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por Invitado Mar Dic 04, 2012 9:23 pm

¿Te imaginas quizá que llevo otra careta y que esto...
esto...
mi cara es una máscara?
Gastón Leroux

En la mansión Lémieux, todo estaba en movimiento, se encontraban haciendo limpieza a fondo, ninguna superficie fue pasada por alto, y menos si la organizadora era la joven Céline, en un par de días se celebraría el cumpleaños del patriarca familiar, la cabeza de la familia Lemieux, Francois, en Paris era reconocido y alabado como un hombre respetable y ejemplo de moral, no había nadie en París que le odiara, al menos no por motivos que él hubiera dado, por lo menos era lo que creía su nieta, quien aprovechando la ausencia de su abuelo había organizado, no solo la cena tradicional de toda la familia (que no era poca) y al día siguiente un baile para amistades y conocidos que tuvieran aprecio por el hombre.

Céline practicaba sus pasos de baile para el número que presentaría en la cena familiar, la guitarra se oía de fondo, junto con los tacones contra el suelo de madera.

Noche y día practicaba con tal que ese baile saliera perfecto, más que cualquier otra presentación que había hecho, hizo varios giros con sus muñecas en su espalda, acompañados de un taconeo, pero no le convencía ningún paso, furiosa soltó un pequeño bufido, mientras indicaba al músico que parara de tocar.

Llevó una de sus manos a su nuca para sobarla, estaba estresada y su cuerpo era el que tenia que soportar todo el peso, una de sus sirvientas llevó hasta ella una toalla para que secara el sudor de su frente, la cual Céline agradeció con un movimiento de cabeza, una nueva sirvienta aparecía en aquella habitación llevando consigo una bandeja que indicaba que era la hora de la cena.

– Déjalo en la mesita – dijo, quitando la vista de la comida con repulsión, sobre la mesa se encontraban los platos de las dos comidas anteriores completamente intactas, solo la tostada francesa de la mañana contaba con una mordida.

Era una mujer que cuidaba su imagen y se prohibía como muchas bailarinas subir de peso, Céline comparada con la idea mental que quería de ella estaba bastante subida de peso, también para evitar que le impidieran bailar, su única pasión.

– Tomaremos 5 minutos de descanso, mientras voy a inspeccionar que todo este casi listo - indico a su músico personal, antes de volver la vista al frente y mirar con sus propios ojos como aquella mansión quedaba hermosamente adornada.

Bajo las escaleras deslizando la mano por la barandilla, hasta la planta baja, viendo las alfombras azules que estaban siendo acomodadas en el suelo, dirigiendo a los invitados hasta el salón principal, donde se encontraban los largos tablones y la vajilla acomodada, al fondo del salón un premeditado escenario, todo estaba saliendo conforme al plan.

***************

El día tan esperado había llegado, los familiares llegaban desde muy temprano, desde sus respectivos hogares, y países, aunque vivieran lejos, era costumbre pasar en familia fechas importantes.

El abuelo llegaría de su viaje después de la comida, así que tenían poco tiempo para arreglar y afinar los últimos detalles que habían quedado flojos días antes, trayendo consigo, además a una Céline más estresada, se notaba en el tono de su voz.

Subió a cambiarse cuando el reloj de la escalera avisaba que eran las seis de la tarde, un vestido flamenco clásico de color negro, se ceñía en su cintura, su madre le había ayudado a acomodar su cabello en un moño adornado con una flor roja que contrastaba.

La puerta principal se había abierto, la joven bajó corriendo las escaleras como una pequeña niña para rodear el cuello de su abuelo que volvía a casa después de un largo viaje – Feliz cumpleaños - susurró en su oído antes de tomarle de la mano y tirar de esta hacia el premeditado comedor.

El banquete había iniciado, se oía risas y platicas de todos los miembros de la familia, eso era la familia Lémieux, una familia unida y solidaría que se quería sobre todas las cosa y que no había secretos entre ellos… ¿o los había?

Céline se levantó de su asiento, tomando su copa de agua, dando un pequeño golpeteo en esta para llamar la atención de todos, su regalo estaba a punto de ser presentado ante la familia.

La joven subió al escenario, parándose en el centro de este en posición inicial, el guitarrista inició su canción y con ello los pasos de Céline, cerró los ojos cuando la puerta del lugar se abrió entrando uno de los sirvientes hasta su abuelo, indicándole algo al oído que lo hizo levantarse y abandonar la sala, todo aquello siendo seguido por Céline con la mirada, pero sus pasos continuaban el ritmo de la canción como hechizados.
Estaba muy molesta con la persona que había hecho que su abuelo saliera de aquel salón, más valía que fuera de vida o muerte, pero se iba ganando la molestia de Céline, la canción termino y los aplausos del resto de la familia se oyeron.

No bien termino la canción y bajo del escenario dirigiéndose hacia la puerta principal, hasta el estudio de su abuelo, podría tomarse como una imprudencia de su parte, pero a ella le permitían cosas que a nadie más, por ser quien era.

Llegó a la puerta del despacho, la cual abrió sin pedir permiso para entrar. Abuelo ¿te encuentras bien? Porque ese modo de irte del lugar me dejo preocupada era una gran mentira de su parte, pero tenía que mantener el porte de chica de clase alta, lo que vio dentro del lugar la hizo fruncir el ceño, el rostro de su abuelo mostraba ¿miedo? Como si hubiera visto un fantasma, en cambio el otro hombre se mantenía sereno con una sonrisa arrogante que lo hacía lucir más atractivo.

Ninguno de los tres rompió el silencio durante varios minutos hasta que el abuelo se levantó de su asiento, poniendo una mano en la espalda de Céline – Querida, te presentó a un viejo amigo mio, el… señor Zaitegui su abuelo trago saliva, la voz parecía temblarle y eso hacia fruncir más el ceño de Céline y la cara de sorpresa que apareció en su rostro al oir la palabra “viejo”.

¿viejo? giro el rostro intercaladamente entre los dos hombres, hasta dirigirse directamente a Aedan con un tono sarcástico acompañado de una sonrisa inocente vaya, se conserva muy bien

Giro en sus talones para mirar a su abuelo deberíamos volver al comedor, todos te están esperando y seguramente el señor desea irse a casa sus comentarios eran groseros pero estaba molesta con él, era una niña berrinchuda al fin y al cabo y lo dejaba ver sin ningún retoque.

por Invitado Sáb Ene 05, 2013 7:14 pm

Oh, grand-mère! Tu en as de grands yeux!
C'est pour mieux te voir, mon enfant! dit le loup en gloussant.
Tu en as de grandes oreilles!
C'est pour mieux t'entendre, mon enfant.
Et tes dents! s'écria le Petit Chaperon Rouge.
Tu en as de grandes dents!
C'est pour mieux te manger, mon enfant ! hurla le loup..

- Le Petit Chaperon Rouge

Incluso cuando el hombre tenía los modales de un noble caballero, Céline no dejaba de dudar su procedencia, además la forma con la que su abuelo se estaba portando, no era natural, muchas veces, con anterioridad, caballeros que en su vida había conocido, incluso mujeres de vestidos finos habían pedido hablar con su abuelo y por causa natural de los años, a veces no recordaba el nombre de todos, pero al verlos, la emoción se oía en su forma de hablar, en la forma que estrechaba la mano amiga y la suavidad con la que podía darle un beso en el dorso femenino de la mano.
Pero no, su abuelo se veía más pálido, actuaba de un modo incómodo y eso alteraba más a Céline.

La joven demasiado observadora desde muy temprana edad, dudaba que las cosas estuvieran saliendo con normalidad, miraba a ambos intentando descubrir que pasaba, pero no decía palabra hasta que el hombre tomó su mano para besarla, quería retirarla antes de que sus labios tocaran su piel, pero no podía, sería demasiado grosero de parte de una joven educada y con impecables modales, lo más que pudo hacer fue retirar de prisa su mano con una pequeña reverencia con la cabeza.

– Gracias por los comentarios, pero no son necesarios los cumplidos – giró de nuevo en sus talones para sostener del brazo a su abuelo como si este fuera a caer, y no dudaba que fuera así.

Y en vez de que las cosas se hicieran menos complicadas eran mucho más cada segundo, aquel hombre salía de la habitación para incorporarse a una celebración FAMILIAR, donde no cabía ninguna amistad, había hombres que incluso podrían exigir un lugar en esa celebración pero comprendían la importancia de esas fechas para la familia Lémieux, Céline se mordía los labios y negaba con la cabeza, como si no le molestase que entrara al comedor, pero por dentro todo el veneno del mundo quería ser expulsado.

Suspiró hondo, cuando la silueta masculina desapareció del marco de la oficina, tirando suavemente del brazo del abuelo hacía la salida.
– Vaya amigos, abuelo – el hombre bajó la mirada mientras caminaba a zancadas por el pasillo, aquel que no tuvo cara ni para soltar el típico “Céline” con su aire de risa-reproche.

Ayudó a su abuelo a tomar su lugar en la cabecera, para incorporarse a su lugar en la mesa, que por jerarquía, le tocaba casi a la altura de donde se encontraba a Aedan, ahora se sentía con más libertad de mirarlo con reproche, lo veía como quien ve a un ladrón robarse algo, tenía la garganta seca así que estiró su mano para tomar de su copa de agua, pero la extraña atmosfera que presenció en el despacho merecía algo más fuerte.

Estiró la mano hacía la copa de vino tinto de su padre, terminándola de un sorbo. – ¿Céline? – aquel acento inconfundible de su madre, hizo que la joven bailarina dejara la copa vacía en su lugar.

– Lo siento madre… - el padre solamente esbozó una sonrisa a su primogénita, pero ni ese trago de vino tino calmó a la joven que oía el cuchicheo de sus primas, e incluso sus tías que miraban elogiando y adulando, el porte, el acento, la sonrisa, e incluso el cabello del hombre… ¿cuál hombre?, el intruso, le molestaba bastante que lo miraran con toda naturalidad ¿acaso no se daban cuenta que era como la historia de caperucita roja? No debían entablar ninguna relación con desconocidos o tal vez todos terminarían como la abuela de la caperucita descuartizada y siendo el próximo platillo en el menú.

Suspiró hondo de nuevo desviando la mirada hacia el lado izquierdo para mirar a su abuelo que parecía un poco más tranquilo, solo un poco, haciendo que ella también intentara relajarse, pero ella, si que no podía con aquella presencia masculina.

– Cel, ¿Qué opinas del hombre?, tal vez podría ser un candidato para cortejarte – soltó una risita su prima al terminar de decirle aquello tan bajo que solo ellas pudieron oírlo, Céline no estaba de humor y dio un pequeño codazo a su prima para que se callara, tomando un pedazo de pan que solamente se vio destrozado entre sus manos, intentando no prestar atención en ningún comentario como aquel, hasta que una de sus tías preguntó algo que podría aclarar el momento en el despacho… pero no dijo nada, y se zafó del modo más simplón con un brindis, la familia se levantó gustosa tomando su copa hacía el hombre que había vuelto a perder el color.

La sala rompió con un fuerte “salud” que se vio roto cuando el abuelo cayó en su silla dando indicios que algo no estaba del todo bien, incluso cuando llevó la mano hasta su pecho donde apretaba con fuerza, los hijos se acercaban hasta el abuelo cortando el paso de Céline hasta el hombre caido, los criados salían corriendo para buscar a un doctor, una de los hijos mayores intentaba echarle un poco de aire… y el mundo de Céline se venía abajo, los ojos de la joven se llenaban de lágrimas de impotencia, en ese momento Aedan dejaba de estar en el primer plano para Céline que intentaba con gritos apartar a todos los que rodeaban a su abuelo.

El padre de Céline al percatarse del estado de ella, la tomó en brazos obligándola a retroceder y mirando la escena con los ojos repletos de lágrimas que se desbordaban, sin intención a cesar, mostrando una Céline completamente indefensa, como muy pocos antes la habían visto.

Forcejeó pero le fue imposible luchar contra una fuerza masculina, intento girar… pero cuando lo hizo sus ojos se posaron en el hombre que se encontraba quieto, sin ninguna muestra de preocupación… Céline se quedó quieta entre los brazos de su padre, pero la mirada no dejaba de estar sobre del hombre, ¿por qué parecía no inmutarse? ¿tal vez él estaba tan asustado como ella? ¿qué es lo que pasaba por su mente? ¿acaso la propia estaba jugando con ella, obligando a ver el comportamiento extraño? demasiadas preguntas, ninguna respuesta.
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off: ¿me perdonas lo rápido que te conteste?

por Invitado Mar Feb 19, 2013 11:36 pm

Tic… tac… tic… tac

El reloj anuncia que el tiempo sigue avanzando, pero aquella niña mimada no lo siente así, para ella el tiempo dejo de seguir su curso desde esa cena, nada de lo sucedido había estado en sus planes, ¿cuánto habría pasado desde que vio a su abuelo caer en el comedor? ¿una hora? ¿Dos a lo sumo? ¿Minutos? , no esta tan segura, tampoco piensa con coherencia, nada tiene sentido y cada vez que intenta encontrárselo se vuelve a enredar, primero la llegada de aquel “querido” huésped, seguido del comportamiento tan extraño de su abuelo y como la cereza del pastel el casi ataque cardiaco que había experimentado la cabeza de los Lémieux, si no lo hubiera visto con sus propios ojos aquello le hubiera parecido salido de una novela dramática, incluso de una cómica.

Céline se olvida de quien es, adiós etiqueta, adiós modales mientras se muerde las uñas, tic… tac… tic… tac… el ruido la va a terminar de enloquecer, los acontecimientos previos se han reproducido como una película en su mente, quiere dejar de pensar en todo lo que ha pasado, pero su memoria, maldita traidora no se lo permite, es peor cuando se quiere quitar de la mente aquellos ojos oscuros que la miran desde el costado de su abuelo y lo único que causan a sus ojos es repugnancia, le odia, sí, le odia más que a nada en este mundo, le odia desde que lo vio en el despacho de su abuelo, le odia por ser tan perfecto que cualquier caballero que hubiera conocido antes, le odia por que fue él quien ayudo a su abuelo y no ella, no tiene motivos para hacerlo, simplemente le odia.

Se ha mordido tanto las uñas que los dedos comienzan a sangrarle y le duelen, pero sigue carcomiendo ahora su piel, puede sentir el sabor a óxido de su sangre en sus labios, seguirá haciéndolo hasta que de los labios del propio medico salgan aquellas palabras que espera suplicante, el paso de los años es un peso que el viejo corazón del patriarca Lémieux apenas y puede sobrellevar, cada vez son más constantes esos sustos, cada vez se encontraba más propenso y débil para poder soportar uno más.

Podía oir con toda claridad aquella voz tan arrogante, seductora y desagradable dirigirse hacía ella, ¿Podría hacerse la occisa? Podía notar su cercanía cosa que había pasado por alto hasta aquel instante, podía entender cada una de sus palabras incluso siendo cualquier otra persona su chiste hubiera causado que Céline suspirara e intentara mostrar buena cara, pero no, era él y su presencia solo causaba que Céline se pusiera más tensa, dicen que las miradas dicen todo y si aquellos verdeceos ojos fueran pistolas…

Sintió la mano tocarla y quiso quitarle el brazo pero la mirada de su madre se hizo más pesada recordándole quien era, era una Lémieux una chica educada que se comportaría como lo que era y vaya que necesitaba tomar aire, estaba a punto de sofocarse, demasiadas emociones en tan poco tiempo, suspiro resignada tomando el brazo de su acompañante, con las miradas de la familia a su espalda, esas que nunca podían faltar, ni siquiera las risitas que sonaban intentando ser sofocadas entre sus primas menores.

Pero todo aquello se había quedado atrás aquel aire fresco le sentó de maravilla, respiró hondo tantas veces como le dio la gana, sintiendo el frio entrar en sus pulmones calmando un ardor imaginario que los problemas traían consigo y el silencio entre ambos era bastante cómodo… pero la joven habló demasiado pronto.

La mirada hostil de Céline volvió aparecer en su rostro de porcelana, dirigida al único blanco de su desprecio, por tan solo un segundo antes de cerrar los ojos y sonreír de medio lado, ¿quería hacerla rabiar? ¿Ese era su propósito? Porque ella no le creía para nada el cuento del amigo preocupado, la gente podía hacerlo, incluso ella llego a tragárselo cuando bajaban las escaleras hasta los jardines pero ahora volvía a mostrar su sonrisa de lobo detrás de un traje de oveja.

– Lamento mi comportamiento, aunque debe entenderme, no es bien visto que alguien llegue a algún lugar sin avisar con anterioridad, al final eso lo deja mal parado ante la sociedad, pero como lo ha comprobado mi familia es bastante agradable y buena, le hemos tendido la mano aun tomando en cuenta su grosería – intento decir en un tono calmado y sereno, mientras su rostro se dirigía a lado contrario del intruso, moría de ganas de ver su expresión, pero ninguno de los dos cedería, se habían declarado la guerra desde su primer encuentro. – Y tranquilo, no debe sentirse mal, porque mi abuelo se haya puesto mal, su grata visita lo ha cargado de emoción, algo que no me queda en claro, es de donde se conocen – giro el rostro hacia el hombre con una recatada sonrisa.

Ambas miradas se habían encontrado de frente, una mirada retadora de parte de ambos, Céline soltó una carcajada ¿Qué pretendía conseguir? - Ha sido el momento menos indicado para aparecer, ¿usted no se molestaría que yo llegara de improvisto a su casa, en medio de algo importante?, le aseguro que no tengo nada en su contra aunque tal vez, dice la gente que si le queda el saco… dio pequeños pestañeos coquetos para corresponder aquella sonrisa que tenía el intruso en su rostro, no tenía idea con quien se estaba metiendo.

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