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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Napoléone Bonaparte Vie Nov 16, 2012 12:11 pm

Había sucedido lo que debía pasar. Aun siendo predecible seguía siendo sobecogedor y difícil de aceptar para muchos de los presentes. La ceremonia había sido solemne y austera, sin demasiada pompa ni circunstancia a sabiendas de que eso era lo que a él le hubiera gustado. Su movimiento, su hermandad, tras la revolución había dejado de ser secreta, por lo que aquello estaba tildado de aires oficiales, al final, había sido él quien había declarado la república tan sólo unos meses atrás. Los colores nacionales adornaban el feretro que no tardo en ser colocado y pusto bajo tierra donde permanecería por el resto de la eternidad. Un escalofrío recorrió la columna de la Consul ante tal pensamiento. Su rostro serio, apenas inexpresivo trasmitía muchísimo más de lo que le gustaría. La noticia le había sobrecogido de una forma que no tenía ni palabras para expresar, todavía incapaz de asimilar la realidad.

A pesar de ser verano, el cielo se mostraba claro, sin nubes, y con el sol en lo alto. Un día más de verano, un día claro ideal para salir y disfrutar del buen tiempo, pero no era el pensamiento que corría por las mentes de los presentes. Se mantuvo algo apartada durante todo el rato, haciendo gala de su capacidad de permanecer asocial durante todo el tiempo que le viniera en gana. La consul no se mostraba precisamente accesible y más de uno había dado por perdido el intento de acercarse a ella.

Poco a poco todos los invitados se fueron retirando, hasta que quedaron ellos, el corazón de la república. Napoléone se acercó con paso pausado, aproximándose a un ser humano por primera vez en casi todo el día, tratando de dejar de lado su faceta más huraña. Con la mano en el sable ornamental y con una mano sobre el vientre, posición que le caracterizaba quedó entre el grupo de personas. Clavando su mirada en la impoluta lápida que allí se erguía.

-Si creeis que tengo alguna genialidad en mi mente por decir, os equivocais.-fueron las únicas palabras que salieron de su boca. Napoléone era una buena oradora, conocedora de la retórica, capaz de encender la llama de un batallón devastado, pero en aquella ocasión, la sitaución la había devastado a ella y se habí quedado, literalmente sin palabras. No miró a nadie, sólo podía mirar el nombre iscrito en el blanco marmol. -El destino, el azar, dios o quien diantres sea, nos la ha jugado.-volvió a afirmar más para sí misma que para nadie más.
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Mensaje por Dagmar Biermann Sáb Nov 17, 2012 3:14 am

"Te diré adiós cuando lo crea conveniente"


El sol se mantenía imponente en lo más alto del cielo. Pocas eran las nubes que se paseaban frente a él, aquel día el clima era perfecto, cómo si todo estuviera mandado a hacer. Cómo si los planes del Dragón azul estuvieran presentes incluso en ese instante. La gente lloraba la perdida de un líder, y sabía de alguno que otro sonreía por la muerte del "traidor", pues todos sabían que entre aquellas filas existía gente infiltrada que buscaba sus beneficios, gente que se hacía pasar por revolucionarios. Se había jurado de manera muy personal, que cada una de esas almas llegaría al infierno por su propia mano. La crueldad vista en los ojos humanos le tentaba el cuerpo, y sabía muy bien, pronto comenzaría a cazar a su misma raza, dejando que la maldita escoria se fuera de una vez por todas. Aquel escenario era nuevo, había matado, pero jamás enterrado, y sepultar a alguien querido la llevaba a experimentar un torbellino de sentimientos y emociones que no controlaba en ese momento.

Dagmar estaba lejos de toda la multitud, veía desde ese ángulo a sus otros compañeros, aquellos que tuvieron el privilegio de ser nombrados representantes de un país en prosperidad. Los conocía a cada uno de ellos, al ser una cazadora en excelencia siempre buscaba registros, datos, todo aquello que la hiciera sentirse familiarizada con las personas para el trato futuro, pero a pesar de verlos ahí, los sentía lejanos. Ella quien la mayor parte del tiempo sonreí incluso en medio de las desgracias, tenía un vacío en el pecho, un dolor punzante que no sabía cómo sacar, Darcy también había sido su amigo, compañero de fiestas, todo había pasado demasiado rápido.

- Serás un maldito cabrón siempre Trudeau, a mi no me engañas con tus buenas intenciones, si yo te conocí en todos los estados - Dijo al cielo, mientras una mano sostenía una botella de licor, y la otra un chupito muy pequeño. - Vamos a dejar el drama, te daré un poco de alcohol antes de que te vayas por completo - La gente se había esfumado. Sólo estaban ellos, el licor, el sol, y el viento. En realidad sólo se había tomado una copa, no era de beber y embrutecerse, además tenía cosas que tratar esa tarde. Caminó sintiendo la brisa cálida sobre sus mejillas, en el trayecto sirvió otra copa, una que sostenía en sus manos, y al llegar a la tumba del hombre, vertió el liquido a lo largo de la misma.

- ¿Alguien de ustedes desea darle el adiós al estilo Darcy? - Los miró, y les ofreció la botella. Su cuerpo avanzó lo suficiente, ahora buscó el asiento en una de las sillas de madera que se habían acomodado para la ceremonia de despedida - En ocasiones no es necesario decir lo correcto, o decir lo que se piensa debe ser escuchado Napoléone, quizás viene muy bien simplemente dejar fluir lo que se siente dentro - Se encogió de hombros - Todo fue tan… rápido… - Le miró a los ojos, y después a los demás - Y ahora él nos deja con todo el trabajo. ¡Qué conveniente eres! - Gritó al cielo. Nadie, absolutamente nadie podría juzgar las acciones que se tenían en ese momento, el dolor no era un juego, no después de una perdida.
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Mensaje por Eustace Gougeon Lun Dic 03, 2012 9:21 am

"Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada."
Proverbio Árabe



Un sentimiento extraño se apoderó de su pecho por aquella mañana, en cuanto se había levantado de su cama pudo sentirlo casi tan real como los rayos que entraban dispersos por su ventana y dejaban pequeños rayos de luz en donde danzaban miles de partículas de polvo de diferente color.

«Del polvo vienes y en polvo te convertirás» fue el primer pensamiento que cruzó su cabeza al poner los pies sobre el suelo y darse cuenta de la realidad. Darcy había muerto y junto con él muchos secretos de poderío, sueños e ideales que ahora caían demasiado inciertos sobre su espalda que, tras la misteriosa desaparición de Soren, había traído a él más peso que nunca.

Se vistió elegante, tal y como la ocasión lo merecía, pues lamentaba no haberse podido despedir de él de manera más real y más cercana, pero por otro lado, quizás las palabras también hubiesen sobrado, y es que... ¿Qué decir cuándo llega un final? Cuando los amigos cruzan el velo hacia ese mundo desconocido del cual ni siquiera se sabe de evidencias concretas; ¿“Te veré luego”, “Descansa en paz”?

Suspiró, y tras bañarse y comer sin ganas, salió en dirección al multitudinario responso en donde no quiso dar ningún tipo de declaraciones hasta colarse en medio del tumulto y avanzar como uno más de los dolientes, sin hacer mucho caso de los asuntos del protocolo. Apenas le había conocido en la lucha, y había desaprovechado las oportunidades para conocerle mejor. No se sentía merecedor de aquellos primeros lugares, pues ni siquiera había habido tiempo de decirle que le consideraba una persona admirable.

Era Eustace el hombre nuevo de la política francesa, el brujo luchador por su propia conveniencia que, bajo arribismo y aquella magia de la que a veces renegaba, era que estaba ahí ese día, como un noble senador designado que internamente se arrepentía del todo tiempo perdido.

El sol caldeaba las cabezas de los presentes y les permitía de pensar en algo más grato que el aroma fúnebre de la mortandad descompuesta oculta bajo simple tierra de los cementerios antiguos. La multitud se mantuvo respetuosa hasta el final en donde marchó silenciosa, esquivándole como una roca en medio de un torrente de agua que fluía constante hasta la salida del camposanto. Quería acercarse y ver por última vez a hombre tan desconocido en lo personal, como familiar en lo político, pero entonces vio que no estaba solo, y que rezagados también quedaban sus precisos compañeros de gobierno en aquella nueva República en la que hasta los más ingenuos tenían puestas sus esperanzas.

Si creéis que tengo alguna genialidad en mi mente por decir, os equivocáis — mencionó la cónsul, haciéndole mirarle con sorpresa, para luego ver también como se acercaba Dagmar, una de sus compañeras senatoriales quien portaba una botella de buen licor. Así que así se realizaban las verdaderas despedidas, aquellas reales y ya libres de protocolo; las sinceras.

Recibió la botella que ofreció la senadora, pero en vez de hacer algo con ella, la mantuvo en su mano mientras miraba la lápida de mármol y el alargado cumulo de tierra que ahora se cubría con flores y algunas banderas.

Trudeau siempre fue un poeta...

" Y detrás de mí
-más allá de las aguas
relucientes como plomo-
la otra costa
y ellos, los que reinaban.
Seres con futuro
en lugar de rostros.
Soy llevado en mi sombra
como un violín
en su negra caja.
Lo único que quiero decir
reluce fuera de alcance
como la plata
en casa del prestamista. "


El poeta merece poemas... y el bebedor merece el licor — sonrió y se llevó la botella a la boca para beber de ella de manera directa y sin intenciones de regresarla.

Se sentó frente a ambas mujeres y les miró mientras hablaban de lo que era hacer o decir lo que para otros pudiera ser correcto.

El espíritu que no sabe interpretar los sentimientos no merece ser llamado espíritu... Él sabe, Napoleóne, él sabe... así como también ahora debe de disfrutar de vuestros reclamos — dijo a Dagmar — ¿Teníais algo planeado y que haya quedado a la deriva? — le preguntó con la esperanza de escuchar un No por respuesta, que de seguro jamás llegaría.




Última edición por Eustace Dubois el Jue Ene 10, 2013 2:48 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Lotty Blancquart Lun Dic 03, 2012 6:39 pm


Te digo adiós para toda la vida, pero toda la vida seguiré pensando en ti.”
Jose Ángel Buesa



Eran pocas las palabras que podía decir en aquel momento, aun seguía firme junto a la lapida como si el despegarse de allí fuera el adiós para siempre. ¿Adiós? No quería decir adiós! no podía decir adiós!…no otra vez…! Lo de Sybelle un era reciente para ella. ¿Y ahora esto? Charlotte se mantuvo firme, indolente, enexpresiva, nisiquiera lloraba. ¿y Para qué? Muchos quizás de los que estaban allí deseaban ver lo allí tres metros bajo tierra…

-parvada de descarados… -Decía para sí… La furia era lo único que la mantenía en su sitio. De no haber sido por qué esa rabia que sentía en su interior habría llorado como una niña pequeña sobre aquel féretro…fue apenas soportable estar a cargo de todos los preparativos del funeral. Aun le recordaba allí, tendido sobre aquella cama en vuelto en sangre al lado de la maldita bruja que le había arrebatado la vida. Ella también había muerto, pero la muerte no era castigo para aquella maldita mujer que le había arrebatado a su amigo, a su maestro…el vacio en su pecho apareció nuevamente, sentía que el aire le faltaba, o tal vez estaría a punto de desfallecer, había abusado mucho de sus cuerpo pues llevaba dos días sin probar ni un solo bocado, la noticia era reciente y todo debía ser ejecutado rápido y sin el menor de los escándalos, Darcy murió de un ataque al corazón, era lo que se le diría a todo el mundo para ocultar el sanguinario hecho. El héroe de la nueva república francesa, asesinado a manos de la princesa de hielo…-yo lo sabia aquella vil mujer era capaz de matar…pero nadie me creyó...-se llevo la mano al pecho y lo froto para ver si la incómoda sensación se pasaba y levanto la vista hacia todos los presentes que uno a uno se iban marchado, y hacia quelas banderas que ondeaban por causa de la fresca brisa, la bandera de sus dos amores, la de Francia y la de a hermanada, pues Darcy era un causa, un sueño, un ideal cumplido. Miro hacia diferentes direcciones. Sus compañeros que durante todo el funeral estuvieron dispersos poco apoco se acercaron cuando el lugar estuvo completamente vacío. Y solo quedaban ellos cuatro… el nuevo corazón de la república.

-Maldita sea Darcy, porque me dejaste con este peso…Porque me dejaste tu...- dijo antes de que los demás se acercaran… no quería ser escuchada…Pues desde el primer momento que le nombro senadora no se sintió merecedora de aquel cargo, sentía que había aportado muy poco a la causa, casi nada… escucho con atención las palabras de Napoleóne, las de Dagmar, y las de Eustace, el nuevo miembro a cargo del puesto que correspondía a Soren- un suspiro pesado salió de sus labios estaba totalmente confundida.

-Dame acá!-hablo por fin y le quito la botella a Eustace de la mano e imito a Dagmar dejando caer un poco sobre la tumba y después volvió a tomar ella de la misma, arrugo el rostro ante el sabor de el licor.

- Maldita sea…Darcy en que nos metiste…- le dijo a la tumba como si él pudiese escucharle y miro a Napoleóne- No tienes que decir una genialidad. Solo di algo mujer…pues, si tu no tiene idea de que decir,¿ que se deja para nosotros…? en especial para mi… – dijo lo ultimo con cierto desdén - soy quien menos merece estar en este sitio…sin embargo...- tuvo que tomar aires para poder continuar- ya no podemos hacer nada… estamos en esto hasta el cuello y yo, hice una promesa …– miro la tumba de reojo- No puedo incumplirla… así que si no tienen mas que decir al respecto de esta situación, no hace falta que lo hagan… y vallamos al grano de una vez por todas…– su voz era impresionantemente fría, como si aquella situación no le doliera mas.. pero no era momento de sentimentalismos, tendría que apartar todo aquello en ese momento, tenía que estar neutral, tendría que estar depuesta. Miro Eustace para responder su pregunta.

-y No ,no teníamos algo planeado... Por lo menos yo no sé nada...- se encogió de hombros y se sentó en una silla. – Aunque si hay una situación que se está presentando… de la cual me di cuenta en estos días, pero con todo lo que paso no había tenido cabeza para contarles…- suspiro pesadamente recargándose en una de las sillas, ya se empezaba a marear, pero era algo que nadie le importaba si que no demostraría debilidad también en aquello.
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Mensaje por Napoléone Bonaparte Jue Dic 13, 2012 11:24 am

No estaba allí. En cuerpo sí, pero en mente no. Era consciente de todo lo que le rodeaba pero era incapaz de asumirlo como realidad. Observó a los tres acercarse, no dijo nada. Tenía la gargante seca. Tan sólo esbozó una pequeña sonrisa ante las palabras de Dagmar y observó aquel ritual, ciertamente, casi, como alguien ajeno a ello. Cierto era que había librado las últimas batallas con ellos, pero era consciente que era nueva en todo aquello, desconocía muchas cosas, a pesar de la cercana relación que había conseguido entablar con el difunto líder. Era una huella que no se iría en años, no se le olvidaría con facilidad.

Se mantuvo ahí, de pie, como una estaca, recta, tiesa en su uniforme militar. Giró por por primera ve la cabeza cuando Charlotte se acercó, no pudo evitar apoyar una mano sobre su hombro, acercándose levemente a ella, ignornado por completo la botella de licor. No pensaba beber, prefería su mente lucida. -Charlotte... La cumplirás, porque la cumpliremos. Conseguiremos por lo que prácticamente a dado su vida. La república era su sueño, él es el verdadero padre de esta nueva era. Recordémosle asentando este nuevo sistema y demostrando al mundo, que otra vía es posible. Demostremos que las razones de su lucha no eran en vano y que no era un simple demágogo. Demostremos que podemos ser fuertes y mantenernos firmes ante las adversidades, tal y como él, esperaba de nosotros.-habló con tranquilidad, pero con seguridad y fuerza. Posó su mirada sobre todo sobre los presentes, a la última a quien miró fue a Charlotte a quien apretó suavemente su hombro antes de soltarla.

La miro con cierta seriedad mientras volvía a acercarse a la sepultura. -La calma precede a la tormenta, se acecha la guerra, ya puedo oler la pólvora y escuchar el bramido de los cañones.-respondió mirando a sus senadores y girarse, para clavar la mirada, de nuevo en el impoluto nombre que allí se encontraba escrito. Tomó aire, y suspiró. -Amour sacré de la Patrie, conduis, soutiens nos bras vengeurs. Liberté, Liberté chérie, combats avec tes défenseurs. Sous nos drapeaux, que la victoire accoure à tes mâles accents. Que tes ennemis expirants voient ton triomphe et notre gloire. Aux armes, citoyens, formons nos bataillons. Marchons, marchons. Qu'un sang impur, abreuve nos sillons!-cantó por lo bajo, más para ella, en honor al difunto. Pero lo hizo de forma clara, mirando al frente. Era un trozo, un trozo de aquella marcha militar nombrada como la Marsellesa había terminado siendo canto de muchos de los ciudadanos, pero sobre todo militares que habían apoyado la revolución. Era prácticamente como un himno, una oda a la nueva república, un tributo a Darcy Trudeau.

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Mensaje por Dagmar Biermann Vie Ene 11, 2013 3:44 am

La cazadora tenía un dolor en el pecho, uno muy grande, una especie de vacío que estaba segura no se repondría por un tiempo. Ella los había conocido incluso antes de comenzar todo aquello, había compartido tragos, fiestas, y platicas como si se trataran de viejos amigos, pero, no podía llorar, y aunque todo el crédito de la revolución se debía a Darcy, no iba a dejar a Milo, quien había logrado todo aquello del lado del licántropo, quien lo había sabido manejar incluso en lunas llenas, sentía una especie de rabia, porque Darcy no sólo había hecho aquello por una mejor vivencia para los franceses, pocos o quizás todos sabían sus dobles intenciones, odiaba que cuando alguien se moría los hicieran ver como unos santos prácticamente, porque no lo eran, al menos él no lo era, y no lo había sido. Era cierto, la cazadora lo quería, le dolía su perdida, pero no iba a ser hipócrita, pues nunca lo fue con él. Negó una y otra vez, pero de nada serviría.

A pesar de todas sus preocupaciones, enojos, y sensibilidades, Dagmar no era una persona egoísta, por eso prefería guardar silencio, no decir todo aquello que verdaderamente pensaba, se quedó sentada, sin más que escuchando todo aquello que las personas compartían, pues no tenía ganas de hacer más, ni siquiera había tenido ganas de ir a ese lugar, no entendía porque había ido. Aquellas formalidades nunca le habían parecido muy bien, pues amaba su libertad, amada recordarse una cazadora, igual cumpliría todo aquello por su gente, y porque sus peleas nunca iban en vano, todo tenía un propósito que cumplirse.

- ¿Cuáles eran las verdaderas razones de lucha? Quisiera se me recordaran otra vez, quizás la tristeza me las ha borrado - Comentó de forma tranquila, sin querer parecer arrogante, simplemente estaba en blanco. ¿Qué sería en si la república? Tenía muchas cosas en la cabeza, cosas que le daban vuelta y que no aterrizaban de forma suave, sino que caían sin dejar entendimiento a lo que se buscaba - Aquellos que lucharon conmigo han escuchado rumores que no se pueden tomar como simples habladurías, la iglesia misma está a la defensiva, ¿cómo empezaremos a reconstruir esto? No tengo ni la mínima idea - Comentó sin mucho animo de pensar, pero con todas las ganas de trabajar, ella era una mujer de actos listos para ser ejecutados.

- Y ahora señores, si creen esto es una falta de respeto, lo que diré a continuación, podemos posponer el encuentro, pero por mi parte, es demasiada tristeza permitida por mi propia persona, y no, no quiero seguirle llorando a Darcy, mis lagrimas no lo regresaran a la vida, lo mejor que podemos hacer es trabajar en su memoria - Se volvió a poner de pie, se limpió los ropajes y se encogió de hombros - Creo que el tiempo es un tesoro que no tiene precio, uno que no vuelve, y que si lo desperdiciamos, después nos cobra con creces, así que… ¿Por dónde empezamos? - Finalizó, con el rostro endurecido, y muy dispuesta a comenzar a trabajar.
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Mensaje por Eustace Gougeon Sáb Ene 19, 2013 6:21 pm

"Cumple religiosamente tus obligaciones del modo mismo que las contrajeres."
Séneca




Charlotte se hizo de la botella para una vez más verter un poco de líquido sobre la tumba y tras ello beber de la misma, algo parecía que tenían las políticas con el alcohol y no pudo evitar el preguntarse como serían de ebrias cuando estaban solas, sólo esperaba que esta vez no se les pasara la mano con la excusa de la pena, pues no les llevaría a sus casas y les dejaría durmiendo ahí en el mismo cementerio.

Escuchó las palabras de todas y cada una de ellas, mientras su mente divagaba entremedio de palabras dichas, pensando en lo que había sido aquella república en la lucha por alcanzarla, una vez más lamentaba no haber conocido un poco más a ese tal Darcy que a todas les partía el alma. Una vez más los pensamientos se le volaron más allá de lo políticamente correcto y se pregunto con cuales de ellas se habría acostado el difunto; la cónsul se veía demasiado seria, pero bien dicen que las calladitas son las peores; Dagmar por su parte, a veces le daba la impresión de que era más hombre que mujer, por eso no le sorprendía para nada que el afeminado del Príncipe de Inglaterra fuese su prometido, no podía ser de otra manera, no se la imaginaba a ella con un macho de pies a cabeza; y Charlotte... mmmmnnn... Charlotte parecía la más dolida, confundida y despechada, no, ella tenía cara de haberse quedado con las ganas...

Alabada sea la privacidad de la mente que le permitía guardar en paz sus pensamientos, pues no aguantaría un funeral entero sin comenzar a pensar tonterías, definitivamente él no servía para esas cosas. Por eso finalmente se acomodó en el asiento, recargando la espalda y posando una de sus piernas por sobre la otro rodilla, esperaba que al menos una de las presentes supiera ahora que camino continuar para comenzar a hablar de otra cosa o pronto comenzaría a imaginárselas sin ropa a ver si de ese modo mataba el aburrimiento, y no, no era de irrespetuoso, simplemente los sentimentalismos no eran cosa suya, mucho menos cuando lo que tocaba era llorar a alguien que ni siquiera conocía y que finalmente era sólo el compromiso con su pueblo lo que le obligaba a quedarse ahí.

Trabajemos — apoyó de inmediato la moción, ya que ésta sonó a sus oídos como una campana salvadora. Por lo menos así tendría su cabeza ocupada y ahora esperaba que Darcy no se tomara aquello como una ofensa o su espíritu saldría esa noche a jalarles de las sabanas.

Nuevamente se quedó pensando... ¿Y si Darcy realmente se había llevado a la tumba la gran parte de sus secretos? ¿Sería muy irrespetuoso de su parte el regresar una de esas noches para profanar su tumba y usar su magia para hacer hablar a su cadáver? Se preguntó mirando a sus colegas, pensando en que harían ellas si se enteraran, probablemente fuese una muy mala ideas.

Imagino que por el principio — respondió a Dagmar aún con la vista fija sobre la tumba mojada con licor — Blancquart acaba de decir que tiene noticias que contarnos — alzó la mirada para posarla sobre la cazadora — ¿De qué es lo que os habéis dado cuenta? ¿Algo que hayamos olvidado o quizás mucho peor? Quizás los temores de nuestra Cónsul amenacen esta vez con hacerse realidad. Hablad, Blancquart, hablad.


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Mensaje por Lotty Blancquart Vie Feb 01, 2013 8:52 pm

¨Excava el pozo antes de que tengas sed.¨
Proverbio chino




Llevo una mano a su cabeza frotando sus sienes debido a la punzada de dolor que sintió en su cabeza, después se froto los ojos, seguro era por el cansancio, no había dormido nada, no había podido, demasiados sucesos juntos en tan poco tiempo, sucesos dolorosos y terribles, sintió el apretón de Napoleóne, quien después de hilvanar aquellas palabras le dedico una mirada muy seria,- si…Tu eres la jefa. -pensó- Bueno, sí que tenía razón la mujer, nada de aquello podía ser en vano, primero se propondría a servir a ala república y cumplir a cabalidad su deber, y por segundo acabar la tarea de Darcy : dar con el paradero del maldito que mato a Sybelle, de lo ultimo estaba segura que Dagmar -a quien miro al escuchar su voz- estaría encantada de encontrar al maldito y tortúralo, ella también lo estaría. Observo a su amiga, ella le había acogido durante la lucha con el mismo entusiasmo que la cambiante y desde allí surgió otra bonita amistada. De las pocas que tenían, pues eran similares en varios aspectos. Solo rogaba a Dios porque tampoco se la arrebataran como a los demás. -Negó con la cabeza- Realmente no era el momento de pensar en eso. Volvió la cabeza observando al nuevo senador. Aun no entendía ese de donde había salido y que pitos tocaba aquí, ella muy recelosa y desconfiada, aun estaba algo a la defensiva, y no se podía dar el lujo de ser tan amigable y confiarle las cosas, sin embargo, que le quedaba? Debía hacerlo, y además ya estaba muy cansada.

-Bueno… -se acomodo en su silla optando una posición más apropiada mirando a los presentes con seriedad-Lamento decir que tienen razón las dos.-miro a la cónsul y a su compañera-Si hay levantamientos, de hecho he presenciado uno. -Trago saliva pasando las manos por su cabello- y déjenme decirle que la cosa se va aponer fea…porque quieren tu cabeza Napoleóne. Y tu puesto. -La miro-

-Aquello fue a las afueras de parís, me habían llegado los mismo rumores que a ustedes, y tu sabes que prefiero comprobar las cosas para estar tranquila, y les pes asegurar son personas que saben lo que hacen, no unos pobres diablos. Son personas letradas con poder económico , lo sé por cómo se expresan , por su forma de moverse por sus posiciones, y no nos creen competentes para dirigir nuestra nación, no estoy segura si buscan al príncipe jean para restablecer la monarquía pero si que por lo pronto buscan ellos asumir el poder y a la fuerza .Nos consideran una partida de liberales corruptos y barbaros que los llevaremos a la desgracia - se levanto de la silla- Lo peor es que están siendo escuchados, y que están dispuestos a buscar buscan apoyo de otros países, y además…-hizo una pausa- tienen gente infiltrada en las filas de tu ejercito... Algunos militares nuestros nos han traicionado y se han unido aquella causa.-suspiro profundo.

-Que les parece esta bomba?...no es por ser paranoica, pero todos aquí sabemos , y por experiencia propia…que cualquier levantamiento, por pequeño que sea, llevara a otra revolución ya que estamos en el ojo del huracán.-Tomo un respiro y se sentó nuevamente en su silla , observando los rostros de los presentes, ninguno parecía tomarlo muy bien.

-Si no prestamos atención a esta situación ahora que está empezando ni tomamos las debidas precauciones a tiempo, estaremos pronto a las puertas de una nueva revolución, mas sangre se derramara y cabe la posibilidad de que todo se vaya al carajo.-se cruzo de brazos mirando el cielo ,la luz se estaba volviendo más tenue, el sol empezaba ocultarse tas el ocaso- No valdría la pena los sacrificios que hemos hecho, así que una lluvia de ideas respecto a esto sería ideal.- volvió su mirada hacia ello de nuevo- La primera recomendación por mi parte, seria que cada uno de ustedes buscara presenciar lo mismo que yo para que estén seguros…y vean lo serio de esto.
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Mensaje por Napoléone Bonaparte Dom Feb 03, 2013 3:09 am

Se mantuvo atenta, pero sin intervenir. Aquello se había convertido en una especie de debate con turno de palabra establecido. Finalmente, Napoléone, por fin, le dio la espalda al sepulcro sin intención de volvr a mirarlo. Había llegado la hora de aceptar las cosas tal y como eran y seguir adelante. Estaba ante un grupo muy peculiar, un grupo en el cual todavía no sabía muy bien donde encajaba ella. Tenieno en cuenta la situación, no quedaba más que dejar esas cosas vanales de lado, y unirse en lo que les hacía estar juntos en aquel momento, la lucha por sacar adelante la república. Eso era lo que importaba, ¿no? Lo verdaderamente importante. Todo había sido demasiado rápido.

El "Trabajemos" de Eustace, actuó como un resorte, como poniendo en marcha la mente de Bonaparte. Charlotte tomó la palabra, ante lo que Napoléone no pudo más que asentir. Iban a ser tiempos difíciles, no sólo política si no también militarmente hablando. El ejército a algunos les guastara o no, era lo que mantenía el orden y podría asegriar la estabilidad de cualquier régimen. Napoléone no era cabeza del ejército, tan sól tenía a un puñado de hombres a sus órdenes, los cuales, su mayoría sí se habían mostrado leales a la causa. El resto, era otro cantar. Tenía oficiales "amigos" y oficiales no tan agradados con la presencia de Bonaparte entre las filas del ejército francés. Había oficiales liberales y otros monárquicos. Era normal que hubiera insurrecciones, nunca llovia a gusto de todos.

-Un buen grueso de los oficiales, apoyaban y siguen apoyando la monarquía. Dejando de lado, que muchos de esos letrados, seguramente hayan perdido sus puestos en la instauración de esta República. Veo, hasta un punto, normal, el que quieran recuperar lo que considraban suyo. No es dificil meter cizaña, la mayor parte de países europeos siguen regidos por monarcas, no les costará encontrar alíados. Deberíamos potenciar las labores de diplomacia, en el exterior, buscar amigos. Del mismo modo que hay letrados monárquicos, los habrá liberales. -tomó aire aprovechando para mirar a todos.

-Los militares, por termino general, cuando algo no nos gusta, nos pegamos entre ellos, hablando de forma vulgar creo que todos han entendido lo que venía a decir. Creo que deberíamos mostrar una postura firme, de cara al público. Igual que ellos, compran a la gente con sus patrañas de antigua gloria, nosotros, debemos hacer lo mismo, demostrarles que somos un gobierno fuerte y capaz, aunque muchos, no lo crean así.-se calló por unos intantes, como saboreando el silencio. Se sentó en otra de las sillas libres bajando levemente la cabeza, con expresión incluso cansada.-Soy militar, lo único que me han enseñado en esta vida es a pegar cañonazos al contrario. Ante este conflicto, lo primero que se me ocurre es una resistencia militar, limpiar el ejército, pero tampoco tengo el control pleno sobre él. Sigue habiendo oficiales por encima mío. Comprendo, que en sta ocasión, quizá, el lanzar cañonazos y cobrar vidas gratuitamente no sea la mejor forma, pero ahí, es cuando me veo incapaz de saber por donde ir. La diplomacia, es una cuestión política, cuestión, que hasta ahora, jamás creí que vería en mi vida.-en aquella ocasion, las palabras salían de forma algo torpe de los labios de Napoléone. No estaba segura de hasta cuan habái sido capaz de trasmitir lo que deseaba, e incluso temía dar una idea errónea de lo que sus palabras significaban. Napoléone no era incompetente, pero como cualquiera, se veía como un pez fuera del agua en aquel ambiente nuevo, y po las circunstancias que habían rodeado a todos aquellos sucesos, todavía no se había acostumbrado del todo a su nuevo comentido. En falta de conocimientos, se vería obligada a buscar apoyo en otros más dotados para la diplomacia. Debería aprender, empaparse de conocimientos, y lo haría, porque era su deber.
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Mar 21, 2013 9:31 pm

Pensándolo bien, todo aquello parecía una excelente tragicomedia, en la cual, los protagonistas iban terminando sin vida. Dagmar siempre había sonreído incluso en la peor de las situaciones, todo se lo tomaba a broma, con cualquier detalle jugaba, tonteaba, y pocas cosas de verdad se tomaba en serio, todos sabían eso. Frunció el ceño al reconocerlo ella misma. ¿En qué estaría pensando Darcy cuando le dejó un papel tan importante frente a un país? Quizás era hora de dejar de lado el ejercicio físico en los combates contra criaturas sobre naturales, era momento de mostrar que era sólo un alma libre, que podía tomar las riendas de las cosas que le habían puesto. Su pecho se infló a causa de la satisfacción por reconocerse apta para eso, incluso que alguien más lo notara antes que ella misma, quien se supone se conoce mejor era una gran bofetada, pero un buen incentivo para no dejar la causa, sino luchar por ella.

Escuchó con suma atención, aquella situación era mucho más grave de lo que creían, traidores entre las filas, bueno, eso se lo sabía de memoria, en la academia, cuando Charlotte y ella entrenaban lograron notar, escuchar y descubrir a muchas criaturas que llegaban interesadas en la redención y en realidad sólo querían la destrucción de la fortaleza de los cazadores, por esa razón, sabía como manejar esa situación. Sin embargo, dejó que ella se desahogara, y por su parte también Naopeleón. Admiró a aquella que ahora sería su líder, porque franqueza que mostraba, pero también por la claridad que tenía al hablar, más aun después de la perdida que habían tenido. El dolor del corazón y del alma no se tranquiliza de la noche a la mañana, y siempre logra que las decisiones tomadas no sean las correctas.

- Creo que… - Interrumpió - Debemos reunirnos con nuestros más fieles seguidores, con nuestros guerreros más leales, hagamos una reunión, invitémoslos, demos a cada uno de los integrantes el lugar que merecen, es lo mejor que podemos hacer, entre diálogos sabremos quienes están de verdad con nosotros porque creen está causa la correcta, de quienes sospechemos podremos tener gente que los vigile, purguemos poco a poco nuestras filas, y conozcamos de forma directa a quienes nos quieren derrocar - Se encogió de hombros - No esperes fidelidad de un guerrero que no es tratado como se merece - Concluyó con fuerza - Incluso ellos merecen un poco de atenciones, no sólo los cabecillas - Ladeó el rostro por un momento - Por otro lado Francia puede reforzar lazos con la ayuda del comercio - Suspiró, el país estaba en plenas vías de desarrollo y modernización, eso sería un buen anzuelo.

- Busquemos un plan de educación, una manera para que el pueblo se vaya educando con estás nuevas ideas, busquemos letrados que estén interesados en una idea visionaria, en un futuro distinto, hagamos grupos de apoyo, no podemos hacer esto solos, necesitamos gente de confianza - Comentó con el animo mucho más marcado - Puedo personalmente hablar con personas que están involucradas en este ámbito, tengo conocidos, personas que me deben favores, pero necesito sus opiniones ¿Por donde quieren empezar? Mis ideas pueden ser absurdas, pero al menos el pensamiento está presente, la operación latente, entre todos podemos arreglar para nuestro bien - Concluyó cerrando los ojos, seguramente eran cosas sin sentido, ni ella misma se entendía.
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Mensaje por Eustace Gougeon Vie Mar 22, 2013 7:21 pm

"Vale más saber alguna cosa de todo, que saberlo todo de una sola cosa."
Blaise Pascal



Esa mirada, no podía descifrar que había exactamente detrás de la mirada que Charlotte le había dedicado, pero sin duda no vaticinaba nada bueno. Quizás falta de confianza, quizás las noticias que seguían eran demasiado malas o... quizás ambas. Le hubiese gustado ser adivino, tener el poder de leer la mente, pero cada vez que se decía aquello, se arrepentía al segundo después. Debía de ser desesperantes, murmullos, murmullos, murmullos todo el día y sin parar, sumado a las desilusiones que provocaba la gente cuyos pensamientos eran muy distintos a lo que expresaban; como los suyos.

Sonrió por el término de sus propias conclusiones, jamás salía bien parado ante las auto-evaluaciones y es que sabía desde siempre que no servía para ser un santo. Le gustaban las cosas transfugas, el mundo de lo corrupto, y es por ello que comenzar a escuchar tanta cosa, no le sorprendía en lo absoluto. Él vivía en ese mundo, entre los tramposos, los traicioneros, los que atacaban por la espalda, los bribones, los piratas; por eso es que de pronto se sintió como un adulto rodeado de niñas que poco sabían en verdad de la vida. Aún así les escuchó, más por respeto que cualquier otra cosa, todas eran mujeres importantes y ser reconocidas en ese mundo tan machista era un gran mérito... Aún cuando él se dedicara a evaluar sus escotes mientras éstas hablaban.

Su cabeza giraba de la una a la otra mientras opinaban, al menos parecían tener una buena idea de lo que hablaban y, aunque se mostraban temerosas de lo que venía, podía oler el entusiasmo de batalla en los ojos de Napoleone. La fuerza era lo suyo, mucho más que las palabras y la misma política, se notaba en la dureza de su rostro y el brillo en sus ojos al hablar de sus soldados. También podía notar como la mirada de Dagmar se llenaba de misterio al hablar de sus contactos, aquella gente que conocía en un lugar y otro que de pronto parecían pertenecer a su propio mundo ¿Cómo es que no le había visto antes en sus andanzas? No lo sabía y quizás sólo se estaba dejando engañar por lo que ella quería representar.

Niñas, niñas — no pudo evitar el llamarles de esa manera — Os estáis ahogando en un vaso de agua, pues si en verdad me decís que esperaban una marea calma después de haber alzado una revolución en donde demasiadas olas se liberaron, pues... me estáis defraudando de ingenuas — alzó los hombros con una sonrisa medianamente perceptible — Por supuesto que siempre va a haber un grupo de oposición y por supuesto que ha quedado tan revolucionado como nosotros mismos les dejamos, y hay que calmarlos, ya sea por sorpresa o por intimidación. Está muy bien lo que vos planteáis — señaló a Dargmar — Internarse en sus propios mundos y devolverles una cucharada de su misma sopa, yo también puedo moverme con contactos si así lo deseáis, pues intuyo que se os da muy bien aquello — sonrió de forma cómplice a la cazadora y luego se giró hacia su compañera, Charlotte — Vos en cambio sois demasiado parlanchina y charlatana, os daría muy bien encargaos de las relaciones amistosas y la búsqueda e aliados. En cuanto a vos — hizo una pequeña reverencia con la cabeza al referirse a la Cónsul — Ni siquiera necesitáis que os diga vuestro fuerte; la lucha y estrategia son, y no estaría nada mal tener un grupo secreto armado y preparado en caso de cualquier batalla, y ni siquiera tan secreto, quizás y hasta debiésemos dejar intimidarles un poco por el rumor — sonrió nuevamente, no podía negarse que le gustaba aquello de las artimañas — Es hora que nos saquemos a relucir por nuestras propias habilidades.


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