Come here and let me see your true self. [Privé]

por **Boriska K. Szöcs** Jue Nov 08, 2012 1:34 pm

El reloj tocó media noche. Las doce, en punto. La hora perfecta para salir ¿No creéis?. Las calles siempre empezaban a llenarse de gente como yo a partir de entonces y, aunque me molesta decir algo bastante tópico, la luz del sol (Por más breve que resulte) nunca me ha sido agradable. ¿Antes de convertirme? Puede. Tal vez. Ciertamente, hace tantos centenares y carece de tan poca importancia que no lo recuerdo en absoluto. Esos años, tan pocos comparados con los que viví después de mi transformación, se han ido borrando con lentitud de mi memoria. Han sido sustituidos por otros mucho más placenteros. A mi modo de ver, mantener el mínimo recuerdo de mi yo humana, es estúpido. Jamás volveré a ser Kuna.

El cochero de la casa, como ya era costumbre, me recogió cual fiel perrito. Solo había una pregunta que él pudiera hacerme: "¿A dónde, señora?". Y entonces me llevaba hasta allí, sin rechistar. Adoro los sirvientes fieles, que saben cual es su lugar y no les importa ninguna otra cosa más que cumplir con sus funciones para recibir el dinero que les corresponda. Aunque, para qué negarlo.. Los rebeldes, también tienen su toque. Sobretodo cuando al final acaban ascendiendo a un nivel mucho más privado de mi vida. Acaban suplicando, por supuesto. De una manera u otra se comportan como lo que son. Humanos. Débiles. La raza inferior. Y solo aquellos que lo aceptan son merecedores de mi indiferencia ¡No puedo poner en su lugar a quien ya sabe cuál es! Por eso, el cochero me llevó esa noche a la taberna y se fue sin más que sus palabras de siempre; "Que pase una buena noche". Siempre lo mismo. Y, por eso, él continuaría en su puesto hasta que alguno de los dos rompiera dicha tregua. Francamente, teniendo tantos humanos (Y no tan humanos) dispuestos a ir en mi contra, por mi parte no atacaría a aquel que se quedaba callado y en su lugar sin ni siquiera observar. Me obedecía, era suficiente.

El vestido, habitual en mi, esta vez fue sustituido por algo un poco menos convencional. Blusa negra con rayas blancas, agradablemente escotada. Pantalones, del mismo color pero sin rayas y que caían rectos hasta mis pies. Los bucles habitualmente sueltos de mi pelirrojo cabello esta vez estaban doblegados en una coleta alta, despejando por completo mi frente. Y, finalmente, los buenos tacones de diez centímetros que (estos sí) nunca faltaban. Estar por encima de los demás, literalmente a excepción de algunos pocos, era un placer que a excepción de en la intimidad siempre me permitía. Resultaba una auténtica diversión ver caras de estupefacción solo por ser veinte centímetros más alta de lo que es una mujer habitualmente. O diez más que un hombre. ¡Patéticos! Ni siquiera en eso pueden superarme. Realmente, nací para ser un ser superior. Y cada echo en mi lo comprueba. ― Lo más fuerte que tengas ― Una mirada al tabernero de turno fue suficiente para hacerle saber que era capaz de beber exactamente igual que cualquier hombre. Más, de echo. Acostumbrada a tomar alcohol, no recuerdo la última vez que mi organismo permitió a ese líquido descontrolarme. Decir que jamás sería aventurarme ¿No son seiscientos años mucho tiempo? Pero realmente, no lo recuerdo en absoluto.

Ignorando miradas nada interesantes a mi alrededor, caminé hasta un compartimento alejado del centro. Una mesa de madera con dos escuetos y desgastados bancos. No, aquello no era un restaurante de lujo. Era una taberna. Sucia, maloliente y con borrachos que aun no habían hecho acto de presencia porque era demasiado pronto. No importaba que fueran humanos. Ellos se aferraban tanto a la noche como yo, como si el sol les pudiera causar algún daño. Error. Su error, mi ventaja.

― Hola, Boriska ― Una voz ligeramente acaramelada y femenina me saludó, haciendo parecer a esas comunes palabras como una promesa de algo tremendamente obsceno. Sonreí a la cara bonita que la acompañaba. Una voz, debo mencionar, ligeramente irritante. ― Anna ― La camarera, Anna, dejó la botella del alcohol junto a un vaso descuidadamente sobre la mesa. Estaba más pendiente de mi (Raro ¿No?) y de inclinarse para mostrar su agradecido escote. Mis ojos, sin embargo, la miraban al azul de sus ojos y al rubio de los bucles que tenía por cabello simultáneamente. No se parecía en nada a mi Anna. ― Me gusta la apariencia que llevas hoy, si no encuentras nada interesante ya sabes dónde estoy ― Dejé que se inclinara hasta rozar mis labios al mismo tiempo que yo le estrujaba una de sus nalgas con el poco disimulo que nos caracterizaba. ― Solo si prometes dejar que te ate como la última vez ― Todavía se reía cuando había llegado a la barra, podía verla perfectamente desde mi posición y escucharla, de no ser porque no me interesaba en absoluto lo que le estuviese diciendo a nadie. Las Annas eran mi debilidad y siempre podía terminar con esa Anna de ojos azules y pechos grandes atada a la cama.

Si no salía nada mejor, tampoco acabaría mal.

por **Naomi / Kyle O´connell** Miér Feb 20, 2013 4:04 pm

Cada vez la vida es más complicada y más difícil cuando la gente te quiere para labores de los más extraños, unos solo quieren que te desnudes y poses sobre sus mesas mientras toman sus comidas admirando la desnudez, ¿el propósito de ello? Excitarse lo suficiente como para luego follar con sus amantes; otros trabajos son aún más descabellados lo que hace que una se trague su orgullo y acepte aquellas condiciones por algunas monedas, aunque también hay una excepción a esa regla, ya que por dinero no venderé mi dignidad y menos si lo que quieren es tocarme con sus sucias y pendencieras manos para buscar un ápice de excitación en mis ojos, pero lamentablemente aquellos hombres no me provocan ni un mal pensamiento como para jadear siendo así el trabajo más complicado a realizar, ya que mis labios se quedan sellados y aunque ellos toquen mis puntos más sensibles no es lo mismo su tacto al de una mujer….al de mi bella Katrina.

Cada día se pasa igual, buscando en lugar en lugar un trabajo temporal que pague lo suficiente para llevar comida a la casa para do, pero cada vez es más y más difícil hacerlo, encontrar un buen lugar en donde no te pongan a hacer, por ser mujer, una puta más, como si todo en este maldito mundo se reduce a eso, sexo, ver como se tocan y tratan de levantar tu lívido con un besito o una caricia y enseguida te la quieren meter, hombres o mujeres todo es lo mismo, solo buscan su satisfacción sexual y nada más, que hay de las gratificaciones del coqueteo, de la galantería, eso se fue al drenaje ya.
¿Puedo pedir algo a alguien? No, no lo puedo hacer por el hecho que no hay mujer que me llame la atención de la manera que lo hizo Katrina, aquella fuerza capaza de hacerme ver el mundo de otro tono y no del tono oscuro y podrido que suele ser.

¿Un esposo rico? Mi hermano Kyle me ha dado ese consejo ¡cásate con un viejo rico y heredarás su dinero, por follar con él no te preocupes diremos que eres muda así no te forzará y tú podrás estar con las mujeres que desees después de su muerte! Un lindo consejo, lástima que no pueda hacer eso, por el simple hecho de que no soportaría ser una esposa trofeo, si es verdad soy una de las mujeres más raras que he conocido pero que puedo hacer entre mi timidez y rebeldía, entre mi orgullo y mi apaciguada alma…quien podría volver a despertar ese fuego otra vez, y todo ello producto de mi amante del pasado, aquella mujer que amaba y odiaba a la vez. ¡Maldito el día en que me fijé en ella hasta llevarla en mis huesos!

Vagando toda la mañana y tarde por las calles de Paris viendo y pidiendo trabajo….para qué, si todo lo que dicen es ¡No! ¡Sabes complacer a hombres! ¡Cómo mueves esas caderas! ¡Sabes usar la boca! Todo igual, hasta que ¡Eureka! En la taberna “Les Etages” necesitaba alguna ayudante por el momento ya que una de las muchachas se había enfermado, un trabajo bueno, solo tenía que atender la barra hasta la medianoche a esa hora podría irme ya que vendría la joven del otro turno. –No está mal- murmuro entrando al lugar, el vestido algo ancho para mi cuerpo hacía más notorio que no había comido nada en varios días por lo que el dueño del lugar me pide que use un vestido más ajustado para mostrar mejor mis “atributos” ruedo los ojos porque se a qué se refiere, y aun sabiendo que tocará mostrar algo de carne, obedezco por cansancio y hambre.

La noche llega, el lugar se ilumina a luces tenues, haciendo oscura y sombría la presentación del lugar mostrando la inmundicia de los hombres que uno a uno llegan a beber y manosea a una que otra de las chicas, litros y litros de alcohol se van despilfarrando todo para que aquellos seres tan patéticos puedan llevar a la cama a una de esas “niñitas” que los emborrachan hasta la coronilla y se los llevan a desnudarles y que duerman mintiéndoles de que han tenido el mejor sexo de sus vidas con ellos. Se ve sencillo pero al observar más detenidamente me doy cuenta que no lo es pues cuando están bebiendo las muchachas están sobre sus piernas siendo tocadas, expuestas por completo y uno que otro se adelanta a tomar lo que quieren de ellas, así que todo se reduce a suerte de cliente.
Las campanas de la iglesia tocan anunciando la media noche, justo mi hora de retirarme del lugar, pero antes de ir a por mi ropa el tabernero me detiene y me mira jalándome a la barra ¿para qué? Al parecer la otra muchacha no podrá venir ¿razón? No me la dio, solo dijo que tendría que buscar otra mujer para atender la barra, no me importo ya que solo quería la paga y largarme a casa a ver a mi hermano, pero ahora tocaba trabajar; mientras limpio el barra y arreglo los vasos y licores, una mujer hermosa, debo decir, llegó al lugar, una que otra de las meseritas se contentaron con verla y comenzaron a susurrar cosas, mis ojos otra vez los puse en blanco, aunque debo ser sincera aquella mujer hizo que mi pulso se acelerara y sobre todo que me sonrojara. ¡Maldición debe ser otra mujer como Katrina! Mi mente me castiga con ese recuerdo y niego abruptamente saliendo de mi puesto de trabajo hacia el aseo…

-No, no juré que ninguna otra persona me haría lo mismo que ella, aunque lo extraño no se lo permitiría, ya han pisado mucho mi orgullo…- trato de tranquilizar mis pulsaciones cardíacas para regresar a mis labores pero no sin antes dar una última mirada a aquella mujer de cabellos tan rojos como el fuego de los infiernos, su cuello fino, sus manos delicadas pero fuertes, sus ojos hipnotizantes y esos labios que harían pecar a más de una.

No podía hacer nada, solo fruncir el ceño y dar la espalda a aquella mujer para volver a mis tareas, la mejor forma de olvidar y tener la mente ocupada.

por **Boriska K. Szöcs** Lun Abr 29, 2013 1:00 pm

La taberna era un antro que nunca cambiaba. Mismo ambiente. Misma gente. Mismos pensamientos.. Muy de vez en cuando encontraba algo “especial”. Alguien con una existencia que no se limitara a ir a trabajar cada día, follar o simplemente creerse el ombligo del mundo. Por estos últimos me refiero a los señoritos que buscaban nuevas experiencias en lugares como aquellos, claro. Eran tan notorios, como lo sería una puta barrio bajera en el Palacio. Brillaban cual luciérnaga. Y sí, no estaban mal. Jugar un poco con ellos, debo admitir, se me antojaba entretenido alguna que otra noche. Hacerles gritar y descenderlos al nivel más bajo de todos. La escoria. Hacerlos suplicar y llorar. Demostrarles que, en el fondo, solo niños con cuerpos adultos y aires de grandeza. Y que si están acostumbrados a que les obedezcan no es porque se lo ganen, ni mucho menos, todo tiene que ver con el dinero que guarde bajo la cartera. Hasta unos simples papeles son capaces de mandar sobre la gente mejor que ellos mismos. ¿Y sabéis lo más curioso de todo? No, no lo sabéis. Lo más divertido, aunque suene extraño que yo lo diga, ¡Es que les gusta! Al final, a pesar de todo, acaban enamorados de mi. De mi poder, de mi fuerza, de mi persuasión. De mi todo. Los convierto en unos adictos al dolor y a la sumisión sin ni siquiera necesitar mis poderes. Hombres.. Niños. Sí, efectivamente, no están mal. Pero aquella noche mis instintos no eran eso lo que estaban buscando. Buscaban, como la mayoría de veces, a una fémina. Esta noche se me antojaría a una humana. Una humana.. ¿Regalada? Puede. Tal vez. Anna, por ejemplo, no sería una mala opción. Podía hacerle cualquier cosa que se dejaba gustosa con tal de que la llevara al límite quinientas mil veces. Sabía de mis extraños gustos y las pocas veces que habíamos yacido, había saciado casi por completo mi apetito. Teniendo en cuenta que es imposible que un humano me sacie por completo; el veredicto es bueno. Sí, no era una mala opción. Mis ojos la seguían de vez en cuando. Pensaba en mi desde el mismo instante en que había entrado por la puerta. Por supuesto, nadie más le daría lo que yo le daba en la cama. Nadie. Nadie la había echo correrse de tal forma. Lo sé. Lo puedo leer sin poder alguno, aún cuando ella me lo demuestra con cada uno de sus movimientos cuando está cerca de mi.

Sin embargo, algo me hacía no decidirme por ella completamente. Algo. ¿El qué? No saberlo me mosqueaba. Pero sin apetecerme por completo y teniendo toda la noche por delante, no iba a precipitarme. Ella estaría lista para mi en cualquier momento. Podría haber olido su coño húmedo aún estando en el local de al lado, así que acabaría siendo mi vía de escape tarde o temprano. Siempre lo era cuando me la encontraba y hasta ahora no había dado mal resultado. La cuestión era ¿Qué buscaban mis instintos hoy? Dejando a Anna completamente a un lado, mis ojos buscaban disimuladamente entre toda la gente que había allí. Gordos, flacos. Más altos o más bajos. Más feos o más guapos. Hombres y mujeres. Sabía, al menos, que era una mujer clarísimamente lo que se me antojaba. Algo es algo. Crucé las piernas por debajo de la mesa (algo molesta porque con los tacones me chocaban ¿Por qué no podían hacer mesas para gente alta?) y di otro trago de la bebida. Por un momento, desconecté de mi misma y me concentré en captar algo con mi mente exclusivamente. Cerré los ojos. Ya que parecía ser mi cuerpo lo que no se conformaba con alguien conocido, pues le dejaría a él la tarea de encontrar lo que estuviese buscando.

No, no juré que ninguna otra persona me haría lo mismo que ella, aunque lo extraño no se lo permitiría, ya han pisado mucho mi orgullo…

Alto

Automáticamente, toda mi cabeza se centró en esa voz. No estaba en el mismo espacio que yo, pero se oía cercana, así que tampoco habría salido de la taberna. Interesantes pensamientos.. Alguien rebelde. Pisoteado. Pero débil, al mismo tiempo. Sí. Sí. Sí. Ya lo notaba. Era débil. Débil frente a alguien que había visto. Una puerta se abrió y se cerró y su olor se hizo más cercano, fue entonces cuando mis ojos se abrieron y buscaron localizarla. Unas mesas no. Las otras tampoco. Una mirada. Alguien me miró, escondida tras la barra y allí la encontré. ¡BINGO! Morena de pelo largo y buen trasero, puesto que estaba de espaldas, lo único que podía apreciarle junto a unas delgadas piernas. Pero me había mirado. Lo noté. Una mirada desde ese lugar y no había sido Anna ni cualquier otra. Sé distinguir perfectamente las miradas ajenas, habituales. Ya son demasiados años en los que he sido observada continuamente como para no estar al tanto. Ella era la dueña del precioso e inquietante, así como divertido, pensamiento que había captado mi atención. Y si me había mirado (de lo que estaba segura al cien por cien), significaba que con suerte era yo quién le había provocado tales pensamientos. ¿Podría ser?. Ah, ya empezaba a notarlo. Esos sentimientos de anticipación a una presa. El simple hecho de estar pensando en los cómo y por qué ya era excitante; formaba parte lo que se puede llamar como una caza “no complicada”. Ponerte en la piel de el otro y adivinar, poderes a parte, si habías conseguido captar su atención de la forma en la que esperabas. Eso mismo. Sonreí con absoluto deleite, aunque no me miraba en ese momento. Tampoco hubiese importado. Ser descarada podía formar parte del plan.

Y ahora que había localizado a la que me divertiría esta noche, lo hiciera por voluntad propia o no, sólo faltaba escarbar un poco en sus rincones más profundos y oscuros. Tenía algo, algo que la atemorizaba. Algo de lo que yo sacaría partido. ¡Ya podía olerlo! Era el olor del miedo y el placer. Porque puedo ser mala. Muy mala. Pero las hago gozar como las perras que son.

Gírate, ven hacia mi mesa y siéntate.

Cómo reaccionaría a mi mensaje, un tanto “especial”, también era parte del juego. En este caso, más entretenido que acercarme fingiendo ser una simple humana. Bueno, una humana, porque incluso como tal nada en mi se parecía a las demás. Llamaba la atención, siempre. Lo sé. Así que, la otra opción era ir directa al grano y “presentarme”. Que ya conociera a los de mi especie o no, no importaba. Porque yo; yo era completamente única.

por **Naomi / Kyle O´connell** Mar Mayo 14, 2013 12:01 am

Gírate, ven hacia mi mesa y siéntate.

Algo extraño pasó a mi mente, un mensaje claro y muy, muy dominante que te hace temblar con cada letra incluso que en tu mente se va formando, si igual que aquellas órdenes que si te las dicen de frente hace que tu cuerpo comience a sudar frio y tus piernas no respondan a las órdenes de tu cerebro y sobre todo te deja congelada sin saber reaccionar, cuando lúcida andas sabrías que hacer pero cuando llega el momento no sabes ni que decir ni que hacer, esa sensación la conocía muy bien pues la había vivido con Katrina ¡maldita mujer! Aquello me hizo acuerdo a las noches en las que Katrina jugaba conmigo de aquella forma rusa y fuerte y me hacía hasta llorar ¿Cuántas veces trató de doblegar mi espíritu? Y jamás lo logró siempre doblegaba mi presencia pero no mi espíritu… ¿será que fue buena en lo que hacía? Yo creo que no, quizás nunca supo ver el error que era tratar de doblegarme.

Sí debo admitir que no soy como las zorras del aquella taberna que se excitan con rapidez, que andan con sus coños al aire y todos húmedos, es más siempre me alejo de todos y solo observo, me da mucha vergüenza hablar con desconocidos pues no soy tan culta y educada y eso me hace refrenarme con las personas, pero algo tenía que muchas putas habían perdido, dignidad, aun cuando me habían y me seguían pisándome por ser pobre, jamás podían romper mi espíritu, quizás podrían hacerme llorar pero mi alma seguía siendo la joven rebelde que siempre he sido, y quizás aquello que nadie puede tocar y mancillar es lo que más les enerva y llena de furia a las personas, evitándome mejor pues ¿para que perder su tiempo con una mujer como yo?.

Pero aun así aquella orden me hizo soltar uno de los vasos y los recuerdos vinieron rápido a mí, mis pies actuaron de forma automática caminando a donde estaba esa mujer, no sabía quién era, solo sabía lo que era otra vampira de aquellas que aguardan entre las sombras a las almas más desafortunadas…el tabernero me estaba gritando pero mi mente no formulaba palabra alguna para decirlas solo estaban en mi mente… ¡¡Por qué…acaso esa mujer querrá mi vida, querrá buscar lo que muchos intentaron…no, no puede, no se lo permitas Nao…no le permitas aquello a nadie, no muestres tu alma tímida y se lo que más detestan las personas! Mi mente comenzó a divagar y crear palabras que mi boca no las podía decir.

Camine entre las personas hasta la mesa, no sabía a quién hallaría, es más una que otra zorra me miraba como molestas y de paso el tabernero solo reía y me dejó caminar ¡maldito, sabe que voy con el diablo y me deja ir, pero no les daré el gusto! Mi cuerpo, trataba de pelear, pero era más fuerte aquella orden de acción en mí, pero aun así mostraría que a pesar de todo no me dejaría tratar así de nuevo…Cerré los ojos con fuerza evitando el contacto con aquella mujer, no sabía su nombre y no quería saberlo…llegue a su mesa y me senté tomándome del filo de aquella mesita, aunque para mí era más grande con lo flaca que estaba me quedaba demasiado grande la mesa…llegué y mi respiración se agitó más de lo normal, no podía creer lo que estaba pasándome, traté de calmar mi respiración lentamente y con fuerza tome la valentía para decir lo que quería decir

¡-Como se a…atreve a hacerme esto, no soy un títere suyo y usted no es mi…mi dueña para que tire de mis hilos así, no crea que por el hecho de que usted es una vampira puede hacer su santa voluntad- bufé y traté de ocultar mi nerviosismo para mostrar mi enojo por aquello que había hecho esa mujer ¡–Que…que quiere de mí, no tengo nada que darle no le daré mi sangre a que se llene naturalmente- esa era la diferencia entre mi hermano Kyle y yo, el si hubiera dado su sangre por un poco de dinero, incluso su dignidad la hubiera vendido, el vendería hasta su alma a algún hombre con tal de tener dinero, pero yo no, no podía, podría ser pobre pero humilde.

Debía admitir que aquella mujer tenía lo suyo, un encanto que atrapaba y excitaba, lo sabía porque no solo las rameras del lugar las cuales sudaban por sus sexos y los hombres se ponían duros de solo verla, en mi caso era su belleza arrancada de lo tiempos y perpetua en un solo momento, esos ojos penetrantes y dominantes, sus labios sensuales y seguros, su cuerpo (aunque no le podía ver todo) me mostraba esa confianza y seguridad en ella, en sus acciones en todo lo que la rodea, y viendo eso miré a la mujer con algo de enojo ¡–Al menos me dirá su nombre para saber a quién tengo que agradecer que me echen a patadas de aquí, así hasta no sé podría tirarle piedras a su cacería en venganza por echarme a perder el trabajo- ¡Mi Santo Dios de donde había sacado aquella valentía para hablar así…! Pensé y cuando me di cuenta agache el rostro sonrojado de la vergüenza por haber hablado de esa manera tan pedante y alzada, como de ínfulas ¡–yo, yo…yo lo siento- murmuré por lo bajo, no sabía que me había poseído para haber hecho aquello, quizás las emociones del momento, la ira, un consejero de lo más peligroso pues nos transforma en monstruos.

No le miré a los ojos a aquella mujer por vergüenza y por enojo, dos sentimientos que eran normales y ajenos a mí a la vez, que clase de ser puede sentirse mal por protestar? Solo yo porque no me gusta darme sitios que no me correspondían dentro de esta sociedad elitista. Y ahora solo tenía que aguardar a la sentencia de aquella mujer de ojos cautivantes y peligrosos.

por **Boriska K. Szöcs** Lun Mayo 27, 2013 7:59 am

En los ojos de la humana podía ver mucho más de lo que aparentaba a simple vista. Físicamente estaba muy desmejorada, flaca y relativamente sucia. Se notaba que era pobre y no parecía ser de las que sacaban provecho de su cuerpo para mejorar esa situación; todo lo contrario. Ella no lanzaba miradas descaradas ni se acercaba a los clientes. Permanecía en la barra, silenciosa, pasando a penas desapercibida. Si yo la había notado era únicamente por ese tentador pensamiento que, intuía, había tenido algo que ver con que me mirase fijamente. Sólo unos segundos. Más de lo que le dedicaba a los demás y, por tanto, suficiente. Había captado su atención como la de muchos otros, con la pequeña diferencia de que esta muchacha estaba escondiendo algo. Algo doloroso. No quería tener que ver conmigo. Mirarme, había sido definitivamente su mayor error. Y por cómo me miraba mientras se acercaba, obedeciendo a mi orden aunque no precisamente por su propia voluntad, parecía más bien que su cuerpo le traicionaba. Mis palabras podían llegar a ser muy persuasivas para la mente. A regañadientes reducía la distancia entre ambas, mientras, yo la contemplaba con una mueca tan seria como burlona. Era divertido, por supuesto. Una vez más, observaba la debilidad humana, más recalcada en esa muchacha de cuerpo débil y mente frágil. Peleona, pero por el estado en el que se encontraba, fácil de controlar. Sería fácil convertirla en mi esclava; una más al harem que permanecía en el sótano de mi mansión. Una esclava sin voluntad, más que la de cumplir todos y cada uno de mis deseos, por crueles o dolorosos que fueran para ellas. No tenían alma, una a una, había absorbido la de todas ellas. Sin embargo, como acabo de decir, ya tengo bastantes. Esa noche no iba en busca de añadir una más. Esa chica no daba el perfil de muñeca, al verla, se me antojaba más sacar a la luz sus demonios y doblegarla sin practicar truco alguno en su mente. De forma natural era mucho más excitante.

No pasaron ni dos segundos de que estuviera sentada frente a mi que ya se atrevió a reprocharme. Unos reproches interesantes debo añadir. Reproches que me dieron a entender perfectamente que no era la primera de mi especie a la que se encontraba. Al parecer, algún que otro desafortunado encuentro ya había tenido, de ahí el rencor y, al mismo tempo, la atracción que producía en ella. Interesante. Muy interesante. Ya tenía ganas de profundizar en esos sentimientos, pues no había tortura más aguda para la mente que amar y odiar a una persona en igual medida. Pero, para eso, ya habría tiempo. Mis piernas permanecían cruzadas bajo la mesa y mis brazos de igual modo, contra mi pecho. No sabía si ante sus quejas ponerme a reír descaradamente o aparentar enfado para asustarla, cualquiera de las dos cosas habría estado bien si no fuera porque iba demasiado atolondrada. Ni siquiera me daba tiempo a tener una reacción que no fuera sorpresa. Sí, para que negarlo, me había sorprendido. No me esperaba tal actitud, conociendo o sin conocer mi raza. Eso no importaba mucho. La gente solía intuir mi presencia como algo superior, algo que se debía respetar o, de lo contrario, simplemente ignorar. ¿Cómo aquella muchacha, que parecía tan poca cosa, podía sacar un carácter tan agresivo? Teniendo en cuenta que, sin contar mi pequeña jugarreta telepática, no había dicho palabra alguna. Más gracioso fue cuándo, al cabo de un instante, se percató de todo lo que había dejado escapar debido a su momento de rabia. Un “lo siento” con tartamudeo y la mirada gacha resultó completamente diferente a todo el monólogo anterior. Y bien ¿Cuál sería la verdadera personalidad de la chica? Temeraria y sumisa, o impulsiva y directa. Ya que ella me había enseñado tanto en tan poco tiempo, era mi turno de devolverle el favor.

Con pasmosa lentitud, tomé un ligero sorbo de la bebida que tenía en el jarro. Mis ojos no se apartaban de la muchacha en ningún momento, aunque ella permanecía mirando a la mesa. O eso daba la impresión, no sé qué otra cosa podría mirar allí abajo. Para empezar, eso era algo que debía cambiarse. Con una de mis manos le agarré el mentón, obligándola a mirar la figura que tanto parecía despreciar en mi. No sonreí, pero tampoco mostré una mueca de seriedad completa. Contemplativa, en todo caso. En unos segundos de silencio la analicé con la mirada. Tenía una cara bonita y muy expresiva aunque demacrada y sucia al igual que sus ropas y el resto del cuerpo. Era una lástima, desde luego, podía ver su belleza de encontrarse en plena forma. Mis manos apretaban su piel con ligera dureza, no demasiada. Los movimientos bruscos los reservaba para algo bastante más íntimo que la mesa de una taberna. ― Vaya vaya, parece que eres más fuerte de lo que aparentas, muchacha ― Unos segundos de silencio más me permitieron hacer una pequeña búsqueda de algo que quería saber en su mente. ― Naomi ― Al pronunciar su nombre le mostré una ligera sonrisa. El pulgar acarició su mentón con una suavidad que desde luego no me caracterizaba. Claro que, ella no sabía tal cosa. ― No pareces ser de las que aceptaría someterse a mi a cambio de dinero ¿Me equivoco? No, claro que no, tu fiereza no te permite rebajarte, de lo contrario ya te habrías metido a puta y no estarías pasando hambre. Deberías hacerle caso a tu hermano.. ― Su mente rebelaba mucho más de lo que ella estaba dispuesta a contarme, de eso estaba segura. Pero ya había contado suficiente. Bueno, lo suficiente para mi. Saber que poseía sentimientos como el rencor o el odio me satisfacía, queriendo someterlos bajo mi yugo a toda costa. ― Pero todo tiene un precio ― La solté, dedicándole atención a la bebida en su lugar. Una vez más, nos separaba la mesa ningún contacto de por medio. ― Seré clara. Te quiero, esta noche. No importa qué puedas querer, te lo daré si prometes complacerme en todo aquello que se me antoje. Mañana serás completamente libre, te doy mi palabra ― Y cuando Boriska daba su palabra, la cumplía al cien por cien.

Bueno, casi siempre...

por **Naomi / Kyle O´connell** Lun Jun 17, 2013 8:11 pm

La vida es un manojo de compra y venta, todos creen que pueden comprar a las personas solo porque tienen dinero y estatus, porque son poderosos creen que pueden pisotear a la gente como le dé la gana, siempre ha sido así y eso ¿jamás cambiará? Quien sabe, solo podría saberse que los vampiros les gusta torturar a los humanos, hacerlos sus muñecos o títeres jugando con ellos a su placer y deleite siendo simples esclavos o sumisos que solo pueden hablar u obrar si es que “sus amos” se lo permiten… ¡asco de vida! Y aquella mujer con su voz tan fina y delicada, con ese acento y tono tan calmado y autoritario pensó que podría doblegarme son con sus palabras y con su presencia vampírica. ¡Estas equivocada mujer, ya me pisoteó mucho Katrina, y no lo harán de nuevo!
Aquellos dedos fríos de la mujer tocando mi rostro ¿para qué? Para que la mirara, para que viera aquellos ojos hipnóticos, no podía creerlo aun cuando los detestaba aquella mujer tenía el mismo mirar de ella aquellos ojos enigmáticos y atrayentes que me hacían obedecer, pero eh ahí la diferencia, ya no habría marcha atrás de nuevo, no volvería a caer aun cuando mi cuerpo se retorcía y mis pies se juntaban con mis dedos de la mano retorciendo aquel mantel sucio, mi respiración agitada mis dientes apretándose fuerte para no gritarle alguna irreverencia de la cual después me arrepentiría, pues si bien es cierto al no tener “el estatus” que aquellos burguesitos tenía que cuidar mis palabras o quizás a la carcél estaría encerrada o sería puesta a trabajar para ella a la fuerza solo para hacerme tragar mis palabras.

Y he aquí cuando las palabras fallan y solo queda…actuar, sus palabras eran cuchillas a mi ego hasta que de su boca salió mi nombre, eso me cayó como un cubetazo de agua helada –no…no digas mi nombre- susurre –tú no sabes nada de mi y de mi hermano, deja eso aun lado- me solté con fuerza de su agarre fiero tocando mi rostro, tome algo de aire para no sonar tan enojada por esa propuesta tan ridícula para mí, ni que fuera una vil prostituta que se abre para que le gocen y listo, ¡tengo digninidad y ogrullo! –Señorita puede llevar su dinero a las mano o mejor dicho a las piernas de otra mujer que se sirva para ello, una con mejor cuerpo y mejor presencia que la mía, una que sepa el arte de la satisfacción carnal, como bien sabe aquí abundan- señale a los alrededores de la taberna mientras mi mirada seguía en su vaso, pues sabía que si subía a aquellos ojos me sonrojaría pediría disculpas por mi afrenta –No estoy en venta, no tengo un precio, si usted quiere comprar algo para su satisfacción bien pueda ir a la plaza o mercado, ahí encontrara todo lo que se venda, yo no tengo precio y no hay nada en este mundo que podría usted darme que no pueda yo conseguirlo con esfuerzo y trabajo-

Las personas iban y venían y en esto una mujer se paró a la mesa de la joven viéndome, no lo sabía pero sentía la mirada de aquella nueva joven sobre mi como preguntando él porque estaba yo con aquella criatura de belleza infernal, tragué algo de saliva y cerré los ojos murmurando –es mejor que busque a una mejor y le proponga aquello, estoy segura que muchas de aquí se irían con usted solo con chasquido de los dedos, no busque averiguar mi odio, no le gustaría saber hasta donde pudo o puede llegar esto contra usted- casi como un susurro imperceptible para la otra joven que solo dejó otra bebida y se alejó algo molesta, pero seguro que aquella mujer si lo escuchó. –Cuál es el plan de tenerme por una noche, satisfacción? No la puedo dar. Sea cual sea su objetivo no lo podría cumplir, mi cuerpo no da para eso y menos mi mente, además usted esta en ventaja por ser lo que es, sabe mi nombre y no se ni siquiera como debería llamarla, señora? Señorita? O simplemente criatura del averno- en eso el pensamiento de Katrina llego a mi cabeza… “Pequeña flor de primavera, tu sonrisa es como el rocío de la mañana, como gotas de lluvia a cada botón de rosa, y cuando gritas al correrte es como el sol al ponerse sobre los jardines, tu cuerpo es más que eso y tu sumisión y enojo es un deleite mayor”.

¡Maldición! Justo eso tuvo que venir a mi mente, recuerdos de cuando fui sometida a aquella vampira y las veces que intento doblegar mi espíritu rebelde, si, no lo niego soy tímida pero no por ser tímida voy a dejar que todos hagan de mí o en mi lo que quieran, tímida pero libre, salvaje pero educada. No soy esas que se regalan y que andan mordiendo a todos, solo quiero ser lo que soy, lo alejado de la sociedad y nada más, trabajar y subsistir y nada más. Esa es la vida para mí, y ahora esta mujer pretendía que ¿jugar conmigo?.

Carraspee un poco el silencio de aquella mujer me incomodaba bastante –Creo que es mejor que me marche señorita, y sepa- alce mi rostro enrojecido por la vergüenza –Mi dignidad no está en venta ni ahora ni nunca y menos para satisfacerla por unas horas en un mugre cuarto- de un golpe me levante de ahí y fui corriendo al baño para ocultarme ahí de su vista y de la vergüenza de haber dicho eso en voz alta y delante de varios hombres y mujeres. ¡mantén tus pensamientos para ti, mantén tus pensamientos para ti! me repetía mientras me miraba a aquel espejo y las lágrimas comenzaban a correr por mis ojos.

Lo que no tenía era dinero, pero si orgullo, no iba a venderme al mejor postor, no soy una esclava, mentira si lo era, pero eso ella ni nadie podía saberlo, sigo atada al recuerdo de un pasado que me atormenta y de paso un secreto que me consume y lo hará hasta que alguien pueda lavar aquel pecado.

por **Boriska K. Szöcs** Dom Sep 01, 2013 4:03 pm

El discurso de la muchacha, aunque debo reconocer que era valeroso, no servía absolutamente de nada. ¿Creía, a caso, que seguiría sus “consejos”? Órdenes, más bien. Una humana, ordenándome a mi. Ja, ja, ja. Resultó hasta divertido el cambio de posiciones. Si no me equivocaba (y nunca lo hacía), la mujer intentaba hacerme cambiar de opinión mediante órdenes y, además, haciéndome razonar. “Yo no serviré para tus fines” “No lo aguantaría” “No soy la indicada” Ja, ja y más ja. Por supuesto, aquellas palabras formaban parte de una inocencia exquisita que no hacía más que convencerme de todo lo contrario a lo que chapurreaba. Ella era perfecta para mi. Para esa noche, claro. Una vez terminase con ella, bien podría morir de inanición que no me importaría en lo más mínimo. ¿Estarían mis sentidos equivocados, entonces, al percibir que no era la primera de mi especie a la que se encontraba? ¿Qué vampiro, si no, la dejaría creer semejantes tonterías? Tales como que puede enfrentarse a mi o rechistar incluso después de haberle ofrecido “amablemente” servirme. Si se pensaba que todos éramos así, o que por ser una mujer todo acabaría con un “No”, cuán equivocada estaría. Por favor, más que enfadarme ante esa burda actuación, de lo que me entraban ganas era de reír a carcajada limpia. Asumo que no estoy acostumbrada a las negativas. Por un motivo u otro, ya sean mujeres u hombres, acaban sucumbiendo tanto a mis palabras como a mi belleza exterior. A fin de cuentas, no dejaban de ser increíblemente inferiores a mi. Sólo unos pocos se resistían como lo había hecho Naomi. Esa muchacha, a pesar de parecer tan débil y frágil, de estar tan falta de alimento que seguramente se le marcarían todos los huesos bajo esos feos ropajes, a pesar de eso, se había mantenido fuerte contra mi. Había podido entrar fácilmente en su mente para ver sus recuerdos, claro, sólo uno de mi propia especie o un humano perfectamente entrenado podría evitarlo, pero se resistía a mi atracción. Para los humanos, todo lo que provenía de mi: voz, tacto, vista; absolutamente todo, les era atrayente. Entonces ¿Qué era? ¿Qué era lo que le había sucedido a ella, que pensando en aquello había sido capaz de marcharse con tan aparente decisión? Mentiría si dijese que cuánto más escarbaba, más me interesaba. Llevando sólo unos minutos desde que me había topado con su mirada, sabía que había algo escondido bajo esa capa de piel y huesos. Un recuerdo, una mala vivencia con probablemente uno de los míos. Interesante; muy interesante.

Por desgracia, difícilmente me hacían cambiar de opinión cuándo quería algo. Lo que quería simplemente lo tenía, por las buenas o por las malas. Había sido buena con Naomi, le había ofrecido amablemente dejarse someter a cambio de lo que ella quisiera. Cualquier cosa, a cambio únicamente de someterse a mi. ¿Es que no sería de sobras recompensada? Por favor, estuve de verdad dispuesta a cumplir con cualquier deseo que pidiera. Darme una negativa y despreciar mi tan amable oferta sin duda había sido un grave error por su parte. Aunque el error más grave, lo cometió cuándo creyó (de mala forma) que aquello la libraría. Contrariamente, lo que había hecho, era crecer mi interés. Por supuesto ¿Cuándo me he negado a un plato que se me ha resistido? Jamás de los jamases.

Dejando a un lado momentáneamente a la fémina, mis sentidos captaron otra presencia que se acercaba con unas intenciones familiares. A mi derecha, Anna se aproximaba con paso firme y una mirada que lo decía todo. Oh, al parecer, había estado observando mi pequeño encuentro con la otra muchacha y también creía, falsamente, que aceptaba negativas tan fácilmente. Otra ilusa. Claro que, ella era todo lo contrario a Naomi, acudía a mi como una avispa a la miel y disfrutaba de mis sesiones sexuales sin pedir nada a cambio. La tenía completamente encandilada, como a la mayoría de humanas que visitaba con ligera frecuencia. ― Invita la casa ― Una nueva copa fue depositada frente a mi, junto a la que había vaciado hacia unos instantes. El guiño picarón de la moza me dijo que estaba dispuesta de sobras a pagarme cuantas copas yo quisiera. ― Te he visto hablando con Naomi, espero que no te haya ofendido su comportamiento.. ― Enroscaba deliciosamente uno de sus rizos en el dedo índice, inclinada completamente hacia mi. De ese modo, regalaba una vista de sus perfectos y abultados senos sobresaliendo del vestido. Listos y a punto para ser comido. Me relamí, involuntariamente, recordándola en momentos bastante comprometidos. Me seguía interesando Naomi, pero Anna sin duda sabía utilizar bien sus atributos. Sabía cuánto me excitaba y yo sabía lo mucho que le gustaba el dolor a la muy zorra masoquista. ― Para nada, es una muchacha encantadora. Bastante bella, aunque demasiado flaca ― Anna no parecía muy contenta de que una muerta de hambre de segundo nivel como lo era Naomi fuera tan bien vista por mi. Celos humanos.. tan entretenidos. Sólo por eso, la dejaría con ganas de un próximo encuentro. Anotación mental: Volver próximamente al antro a buscar a esa moza para someterla a una buena sesión de sexo. Observaba su expresión, estaba a punto de ofrecérseme por segunda vez en la noche. ― Esta noche no, Anna ― Me levanté, dejando intacta la copa que ella me había traído. Enfurecerla tan fácilmente también era divertido. Mi destino eran los baños, dónde se había refugiado la muchacha humana. Podía sentir todavía allí su olor. ― Cuándo vuelvas a ver a Naomi, pregúntale qué tal le ha ido esta noche, tal vez podáis compartir opiniones ― Susurré al pasar por su lado, acompañando la frase de una risotada. Y mientras me alejaba, no pude evitar sentirme excitada por mi propio comportamiento.

Pasado el umbral del antro, detrás de la puerta, ya sólo fue cuestión de segundos el someter a mi pequeña y esquelética presa. ― Oh, pobrecita Naomi, llorando sola en el baño ― Con ambas manos la pegaba a mi cuerpo, una en su cuello y otra rodeando su abdomen. Apretándolas con premeditada fuerza, por supuesto. Mi lengua se permitió lamer el surco de esa agua salada que recorría su rostro. Sí, pobrecita. Pobre quien, como ella, osaba despreciarme. ― ¿Qué creías al rechazarme? ¿Que, por un casual, te dejaría tranquila? ― La mano en el vientre tomaba el rumbo que yo deseaba, levantando las faldas del vestido, recorría su muslo con lentitud ― Creo que Katrina no te enseñó bien sobre nosotros. Los humanos no sois más que comida para nosotros. Débiles. Fui demasiado generosa al hacerte una oferta que no dudaste en rechazar ― En su cuello, mi otra mano apretaba cada vez más. Sin esfuerzo giré su cabeza, dejando el cuello a mi total disposición ― Ahora te someterás a mi como te dije antes, solo que no recibirás nada más que dolor a cambio. Grita para mi, Naomi ― Perforé su cuello al mismo tiempo que tiraba de su cabello y arañaba con mis uñas su muslo.

¿Para qué tanta tontería de ser buena? Con lo bien que me sentía siendo la mala del cuento.

por **Naomi / Kyle O´connell** Sáb Oct 05, 2013 8:35 pm

Miedo, ¿Qué es el miedo en los seres humanos?, es la explicación irracional a lo desconocido, a aquello que por falta de conocimiento no se atreve a experimentar, pero ¿y cuando se sabe lo que pasará? En ese caso el miedo es la representación de traumas vívidos llevados a un extremo de la mente humana para quebrarlos, pero ¿Quién quiebra ese equilibrio? Otro ser humano, no, eso es un error en este caso era un ser del infierno, un ser de las mitologías antiguas, de aquellos cuentos para asustar a los pequeñines cuando hacen sus travesuras, uno de esos seres que se creen dioses poderosos capaces de acabar con la humanidad con un chasquido de dedos. ¿Existen en verdad? ¡oh por la divina providencia! Claro que existen, y más de lo que se puede un simple mortal imaginar, cada uno siempre haciendo su santa voluntad, pues su tiempo va muchos más atrás de unos diez o cincuenta o cien años, van más y más atrás cada vez más prepotentes, como si fueran los dueños del mundo, los dueños de las personas.

Así era cada uno de esos seres, Naomi lo sabía de buena cuenta, y también sabía que aquellos no se iban con el “NO” en la boca, pues era como beber agua bendita o tragar fuego, les daba en el orgullo una simple palabra don dos letritas, hacía crecer su ira y sus habilidades hacían estragos apocalípticos, si todo eso lo sabía la humana ¿por qué lo hizo? Quizás por el golpe de adrenalina, o quizás porque extrañaba esa vida de ser esclava de sangre y juegos perversos de las vampiras, o quizás, solo un tal vez a evitar ser sometida nuevamente o solo por azares del destino que se cruzaron aquella noche, quien sabe la respuesta, podría haber más de diez pero ni una estaría cerca a los nervios, que sentía la muchacha, sus piernas temblaban en aquel lugar de aseo, las palmas de sus manos estaban frías y se movían como si las hubiera metido en un bowl con hielo, su rostro pálido cual si hubiera visto un fantasma, sus ojos azules rojos ahora de tantas lágrimas que brotaban de estos, su nariz roja y sus labios resecos, su pecho subía y bajaba rápido y lento tratando de retomar el aire, la mujer que se veía en el espejo no era la misma humana flaca y sin gracia que había estado antes, ahora estaba quebrada, alguien nuevamente había quebrado su alma, había roto su coraza por la chica tímida a la que pelea con unas y dientes, ¡el pequeño animalito acorralado volvía!.
La noche avanzaba y su trabajo tenía que continuarlo, aun cuando por dentro sabía que aquella mujer podría hacer algo para castigarla por su insolencia, pero si la humana fue insolente, la vampira también al creer que podría comprarla como un objeto más, al querer simplemente tratar de ser su dueña por una noche, JAMÁS, pensaba Naomi mientras se lavaba el rostro y buscaba en ese reflejo en el espejo de un ápice de la Naomi que era siempre, la dulce y sonriente mujer tímida que solo busca un poco de dinero por su honrado trabajo, dejando a todos a un lado, aislada.

-Inhala y exhala, inhala y exhala, todo paso, todo paso, estará todo bien, solo tranquila y vuelve a ser la misma y luego sal a trabajar, eso es todo- se decía mirándose como un espectro ojerosa con lágrimas y sobretodo con su dignidad perdida, con su mente trabada y sus deseos confusos –y, y si hubiera dicho que si, que hubiera pasado- rápidamente niega y en su mente se tranquilla ¡Basta Nao, basta, no puedes pensar en el “si hubiera” basta! Toma algo de valentía para salir y continuar con su vida, igual haría como si nada había pasado, como si aquella sensación en su estómago de algo peligroso (pues el peligro le llaman la atención como si fuera una gatita curiosa con ansias de probar y conocer todo).

Cuando el tiempo se pasa dentro del baño de una taberna, siempre se espera que quien pase por aquella puerta sea el dueño a sacar de los cabellos y buenos bofetones a su empleada, algo que toda muchacha teme cuando la puerta del servicio se abre, y lo que todas naturalmente hacen es girar sobre sus talones para avisar que pronto saldrán, y es lo que con lógica hizo Naomi con una “En un momento…” pero sus palabras se cortan antes de terminar la frase y con horror en sus ojos y la sangre drenándose de su cuerpo sintiendo como si su alma dejara aquel envase para irse al tártaro –TÚ, que haces, déjame sola, no es de tu incumben….- y de nuevo las palabras fallan, solo siente miedo, sus piernas tiemblan de ¿terror?, no ya no es solo eso, hay algo más algo que aún no puede descifrar, solo siente en su vientre una sensación un cosquilleo y un nudo en su cuerpo que le impide moverse –Por favor, déjame, te pedí de favor, busca a otra mujer, solo, déjame- un pequeño murmullo como un aullido desesperado

RECUERDOS DE PASADOS QUE AHORA SE HACEN DEL PRESENTE.

Un nombre, un nombre que le provocó a su cuerpo una tensión, una completa tensión de repudio y odio a la par que lo relajó, eso era lo que le había enseñado a amar y odiar a aquellos seres, que solo hacían su voluntad a la hora que sea y en el lugar que fuera, lo conocía bien, todo su cuerpo lo reconocía, con aquel acercamiento de la mujer hacia ella, con su agarre la asusto tanto que colocaba sus manos (inútilmente) en el pecho de ella para alejarla pero aunque luchaba ella se lo impedía, la fuerza era monumental entre las dos, así que optó por hacer algo que quizás la mataría. Entre jadeos y negaciones por aquella proximidad en su piel y sus toques para ella en sus piernas tan delgadas así que actuó llevó su diestra al pecho de ella y presionó con ojos cerrados un seno de la mujer, esperó que aquello le desagradara para que la suelte y quizás hasta la abofetee y eso le daría la oportunidad para escapar, pero antes de que pudiera hacerlo unas palabras le detienen en su cometido dejando solo la palma sobre el pecho de la mujer…con el eco de las palabras de ella.

― Ahora te someterás a mi como te dije antes, solo que no recibirás nada más que dolor a cambio. Grita para mi, Naomi -

― Ahora te someterás a mi-

-Grita para mi, Naomi ―

No hay más, no hay marcha atrás, había firmado su sentencia de muerte, una muerte que le daría mucho dolor, pero si así era, si todo en su vida tenía que ser así, entonces ella, ella pelearía hasta el final, antes de hacer su plan, un dolor llegó a su cuello, lo recordó, recordó los afilados, unas pequeñas gotas cayeron al suelo y otras rodaban por su cuello hasta su escote se mordió los labios tan fuerte que sintió como los partía y un hilillo de sangre corría por estos lentamente y a su mente le mandó un mensaje que sabía que ella lo oiría ¡No te daré el gusto de gritar, no haré nada, no verás ni un grito ni lágrima de mi! Una pequeña lagrima cae por su mejilla y para evitar que la mujer siga con su propósito, fueron las uñas de su diestra las que se clavaron en el pecho de la fría mujer, se clavaron lo más fuerte haciendo que toda su fuerza se fuera en su sangre y en su agarre obligándola a abrir los labios y soltar un fuerte jadeo y un –NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO auxiliooooooooooooo-

¿Escucharía alguien aquella llamada? Nadie, afuera la taberna tenía la música elevada, las risas y los insultos, los toques y los demás humanos discutiendo por fuera y antes de dejarse caer y llevarse por la tentación del súcubo del infierno pudo susurrar –te satisface verme sufrir así, te hace feliz y te hace más fuerte verdad, es lo que te gusta, ver como alguien menos a ti en fuerza y tamaño grita mientras tu satisfaces tus necesidades, y las necesidades de la otra persona, no te importa, claro como no te importa que digan que no sabes satisfacer a las personas- un gemido y sus ojos comienzan a soltar lágrimas de dolor físico.

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