por eso la vida infantil y algo vacía que venía viviendo desde que recordaba, pero aun así, habían momentos que a veces hacían que valiese la pena.

Así como el que iba a buscar ahora, previa invitación de un nuevo conocido que se perfilaba como amigo. Pero fue ese mismo ánimo juvenil el que le instó a caminar hasta su residencia, disfrutando aquella brisa que buscaba infiltrarse a través de sus ropas. Era casi perfecto. Casi porque comenzó a volverse molesto cuando no podía dar con el lugar correcto de entre todas aquellas mansiones que más bien calificaban como villas, y que en parte le recordaban al hogar que hace mucho decidió dejar atrás.

En eso estaba, pateando piedras mientras bufaba y trataba de averiguar en qué momento había errado el camino, cuando un suave y floral aroma llegó hasta él. En vano trató de perseguir ese rastro, porque era cortado por una cerca que daba a una de esas enormes mansiones. ¿Nadie se molestaría si cortaba una o dos, verdad? Solo para satisfacer aquel interés por las flores, que desde la niñez lo había perseguido. Su aroma, su color, incluso las texturas, a veces tan complejas de plasmar en un lienzo. Bueno, por eso fue que acabó por arriesgarse a saltar aquella cerca, pero antes de que siquiera pudiese encontrar el objeto de su curiosidad un nuevo aroma lo noqueó.

Le era familiar, y completamente reconocible ¿Pero era posible? Había pasado tiempo como para sentir extrañeza, pero no el suficiente como para olvidar. Sin darse cuenta en su rostro se esbozó una sonrisa ladina, hasta que decidió apostar por la osadía en honor a los viejos tiempos.

Se coló silenciosamente, guiado por el instinto que por la cabeza, porque no calculó ninguno de los riesgos, que pudiese haber sirvientes aun despiertos, o que ella estuviese en compañía de alguien más. Pero todo valdría la pena si conseguía hacerle fruncir ligeramente el ceño como antaño. Siguió pasillo tras pasillo, pero en algún momento se le adelantó, por lo que decidió esconderse vilmente en la biblioteca, donde ni el pesado aroma de los antiquísimos libros podría ocultar su presencia, pero al menos lo intentaría.

Cuando Aurelia cruzó el umbral de la puerta, supo que habías sido descubierto, así que no había demasiado caso en seguir escondido, por lo que hizo acto oficial de presencia con aquella eterna sonrisa en sus labios.

- Muchos, pero no suficientes como para olvidarte – dijo poniendo en palabras lo había pensado al reconocer su aroma – Y sí, para tu mala fortuna, he vivido más de lo que habíamos apostado dada mi capacidad para meterme en problemas – se acercó, guiñándole un ojo, antes de arrebatarle una de sus manos para dejar un suave beso en ella – Aunque agradezco a la fortuna haberme dado tiempo suficiente como para verte establecida en una ciudad que contrasta tanto con ese rostro tan bello y serio de siempre – dijo aun sin soltarla, esperando ansioso por ver en ella algún atisbo de emoción.

¿Cuánto había pasado exactamente? La había visto por primera vez cuando apenas era un neófito, un inmaduro en prácticamente todos los sentidos, pero que no pudo resistirse a los encantos y secretos de la experimentada vampiresa con quien había pasado unos cuantos años que ahora le parecían haber sido unos efímeros minutos.

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