AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
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A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
No sabía cómo, pero me encontré en la Catedral antes de darme cuenta dónde estaba. Mis pies me habían llevado hasta allá, en una caminata donde ni ellos sabían hacia dónde se dirigían. Buscando escapar de mis penas, mis temores del futuro y por sobre todo de la ira que me consumía cada vez que pensaba en ellos. Una ira justificada, porque todas mis desgracias no eran por mi causa.
Aunque la Catedral no era el mejor lugar para alguien como yo, alguien movida por lo monetario antes que nada. Yo tenía mis razones, por supuesto. Alimentar y vestir a mis hijos eran un par de ellas. Pero posiblemente Dios no veía con buenos ojos mis pesquisas, que terminaban con una sonrisa falsa y una maquinación de cómo sacarle varias monedas del bolsillo. Si lo ponemos de ese modo, soy una pecadora en todos los aspectos.
Pero Dios perdona a los pecadores, ¿Cierto? ¿Acaso yo no puedo obtener el perdón, si lo han obtenido personas con peores comportamientos que el mío? ¡Sería una gran injusticia si no lo considerara!
Me senté en uno de los bancos, cansada. Hace mucho tiempo solía visitar mucho este lugar, pidiéndole al Señor que mi matrimonio fuera fructífero, que mi esposo simplemente me quisiera por quién era. Y al final todo terminó en engaños, enfados y mis maletas en medio de la calle. Y eso que yo no fui la de los engaños. Vaya vida que me tocó.
Mi hilo de pensamientos se detuvo cuando oí una voz rezar con fervor a aquel Dios que al parecer no había escuchado mis súplicas de una vida feliz y armoniosa. Buscando el origen me encontré con una jovencita con todo el aspecto de ser de clase media, arrodillada, con las manos juntas en plena oración. Casi se me escapa una carcajada ante tal espectáculo, pero preferí acallarla y exteriorizar mis pensamientos en forma de palabras y no de risotadas.
-¿Por qué rezas con tanto ahínco? Si quieres algo deberías conseguirlo por ti misma, y no pedírselo a Dios tan fervorosamente.
Aunque la Catedral no era el mejor lugar para alguien como yo, alguien movida por lo monetario antes que nada. Yo tenía mis razones, por supuesto. Alimentar y vestir a mis hijos eran un par de ellas. Pero posiblemente Dios no veía con buenos ojos mis pesquisas, que terminaban con una sonrisa falsa y una maquinación de cómo sacarle varias monedas del bolsillo. Si lo ponemos de ese modo, soy una pecadora en todos los aspectos.
Pero Dios perdona a los pecadores, ¿Cierto? ¿Acaso yo no puedo obtener el perdón, si lo han obtenido personas con peores comportamientos que el mío? ¡Sería una gran injusticia si no lo considerara!
Me senté en uno de los bancos, cansada. Hace mucho tiempo solía visitar mucho este lugar, pidiéndole al Señor que mi matrimonio fuera fructífero, que mi esposo simplemente me quisiera por quién era. Y al final todo terminó en engaños, enfados y mis maletas en medio de la calle. Y eso que yo no fui la de los engaños. Vaya vida que me tocó.
Mi hilo de pensamientos se detuvo cuando oí una voz rezar con fervor a aquel Dios que al parecer no había escuchado mis súplicas de una vida feliz y armoniosa. Buscando el origen me encontré con una jovencita con todo el aspecto de ser de clase media, arrodillada, con las manos juntas en plena oración. Casi se me escapa una carcajada ante tal espectáculo, pero preferí acallarla y exteriorizar mis pensamientos en forma de palabras y no de risotadas.
-¿Por qué rezas con tanto ahínco? Si quieres algo deberías conseguirlo por ti misma, y no pedírselo a Dios tan fervorosamente.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/09/2012
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
El amanecer me despertó con una bofetada en forma de vendaval, había pasado la noche en un viejo almacén de paja y grano abandonado, era mejor que dormir en las calles, al menos allí no te intentaban robar los gitanos o extraerte la esencia esos demonios vampiros. Desperezándome busque con la mirada algún rastro de vida a mi alrededor, aparte de un roedor nadie había irrumpido en mi refugio temporal. El agua fresca de lluvia que se había acumulado en la noche me sirvió para lavarme, estaba helada pero cumplía su función.
Esa mañana no tocaría la viola para los niños del orfanato, tampoco para ganarme algunos francos, hacia poco me llegó una carta en la que los Inquisidores me informaron de su reciente interés hacia mi persona “Te estamos observando y evaluando” decían sus palabras, letra por letra.
Aunque aquello me colmara de emociones indescriptibles y eterna gratitud, también ponía a prueba mi fe, determinación y comportamiento. En esos días debía demostrar que era digna de pasar a formar parte del ejercito divino, solo había un pequeño detalle… esos condenados, inquisidores que cayeron en las garras del demonio y en lugar de acabar con su sufrimiento, pudiendo salvar sus almas para llevarlas con su Padre celestial… les perdonaron la vida y siguen ejerciendo el mandato del Señor… el único ser que puede perdonar es el Todopoderoso, el día que me nombren Inquisidora Espía pienso hablar muy seriamente con el Papa.
Entre estos pensamientos alimentados por la Voz del Ángel que rugía de indignación en mi mente, mis pasos me llevaron a la monumental Catedral de Paris, toda una alabanza al poder misericordioso de Dios… ¿o tal vez una soberbia humana? Fuese lo que fuese, este era un lugar concurrido por los captadores de nuevos talentos de la Inquisición.
En el aire se podía oler el incienso y la tranquilidad, tenía un lugar predilecto en el que alzar mis oraciones al cielo, justo en frente de la estatua del Arcángel Gabriel, el mensajero de Dios, era el único celestial que podría llevarle mis plegarias al Padre de todo.
Con un golpe sonoro de deje caer en frente del esculpido arcángel, su rostro se mostraba sereno, lleno de gloria y paz. Bese sus fríos pies de mármol blanco, y entrecrucé las manos guardando en su interior la sencilla cruz de plata que tenia desde muy joven. De entre mis labios se empezó a escuchar el murmuro de la plegaria, cuando aquello empezaba mi cuerpo se quedaba rígido en su correspondiente lugar mientras mi mente se abría paso entre el caos e intentaba recomponer las palabras que la Voz del Ángel ponía en mi mente como un rompecabezas demasiado complicado para mi comprensión humana, por esa misma razón cuando alguien irrumpía con el contacto ya fuera físico o verbal solía sobresaltarme de la misma manera de la que te despiertas asustado de un sueño profundo.
Una mujer había soltado una pregunta justo a mi lado, por sus ropas y su blanco rostro debía poseer una fortuna, sus labios perfilaban una medio sonrisa burlona, algunas personas pensaban que por ser una devota era idiota, criarte en las calles activaban tus sentidos y agudizaban tu inteligencia, sabia cuando alguien se estaba riendo de mi “Señor dame paciencia, porque si me das fuerza… si me das fuerza…”
-Disculpe madame… y guárdame en los momentos oscuros, amen.- me puse en pie y salude con una reverencia simple pero suficiente- Rezar, madame, es mi forma de contactar con mi creador, siento mi alma limpia y mis fuerzas renovadas cuando le abro mi corazón al Señor… además creo que de momento no esta prohibido ser devota… - se notaba el enfado en mi voz, no me gustaba su sonrisa, no me gustaba que se rieran… ¿que seria lo siguiente? Devolverme al manicomio? Volverme a rapar la cabeza? Otro tratamiento de sanguijuelas? Intenté controlar mi agitada respiración, aquella mujer no tenia la culpa- le pido mis mas sinceras disculpas madame… y como respuesta a su observación, Dios no realiza ninguna acción por mi el solo me da los medios y la fuerza… el posa su gloriosa mano en mi hombro y me da su apoyo, yo soy su mano ejecutora… y lo hago con mucho gusto.
Esa mañana no tocaría la viola para los niños del orfanato, tampoco para ganarme algunos francos, hacia poco me llegó una carta en la que los Inquisidores me informaron de su reciente interés hacia mi persona “Te estamos observando y evaluando” decían sus palabras, letra por letra.
Aunque aquello me colmara de emociones indescriptibles y eterna gratitud, también ponía a prueba mi fe, determinación y comportamiento. En esos días debía demostrar que era digna de pasar a formar parte del ejercito divino, solo había un pequeño detalle… esos condenados, inquisidores que cayeron en las garras del demonio y en lugar de acabar con su sufrimiento, pudiendo salvar sus almas para llevarlas con su Padre celestial… les perdonaron la vida y siguen ejerciendo el mandato del Señor… el único ser que puede perdonar es el Todopoderoso, el día que me nombren Inquisidora Espía pienso hablar muy seriamente con el Papa.
Entre estos pensamientos alimentados por la Voz del Ángel que rugía de indignación en mi mente, mis pasos me llevaron a la monumental Catedral de Paris, toda una alabanza al poder misericordioso de Dios… ¿o tal vez una soberbia humana? Fuese lo que fuese, este era un lugar concurrido por los captadores de nuevos talentos de la Inquisición.
En el aire se podía oler el incienso y la tranquilidad, tenía un lugar predilecto en el que alzar mis oraciones al cielo, justo en frente de la estatua del Arcángel Gabriel, el mensajero de Dios, era el único celestial que podría llevarle mis plegarias al Padre de todo.
Con un golpe sonoro de deje caer en frente del esculpido arcángel, su rostro se mostraba sereno, lleno de gloria y paz. Bese sus fríos pies de mármol blanco, y entrecrucé las manos guardando en su interior la sencilla cruz de plata que tenia desde muy joven. De entre mis labios se empezó a escuchar el murmuro de la plegaria, cuando aquello empezaba mi cuerpo se quedaba rígido en su correspondiente lugar mientras mi mente se abría paso entre el caos e intentaba recomponer las palabras que la Voz del Ángel ponía en mi mente como un rompecabezas demasiado complicado para mi comprensión humana, por esa misma razón cuando alguien irrumpía con el contacto ya fuera físico o verbal solía sobresaltarme de la misma manera de la que te despiertas asustado de un sueño profundo.
Una mujer había soltado una pregunta justo a mi lado, por sus ropas y su blanco rostro debía poseer una fortuna, sus labios perfilaban una medio sonrisa burlona, algunas personas pensaban que por ser una devota era idiota, criarte en las calles activaban tus sentidos y agudizaban tu inteligencia, sabia cuando alguien se estaba riendo de mi “Señor dame paciencia, porque si me das fuerza… si me das fuerza…”
-Disculpe madame… y guárdame en los momentos oscuros, amen.- me puse en pie y salude con una reverencia simple pero suficiente- Rezar, madame, es mi forma de contactar con mi creador, siento mi alma limpia y mis fuerzas renovadas cuando le abro mi corazón al Señor… además creo que de momento no esta prohibido ser devota… - se notaba el enfado en mi voz, no me gustaba su sonrisa, no me gustaba que se rieran… ¿que seria lo siguiente? Devolverme al manicomio? Volverme a rapar la cabeza? Otro tratamiento de sanguijuelas? Intenté controlar mi agitada respiración, aquella mujer no tenia la culpa- le pido mis mas sinceras disculpas madame… y como respuesta a su observación, Dios no realiza ninguna acción por mi el solo me da los medios y la fuerza… el posa su gloriosa mano en mi hombro y me da su apoyo, yo soy su mano ejecutora… y lo hago con mucho gusto.
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
Arqueé un poco mi ceja. Cielos, esa chica era creyente en verdad. Contrastaba conmigo, que había perdido la fe en toda criatura de esta tierra, exceptuando a mis hijos, claro. Todas las personas que conocía parecían haberse vuelto contra mí sin razón alguna. Era algo para lo que no tenía explicación. ¿Por qué rayos me traicionaban, si yo no hacía nada que los llevara a esa decisión? No es que fuera la bondad en la tierra, claro. Sólo no era tan mala como el resto.
-No es que me esté riendo de usted, Señorita. Sólo hago un par de comparaciones por aquí y por allá.
Se notaba que estaba molesta conmigo. ¿Cómo no, si yo prácticamente me había reído en su cara? No sabía por qué, pero me recordaba a mí en mi juventud. Siempre rezando por tener una vida feliz, un buen esposo y un gran tropel de niños a los que amar. Claro, ella rezaba quizá por razones diferentes, pero no podía evitar las comparaciones.
-Quizá a usted Dios la escucha y la auxilia, pero yo, siendo igual de devota que usted, sólo he recibido cosas que en verdad no me merezco. Mi vida está llena de disgustos y desgracias, aún cuando siempre pedía al Señor que me tuviera piedad y me ayudara a ser feliz de nuevo. Como ve, al parecer no me escuchó, porque me he vuelto de lo más amargada.
Sí, realmente amargada. Y codiciosa. Y también irritable y calculadora. Mi vida había dado un gran giro, al igual que mi personalidad. Ya casi no reconocía a mi persona, comparándola con la joven dulce que había sido antaño.
Cuando las cosas se iban así, era difícil volver a recuperarlas, si no era imposible.
-Creo que no he tenido el gusto de Presentarme. Mi nombre es Joséphine de Beauharnais. ¿El suyo?
-No es que me esté riendo de usted, Señorita. Sólo hago un par de comparaciones por aquí y por allá.
Se notaba que estaba molesta conmigo. ¿Cómo no, si yo prácticamente me había reído en su cara? No sabía por qué, pero me recordaba a mí en mi juventud. Siempre rezando por tener una vida feliz, un buen esposo y un gran tropel de niños a los que amar. Claro, ella rezaba quizá por razones diferentes, pero no podía evitar las comparaciones.
-Quizá a usted Dios la escucha y la auxilia, pero yo, siendo igual de devota que usted, sólo he recibido cosas que en verdad no me merezco. Mi vida está llena de disgustos y desgracias, aún cuando siempre pedía al Señor que me tuviera piedad y me ayudara a ser feliz de nuevo. Como ve, al parecer no me escuchó, porque me he vuelto de lo más amargada.
Sí, realmente amargada. Y codiciosa. Y también irritable y calculadora. Mi vida había dado un gran giro, al igual que mi personalidad. Ya casi no reconocía a mi persona, comparándola con la joven dulce que había sido antaño.
Cuando las cosas se iban así, era difícil volver a recuperarlas, si no era imposible.
-Creo que no he tenido el gusto de Presentarme. Mi nombre es Joséphine de Beauharnais. ¿El suyo?
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
La Voz del ángel me envió un golpe agudo directo al cerebro, intentaba decirme que algo especial guardaba dentro de esa mujer que había perdido la fe y la esperanza… quizás esa joven de bello rostro se convertiría en mi proyecto personal, devolver la credulidad a la noble que irradiaba desfachatez y soberbia seria un gran prueba, la prueba definitiva de que yo era la rencarnación del ángel Daniel, la justicia de Dios.
-Madame…- le indique con un gesto el largo banco de madera, espere a que se sentara en el e hice lo propio, no solía sonreír por cordialidad, pero lo intente.- si me permitís os relatare algo de mi propia experiencia, quizás os haga recuperar la esperanza en nuestro misericordioso Señor, él nos pone pruebas difíciles en la vida para que le demostremos que somos realmente dignos de sentarnos a su lado en la eternidad, en ocasiones… son realmente dolorosas, como… ser despreciada por tu familia o vivir en las calles… pero no pierdo las fuerzas, sigo adelante, voy a demostrar que soy digna del Todopoderoso…
Su expresión se mostraba cansada, con los ojos bajos y los labios contraídos en una mueca de amargura, también sus manos estaban crispadas, posadas sobre la falda arrugándola con cierta ira. Me arrodille de nuevo en el suelo, las costumbres nunca cambian, la mire a los ojos, mi rostro mostraba la frialdad habitual que intente mitigar con las palabras.
-Debe confiar en Él madame… y en la fuerza que insufla en su corazón para completar con éxito esas pruebas, sé que siempre es mas fácil superar las situaciones difíciles cuando hay alguien a tu lado, pero piense que nuestro Señor siempre camina a nuestro lado…- ella se presento formalmente, por su nombre era francesa de nacimiento.- Es un placer madame Beauharnais… mi nombre es Leelee Rudabet Elsveta, enviada de Dios…
Quedé pensativa unos segundos, en mi ultima visita… y primera… junto al maestro Dietrich a la sede francesa del vaticano había oído mencionar ese apellido, relacionado con la política imperialista… con Bonaparte quizás, la política no era asunto de la rama de los espías, quizás era una equivocación.
-Dígame madame Beauharnais… ¿tiene familia, ingresos y libertad?
-Madame…- le indique con un gesto el largo banco de madera, espere a que se sentara en el e hice lo propio, no solía sonreír por cordialidad, pero lo intente.- si me permitís os relatare algo de mi propia experiencia, quizás os haga recuperar la esperanza en nuestro misericordioso Señor, él nos pone pruebas difíciles en la vida para que le demostremos que somos realmente dignos de sentarnos a su lado en la eternidad, en ocasiones… son realmente dolorosas, como… ser despreciada por tu familia o vivir en las calles… pero no pierdo las fuerzas, sigo adelante, voy a demostrar que soy digna del Todopoderoso…
Su expresión se mostraba cansada, con los ojos bajos y los labios contraídos en una mueca de amargura, también sus manos estaban crispadas, posadas sobre la falda arrugándola con cierta ira. Me arrodille de nuevo en el suelo, las costumbres nunca cambian, la mire a los ojos, mi rostro mostraba la frialdad habitual que intente mitigar con las palabras.
-Debe confiar en Él madame… y en la fuerza que insufla en su corazón para completar con éxito esas pruebas, sé que siempre es mas fácil superar las situaciones difíciles cuando hay alguien a tu lado, pero piense que nuestro Señor siempre camina a nuestro lado…- ella se presento formalmente, por su nombre era francesa de nacimiento.- Es un placer madame Beauharnais… mi nombre es Leelee Rudabet Elsveta, enviada de Dios…
Quedé pensativa unos segundos, en mi ultima visita… y primera… junto al maestro Dietrich a la sede francesa del vaticano había oído mencionar ese apellido, relacionado con la política imperialista… con Bonaparte quizás, la política no era asunto de la rama de los espías, quizás era una equivocación.
-Dígame madame Beauharnais… ¿tiene familia, ingresos y libertad?
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
-Familia tengo, Ingresos muy pocos y mi libertad la perdí hace mucho tiempo ya- reflexioné, con una sonrisa amarga. Mi libertad se había ido con mi matrimonio. Y también mis ingresos. Al final, mis hijos eran los únicos que me quedaban, pero se irían en cuanto fueran adultos. Al final, iba a quedar sola.
A muchas cosas temía, pero la soledad era mi mayor miedo. El no tener nadie a mi lado cuando estuviera anciana y débil. Así como iban las cosas, ese sería mi destino, pero me negaba en redondo a aceptarlo. No quería pensar en que iba a causar tantas odiosidades que todos se apartarían de mí paulatinamente. Era verdad que era codiciosa. Era verdad que era una pobre trepadora. Pero lo hacía por mis pequeños, ¿Eso acaso no contaba?
Sigue siendo malo, Marie-Joséphe. No puedes excusarte con tus hijos.
Me mordí el labio con fuerza. Aquella jovencita, tan creyente... Me estaba haciendo cuestionarme mis actitudes, cosa que no había hecho desde hace tiempo. Dejé de criticarme a mí misma cuando vi llegar el dinero, aquel bendito dinero que nos mantenía en donde estábamos. Luego de eso, expulsé los reproches de mi mente, concentrada en conseguir más y más, como una leona al acecho. Ahora, todos esos meses de seguridad, de reclamos silentes, se habían ido literalmente al carajo. Las voces, los chillidos, volvieron a mi cabeza, a retomar su lugar.
No puedo creer que sigas haciendo ésto. ¿Tan bajo has caído?
Ahora todos creen que eres una viciosa. Aunque considerando tu estilo de vida, nada más alejado de la realidad...
¿No crees que ya ha sido suficiente? ¿O necesitas mas dinero para empapelar tu casa?
¡YA CÁLLENSE!, gritó mi voz mental, desesperada. Esas voces, esas malditas voces que me había costado tanto mantener a raya, ahora volvían con toda su fuerza. Ahora recordaba por qué no me gustaba entrar a la catedral. Aquellos gritos que clamaban por moralidad se expresaban con todo en cuanto el sacerdote comenzaba a leer la biblia.
Desvié la vista, para no mostrarle a aquella joven llamada Leelee la sangrienta batalla mental que se estaba llevando a cabo en mi interior. Ella, una creyente, podría juzgarme más duramente que todas las personas con las que había tratado, excluyéndome a mí misma.
OFF: Mil perdones por la demora! ._.
A muchas cosas temía, pero la soledad era mi mayor miedo. El no tener nadie a mi lado cuando estuviera anciana y débil. Así como iban las cosas, ese sería mi destino, pero me negaba en redondo a aceptarlo. No quería pensar en que iba a causar tantas odiosidades que todos se apartarían de mí paulatinamente. Era verdad que era codiciosa. Era verdad que era una pobre trepadora. Pero lo hacía por mis pequeños, ¿Eso acaso no contaba?
Sigue siendo malo, Marie-Joséphe. No puedes excusarte con tus hijos.
Me mordí el labio con fuerza. Aquella jovencita, tan creyente... Me estaba haciendo cuestionarme mis actitudes, cosa que no había hecho desde hace tiempo. Dejé de criticarme a mí misma cuando vi llegar el dinero, aquel bendito dinero que nos mantenía en donde estábamos. Luego de eso, expulsé los reproches de mi mente, concentrada en conseguir más y más, como una leona al acecho. Ahora, todos esos meses de seguridad, de reclamos silentes, se habían ido literalmente al carajo. Las voces, los chillidos, volvieron a mi cabeza, a retomar su lugar.
No puedo creer que sigas haciendo ésto. ¿Tan bajo has caído?
Ahora todos creen que eres una viciosa. Aunque considerando tu estilo de vida, nada más alejado de la realidad...
¿No crees que ya ha sido suficiente? ¿O necesitas mas dinero para empapelar tu casa?
¡YA CÁLLENSE!, gritó mi voz mental, desesperada. Esas voces, esas malditas voces que me había costado tanto mantener a raya, ahora volvían con toda su fuerza. Ahora recordaba por qué no me gustaba entrar a la catedral. Aquellos gritos que clamaban por moralidad se expresaban con todo en cuanto el sacerdote comenzaba a leer la biblia.
Desvié la vista, para no mostrarle a aquella joven llamada Leelee la sangrienta batalla mental que se estaba llevando a cabo en mi interior. Ella, una creyente, podría juzgarme más duramente que todas las personas con las que había tratado, excluyéndome a mí misma.
OFF: Mil perdones por la demora! ._.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
-No conozco su historia madame de Beauharnais, pero le diré algo, a lo largo de mi joven vida he conocido a muchos desgraciados, gente que no tenia nada en la vida y había perdido toda fe y esperanza, culpaban a Dios de sus desgracias… cuando ellos eran los que se habían rendido. Si hay alguien en este mundo que la necesite, si existe un objetivo que perseguir, si aún puede seguir caminando… es usted afortunada, el Señor nos bendijo con el libre albedrio, no solo para darnos la oportunidad de errar y aprender, sino para ponernos a prueba, debes demostrar tu valía… y si existe alguien que quiera pisotearte enfréntate al mal con toda tu voluntad, tu luz lo destruirá…
Respire profundamente, dejándole espacio para respirar y pensar, podía ver en sus ojos la preocupación, aunque no sabia que males había en su vida debía armarse de valor y combatir, tenia una familia… eso era lo mas importante…
-Nadie le puede quitar su libertad…- me levante y le ofrecí mi mano para que hiciera lo mismo.- su alma inmortal solo le pertenece al Todopoderoso, el cuerpo es solo la vasija que porta el tesoro en su interior, ningún hombre puede oprimir a otro, ni los sacerdotes, ni los gobernantes, solo dios esta por encima del hombre… si alguien quiere privarle de su derecho, ¡luche! El mal no solo se manifiesta en forma de ser sobrenatural… en algunas ocasiones un humano normal puede ser incluso mas terrible que el vampiro mas sediento de sangre…
La voz del ángel me empujaba a seguir hablando, convenciéndola de que debía hacerme caso, pero era contrario a lo que estaba predicando, la libertad de una persona solo se ve limitada por la libertad del siguiente y el único que puede controlarnos es Dios. Aquella alma perdida necesitaba una mano, alguien que la guiase y ayudase, una consejera.
La invite a salir al exterior, nos paramos en las grandes escalinatas que rodeaban la entrada principal, el lugar estaba lleno de palomas blancas que buscaban por los adoquines algo que comer. Rebusque en mi vieja y estropeada bolsa de viaje, me había sobrado un trozo de pan del día anterior, lo desmenucé con la mano y extendí el brazo hacia las aves que no tardaron mucho en localizar el pan.
-Si tiene problemas… yo estoy aquí para ayudar a la gente de buen corazón, aunque haya perdido su fe… veo la luz de una buena persona en su interior, déjeme ayudarla a liberarse de sus cadenas.
Le ofrecí algunas migas con una sonrisa, las palomas se posaban en mis hombros buscando el pan duro, había pocas cosas en este mundo que me relajaran excepto esos pajarillos, sus alas me recordaban a los ángeles y me hacían sonreir.
Respire profundamente, dejándole espacio para respirar y pensar, podía ver en sus ojos la preocupación, aunque no sabia que males había en su vida debía armarse de valor y combatir, tenia una familia… eso era lo mas importante…
-Nadie le puede quitar su libertad…- me levante y le ofrecí mi mano para que hiciera lo mismo.- su alma inmortal solo le pertenece al Todopoderoso, el cuerpo es solo la vasija que porta el tesoro en su interior, ningún hombre puede oprimir a otro, ni los sacerdotes, ni los gobernantes, solo dios esta por encima del hombre… si alguien quiere privarle de su derecho, ¡luche! El mal no solo se manifiesta en forma de ser sobrenatural… en algunas ocasiones un humano normal puede ser incluso mas terrible que el vampiro mas sediento de sangre…
La voz del ángel me empujaba a seguir hablando, convenciéndola de que debía hacerme caso, pero era contrario a lo que estaba predicando, la libertad de una persona solo se ve limitada por la libertad del siguiente y el único que puede controlarnos es Dios. Aquella alma perdida necesitaba una mano, alguien que la guiase y ayudase, una consejera.
La invite a salir al exterior, nos paramos en las grandes escalinatas que rodeaban la entrada principal, el lugar estaba lleno de palomas blancas que buscaban por los adoquines algo que comer. Rebusque en mi vieja y estropeada bolsa de viaje, me había sobrado un trozo de pan del día anterior, lo desmenucé con la mano y extendí el brazo hacia las aves que no tardaron mucho en localizar el pan.
-Si tiene problemas… yo estoy aquí para ayudar a la gente de buen corazón, aunque haya perdido su fe… veo la luz de una buena persona en su interior, déjeme ayudarla a liberarse de sus cadenas.
Le ofrecí algunas migas con una sonrisa, las palomas se posaban en mis hombros buscando el pan duro, había pocas cosas en este mundo que me relajaran excepto esos pajarillos, sus alas me recordaban a los ángeles y me hacían sonreir.
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
Tomé las migas con cierta vacilación. Aquella jovencita... hablaba como si las verdades de Dios fueran algo universal e irrefutable. Me hacía querer creer en un salvador. ¡A mí, una pobre isleña que apenas se había criado con una biblia en casa! Una mujer que dejaba de lado toda su moral por dinero. Una mujer que...
Bueno, si nos ponemos a contar mis defectos, estaríamos noches enteras sentadas, enumerando uno por uno. Así que es mejor no entrar en detalles.
Al final terminé tomando un poco de las migas que Leelee me ofrecía, y se las lancé con un pequeño movimiento a las Palomas. Para mí, aquellas aves no tenían gracia alguna. Siempre me habían gustado más aquellos pajarillos graciosos, como los ruiseñores o las alondras. Me gustaba pensar que era como ellas, a pesar de que mi sentido común me decía que posiblemente era tan ruin como un cuervo.
Mientras miraba a aquellos ratones alados, me dirigí ausentemente a mi acompañante.
-Dime, jovencita, ¿Cómo es que llegaste a creer y confiar tanto en Dios?
Bueno, si nos ponemos a contar mis defectos, estaríamos noches enteras sentadas, enumerando uno por uno. Así que es mejor no entrar en detalles.
Al final terminé tomando un poco de las migas que Leelee me ofrecía, y se las lancé con un pequeño movimiento a las Palomas. Para mí, aquellas aves no tenían gracia alguna. Siempre me habían gustado más aquellos pajarillos graciosos, como los ruiseñores o las alondras. Me gustaba pensar que era como ellas, a pesar de que mi sentido común me decía que posiblemente era tan ruin como un cuervo.
Mientras miraba a aquellos ratones alados, me dirigí ausentemente a mi acompañante.
-Dime, jovencita, ¿Cómo es que llegaste a creer y confiar tanto en Dios?
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
No pude evitar sonreír ante la mueca de repelús que mostraba Joséphine cuando las palomas blancas se postraban en su mano para comer de lo que ella les ofrecía, alguien se su posición tendría pájaros exóticos, cisnes y halcones es su mansión, por eso amaba a las palomas, porque eran como yo, simples, incluso vulgares, pero de alguna manera llenas de bondad.
-Mi historia es triste y complicada, no estoy segura de que quieras oírla.
Me deje caer sobre los escalones de piedra que rodeaban la gran puerta de entrada de la catedral, algunos de los pájaros volaron asustados pero no tardaron en regresar a mis brazos para seguir picoteando.
-Responderé a tu pregunta… cuando vives en un mundo de maldad y corrupción, cuando no hay nadie que te ayude y te engulle la soledad… a pesar de todo el dolor siempre me queda Dios… algunos dicen que estoy loca, otros… dicen que tengo un don, yo solo creo que se escuchar, escucho a Dios, y su palabra esta llena de buena voluntad.
La mire fijamente a los ojos, no podía explicarles los detalles, pero esperaba que entendiese que pese a todo lo malo de este mundo siempre nos quedara el consuelo de que el Todopoderoso nos acogerá en su seno al final de nuestros días, y por el camino de la amargura debíamos demostrar nuestra fe y devoción cumpliendo su palabra.
-Creerás que es la Inquisición quien me utiliza… pero soy yo la que los uso, Dios así me lo ha pedido, en su estructura hay muchos pilares corruptos, no tienen derecho a llamarse la mano ejecutora de Dios… esa soy yo…
Sin darme cuenta había aferrado a una de las palomas con fuerza esta luchaba por liberarse, pero en mi visión era un demonio enfermo, la voz de mi cabeza me animaba y empujaba. El sonido de algo que se rompía me devolvió a la realidad, el ave ya no se movía. La mire sin saber que hacer, con tristeza la deje sobre el escalón. Mi ira me dominaba, incluso cuando intentaba explicarle la bondad a alguien que había perdido la fe, las injusticias del mundo me volvían… loca.
-Cree usted que estoy demente?
-Mi historia es triste y complicada, no estoy segura de que quieras oírla.
Me deje caer sobre los escalones de piedra que rodeaban la gran puerta de entrada de la catedral, algunos de los pájaros volaron asustados pero no tardaron en regresar a mis brazos para seguir picoteando.
-Responderé a tu pregunta… cuando vives en un mundo de maldad y corrupción, cuando no hay nadie que te ayude y te engulle la soledad… a pesar de todo el dolor siempre me queda Dios… algunos dicen que estoy loca, otros… dicen que tengo un don, yo solo creo que se escuchar, escucho a Dios, y su palabra esta llena de buena voluntad.
La mire fijamente a los ojos, no podía explicarles los detalles, pero esperaba que entendiese que pese a todo lo malo de este mundo siempre nos quedara el consuelo de que el Todopoderoso nos acogerá en su seno al final de nuestros días, y por el camino de la amargura debíamos demostrar nuestra fe y devoción cumpliendo su palabra.
-Creerás que es la Inquisición quien me utiliza… pero soy yo la que los uso, Dios así me lo ha pedido, en su estructura hay muchos pilares corruptos, no tienen derecho a llamarse la mano ejecutora de Dios… esa soy yo…
Sin darme cuenta había aferrado a una de las palomas con fuerza esta luchaba por liberarse, pero en mi visión era un demonio enfermo, la voz de mi cabeza me animaba y empujaba. El sonido de algo que se rompía me devolvió a la realidad, el ave ya no se movía. La mire sin saber que hacer, con tristeza la deje sobre el escalón. Mi ira me dominaba, incluso cuando intentaba explicarle la bondad a alguien que había perdido la fe, las injusticias del mundo me volvían… loca.
-Cree usted que estoy demente?
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
Como respuesta, me limité a hacer un encogimiento de hombros. ¿Quién era yo para juzgar? Quizá fuera una demente, quizá no. De cualquier modo no importaba demasiado. Yo no era nadie para emitir juicios de valor. Prefería que todos vivieran su vida tranquilos y yo seguir con la mía sin que me critiquen demasiado.
-No puedo creer nada, jovencita. Puede que todos estemos dementes, o puede que algunos más que otros, pero eso no supondrá ninguna diferencia.
Y volví a quedarme en silencio, mirando a las aves picotear su comida con avidez. Qué envidia más grande. Esos pájaros no tenían que preocuparse de conseguir alimento, ropa o ser bien vistos por la sociedad. Ni siquiera tenían que pensar. Lo único que hacían era volar, comer restos de comida y acicalarse sus plumas, sin preocuparse por un mañana. A veces, era un fastidio ser humana.
-¿Nunca ha pensado en ser otra cosa? A mí siempre se me pasa por la cabeza. Si hubiera nacido como ave, o como algún animal doméstico, mi vida sería más fácil. Quizá para los humanos, su maldición es su misma humanidad.
Fruncí los labios con fuerza. Eran ideas descabelladas, quizá dementes, pero que se hacían presentes con gran fuerza en mi cabeza y eran imposibles de detener.
-No puedo creer nada, jovencita. Puede que todos estemos dementes, o puede que algunos más que otros, pero eso no supondrá ninguna diferencia.
Y volví a quedarme en silencio, mirando a las aves picotear su comida con avidez. Qué envidia más grande. Esos pájaros no tenían que preocuparse de conseguir alimento, ropa o ser bien vistos por la sociedad. Ni siquiera tenían que pensar. Lo único que hacían era volar, comer restos de comida y acicalarse sus plumas, sin preocuparse por un mañana. A veces, era un fastidio ser humana.
-¿Nunca ha pensado en ser otra cosa? A mí siempre se me pasa por la cabeza. Si hubiera nacido como ave, o como algún animal doméstico, mi vida sería más fácil. Quizá para los humanos, su maldición es su misma humanidad.
Fruncí los labios con fuerza. Eran ideas descabelladas, quizá dementes, pero que se hacían presentes con gran fuerza en mi cabeza y eran imposibles de detener.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
Aquella afirmación tan sincera me arranco una carcajada, era divertido que esa mujer pusiera en duda la creación mas perfecta de Dios, y que insinuara que estábamos todos locos era como decir que nuestro creador se había equivocado, y eso jamás ocurría.
En su corazón había dudas y miedos, que no sabia si quería resolver, sus actos parecían querer decir “déjame sola” pero por alguna razón estaba hablando conmigo, o solo era aburrimiento tal vez.
-Los animales son seres maravillosos… pero no poseen algo especial que solo poseemos los humanos…- señale su corazón.- un alma, que nos proporciona la capacidad de amar y tener fe.
Sonreí a mi manera, para intentar hacer entender mi mensaje, me parecía que los problemas que podía albergar esa mujer serian debidos a otros humanos, y no tanto a Dios.
-Siempre intento ayudar a aquel que ha dejado de tener fe… pero usted, con todo el respeto, parece no solo no querer mi ayuda sino que se niega a ver el mundo con algo mas de optimismo… si no cambia desde dentro, lo mas profundo, nunca solucionara su vida.
En su corazón había dudas y miedos, que no sabia si quería resolver, sus actos parecían querer decir “déjame sola” pero por alguna razón estaba hablando conmigo, o solo era aburrimiento tal vez.
-Los animales son seres maravillosos… pero no poseen algo especial que solo poseemos los humanos…- señale su corazón.- un alma, que nos proporciona la capacidad de amar y tener fe.
Sonreí a mi manera, para intentar hacer entender mi mensaje, me parecía que los problemas que podía albergar esa mujer serian debidos a otros humanos, y no tanto a Dios.
-Siempre intento ayudar a aquel que ha dejado de tener fe… pero usted, con todo el respeto, parece no solo no querer mi ayuda sino que se niega a ver el mundo con algo mas de optimismo… si no cambia desde dentro, lo mas profundo, nunca solucionara su vida.
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Re: A veces Dios nos hace Jugarretas curiosas [Leelee R. Elsveta]
Sonreí amargamente. A estas alturas mi vida no tenía solución. Era una mujer pobre con ínfulas de nobleza, con dos hijos que mantener, una reputación por los suelos y una fe que tambaleaba con cada paso que daba. No era fácil vivir una vida como la mía, empezando por mis propios reproches y siguiéndole los reproches de los demás.
Pero cada vez que Leelee abría la boca, me sentía más inclinada a creer que Dios me perdonaría todo lo que había hecho, toda la codicia que me movía, absolutamente todo. Era algo que me devolvía la fe en mí misma. Quizá no era tan mala persona como creía. Quizá aún existía la esperanza, aunque sea ínfima, de redimirme por mis múltiples pecados.
Miré el cielo que se desplegaba encima de nosotras, de un azul perfecto e inmaculado. Sin duda la creación de Dios era hermosa. Era el hombre, en su infinita ignorancia y testarudez, en su infinita codicia, el que la destruía sistemáticamente. Desde el principio de los tiempos había sido así, y posiblemente nunca cambiaría.
Pero siempre podía hacerse una diferencia.
-Pareces hambrienta, ¿hace cuánto que no comes?- la pregunta salió luego de un momento de reflexión. Muy devota a Dios podía ser, pero desde mi punto de vista estaba demasiado delgada para una chica de su edad.
Pero cada vez que Leelee abría la boca, me sentía más inclinada a creer que Dios me perdonaría todo lo que había hecho, toda la codicia que me movía, absolutamente todo. Era algo que me devolvía la fe en mí misma. Quizá no era tan mala persona como creía. Quizá aún existía la esperanza, aunque sea ínfima, de redimirme por mis múltiples pecados.
Miré el cielo que se desplegaba encima de nosotras, de un azul perfecto e inmaculado. Sin duda la creación de Dios era hermosa. Era el hombre, en su infinita ignorancia y testarudez, en su infinita codicia, el que la destruía sistemáticamente. Desde el principio de los tiempos había sido así, y posiblemente nunca cambiaría.
Pero siempre podía hacerse una diferencia.
-Pareces hambrienta, ¿hace cuánto que no comes?- la pregunta salió luego de un momento de reflexión. Muy devota a Dios podía ser, pero desde mi punto de vista estaba demasiado delgada para una chica de su edad.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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