AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un long chemin!
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Un long chemin!
-Merci - Odette agradeció al cochero a la par que soltaba la mano que le había ofrecido como soporte mientras descendía. Dio algunos pasos, alejándose del coche, antes de detenerse y regalarse unos segundos para disfrutar de la atmosfera. Era una perfecta y cálida noche de verano: las parejas paseaban por las calles parisinas tomadas de la mano mientras los coches se desplazaban a baja velocidad al compas del sonido de los cascos de los caballos que de ellos tiraban.
Se disponía a caminar hacia las puertas del restaurante, su destino final de momento, cuando reparó en la pequeña pluma que reposaba en uno de los pliegues de su vestido. La tomó con cuidado entre los dedos índice y pulgar y le observo atentamente, rememorando el momento en que había abierto las puertezuelas de la enorme jaula, permitiendo que aquellos indefensos animalillos volaran en libertad por primera vez en su vida.
Una enorme sonrisa iluminó su rostro. En realidad la idea de soltarles le había rondado desde hacia tiempo pero hasta ahora no había tenido la determinación suficiente. Tal vez porque, por mucho que hubiera odiado cada presente, aún representaban lo que fue su vida, sus sueños, esperanzas e ilusiones. Claro, también se habían convertido en un lastre de recuerdos de tristeza y dolor. Pero, más que nada, había llegado a considerarles una suerte de monumento personalizado a su propia ingenuidad y estupidez, y se encargaba cada día, en cada momento que observaba alguno de esos objetos, de recordarse a sí misma el porqué confiar, creer y amar era el peor error que podría cometerse.
Liberó la pluma de su agarre y sopló con fuerza para que se alejara con el viento, luego suspiro, como deseando que con su aliento se eliminaran los pensamientos negativos que intentaban asaltarla. Esta noche era su noche. Después de meses de reclusión autoinflingida había decidió regresar al mundo real, salir de aquella lujosa prisión y paladear la libertad que le había sido negada. Era excitante y terrorífico al mismo tiempo, pues, a pesar de lo vivido, sabía que continuaba siendo, en el fondo, aquella ingenua y tonta niña que siempre contó con compañía e instrucciones sobre lo que debía o no hacer, y ahora no había nadie, estaba sola y ¡planeaba disfrutarlo!.
Acomodó un poco su sombrero el cual, por supuesto, hacia un juego perfecto con el vestido azul rey y las joyas que había escogido para la ocasión, y se apresuró hacia las puertas del local; sin embargo, antes de que pudiese alcanzarlas reparó en una mujer andrajosa y sucia que sostenía un pequeño bulto entre los brazos del cual salía un débil lloriqueo.
Pensó seguir de largo, ignorarlos tal como hacían todas las personas que pasaban en ese momento. Seria simple, desviar la mirada, fruncir el ceño y apresurar un poco el paso, pero, en vez de eso, buscó en la pequeña cartera de mano los francos que llevaba y camino directo hacia la mujer quien, en ese momento, canturreaba en voz baja una triste tonada al pequeñín. – Tal vez esto ayude – le dijo ofreciéndole todas las monedas que traía consigo. La mujer tomó rápidamente el dinero y, después de balbucear algunas frases de agradecimiento, caminó con el pequeño en brazos hasta que Odette les perdió de vista.
–Bien, creo que hasta aquí llegó mi cena – pensó sin remordimiento. Ella podría volver después, sin embargo aquellas monedas que no había gastado esa noche en una sola comida costosa y posiblemente pequeña, servirían para alimentar a la mujer y a su bebe al menos por uno o dos días. Además, lo único que tendría que hacer sería volver a su hogar y solicitar al mayordomo un tentempié pero… ¿Cómo iba a regresar? Demasiado tarde reparó en que se había quedado sin un franco para pagar un coche que la llevará. -Ni modo - murmuró mirando en derredor y, sintiéndose un poco tonta, inicio lo que seria, al parecer, una lenta, aburrida y solitaria caminata hacia su residencia.
Se disponía a caminar hacia las puertas del restaurante, su destino final de momento, cuando reparó en la pequeña pluma que reposaba en uno de los pliegues de su vestido. La tomó con cuidado entre los dedos índice y pulgar y le observo atentamente, rememorando el momento en que había abierto las puertezuelas de la enorme jaula, permitiendo que aquellos indefensos animalillos volaran en libertad por primera vez en su vida.
Una enorme sonrisa iluminó su rostro. En realidad la idea de soltarles le había rondado desde hacia tiempo pero hasta ahora no había tenido la determinación suficiente. Tal vez porque, por mucho que hubiera odiado cada presente, aún representaban lo que fue su vida, sus sueños, esperanzas e ilusiones. Claro, también se habían convertido en un lastre de recuerdos de tristeza y dolor. Pero, más que nada, había llegado a considerarles una suerte de monumento personalizado a su propia ingenuidad y estupidez, y se encargaba cada día, en cada momento que observaba alguno de esos objetos, de recordarse a sí misma el porqué confiar, creer y amar era el peor error que podría cometerse.
Liberó la pluma de su agarre y sopló con fuerza para que se alejara con el viento, luego suspiro, como deseando que con su aliento se eliminaran los pensamientos negativos que intentaban asaltarla. Esta noche era su noche. Después de meses de reclusión autoinflingida había decidió regresar al mundo real, salir de aquella lujosa prisión y paladear la libertad que le había sido negada. Era excitante y terrorífico al mismo tiempo, pues, a pesar de lo vivido, sabía que continuaba siendo, en el fondo, aquella ingenua y tonta niña que siempre contó con compañía e instrucciones sobre lo que debía o no hacer, y ahora no había nadie, estaba sola y ¡planeaba disfrutarlo!.
Acomodó un poco su sombrero el cual, por supuesto, hacia un juego perfecto con el vestido azul rey y las joyas que había escogido para la ocasión, y se apresuró hacia las puertas del local; sin embargo, antes de que pudiese alcanzarlas reparó en una mujer andrajosa y sucia que sostenía un pequeño bulto entre los brazos del cual salía un débil lloriqueo.
Pensó seguir de largo, ignorarlos tal como hacían todas las personas que pasaban en ese momento. Seria simple, desviar la mirada, fruncir el ceño y apresurar un poco el paso, pero, en vez de eso, buscó en la pequeña cartera de mano los francos que llevaba y camino directo hacia la mujer quien, en ese momento, canturreaba en voz baja una triste tonada al pequeñín. – Tal vez esto ayude – le dijo ofreciéndole todas las monedas que traía consigo. La mujer tomó rápidamente el dinero y, después de balbucear algunas frases de agradecimiento, caminó con el pequeño en brazos hasta que Odette les perdió de vista.
–Bien, creo que hasta aquí llegó mi cena – pensó sin remordimiento. Ella podría volver después, sin embargo aquellas monedas que no había gastado esa noche en una sola comida costosa y posiblemente pequeña, servirían para alimentar a la mujer y a su bebe al menos por uno o dos días. Además, lo único que tendría que hacer sería volver a su hogar y solicitar al mayordomo un tentempié pero… ¿Cómo iba a regresar? Demasiado tarde reparó en que se había quedado sin un franco para pagar un coche que la llevará. -Ni modo - murmuró mirando en derredor y, sintiéndose un poco tonta, inicio lo que seria, al parecer, una lenta, aburrida y solitaria caminata hacia su residencia.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Un long chemin!
Los días pasaban uno tras otro, siempre con la misma intensidad de un banquero que lleva su éxtasis por el dinero a lo más alto, siempre procurando llevar la gloria de su familia la mayor extirpe, mostrándose siempre con una furia para los negocios a la hora de tomar el dinero de los pobres desvalidos de los imperios salientes, mostrando la gloria en su actos que solo de muestra la razón de por que un Rothschild es lo mas alto en la cadena de poder, mas sin embargo en la gloria de los negocios no se encuentra el regocijo de alma que pide agritos un dejo de humanidad que muestre ese lado que solo los hijos del hombre pueden mostrar, la bien ponderada misericordia hacia los menos afortunados que rara vez es mostrada con simpatía por aquel que ha heredado el poder de la economía de Inglaterra, mas a los ojos de aquel que ha vivido con dinero en la bolsa del pantalón de dormir, se siente atraído hacia la caridad de una noble señorita que da el pan de la boca para alimentar a los desvalidos que corren en el fulgor de la pobreza mostrando el lado mas vulnerable y menos reconocido al despojar del todo aun reino.
Mira con atención la escena que rara vez es mostrada por las muy petulantes calles parisinas, pues son pocos los que mira por debajo de su inflado ego, aquellos que recogen las migajas de la pobre grandeza de los nuevos o muy anticuados nobles, una sonrisa en la joven cara del señorío de Rothschild, le hace recordar los inicios tan difícil que tuvo que padecer su familia para ser una de las poderosas, pues recuerda los relatos de ese gran padre de Rothschild que con carisma y facilidad de palabra llego ha ser uno de los iniciadores de lo que es ahora este gran nombre, mas con la sonrisa dibujado en su rojizo rostro por la excitación de los recuerdos, también se percata que la riqueza no es eterna y no hay noble que goce del suficiente dinero para salvar a todo un pueblo de perdición y miseria, o bueno citando sus pensamientos, no hay un noble que no pertenezca a la familia Rothschild que tenga el dinero para dar y a un así sobrarle para dar al día siguiente sin meter mas dinero a la bolsa.
Parado a una distancia no tan lejano del acto de nobleza, empezó a caminar hacia aquella que noblemente ofreció alimento aquella pobre mujer, mostrando su elegante basto forjado en la mas fina plata traída de américa, con su mango de oro donde se pode observar el numero tres romano, que adorna la distinguida vestimenta digna de un monarca, para dar paso a un encuentro que no estaba contemplado en los anales del tiempo.
-que difícil es la vida sin oro el los bolsillos y con hambre en el estomago, no lo cree mi señorita,; se acercó a ella y mas que ha empezar la platica con una pregunta, su entrada fue mas como una afirmación practica para el momento, son sus grande ojos fijo la mira da en tan noble y bella dama, para continuar con su presentación, -hermoso y noble acto el que acaba de hacer mi bella señorita, tan noble acto solo puede ameritar las aclamaciones hacia su persona, y mi mas sentida alegría por saber, que a un hay personas como usted; es raro el acto siguiente pues una modesta reverencia salió de un Rothschild, cosa que no sucedía desde hace mucho tiempo, pero la caridad siempre ha sido una factor muy bien visto en la familia, por que celebrarla desde el punto de vista e la familia no estaba mal vista,-permítame presentarme a tan noble y bella dama soy James Mayer Rothschild, y he visto su acto de nobleza que ha llenado de alegría mi corazón, si me lo permite me gustaría invitarla a tomar un tentempié y una coca de vino para celebrar tan noble acto.
Termino su frase y le extendió la mano esperado algún tipo de contestación, buena o mala, el sabría negociar cualquiera de las dos, y llegar a concretar su invitación.
Mira con atención la escena que rara vez es mostrada por las muy petulantes calles parisinas, pues son pocos los que mira por debajo de su inflado ego, aquellos que recogen las migajas de la pobre grandeza de los nuevos o muy anticuados nobles, una sonrisa en la joven cara del señorío de Rothschild, le hace recordar los inicios tan difícil que tuvo que padecer su familia para ser una de las poderosas, pues recuerda los relatos de ese gran padre de Rothschild que con carisma y facilidad de palabra llego ha ser uno de los iniciadores de lo que es ahora este gran nombre, mas con la sonrisa dibujado en su rojizo rostro por la excitación de los recuerdos, también se percata que la riqueza no es eterna y no hay noble que goce del suficiente dinero para salvar a todo un pueblo de perdición y miseria, o bueno citando sus pensamientos, no hay un noble que no pertenezca a la familia Rothschild que tenga el dinero para dar y a un así sobrarle para dar al día siguiente sin meter mas dinero a la bolsa.
Parado a una distancia no tan lejano del acto de nobleza, empezó a caminar hacia aquella que noblemente ofreció alimento aquella pobre mujer, mostrando su elegante basto forjado en la mas fina plata traída de américa, con su mango de oro donde se pode observar el numero tres romano, que adorna la distinguida vestimenta digna de un monarca, para dar paso a un encuentro que no estaba contemplado en los anales del tiempo.
-que difícil es la vida sin oro el los bolsillos y con hambre en el estomago, no lo cree mi señorita,; se acercó a ella y mas que ha empezar la platica con una pregunta, su entrada fue mas como una afirmación practica para el momento, son sus grande ojos fijo la mira da en tan noble y bella dama, para continuar con su presentación, -hermoso y noble acto el que acaba de hacer mi bella señorita, tan noble acto solo puede ameritar las aclamaciones hacia su persona, y mi mas sentida alegría por saber, que a un hay personas como usted; es raro el acto siguiente pues una modesta reverencia salió de un Rothschild, cosa que no sucedía desde hace mucho tiempo, pero la caridad siempre ha sido una factor muy bien visto en la familia, por que celebrarla desde el punto de vista e la familia no estaba mal vista,-permítame presentarme a tan noble y bella dama soy James Mayer Rothschild, y he visto su acto de nobleza que ha llenado de alegría mi corazón, si me lo permite me gustaría invitarla a tomar un tentempié y una coca de vino para celebrar tan noble acto.
Termino su frase y le extendió la mano esperado algún tipo de contestación, buena o mala, el sabría negociar cualquiera de las dos, y llegar a concretar su invitación.
James Mayer Rothschild- Humano Clase Alta
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Localización : en camino
Re: Un long chemin!
No había dado dos pasos cuando una voz masculina detuvo su avance. Le sorprendió no haber percibido la cercanía del extraño hasta el momento en el que él hablo, sin embargo, tenía que reconocer que muchas veces era lo suficientemente distraída como para pasar por alto lo más obvio. Se giró con elegancia hacia el lugar de donde provenía aquella voz que le exaltaba por lo que acababa de ocurrir, lo cual le indicaba, sin lugar a dudas, que el extraño le había estado observando.
- Señora, si fuese tan amable – replicó ante las palabras del joven que encontró frente ante sí, el cual, aparentemente no sobrepasaba la veintena. A pesar de su juventud iba pulcra y distinguidamente ataviado, y su porte denotaba no solo riqueza sino el aire de superioridad que solo el nacer y crecer entre las clases más distinguidas clases podría imprimir. Este hecho fue confirmado al observar la reverencia del joven, gesto que no solo le pescó desprevenida, sino que la satisfizo a un nivel que se negaba a admitir.
Escucho la presentación e invitación del joven, siempre con una ligera sonrisa en sus labios, la espalda perfectamente erguida y sus manos sosteniendo delante de sí, y con delicadeza, el pequeño bolso que traía. Se trataba de la posición que sus institutrices le habían enseñado y reforzado a lo largo de infancia y juventud, aunque tuvo que abandonar la acartonada postura cuando él le extendió la mano en un gestó de abierta confianza. – Cuidado… recuerda– el pensamiento la asaltó de pronto provocando que su sonrisa se aflojara, viéndose falsa por una fracción de segundo antes de que lograra recuperarse.
Sería completamente descortés no responder a tan amigable gesto, así que extendió su propia mano derecha, enfundada aún por la delicada tela azul de su guante, hasta posarla sobre la palma del joven. – Es usted muy amable señor Rothschild, y debo admitir que tiene usted razón, pues he podido observar con mis propios ojos como la indolencia del pueblo parisino permite que un indefenso sufra sin necesidad - sin retirar la mano del lugar en donde se encontraba, ensanchó su sonrisa antes de continuar, consiguiendo que su expresión adquiriera un tono entre pícaro y ligeramente malicioso - ¿He de concluir, sin embargo, que así como yo he observado a las personas que pasaban en las cercanías de aquella desdichada mujer, ha estado usted observándome a mí? -.
Rió por lo bajo tratando de aligerar el ambiente que apropósito había enturbiado y añadió - Debe usted perdonar mi impertinencia Monsieur, no he salido mucho últimamente y, por lo visto, mis habilidades sociales se han resentido más de lo que esperaba. Permítame ahora devolver su amabilidad con mi presentación… Odette Demouy… . Inclinó ligeramente la cabeza, consiguiendo que aquel rebelde mechón de cabello que nunca permanecía en el lugar que ella deseaba, escapara del agarre del sombrero y cayera libremente por uno de los lados de su rostro -…y sí, me encantaría contar con su compañía en una noche tan encantadora como la de hoy-.
Mantuvo la mano en el lugar donde la había colocado, aguardando a que el joven concluyera aquel ritual de saludo tan conocido en su medio y, al mismo tiempo esperando ansiosa ver si él le daría o no una respuesta a la pregunta que acababa de efectuar o si, aprovechando la salida que ella misma le había brindado, se permitiría el lujo de simplemente ignorarla y seguir adelante con sus planes.
- Señora, si fuese tan amable – replicó ante las palabras del joven que encontró frente ante sí, el cual, aparentemente no sobrepasaba la veintena. A pesar de su juventud iba pulcra y distinguidamente ataviado, y su porte denotaba no solo riqueza sino el aire de superioridad que solo el nacer y crecer entre las clases más distinguidas clases podría imprimir. Este hecho fue confirmado al observar la reverencia del joven, gesto que no solo le pescó desprevenida, sino que la satisfizo a un nivel que se negaba a admitir.
Escucho la presentación e invitación del joven, siempre con una ligera sonrisa en sus labios, la espalda perfectamente erguida y sus manos sosteniendo delante de sí, y con delicadeza, el pequeño bolso que traía. Se trataba de la posición que sus institutrices le habían enseñado y reforzado a lo largo de infancia y juventud, aunque tuvo que abandonar la acartonada postura cuando él le extendió la mano en un gestó de abierta confianza. – Cuidado… recuerda– el pensamiento la asaltó de pronto provocando que su sonrisa se aflojara, viéndose falsa por una fracción de segundo antes de que lograra recuperarse.
Sería completamente descortés no responder a tan amigable gesto, así que extendió su propia mano derecha, enfundada aún por la delicada tela azul de su guante, hasta posarla sobre la palma del joven. – Es usted muy amable señor Rothschild, y debo admitir que tiene usted razón, pues he podido observar con mis propios ojos como la indolencia del pueblo parisino permite que un indefenso sufra sin necesidad - sin retirar la mano del lugar en donde se encontraba, ensanchó su sonrisa antes de continuar, consiguiendo que su expresión adquiriera un tono entre pícaro y ligeramente malicioso - ¿He de concluir, sin embargo, que así como yo he observado a las personas que pasaban en las cercanías de aquella desdichada mujer, ha estado usted observándome a mí? -.
Rió por lo bajo tratando de aligerar el ambiente que apropósito había enturbiado y añadió - Debe usted perdonar mi impertinencia Monsieur, no he salido mucho últimamente y, por lo visto, mis habilidades sociales se han resentido más de lo que esperaba. Permítame ahora devolver su amabilidad con mi presentación… Odette Demouy… . Inclinó ligeramente la cabeza, consiguiendo que aquel rebelde mechón de cabello que nunca permanecía en el lugar que ella deseaba, escapara del agarre del sombrero y cayera libremente por uno de los lados de su rostro -…y sí, me encantaría contar con su compañía en una noche tan encantadora como la de hoy-.
Mantuvo la mano en el lugar donde la había colocado, aguardando a que el joven concluyera aquel ritual de saludo tan conocido en su medio y, al mismo tiempo esperando ansiosa ver si él le daría o no una respuesta a la pregunta que acababa de efectuar o si, aprovechando la salida que ella misma le había brindado, se permitiría el lujo de simplemente ignorarla y seguir adelante con sus planes.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Un long chemin!
Una tarde tranquila caminando, perdido en lo mas recóndito de su existencia, lo trajo de vuelta a la realidad de una forma inesperada, un acto de nobleza, escasos en estos días, le hizo pensar que la grandeza no esta en el dinero si no en los actos que trae consigo el tener dinero, una joven y bella dame de porte inmejorable había demostrado que la grandeza, ahora frente a ella, con el gozo de escuchar su melodiosa vos presentarse, le hizo gracia la menara de expresarse de la joven noble, pues la escuchar su forma de expresarse, le hizo gracia pensar que a un hay nobles que no muestran su forma acartonada de ser.
Inclinando su cabeza para llegar hasta donde estaba la delicada mano de la señorita, dio paso a cerrar el protocolo con una delicado beso, como dicta en el manual de las buenas costumbres, dando paso a respuesta,-como no fijar mi vista en tan bello acto, y tan mejor y bella persona, su este mi bella señorita Demouy, fija su visa en los mas necesitados, yo fijo mi vista en los actos hacia los mas necesitados.
Con una muestra de autoridad el joven Rothschild indico con su mano derecha que se acercara aquel que venia cuidando su noble espalda, de aspecto misterioso y que cubría su rostro, recibió varias ordenes del noble joven y que con una leve sonrisa y con movimiento de aceptación dio por terminada la platica con su misterioso acompañante, ahora diciéndose con una noble sonrisa le indico el camino, a la bella señorita,-por favor señorita Demouy tenga la delicadeza de acompañarme a un de los restaurantes que tengo por costumbre venir.
Adelantando el paso James pasó a su joven acompañante, para caminar hacia uno de esos lugares donde solo el mirarlo cuesta una gran cantidad de dinero, camino hacia la entrada donde sin hablar con el mozo de la puerta entro, sin ver siquiera si había o no lugares, pues una mesa para el siempre esta disponible, entro y se acercó hacia una de las mesas que daba hacia el balcón del lujoso restaurante, la vista era esplendida, las bellas luces de parís hacia una majestuosa foto para el recuerdo se podría pensar, miro alrededor la pues es costumbre nada mas, se quito su fino abrigo y extendió la mano, acto siguiente apareció aquel misterioso hombre para tomarlo y alejarse lentamente del lugar.
Voltio la mirada, para ver bien la cara de tan dulce noble y peculiar, que le había robado su interés aquella noche,- por favor tenga la bondad de sentarse frente a mi, recorriendo la costosa silla espero aquel se acercara la bella dama que lo acompañaba, y que robaba las miradas de los personajes que se encontraban en aquel momento, pues es raro ver a acompañado a al tercer pilar de los Rothschild por una bella mujer que no sea su esposa.
Inclinando su cabeza para llegar hasta donde estaba la delicada mano de la señorita, dio paso a cerrar el protocolo con una delicado beso, como dicta en el manual de las buenas costumbres, dando paso a respuesta,-como no fijar mi vista en tan bello acto, y tan mejor y bella persona, su este mi bella señorita Demouy, fija su visa en los mas necesitados, yo fijo mi vista en los actos hacia los mas necesitados.
Con una muestra de autoridad el joven Rothschild indico con su mano derecha que se acercara aquel que venia cuidando su noble espalda, de aspecto misterioso y que cubría su rostro, recibió varias ordenes del noble joven y que con una leve sonrisa y con movimiento de aceptación dio por terminada la platica con su misterioso acompañante, ahora diciéndose con una noble sonrisa le indico el camino, a la bella señorita,-por favor señorita Demouy tenga la delicadeza de acompañarme a un de los restaurantes que tengo por costumbre venir.
Adelantando el paso James pasó a su joven acompañante, para caminar hacia uno de esos lugares donde solo el mirarlo cuesta una gran cantidad de dinero, camino hacia la entrada donde sin hablar con el mozo de la puerta entro, sin ver siquiera si había o no lugares, pues una mesa para el siempre esta disponible, entro y se acercó hacia una de las mesas que daba hacia el balcón del lujoso restaurante, la vista era esplendida, las bellas luces de parís hacia una majestuosa foto para el recuerdo se podría pensar, miro alrededor la pues es costumbre nada mas, se quito su fino abrigo y extendió la mano, acto siguiente apareció aquel misterioso hombre para tomarlo y alejarse lentamente del lugar.
Voltio la mirada, para ver bien la cara de tan dulce noble y peculiar, que le había robado su interés aquella noche,- por favor tenga la bondad de sentarse frente a mi, recorriendo la costosa silla espero aquel se acercara la bella dama que lo acompañaba, y que robaba las miradas de los personajes que se encontraban en aquel momento, pues es raro ver a acompañado a al tercer pilar de los Rothschild por una bella mujer que no sea su esposa.
James Mayer Rothschild- Humano Clase Alta
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Re: Un long chemin!
Efectivamente no se había equivocado con la primera impresión. Las ropas del joven y sus modales hablaban por él, y era demasiado el tiempo que había vivido en aquel ambiente recargado y estirado como para desconocer que le agradaba toda aquella parafernalia que un simple saludo podría conllevar. Al terminar el saludo retiró suavemente su mano.
-Es usted muy galante para ser tan joven – le elogió para luego mirar curiosa como convocaba al lacayo más extraño que hubiese visto. Se preguntó en silencio la razón para que aquel particular hombre se cubriera el rostro y le observó, tal vez con más curiosidad que prudencia, mientras hablaba con el joven Rothschild.
Una de las cejas de Odette se elevó ligeramente y no pudo reprimir otra sonrisa ante la audacia de su acompañante. Miró hacia un lado de la calle y luego al otro, un poco indecisa de aceptar o no la curiosa y un tanto autoritaria invitación pero, finalmente, gano la curiosidad por descubrir un poco más sobre joven y le siguió a uno de los más lujosos restaurantes de la zona.
El interior resultaba esplendido, pero claro, no podía esperar menos del lugar. A pesar de su posición nunca había tenido la oportunidad de entrar en ese lugar, por lo tanto, no debía extrañarle que ninguno de los mozos le reconociera. Sin embargo, el joven Rothschild se encontraba a sus anchas. Le observó ingresar al lugar como si le perteneciese, con una seguridad y confianza impropias de alguien de su aparente edad.
No queriendo desentonar con el ambiente del lugar, Odette enderezó completamente su figura y elevó ligeramente la barbilla mientras depositaba suavemente el bolso de mano sobre la mesa. A continuación, y con premeditada lentitud, retiró sus guantes, uno a uno, y los estiró en dirección a aquel misterioso acompañante, quien les había seguido al interior del local, para luego repetir el acto con su sombrero. Se tomó un segundo más organizando ligeramente su cabellera antes de dar aquellos pasos cortos que le acercarían a la silla que se encontraba presta a recibirle.
-Mercy – agradeció con voz firme recorriendo con la vista la totalidad del salón. Hasta ese momento no se había percatado de que aquellos presentes les miraban y, de tanto en tanto, cuchicheaban entre sí. Eso la incomodó un poco, en realidad le intrigaba el saber el porqué de aquella reacción, especialmente teniendo en cuenta lo poco probable de que alguien le reconociere.
-Espero me disculpe si repito mi impertinencia en un periodo tan pequeño de tiempo – comentó ofreciendo la más inocente de sus sonrisas – sin embargo no puedo evitar el intentar saciar mi curiosidad –se detuvo por un momento recorriendo nuevamente aquellas caras curiosas con la mirada – es evidente que no le es extraño este restaurante pero ¿hay alguna razón en especial por la cual causa tanto alborotó el que nos encontremos aquí? – finalizó la pregunta barriendo el aire con su mano derecha y abarcando con el gesto algunas de las mesas en las cuales los comensales continuaban mirándoles.
Habrían muchas más preguntas esa noche, eso era seguro, pero por ahora su prioridad era saber la razón de convertirse en el centro de atención de un lujoso restaurante solo por ingresar en él en compañía de un joven de alta alcurnia. No podía tratarse de su atuendo pues, a todas luces, su aspecto denotaba su clase y por lo tanto no podía criticársele por ingresar al lugar… pero entonces, debía ser algo relacionado con el joven Rothschild ¿Pero qué podría ser?
-Es usted muy galante para ser tan joven – le elogió para luego mirar curiosa como convocaba al lacayo más extraño que hubiese visto. Se preguntó en silencio la razón para que aquel particular hombre se cubriera el rostro y le observó, tal vez con más curiosidad que prudencia, mientras hablaba con el joven Rothschild.
Una de las cejas de Odette se elevó ligeramente y no pudo reprimir otra sonrisa ante la audacia de su acompañante. Miró hacia un lado de la calle y luego al otro, un poco indecisa de aceptar o no la curiosa y un tanto autoritaria invitación pero, finalmente, gano la curiosidad por descubrir un poco más sobre joven y le siguió a uno de los más lujosos restaurantes de la zona.
El interior resultaba esplendido, pero claro, no podía esperar menos del lugar. A pesar de su posición nunca había tenido la oportunidad de entrar en ese lugar, por lo tanto, no debía extrañarle que ninguno de los mozos le reconociera. Sin embargo, el joven Rothschild se encontraba a sus anchas. Le observó ingresar al lugar como si le perteneciese, con una seguridad y confianza impropias de alguien de su aparente edad.
No queriendo desentonar con el ambiente del lugar, Odette enderezó completamente su figura y elevó ligeramente la barbilla mientras depositaba suavemente el bolso de mano sobre la mesa. A continuación, y con premeditada lentitud, retiró sus guantes, uno a uno, y los estiró en dirección a aquel misterioso acompañante, quien les había seguido al interior del local, para luego repetir el acto con su sombrero. Se tomó un segundo más organizando ligeramente su cabellera antes de dar aquellos pasos cortos que le acercarían a la silla que se encontraba presta a recibirle.
-Mercy – agradeció con voz firme recorriendo con la vista la totalidad del salón. Hasta ese momento no se había percatado de que aquellos presentes les miraban y, de tanto en tanto, cuchicheaban entre sí. Eso la incomodó un poco, en realidad le intrigaba el saber el porqué de aquella reacción, especialmente teniendo en cuenta lo poco probable de que alguien le reconociere.
-Espero me disculpe si repito mi impertinencia en un periodo tan pequeño de tiempo – comentó ofreciendo la más inocente de sus sonrisas – sin embargo no puedo evitar el intentar saciar mi curiosidad –se detuvo por un momento recorriendo nuevamente aquellas caras curiosas con la mirada – es evidente que no le es extraño este restaurante pero ¿hay alguna razón en especial por la cual causa tanto alborotó el que nos encontremos aquí? – finalizó la pregunta barriendo el aire con su mano derecha y abarcando con el gesto algunas de las mesas en las cuales los comensales continuaban mirándoles.
Habrían muchas más preguntas esa noche, eso era seguro, pero por ahora su prioridad era saber la razón de convertirse en el centro de atención de un lujoso restaurante solo por ingresar en él en compañía de un joven de alta alcurnia. No podía tratarse de su atuendo pues, a todas luces, su aspecto denotaba su clase y por lo tanto no podía criticársele por ingresar al lugar… pero entonces, debía ser algo relacionado con el joven Rothschild ¿Pero qué podría ser?
- Spoiler:
- Apreciado monsieur Rothschild, espero pueda perdonar esta inexcusable demora y confió en que esto no altere nuestro encuentro…
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/11/2012
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