Marielle Stevens

Edad(s): 23 Años

Especie: Humano

Clase Social: Clase Alta

Orientación Sexual: Heterosexual

Lugar de Origen: Corea

Descripción Física

Descripción Psicologica

“Una niña en el cuerpo de una adulta” Esa es la mejor descripción que esta joven mujer de 22 años puede recibir; dotada de una imaginación que no posee límites y a la vez llena de amor para dar a las personas que ella crea se lo merecen, Marielle es una chica que inconscientemente se ha ganado el cartel de ser una “Pequeña Rebelde” dentro de la sociedad en la que vive. Sus creencias no van con lo establecido en Francia.
Odia las pelucas y le aburren las reuniones de gala, no es partidaria de los casamientos arreglados y mucho menos desea pasar el resto de su vida encerrada en casa a cargo de sus hijos. Al ser la menor de su familia su padre se ha encargado de darle todo lo que ella ha pedido, y pues a diferencia de sus hermanas, ella al no ser una inglesa completa siempre ha sido marginada por su madrastra y sus demás familiares. Aunque eso no le ha dado motivos para dejarse vencer por la depresión, es muy obstinada y cabeza dura, muchas veces puede estar equivocada en sus decisiones pero no los asume por temor a la vergüenza. No es partidaria de usar ropa formal todo el tiempo, a menudo su curiosidad y los deseos de vivir cosas nuevas le llevan a escabullirse de las grandes reuniones para ir a jugar al lago con dos de sus sirvientas.

A veces es muy inocente con las personas que conoce, o también puede ser muy agresiva si alguien no le inspira la confianza que merece, a pesar de ser tan joven ha aprendido a defenderse además de los requisitos necesarios que se les exige a las señoritas de la clase alta. Y pues que más por decir, es una mujer alegre, cariñosa, bondadosa, y solidaria, terca en ocasiones e infantil, desordenada e incluso a veces suele ser muy poco femenina.

Historia

“Cuidaré de ti siempre mi pequeña criatura, mi ángel que se le concedió un pedacito de cielo en su mirada”

Esas fueron las últimas palabras que pude escuchar de mi madre antes de que los médicos me prohibieran verla para siempre, su rostro lucía desgastado como la corteza de los árboles en el final de la fría temporada, sus manos estaban delgadas y tenía una piel sedosa y casi transparente, era increíble como aquella enfermedad le había arrebatado la belleza despampanante que mi progenitora había tenido en sus tiempos, aquella belleza natural con la que mi padre se había enamorado de ella.

Corría el año 1793 la epidemia de la tuberculosis había azotado una gran parte de la capital de Corea del sur, muchos aldeanos habían perecido ante la escases de medicamentos para poder salvar sus vidas, y eso también incluía a algunas personas de la clase social más alta. En aquel entonces era simplemente una niña de 14 años de edad que vivía en un templo humilde a la entrada de Seúl, mi madre era una mujer importante en la sociedad, había sido una de las pocas mujeres en aprender los dotes de la medicina y por ello había usado sus conocimientos para ayudar al cuerpo médico que en aquellos años se negaba completamente a admitir mujeres como algo más que una enfermera de ayuda. De mi padre nunca había sabido demasiado, muy pocas veces había escuchado a escondidas en los pasillos del templo relatos que decían que era un hombre de importancia, y que no era como una persona más en aquel pueblo, sino que un extranjero. Aunque eso jamás fue un secreto para mí, a diferencia de las niñas del pueblo yo no tenía una estatura pequeña, mi piel no era de un color amarillento y mis ojos parecían como dos estanques iluminados por el sol del mediodía, las consecuencias de una mezcla de razas habían quedado grabadas en mi cuerpo para ser enseñadas al mundo día a día. Mamá siempre me cuidó de todos los hombres que se acercaban a mí, ella no quería que yo corriese la misma suerte que había tenido ella al enamorarse de un hombre que jamás estaría a su lado, había sido la deshonra de su familia además de una rebelde que no podía seguir viviendo en una casa de honor con el fruto de un pecado carnal, yo. Una tarde en que llovía y las calles se llenaban poco a poco de grandes charcos parecidos a las lagunas de los alrededores pude ver como mamá caminaba casi sin fuerzas hasta la entrada de nuestra casa, como era de costumbre quise ir a saludarla, pero los brazos de la ajhuma Song Hwa impidieron que mis manos y mi amor llegaran hasta ella. – No te acerques Marielle tu madre trae la muerte en su espalda – Había sido la respuesta de aquella anciana regordeta con un rostro inflado antes de que mandase a llamar a los criados del lugar.

Song Hwa nos había acogido en su casa cuando mamá aún me cargaba en su vientre, en una noche muy parecida a esta y antes de que me diese a luz aquella anciana sin dudarlo había accedido a brindarle su apoyo a cambio de que le ayudara a mantener el culto a nuestros dioses, y así había sido hasta ese día. Se podría decir que crecí siendo criada como la cultura coreana nos permitía, no conocí los grandes lujos durante mi infancia y mucho menos la presencia de mi padre, sin embargo podía decir que era feliz, que el amor que en aquel lugar me daban era el que yo necesitaba. Pero ni con toda aquella felicidad pude lograr que mi enferma madre mejorara; los médicos le habían detectado aquella epidemia que tanto ella se había empecinado en no propagar y por ello la muerte se había desquitado condenándola como un campesino más, arrebatándole toda la vida que tenía que haber disfrutado a mi lado. Solo bastó un mes para que ella dejara de existir, la epidemia le absorbió por completo hasta solo dejarme un recuerdo vago de su sonrisa y una mirada llena de cariño hacia mi persona. No quise resignarme a su partida, no quise asumir que ahora estaría sola en el mundo pues Song Hwa no viviría toda la vida para cuidarme. - ¡OMMA! ¡REGRESA OMMA! – Lloré en su tumba hasta dormirme conservando una cadena con una imagen de ella y quién debería ser mi padre, un hombre adulto y elegante, quién a pesar de estar en una fotografía amarilla podía notar que sus ojos eran como los míos.

Los días que prosiguieron fueron tan grises como las cenizas del carbón al ser consumido por el fuego, sin embargo todo cambio cuando los primeros capullos florecieron y las flores de cerezo adornaron la ciudad. Una carroza se estacionó en frente del templo en que vivía, asustada al ver a personas extranjeras corrí a esconderme en mi habitación, Song Hwa fue quien los atendió, al parecer los conocía mucho mejor que yo, aunque no me di cuenta de eso hasta cuando uno de los criados del templo fue en mi búsqueda y me llevó a rastras al salón del té en donde pude ver al mismo hombre que estaba en mi collar, mis ojos se sorprendieron y mi boca se abrió, frente a mí estaba mi padre, aquel hombre que había desaparecido de nuestras vidas hacía más de 13 años atrás. Venía por mí, le había llegado una carta escrita por la anciana de que mi madre había fallecido, podía notar claramente que su atuendo era elegante en comparación al mío una simple vestimenta que parecía hecha de trapos viejos.


Al amanecer del día 23 de Julio abandoné para siempre aquel lugar que había sido mi hogar por tanto tiempo, llevando en mi maleta una foto de mi madre y unas cartas que Song Hwa había guardado para mí. – “Ábrelas cuando ya tengas la edad suficiente, tu madre me pidió eso antes de morir”- No Entendía el inglés, pero mi padre dominaba a la perfección el coreano, en constantes ocasiones pude ver la tristeza en sus ojos, la muerte de mamá le había afectado a pesar de que nunca más le había visto. Fue él quien me explico que nos iríamos a Inglaterra a vivir con su actual esposa y sus dos hijos, ellos cuidarían de mí y me darían la mejor educación, pero a cambio mi nombre sería otro, ya no existiría la extrovertida Go Ah Ra, sino que la elegante “Marielle Stevens” la hija menor del médico más reconocido de Londres John Stevens.

Fue así como pasaron los años y me volví una mujer de letras y a la vez un buen partido para muchos jóvenes que ostentaron poseer mi mano, incluso hombres importantes en la capital, pero mi padre a ninguno cedió y yo mucho menos, y es que a pesar de que mi madrastra estaba en contra de sus decisiones, papá solo quería que conociese a alguien que quisiera, por muy extraño que sonase para la época en la que estábamos viviendo, quizás compensando de aquella forma el abandono que a mi madre y a mí nos había hecho, o tal vez porque de verdad sentía que eso debía ser lo correcto. Finalmente nos mudamos a Francia, pues una buena oferta de trabajo le había surgido a papá, y además mi madrastra se había enfermado por lo que el mejor tratamiento lo recibiría en la capital en donde estaban los especialistas para curarle. Así es como nos embarcamos muy temprano en la mañana junto a mi hermano George y nuestros padres, esperando a que todo mejorase en Francia.

Otros Datos de Interés

Gustos:
• Ama beber leche caliente en las noches de luna llena.
• Suele pasar trepada en los árboles cuando no quiere asistir a reuniones de la alta sociedad.
• Adora salir a caminar por los alrededores de la ciudad o los lugares silvestres.
• Es una amante de los gatos, de hecho tiene una gatita pequeña que se llama Clarise.

Disgustos:
• Odia usar pelucas.
• Se ahoga con los corceles demasiados apretados.
• No le gusta que le mientan.
• Las personas altaneras son sus peores enemigos.

My Inner Darkness™, Absen 2012