Donnovan Montbellay ID

Describir a una persona por su forma de ser siempre crea una dificultad, puesto que a los ojos de cualquiera puede atribuírsele o todas las virtudes o todos los defectos. Eso depende mucho de la primera impresión, para algunos la primera impresión es lo más importante, por ello muchos cuidan que esta cause el impacto que ellos desean, claro si se consideran lo suficientemente inteligentes para considerarlo. Pero haciendo menos ese aspecto, se procede a describir a Monsieur Montbellay como un hombre común. No se considera extraordinario, lleno de esas dotes con las que falsamente se busca dotar a una personalidad. Sus gustos son sencillos, como de cualquier hombre común, tiene pasión por la representación del genio y de la belleza hecha por los mortales, eso abarca cada aspecto en donde el ser pueda expresarse: la pintura, la música, la danza, la actuación, la escritura, la ciencia...todo campo que el hombre tenga para manifestarse.
Es un hombre de modales normales, todo lo que se espera de un caballero de su clase, reservado como corresponde a un hombre culto y temeroso de Dios, a cuya gracia y ejemplo siempre se apara para seguir su ejemplo y semejanza. Su semblante corresponde a un hombre que ha tenido desde su tierna infancia una educación en estos valores, tranquilidad, paz, serenidad, paciencia, nobleza no abandonan sus ojos ni su persona. Un caballero común nunca expresa más de lo que no es apropiado, correcto y siguiendo los principios de la rectitud.
Puede ser Monsieur Montbellay de esa forma, pero todos saben que su profesión y devoción en la gracia y virtud de Dios le han llevado al camino de la Inquisición. Excelente observador de los detalles mínimos, de las cosas que pasan desapercibidas a los ojos de otros, ha podido consolidarse para ayudar en la noble causa del Señor, en la cuál cree de forma devota, obsesiva y maníatica, pero ¿acaso hay maldad por ir a favor de la voluntad de Dios? Siendo un hombre completamente devoto, es su orgullo dedicarse al exterminio de las criaturas cuyas esencias han sido consumidas por el mismo demonio. Cruel con esas criaturas, despiadado, salvaje, se ha hecho merecedor de su sobrenombre "De La Croix", pues es siempre lo que emplea para matar a los seres sobrenaturales. Religioso en grado sumo, no descansara hasta ver cumplidos sus propósitos, la tenacidad y su fe enloquecida, su manía, su obsesión aseguran que así sea. Si, describir a una persona no es sencillo, pero puede formarse uno su propia opinión.

Todos en el mundo nacemos sin idea de lo que somos, de lo que seremos y como vamos a formarnos, nacemos desnudos entregados a un mundo ya hecho por otros, al cuál podemos seguir o cambiar en base a nuestra voluntad. Donnovan Montbellay no fue la excepción a esta regla. Su nacimiento tuvo lugar en Francia hace treinta y nueve años, siendo el segundo hijo de la familia Montbellay, religiosos en grado sumo, temerosos de Dios, devotos y leales a lo que dispuso Dios sobre los hombres.

Monsieur Montbellay fue educado como sus hermanos en base a estos principios, pese a la violencia y liberación de Francia, de los nuevos pensadores que llevaban en algunos casos el ateísmo como bandera. A los hijos Montbellay se les siguió educando siguiendo a la antigua usanza, pasando de generación en generación a los varones de tan ancestral familia. Todo fue dispuesto para la formación de ellos en caballeros comunes, de educación apropiada y virtuosa, de ideas claras y religiosas, pues el progreso de la mente no puede darse sin el avance de la ciencia. La mente tiene que evolucionar de acuerdo al progreso de la humanidad, no puede quedarse así.

Siendo el segundo varón, era claro por disposición divina que él no tendría los derechos de primogénito, por lo cuál tendría que buscarse una forma de tejer su destino que fuera digna de su personalidad. Entro en La Universidad de París La Soborna para iniciar su formación en medicina y en teología. Estudiante digno de ella, ahí se cimentaron las bases que formarían las riendas de su destino. Hábil médico, a pesar de todo y la controversía generada en torno a la medicina por la religión, pudo combinar ambos aspectos de su vida. El deseo de mantener su devoción intacta y su pasión por semejar la conducta de su profesor, el Señor en la cura de los enfermos, de los desamparados y los heridos. Graduado con honores, ejerció la medicina hasta que, el mundo de los demonios se abría a su paso.

Los hombres Montbellay dada su devoción por la Iglesia eran elegidos para asumir el grado de Inquisidores, en representación de ellos. A la edad de veinticinco años, se decide por sus antecedentes que Monsieur Donnovan Constanzo Montbellay, renazca como un nuevo ser, para tomar los cargos de Inquisidor que pertenecían a su padre.

Decidido a obedecer los mandatos puestos sobre él, tomó el puesto correspondiente por derecho a su persona a ayudar a la representación de Dios en la Tierra al exterminio de los demonios que habían abandonado el camino de la virtud, y entregado sus cuerpos de forma errónea o accidental a la maldad absoluta.

En París, desempeña su cargo actual sin dejar de lado la profesión de médico, en pro de no abandonar a aquéllos que requieren sus servicios, de buen cristiano.