AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
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Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
La catedral era uno de los lugares más bellos de todo París. No había que ser creyente para admirar la belleza de sus detalles, del techo, del altar dónde unas velas casi blancas refulgían como si fueran estrellitas recién bajadas del cielo, y aquellas vidrieras...con sus luces de colores. ¡Era todo tan bonito! Me encantaba venir aunque fuera sólo para eso.
Pero no se confundan, señores. No soy atea. Tampoco soy una católica muy ferviente. Podría decirse que soy agnóstica, aunque estoy segura de que tras la muerte hay algo para nosotros. Da igual la raza que seamos. Incluso creo en el concepto de la nada, pero en un modo muy distinto. Para mí ya la oscuridad de por sí es algo. En la oscuridad hay algo, un pequeño detalle, algo distinto. La oscuridad total es una especie de muerte. Aunque quizás ésta no exista.
Entré en la catedral después de la misa, aunque había estado escuchando desde fuera,a las puertas, ya que no había sitio. Había venido tanta gente aquel domingo que el sitio se aglomeraba por completo. Y eso era algo agobiante.
Pero ahora la gente comenzaba a marcharse. Y por eso aproveché para entrar y mirar el altar. O más bien las velitas. Una de ellas se apagó. Coloqué mi dedo en la vela, y esperé hasta que la gente se marchó y sólo quedó el sacerdote, que estaba por los alrededores de la Catedral, en el exterior, cumpliendo con alguno de sus deberes, probablemente meditar. Luego pronuncié un pequeño hechizo y levanté el dedo.
Una llama de color blanca, más bonita que las anteriores, salió de la vela. Blanca por completo. Como mi pelo el día de la fiesta. Aunque yo misma no iba de blanco. Llevaba el pelo con un lila tan oscuro que parecía negro, y un vestido de florecitas intrincadas, de rojo oscuro. Muy fácil de llevar.
Me aparté y me puse a cantar en latín. Un pequeño salmo inventado, de los pocos que me sabía.
Pero no se confundan, señores. No soy atea. Tampoco soy una católica muy ferviente. Podría decirse que soy agnóstica, aunque estoy segura de que tras la muerte hay algo para nosotros. Da igual la raza que seamos. Incluso creo en el concepto de la nada, pero en un modo muy distinto. Para mí ya la oscuridad de por sí es algo. En la oscuridad hay algo, un pequeño detalle, algo distinto. La oscuridad total es una especie de muerte. Aunque quizás ésta no exista.
Entré en la catedral después de la misa, aunque había estado escuchando desde fuera,a las puertas, ya que no había sitio. Había venido tanta gente aquel domingo que el sitio se aglomeraba por completo. Y eso era algo agobiante.
Pero ahora la gente comenzaba a marcharse. Y por eso aproveché para entrar y mirar el altar. O más bien las velitas. Una de ellas se apagó. Coloqué mi dedo en la vela, y esperé hasta que la gente se marchó y sólo quedó el sacerdote, que estaba por los alrededores de la Catedral, en el exterior, cumpliendo con alguno de sus deberes, probablemente meditar. Luego pronuncié un pequeño hechizo y levanté el dedo.
Una llama de color blanca, más bonita que las anteriores, salió de la vela. Blanca por completo. Como mi pelo el día de la fiesta. Aunque yo misma no iba de blanco. Llevaba el pelo con un lila tan oscuro que parecía negro, y un vestido de florecitas intrincadas, de rojo oscuro. Muy fácil de llevar.
Me aparté y me puse a cantar en latín. Un pequeño salmo inventado, de los pocos que me sabía.
Anneliese Wasenbell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 87
Fecha de inscripción : 07/10/2012
Re: Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
El sol de verano ardía sin piedad en el cielo brillante y despejado, hoy era Dominus, el día del señor y el maestro, mis obligaciones como aprendiz de Monsieur Der Kláussen estaban aparcadas a un lado hasta el día siguiente, el sermón fue tranquilo, no me gustaba como algunos sacerdotes querían meter miedo en el cuerpo de sus oyentes hablándoles del dolor y el sufrimiento eterno en las llamas del infierno, en lugar de dominarlos con el miedo deberían alentarlos con la promesa de que si mantienen sus corazones puros y su fe increbantable alcanzarían la vida eterna junto al creador.
Existían muchas impurezas en la sede de la iglesia que se debían limar, y yo era la pulidora del Señor de los Cielos, enviada a la tierra para acabar con todos ellos. No debía ser soberbia, aun tenia mucho que aprender, y de todos los monstruos demoniacos que había perseguido uno se me escapo de las manos y otro prácticamente me mata…
Suspire arrodillándome frente a la esculpida imagen de un ángel de rostro asexuado que miraba con melancolía al decorado techo de la catedral, aquel día había llevado conmigo a algunos de los niños mas jóvenes del orfanato, solía ser voluntaria allí y donaba todo lo que conseguía tocando la viola por las calles. Era esperanzador que me pidieran que los trajera a misa… me devolvía parte de la fe en la humanidad que creía perdida para siempre.
Los pequeños se prostraron a mi alrededor imitando mi posición, los mire asintiendo un instante y fui a cerrar los ojos cuando vi un fugaz reflejo de luz blanca en el otro extremo de la catedral, en el lado opuesto en el que estaba asentada la figura del ángel se encontraba la balaustra donde se encendían las velas…
-Niños, quedaos aquí y no os mováis, seguid hablando con nuestro salvador…
Sus caritas me miraron con preocupación pero sonreí con dulzura, aquellos pequeños estaban llenos de pureza y buenas intenciones, los únicos merecedores de mi perdón y mi cariño. A unos metros de mi se encontraba el recodo de las velas, una joven me daba la espalda, vestía de forma noble y adinerada, de entre sus labios se escuchaba un salmo en alguna lengua antigua…
-Disculpe mademoiselle… ha visto esa extraña luz blanca…
Mis palabras se quedaron congeladas en mi garganta, justo en frente de la que parecía ser una mujer normal una de las velas brillaba con mucha más fuerza que sus hermanas, con una luz fantasmal de un blanco puro como la nieve, ese era sin duda un fenómeno nada corriente… aquello solo se podía deber a las artes de la brujería…
-Que demonios… no se mueva ni un pelo mademoiselle, en nombre de la Santa Inquisición y como miembro de ella le pido una explicación razonable para ese fenómeno…
Dije con voz clamada mientras daba un paso atrás inconscientemente me dirigía hacia los niños huérfanos que seguían rezando a unos diez metros de nosotras, si esa mujer era un demonio y debía erradicarlo no se si podría cumplir mi misión y proteger a esos pequeños del horror que podía ofrecer Lucifer al mundo.
Existían muchas impurezas en la sede de la iglesia que se debían limar, y yo era la pulidora del Señor de los Cielos, enviada a la tierra para acabar con todos ellos. No debía ser soberbia, aun tenia mucho que aprender, y de todos los monstruos demoniacos que había perseguido uno se me escapo de las manos y otro prácticamente me mata…
Suspire arrodillándome frente a la esculpida imagen de un ángel de rostro asexuado que miraba con melancolía al decorado techo de la catedral, aquel día había llevado conmigo a algunos de los niños mas jóvenes del orfanato, solía ser voluntaria allí y donaba todo lo que conseguía tocando la viola por las calles. Era esperanzador que me pidieran que los trajera a misa… me devolvía parte de la fe en la humanidad que creía perdida para siempre.
Los pequeños se prostraron a mi alrededor imitando mi posición, los mire asintiendo un instante y fui a cerrar los ojos cuando vi un fugaz reflejo de luz blanca en el otro extremo de la catedral, en el lado opuesto en el que estaba asentada la figura del ángel se encontraba la balaustra donde se encendían las velas…
-Niños, quedaos aquí y no os mováis, seguid hablando con nuestro salvador…
Sus caritas me miraron con preocupación pero sonreí con dulzura, aquellos pequeños estaban llenos de pureza y buenas intenciones, los únicos merecedores de mi perdón y mi cariño. A unos metros de mi se encontraba el recodo de las velas, una joven me daba la espalda, vestía de forma noble y adinerada, de entre sus labios se escuchaba un salmo en alguna lengua antigua…
-Disculpe mademoiselle… ha visto esa extraña luz blanca…
Mis palabras se quedaron congeladas en mi garganta, justo en frente de la que parecía ser una mujer normal una de las velas brillaba con mucha más fuerza que sus hermanas, con una luz fantasmal de un blanco puro como la nieve, ese era sin duda un fenómeno nada corriente… aquello solo se podía deber a las artes de la brujería…
-Que demonios… no se mueva ni un pelo mademoiselle, en nombre de la Santa Inquisición y como miembro de ella le pido una explicación razonable para ese fenómeno…
Dije con voz clamada mientras daba un paso atrás inconscientemente me dirigía hacia los niños huérfanos que seguían rezando a unos diez metros de nosotras, si esa mujer era un demonio y debía erradicarlo no se si podría cumplir mi misión y proteger a esos pequeños del horror que podía ofrecer Lucifer al mundo.
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 29/05/2012
Localización : Barrio Bajo de Paris
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Re: Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
La canción me distrajo. Canción, plegaria...¿qué más daba? Lo cierto es que la melodía se me antojaba bella de un modo sobrenatural, hasta el punto de que, mirando la llama blanca de la velita y cantando, prácticamente me sentí como si me hubieran teletransportado a otro mundo. Hasta que finalmente pude sentir la magia de esa melodía. Como si efectivamente estuviera haciendo magia con la música. Se sentía. Era y no era. ¡Qué sensación tan extraña!
Y qué maravillosa.
Pero aquel pequeño trance fue interrumpido así, de repente. Una voz femenina me trajo de vuelta a la realidad de golpe, lo que hizo que diese un respingo y tuviese que hiperventilar durante unos segundos para recuperarme.
Me giré lentamente para mirar a la dama que me había dicho semejantes palabras, mientras asimilaba todo lo que había dicho. Mientras terminaba de escucharla. Me llevaron unos segundos asilimilarlo todo.
Una dama joven y con un larguísimo cabello rubio. Probablemente tendría uno o dos años más que yo, tenía más o menos mi edad, como quién dice. Pertenecía a la Inquisición y me pedía explicaciones para lo que había hecho.
Entonces por mis venas corrió una furia tan antigua como el mismo tiempo. La mera presencia de la Inquisición despertaba en mí sentimientos ambiguos, como si me hubieran hecho a mí más daño que a...muchos de los que conocía. El odio que me embargaba era brutal. Casi más grande que yo misma. Como si viniera de tiempo antes de mi nacimiento.
-¿Explicaciones?-dije como si me hubiera dicho alguno con una mala educación increíble. Como si fuera yo la que tuviera que escandalizarme y no ella-¿Qué explicaciones? No he hecho nada malo, madeimoiselle...-alcé las manos hacia delante. Absolutamente nada. Soy inocente de lo que sea que se me esté acusando. La vela...-le eché un vistazo a la llama y ladeé la cabeza, sonriendo débilemente.-Bueno...no sé por qué está allí. No traigo cerillas ni nada...-en mi voz había tal rabia y una mezcla de buen humor que me confundieron. Buen humor y energía que me condujeron a un despiste del que probablemente me lamentaría más tarde.
Y duró sólo un instante. Uno de mis amigos fantasmas acudió en un intento de defenderme, pero le atajé a tiempo. Pero algo se vio. Una masa de luz blanca débil que se desvaneción por encima de mi cabeza como si fuera nieve, dejándome el pelo algo manchado de cositas blancas que parecían cristales y que desaparecerían al cabo de un rato.
Y qué maravillosa.
Pero aquel pequeño trance fue interrumpido así, de repente. Una voz femenina me trajo de vuelta a la realidad de golpe, lo que hizo que diese un respingo y tuviese que hiperventilar durante unos segundos para recuperarme.
Me giré lentamente para mirar a la dama que me había dicho semejantes palabras, mientras asimilaba todo lo que había dicho. Mientras terminaba de escucharla. Me llevaron unos segundos asilimilarlo todo.
Una dama joven y con un larguísimo cabello rubio. Probablemente tendría uno o dos años más que yo, tenía más o menos mi edad, como quién dice. Pertenecía a la Inquisición y me pedía explicaciones para lo que había hecho.
Entonces por mis venas corrió una furia tan antigua como el mismo tiempo. La mera presencia de la Inquisición despertaba en mí sentimientos ambiguos, como si me hubieran hecho a mí más daño que a...muchos de los que conocía. El odio que me embargaba era brutal. Casi más grande que yo misma. Como si viniera de tiempo antes de mi nacimiento.
-¿Explicaciones?-dije como si me hubiera dicho alguno con una mala educación increíble. Como si fuera yo la que tuviera que escandalizarme y no ella-¿Qué explicaciones? No he hecho nada malo, madeimoiselle...-alcé las manos hacia delante. Absolutamente nada. Soy inocente de lo que sea que se me esté acusando. La vela...-le eché un vistazo a la llama y ladeé la cabeza, sonriendo débilemente.-Bueno...no sé por qué está allí. No traigo cerillas ni nada...-en mi voz había tal rabia y una mezcla de buen humor que me confundieron. Buen humor y energía que me condujeron a un despiste del que probablemente me lamentaría más tarde.
Y duró sólo un instante. Uno de mis amigos fantasmas acudió en un intento de defenderme, pero le atajé a tiempo. Pero algo se vio. Una masa de luz blanca débil que se desvaneción por encima de mi cabeza como si fuera nieve, dejándome el pelo algo manchado de cositas blancas que parecían cristales y que desaparecerían al cabo de un rato.
Anneliese Wasenbell- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 87
Fecha de inscripción : 07/10/2012
Re: Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
La mujer que se apartaba de mi con una sonrisa de complicidad se había puesto a la defensiva, me mostraba las palmas de las manos como si ese gesto pudiera demostrar su inocencia, en ningún momento la había acusado de estar realizando ningún acto diabólico, puede que yo fuera una devota y fanática, pero jamás acusaba a nadie sin pruebas tangentes, yo era la justicia divina rencarnada en un cuerpo humano, no debía creerme superior a nadie y con derecho a juzgar a las personas por su apariencia o costumbres.
-Oiga mademoiselle… tranquilícese por favor, en ningún momento la he acusado de cometer estos actos extraordinarios, solo le estoy pidiendo una versión de los hechos, ¿Qué es lo que ha visto usted…?
No pude acabar mi exposición cuando otro extraño suceso paso ante mis estupefactos ojos, una visión escalofriante, una sombra blanca que recorría la cabeza de la mujer dejando a su paso un fino polvo blanco y brillante, como una lluvia de diamantes.
-¡Cuidado!
Al mismo momento advertía a la mujer y la apartaba de lo que fuera aquella aparición fantasmal, cogida entre mis brazos la mire a la cara, ella no parecía estar demasiado asustada, mas bien enfadada… ¿conmigo? No entendí porque ardía ese odio, si no nos habíamos visto jamás.
La solté al tiempo que un chispa se encendía en mi mente, la voz del ángel hablo en mi interior advirtiéndome sobre la muerte… la no-muerte que rodeaba a aquella mujer, los cuerpos de los caídos que no podían descansar y la rondaban, solo alguien con poder… poder arcano podría atraer a los espíritus. No estaba en peligro… ¡era yo la que estaba en peligro! ¡Los niños!
Di dos pasos atrás sin saber muy bien como continuar, notaba el frio acero de mí revolver pegado a las costillas, también podía defenderme con la daga de plata, especial para los lycans, que perfectamente podría atravesar el corazón de una bruja… cuando estaba a penas a unos centímetros del cuchillo una mano pequeña me agarro la caperuza.
-Leelee… ¿has visto eso?-dijo una de las pequeñas huérfanas señalando a la bruja, los otros niños la seguían todos mirándola estupefactos.- Era como el halo de un ángel…
-No pequeña… no es un ser celestial…- me agache a abrazarla.- el demonio se viste de seda para engañar a los inocentes, su hermoso rostro esconde el mal…
Mire fijamente a la bruja, mi rostro mostraba la serenidad habitual pero mi corazón latía tan rápido que creí que se saldría de mi pecho, golpeando como un tambor. Apreté a la pequeña contra mí como si mi fuerza la protegiera de la mirada perversa de la bruja, los otros niños se habían arremolinado alrededor de mis piernas cogiéndome, algunos temblaban y sollozaban, notaban el odio que rezumaba aquel ser.
-Déjalos ir… son seres inocentes, si aún queda una pizca de bondad en tu corazón, lucha conmigo, pero ellos tienen que marcharse…
-Oiga mademoiselle… tranquilícese por favor, en ningún momento la he acusado de cometer estos actos extraordinarios, solo le estoy pidiendo una versión de los hechos, ¿Qué es lo que ha visto usted…?
No pude acabar mi exposición cuando otro extraño suceso paso ante mis estupefactos ojos, una visión escalofriante, una sombra blanca que recorría la cabeza de la mujer dejando a su paso un fino polvo blanco y brillante, como una lluvia de diamantes.
-¡Cuidado!
Al mismo momento advertía a la mujer y la apartaba de lo que fuera aquella aparición fantasmal, cogida entre mis brazos la mire a la cara, ella no parecía estar demasiado asustada, mas bien enfadada… ¿conmigo? No entendí porque ardía ese odio, si no nos habíamos visto jamás.
La solté al tiempo que un chispa se encendía en mi mente, la voz del ángel hablo en mi interior advirtiéndome sobre la muerte… la no-muerte que rodeaba a aquella mujer, los cuerpos de los caídos que no podían descansar y la rondaban, solo alguien con poder… poder arcano podría atraer a los espíritus. No estaba en peligro… ¡era yo la que estaba en peligro! ¡Los niños!
Di dos pasos atrás sin saber muy bien como continuar, notaba el frio acero de mí revolver pegado a las costillas, también podía defenderme con la daga de plata, especial para los lycans, que perfectamente podría atravesar el corazón de una bruja… cuando estaba a penas a unos centímetros del cuchillo una mano pequeña me agarro la caperuza.
-Leelee… ¿has visto eso?-dijo una de las pequeñas huérfanas señalando a la bruja, los otros niños la seguían todos mirándola estupefactos.- Era como el halo de un ángel…
-No pequeña… no es un ser celestial…- me agache a abrazarla.- el demonio se viste de seda para engañar a los inocentes, su hermoso rostro esconde el mal…
Mire fijamente a la bruja, mi rostro mostraba la serenidad habitual pero mi corazón latía tan rápido que creí que se saldría de mi pecho, golpeando como un tambor. Apreté a la pequeña contra mí como si mi fuerza la protegiera de la mirada perversa de la bruja, los otros niños se habían arremolinado alrededor de mis piernas cogiéndome, algunos temblaban y sollozaban, notaban el odio que rezumaba aquel ser.
-Déjalos ir… son seres inocentes, si aún queda una pizca de bondad en tu corazón, lucha conmigo, pero ellos tienen que marcharse…
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/05/2012
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Re: Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
Lo que sucedió a continuación fue algo extraño. Demasiado rápido. Aunque seguía manteniendo aquella sonrisa, aquella audacia que era tan propia de mí, tenía que decir que me había asustado, y mucho, ante aquella aparición. A veces no podía controlarlas. No, a veces algunos de esos fantasmas aparecían cuando les daba la gana, y eso podía causar algún que otro problemas. Y no hacía falta tener el don del a premonición para darse cuenta de que en aquellos momentos iba a tener problemas.
La mujer me apartó de aquella aparición como si quisiera protegerme, como si de veras fuera inocente, lo que me hizo darme cuenta de que había sido demasiado rápida, demasiado impulsiva. Y eso no había sido lo más sensato. La impulsividad, aunque divertida, a veces causaba más problemas de lo debido. Luego la mujer se apartó de mí y uno de los niños se acercó a ella, preguntándole si era el halo de un ángel. Aquello me conmovió. La escena me conmovió y casi me pareció algo surrealista.
Luego habló de halos de demonios. Como si yo fuera de veras un demonio, la sierva de Satán. ¡Los estaba protegiendo de mí! Aquello me puso furiosa, aunque probablemente no hubiera tenido mala intención. Aunque los inquisidores me pusieran furiosa, tenía que concederle que al menos había preguntado. Por eso trataría ahora de actuar con algo más de sensatez, aunque a estas alturas estaba casi segura de que la cosa no acabaría muy bien.
-Mademoiselle Leelee...-había escuchado su nombre de aquellos niños. Me acerqué un poco a ella y a los niños. Sólo unos pasos. Probablemente por eso mismo se asustarían, porque había hecho que me vieran como un demonio. Yo no soy una sierva del demonio...no tengo nadie a quién servir...-Entrecerré los ojos-¿Luchar? ¿Está segura de que podría conmigo?-A lo mejor estaba alardeando un poco. Sabía luchar, sí. Pero no tenía demasiada experiencia.-¿O acaso piensa que podría invocar a uno de los demonios para que fuera a por los pobres niños? ¿Qué querría yo de unos niños inocentes? Sus almas inocentes no tienen nada que les pueda servir a mis fantasmas, o a cualquiera de los míos-caminé alrededor de ellos, en un círculo grande, atenta por si me atacaba. Estaba jugando un poco.
Aquello me resultaba en cierto modo divertido. Era como antaño, hace más de seis mil años, cuando pensaban que los espíritus eran dioses, y éstos se comportarban como tal sólo para divertirse, sólo que Dios no osaría manifestarse de esa forma, exista o no. En realidad me considero agnóstica. Creo que hay algo tras la muerte, un más allá. Sólo que no sé en qué forma. Pero en aquellos momentos me estaba comportando como uno de esos espíritus que nunca habían tomado forma humana. Comportándome como un supuesto diablo.-¡Pero acepto el reto! Tal vez pueda demostrarle a esos niños que se puede doblegar el poder de los demonios y de sus supuestos siervos...-canturré algo en latín para mis adentros, citando unos viejos versos que había oído en alguna parte-O quizás podamos ver si de veras una cosa es lo que es...-finalmente caminé por el pasillo de la Iglesia, mirándola fijamente con una expresión inocente, pero algo desafiante...acechante como una pantera que está a punto de atacar. En parte lo había hecho porque me había puesto furiosa que me pusieran como demonio y porque había algo que me empujaba a ese peligro. Sí, me sentí atraída de modo irremediable hacia el peligro. El halo de la mañana atravesaban los cristales. Sentía esa luz en mi espalda, lo que le daba un aire aún más surrealista a la escena
La mujer me apartó de aquella aparición como si quisiera protegerme, como si de veras fuera inocente, lo que me hizo darme cuenta de que había sido demasiado rápida, demasiado impulsiva. Y eso no había sido lo más sensato. La impulsividad, aunque divertida, a veces causaba más problemas de lo debido. Luego la mujer se apartó de mí y uno de los niños se acercó a ella, preguntándole si era el halo de un ángel. Aquello me conmovió. La escena me conmovió y casi me pareció algo surrealista.
Luego habló de halos de demonios. Como si yo fuera de veras un demonio, la sierva de Satán. ¡Los estaba protegiendo de mí! Aquello me puso furiosa, aunque probablemente no hubiera tenido mala intención. Aunque los inquisidores me pusieran furiosa, tenía que concederle que al menos había preguntado. Por eso trataría ahora de actuar con algo más de sensatez, aunque a estas alturas estaba casi segura de que la cosa no acabaría muy bien.
-Mademoiselle Leelee...-había escuchado su nombre de aquellos niños. Me acerqué un poco a ella y a los niños. Sólo unos pasos. Probablemente por eso mismo se asustarían, porque había hecho que me vieran como un demonio. Yo no soy una sierva del demonio...no tengo nadie a quién servir...-Entrecerré los ojos-¿Luchar? ¿Está segura de que podría conmigo?-A lo mejor estaba alardeando un poco. Sabía luchar, sí. Pero no tenía demasiada experiencia.-¿O acaso piensa que podría invocar a uno de los demonios para que fuera a por los pobres niños? ¿Qué querría yo de unos niños inocentes? Sus almas inocentes no tienen nada que les pueda servir a mis fantasmas, o a cualquiera de los míos-caminé alrededor de ellos, en un círculo grande, atenta por si me atacaba. Estaba jugando un poco.
Aquello me resultaba en cierto modo divertido. Era como antaño, hace más de seis mil años, cuando pensaban que los espíritus eran dioses, y éstos se comportarban como tal sólo para divertirse, sólo que Dios no osaría manifestarse de esa forma, exista o no. En realidad me considero agnóstica. Creo que hay algo tras la muerte, un más allá. Sólo que no sé en qué forma. Pero en aquellos momentos me estaba comportando como uno de esos espíritus que nunca habían tomado forma humana. Comportándome como un supuesto diablo.-¡Pero acepto el reto! Tal vez pueda demostrarle a esos niños que se puede doblegar el poder de los demonios y de sus supuestos siervos...-canturré algo en latín para mis adentros, citando unos viejos versos que había oído en alguna parte-O quizás podamos ver si de veras una cosa es lo que es...-finalmente caminé por el pasillo de la Iglesia, mirándola fijamente con una expresión inocente, pero algo desafiante...acechante como una pantera que está a punto de atacar. En parte lo había hecho porque me había puesto furiosa que me pusieran como demonio y porque había algo que me empujaba a ese peligro. Sí, me sentí atraída de modo irremediable hacia el peligro. El halo de la mañana atravesaban los cristales. Sentía esa luz en mi espalda, lo que le daba un aire aún más surrealista a la escena
Anneliese Wasenbell- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
Re: Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
Flotando en el aire las motas de polvo trasportaban aquella mezcla de tensión y nerviosismo, recorría todo el vacío santuario y solo se podían oír las pisadas de la joven mujer alejándose lentamente, sin dejar de mirarme.
La confianza que mostraba bien podría ser infundada, parecía demasiado joven y escuálida como para ser una gran combatiente, aunque con los seres sobrenaturales nunca se sabia, bien podría ser un chupasangre… pero pensándolo mejor ese control estrafalario sobre los fantasmas era mas típico de los brujos, hombres y mujeres poderosos que pretendían comparar la fuerza de Dios con sus embrujos y brebajes.
Hacia ya muchos años la inquisición proclamo un mandato donde todos aquellos acusados de brujería serian quemados y purificados en la hogera, erraron en múltiples ocasiones matando a médicos y apotecarios solo por la presión que podía ejercer el miedo, era por esa razón entre muchas otras que nunca me enfrentaba o juzgaba sin tener pruebas fehacientes del delito.
Ella se jactaba de su domino sobre lo que parecían ser “sus fantasmas” quizás anclados a ella por hechizos que no dejaban descansar sus almas perdidas en la tierra de los vivos. En sus ojos reflectaba la ira que sentía hacia mí, sabia que no hacia mi persona especialmente, simplemente todo lo que yo representaba le molestaba, estaba segura.
-Habla con mucha convicción madame…
Me irritó especialmente su manera de jugar conmigo, creía que podría asustarme… se equivocaba, tenia la fuerza del Señor de mi lado, y él lo es todo. Los niños, más débiles y asustadizos, temblaban agarrados a mis ropas mirando a la bruja con ojos llorosos, también habían visto la sombra blanca sobre la cabeza de la bruja y estaban convencidos de mis palabras sobre la demoniaca naturaleza de esa mujer.
Introduje la mano en mi capota colorada, con un leve tirón la daga plateada y ligeramente curvada se deslizó suavemente por su funda de cuero grueso, un segundo antes de que la sacara a la vista el santo padre que protegía aquella iglesia entro en la sala por una de las puertas laterales y se quedo mirando la escena con la expresión congelada en el rostro.
-Leelee… ¿que ocurre aquí querida?
-Padre, le pido que se lleve los niños al orfanato, sin preguntas, ¡márchese en nombre de Dios!
-Si…si… Dios te bendiga hija mía…
Con esas últimas palabras el cura despego a los pequeños de mis faldas que se negaban a marcharse hasta que los empuje ligeramente sin apartar la vista de la bruja que parecía divertirse con el peligro. Cuando aun oía los pasos alejándose apresuradamente por fin pude desenvainar totalmente la daga, su brillo iluminaba con rayos plateados los bancos de madera oscura, mi cuerpo se interponía entre la bruja y la salida por donde el padre y los huérfanos aun se afanaban en cerrar.
-En nombre de la Santa Inquisición y de Dios Todopoderoso te pido que te rindas… no me conoces, pero te lo advierto, ¡soy Leelee Rudabet Elsveta, la enviada de Jesucristo!
El rostro que le mostraba a la bruja era completamente frio y sereno, aunque en mi interior temía que todo mi entrenamiento no diera la talla, no sabía que trucos se podría sacar de la manga esa bruja. Seguía con la daga erguida apuntando directamente a la frente de la bruja y tenia el factor sorpresa, aun no conocía la existencia de mi revolver.
La confianza que mostraba bien podría ser infundada, parecía demasiado joven y escuálida como para ser una gran combatiente, aunque con los seres sobrenaturales nunca se sabia, bien podría ser un chupasangre… pero pensándolo mejor ese control estrafalario sobre los fantasmas era mas típico de los brujos, hombres y mujeres poderosos que pretendían comparar la fuerza de Dios con sus embrujos y brebajes.
Hacia ya muchos años la inquisición proclamo un mandato donde todos aquellos acusados de brujería serian quemados y purificados en la hogera, erraron en múltiples ocasiones matando a médicos y apotecarios solo por la presión que podía ejercer el miedo, era por esa razón entre muchas otras que nunca me enfrentaba o juzgaba sin tener pruebas fehacientes del delito.
Ella se jactaba de su domino sobre lo que parecían ser “sus fantasmas” quizás anclados a ella por hechizos que no dejaban descansar sus almas perdidas en la tierra de los vivos. En sus ojos reflectaba la ira que sentía hacia mí, sabia que no hacia mi persona especialmente, simplemente todo lo que yo representaba le molestaba, estaba segura.
-Habla con mucha convicción madame…
Me irritó especialmente su manera de jugar conmigo, creía que podría asustarme… se equivocaba, tenia la fuerza del Señor de mi lado, y él lo es todo. Los niños, más débiles y asustadizos, temblaban agarrados a mis ropas mirando a la bruja con ojos llorosos, también habían visto la sombra blanca sobre la cabeza de la bruja y estaban convencidos de mis palabras sobre la demoniaca naturaleza de esa mujer.
Introduje la mano en mi capota colorada, con un leve tirón la daga plateada y ligeramente curvada se deslizó suavemente por su funda de cuero grueso, un segundo antes de que la sacara a la vista el santo padre que protegía aquella iglesia entro en la sala por una de las puertas laterales y se quedo mirando la escena con la expresión congelada en el rostro.
-Leelee… ¿que ocurre aquí querida?
-Padre, le pido que se lleve los niños al orfanato, sin preguntas, ¡márchese en nombre de Dios!
-Si…si… Dios te bendiga hija mía…
Con esas últimas palabras el cura despego a los pequeños de mis faldas que se negaban a marcharse hasta que los empuje ligeramente sin apartar la vista de la bruja que parecía divertirse con el peligro. Cuando aun oía los pasos alejándose apresuradamente por fin pude desenvainar totalmente la daga, su brillo iluminaba con rayos plateados los bancos de madera oscura, mi cuerpo se interponía entre la bruja y la salida por donde el padre y los huérfanos aun se afanaban en cerrar.
-En nombre de la Santa Inquisición y de Dios Todopoderoso te pido que te rindas… no me conoces, pero te lo advierto, ¡soy Leelee Rudabet Elsveta, la enviada de Jesucristo!
El rostro que le mostraba a la bruja era completamente frio y sereno, aunque en mi interior temía que todo mi entrenamiento no diera la talla, no sabía que trucos se podría sacar de la manga esa bruja. Seguía con la daga erguida apuntando directamente a la frente de la bruja y tenia el factor sorpresa, aun no conocía la existencia de mi revolver.
Leelee R. Elsveta- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/05/2012
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Re: Una pequeña llama que puede desencadenar un incendio...(Privado)
¿Quién iba a decir que la situación iba a acabar cómo había acabado? Con aquella pelea. ¿Podríamos llamarlo pelea? Tampoco es que importara mucho cómo lo llamáramos...si lo pensábamos bien, lo que de veras importaba era salir con bien de allí. Si salía con vida...bien podría estar agradecida. Y eso era algo que tenía que conseguir. No dudé ni el más mínimo segundo en que así sería.
Aún no había empezado, pero tenía la sensación de que pronto sería así. Bastaba con ver las miradas de aquellos niños, aferrados a ella y contemplándome como si yo fuera una sierva del demonio. Y eso fue lo que le echó más leña al fuego. Ni siquiera creía en el mismísimo demonio. En Dios no estaba segura de si creía, siempre había sido más o menos agnóstica (algo que no se puede admitir en público, por supuesto) pero es cierto que tampoco era precisamente atea.
Pero eso no quitaba que aquella situación me doliera un poco. Me encantaban los niños por lo general. Por un momento recordé a mi hermano, cómo me llevaba de un lado para otro cuando era una niña. Arquímedes...¿dónde estaría ahora? ¿Qué pensaría si viera la situación en la que estaba ahora mismo? Probablemente lograría solucionarlo en un momento. Aunque conociéndole, lo haría de una forma irritante...me taparía la boca, le contaría cuatro mentiras a aquella mujer y luego me sacaría allí a rastras para echarme una buena bronca, a decirme que tuviera más cuidado y lo típico de lo típico.
Y entonces, horrorizada, contemplé cómo aquella muchacha sacaba la daga. Una daga reluciente que apuntaba directamente a mi frente. ¿Es que acaso pensaba clavármela? ¿Intentar enviarle al infierno al que muchos decían que procedían las chicas cómo yo?
¿Quería que las cosas fueran así? Muy bien, pues seguiríamos con aquel juego maldito. ¡No me importaba las consecuencias!
En mi rostro apareció una expresión de dureza y de desafío mientras pensaba en si apartarla o no para salir de la iglesia, pues se interponía, no quería que de allí saliera, que consiguiera hacer lo que quería. Bien.
-¡Con una convicción que viene dada de la mismísima experiencia! Años y años siendo lo que soy. No puedo pensar en lo que me dirían, una y otra vez, cada vez que me llaman demonio, algo que no soy, ni somos ninguno de nosotros...¿Para que nos creó Dios entonces?-apelé con cierta convicción, como la de antes-No creo de todos modos que el demonio sepa crear criaturas tan perfectas como nosotros.
Y entonces decidí no esperar más tiempo y atacar. Retrocedí rápidamente varios pasos hasta regresar al altar, sin apartar la mirada de ella, andando de espaldas. Y entonces convoqué un hechizo que hizo que algo de escarcha y de aguanieve cubrieran el suelo de la iglesia. Aguanieve, hielo débil que cubría el suelo y algunos asientos de aquella catedral tan espectacular. Parecía algo increíble, pero no lo era, al menos para empezar...pues era un hechizo sencillo. Mucho.
-¡Intente ir a por mí! Si sois la enviada de Dios no tendréis miedo de esto...
Off: Siento muchísimo la tardanza, lo siento...anduve con las clases, con las malditas clases
Aún no había empezado, pero tenía la sensación de que pronto sería así. Bastaba con ver las miradas de aquellos niños, aferrados a ella y contemplándome como si yo fuera una sierva del demonio. Y eso fue lo que le echó más leña al fuego. Ni siquiera creía en el mismísimo demonio. En Dios no estaba segura de si creía, siempre había sido más o menos agnóstica (algo que no se puede admitir en público, por supuesto) pero es cierto que tampoco era precisamente atea.
Pero eso no quitaba que aquella situación me doliera un poco. Me encantaban los niños por lo general. Por un momento recordé a mi hermano, cómo me llevaba de un lado para otro cuando era una niña. Arquímedes...¿dónde estaría ahora? ¿Qué pensaría si viera la situación en la que estaba ahora mismo? Probablemente lograría solucionarlo en un momento. Aunque conociéndole, lo haría de una forma irritante...me taparía la boca, le contaría cuatro mentiras a aquella mujer y luego me sacaría allí a rastras para echarme una buena bronca, a decirme que tuviera más cuidado y lo típico de lo típico.
Y entonces, horrorizada, contemplé cómo aquella muchacha sacaba la daga. Una daga reluciente que apuntaba directamente a mi frente. ¿Es que acaso pensaba clavármela? ¿Intentar enviarle al infierno al que muchos decían que procedían las chicas cómo yo?
¿Quería que las cosas fueran así? Muy bien, pues seguiríamos con aquel juego maldito. ¡No me importaba las consecuencias!
En mi rostro apareció una expresión de dureza y de desafío mientras pensaba en si apartarla o no para salir de la iglesia, pues se interponía, no quería que de allí saliera, que consiguiera hacer lo que quería. Bien.
-¡Con una convicción que viene dada de la mismísima experiencia! Años y años siendo lo que soy. No puedo pensar en lo que me dirían, una y otra vez, cada vez que me llaman demonio, algo que no soy, ni somos ninguno de nosotros...¿Para que nos creó Dios entonces?-apelé con cierta convicción, como la de antes-No creo de todos modos que el demonio sepa crear criaturas tan perfectas como nosotros.
Y entonces decidí no esperar más tiempo y atacar. Retrocedí rápidamente varios pasos hasta regresar al altar, sin apartar la mirada de ella, andando de espaldas. Y entonces convoqué un hechizo que hizo que algo de escarcha y de aguanieve cubrieran el suelo de la iglesia. Aguanieve, hielo débil que cubría el suelo y algunos asientos de aquella catedral tan espectacular. Parecía algo increíble, pero no lo era, al menos para empezar...pues era un hechizo sencillo. Mucho.
-¡Intente ir a por mí! Si sois la enviada de Dios no tendréis miedo de esto...
Off: Siento muchísimo la tardanza, lo siento...anduve con las clases, con las malditas clases
Anneliese Wasenbell- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
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