AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
La primera sombra
2 participantes
Página 1 de 1.
La primera sombra
Habían pasado ya dos meses desde que decidí abandonar mi hogar para partir en busca de una persona, que empezaba a dudar si realmente encontraría. Habían pasado dos meses, desde aquel día en el que Connor se cruzó en mi vida para finalmente acompañarme en un viaje en el que quizás ya no me encontrase con vida si no fuese por él. En todo momento supe, que aventurandome a lugares desconocidos sin apenas recursos, encontraría dificultades y peligros; pero jamás que unos feroces lobos intentasen devorarme al empezar el camino, que mis planes se vienes torcidos por un par de ancianos, ocupas de mi casa, y que unos piratas deseosos de venganza hacia mi acompañante, pensasen tan si quiera violarme tras haberlo hecho con todas las mujeres de una tripulación. De mi mente, emanaban dudas, miedos, incertidumbres y a la vez pena, pena por pensar que quizás mis mayores esperanzas se viesen retenidas por un ápice de realidad.
Me encontraba acostada en la cama de aquel gran camarote. Había pasado ahí los días desde que por una imbecilidad de mi persona decidí emborracharme sin importar el después. Ese después formado de arrepentimientos, vómitos, mareos, dolores de cabeza y un dolor más punzante aun de vientre tras la paliza que me había buscado hacia unas semanas. me daba vergüenza salir a cubierta y que quizás los inquilinos me mirasen con otros ojos, distintos a los del principio. Era un señorita, adinerada, de casi veinticinco años, con la ropa estropeada y casi desnuda que había pasado una noche bebiendo junto a un hombre casi desconocido y que no se acordaba de prácticamente nada de lo ocurrido. Maldije mil veces aquella noche y desee que la tierra me tragase sin dudas, pero claro, tenía tan mala suerte que incluso deseaba aquello en medio del mar, en un punto medio entre España y Italia, donde la única tierra existente se encontraba a metro y metros de profundidad. Casi siempre me hallaba envuelta en las sábanas, pues las mujeres a veces entraban y salían en el camarote buscando una respuesta sincera a mi estado. Por suerte, aquella resaca había quedado semanas atrás y el dolor del vientre ya se había esfumado, por lo que el rostro y la esperanza de las mujeres, se avivaban por días. - Señorita, ya puede verse Italia desde nuestra posición- comentó una de las señoras que había entrado en el camarote deseosa de expresarlo -¡Oh dios! ¡Por fin! No aguantaba más en ese lugar!- dije, tirando mi cuerpo en la cama, quedando acostaba y boca arriba con los brazos bien abiertos, mientras aquella mujer se marchaba. Volví a incorporarme, y esta vez, me puse en pie. Observé la habitación y no pude evitar sentir una terrible sensación. La cama en la que había yacido durante el trayecto, la habitación en la que me encontraba, incluso la gran gabardina de motivos dorados que me estaba poniendo para tener algo con lo que cubrirme, todo, pertenecía a un hombre ya muerto. Me causaba autentico pavor tener que hacer aquello, pero ¿Salir de aquella guisa? Ni en sueños. Me abroché aquella chaqueta de quizás cuatro tallas superiores a la mía, y salí de aquella oscura habitación, deseando otear el horizonte.
Nada más salir, bajé las escalerillas que me llevarían hacia cubierta e inspeccioné aquella masa de tierra y bajos edificios que se cernían frente a mi. No reí, pero tampoco me disgusté. No comenté nada, a diferencia de mi llegada a España. Simplemente, observé mi destino, para dirigir después mi mirada hacia Connor, esperando que se encontrase cerca – Esto no va a ser fácil… Italia, Italia es demasiados lugares a la vez y no sabemos a cual de ellos decidió partir ese tal Bruce. Alguien, en algún lugar, debe de recordarle, algún registro en algún hotel, alguna señal… ¿Pero donde? ¿Y si no es él la pista del asesinato de mi madre? ¿y si hemos hecho este viaje a Italia para nada?- me crucé de brazos y dejé que la brisa meciese mis cabellos como quisiese. Las dudas que podían palparse claramente, me tenían sumidas en una profunda desesperación –Es ridículo. No voy a encontrarle así porque sí. Lo mejor será que cuando lleguemos, compremos ropa con el dinero que Jones tenía guardado, que nos alojemos en algún hotel y pensemos que vamos a hacer con más tranquilidad en una habitación-
Esperé todo el tiempo que tardamos en atracar el barco en puerto, apoyada en una de las barandillas laterales del barco. Sentía que me adentraba en un lugar demasiado desconocido para mí, sabía que aquello iba a ser como buscar una aguja en un pajar. En ningún momento había tenido las esperanzas de reencontrarme con mi madre, los muertos no resucitan por supuesto, pero si que las había albergado en resolver aquel enigma y demostrarle a mi padre que se equivocaba. Mi padre… seguramente ya me estarían buscando algunos…quizá otros ya me diesen por muerta. Cuando por fin podíamos decir que nos encontrábamos con los pies en Italia, dejamos el barco atracado con intenciones de no volver a tomarlo. Las mujeres, desaparecieron tras una despedida, buscando otra vida o quizás la forma de volver a España. Recordé a aquella niña, que tan risueña se había acercado a mí para enseñarme su muñeca. Ya no estaba, se había quedado en el camino y aquello me dolió. No pude evitar encontrarme demasiado triste, Connor seguramente ya se habría percatado de ello, pero si preguntaba, no iba a responder. Si supiese que sentía miedo, que quizás llegase a arrepentirme de haber recorrido el camino y haber sobrepasado todos los obstáculos, quizás la tomase conmigo y se enfadase de una forma épica. Era lo justo, por lo que le entendería, pero no era precisamente una discusión lo que necesitaba.
Italia era… ¿Cómo decirlo? Un lugar bohemio. Mucho mas tranquilo que Francia, con paisajes más rurales pero a la vez más bellos que los de mi tierra natal. Las calles, aun de piedra, eran mas anchas de lo normal y algunas casas seguían manteniendo la estructura antigua. De igual forma, podía verse como aquello solo formaba parte del puerto. Cuando comenzamos a andar, unas manzanas mas adelante, el paisaje de tornó un tanto más moderno y más delicado. Con plazas adornadas de fuentes y edificios modernos y altos –No se que pueblo es este, pero de seguro que no es el lugar preferido por los turistas para alojarse. Roma, es la capital de Italia, el lugar preferido por los viajeros y quizás el que más probabilidades tenga de ser el elegido por Bruce. Pero no se si estará muy lejos de aquí.- coloqué mis manos sobre mis caderas –Bien. Yo no aguanto más con esto puesto. Y quiero una bañera y una cama en condiciones, y tu necesitas lo mismo, así que…- sin más palabras, me dirigí hacia una de las tiendas situadas a los pies de los edificios, la cual parecía especializarse en sastrería y ropajes. No me había equivocado, había vestidos y demás ropajes de distintas telas y distintos colores, no era lujosa, pero si bonita. Mientras tomaba una prenda tras otra, las cuales al ojo me parecieron de mi talla, noté como el vendedor me miraba fijamente, asombrado -¡Ladrones! Los muy sinvergüenzas nos han robado a mi marido y a mi- dije, moviendo mi cabeza en dirección a Connor, mi ‘’marido’’, era gracioso – Y nos han destrozado la ropa y por eso llevo puesta la chaqueta de mi marido. Menos mal que las mujeres siempre sabemos donde guardar el dinero ¿Verdad, cariño?- aquello quizás era un comentario demasiado vergonzoso para un marido, que la mujer manejase el dinero, pero como no lo era en realidad, me dio exactamente igual las reacciones que se revelasen con aquellas palabras. Tomé un par de faldas y un par de camisas, mudas de ropa interior de igual calidad y parecido a las anteriores,zapatos y me di el capricho de hacerme con un vestido que me pareció precioso, de color morado y liso, veraniego y muy fino; conjuntado con un tocado en forma de flor que le aportaba un toque muy juvenil. Sabía que aquello era serio, que no se daría la ocasión, que no necesitaría un vestido tan arreglado y elegante para nada... pero sentí el impulso de comprármelo, sentí que lo necesitaría. Pagué los ropajes con el dinero que guardé bajo mi ropa interior, por suerte, teníamos más.
-¿Necesitas algo más? Si no, vayamos a buscar un hotel ya que quiero vestirme, y que no sea uno cualquiera- dije, sonriendo, al salir de la tienda. Y lo dije en serio, echaba de menos un poco de calidad. Me dejé guiar por el lujo aparente de las fachadas y elegí hotel. Pero esta vez, dejé que fuese Connor quien registrase las habitaciones. Tras comprobar que ni borracha había intentado tocarme un pelo y sentirme irremediablemente poco agraciada, decidí que aquello no iba a quedar así. Me daba curiosidad saber cuantas habitaciones reservaría él, y que excusas expondría.
Me encontraba acostada en la cama de aquel gran camarote. Había pasado ahí los días desde que por una imbecilidad de mi persona decidí emborracharme sin importar el después. Ese después formado de arrepentimientos, vómitos, mareos, dolores de cabeza y un dolor más punzante aun de vientre tras la paliza que me había buscado hacia unas semanas. me daba vergüenza salir a cubierta y que quizás los inquilinos me mirasen con otros ojos, distintos a los del principio. Era un señorita, adinerada, de casi veinticinco años, con la ropa estropeada y casi desnuda que había pasado una noche bebiendo junto a un hombre casi desconocido y que no se acordaba de prácticamente nada de lo ocurrido. Maldije mil veces aquella noche y desee que la tierra me tragase sin dudas, pero claro, tenía tan mala suerte que incluso deseaba aquello en medio del mar, en un punto medio entre España y Italia, donde la única tierra existente se encontraba a metro y metros de profundidad. Casi siempre me hallaba envuelta en las sábanas, pues las mujeres a veces entraban y salían en el camarote buscando una respuesta sincera a mi estado. Por suerte, aquella resaca había quedado semanas atrás y el dolor del vientre ya se había esfumado, por lo que el rostro y la esperanza de las mujeres, se avivaban por días. - Señorita, ya puede verse Italia desde nuestra posición- comentó una de las señoras que había entrado en el camarote deseosa de expresarlo -¡Oh dios! ¡Por fin! No aguantaba más en ese lugar!- dije, tirando mi cuerpo en la cama, quedando acostaba y boca arriba con los brazos bien abiertos, mientras aquella mujer se marchaba. Volví a incorporarme, y esta vez, me puse en pie. Observé la habitación y no pude evitar sentir una terrible sensación. La cama en la que había yacido durante el trayecto, la habitación en la que me encontraba, incluso la gran gabardina de motivos dorados que me estaba poniendo para tener algo con lo que cubrirme, todo, pertenecía a un hombre ya muerto. Me causaba autentico pavor tener que hacer aquello, pero ¿Salir de aquella guisa? Ni en sueños. Me abroché aquella chaqueta de quizás cuatro tallas superiores a la mía, y salí de aquella oscura habitación, deseando otear el horizonte.
Nada más salir, bajé las escalerillas que me llevarían hacia cubierta e inspeccioné aquella masa de tierra y bajos edificios que se cernían frente a mi. No reí, pero tampoco me disgusté. No comenté nada, a diferencia de mi llegada a España. Simplemente, observé mi destino, para dirigir después mi mirada hacia Connor, esperando que se encontrase cerca – Esto no va a ser fácil… Italia, Italia es demasiados lugares a la vez y no sabemos a cual de ellos decidió partir ese tal Bruce. Alguien, en algún lugar, debe de recordarle, algún registro en algún hotel, alguna señal… ¿Pero donde? ¿Y si no es él la pista del asesinato de mi madre? ¿y si hemos hecho este viaje a Italia para nada?- me crucé de brazos y dejé que la brisa meciese mis cabellos como quisiese. Las dudas que podían palparse claramente, me tenían sumidas en una profunda desesperación –Es ridículo. No voy a encontrarle así porque sí. Lo mejor será que cuando lleguemos, compremos ropa con el dinero que Jones tenía guardado, que nos alojemos en algún hotel y pensemos que vamos a hacer con más tranquilidad en una habitación-
Esperé todo el tiempo que tardamos en atracar el barco en puerto, apoyada en una de las barandillas laterales del barco. Sentía que me adentraba en un lugar demasiado desconocido para mí, sabía que aquello iba a ser como buscar una aguja en un pajar. En ningún momento había tenido las esperanzas de reencontrarme con mi madre, los muertos no resucitan por supuesto, pero si que las había albergado en resolver aquel enigma y demostrarle a mi padre que se equivocaba. Mi padre… seguramente ya me estarían buscando algunos…quizá otros ya me diesen por muerta. Cuando por fin podíamos decir que nos encontrábamos con los pies en Italia, dejamos el barco atracado con intenciones de no volver a tomarlo. Las mujeres, desaparecieron tras una despedida, buscando otra vida o quizás la forma de volver a España. Recordé a aquella niña, que tan risueña se había acercado a mí para enseñarme su muñeca. Ya no estaba, se había quedado en el camino y aquello me dolió. No pude evitar encontrarme demasiado triste, Connor seguramente ya se habría percatado de ello, pero si preguntaba, no iba a responder. Si supiese que sentía miedo, que quizás llegase a arrepentirme de haber recorrido el camino y haber sobrepasado todos los obstáculos, quizás la tomase conmigo y se enfadase de una forma épica. Era lo justo, por lo que le entendería, pero no era precisamente una discusión lo que necesitaba.
Italia era… ¿Cómo decirlo? Un lugar bohemio. Mucho mas tranquilo que Francia, con paisajes más rurales pero a la vez más bellos que los de mi tierra natal. Las calles, aun de piedra, eran mas anchas de lo normal y algunas casas seguían manteniendo la estructura antigua. De igual forma, podía verse como aquello solo formaba parte del puerto. Cuando comenzamos a andar, unas manzanas mas adelante, el paisaje de tornó un tanto más moderno y más delicado. Con plazas adornadas de fuentes y edificios modernos y altos –No se que pueblo es este, pero de seguro que no es el lugar preferido por los turistas para alojarse. Roma, es la capital de Italia, el lugar preferido por los viajeros y quizás el que más probabilidades tenga de ser el elegido por Bruce. Pero no se si estará muy lejos de aquí.- coloqué mis manos sobre mis caderas –Bien. Yo no aguanto más con esto puesto. Y quiero una bañera y una cama en condiciones, y tu necesitas lo mismo, así que…- sin más palabras, me dirigí hacia una de las tiendas situadas a los pies de los edificios, la cual parecía especializarse en sastrería y ropajes. No me había equivocado, había vestidos y demás ropajes de distintas telas y distintos colores, no era lujosa, pero si bonita. Mientras tomaba una prenda tras otra, las cuales al ojo me parecieron de mi talla, noté como el vendedor me miraba fijamente, asombrado -¡Ladrones! Los muy sinvergüenzas nos han robado a mi marido y a mi- dije, moviendo mi cabeza en dirección a Connor, mi ‘’marido’’, era gracioso – Y nos han destrozado la ropa y por eso llevo puesta la chaqueta de mi marido. Menos mal que las mujeres siempre sabemos donde guardar el dinero ¿Verdad, cariño?- aquello quizás era un comentario demasiado vergonzoso para un marido, que la mujer manejase el dinero, pero como no lo era en realidad, me dio exactamente igual las reacciones que se revelasen con aquellas palabras. Tomé un par de faldas y un par de camisas, mudas de ropa interior de igual calidad y parecido a las anteriores,zapatos y me di el capricho de hacerme con un vestido que me pareció precioso, de color morado y liso, veraniego y muy fino; conjuntado con un tocado en forma de flor que le aportaba un toque muy juvenil. Sabía que aquello era serio, que no se daría la ocasión, que no necesitaría un vestido tan arreglado y elegante para nada... pero sentí el impulso de comprármelo, sentí que lo necesitaría. Pagué los ropajes con el dinero que guardé bajo mi ropa interior, por suerte, teníamos más.
-¿Necesitas algo más? Si no, vayamos a buscar un hotel ya que quiero vestirme, y que no sea uno cualquiera- dije, sonriendo, al salir de la tienda. Y lo dije en serio, echaba de menos un poco de calidad. Me dejé guiar por el lujo aparente de las fachadas y elegí hotel. Pero esta vez, dejé que fuese Connor quien registrase las habitaciones. Tras comprobar que ni borracha había intentado tocarme un pelo y sentirme irremediablemente poco agraciada, decidí que aquello no iba a quedar así. Me daba curiosidad saber cuantas habitaciones reservaría él, y que excusas expondría.
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
Fueron suficientes días trabajando codo con codo con aquella multitud de mujeres hasta que por fin se divisaba tierra. Envié a una de ellas a que fuese a informar a Helena mientras yo mantenía el rumbo del barco, directo al muelle. Ordené y presté ayuda para poner el barco a media vela y que la velocidad se redujese así como mejorandu su maniobrabilidad para, tiempo despues, disponernos a dejar caer el ancla. Era increible ver el avance del tiempo allí, donde el navío pirata se veía rodeado por otros barcos de motor a vapor que avanzaban hacia la dirección deseada sin tener en cuenta el viento. Los observé detenidamente, pensativo, hasta que Helena apareció en cubierta. La acompañé mientras las mujeres desembarcaban y ella expresaba sus pensamientos en palabras, pero no sentí ganas de entabla conversación en ese momento, me encontraba cansado.
Una vez en tierra finalmente, repartí el dinero que había dentro de aquel cofre entre todas ellas. Sobra decir que me quedé una parte para mi y otra para Helena, de modo que sacamos mayor tajada. No me importaba quedar como un hombre injusto, uno más del montón, pero si no fuera por él todas estarían siendo ahora mismo víctimas del esclavismo en esas mismas tierras. Una a una se fueron marchando, alegres de tener nuevamente su libertad, salvo la muchacha francesa que parecía triste. Obvié aquel rostro que gastaba en aquellos momentos y me acerqué al jefe del puerto, donde mantuvimos una conversación bastante ligera sobre el navío, cuyo precio le vendí lo suficientemente bajo como para que aceptase sin rechistar. Era antiguo, de vela, pero grande y útil para transporte mercantil. Me embolsé una cantidad curiosa a pesar de todo al juntarlo con lo repartido del botín de Jones, seguramente la mitad del pago por el trabajo que tenía que realizar... y que nunca terminará.
Helena comenzó relatar sobre la posibilidad de ir a Roma, donde posiblemente el tal Bruce podría estar debido a que era la capital de Italia, pero coincidí con ella en ir a comprar alguna cosilla que ponernos por encima, ya que la constante mirada de todos los transeuntes me empezaba a violentar en exceso. Además, poder tener alguna habitación y un buen baño no podía ser más apetecible... ¿Qué ocurre? Un hombre también puede disfrutar de esas cosas...
La muchacha se adelantó a una tienda donde comenzó a mirar distintos trapitos, haciéndose pasar por mi mujer y alegando que unos ladrones nos habían desvalijado. Sus palabras sobre su manejo del dinero hicieron que el tendero me mirase extrañado de que no fuese yo quien llevara las cuentas monetarias. Sinceramente, me importó un cuerno.
En cuanto a mi, me agencié una nueva blusa ancha de color carmesí junto con un chaleco de cuero negro sin mangas, elegante, adornado con tintes plateados de zarzas y algo parecido a unas rosas, con unos trazos bastante disimulados pero vistosos. Cabe decir, además, que me compré un nuevo sombrero del mismo estilo del que perdí sumando también una chaqueta oscura similar a la que llevaba Jones, pero más fina, de una piel con menos grosor y más cómoda. Tras todas las compras, nos dirigimos hacia un hostal donde poder alojarnos ya que la noche comenzaba a caer. Me encargué de asegurarnos una habitación para ambos, ya le explicaría a Helena por qué. El "botones" por así decirlo, un muchacho un poco más bajo que yo por unos centímetros, pero tremendamente atractivo, de tez blanquecina casi nívea y unos cabellos oscuros y bien recortados, dotado con la belleza de una singular mirada azul cielo se plantó ante nosotros -¿Llevan algún equipaje los señores? Puedo llevarlos, además de guiaros hacia vuestras habitaciones...- sonrió, encantador -Nuestra, nuestra habitación. Es una sola- arqueó una ceja, coqueto, mirando a Helena -¿Ah, sí? Lo lamento... muchísimo- dirigió su mirada hacia mi -Aún no me han comunicado eso. Dispenseme un segundo, no tardaré- se marchó un momento y regresó tan rápido y viril como se marchó. Me bastó ese lapsus de tiempo para observar sus movimientos: él no era quien aparentaba ser. Sus movimientos precisos, su piel mortecina, aquella mirada trascendental, el aire arcaico que le rodeaba y sobretodo su imperecedero magnetismo, aquel atractivo natural que era capaz de embaucar incluso al hombre más "macho" jamás existente. No lo dudé por mucho tiempo, ese joven era un vampiro, neonato, pero vampiro. Lo peor no era que lo fuese, sino que se había fijado en Helena, pues a penas me miraba o me hablaba, solo a ella.
Nos guió hacia nuestra habitación y acomodó las ropas compradas en una cama de matrimonio tan hermosa como la habitación -Si necesitan algo, no duden en bajar al hall para avisarme. Sea cual sea la petición, estaré dispuesto a serviros, mi señora- una vez más, sonrió con aquella extravagante e hipnotizante prepotencia, solo y exclusivamente dedicado a Helena. Supuse que la muchacha debía de estar fascinada por sus encantos ya que era la primera vez que estaba ante uno. Es más, seguramente ignoraba qué escondía su naturaleza. Sea como fuere, intervine antes de que aquella virginal muchacha terminase sucumbiendo a su depredador en la sombra, se deshonrara mientras yo dormía y terminase siendo víctima de una lujuria que la dejaría sin alma -No necesitamos nada. Márchate- tajé la conversación para desagrado del neófito que me miró con desdén. Asintió y se marchó cerrando con suavidad -Hermoso muchacho ¿verdad? Te ha gustado- me dirigí hacia el baño y lo inspeccioné, era solo una habitación con la bañera y poco más para el aseo personal -Creo que es recíproco...- pasé a la habitación otra vez y repasé la cama con las manos, despacio. Mi tono de voz no dejaba entrever cualquier altivez o autoridad, simplemente intentaba sacarla de cualquier embrujo que pudiese estar afectándola -Esto no es un viaje de placer, niña. Recuérdalo. Estamos buscando a ese Bruce como se llame- me relajé y suspiré al ver que la habitación parecía estar limpia de cualquier agujero, arañazo o presencia que pudiese estar espiando. Aun así, las paredes y ventanas tienen infinitos oidos para los vampiros -De todas formas, querida, puedes darte un baño y relajarte, ha sido un largo y agotador viaje- fingí el papel que anteriormente se me otorgó, el de marido -He de admitir que nos sería más fácil conseguir ciertas... cosas haciéndonos pasar por marido y mujer, tal y como dijiste al tendero- preparé la ropa que me había comprado en la cama, estirándola y alisándola -He adquirido solo una habitación para poder protegerte como es adecuado. El tiempo que tarde en poder llegar desde la mía hasta aquí podría marcar la diferencia. Dormiré en el sillón que está ahí- señalé hacia un sillón de encaje color corinto que había cerca de los pies de la cama -Tú en la cama- una vez terminada mi labor con respecto a la ropa, me dirigí hacia dicha butaca y me dejé caer sobra ella, reposando la espalda por fin. Casi no había dormido en los días de viaje en alta mar que faltaban -También puedes bañarte tranquila, no creo que me de por entrar a observar tu cuerpo- me llevé la mano a la cara y me acaricié las sienes con los dedos -Yo estaré descansando un poco... Piensa si quieres ir a alguna parte o dormir hasta mañana- permanecí pensativo unos segundos hasta que alcé la mano con el dedo índice estirado -Por cierto, un último apunte... NO salgas de aquí, de esta habitación, sin mi ¿entendido?- dije amablemente, casi risueño, pero con autoridad. Sabía qué podía ocurrir si ella salía sin mi, conocía perfectamente los protocolos de esas criaturas.
Una vez se decidiera por lo que iba a hacer, yo permanecí en el sillón durante largo rato hasta que me levanté y miré por la ventana del balcón que daba lugar a una calle iluminada por diversos candiles, recorrida por carruajes y varias personas de vida nocturna que acababan de salir de sus casas. Era temprano y aún había familias o parejas deambulando de un lugar a otro, dispuestos a ver teatros o diversos tipos de entretenimiento sobre ocio. Pero lo más inquietante, fue aquella sombra que me pareció percibir, nuevamente, en un tejado. Me recordó a la que descubrí en la mansión de Helena, donde aquellos dos ancianos. En aquel entonces, pensé que sería una visión oportuna, pero esta vez estaba seguro de haber visto algo moverse justo cuando miré; era rápido, demasiado rápido. No era humano.
Miré hacia la luna que empezaba a escalar en el cielo oscuro, sentí cierta impotencia nerviosa sobre Helena, esa mujer testaruda e ignorante a la que acompañaba. Debía protegerla sea como sea, no por mero hecho de sentir cierta simpatía ni porque me lo encargase su padre a cambio de una gran suma de dinero. El tema empezó a ser personal esa noche, pues alguna criatura del abismo la estaba siguiendo. Lo comprendí en aquel mismo instante en el que la luna parecía brillar más triste que nunca, iluminando el balcón, mi presencia y aquella zona de la habitación...
Una vez en tierra finalmente, repartí el dinero que había dentro de aquel cofre entre todas ellas. Sobra decir que me quedé una parte para mi y otra para Helena, de modo que sacamos mayor tajada. No me importaba quedar como un hombre injusto, uno más del montón, pero si no fuera por él todas estarían siendo ahora mismo víctimas del esclavismo en esas mismas tierras. Una a una se fueron marchando, alegres de tener nuevamente su libertad, salvo la muchacha francesa que parecía triste. Obvié aquel rostro que gastaba en aquellos momentos y me acerqué al jefe del puerto, donde mantuvimos una conversación bastante ligera sobre el navío, cuyo precio le vendí lo suficientemente bajo como para que aceptase sin rechistar. Era antiguo, de vela, pero grande y útil para transporte mercantil. Me embolsé una cantidad curiosa a pesar de todo al juntarlo con lo repartido del botín de Jones, seguramente la mitad del pago por el trabajo que tenía que realizar... y que nunca terminará.
Helena comenzó relatar sobre la posibilidad de ir a Roma, donde posiblemente el tal Bruce podría estar debido a que era la capital de Italia, pero coincidí con ella en ir a comprar alguna cosilla que ponernos por encima, ya que la constante mirada de todos los transeuntes me empezaba a violentar en exceso. Además, poder tener alguna habitación y un buen baño no podía ser más apetecible... ¿Qué ocurre? Un hombre también puede disfrutar de esas cosas...
La muchacha se adelantó a una tienda donde comenzó a mirar distintos trapitos, haciéndose pasar por mi mujer y alegando que unos ladrones nos habían desvalijado. Sus palabras sobre su manejo del dinero hicieron que el tendero me mirase extrañado de que no fuese yo quien llevara las cuentas monetarias. Sinceramente, me importó un cuerno.
En cuanto a mi, me agencié una nueva blusa ancha de color carmesí junto con un chaleco de cuero negro sin mangas, elegante, adornado con tintes plateados de zarzas y algo parecido a unas rosas, con unos trazos bastante disimulados pero vistosos. Cabe decir, además, que me compré un nuevo sombrero del mismo estilo del que perdí sumando también una chaqueta oscura similar a la que llevaba Jones, pero más fina, de una piel con menos grosor y más cómoda. Tras todas las compras, nos dirigimos hacia un hostal donde poder alojarnos ya que la noche comenzaba a caer. Me encargué de asegurarnos una habitación para ambos, ya le explicaría a Helena por qué. El "botones" por así decirlo, un muchacho un poco más bajo que yo por unos centímetros, pero tremendamente atractivo, de tez blanquecina casi nívea y unos cabellos oscuros y bien recortados, dotado con la belleza de una singular mirada azul cielo se plantó ante nosotros -¿Llevan algún equipaje los señores? Puedo llevarlos, además de guiaros hacia vuestras habitaciones...- sonrió, encantador -Nuestra, nuestra habitación. Es una sola- arqueó una ceja, coqueto, mirando a Helena -¿Ah, sí? Lo lamento... muchísimo- dirigió su mirada hacia mi -Aún no me han comunicado eso. Dispenseme un segundo, no tardaré- se marchó un momento y regresó tan rápido y viril como se marchó. Me bastó ese lapsus de tiempo para observar sus movimientos: él no era quien aparentaba ser. Sus movimientos precisos, su piel mortecina, aquella mirada trascendental, el aire arcaico que le rodeaba y sobretodo su imperecedero magnetismo, aquel atractivo natural que era capaz de embaucar incluso al hombre más "macho" jamás existente. No lo dudé por mucho tiempo, ese joven era un vampiro, neonato, pero vampiro. Lo peor no era que lo fuese, sino que se había fijado en Helena, pues a penas me miraba o me hablaba, solo a ella.
Nos guió hacia nuestra habitación y acomodó las ropas compradas en una cama de matrimonio tan hermosa como la habitación -Si necesitan algo, no duden en bajar al hall para avisarme. Sea cual sea la petición, estaré dispuesto a serviros, mi señora- una vez más, sonrió con aquella extravagante e hipnotizante prepotencia, solo y exclusivamente dedicado a Helena. Supuse que la muchacha debía de estar fascinada por sus encantos ya que era la primera vez que estaba ante uno. Es más, seguramente ignoraba qué escondía su naturaleza. Sea como fuere, intervine antes de que aquella virginal muchacha terminase sucumbiendo a su depredador en la sombra, se deshonrara mientras yo dormía y terminase siendo víctima de una lujuria que la dejaría sin alma -No necesitamos nada. Márchate- tajé la conversación para desagrado del neófito que me miró con desdén. Asintió y se marchó cerrando con suavidad -Hermoso muchacho ¿verdad? Te ha gustado- me dirigí hacia el baño y lo inspeccioné, era solo una habitación con la bañera y poco más para el aseo personal -Creo que es recíproco...- pasé a la habitación otra vez y repasé la cama con las manos, despacio. Mi tono de voz no dejaba entrever cualquier altivez o autoridad, simplemente intentaba sacarla de cualquier embrujo que pudiese estar afectándola -Esto no es un viaje de placer, niña. Recuérdalo. Estamos buscando a ese Bruce como se llame- me relajé y suspiré al ver que la habitación parecía estar limpia de cualquier agujero, arañazo o presencia que pudiese estar espiando. Aun así, las paredes y ventanas tienen infinitos oidos para los vampiros -De todas formas, querida, puedes darte un baño y relajarte, ha sido un largo y agotador viaje- fingí el papel que anteriormente se me otorgó, el de marido -He de admitir que nos sería más fácil conseguir ciertas... cosas haciéndonos pasar por marido y mujer, tal y como dijiste al tendero- preparé la ropa que me había comprado en la cama, estirándola y alisándola -He adquirido solo una habitación para poder protegerte como es adecuado. El tiempo que tarde en poder llegar desde la mía hasta aquí podría marcar la diferencia. Dormiré en el sillón que está ahí- señalé hacia un sillón de encaje color corinto que había cerca de los pies de la cama -Tú en la cama- una vez terminada mi labor con respecto a la ropa, me dirigí hacia dicha butaca y me dejé caer sobra ella, reposando la espalda por fin. Casi no había dormido en los días de viaje en alta mar que faltaban -También puedes bañarte tranquila, no creo que me de por entrar a observar tu cuerpo- me llevé la mano a la cara y me acaricié las sienes con los dedos -Yo estaré descansando un poco... Piensa si quieres ir a alguna parte o dormir hasta mañana- permanecí pensativo unos segundos hasta que alcé la mano con el dedo índice estirado -Por cierto, un último apunte... NO salgas de aquí, de esta habitación, sin mi ¿entendido?- dije amablemente, casi risueño, pero con autoridad. Sabía qué podía ocurrir si ella salía sin mi, conocía perfectamente los protocolos de esas criaturas.
Una vez se decidiera por lo que iba a hacer, yo permanecí en el sillón durante largo rato hasta que me levanté y miré por la ventana del balcón que daba lugar a una calle iluminada por diversos candiles, recorrida por carruajes y varias personas de vida nocturna que acababan de salir de sus casas. Era temprano y aún había familias o parejas deambulando de un lugar a otro, dispuestos a ver teatros o diversos tipos de entretenimiento sobre ocio. Pero lo más inquietante, fue aquella sombra que me pareció percibir, nuevamente, en un tejado. Me recordó a la que descubrí en la mansión de Helena, donde aquellos dos ancianos. En aquel entonces, pensé que sería una visión oportuna, pero esta vez estaba seguro de haber visto algo moverse justo cuando miré; era rápido, demasiado rápido. No era humano.
Miré hacia la luna que empezaba a escalar en el cielo oscuro, sentí cierta impotencia nerviosa sobre Helena, esa mujer testaruda e ignorante a la que acompañaba. Debía protegerla sea como sea, no por mero hecho de sentir cierta simpatía ni porque me lo encargase su padre a cambio de una gran suma de dinero. El tema empezó a ser personal esa noche, pues alguna criatura del abismo la estaba siguiendo. Lo comprendí en aquel mismo instante en el que la luna parecía brillar más triste que nunca, iluminando el balcón, mi presencia y aquella zona de la habitación...
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Vale, quizá aquello último que pensé se salía de lugar y era totalmente incorrecto para mi persona. Pero si que era verdad, que no pude evitar dejarme llevar por las palabras de aquella mujer y tener la curiosidad de saber si eran o no ciertas. La idea, de que quizá Connor tuviese deseos de satisfacer sus necesidades como hombre de treinta y tantos años y que o se lo impidiese me inquietaba, pero aún más me inquietaba la idea de que aquel hombre fuese uno más, como Jones, y desease satisfacerse con cualquier mujer... excepto una poco agraciada, como lo sería yo si la segunda opción fuese la verdadera. La verdad, es que por pensar todo aquello mi castigo fue la impotencia de lo que ocurrió después.
Al llegar a aquel pequeño hotel, dejé que fuese Connor quien registrase las habitaciones. Sabia, que iba a alquilar un par de ella, y por ello, quería sonsacarle un porqué. Un porqué un tanto sincero, que aclarase lo que verdaderamente pensaba. Así, que esperé tranquila en una de las esquinas de recepción. Cuando me percaté, que de mi acompañante se alejaba de la mesa de recepción y rápidamente acudía un sirviente a nuestra llegada, me acerqué a ellos. Me sentí sorprendentemente bien, lujo, comodidades, sirvientes... al menos pasaría una noche apacible en medio de tanta tempestad de incomodidades. Al oír las palabras amables del botones, quise responderlas de la misma forma, pero tuve que callar. Primero, porque quedé obnubilada por el encanto físico de aquel muchacho. Como describirlo, no me sentía enamorada, pues lo sabría de serlo; mas bien... quedé perpleja por su belleza y porque atraía bastante. Lo segundo que me calló fueron las palabras de Connor, las cuales me sacaron de mi observación que casi parecía un sueño -¿Una habitación?- dije, volviéndome hacia mi acompañante y lanzándole una mirada serie y desconcertante. ¿Por qué una habitación? Aquello fue el vaso de agua fría que hizo que me diese cuenta de que acababa de ser castigada por mi impertinente ocurrencia. ¿Qué planeaba alquilando sólo una habitación? Olvidé aquello, con las nuevas palabras dulces del muchacho. No pude evitar sonreírle, mirarle bien y no supe porqué. No es que yo fuese una ricachona de las que maltratan a sus sirvientes, pero no solía mostrarles esas miradas a no ser que los conociese desde mi infancia. Aquel sirviente se marchó unos instantes, dudoso del alquiler de la habitación. Era el momento. -¿Una habitación? ¿Por qué una habitación?- quise preguntar un millón de cosas similares, pero ni Connor respondió ni tuve tiempo a formularlas. El muchacho volvió, raudo, y no paró de mirarme ni un segundo; por ello, yo tampoco dejé de sostenerle la mirada. Nos acompaño hasta la que sería nuestra habitación, y antes de marcharse, me advirtió de que si necesitaba algo de él sólo tenía que buscarle en recepción –Claro, no dudaré en buscaros. Gracias- la amabilidad que emanaba de mis labios era impensable, impensable en mi persona. Y entonces, la magia se esfumó junto a su despedida… y la voz grave de mi acompañante.
-¿De que estas hablando? ¿Qué te importa? No, no me gusta- dije, sonrojada y gruñona, cuando Connor sugirió que la presencia de aquel hombre me había gustado. Me volví para que el hombre me oyese con claridad, y de paso, inspeccioné la habitación. Me sentí realmente mal e incomoda. Una habitación grande, bonita, bien decorada, y con una habitación para baño… pero se quedaba en una cárcel si la ostentaban dos personas de distinta condición. No, no, no, no. Quería una habitación para mí. –Ya se que estamos buscando a ese Bruce, pero creo que no era necesario esto para si encuentro- dije, cruzándome de brazos y refiriéndome en todo momento al compartir habitación. Escuché con atención sus siguientes palabras. Me aterrorizó que en un solo contexto entrasen las palabras ‘’baño’’ ‘’fingir matrimonio’’ y ‘’una sola habitación para mi total protección’’ –No, no y no. No pienso compartir una habitación contigo, no pienso acomodarme y asearme si estas tú aquí. No, no puedo. Y esto no es un barco de piratas, Connor. Esto es un hotel, los hoteles nunca se quedan escasos de guardias y aquí encerrada no hay nadie que pueda entrar en la habitación si esta cerrada – suspiré agobiada, llevándome una mano a la frente para acariciarla, sobretodo cuando marcó los lugares en los que dormiriamos - ¡Ag! Ni deshaciéndome de mi padre consigo dejar de decir estas cosas. No pienso estar tan vigilada aquí ¿me oyes? Quiero dormir y asearme sin que nadie este vigilando. Además ¿Por qué diantres no quieres una habitación para ti solo, con cama y baño sólo para ti? ¿Es que no conoces la palabra ‘’intimidad’’? – dije, dirigiéndome hacia él con los brazos apoyados en mis caderas. Me sentía mal y sentía como si estuviese ahogándome. -¿Sabes? Voy a vestirme ahí dentro y cuando salga, voy a bajar a recepción a buscar a ese muchacho para que me de otra habitación. Necesito-estar-sola-
Y así fue. Me encerré en el baño y me vestí con unas prendas que había comprado, no sin antes dolerme por mi precioso corsé de ropa interior, totalmente destrozado; para ponerme uno nuevo después. La falda, larga, azul y un tanto pomposa, era muy parecida a la que anteriormente llevaba, tenía la misma altura y estaba igual de ceñida a mis caderas, marcaban la figura de la misma forma. La camisa, era de cuello ancho; caía sobre mis hombros dejando un escote en forma de parábola, pero no se fruncía por ninguna parte. Era fresca, y se agradecía, Italia era un país demasiado caluroso de día. Antes de salir, dirigí mi vista hacia la bañera. Era de madera, como la que hacía unos años decoraba el baño de mi casa, aunque esta era un poco más pequeña y de forma irregular. Quise bañarme, asearme, quedarme horas bajo el agua templada, sumergiéndome en ella, pero por mucho que confiase y tuviese la palabra de Connor de que no entraría, no estaba tranquila. Si alguien, quien fuese, me reconociese, me marcaría como una deshonra rápidamente, por bañarme en la misma habitación que un desconocido. Salí de aquel lugar, no sin antes intentar peinarme con mis dedos, los enredos de mis cabellos. Obvié el como quisiese reaccionar Connor ante aquello, demasiado había durado el periodo de paz entre nosotros. Bajé las escaleras con firmeza y rapidez, y allí mismo, tal y como sugirió, se encontraba el muchacho –Buenas noches. Oiga, quisiera hacer un cambio. Creo que al final será mejor que registre una nueva habitación sólo para mí. Espero no que halla inconveniente. No se a quien tengo que pedírselo, pero ya que se dispuso usted antes a ayudarme- que estúpida, claro que sabía a quien pedírselo –Regístrela a nombre de Helena, Helena Mauleón. Muchas gracias. Salgo a hacer unas compras antes de que las tiendas den el cierre, espero que esté lista para cuando llegue. Muchas gracias… Ah, y por cierto, el señor que me acompaña desea que le haga una lista de lugares turísticos y muy frecuentados de este país, no se preocupe, él mismo le premiará con dinero el tiempo que eso exija, así que, procure aprovecharse de ello - quise que el momento se alargase, que mis palabras nerviosas desapareciesen y que él siguiese prestándome atención con esos ojos... pero mientras me vestía, había pensado en un par de cosas que necesitaba, y por supuesto, me ayudé de aquel hombre para que alguien mantuviese distraído a Connor y le diese la suficiente pesadez como para que no me siguiese.
Salí del hotel con varias ideas en la cabeza. Necesitaba una bolsa nueva, sin duda alguna; además de comida para seguir con el viaje, utensilios de botiquín, pues tras el saqueo en el barco y las heridas de Connor supe que lo necesitaría; y por supuesto, un cepillo para mi. Me encaminé sin rumbo fijo, por las calles de aquel nocturno pueblo. No sabía si los callejones entre los que andaba, me conducirían a las tiendas, pero esperaba encontrarlas rápido antes de que la noche fuese lo suficientemente entrada como para que el pueblo, dejase de estar tan transitado.
Al llegar a aquel pequeño hotel, dejé que fuese Connor quien registrase las habitaciones. Sabia, que iba a alquilar un par de ella, y por ello, quería sonsacarle un porqué. Un porqué un tanto sincero, que aclarase lo que verdaderamente pensaba. Así, que esperé tranquila en una de las esquinas de recepción. Cuando me percaté, que de mi acompañante se alejaba de la mesa de recepción y rápidamente acudía un sirviente a nuestra llegada, me acerqué a ellos. Me sentí sorprendentemente bien, lujo, comodidades, sirvientes... al menos pasaría una noche apacible en medio de tanta tempestad de incomodidades. Al oír las palabras amables del botones, quise responderlas de la misma forma, pero tuve que callar. Primero, porque quedé obnubilada por el encanto físico de aquel muchacho. Como describirlo, no me sentía enamorada, pues lo sabría de serlo; mas bien... quedé perpleja por su belleza y porque atraía bastante. Lo segundo que me calló fueron las palabras de Connor, las cuales me sacaron de mi observación que casi parecía un sueño -¿Una habitación?- dije, volviéndome hacia mi acompañante y lanzándole una mirada serie y desconcertante. ¿Por qué una habitación? Aquello fue el vaso de agua fría que hizo que me diese cuenta de que acababa de ser castigada por mi impertinente ocurrencia. ¿Qué planeaba alquilando sólo una habitación? Olvidé aquello, con las nuevas palabras dulces del muchacho. No pude evitar sonreírle, mirarle bien y no supe porqué. No es que yo fuese una ricachona de las que maltratan a sus sirvientes, pero no solía mostrarles esas miradas a no ser que los conociese desde mi infancia. Aquel sirviente se marchó unos instantes, dudoso del alquiler de la habitación. Era el momento. -¿Una habitación? ¿Por qué una habitación?- quise preguntar un millón de cosas similares, pero ni Connor respondió ni tuve tiempo a formularlas. El muchacho volvió, raudo, y no paró de mirarme ni un segundo; por ello, yo tampoco dejé de sostenerle la mirada. Nos acompaño hasta la que sería nuestra habitación, y antes de marcharse, me advirtió de que si necesitaba algo de él sólo tenía que buscarle en recepción –Claro, no dudaré en buscaros. Gracias- la amabilidad que emanaba de mis labios era impensable, impensable en mi persona. Y entonces, la magia se esfumó junto a su despedida… y la voz grave de mi acompañante.
-¿De que estas hablando? ¿Qué te importa? No, no me gusta- dije, sonrojada y gruñona, cuando Connor sugirió que la presencia de aquel hombre me había gustado. Me volví para que el hombre me oyese con claridad, y de paso, inspeccioné la habitación. Me sentí realmente mal e incomoda. Una habitación grande, bonita, bien decorada, y con una habitación para baño… pero se quedaba en una cárcel si la ostentaban dos personas de distinta condición. No, no, no, no. Quería una habitación para mí. –Ya se que estamos buscando a ese Bruce, pero creo que no era necesario esto para si encuentro- dije, cruzándome de brazos y refiriéndome en todo momento al compartir habitación. Escuché con atención sus siguientes palabras. Me aterrorizó que en un solo contexto entrasen las palabras ‘’baño’’ ‘’fingir matrimonio’’ y ‘’una sola habitación para mi total protección’’ –No, no y no. No pienso compartir una habitación contigo, no pienso acomodarme y asearme si estas tú aquí. No, no puedo. Y esto no es un barco de piratas, Connor. Esto es un hotel, los hoteles nunca se quedan escasos de guardias y aquí encerrada no hay nadie que pueda entrar en la habitación si esta cerrada – suspiré agobiada, llevándome una mano a la frente para acariciarla, sobretodo cuando marcó los lugares en los que dormiriamos - ¡Ag! Ni deshaciéndome de mi padre consigo dejar de decir estas cosas. No pienso estar tan vigilada aquí ¿me oyes? Quiero dormir y asearme sin que nadie este vigilando. Además ¿Por qué diantres no quieres una habitación para ti solo, con cama y baño sólo para ti? ¿Es que no conoces la palabra ‘’intimidad’’? – dije, dirigiéndome hacia él con los brazos apoyados en mis caderas. Me sentía mal y sentía como si estuviese ahogándome. -¿Sabes? Voy a vestirme ahí dentro y cuando salga, voy a bajar a recepción a buscar a ese muchacho para que me de otra habitación. Necesito-estar-sola-
Y así fue. Me encerré en el baño y me vestí con unas prendas que había comprado, no sin antes dolerme por mi precioso corsé de ropa interior, totalmente destrozado; para ponerme uno nuevo después. La falda, larga, azul y un tanto pomposa, era muy parecida a la que anteriormente llevaba, tenía la misma altura y estaba igual de ceñida a mis caderas, marcaban la figura de la misma forma. La camisa, era de cuello ancho; caía sobre mis hombros dejando un escote en forma de parábola, pero no se fruncía por ninguna parte. Era fresca, y se agradecía, Italia era un país demasiado caluroso de día. Antes de salir, dirigí mi vista hacia la bañera. Era de madera, como la que hacía unos años decoraba el baño de mi casa, aunque esta era un poco más pequeña y de forma irregular. Quise bañarme, asearme, quedarme horas bajo el agua templada, sumergiéndome en ella, pero por mucho que confiase y tuviese la palabra de Connor de que no entraría, no estaba tranquila. Si alguien, quien fuese, me reconociese, me marcaría como una deshonra rápidamente, por bañarme en la misma habitación que un desconocido. Salí de aquel lugar, no sin antes intentar peinarme con mis dedos, los enredos de mis cabellos. Obvié el como quisiese reaccionar Connor ante aquello, demasiado había durado el periodo de paz entre nosotros. Bajé las escaleras con firmeza y rapidez, y allí mismo, tal y como sugirió, se encontraba el muchacho –Buenas noches. Oiga, quisiera hacer un cambio. Creo que al final será mejor que registre una nueva habitación sólo para mí. Espero no que halla inconveniente. No se a quien tengo que pedírselo, pero ya que se dispuso usted antes a ayudarme- que estúpida, claro que sabía a quien pedírselo –Regístrela a nombre de Helena, Helena Mauleón. Muchas gracias. Salgo a hacer unas compras antes de que las tiendas den el cierre, espero que esté lista para cuando llegue. Muchas gracias… Ah, y por cierto, el señor que me acompaña desea que le haga una lista de lugares turísticos y muy frecuentados de este país, no se preocupe, él mismo le premiará con dinero el tiempo que eso exija, así que, procure aprovecharse de ello - quise que el momento se alargase, que mis palabras nerviosas desapareciesen y que él siguiese prestándome atención con esos ojos... pero mientras me vestía, había pensado en un par de cosas que necesitaba, y por supuesto, me ayudé de aquel hombre para que alguien mantuviese distraído a Connor y le diese la suficiente pesadez como para que no me siguiese.
Salí del hotel con varias ideas en la cabeza. Necesitaba una bolsa nueva, sin duda alguna; además de comida para seguir con el viaje, utensilios de botiquín, pues tras el saqueo en el barco y las heridas de Connor supe que lo necesitaría; y por supuesto, un cepillo para mi. Me encaminé sin rumbo fijo, por las calles de aquel nocturno pueblo. No sabía si los callejones entre los que andaba, me conducirían a las tiendas, pero esperaba encontrarlas rápido antes de que la noche fuese lo suficientemente entrada como para que el pueblo, dejase de estar tan transitado.
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
Tras varios años en los que he sufrido distintos desengaños con diversos tipos de personas, de clase, edad y raza étnica... pero nunca me sentí más desconcertado y a la vez estúpido por confiarme con la dichosa Helena. Pensé que tras todo el viaje recorrido y los acontecimientos vivido a bordo del barco de Killian, después de aquellos sustos y de su posterior puesta a salvo, confiaría un mínimo en mi y me obedecería lo justo para mantenerla a salvo de sea-lo-que-fuera que nos vigilaba, plus además del vampiro recién creado que hacía de botones en aquel lugar.
La muchacha se limitó simplemente a comportarse de forma altanera, a darse aires de señorita cuando en el camarote vi más de lo que debí haber visto y la traté como, al parecer, no se merecía después de todo. Exijía una habitación para ella sola, alegando que no podría dormir y bañarse junto a un hombre, por mucho que fuese yo y que quería estar sola ¿Estaba loca? De igual forma, estaba un tanto cansado de sus impertinencias, por lo que decidí soltar sus riendas. Que la violasen, que la matasen... empezaba a importarme lo mismo que el bienestar de un chupasangre -¿Eso quieres? Adelante- comenté aún mirando a la luz brillante de la luna que me iluminaba por el balcón. El momento se alargó hasta que se vistió y salió de la habitación diciendo que hablaría con el muchacho a pedir una habitación propia... insolente niñata ignorante.
Todo quedó en silencio una vez se marchó, solo mi acompasada respiración era lo único que se podía oir en la habitación, pues ni el ruido de la calle atravesaba aquellas ventanas... al menos a mis oidos. Hice caso omiso a mi conciencia y me dirigí hacia la habitación del baño, donde planeaba darme un chapuzón refrescante que me aclarara las ideas y me hiciera meditar mejor sobre la situación tan extraña que estaba viviendo con esa niña que se creía mujer.
Me adentré en el cuarto y me dispuse a deshacerme de las ropas que me quedaban por encima, que eran pocas. Pero me detuve, me detuve en seco justo antes de terminar de desabrochar aquel maltrecho pantalón, me di media vuelta y me marché hacia la cama, donde tomé aquella camisa nueva de color carmesí que me comencé a poner mientras salia de la habitación del hotel -Maldita niña- murmuré entre dientes, rabioso, alejándome del habitáculo.
Descendí por las escaleras abodonándome la prenda cuando aquel joven muchacho de aspecto pálido me interceptó en mi carrera hacia las puertas. -¿Señor? Hola señor, discúlpeme que le robe unos minutos. Verá...- seguí caminando -Déjeme en paz- el muchacho se paró frente a mi -Es la señorita Helena, Helena Mauleón- sonrió para mi sorpresa. Me detuve -¿Qué pasa con ella?- fruncí el ceño. El muchacho parecía divertirse con ello, era un juego de neonatos que disfrutaban enormemente con su atracción física. Aún así, escrutaba mis ojos constantemente, buscando un atisbo de alelamiento por mi parte a sus encantos, pero ya estaba más que acostumbrado a tratar con ellos... en exceso -Ella dijo que quería una habitación para sí, pero se marchó. Me pidió que le hiciera una guía de paradas turísticas, así que si me permite... será un total de...- comenzó a pasar hojitas de una pequeña agenda que llevaba en las manos. Le interrumpí -¿Será...? ¿Pretendes ganar dinero a costa de algo que podría obtener con un mapa o preguntando?- se encogió de hombros y se guardó aquel montón de hojas -Fue una petición de la chica... igualmente, es necesario que abone el importe de la habitación de la joven. Aquí tiene la llave, si va a salir con ella, entréguesela- me ofreció aquel objeto metálico con el que abrir la puerta y yo vacié mi bolsillo tan pronto como lo llené al pagar el importe de ambas habitaciones y la ropa que llevaba puesta en ese momento. Tras pagar, lo empujé hacia un lado y me marché -¡La señorita Mauleón dijo que iría a unas compras!- gritó el joven, dibujando una mueca de desagrado en mi rostro. La muy inepta había confirmado su nombre y si la buscaban a ella, no tardarían en encontrarla, pues ya había afirmado quién era en realidad. Me aventuré hacia la zona comercial en su búsqueda.
Las calles nocturnas italianas estaban preciosas al paso constante de la joven muchacha. Diversas tiendas permanecían abiertas mientras los vendedores vociferaban sus mejores ofertas en italiano, aunque también habían algunos extranjeros que se habían asociado con ellos, por lo que no era raro oir español, francés e inglés por toda la gran calle atestada por muchísimas personas jóvenes que deambulaban en busca de algo que llevarse a los bolsillos, pero no todo era agradable y buenas intenciones.
Tras Helena deambulaba cual bailarina una hermosa mujer de ropajes rojos, tan rojos como la sangre, tan oscura como su alma. Llevaba los ojos maquillados con algo de tizne negro y su mirada verde esmeralda era tan penetrante como el olor de su perfume, suave y hechizante. En apariencia era joven, más que Helena incluso, elegante pero sin rozar lo absurdo o la nobleza... y era tan vieja como la abuela de la misma Helena.
En un intento de parecer un mero accidente, tropezaría con la muchacha, aferrándose al brazo de Helena para no caer al suelo -Disculpe, discúlpeme, se lo ruego. No iba mirando por donde...- alzó sus ojos hasta los de Helena, mirándola con intensidad. Aquella muchacha de aspecto veintiañero era aun más magnética que el mismo botones del hotel -Oh, sois una señorita. Es más agradable cuando se trata de una mujer y no un rudo hombre que pide alguna recompensa- sonrió nerviosa y torpe, algo que la hizo tremendamente adorable -Me llamo Selina, ruego una vez más su perdón, señorita...- dejó la frase en el aire, esperando una respuesta de Helena. La muchacha parecía una chica perfectamente normal sin malas intenciones, salvo que su alma ocultaba la oscuridad del clan vampírico -Resulta que soy extranjera, vengo de Francia y... bueno... estoy algo despistada y desorientada- si era verdad o mentira era todo un misterio, pero en todo momento hablaba en francés y con un acento totalmente real y natural, por lo que ganaba puntos de fidelidad -Perdone el atrevimiento pero... si sois de por aquí ¿Podéis decirme hacia dónde tengo que ir para llegar hasta el restaurante de Luigi? Es muy famoso en el lugar, he quedado allí con mi madre y...- aparentaba solo cuatro años menos que Helena, pero tenía la dulzura de una niña de cinco años perdida, así como los encantos, atributos físicos y sensualidad de las mejores Diosas adoradas por los antiguos griegos, era prácticamente perfecta en su sencillez, que la hacía tan inescrutable -Ya que somos más o menos de la misma edad, si me permitís... ¿Me acompañaríais para no deambular sola por estas calles? Si no estáis muy ocupada, claro... Se lo agradecería mucho...- sus labios decorados con carmín rojo fuego danzaban al pronunciar cada palabra, con curvas perfectas al compás de su fina lengua y sus dientes perlados, que llamaban la atención de todo hombre y mujer que pasaba junto a ellas, como si estuviese lanzando constantes hechizos de atracción. Aguardó la respuesta de Helena entonces para comenzar a tejer la red típica de la más peligrosa y venenosa de las arañas. Mientras tanto, Connor la buscaba entre las calles
La muchacha se limitó simplemente a comportarse de forma altanera, a darse aires de señorita cuando en el camarote vi más de lo que debí haber visto y la traté como, al parecer, no se merecía después de todo. Exijía una habitación para ella sola, alegando que no podría dormir y bañarse junto a un hombre, por mucho que fuese yo y que quería estar sola ¿Estaba loca? De igual forma, estaba un tanto cansado de sus impertinencias, por lo que decidí soltar sus riendas. Que la violasen, que la matasen... empezaba a importarme lo mismo que el bienestar de un chupasangre -¿Eso quieres? Adelante- comenté aún mirando a la luz brillante de la luna que me iluminaba por el balcón. El momento se alargó hasta que se vistió y salió de la habitación diciendo que hablaría con el muchacho a pedir una habitación propia... insolente niñata ignorante.
Todo quedó en silencio una vez se marchó, solo mi acompasada respiración era lo único que se podía oir en la habitación, pues ni el ruido de la calle atravesaba aquellas ventanas... al menos a mis oidos. Hice caso omiso a mi conciencia y me dirigí hacia la habitación del baño, donde planeaba darme un chapuzón refrescante que me aclarara las ideas y me hiciera meditar mejor sobre la situación tan extraña que estaba viviendo con esa niña que se creía mujer.
Me adentré en el cuarto y me dispuse a deshacerme de las ropas que me quedaban por encima, que eran pocas. Pero me detuve, me detuve en seco justo antes de terminar de desabrochar aquel maltrecho pantalón, me di media vuelta y me marché hacia la cama, donde tomé aquella camisa nueva de color carmesí que me comencé a poner mientras salia de la habitación del hotel -Maldita niña- murmuré entre dientes, rabioso, alejándome del habitáculo.
Descendí por las escaleras abodonándome la prenda cuando aquel joven muchacho de aspecto pálido me interceptó en mi carrera hacia las puertas. -¿Señor? Hola señor, discúlpeme que le robe unos minutos. Verá...- seguí caminando -Déjeme en paz- el muchacho se paró frente a mi -Es la señorita Helena, Helena Mauleón- sonrió para mi sorpresa. Me detuve -¿Qué pasa con ella?- fruncí el ceño. El muchacho parecía divertirse con ello, era un juego de neonatos que disfrutaban enormemente con su atracción física. Aún así, escrutaba mis ojos constantemente, buscando un atisbo de alelamiento por mi parte a sus encantos, pero ya estaba más que acostumbrado a tratar con ellos... en exceso -Ella dijo que quería una habitación para sí, pero se marchó. Me pidió que le hiciera una guía de paradas turísticas, así que si me permite... será un total de...- comenzó a pasar hojitas de una pequeña agenda que llevaba en las manos. Le interrumpí -¿Será...? ¿Pretendes ganar dinero a costa de algo que podría obtener con un mapa o preguntando?- se encogió de hombros y se guardó aquel montón de hojas -Fue una petición de la chica... igualmente, es necesario que abone el importe de la habitación de la joven. Aquí tiene la llave, si va a salir con ella, entréguesela- me ofreció aquel objeto metálico con el que abrir la puerta y yo vacié mi bolsillo tan pronto como lo llené al pagar el importe de ambas habitaciones y la ropa que llevaba puesta en ese momento. Tras pagar, lo empujé hacia un lado y me marché -¡La señorita Mauleón dijo que iría a unas compras!- gritó el joven, dibujando una mueca de desagrado en mi rostro. La muy inepta había confirmado su nombre y si la buscaban a ella, no tardarían en encontrarla, pues ya había afirmado quién era en realidad. Me aventuré hacia la zona comercial en su búsqueda.
***
Las calles nocturnas italianas estaban preciosas al paso constante de la joven muchacha. Diversas tiendas permanecían abiertas mientras los vendedores vociferaban sus mejores ofertas en italiano, aunque también habían algunos extranjeros que se habían asociado con ellos, por lo que no era raro oir español, francés e inglés por toda la gran calle atestada por muchísimas personas jóvenes que deambulaban en busca de algo que llevarse a los bolsillos, pero no todo era agradable y buenas intenciones.
Tras Helena deambulaba cual bailarina una hermosa mujer de ropajes rojos, tan rojos como la sangre, tan oscura como su alma. Llevaba los ojos maquillados con algo de tizne negro y su mirada verde esmeralda era tan penetrante como el olor de su perfume, suave y hechizante. En apariencia era joven, más que Helena incluso, elegante pero sin rozar lo absurdo o la nobleza... y era tan vieja como la abuela de la misma Helena.
En un intento de parecer un mero accidente, tropezaría con la muchacha, aferrándose al brazo de Helena para no caer al suelo -Disculpe, discúlpeme, se lo ruego. No iba mirando por donde...- alzó sus ojos hasta los de Helena, mirándola con intensidad. Aquella muchacha de aspecto veintiañero era aun más magnética que el mismo botones del hotel -Oh, sois una señorita. Es más agradable cuando se trata de una mujer y no un rudo hombre que pide alguna recompensa- sonrió nerviosa y torpe, algo que la hizo tremendamente adorable -Me llamo Selina, ruego una vez más su perdón, señorita...- dejó la frase en el aire, esperando una respuesta de Helena. La muchacha parecía una chica perfectamente normal sin malas intenciones, salvo que su alma ocultaba la oscuridad del clan vampírico -Resulta que soy extranjera, vengo de Francia y... bueno... estoy algo despistada y desorientada- si era verdad o mentira era todo un misterio, pero en todo momento hablaba en francés y con un acento totalmente real y natural, por lo que ganaba puntos de fidelidad -Perdone el atrevimiento pero... si sois de por aquí ¿Podéis decirme hacia dónde tengo que ir para llegar hasta el restaurante de Luigi? Es muy famoso en el lugar, he quedado allí con mi madre y...- aparentaba solo cuatro años menos que Helena, pero tenía la dulzura de una niña de cinco años perdida, así como los encantos, atributos físicos y sensualidad de las mejores Diosas adoradas por los antiguos griegos, era prácticamente perfecta en su sencillez, que la hacía tan inescrutable -Ya que somos más o menos de la misma edad, si me permitís... ¿Me acompañaríais para no deambular sola por estas calles? Si no estáis muy ocupada, claro... Se lo agradecería mucho...- sus labios decorados con carmín rojo fuego danzaban al pronunciar cada palabra, con curvas perfectas al compás de su fina lengua y sus dientes perlados, que llamaban la atención de todo hombre y mujer que pasaba junto a ellas, como si estuviese lanzando constantes hechizos de atracción. Aguardó la respuesta de Helena entonces para comenzar a tejer la red típica de la más peligrosa y venenosa de las arañas. Mientras tanto, Connor la buscaba entre las calles
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Si ese día había amanecido mi persona con el pie izquierdo o no, no lo sabía. Solo sentía rabia, no una rabia descontrolada, sólo rabia. Rabia porque no me gustaba esa forma tan exagerada de protegerme que empezaba a mostrar Connor, sobretodo porque parecía calcar al detalle las palabras de mi padre. Entendía perfectamente y mejor que nadie, que tras el accidente con Jones debería andar con más cuidado, que debería tener cautela y que debería permanecer junto a Connor en todo momento por si necesitase su ayuda, pero... de ahí hasta dormir en la misma habitación... había un gran tramo de ideas que podrían haberme formulado antes de aquella tan precipitada. Mentiría si dijese que ya no sentía miedo tras lo ocurrido, pero no es necesario compartir habitación cuando con una simple llamada, un grito, un ruido, podría avisar a mi compañero desde una habitación contigua. Aquello era de locos, y más aún porque me estaba ganando la vergüenza de mi apellido por segundos. Cuando mi padre m encontrase, se enojaría conmigo de la forma más inesperada seguramente... pero al menos lo no haría por compartir lecho con un hombre desconocido, nunca, jamás.
Entre gruñidos, quejas y muestras similares de mi enfado, conseguí dar con varías tiendas aún abiertas. Conseguí hacerme con una bolsa nueva, más resistente aunque más pesada, además de varios utensilios necesarios para mi y mi día a día como un cepillo, y el hilo y la aguja que sabe Dios si acabaría utilizándola para heridas o para causarlas en otra situación tensa. Por desgracia, ninguna tienda de alimentación encontré abierta. Supongo que estaba escrito, que debería pasar hambre durante todo el trayecto. Finalmente, todas las tiendas que quedaban abiertas echaron el cierre, sus dueños, ya marchaban a sus hogares, con sus familias, con sus hijos, para descansar. Me senté en el borde de una fuente de piedra, la cual se encontraba en una plaza pequeña con la que acababa de dar. Ya no me sentía tan enfadada, me sentía triste una vez más. Las dudas parecían ser más poderosas que cualquier cabezonería mía. Al observar a varias familias que marchaban a sus casas, sentí un terrible vacío en mi interior. Echaba de menos a mi padre, echaba de menos mi casa, sobretodo ahora que no sabía que hacer, que encontraba más lejano el final de todo, que empezaba a encontrar estúpido lo que había hecho. Por otro lado, añoraba a mi madre, a la familia que formamos cuando ella estaba y la que desapareció junto a su vida. Envidiaba con todo mi ser, a aquellas niñas que caminaban sonrientes de la mano de sus padres, a aquellas niñas que podían observar como sus padres se daban el cariño que necesitaban. Hacía ya demasiado tiempo, que aquella pequeña felicidad se había desvanecido de mi vida. Me sentí mas sola que nunca en aquel momento, y a pesar de que pensaba que había superado esa pena interior, me di cuenta de que aún habitaba en mi demasiado dolor.
Decidí volver a hotel. Seguramente Connor volvería a llevarme la contraria con cada palabra que saliese de mis labios. Con la despedida que me dio en la habitación antes de marcharme, seguro que era capaz de darme otro susto. Y entonces, sentí como alguien tiraba de mí lo suficiente como para hacerme tambalear pero sin caerme. Era una chica, una chica preciosa y más joven que yo. Me quedé totalmente sorprendida al mirarla, tenía la piel increíblemente tersa y clara, sus ojos parecían hipnotizar… y para ser más joven que yo, vestía de una forma tan adulta, se movía de una forma tan adulta…ese maquillaje, esa forma de hablar… la rubia tenía razón, era una maldita desgraciada físicamente. –Tranquila, tranquila- dije, al comprender que estuvo a punto de tropezar y que por eso se sujetó a mí. En otras circunstancias, me hubiese sentido ofendida porque me recordaba a aquellas amigas que en un pasado tuve, bien vestidas y maquilladas como ella. Pero no fue así, me gustaba esa chica, me atraía. Me sorprendió su repentino comentario sobre los hombres y sus reacciones ante un hecho como aquel –Si, lo normal en todos los hombres…- dije, con un pesar increíble. Parecía que cuanto más hablaba ella, más fea me hacía. –Yo soy Helena, pero tranquila, no tenéis que disculparos- no podía quitarle ojo de encima y ella tampoco parecía querer irse por su camino. Mi sorpresa comenzó cuando declaró sin dudar su procedencia, idéntica ala mía -¡No puedo creerlo! Yo también soy de Francia, de Paris más bien… Vaya ¿Y que os trae por aquí?- quizás fuese la cosa mas normal del mundo encontrarse a un paisano en un país extranjero pero yo estaba emocionada, además de que llevaba demasiado tiempo sin amistades y ella era tan simpática…- La verdad es que no se de que restaurante habláis, llevo poco tiempo aquí. En realidad se puede decir que acabo de llegar- me pidió que la acompañase en su búsqueda, eché la mirada al camino que llevaba hacia el hotel –En realidad yo…- y después no pude evitar devolverla hacia ella –Bueno, supongo que tampoco me procura nada mejor mi camino. Esta bien, os ayudaré- acepté por dos razones. Selina me gustaba, me caía bien aunque a la vez me sintiese mal a su lado, y quizás así, llegase al hotel cuando ya Connor se encontrase dormido, así me ahorraría una charla suya.
Emprendimos el camino por los callejones de aquel pueblo, lo cual me sorprendió. Si se supone que es un restaurante muy conocido ¿Por qué ubicarlo en callejones? De igual forma, de dejé guiar por la orientación de Selina sin rechistar. Caminamos durante mucho tiempo, demasiado, tanto que ya no sabría regresar; pero seguí sin protestar por ello. La compañía de la chica me gustaba bastante, y no me importaba seguir con ella caminando durante horas por muy resentida que acabase. La figura que dibujaba la chica al caminar era atrayente, se movía de forma ágil y a pasos cortos. Estaba segura de que muchos hombres la desearía… estaba segura de que hasta Connor querría desfogarse con ella. –Y decidme ahora vos ¿Qué hacéis aquí? Francia es demasiado preciosa como para querer dejarla así como así. ¿Estáis sola en Italia? ¿O habéis venido acompañada por un buen mozo? Cuanto más os observo, más claro tengo que seguro que ya os ha cazado un buen hombre, y guapo además- aquel comentario me hizo extrañar ¿Le parecía bella? –No, no que va. Quiero decir, he venido acompañada de un… amigo, conocido. Pero no de un marido o algo parecido- reí , ni si quiera supe decir si era guapo o no. Caía en la cuenta de que no me había detenido del todo bien a observarle – Y bueno, sólo estoy buscando… a alguien- no dije más, y ella tampoco preguntó por ello. Curioso. De todas formas, aun no podía creerme lo que había dicho -¿Un amigo? Supongo entonces que no estáis prometida. No puedo creérmelo, al menos… será un amigo querido ¿no? Un amigo… que va más allá , un amigo que requiere que escapéis de vuestros hogares- rió de una forma infantil, con rintinín, y lo más curioso, es que no sonaba nada insolente, no me resultaban indecorosas sus preguntas –No, no, vaya que no. Es más, creo que se ofendería si os escuchara, sería el primero en evitarlo a toda costa. Él sólo me acompaña, para no dejarme sola. - -¿Y vuestra familia?- -Mi padre, bueno, mi padre no ha podido encargarse de hacer este viaje, así que soy yo quien le reemplaza- -¿Y vuestra madre?- -Murió… hace ya tiempo- No entendía porque había respondido a aquella pregunta, cierto que no, pero sus palabras me manipulaban, me hacían dejarme llevar y me gustaba. Ante mi respuesta, se formó un silencio, pero no un silencio incomodo como los que suelen aparecer en momentos así. Selina siguió caminando, sin mediar palabra. Ya no hablaba, no comentaba cosas, incluso parecía no buscar aquel restaurante –Creo que este lugar esta alejado del centro del pueblo ¿Estáis segura de que es por aquí?- pregunté, al caer en la cuenta de que nos hallábamos en un lugar donde los callejones ya no existían por la ausencia de tantos edificios como en el centro. Nos encontrábamos como en una especie de periferia, donde las casas aparentemente desabitadas se ubicaban de forma irregular las unas con las otras –Totalmente segura-
Entre gruñidos, quejas y muestras similares de mi enfado, conseguí dar con varías tiendas aún abiertas. Conseguí hacerme con una bolsa nueva, más resistente aunque más pesada, además de varios utensilios necesarios para mi y mi día a día como un cepillo, y el hilo y la aguja que sabe Dios si acabaría utilizándola para heridas o para causarlas en otra situación tensa. Por desgracia, ninguna tienda de alimentación encontré abierta. Supongo que estaba escrito, que debería pasar hambre durante todo el trayecto. Finalmente, todas las tiendas que quedaban abiertas echaron el cierre, sus dueños, ya marchaban a sus hogares, con sus familias, con sus hijos, para descansar. Me senté en el borde de una fuente de piedra, la cual se encontraba en una plaza pequeña con la que acababa de dar. Ya no me sentía tan enfadada, me sentía triste una vez más. Las dudas parecían ser más poderosas que cualquier cabezonería mía. Al observar a varias familias que marchaban a sus casas, sentí un terrible vacío en mi interior. Echaba de menos a mi padre, echaba de menos mi casa, sobretodo ahora que no sabía que hacer, que encontraba más lejano el final de todo, que empezaba a encontrar estúpido lo que había hecho. Por otro lado, añoraba a mi madre, a la familia que formamos cuando ella estaba y la que desapareció junto a su vida. Envidiaba con todo mi ser, a aquellas niñas que caminaban sonrientes de la mano de sus padres, a aquellas niñas que podían observar como sus padres se daban el cariño que necesitaban. Hacía ya demasiado tiempo, que aquella pequeña felicidad se había desvanecido de mi vida. Me sentí mas sola que nunca en aquel momento, y a pesar de que pensaba que había superado esa pena interior, me di cuenta de que aún habitaba en mi demasiado dolor.
Decidí volver a hotel. Seguramente Connor volvería a llevarme la contraria con cada palabra que saliese de mis labios. Con la despedida que me dio en la habitación antes de marcharme, seguro que era capaz de darme otro susto. Y entonces, sentí como alguien tiraba de mí lo suficiente como para hacerme tambalear pero sin caerme. Era una chica, una chica preciosa y más joven que yo. Me quedé totalmente sorprendida al mirarla, tenía la piel increíblemente tersa y clara, sus ojos parecían hipnotizar… y para ser más joven que yo, vestía de una forma tan adulta, se movía de una forma tan adulta…ese maquillaje, esa forma de hablar… la rubia tenía razón, era una maldita desgraciada físicamente. –Tranquila, tranquila- dije, al comprender que estuvo a punto de tropezar y que por eso se sujetó a mí. En otras circunstancias, me hubiese sentido ofendida porque me recordaba a aquellas amigas que en un pasado tuve, bien vestidas y maquilladas como ella. Pero no fue así, me gustaba esa chica, me atraía. Me sorprendió su repentino comentario sobre los hombres y sus reacciones ante un hecho como aquel –Si, lo normal en todos los hombres…- dije, con un pesar increíble. Parecía que cuanto más hablaba ella, más fea me hacía. –Yo soy Helena, pero tranquila, no tenéis que disculparos- no podía quitarle ojo de encima y ella tampoco parecía querer irse por su camino. Mi sorpresa comenzó cuando declaró sin dudar su procedencia, idéntica ala mía -¡No puedo creerlo! Yo también soy de Francia, de Paris más bien… Vaya ¿Y que os trae por aquí?- quizás fuese la cosa mas normal del mundo encontrarse a un paisano en un país extranjero pero yo estaba emocionada, además de que llevaba demasiado tiempo sin amistades y ella era tan simpática…- La verdad es que no se de que restaurante habláis, llevo poco tiempo aquí. En realidad se puede decir que acabo de llegar- me pidió que la acompañase en su búsqueda, eché la mirada al camino que llevaba hacia el hotel –En realidad yo…- y después no pude evitar devolverla hacia ella –Bueno, supongo que tampoco me procura nada mejor mi camino. Esta bien, os ayudaré- acepté por dos razones. Selina me gustaba, me caía bien aunque a la vez me sintiese mal a su lado, y quizás así, llegase al hotel cuando ya Connor se encontrase dormido, así me ahorraría una charla suya.
Emprendimos el camino por los callejones de aquel pueblo, lo cual me sorprendió. Si se supone que es un restaurante muy conocido ¿Por qué ubicarlo en callejones? De igual forma, de dejé guiar por la orientación de Selina sin rechistar. Caminamos durante mucho tiempo, demasiado, tanto que ya no sabría regresar; pero seguí sin protestar por ello. La compañía de la chica me gustaba bastante, y no me importaba seguir con ella caminando durante horas por muy resentida que acabase. La figura que dibujaba la chica al caminar era atrayente, se movía de forma ágil y a pasos cortos. Estaba segura de que muchos hombres la desearía… estaba segura de que hasta Connor querría desfogarse con ella. –Y decidme ahora vos ¿Qué hacéis aquí? Francia es demasiado preciosa como para querer dejarla así como así. ¿Estáis sola en Italia? ¿O habéis venido acompañada por un buen mozo? Cuanto más os observo, más claro tengo que seguro que ya os ha cazado un buen hombre, y guapo además- aquel comentario me hizo extrañar ¿Le parecía bella? –No, no que va. Quiero decir, he venido acompañada de un… amigo, conocido. Pero no de un marido o algo parecido- reí , ni si quiera supe decir si era guapo o no. Caía en la cuenta de que no me había detenido del todo bien a observarle – Y bueno, sólo estoy buscando… a alguien- no dije más, y ella tampoco preguntó por ello. Curioso. De todas formas, aun no podía creerme lo que había dicho -¿Un amigo? Supongo entonces que no estáis prometida. No puedo creérmelo, al menos… será un amigo querido ¿no? Un amigo… que va más allá , un amigo que requiere que escapéis de vuestros hogares- rió de una forma infantil, con rintinín, y lo más curioso, es que no sonaba nada insolente, no me resultaban indecorosas sus preguntas –No, no, vaya que no. Es más, creo que se ofendería si os escuchara, sería el primero en evitarlo a toda costa. Él sólo me acompaña, para no dejarme sola. - -¿Y vuestra familia?- -Mi padre, bueno, mi padre no ha podido encargarse de hacer este viaje, así que soy yo quien le reemplaza- -¿Y vuestra madre?- -Murió… hace ya tiempo- No entendía porque había respondido a aquella pregunta, cierto que no, pero sus palabras me manipulaban, me hacían dejarme llevar y me gustaba. Ante mi respuesta, se formó un silencio, pero no un silencio incomodo como los que suelen aparecer en momentos así. Selina siguió caminando, sin mediar palabra. Ya no hablaba, no comentaba cosas, incluso parecía no buscar aquel restaurante –Creo que este lugar esta alejado del centro del pueblo ¿Estáis segura de que es por aquí?- pregunté, al caer en la cuenta de que nos hallábamos en un lugar donde los callejones ya no existían por la ausencia de tantos edificios como en el centro. Nos encontrábamos como en una especie de periferia, donde las casas aparentemente desabitadas se ubicaban de forma irregular las unas con las otras –Totalmente segura-
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
Salí del hotel a toda prisa, corriendo por las calles con mis atuendos nuevos. La gente al pasar por su lado me miraba extrañados, algunos incluían en su mirada de desprecio algún que otro gesto obsceno o palabra del mismo grupo de barbaridades dirigidas hacia mi por empujarles al cruzar. Estaba siendo consciente de que mi comportamiento en ese momento en plena calle estaba dando que desear a la sociedad y muy posiblemente me tomaran por un ladrón o un loco por correr de esa forma, a esa velocidad, sin mirar si chocaba con alguien o no. Daba igual, lo único que importaba en ese momento era encontrar a Helena, tomarla y arrastrarla hasta lo que iba a ser su celda hasta que el sol naciera por el horizonte. Oh, ya lo creo que iba a ser su prisión, como que Connor era y sigue siendo mi nombre que no iba a tolerar que sus caprichos de niñata rica la llevasen a una muerte prematura y me estropeara los planes para más inri.
Por un momento tras aquella carrera, solo por un instante, me pareció vislumbrarla girando una esquina. La gente en esa abarrotada calle me impedía el paso casi por completo, por lo que tuve que dejar de correr y dedicarme a dar pasos certeros y empujones débiles para no llamar demasiado la atención de las autoridades y que me llavasen preso por escándalo en plena calle o comportamiento indebido. Cada paso, igualmente, iba más rápido que el anterior. El motivo era que Helena no estaba sola en ese momento... y es que alguien la acompañaba, pero lo peor era que no conseguí identificar a su acompañante, nada en absoluto.
Poco tiempo después, llegue a aquella esquina donde la había perdido tras pasar unos infernales minutos queriendo salir de la agetreada calle atestada de peatones con sus compras ¿Cómo podían aguantar estar en semejante ataud de carne? No podía concebirlo, pero tampoco me podía permitir pensar en ello y criticar la sociedad que me rodeaba: tenía que encontrar a esa muchacha. Dejé de correr en aquel instante, cada paso que daba era planeado, premeditado y cuidadosamente estudiado mientras miraba el suelo constantemente. La noche era húmeda y calurosa como toda noche veraniega en una ciudad con puerto o cerca de la misma. La ropa se me pegaba al cuerpo y me molestaba, pero solo era una buena señal. Las calles de suelo empedrado, húmedas, dejaban pequeños resquicios de huellas de aquellos que pasaban por allí. Proseguía mi camino cuidadoso, fijándome en cada detalle del suelo, en cada huella que a veces confundía con otras, teniendo que fijarme aun más en cuales eran más recientes. Afortunadamente para Helena era un cazador nativo de un bosque acostumbrado a rastrear huellas o pequeños signos de pasos recientes por algún lugar ¿En qué se diferencia a fin y al cabo una ciudad de un bosque? Los mismos cerdos se revuelcan por el barro y la mugre de la economía para sentirse bien consigo mismos, las zorras aguardan en sus guaridas a cazar presas y lo que es peor... los depredadores nocturnos siempre acechan desde lo alto.
Giré varias, muchas calles, acompañado por el cántico de algunos grillos y el chillido agudo y crispante de alguna rata que buscaba alimento cuando me percaté de que salía hacia la periferia, fuera de la urbe principal, hacia un montón de casas alejadas entre sí. Fue entonces cuando descubrí sendas figuras femeninas deambulando hacia ningún lugar -¡HELENA!- vociferé acelerando el paso hacia ella, pasando a correr a la mayor velocidad de la que un humano pudiese gozar. Al llegar junto a ella, dediqué una mirada furiosa a su acompañante a pesar de esa belleza ya muy reconocida por mi -¿Qué diablos haces tan lejos del hotel en una ciudad que no conoces? ¿Eres consciente de los peligros que pueden recaer sobre ti?- pregunté a mi joven compañera, mirando por el rabillo del ojo a aquella nueva "amiga" suya. La extraña se percató de aquella mirada. Se mordió el labio juguetona -Discúlpeme... solo pretendía que me acompañase, soy nueva también en este lugar y me daba miedo deambular sola, callejeando por un lugar tan... como decís, lleno de peligros. Como agradecimiento iba a invitarla a comer con mi familia- su voz era inocente y pícara, intentando seducirme quizá. Craso error -Pues dile a tu familia que te acompañen ellos la próxima vez y que no te dejen sola en un lugar desconocido. Vámonos- aferré a Helena del brazo cual garras de águila, prensándola al punto de que quizá sintiera dolor de tanto en tanto y la arrastré sin dejar que se despidiese de la muchacha -Adiós...- alcancé a murmurar a aquella mujer hasta que comenzamos a internarnos otra vez por las callejuelas. Recuerdo que miré atrás mientras regresaba hacia la urbe y esa mujer ya no estaba allí. Era una de ellos, estaba completamente seguro y ya no cabía la menor duda de que por alguna razón estaban vigilándonos. Mis temores se reforzaron aun más cuando la duda se enfocaba aun más en una cacería dirigida hacia Helena en lugar de a mi, por lo que no debía perderla de vista ni un momento durante la noche -Estás loca, completamente loca ¿Me oyes?- alcancé a decir tras un largo trayecto y tedioso de vuelta al hotel, entrando ya por la puerta del mismo. Allí estaba el joven neonato -Buenas noches, señorita Mauleón ¿Desearía que le lleve...?-¡Cállate de una vez!- corté al recien nacido vampiro , que quedó mirándome con gesto inexpresivo.
Subí las escaleras cargando con ella, tirándola del brazo como en todo el trayecto, sin mediar más palabra hasta llegar a su puerta, la de la nueva habitación. Encajé la llave en la cerradura y la abrí, empujándola con severidad hacia el interior. Posteriormente cerré la puerta tras de mi -¿Se puede saber quién te crees que eres? ¿Has olvidado ya lo que ha ocurrido en el barco de Killian?- mi voz era pausada y calmada, pero estaba cargada de rabia, como una nube oscurísima de tormenta que se avecinaba por el horizonte, que de echo, no tardó en tronar -¡Me jugué la vida por salvarte, maldita cria insolente! Jones podría haberme hecho a mi lo mismo que yo le hice a él y ahora tú te crees con la autoridad suficiente para intentar distraerme con el insulso botones de ojos bonitos que tanto te ha gustado ¡Y para rematar te pones a acompañar a desconocidas a lugares alejados en un lugar desconocido! ¿¡Crees que siempre te acompañará un golpe de suerte que me hará aparecer cuando me necesites estúpida niñata?!- mis ojos reflejaban el fuego de la ira que se adueñaba de mis cuerdas vocales. Sabía que me arrepentiría de hablarle así y que no haría nada bien a la extraña amistad y compañerismo que empezamos a desarrollar en alta mar, pero ella estaba dinamitando nuestro buen trato aun más que yo con sus acciones impropias -Querías una habitación para ti, solo porque te consideras demasiado buena para dormir compartiendo una habitación con alguien a quien le debes la vida ¿Verdad? La señorita tiene dinero, es muy fina y de altas esferas y no puede pasar la noche junto a un mercenario, asqueroso y sucio que adora beber y que quizá se vuelva loco y te viole a pesar de haber tenido oportunidades múltiples de haberlo hecho o de haber espiado tu cuerpo desnudo. Eres la incoherencia personificada Helena Mauleón y te puedo asegurar que esta noche es la última vez que he ido en tu búsqueda.- le sostuve la mirada, furibundo -Tienes una idea muy equivocada del mundo muchacha, en Francia serías la hija de un banquero, pero aquí eres solo un jovencita bonita más. Nadie te socorrerá porque ni gozas de prestigio ni posees dinero para intercambiarlo por tus caprichos como hacías antaño- suspiré, tranquilizándome. Mi ojos pasaron de reflejar enfado a ensalzar el pesar de mi alma -Te quedarás aquí... cerraré la puerta con llave esta noche. Si se te ocurre escapar no podrás regresar y me limitaré a velar en las sombras por que lo mejor que te pase no sea que te besen mientras te destripan como a una rata- no dejé que dijese nada más, pues salí de la habitación cual bestia, proyectando mi sombra por las luces del pasillo desde la puerta. La cerré y eché el cerrojo, llevándome luego la llave al bolsillo.
Regresé a mi propia sala, cerca de la de Helena. Me percaté de que rondaba por allí el joven muchacho, como siempre. Estaba quieto cual estatua en mitad del pasillo, aguardando. Le dediqué una mueca de asco antes de entrar en mi habitación, cerré la puerta y me senté con una silla junto a la puerta, atento a cualquier ruido extraño. Oí pasos; iba a por Helena.
El joven se acercaba hasta la habitación a paso lento, sonriente. Se paró junto a la puerta y tocó dos, tres veces con sus hermosas manos -¿Necesita algo la señorita?- su voz nunca había sonado tan seductora...
En ese mismo momento, en las afueras, una muchacha preciosa de apariencia veintiañera se sentaba en una mesa acompañada por dos personas. Apenas se podían ver entre ellos debido a las tinieblas de aquella casa, que estaba en ruinas. Lo bizarro de la situación es que a pesar de estar medio derruida, la mesa estaba perfectamente nueva y decorada con los mantos más caros y tres copas de un cristal finísimo y reluciente a la luz de la luna que se filtraba por los tablones de madera que sostenían un techo con algunos agujeros. -¿Y bien?- preguntó la voz masculina, ataviado con ropajes oscuros y blancos, dignos de los más ricos -Es ella, no hay duda. Corresponde a la descripción y dio su nombre al neonato... es una pobre ilusa- rió como si fuera una niña pequeña. La figura restante dio un pequeño golpe en la mesa, educado a la par que autoritario -Ten más respeto, ya sabes quién es y por qué la estamos buscando- era una voz femenina, dulce pero diligente, amable pero severa al mismo tiempo. La voz de una madre -Lo lamento- bajó la cabeza la joven, tomando la copa rellena con un líquido rojo carmesí, denso y espeso. Bebió de la copa -Entonces de acuerdo, tenemos que atraerla, hablar con ella. Deberíamos mandar a...- la muchacha dejó la copa en la mesa e interrumpió al hombre sombrío -Ella no está sola. Un hombre la acompaña, un hombre que en sus ojos refleja algo más que una edad madura- dijo despacio, como si temiese la reacción de aquella pareja oscura sentados ante ella. Ambos bebían de sus copas -De modo que el muchacho no se confundía... no viaja sola. La ghoul tampoco mentía entonces... ¿Quién es?- el dedo índice de porcelana de aquella mujer resbaló por el borde de la copa, limpiando aquel líquido del cristal. Se lo llevó a la boca teñida con carmín color sangre, lamiéndolo sensualmente como si fuese una diablesa. El hombre la miraba a su lado, riendo entre dientes -Lo descubriremos querida...- se puso en pie despacio, como si tuviese toda la eternidad para hacer todo aquello que desease, sin necesidad de prisas. Tendió la mano a su compañera para que se levantase con la misma elegancia. En la oscuridad, se oyeron besos. La joven restante se levantó con algo más de prisa y se dispuso a marcharse -Entonces... ¿Debo?- aquellos besos suaves y lentos cesaron. Unos ojos rojos como el sol del atardecer destellaron a la luz de la luna al mirar a la joven -Sí Selina, debes. Averigua quién es ese hombre y haz migas con ella... Seguro que Padre estará muy complacido con los resultados de tus acciones. Si arrojas luz sobre ese hombre, me encargaré personalmente de ser tu padrino en Las Bodas- la joven Selina sonrió emocionada y se marchó de aquel lugar, dejando a solas a la pareja notablemente más mayor que ella, aunque no mucho físicamente. Quedaron en silencio, en completa quietud, envueltos en sombras
Por un momento tras aquella carrera, solo por un instante, me pareció vislumbrarla girando una esquina. La gente en esa abarrotada calle me impedía el paso casi por completo, por lo que tuve que dejar de correr y dedicarme a dar pasos certeros y empujones débiles para no llamar demasiado la atención de las autoridades y que me llavasen preso por escándalo en plena calle o comportamiento indebido. Cada paso, igualmente, iba más rápido que el anterior. El motivo era que Helena no estaba sola en ese momento... y es que alguien la acompañaba, pero lo peor era que no conseguí identificar a su acompañante, nada en absoluto.
Poco tiempo después, llegue a aquella esquina donde la había perdido tras pasar unos infernales minutos queriendo salir de la agetreada calle atestada de peatones con sus compras ¿Cómo podían aguantar estar en semejante ataud de carne? No podía concebirlo, pero tampoco me podía permitir pensar en ello y criticar la sociedad que me rodeaba: tenía que encontrar a esa muchacha. Dejé de correr en aquel instante, cada paso que daba era planeado, premeditado y cuidadosamente estudiado mientras miraba el suelo constantemente. La noche era húmeda y calurosa como toda noche veraniega en una ciudad con puerto o cerca de la misma. La ropa se me pegaba al cuerpo y me molestaba, pero solo era una buena señal. Las calles de suelo empedrado, húmedas, dejaban pequeños resquicios de huellas de aquellos que pasaban por allí. Proseguía mi camino cuidadoso, fijándome en cada detalle del suelo, en cada huella que a veces confundía con otras, teniendo que fijarme aun más en cuales eran más recientes. Afortunadamente para Helena era un cazador nativo de un bosque acostumbrado a rastrear huellas o pequeños signos de pasos recientes por algún lugar ¿En qué se diferencia a fin y al cabo una ciudad de un bosque? Los mismos cerdos se revuelcan por el barro y la mugre de la economía para sentirse bien consigo mismos, las zorras aguardan en sus guaridas a cazar presas y lo que es peor... los depredadores nocturnos siempre acechan desde lo alto.
Giré varias, muchas calles, acompañado por el cántico de algunos grillos y el chillido agudo y crispante de alguna rata que buscaba alimento cuando me percaté de que salía hacia la periferia, fuera de la urbe principal, hacia un montón de casas alejadas entre sí. Fue entonces cuando descubrí sendas figuras femeninas deambulando hacia ningún lugar -¡HELENA!- vociferé acelerando el paso hacia ella, pasando a correr a la mayor velocidad de la que un humano pudiese gozar. Al llegar junto a ella, dediqué una mirada furiosa a su acompañante a pesar de esa belleza ya muy reconocida por mi -¿Qué diablos haces tan lejos del hotel en una ciudad que no conoces? ¿Eres consciente de los peligros que pueden recaer sobre ti?- pregunté a mi joven compañera, mirando por el rabillo del ojo a aquella nueva "amiga" suya. La extraña se percató de aquella mirada. Se mordió el labio juguetona -Discúlpeme... solo pretendía que me acompañase, soy nueva también en este lugar y me daba miedo deambular sola, callejeando por un lugar tan... como decís, lleno de peligros. Como agradecimiento iba a invitarla a comer con mi familia- su voz era inocente y pícara, intentando seducirme quizá. Craso error -Pues dile a tu familia que te acompañen ellos la próxima vez y que no te dejen sola en un lugar desconocido. Vámonos- aferré a Helena del brazo cual garras de águila, prensándola al punto de que quizá sintiera dolor de tanto en tanto y la arrastré sin dejar que se despidiese de la muchacha -Adiós...- alcancé a murmurar a aquella mujer hasta que comenzamos a internarnos otra vez por las callejuelas. Recuerdo que miré atrás mientras regresaba hacia la urbe y esa mujer ya no estaba allí. Era una de ellos, estaba completamente seguro y ya no cabía la menor duda de que por alguna razón estaban vigilándonos. Mis temores se reforzaron aun más cuando la duda se enfocaba aun más en una cacería dirigida hacia Helena en lugar de a mi, por lo que no debía perderla de vista ni un momento durante la noche -Estás loca, completamente loca ¿Me oyes?- alcancé a decir tras un largo trayecto y tedioso de vuelta al hotel, entrando ya por la puerta del mismo. Allí estaba el joven neonato -Buenas noches, señorita Mauleón ¿Desearía que le lleve...?-¡Cállate de una vez!- corté al recien nacido vampiro , que quedó mirándome con gesto inexpresivo.
Subí las escaleras cargando con ella, tirándola del brazo como en todo el trayecto, sin mediar más palabra hasta llegar a su puerta, la de la nueva habitación. Encajé la llave en la cerradura y la abrí, empujándola con severidad hacia el interior. Posteriormente cerré la puerta tras de mi -¿Se puede saber quién te crees que eres? ¿Has olvidado ya lo que ha ocurrido en el barco de Killian?- mi voz era pausada y calmada, pero estaba cargada de rabia, como una nube oscurísima de tormenta que se avecinaba por el horizonte, que de echo, no tardó en tronar -¡Me jugué la vida por salvarte, maldita cria insolente! Jones podría haberme hecho a mi lo mismo que yo le hice a él y ahora tú te crees con la autoridad suficiente para intentar distraerme con el insulso botones de ojos bonitos que tanto te ha gustado ¡Y para rematar te pones a acompañar a desconocidas a lugares alejados en un lugar desconocido! ¿¡Crees que siempre te acompañará un golpe de suerte que me hará aparecer cuando me necesites estúpida niñata?!- mis ojos reflejaban el fuego de la ira que se adueñaba de mis cuerdas vocales. Sabía que me arrepentiría de hablarle así y que no haría nada bien a la extraña amistad y compañerismo que empezamos a desarrollar en alta mar, pero ella estaba dinamitando nuestro buen trato aun más que yo con sus acciones impropias -Querías una habitación para ti, solo porque te consideras demasiado buena para dormir compartiendo una habitación con alguien a quien le debes la vida ¿Verdad? La señorita tiene dinero, es muy fina y de altas esferas y no puede pasar la noche junto a un mercenario, asqueroso y sucio que adora beber y que quizá se vuelva loco y te viole a pesar de haber tenido oportunidades múltiples de haberlo hecho o de haber espiado tu cuerpo desnudo. Eres la incoherencia personificada Helena Mauleón y te puedo asegurar que esta noche es la última vez que he ido en tu búsqueda.- le sostuve la mirada, furibundo -Tienes una idea muy equivocada del mundo muchacha, en Francia serías la hija de un banquero, pero aquí eres solo un jovencita bonita más. Nadie te socorrerá porque ni gozas de prestigio ni posees dinero para intercambiarlo por tus caprichos como hacías antaño- suspiré, tranquilizándome. Mi ojos pasaron de reflejar enfado a ensalzar el pesar de mi alma -Te quedarás aquí... cerraré la puerta con llave esta noche. Si se te ocurre escapar no podrás regresar y me limitaré a velar en las sombras por que lo mejor que te pase no sea que te besen mientras te destripan como a una rata- no dejé que dijese nada más, pues salí de la habitación cual bestia, proyectando mi sombra por las luces del pasillo desde la puerta. La cerré y eché el cerrojo, llevándome luego la llave al bolsillo.
Regresé a mi propia sala, cerca de la de Helena. Me percaté de que rondaba por allí el joven muchacho, como siempre. Estaba quieto cual estatua en mitad del pasillo, aguardando. Le dediqué una mueca de asco antes de entrar en mi habitación, cerré la puerta y me senté con una silla junto a la puerta, atento a cualquier ruido extraño. Oí pasos; iba a por Helena.
***
El joven se acercaba hasta la habitación a paso lento, sonriente. Se paró junto a la puerta y tocó dos, tres veces con sus hermosas manos -¿Necesita algo la señorita?- su voz nunca había sonado tan seductora...
En ese mismo momento, en las afueras, una muchacha preciosa de apariencia veintiañera se sentaba en una mesa acompañada por dos personas. Apenas se podían ver entre ellos debido a las tinieblas de aquella casa, que estaba en ruinas. Lo bizarro de la situación es que a pesar de estar medio derruida, la mesa estaba perfectamente nueva y decorada con los mantos más caros y tres copas de un cristal finísimo y reluciente a la luz de la luna que se filtraba por los tablones de madera que sostenían un techo con algunos agujeros. -¿Y bien?- preguntó la voz masculina, ataviado con ropajes oscuros y blancos, dignos de los más ricos -Es ella, no hay duda. Corresponde a la descripción y dio su nombre al neonato... es una pobre ilusa- rió como si fuera una niña pequeña. La figura restante dio un pequeño golpe en la mesa, educado a la par que autoritario -Ten más respeto, ya sabes quién es y por qué la estamos buscando- era una voz femenina, dulce pero diligente, amable pero severa al mismo tiempo. La voz de una madre -Lo lamento- bajó la cabeza la joven, tomando la copa rellena con un líquido rojo carmesí, denso y espeso. Bebió de la copa -Entonces de acuerdo, tenemos que atraerla, hablar con ella. Deberíamos mandar a...- la muchacha dejó la copa en la mesa e interrumpió al hombre sombrío -Ella no está sola. Un hombre la acompaña, un hombre que en sus ojos refleja algo más que una edad madura- dijo despacio, como si temiese la reacción de aquella pareja oscura sentados ante ella. Ambos bebían de sus copas -De modo que el muchacho no se confundía... no viaja sola. La ghoul tampoco mentía entonces... ¿Quién es?- el dedo índice de porcelana de aquella mujer resbaló por el borde de la copa, limpiando aquel líquido del cristal. Se lo llevó a la boca teñida con carmín color sangre, lamiéndolo sensualmente como si fuese una diablesa. El hombre la miraba a su lado, riendo entre dientes -Lo descubriremos querida...- se puso en pie despacio, como si tuviese toda la eternidad para hacer todo aquello que desease, sin necesidad de prisas. Tendió la mano a su compañera para que se levantase con la misma elegancia. En la oscuridad, se oyeron besos. La joven restante se levantó con algo más de prisa y se dispuso a marcharse -Entonces... ¿Debo?- aquellos besos suaves y lentos cesaron. Unos ojos rojos como el sol del atardecer destellaron a la luz de la luna al mirar a la joven -Sí Selina, debes. Averigua quién es ese hombre y haz migas con ella... Seguro que Padre estará muy complacido con los resultados de tus acciones. Si arrojas luz sobre ese hombre, me encargaré personalmente de ser tu padrino en Las Bodas- la joven Selina sonrió emocionada y se marchó de aquel lugar, dejando a solas a la pareja notablemente más mayor que ella, aunque no mucho físicamente. Quedaron en silencio, en completa quietud, envueltos en sombras
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Era curiosa aquella sensación que sentía hacía Selina. Sabía perfectamente que no debía estar en un lugar como aquel, tan alejado. Sabía, que el camino de vuelta sería difícil de recorrer, sabia que era tarde; pero aún así, yo quería seguir junto a ella. Me gustaba su forma de hablar, de expresarse, sus hipnóticos movimientos al andar, su sonrisa… La quería, la quería junto a mí. Y entonces, el estruendo de una voz conocida esfumó toda la magia que en el ambiente se había creado. La voz de Connor gritó mi nombre de una forma tan repentina y feroz, que me sentí impotente. No pude rechistar, no pude quejarme, había venido corriendo hacia mi lado y ya no podía escapar. Estaba furioso, y fue tan indecoroso que incluso se atrevió a hablar en mal tono a Selina, desconocida para él. Ella solo intentó disculparse por distraerme y él… ¿Qué le ocurría? ¿Por qué se comportaba así? – Espera, ella no…- Agarró mi brazo de tal manera que consiguió hacerme daño, y sin dudar, me arrastró entre gruñidos hacia el camino de vuelta. Quise despedirme de Selina, pues no quería marcharme en realidad; pero al darme la vuelta y ver como me alejaba metros de ella cada segundo, empecé a encontrarme confusa. Era cierto. ¿Qué hacia yo allí? – Connor…¡Connor! Me estas haciendo daño ¡Suéltame!- intenté deshacerme de las riendas de su brazo una vez ya la muchacha había desaparecido de nuestra vista. Me estaba haciendo daño, y cuanto más tiraba de mi cuerpo para escapar, más aprisionada me sentía -¡Connor! ¡Déjame! ¡Que me sueltes te digo!- estábamos formando un numerito aunque no hubiese suficiente gente para presenciarlo. Mi acompañante, sólo se limitaba a llamarme loca. Y no lo entendía, no entendía nada.
Una vez llegamos al hotel, Connor no reparó en la idea de dejarme quizás llegar sola hasta la habitación. Siguió sujetándome e incluso gritó al mozo que había reservado mi habitación. Parecía que estaba siendo victima de la ira de una bestia. Cuando llegamos a la nueva habitación, decidió soltarme, pero no sin antes empujarme con severidad hacia el interior de estar, lo cual hizo que cayese al suelo sin poder evitarlo. Me estaba abochornando, avergonzando y no entendía el porqué de su reacción. Era cierto, que antes de marchar quizás había roto el trato de paz entre nosotros al desear otra habitación… pero no pensé que surgiese tal reacción en él – Connor… yo solo quería una habitación, intimidad, yo…- callé, ante la inminente presencia de sus palabras, tronantes y dolientes. Recordó lo ocurrido en el barco y advirtió que se había jugado la vida por mí. Era cierto, y sabía perfectamente que le debía la vida por ello. No me dejaba hablar, y de haberlo hecho quizás me hubiese disculpado. Hizo que me sintiese impotente, aún más que al caer en la cuenta de que no sabía porqué había seguido a esa muchacha hasta aquel lugar tan alejado. Empezó a insultarme y ofenderme. No sabía como responderle o replicarle, tampoco supe como dejar de sentime inferior ante aquello, ni si quiera me levanté del Suelo. Era la primera vez que alguien me trataba de aquella manera que alguien me gritaba y me insultaba sin vacilar. Ni si quiera en las tantas discusiones con mi padre había llegado a aquello. Los ojos se me enlagrimaron y solo quise que se fuera, que desapareciera, que me dejase sola. Y cuando por fin, creí que se marcharía, lo hizo, pero dejándome encerrada con llave en aquella habitación -¡Espera! ¡Espera! ¡No lo hagas!- era tarde, ya se había ido y me había encerrado. No iba a salir, no quería salir… pero no era necesario aquello. Me sentí nuevamente privada de toda mi libertad, me sentí encarcelada. ¿Por qué? ¿Por qué tanto afán entre los que me rodean de dejarme en un lugar, sola, sin escapatoria?
Al final, me crucé de brazos aún en el suelo, apoyando la espalda a pie de cama, reflexionando, aun incrédula de todo lo ocurrido, preguntándome porque había hecho yo aquella estupidez y porqué Connor se había mostrado así. Cualquiera que me viese de aquella forma, con los ojos húmedos y casi sollozando diría que era una niña inmadura, y quizás fuese así, si, no estaba acostumbrada aquello. Y por alguna razón, a pesar de todo, me dolía que se hubiese comportado así.
Decidí entonces entrar en el baño. Alguien se había encargado de llevar mis ropajes a la nueva habitación, sí que aproveché aquello. Dejé la bolsa sobre la cama y tomé el camisón que había comprado. Suertuda de mí, había cubos de agua templada junto a la bañera. Los vertí sobre la misma, me desnudé, e intenté olvidar todo lo que había ocurrido y sobretodo, a la necesidad de volver a casa y abandonarlo todo que acababa de llegar a mi tras las dudas. Dejé mi cuerpo reposar y me sumergí varias veces, aunque con dificultad, en la bañera. Tras ello, sequé mi cuerpo y un poco los cabellos con una toalla, y me coloqué la ropa interior y el camisón. Salí del baño y sin dudarlo, me acerqué hacia la cama y me tumbe sobre ella, de lado, aún con el pelo húmedo y sin apartar la corcha. Quería descansar. Pero pareció ser que no era aún mi turno. Llamaron a la puerta –Déjame- dije, cortante pero sin un tono borde ni serio, más bien pesado. No quería hablar con Connor y no sabría cuando me encontraría dispuesta para ello. Al oír la voz de la persona que quedaba tras la puerta, y entender que no era Connor, me avergoncé. Me incorporé y quedé sentada en la cama. Era el mozo, preguntándose si necesitaba algo –Lo-lo siento… no, gracias, no necesito nada- cierto era, que quizás podría pedirle la copia de una llave…dejarle entrar…quedar libre…charlar con él. Me miré a mi misma en camisón, fino, provocador... y comprendí que no debía. No le oí más, así que supuse que se habría marchado. Volví a tumbarme en la cama, otra vez de lado, pero mirando hacia la ventana con balcón que quedaba abierta al fondo de la habitación, lo cual agradecí, pues la leve brisa que entraba y mecía las cortinas me tranquilizaba. Sentía ganas de llorar, las dudas me estaba machacando. Tenía sueño, quería dormir… pero no podía.
Una vez llegamos al hotel, Connor no reparó en la idea de dejarme quizás llegar sola hasta la habitación. Siguió sujetándome e incluso gritó al mozo que había reservado mi habitación. Parecía que estaba siendo victima de la ira de una bestia. Cuando llegamos a la nueva habitación, decidió soltarme, pero no sin antes empujarme con severidad hacia el interior de estar, lo cual hizo que cayese al suelo sin poder evitarlo. Me estaba abochornando, avergonzando y no entendía el porqué de su reacción. Era cierto, que antes de marchar quizás había roto el trato de paz entre nosotros al desear otra habitación… pero no pensé que surgiese tal reacción en él – Connor… yo solo quería una habitación, intimidad, yo…- callé, ante la inminente presencia de sus palabras, tronantes y dolientes. Recordó lo ocurrido en el barco y advirtió que se había jugado la vida por mí. Era cierto, y sabía perfectamente que le debía la vida por ello. No me dejaba hablar, y de haberlo hecho quizás me hubiese disculpado. Hizo que me sintiese impotente, aún más que al caer en la cuenta de que no sabía porqué había seguido a esa muchacha hasta aquel lugar tan alejado. Empezó a insultarme y ofenderme. No sabía como responderle o replicarle, tampoco supe como dejar de sentime inferior ante aquello, ni si quiera me levanté del Suelo. Era la primera vez que alguien me trataba de aquella manera que alguien me gritaba y me insultaba sin vacilar. Ni si quiera en las tantas discusiones con mi padre había llegado a aquello. Los ojos se me enlagrimaron y solo quise que se fuera, que desapareciera, que me dejase sola. Y cuando por fin, creí que se marcharía, lo hizo, pero dejándome encerrada con llave en aquella habitación -¡Espera! ¡Espera! ¡No lo hagas!- era tarde, ya se había ido y me había encerrado. No iba a salir, no quería salir… pero no era necesario aquello. Me sentí nuevamente privada de toda mi libertad, me sentí encarcelada. ¿Por qué? ¿Por qué tanto afán entre los que me rodean de dejarme en un lugar, sola, sin escapatoria?
Al final, me crucé de brazos aún en el suelo, apoyando la espalda a pie de cama, reflexionando, aun incrédula de todo lo ocurrido, preguntándome porque había hecho yo aquella estupidez y porqué Connor se había mostrado así. Cualquiera que me viese de aquella forma, con los ojos húmedos y casi sollozando diría que era una niña inmadura, y quizás fuese así, si, no estaba acostumbrada aquello. Y por alguna razón, a pesar de todo, me dolía que se hubiese comportado así.
Decidí entonces entrar en el baño. Alguien se había encargado de llevar mis ropajes a la nueva habitación, sí que aproveché aquello. Dejé la bolsa sobre la cama y tomé el camisón que había comprado. Suertuda de mí, había cubos de agua templada junto a la bañera. Los vertí sobre la misma, me desnudé, e intenté olvidar todo lo que había ocurrido y sobretodo, a la necesidad de volver a casa y abandonarlo todo que acababa de llegar a mi tras las dudas. Dejé mi cuerpo reposar y me sumergí varias veces, aunque con dificultad, en la bañera. Tras ello, sequé mi cuerpo y un poco los cabellos con una toalla, y me coloqué la ropa interior y el camisón. Salí del baño y sin dudarlo, me acerqué hacia la cama y me tumbe sobre ella, de lado, aún con el pelo húmedo y sin apartar la corcha. Quería descansar. Pero pareció ser que no era aún mi turno. Llamaron a la puerta –Déjame- dije, cortante pero sin un tono borde ni serio, más bien pesado. No quería hablar con Connor y no sabría cuando me encontraría dispuesta para ello. Al oír la voz de la persona que quedaba tras la puerta, y entender que no era Connor, me avergoncé. Me incorporé y quedé sentada en la cama. Era el mozo, preguntándose si necesitaba algo –Lo-lo siento… no, gracias, no necesito nada- cierto era, que quizás podría pedirle la copia de una llave…dejarle entrar…quedar libre…charlar con él. Me miré a mi misma en camisón, fino, provocador... y comprendí que no debía. No le oí más, así que supuse que se habría marchado. Volví a tumbarme en la cama, otra vez de lado, pero mirando hacia la ventana con balcón que quedaba abierta al fondo de la habitación, lo cual agradecí, pues la leve brisa que entraba y mecía las cortinas me tranquilizaba. Sentía ganas de llorar, las dudas me estaba machacando. Tenía sueño, quería dormir… pero no podía.
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
Desperté con la caricia de los primeros rayos cálidos del sol que se filtraban por la ventana. Mis ojos se abrían con parsimonia y una tos ronca azotó mi garganta, al igual que un dolor de espaldas que atenazó mi columna vertebra. Fue entonces cuando me percaté de mi posición, dormido en una silla cómoda, pero una silla a fin de cuentas. Me dispuse a erguirme cuando el cuello también crujió -La edad no perdona...- me acaricié la nuca con una mueca de dolor y por un instante olvidé por qué había dormido ahí. Recordé entonces que el vampirito de turno estaba acechando a Helena y me quedé junto a la puerta por si intentaba algo con ella. No obstante, me relajé al oir que sus pasos se alejaban tras preguntar si la muchacha necesitaba algo. Me quedé junto a la puerta igualmente aquella noche, pero dormí al comprender de que Helena estaba fuera del alcance de su hechizo -No solo me cuesta disgustos... ahora también la salud...- me dediqué acto seguido a empacar cualquier cosilla que llevara encima, como mis armas y alguna que otra bolsa con dinero repartido en cada una. Salí de la habitación y me planté frente a la puerta de la muchacha. Aguardé unos segundos con la llave en la mano, tragando saliva; era planemanete consciente del mal humor que me azoraba la noche anterior y de que me había pasado con ella, pero Helena no tenía ni idea de en qué peligros se estaba metiendo... debía impedir que lo hiciera de nuevo, aunque tuviese que ser una sombra del amigo que creía ver en mi -Supongo que no me queda más que disculparme y ser algo cortés...- musité mientras me disponía a llamar a la puerta suavemente. Fueron uno, dos y tres toques secos y rápidos -Buenos días, muchacha- deslicé la llave por debajo de la puerta, haciéndo muestra de galantería al no entrar en la habitación por si estaba impresentable -Ahí va la llave, no entro por si estás indispuesta. Aguardaré abajo, partimos hacia Roma en cuanto estés lista- bajé las escaleras al cruzar el pasillo, sin esperar respuesta de la muchacha.
Abajo se encontraba otro botones, no el neonato de la noche anterior, confirmando definitivamente mi intuición de que no era una persona normal y corriente. En algún lugar de la ciudad, estaría guareciéndose de la luz del sol y una muerte dolorosa. -Nos marchamos- comuniqué al suplente, entregando la llave de mi habitación. -La señorita bajará en breves y entregará su llave. Ha sido una agradable estancia- el encargado sonrió y agradeció las palabras. Después, salí a la calle y esperé a que llegase Helena para tomar el primer carruaje que pasara por delante, pidiendo rumbo a la capital.
Dentro del transporte, me limité a mirar a Helena -Muy posiblemente lleguemos ya entrada la tarde, cayendo el sol en el horizonte. Espero que la experiencia de anoche te ayude a comprender lo peligroso que es creerse demasiado sabionda para deambular, no hay nadie, salvo yo, que te ayude en estos momentos. Lamento haber tenido que mostrarme tan furioso, pero no quiero que te hagan daño- mantuve mis ojos en ella, fijos como dos faros en la oscuridad del mar -No es una afilada hoja de acero la mejor defensa, niña, sino la precaución- comenté con una media sonrisa amable, posando mi mano en su hombro. No sabía si emitiría una terrible hostilidad hacia mi persona, pero daba igual, ella era una mujer tremendamente orgullosa e incluso prepotente, por lo que no sería de extrañar que me apartase la mano de una bofetada y me insultara... o quizá hubiese aprendido lo suficiente para aceptar mis disculpas y no volver a meter la pata.
Pasó el tiempo durante el viaje y tal como predije, el cielo rojo parecía manchado por la sangre del sol, que caía herido más allá de donde la vista alcanza, el aparente fn del mundo -Ya casi estamos...- el coche nos dejó frente a una enorme fuente decorada con estatuas preciosas. El cochero la llamó "Fontana de Trevi" cuando descendí del coche. Pagué su precio, no demasiado alto y se marchó cuando Helena había desmontado -Cae la noche, pero aún es temprano para ir a un hotel. Esta vez puedo acompañarte a comprar algo si quieres- quizá estaba pasándome de amable y muy posiblemente me arrepentiría en caso de que aceptase mi propuesta... Ir a comprar con una mujer, Santísimo Dios, era la peor experiencia que una vez viví y desde entonces no volví a repetirlo ¿De donde se sacaban tantísima gama de colores? ¿Perla? ¿Morango? ¿Carmesí? Maldita sea, yo solamente distinguía los colors base... En ocasiones pensé que las féminas que veían semejante diferencia tenían que ser brujas o licántropos, incluso vampiros, pero me sorprendió lo muy humanas que eran. Por sorpresa, su respuesta se vería ofuscada por el relincho de un par de caballos que se detuvieron junto a nosotros en un breve lapso de tiempo, caballos marrones de pelaje brillante y crines azabache, igual que sus ojos. Parecían pintados en un lienzo viejo, resaltaban sobre la multitud húmeda de la noche veraniega -¿Helena Mauleón y el señor Percival von Winkel?- arqueé una ceja ante la pregunta de aquel hombre, ataviado con unas ropas similares a los de la guardia civil, mas no lo parecía. Era alto, corpulento y fortachón, con una barba perfilada en su mandíbula y cabellos cortos. Sus ojos verdes hacía un contraste hermoso con su tez bronceada por el sol. Le acompañaba una mujer similar, solo que su piel era más clara y notablemente más baja con una figura envidiable, aunque no tan llamativa y voluptuosa como solían presentarse las vampiresas -¿Disculpe?- pregunté para ganar tiempo, pero maldije mil y una veces el momento en el que Helena reveló su verdadero nombre -¿Quienes son Helena Mauleón y Percival?- intenté despistarlos, además de adelantándome y posicionándome frente a Helena para que esta no se fuera de la lengua. Fingí ser un hombre alegre y animado, incluso algo cobarde, pues me retorcía las manos con teatral nerviosismo -No se haga el tonto, señor Percival. La descripción encaja con la vuestra, sobretodo con la de usted ¿No tiene más ropa que esa? La lleva desde ayer, según parece- reprendió molesta la mujer, sabiendo que eramos nosotros y que no la iba a engañar. Miré a Helena por encima de mi hombro -Os venimos siguiendo desde Napoles. Nos comunicaron que la señorita Helena Mauleón, acompañada por un individuo que se registró como Percival von Winkel en un hotel frente al puerto, había robado ciertas pertenencias que había en la habitación en la que se alojó. Más concretamente se había instalado donde había una caja fuerte oculta, donde guardaban parte del dinero para pagar los impuestos del local, así como el agua y los alimentos para los clientes.- comunicó el hombre para mi sorpresa, volviendo a mirar a Helena con una expresión de inmensa incredulidad ¿Cómo iba a ser capaz de hacer eso una pesona tan rica como ella? No, debía ser un error, tenía que ser un error -Es indignante, nosotros nunca robariamos nada y menos aún ella.- la defendí y dejé que ella también dijera lo que tuviese que decir -En ese caso...- la mujer descendió del corcel y se dirigió diligente hacia Helena. La tomó de la cintura y comenzó a toquetear cada parte de su ropa, cuerpo y bolsa, hasta que por sorpresa, sacó un fajo de papeles que parecían ser billetes de una bolsa dentro de su bolsa, una que yo nunca había visto antes -Eso es...-La prueba contundente. Helena Mauleón, queda detenida por la guardia de Roma acusada de robo. Percival von Winkel nos acompañará como cómplice, pero debido a no poseer cargos demostrados contra usted, no dormirá en el calabozo- oí como apresaban a Helena mientras el hombre hablaba y arrastraban a la muchacha tras el caballo de la mujer. Me era sumamente extraño que una mujer formara parte de la guardia, pero no me atreví a enfrentarme a ellos por las represalias que pudiese tener sobre Helena y sobre mi, de modo que los seguí, sin cadenas.
Llegamos hasta un gran edificio sombrío, ya con las estrellas sobre nosotros, donde nos internaron a cada uno en una celda diferente, separada su zona de la mía por unos barrotes limítrofes -No te preocupes... debe ser un malentendido. No puedes haber robado nada- intenté consolarla, sentándome en el colchón sucio que había en el suelo. Medité profundamente sobre todo lo ocurrido hasta ahora cuando llegó un señor mayor, de aproximadamente 55 años, bajito y rechoncho como una bola y semi calvo. Le acompañaban dos hombres armados con revólveres en el cinturón y les ordenó que se la llevaran a interrogar. Temí por su bienestar pero... ¿Qué podía hacer? Debía pensar...
Los hombres sentaron obligatoriamente a Helena en una mesa inchada por la humedad de una habitación oscura rodeada de velas, donde aquel hombre gordito se sentó frente a ella, ambos solos, sin los guardias, sin mesas, solo ellos, las sillas y las velas -¿Cómo se siente?- preguntó el superior con su voz de pito -No debe ser agradable robar y que te pillen ¿Verdad? Me llamo Smee y voy a hacerte confesar querida- era extraño que Helena no estuviese encadenada de pies ni de manos ¿Qué le costaría a la muchacha empujar a ese hombre enano y gordinflón de edad avanzada y huir? Sería tan fácil como si Smee fuera un niño de diez años, pues sus cortas patitas no le servirían para alcanzarla -Así que dime... ¿Quién es ese hombre que te acompaña? ¿Cómo se llama? ¿A qué se dedica?- preguntó frio y siniestro. Se cansó del misticismo y soltó las palabras a bocajarro, no importándole en absoluto el tema del robo del dinero del hotel. Quería saber sobre ese tal "Percival" y lo iba a conseguir -Y más te vale que cuando preguntes, ni siquiera pienses. Tan solo contesta- las sillas estaban tan próximas, que a pesar de ser tan bajito, alcanzó a bofetear a Helena con una fuerza tan bruta que ni siquiera Connor hubiese resistido el impacto. La cara se le quedaría marcada durante unos días con esa muestra rojiza que le quedaría en el cachete a la mujer. Smee era un hombre que no debía subestimar por su apariencia -¿Cómo se siente?- empezó a reir como una ratita antes de volver a azotarla nuevamente con el dorso de la mano con un revés en la mejilla restante -¡Sin pensar! Su nombre, su oficio, su edad ¡Quiero saberlo todo de él! Te abofetearé hasta que hables ¡Hasta que el dolor no te deje pensar y hables sin rechistar!- volvió a abofetearla nuevamente, por tercera vez. Era un hombre fortísimo a pesar de su apariencia y Helena casi ni vería venir la mano del hombre, que era bastante rápido en aquellos movimientos. No paraba de preguntar lo mismo, todo era sobre Connor, sobre su oficio, su nombre, todo sobre él y nada sobre el robo. Algo extraño sucedía sin duda y Connor, el que interesaba a ese tal Smee, se devanaba los sesos intentando vislumbrar algo que hacer para salvar a Helena
Abajo se encontraba otro botones, no el neonato de la noche anterior, confirmando definitivamente mi intuición de que no era una persona normal y corriente. En algún lugar de la ciudad, estaría guareciéndose de la luz del sol y una muerte dolorosa. -Nos marchamos- comuniqué al suplente, entregando la llave de mi habitación. -La señorita bajará en breves y entregará su llave. Ha sido una agradable estancia- el encargado sonrió y agradeció las palabras. Después, salí a la calle y esperé a que llegase Helena para tomar el primer carruaje que pasara por delante, pidiendo rumbo a la capital.
Dentro del transporte, me limité a mirar a Helena -Muy posiblemente lleguemos ya entrada la tarde, cayendo el sol en el horizonte. Espero que la experiencia de anoche te ayude a comprender lo peligroso que es creerse demasiado sabionda para deambular, no hay nadie, salvo yo, que te ayude en estos momentos. Lamento haber tenido que mostrarme tan furioso, pero no quiero que te hagan daño- mantuve mis ojos en ella, fijos como dos faros en la oscuridad del mar -No es una afilada hoja de acero la mejor defensa, niña, sino la precaución- comenté con una media sonrisa amable, posando mi mano en su hombro. No sabía si emitiría una terrible hostilidad hacia mi persona, pero daba igual, ella era una mujer tremendamente orgullosa e incluso prepotente, por lo que no sería de extrañar que me apartase la mano de una bofetada y me insultara... o quizá hubiese aprendido lo suficiente para aceptar mis disculpas y no volver a meter la pata.
Pasó el tiempo durante el viaje y tal como predije, el cielo rojo parecía manchado por la sangre del sol, que caía herido más allá de donde la vista alcanza, el aparente fn del mundo -Ya casi estamos...- el coche nos dejó frente a una enorme fuente decorada con estatuas preciosas. El cochero la llamó "Fontana de Trevi" cuando descendí del coche. Pagué su precio, no demasiado alto y se marchó cuando Helena había desmontado -Cae la noche, pero aún es temprano para ir a un hotel. Esta vez puedo acompañarte a comprar algo si quieres- quizá estaba pasándome de amable y muy posiblemente me arrepentiría en caso de que aceptase mi propuesta... Ir a comprar con una mujer, Santísimo Dios, era la peor experiencia que una vez viví y desde entonces no volví a repetirlo ¿De donde se sacaban tantísima gama de colores? ¿Perla? ¿Morango? ¿Carmesí? Maldita sea, yo solamente distinguía los colors base... En ocasiones pensé que las féminas que veían semejante diferencia tenían que ser brujas o licántropos, incluso vampiros, pero me sorprendió lo muy humanas que eran. Por sorpresa, su respuesta se vería ofuscada por el relincho de un par de caballos que se detuvieron junto a nosotros en un breve lapso de tiempo, caballos marrones de pelaje brillante y crines azabache, igual que sus ojos. Parecían pintados en un lienzo viejo, resaltaban sobre la multitud húmeda de la noche veraniega -¿Helena Mauleón y el señor Percival von Winkel?- arqueé una ceja ante la pregunta de aquel hombre, ataviado con unas ropas similares a los de la guardia civil, mas no lo parecía. Era alto, corpulento y fortachón, con una barba perfilada en su mandíbula y cabellos cortos. Sus ojos verdes hacía un contraste hermoso con su tez bronceada por el sol. Le acompañaba una mujer similar, solo que su piel era más clara y notablemente más baja con una figura envidiable, aunque no tan llamativa y voluptuosa como solían presentarse las vampiresas -¿Disculpe?- pregunté para ganar tiempo, pero maldije mil y una veces el momento en el que Helena reveló su verdadero nombre -¿Quienes son Helena Mauleón y Percival?- intenté despistarlos, además de adelantándome y posicionándome frente a Helena para que esta no se fuera de la lengua. Fingí ser un hombre alegre y animado, incluso algo cobarde, pues me retorcía las manos con teatral nerviosismo -No se haga el tonto, señor Percival. La descripción encaja con la vuestra, sobretodo con la de usted ¿No tiene más ropa que esa? La lleva desde ayer, según parece- reprendió molesta la mujer, sabiendo que eramos nosotros y que no la iba a engañar. Miré a Helena por encima de mi hombro -Os venimos siguiendo desde Napoles. Nos comunicaron que la señorita Helena Mauleón, acompañada por un individuo que se registró como Percival von Winkel en un hotel frente al puerto, había robado ciertas pertenencias que había en la habitación en la que se alojó. Más concretamente se había instalado donde había una caja fuerte oculta, donde guardaban parte del dinero para pagar los impuestos del local, así como el agua y los alimentos para los clientes.- comunicó el hombre para mi sorpresa, volviendo a mirar a Helena con una expresión de inmensa incredulidad ¿Cómo iba a ser capaz de hacer eso una pesona tan rica como ella? No, debía ser un error, tenía que ser un error -Es indignante, nosotros nunca robariamos nada y menos aún ella.- la defendí y dejé que ella también dijera lo que tuviese que decir -En ese caso...- la mujer descendió del corcel y se dirigió diligente hacia Helena. La tomó de la cintura y comenzó a toquetear cada parte de su ropa, cuerpo y bolsa, hasta que por sorpresa, sacó un fajo de papeles que parecían ser billetes de una bolsa dentro de su bolsa, una que yo nunca había visto antes -Eso es...-La prueba contundente. Helena Mauleón, queda detenida por la guardia de Roma acusada de robo. Percival von Winkel nos acompañará como cómplice, pero debido a no poseer cargos demostrados contra usted, no dormirá en el calabozo- oí como apresaban a Helena mientras el hombre hablaba y arrastraban a la muchacha tras el caballo de la mujer. Me era sumamente extraño que una mujer formara parte de la guardia, pero no me atreví a enfrentarme a ellos por las represalias que pudiese tener sobre Helena y sobre mi, de modo que los seguí, sin cadenas.
Llegamos hasta un gran edificio sombrío, ya con las estrellas sobre nosotros, donde nos internaron a cada uno en una celda diferente, separada su zona de la mía por unos barrotes limítrofes -No te preocupes... debe ser un malentendido. No puedes haber robado nada- intenté consolarla, sentándome en el colchón sucio que había en el suelo. Medité profundamente sobre todo lo ocurrido hasta ahora cuando llegó un señor mayor, de aproximadamente 55 años, bajito y rechoncho como una bola y semi calvo. Le acompañaban dos hombres armados con revólveres en el cinturón y les ordenó que se la llevaran a interrogar. Temí por su bienestar pero... ¿Qué podía hacer? Debía pensar...
***
Los hombres sentaron obligatoriamente a Helena en una mesa inchada por la humedad de una habitación oscura rodeada de velas, donde aquel hombre gordito se sentó frente a ella, ambos solos, sin los guardias, sin mesas, solo ellos, las sillas y las velas -¿Cómo se siente?- preguntó el superior con su voz de pito -No debe ser agradable robar y que te pillen ¿Verdad? Me llamo Smee y voy a hacerte confesar querida- era extraño que Helena no estuviese encadenada de pies ni de manos ¿Qué le costaría a la muchacha empujar a ese hombre enano y gordinflón de edad avanzada y huir? Sería tan fácil como si Smee fuera un niño de diez años, pues sus cortas patitas no le servirían para alcanzarla -Así que dime... ¿Quién es ese hombre que te acompaña? ¿Cómo se llama? ¿A qué se dedica?- preguntó frio y siniestro. Se cansó del misticismo y soltó las palabras a bocajarro, no importándole en absoluto el tema del robo del dinero del hotel. Quería saber sobre ese tal "Percival" y lo iba a conseguir -Y más te vale que cuando preguntes, ni siquiera pienses. Tan solo contesta- las sillas estaban tan próximas, que a pesar de ser tan bajito, alcanzó a bofetear a Helena con una fuerza tan bruta que ni siquiera Connor hubiese resistido el impacto. La cara se le quedaría marcada durante unos días con esa muestra rojiza que le quedaría en el cachete a la mujer. Smee era un hombre que no debía subestimar por su apariencia -¿Cómo se siente?- empezó a reir como una ratita antes de volver a azotarla nuevamente con el dorso de la mano con un revés en la mejilla restante -¡Sin pensar! Su nombre, su oficio, su edad ¡Quiero saberlo todo de él! Te abofetearé hasta que hables ¡Hasta que el dolor no te deje pensar y hables sin rechistar!- volvió a abofetearla nuevamente, por tercera vez. Era un hombre fortísimo a pesar de su apariencia y Helena casi ni vería venir la mano del hombre, que era bastante rápido en aquellos movimientos. No paraba de preguntar lo mismo, todo era sobre Connor, sobre su oficio, su nombre, todo sobre él y nada sobre el robo. Algo extraño sucedía sin duda y Connor, el que interesaba a ese tal Smee, se devanaba los sesos intentando vislumbrar algo que hacer para salvar a Helena
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Era tremendamente curioso, que aquel lugar con el que tanto soñaba se mostrase de una manera totalmente distinta. Una vez más, el cuerpo mi madre y mi palpable impotencia, eran los protagonistas de aquel lugar, esta vez oscuro, desamparado, frío. Ella había despertado, me llamaba, me quería, parecía no estar muerta, sólo pálida, pero bella. En ella no había señal de angustia y sufrimiento, más un enorme poder le había garantizado la muerte, pues era imposible deshacerme de sus brazos, los cuales parecían querer llevarme a otro lugar. Reparé esta vez, en que no estaba sola. Unas seis personas más nos rodeaban, y en vez de intentar ayudarme, de ofrecerme resistencia, optaron por simplemente admirar aquello, con una sonrisa en sus rostros. No conocía nadie…bueno, había una persona que me resultaba familiar, pero no pude saber porqué. Mi madre, me llevaba ya con ella.
La brisa de la mañana, la cual se colaba entre las ventanas hasta llegar a mi cuerpo, tumbado sobre la colcha de una cama, en una habitación desconocida durante unos segundos, me hizo despertar. Simplemente, me sobresalté, pero no grité. Tampoco me encontraba tan asustada como otras veces, y esto era resultado de la prolongación de la pesadilla ¿Por qué aquello? ¿Por qué había más personas esta vez? No había forma de entenderlo. Los doctores de París insistieron en que la causa era un simple trauma por la pérdida y aseguraron que pronto desaparecería… si se puede considerar pronto doce años, claro. Decidí no darle más importancia de la debida y me dispuse a incorporarme y salir de la cama para analizar la situación. No sabía que hora era, pero debía ser temprano a juzgar por la iluminación. Me había quedado dormida en camisón aunque sobre la colcha y… todo tras discutir con Connor. Connor… pareció dolerme la cabeza solo de recordar ese nombre. Sentía una pesadez horrorosa y no sabía porqué, no sabía porqué lo de anoche, y peor aun, no sabía que se avecinaría. Tomé el cepillo que compré de la bolsa, y cepillé mis cabellos mientras intentaba planear mis reacciones para con él al salir. Por sorpresa, oí su voz tras la puerta. Sonaba jovial, tranquila, amable, como si no hubiese sucedido nada. Incluso pasó la llave de mi cautiverio por debajo de la puerta para poder salir cuando lo desease. Aquello hizo que me emblandeciese un poco en cuanto a sentimientos con él… pero no, no podía ser.
Me vestí y arreglé tan bien como pude. Esta vez si que podía verse en mi una señorita bien vestida. Me recogí los cabellos en un moño despeinado por encima de la nuca, tomé mi bolsa y salí de aquel lugar. Al llegar a la recepción, dejé la llave y me despedí de forma amable. Encontré a Connor, con la mirada, justo en la puerta del hotel, esperando a un carruaje que nos llevase hasta la capital. Roma… la verdad es que sabía que saldría de allí con las manos vacías, sin ninguna pisa, sin nada conseguido. Que estúpida había sido. Una vez encontramos cochero que nos llevase y emprendiésemos el camino, mi acompañante volvió a hablar en ese mismo tono que antes –Dijiste que no me ayudarías más, así que no, no hay nadie que me salve. Y no me creo una sabionda, yo solo quería salir, sola, tranquila. Que sepas que no voy a olvidar que me hallas encerrado con llave en la habitación…- dije con cierto rintintín y de brazos cruzados, recordando la represalia de la anterior noche. Pero cuando confesó que no quería que me hiciesen daño, un sentimiento dentro de mí se partió en dos. Por un lado, sentí que era mi padre, por otro, me arrepentí del rintintín y me sentí…agradecida, pues era cierto que quizás le debía algo más que la vida –Lo siento- dije, sin más, y comencé a mirar por la ventana evitando más comentarios. Pero entonces, posó su mano en mi hombro y me vi obligada a mirarle. Con otra persona, seguramente habría ya ensalzado una discusión, secuela de la de ayer, defendiéndome y obviando cualquier palabra amable o sonrisa… pero con él sabía que no podía, por alguna razón -Jamás desaparecerá en ti esa muletilla, ¿verdad?- dije, refiriéndome a ‘’niña’’, pues parecía haberle tomado gusto el llamarme así.
Desaparecía ya en el horizonte el sol, cuando comencé a reconocer desde la ventanilla, edificios más distinguidos y elegantes, personas paseando de una guisa esplendorosa, y multitud de patrimonio que parecía pertenecer a un palacio. Agradecí entonces, mi idea de haberme vestido mejor. Miré a Connor. Estaba mucho mejor vestido que cuando le conocí y para algunas personas, quizá podría dar a entender que era perfectamente mi pareja… pero por increíble que pareciese, comprendí que le sentaba mejor los ropajes poco elegantes y… ¿sucios? Solté una sonrisita sin querer, y me preocupó que Connor preguntase la razón. Por suerte, el coche paró y nuestro viaje finalizó. Salí del carruaje y nada más hacerlo este partió de vuelta. –Dios mío…este lugar es precioso- estaba gratamente sorprendida, todo lo que rodeaba la plaza en la que nos encontrábamos, tenía un carácter lujoso, elegante, digno de un rey. Ante la sugerencia de Connor, no pude evitar confesar lo que más necesitaba –La verdad es que… ayer por la noche salí en busca de comida, pero era tarde y no pude…llevo desde ayer sin comer nada- Yo misma estaba dándome cuenta de que estaba ligeramente más delgada que antes de emprender el viaje y salir de Paris. Habíamos comido poco y recorrido demasiado… sólo me faltaba quedarme en los huesos. Pensé que comenzaríamos a caminar en busca de alimentos, pero entonces, un par de personas vestidas como guardias y montadas en caballo, pararon justo frente a nosotros y, más increíble aún, preguntaron por mi… y el nombre falso que dio Connor, aun no entendí porqué. Quise responder, pero Connor se puso frente a mí, sin dejar que me adelantase ¿Qué estaba ocurriendo? Aquella pareja confesó que estaban buscándonos… y me acusaron repentinamente, de robo. ¡Robo! –Esto… ha tenido que haber un error. Yo no he robado nada. Sólo nos hospedamos durante una noche para seguir con nuestro viaje y… En serio, seguro que ha sido un tremendo error. Ni si quiera sabía que aquella habitación tuviese caja fuerte. Yo sólo pedí a un botones que me registrase en una habitación y eligió esa- Connor intentó defenderme, y lo agradecí, porque me estaba poniendo nerviosa. La mujer, bajó de su caballo y decidió asegurarse de que no mentía registrándome – Regístreme sin es necesario, pero le aseguro que no miento- y entonces, sacó de mi bolsa otra pequeña llena de billetes – Yo no… yo no he robado eso, lo juro. Alguien ha tenido que meterlo ahí, pero yo no…- mire a Connor desesperada –Connor, te juro que yo no he sido. Yo jamás robaría- Un sudor frío recorrió mi cuerpo. Empezaba a encontrarme mal ¿Qué hacía esa bolsa ahí? Yo no había robado nada ¿Por qué? -¡Yo no he hecho nada! ¡Yo no he robado nada! ¡Soltadme! – era demasiado tarde, me arrestaron y me obligaron a marchar tras uno de los caballos, hasta los calabozos.
Una vez allí, nos encerraron a Connor y a mí en celdas distintas, pero juntas, separadas por barrotes. Una vez nos dejaron solos, me abalancé de rodillas a los barrotes que nos separaban. Temía que Connor hubiese dejado de creerme o se sintiese victima de algo que no había hecho o me echase las culpas de estar en aquel lugar –Connor te juro que no yo he sido. ¿Cómo iba a robar? Yo solo dormí…y cuando me diste la llave, salí sin más… No se que hacen tantos billetes en mi bolsa y no se como los han podido meter. El caso es que no he sido yo…lo siento- me tranquilicé al oír sus palabras, reveladoras de una confianza que necesitaba. Me dejé caer contra la pared y llevé las manos hacia la cabeza –Esto es una pesadilla. No lo entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué esta pasando todo esto? Ni si quiera sé porqué seguí a aquella mujer ayer si yo quería volver al hotel – confesé – Debo estar volviéndome loca o algo parecido- Entonces, apareció un hombre rechoncho y semi calvo, acompañado de otros dos hombres más, los cuales abrieron mi celda y me llevaron a una habitación para interrogarme.
-Menos mal… Aclaremos esto rápido y me sentiré mejor, señor. Yo no he robado nada- dije, nada más sentarme en aquella habitación y quedar sola junto aquel hombre. Pensé que me pediría que le contase que hacía en el hotel, que le confesase mis intenciones o intentase sonsacarme mil y una cosas sobre el dinero… pero preguntó por Connor, a quien anteriormente habían dicho que no tenían pruebas contra él -¿Perdón? Él no ha tenido nada que…- aquel hombre me abofeteó sin vacilar, cruzándome la cara y dejándola marcada. Contuve el aliento y me dolí. Me llevé la mano a la cara, estaba ardiendo. Aquel hombre se limitó a reírse de una forma totalmente repelente -¡¿Cómo se atreve?!- me propinó otra bofetada en la otra mejilla. Amenazó con seguir abofeteándome si no se lo decía todo sobre Connor… y entonces entendí, que yo no era más que un peón en todo aquello. El dinero, el nombre falso de Connor, esa insistencia en no revelarme su persona ¿Quién era Connor? ¿Por qué querían saber de él? ¿Qué había hecho? ¿Y por qué me estaban tratando así? Aquel hombre soltó otra bofetada directa a mi cara, la cual hizo que el labio comenzase a sangrar notase rápidamente una inflamación en el interior de la boca. Me levanté del asiento, asustada y con los ojos llorosos por el dolor ¿Iba a confesar? Quizás fuese un asesino que estuviesen buscando o… no, no, no, todo era demasiado raro. De ser importante civilmente hablando, no estarían tratando así a un testigo, y por otro lado, Connor… no podía ser alguien… alguien malo. Le debía la vida, y ahora comenzará a devolvérsela – No voy a decirte nada, ese hombre no ha robado y tampoco yo ¡Déjanos marchar! – Aquel hombre se abalanzó sobre mí, empujándome y arrojándome al suelo de una nueva bofetada. Hice una mueca de dolor por la caída y por la irremediable hinchazón del labio. -¡Habla! - -¡Te he dicho que no te voy a decir nada!- Ante esta negativa, el hombre me propinó una serie de patadas al pecho y después a la espalda. Eso me estaba sonando demasiado a algo ocurrido anteriormente y otra vez me sentí atrapada en un problema –Así que la niña no quiere hablar ¿eh? Pues bien, pasarás la noche en la celda y nuevamente te iremos a buscar. Yo soy bondadoso contigo… pero mis superiores prefieren artilugios más útiles… como el látigo- no sabía si estaba intentándome asustar o no, el caso es que cesó con su violencia. Un par de hombres entraron a la habitación y por orden de Smee me llevaron nuevamente a la celda. Me agradó ver que Connor seguía aun en la contigua, y supuse, que no tardaría en reaccionar ante mi deplorable estado. Me arrojaron al suelo y cuando quedé sola con él, me agarré de los barrotes compartidos con él para incorporarme y acercarme. Toda la valentía que había mostrado anteriormente, se esfumó. No sabía porque ocurría todo aquello. –Connor…¿Quién eres?- hice una pausa – Esos hombres saben perfectamente que yo no he robado nada, sólo quieren saber quien eres…pero no se porqué- Hablaba nerviosa, asustada. Me tapé la herida del labio con la mano, tampoco quise que se alarmase por mi – Y yo también quiero saberlo… Vendrán más tarde a por mi, y supongo que volverá a prender contra mí ese hombre- aparté la mano mientras hablaba tranquila, y contemplé que había quedado manchada de sangre. Estaba asustada, horrorizada en el fondo, y mis ojos húmedos y sollozantes lo demostraban –Connor...me da igual que quieran de ti, yo no voy a responder por mucho daño que me causen… pero ayúdame, te necesito- me faltó un ‘’otra vez’’, pero lo obvié. Las manos se me resbalaban de los barrotes, necesitaba estar tumbada, pues me dolía todo el cuerpo. Pero por alguna razón, cuanto más cerca estaba de él, más protegida me sentía.
La brisa de la mañana, la cual se colaba entre las ventanas hasta llegar a mi cuerpo, tumbado sobre la colcha de una cama, en una habitación desconocida durante unos segundos, me hizo despertar. Simplemente, me sobresalté, pero no grité. Tampoco me encontraba tan asustada como otras veces, y esto era resultado de la prolongación de la pesadilla ¿Por qué aquello? ¿Por qué había más personas esta vez? No había forma de entenderlo. Los doctores de París insistieron en que la causa era un simple trauma por la pérdida y aseguraron que pronto desaparecería… si se puede considerar pronto doce años, claro. Decidí no darle más importancia de la debida y me dispuse a incorporarme y salir de la cama para analizar la situación. No sabía que hora era, pero debía ser temprano a juzgar por la iluminación. Me había quedado dormida en camisón aunque sobre la colcha y… todo tras discutir con Connor. Connor… pareció dolerme la cabeza solo de recordar ese nombre. Sentía una pesadez horrorosa y no sabía porqué, no sabía porqué lo de anoche, y peor aun, no sabía que se avecinaría. Tomé el cepillo que compré de la bolsa, y cepillé mis cabellos mientras intentaba planear mis reacciones para con él al salir. Por sorpresa, oí su voz tras la puerta. Sonaba jovial, tranquila, amable, como si no hubiese sucedido nada. Incluso pasó la llave de mi cautiverio por debajo de la puerta para poder salir cuando lo desease. Aquello hizo que me emblandeciese un poco en cuanto a sentimientos con él… pero no, no podía ser.
Me vestí y arreglé tan bien como pude. Esta vez si que podía verse en mi una señorita bien vestida. Me recogí los cabellos en un moño despeinado por encima de la nuca, tomé mi bolsa y salí de aquel lugar. Al llegar a la recepción, dejé la llave y me despedí de forma amable. Encontré a Connor, con la mirada, justo en la puerta del hotel, esperando a un carruaje que nos llevase hasta la capital. Roma… la verdad es que sabía que saldría de allí con las manos vacías, sin ninguna pisa, sin nada conseguido. Que estúpida había sido. Una vez encontramos cochero que nos llevase y emprendiésemos el camino, mi acompañante volvió a hablar en ese mismo tono que antes –Dijiste que no me ayudarías más, así que no, no hay nadie que me salve. Y no me creo una sabionda, yo solo quería salir, sola, tranquila. Que sepas que no voy a olvidar que me hallas encerrado con llave en la habitación…- dije con cierto rintintín y de brazos cruzados, recordando la represalia de la anterior noche. Pero cuando confesó que no quería que me hiciesen daño, un sentimiento dentro de mí se partió en dos. Por un lado, sentí que era mi padre, por otro, me arrepentí del rintintín y me sentí…agradecida, pues era cierto que quizás le debía algo más que la vida –Lo siento- dije, sin más, y comencé a mirar por la ventana evitando más comentarios. Pero entonces, posó su mano en mi hombro y me vi obligada a mirarle. Con otra persona, seguramente habría ya ensalzado una discusión, secuela de la de ayer, defendiéndome y obviando cualquier palabra amable o sonrisa… pero con él sabía que no podía, por alguna razón -Jamás desaparecerá en ti esa muletilla, ¿verdad?- dije, refiriéndome a ‘’niña’’, pues parecía haberle tomado gusto el llamarme así.
Desaparecía ya en el horizonte el sol, cuando comencé a reconocer desde la ventanilla, edificios más distinguidos y elegantes, personas paseando de una guisa esplendorosa, y multitud de patrimonio que parecía pertenecer a un palacio. Agradecí entonces, mi idea de haberme vestido mejor. Miré a Connor. Estaba mucho mejor vestido que cuando le conocí y para algunas personas, quizá podría dar a entender que era perfectamente mi pareja… pero por increíble que pareciese, comprendí que le sentaba mejor los ropajes poco elegantes y… ¿sucios? Solté una sonrisita sin querer, y me preocupó que Connor preguntase la razón. Por suerte, el coche paró y nuestro viaje finalizó. Salí del carruaje y nada más hacerlo este partió de vuelta. –Dios mío…este lugar es precioso- estaba gratamente sorprendida, todo lo que rodeaba la plaza en la que nos encontrábamos, tenía un carácter lujoso, elegante, digno de un rey. Ante la sugerencia de Connor, no pude evitar confesar lo que más necesitaba –La verdad es que… ayer por la noche salí en busca de comida, pero era tarde y no pude…llevo desde ayer sin comer nada- Yo misma estaba dándome cuenta de que estaba ligeramente más delgada que antes de emprender el viaje y salir de Paris. Habíamos comido poco y recorrido demasiado… sólo me faltaba quedarme en los huesos. Pensé que comenzaríamos a caminar en busca de alimentos, pero entonces, un par de personas vestidas como guardias y montadas en caballo, pararon justo frente a nosotros y, más increíble aún, preguntaron por mi… y el nombre falso que dio Connor, aun no entendí porqué. Quise responder, pero Connor se puso frente a mí, sin dejar que me adelantase ¿Qué estaba ocurriendo? Aquella pareja confesó que estaban buscándonos… y me acusaron repentinamente, de robo. ¡Robo! –Esto… ha tenido que haber un error. Yo no he robado nada. Sólo nos hospedamos durante una noche para seguir con nuestro viaje y… En serio, seguro que ha sido un tremendo error. Ni si quiera sabía que aquella habitación tuviese caja fuerte. Yo sólo pedí a un botones que me registrase en una habitación y eligió esa- Connor intentó defenderme, y lo agradecí, porque me estaba poniendo nerviosa. La mujer, bajó de su caballo y decidió asegurarse de que no mentía registrándome – Regístreme sin es necesario, pero le aseguro que no miento- y entonces, sacó de mi bolsa otra pequeña llena de billetes – Yo no… yo no he robado eso, lo juro. Alguien ha tenido que meterlo ahí, pero yo no…- mire a Connor desesperada –Connor, te juro que yo no he sido. Yo jamás robaría- Un sudor frío recorrió mi cuerpo. Empezaba a encontrarme mal ¿Qué hacía esa bolsa ahí? Yo no había robado nada ¿Por qué? -¡Yo no he hecho nada! ¡Yo no he robado nada! ¡Soltadme! – era demasiado tarde, me arrestaron y me obligaron a marchar tras uno de los caballos, hasta los calabozos.
Una vez allí, nos encerraron a Connor y a mí en celdas distintas, pero juntas, separadas por barrotes. Una vez nos dejaron solos, me abalancé de rodillas a los barrotes que nos separaban. Temía que Connor hubiese dejado de creerme o se sintiese victima de algo que no había hecho o me echase las culpas de estar en aquel lugar –Connor te juro que no yo he sido. ¿Cómo iba a robar? Yo solo dormí…y cuando me diste la llave, salí sin más… No se que hacen tantos billetes en mi bolsa y no se como los han podido meter. El caso es que no he sido yo…lo siento- me tranquilicé al oír sus palabras, reveladoras de una confianza que necesitaba. Me dejé caer contra la pared y llevé las manos hacia la cabeza –Esto es una pesadilla. No lo entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué esta pasando todo esto? Ni si quiera sé porqué seguí a aquella mujer ayer si yo quería volver al hotel – confesé – Debo estar volviéndome loca o algo parecido- Entonces, apareció un hombre rechoncho y semi calvo, acompañado de otros dos hombres más, los cuales abrieron mi celda y me llevaron a una habitación para interrogarme.
-Menos mal… Aclaremos esto rápido y me sentiré mejor, señor. Yo no he robado nada- dije, nada más sentarme en aquella habitación y quedar sola junto aquel hombre. Pensé que me pediría que le contase que hacía en el hotel, que le confesase mis intenciones o intentase sonsacarme mil y una cosas sobre el dinero… pero preguntó por Connor, a quien anteriormente habían dicho que no tenían pruebas contra él -¿Perdón? Él no ha tenido nada que…- aquel hombre me abofeteó sin vacilar, cruzándome la cara y dejándola marcada. Contuve el aliento y me dolí. Me llevé la mano a la cara, estaba ardiendo. Aquel hombre se limitó a reírse de una forma totalmente repelente -¡¿Cómo se atreve?!- me propinó otra bofetada en la otra mejilla. Amenazó con seguir abofeteándome si no se lo decía todo sobre Connor… y entonces entendí, que yo no era más que un peón en todo aquello. El dinero, el nombre falso de Connor, esa insistencia en no revelarme su persona ¿Quién era Connor? ¿Por qué querían saber de él? ¿Qué había hecho? ¿Y por qué me estaban tratando así? Aquel hombre soltó otra bofetada directa a mi cara, la cual hizo que el labio comenzase a sangrar notase rápidamente una inflamación en el interior de la boca. Me levanté del asiento, asustada y con los ojos llorosos por el dolor ¿Iba a confesar? Quizás fuese un asesino que estuviesen buscando o… no, no, no, todo era demasiado raro. De ser importante civilmente hablando, no estarían tratando así a un testigo, y por otro lado, Connor… no podía ser alguien… alguien malo. Le debía la vida, y ahora comenzará a devolvérsela – No voy a decirte nada, ese hombre no ha robado y tampoco yo ¡Déjanos marchar! – Aquel hombre se abalanzó sobre mí, empujándome y arrojándome al suelo de una nueva bofetada. Hice una mueca de dolor por la caída y por la irremediable hinchazón del labio. -¡Habla! - -¡Te he dicho que no te voy a decir nada!- Ante esta negativa, el hombre me propinó una serie de patadas al pecho y después a la espalda. Eso me estaba sonando demasiado a algo ocurrido anteriormente y otra vez me sentí atrapada en un problema –Así que la niña no quiere hablar ¿eh? Pues bien, pasarás la noche en la celda y nuevamente te iremos a buscar. Yo soy bondadoso contigo… pero mis superiores prefieren artilugios más útiles… como el látigo- no sabía si estaba intentándome asustar o no, el caso es que cesó con su violencia. Un par de hombres entraron a la habitación y por orden de Smee me llevaron nuevamente a la celda. Me agradó ver que Connor seguía aun en la contigua, y supuse, que no tardaría en reaccionar ante mi deplorable estado. Me arrojaron al suelo y cuando quedé sola con él, me agarré de los barrotes compartidos con él para incorporarme y acercarme. Toda la valentía que había mostrado anteriormente, se esfumó. No sabía porque ocurría todo aquello. –Connor…¿Quién eres?- hice una pausa – Esos hombres saben perfectamente que yo no he robado nada, sólo quieren saber quien eres…pero no se porqué- Hablaba nerviosa, asustada. Me tapé la herida del labio con la mano, tampoco quise que se alarmase por mi – Y yo también quiero saberlo… Vendrán más tarde a por mi, y supongo que volverá a prender contra mí ese hombre- aparté la mano mientras hablaba tranquila, y contemplé que había quedado manchada de sangre. Estaba asustada, horrorizada en el fondo, y mis ojos húmedos y sollozantes lo demostraban –Connor...me da igual que quieran de ti, yo no voy a responder por mucho daño que me causen… pero ayúdame, te necesito- me faltó un ‘’otra vez’’, pero lo obvié. Las manos se me resbalaban de los barrotes, necesitaba estar tumbada, pues me dolía todo el cuerpo. Pero por alguna razón, cuanto más cerca estaba de él, más protegida me sentía.
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
El tiempo no pasaba, o eso parecía. Algún que otro guardia de vez en cuando pasaba por la puerta a la gran sala que daba a las celdas en las que yo residía esperando la llegada de Helena, llegada que nunca vislumbraba por más que miraba hacia aquella puerta. Sombrío, sumido en tinieblas y apostillado en los barrotes, mis ojos se acostumbraban cada vez más y más a la oscuridad, distinguiendo diferentes formas. Me pareció ver, junto a la puerta, mi preciosa daga y mis dos revólveres a los que debía munición para estas situaciones. Estaba completamente solo y en penumbra, penumbra que se arraigaba a mi corazón con cada segundo que no podía probar su bienestar ¿Por qué? ¿Por qué no regresaba? ¿Y por qué me sentía tan lleno de ira y resentimiento? Estaba tomándole cariño a la joven, sentía simpatía hacia ella, la primera persona que me "caía bien" en muchos años y no era capaz de protegerla, que era justamente lo que me habían pedido y contratado mis servicios por ello.
Estaba a punto de asumir mi fracaso como hombre, como cazador y como protector, cuando justo al bajar la cabeza, oí la puerta abrirse y una luz cegadora proviniente del pasillo iluminó la sala y me quemó la retina, produciéndome un escozor que me obligó a cerrar los ojos hasta que oí como tiraban a alguien dentro de la celda contigua. Cuatro pisadas dispares, dos hombres o dos mujeres, se marcharon de la sala y nos volvieron a dejar casi a oscuras, pues la unica iluminación era un par de velas. Me encontraba cegado durante unos momentos hasta que recuperé la visibilidad y mis ojos volvieron a acostumbrarse. Ella hablaba, era Helena, había regresado y en muy mal estado por lo poco que podía ver a la luz de los candiles. Ella preguntaba quién era yo, que para eso se la llevaron ¿La golpearon para saber mi identidad? Y a pesar de todo no habló y aclaró no volver a hacerlo... ¿Por qué? ¿¡Por qué?!
Estuve a punto de hablar, de estallar, confesarle la verdad sobre el mundo que la rodeaba, la enorme oscuridad que se escondía y movía los hilos de la luz que todos los humanos veían... mas nos volvieron a interrumpir. Dirigí mi mirada hacia la puerta, de la cual procedían voces. Una de ellas era la del hombre rechoncho que se llevó a Helena, estaba angustiado y nervioso, pues hablaba más rápido de lo normal. Pensé que estaría enfadado y ahora venía a por mi, pero al abrirse nuevamente la cerradura, vi que un hombre alto le acompañaba. Se acercaron a sendas jaulas y fue cuando pude comprobar su aspecto. Era alto definitivamente, no muy corpulento pero de complexión fuerte. Aparentaba tener 35 años, pelo negro y medio largo, desaliñado igual que su barba mal recortada. Me miraba con desdén al igual que con indiferencia, una mezcla rara de sentimientos. No obstante su rostro cambió cuando se encontró con Helena, herida -Es ella ¿Verdad?- preguntó con media sonrisa en el rostro. Su voz era muy alegre, casi bailarina a diferencia de su aspecto de señorito tenebroso. No supe discernir si era un humano demacrado o también pertenecía a esa asquerosa raza de chupasangres, él era distinto -Eh... sí, capitán. Yo... eh... no sabía que...- el rechoncho maltratador casi lloriqueaba cuando aquel hombre se volvió, le sonrió muy amablemente y de su propia manga derecha de la chaqueta oscura que llevaba puesta, mostró un filo de acero con el que perforó la frente de su enano y gordo amigo -Uy- exclamó, alejando la mano de la frente del individuo, así como la hoja oculta -Vaya por Dios... parece que la culpa le ha carcomido la cabeza ¡Fijaos! Hasta le sale sangre...- despreocupado, abrió la celda de Helena con una llave que portaba en su bolsillo y la invitó a salir -Mi señorita- cordial, se inclinó en una reverencia, invitándola a salir ¿Era amigo? ¿De quién? ¿Cómo era posible? Esperé a ver si me soltaba también, pero no. Cogió a Helena con suavidad del brazo y la guió nuevamente hasta la puerta, pero con elegancia y sin parar de pedirle que por favor lo acompañase. Antes de marchar y cerrar la puerta, sonrió en mi dirección. Me sumí de nuevo en la soledad.
Nuevamente, la puerta hacia la habitación con dos sillas y repleta de velas y la luz anaranjada que proyectaban se abrió, dando paso a la muchacha. De cerca la siguió aquel hombre al que Smee llamó "capitán" por lo que se podría deducir, era el capitán de la guardia romana. Se colocó tras la silla y la sujetó hasta que Helena se sentara, para posteriormente, colocarse ante ella en la otra silla. Una vez más, aquella situación que anteriormente fue violenta. No obstante, Helena se percataría de que se encontraba, en aquella habitación tan bien iluminada, con un hombre extraordinariamente atractivo y respetuoso, así como un caballero. Todo, exactamente todo de él, físicamente, era perfecto. Su voz también parecía provenir de otro mundo, pues era mágica, dulce, grave sin rozar lo absurdo y como anteriormente pareció, danzarina y jovial -Ruego que disculpe realmente lo que mi... subordinado, le hizo, querid. Como ha podido comprobar ha sido suspendido de empleo y sueldo durante unas vacaciones que se le antojarán eternas.- sonrió -Esto debe de ser un enorme malentendido, hermosa muchacha. No puede ser que alguien tan... bella como usted, haya robado nada ¿Quizá ese hombre que la acompaña? Ese del que dudamos sea su verdadero nombre- se levantó de la silla y a paso calmado comenzó a rodear a Helena, trazando lentos círculos. Desprendía un olor a perfume tan encantador como él y las velas, su luz y su fuego, añadían un calor soporífero en aquella habitación -Rogaría me confirmase su identidad, pues es de imperiosa necesidad conocerla para que podamos liberaros a ambos, tramites legales, ya me entiende...- tras dos vueltas, se paró tras la muchacha y la aferró por los hombros lentamente, se inclinó y le habló al oido -Lo necesito...- susurró al oido de la joven, esperando hacerla estremecer -Seguro que el bueno de Tony Holmes, quien casualmente resulto ser yo, moverá los... hilos necesarios... para haceros ese favor- sus dedos se deslizaban por la piel de la mujer, que desde su cuello, intentaron desnudar, despacio, sus hombros. Peligrosamente, cada vez apartaba los ropajes con maestría, de tal forma que parecía que ni siquiera la estaba tocando, pero su piel fria al contraste con el calor de las velas... era excitante -¿Qué me dice?-
Cansado de esperar, me puse en pie y me aproximé al cadaver de Smee. Había esperado lo suficiente y mi mente no me dejaba reposar más en tinieblas, mientras Helena podía estar sufriendo. No confesó y parecía no estar haciéndolo, por lo que su aparente lealtad me impulsó lo suficiente para arriesgar una vez más por ella a pesar de jurar que no volvería a hacerlo. Estiré mi brazo tanto como pude, tanto que alaridos escaparon de mis labios por el dolor que sentía en la articulación de hombro y codo hasta que alcancé a aquel rechoncho hombre, tirando de él hasta la puerta de la celda. Hurgué en sus bolsillos hasta que encontré el manojo de llaves que supuse, debía dar a nuestras celdas. Prové una por una lo más rápido que pude hasta que di con la buena, sintiendo la libertad al salir de aquella caja de barrotes de acero. Raudo, recogí mi daga y revolveres y partí de aquella gran sala. No sabía por donde deambulaba, ni dónde me encontraba, pero más que un cuartel, definitivamente, era una mansión vieja y desarraigada. Cada guardia que encontraba sucumbía ante mi hoja de las formas más brutales que conocía, sentía raba y frustración, ira y desprecio pero sobretodo, impotencia que deseaba ser ejecutada. Iba a liberarla.
Puerta por puerta, no tardé demasiado en dar con la última en la que debía mirar. Por debajo de la puerta parecía manar una luz rojiza; había alguien dentro y Helena debía estar ahí. Mi rostro manchado de sangre así como la camisa y la mano derecha con la que empuñaba mi arma revelaban que había puesto fin a distintas vidas camino a salvar a la muchacha. Me preocupaba la naturaleza de aquel que se la había llevado, de modo que asesté una patada a la entrada y penetré en la habitación -¡Helena!- me sorprendí al verla sentada, con aquel hombre a sus espaldas, acariciando sus hombros. Definitivamente no era un humano corriente, pero al verme se enderezó lentamente -¡Aaaagh! ¿No sabes llamar a la puerta?- se separó de la muchacha -Qué desastre... era madera alemana... ¿Sabes cuanto dinero costó?- su indiferncia hacia mi entrada parecer patética y fuera de contexto, cosa que me enfureció aun más. Me dirigí hacia él con intención de asesinarle como a uno más, pero cada intento de cortarle con la daga o de apuñalarle fue en vano, pues me eludía como si mis movimientos fueran coreográficos y ensallados para evadirse -¡Por favor, cuanta violencia! ¿No sabes comportarte delante de una señorita?- volví a atacarle, fallando nuevamente -¡Ya basta de mentiras! ¿¡Quién eres?!- Tony se echó a reir y miró a Helena, luego a mi -La pregunta es quién eres tú... pero creo que ya lo he averiguado. Tu forma de moverte, un arma puramente echa de plata, incluso la empuñadura... ¿Basta de mentiras, dices? Pues creo que eres el primero que debería dejar de esconderse tras ellas- ambos hombres miramos a Helena, yo esperando que no lo confesase y a la vez sí, él; deseando hacerlo. -Yo...-[b]Es un cazador, Helena Mauleón- confesó -Pero no un cazador normal. No rastrea ciervos en los bosques ni asesina lobos... Bueno, sí, pero unos notablemente más grandes. Él es un asesino de vampiros y licántropos- sonrió malicioso -Tanto como yo soy un vampiro ¿Contento? Fin de las mentiras- fruncí el ceño y apreté el puño armado para lanzarme al ataque otra vez. Esta vez hizo gala de su fuerza, pues me atrapó el brazo con una mano y me lo retorció con enorme facilidad -Oh... definitivamente eres un bárbaro sin educación, no me extraña que la hermosa mujer que te acompaña se dejara acariciar por mi. Tus manos... tan asperas, manchadas de sangre, con infinitas noches sin dormir a tus espaldas, dándonos caza... Supongo que tendréis tanto, taaanto de qué hablar...- hablaba con voz lastimera mientras me sometía, retorciéndome hasta obligarme a arrodillarme. Miré a Helena entre los cabellos que caían por mi rostro. No sabía distinguir qué emociones cruzaban su mente en esos momentos -Hijo de...- me soltó -¡Uy! ¡Qué osado!- se apartó de mi con fingida feminidad -Has herido mis sentimientos- se limpió una lágrima imaginaria -Me marcharé, para dejaros hablar y que te calmes... Percival- escupió mi nombre con asco. Luego miró a Helena y le guiñó un ojo, coqueto, sin dejar de desprender ese brutal magnetismo sexual -Nos volveremos a encontrar querida, muy pronto...- se marchó entonces y me dejó a solas con la mujercita a la que interrogaba.
Me levanté tan rápido como pude, la tomé del brazo y la arrastré conmigo sin lastimarla hasta la calle, pues teniamos que alejarnos de aquel lugar cuanto antes -¿Estás bien? ¿Te ha vuelto a hacer daño?- pregunté ya una vez en las calles, sin arrastrarla, sino guiándola del brazo hasta la posada más cercana, donde comer y pasar la noche -¿Qué te ha dicho? ¿Te ha contado algo extraño?- obvié la confesión de la realidad que había hecho anteriormente, pero era consciente de que no se le escaparía ese detalle. Al menos esperaba poder estar comiendo algo y descansando, a salvo, antes de poder explicarle lo que ella tanto ansiaba. Antes de poder explicarle la verdad, por fin.
Estaba a punto de asumir mi fracaso como hombre, como cazador y como protector, cuando justo al bajar la cabeza, oí la puerta abrirse y una luz cegadora proviniente del pasillo iluminó la sala y me quemó la retina, produciéndome un escozor que me obligó a cerrar los ojos hasta que oí como tiraban a alguien dentro de la celda contigua. Cuatro pisadas dispares, dos hombres o dos mujeres, se marcharon de la sala y nos volvieron a dejar casi a oscuras, pues la unica iluminación era un par de velas. Me encontraba cegado durante unos momentos hasta que recuperé la visibilidad y mis ojos volvieron a acostumbrarse. Ella hablaba, era Helena, había regresado y en muy mal estado por lo poco que podía ver a la luz de los candiles. Ella preguntaba quién era yo, que para eso se la llevaron ¿La golpearon para saber mi identidad? Y a pesar de todo no habló y aclaró no volver a hacerlo... ¿Por qué? ¿¡Por qué?!
Estuve a punto de hablar, de estallar, confesarle la verdad sobre el mundo que la rodeaba, la enorme oscuridad que se escondía y movía los hilos de la luz que todos los humanos veían... mas nos volvieron a interrumpir. Dirigí mi mirada hacia la puerta, de la cual procedían voces. Una de ellas era la del hombre rechoncho que se llevó a Helena, estaba angustiado y nervioso, pues hablaba más rápido de lo normal. Pensé que estaría enfadado y ahora venía a por mi, pero al abrirse nuevamente la cerradura, vi que un hombre alto le acompañaba. Se acercaron a sendas jaulas y fue cuando pude comprobar su aspecto. Era alto definitivamente, no muy corpulento pero de complexión fuerte. Aparentaba tener 35 años, pelo negro y medio largo, desaliñado igual que su barba mal recortada. Me miraba con desdén al igual que con indiferencia, una mezcla rara de sentimientos. No obstante su rostro cambió cuando se encontró con Helena, herida -Es ella ¿Verdad?- preguntó con media sonrisa en el rostro. Su voz era muy alegre, casi bailarina a diferencia de su aspecto de señorito tenebroso. No supe discernir si era un humano demacrado o también pertenecía a esa asquerosa raza de chupasangres, él era distinto -Eh... sí, capitán. Yo... eh... no sabía que...- el rechoncho maltratador casi lloriqueaba cuando aquel hombre se volvió, le sonrió muy amablemente y de su propia manga derecha de la chaqueta oscura que llevaba puesta, mostró un filo de acero con el que perforó la frente de su enano y gordo amigo -Uy- exclamó, alejando la mano de la frente del individuo, así como la hoja oculta -Vaya por Dios... parece que la culpa le ha carcomido la cabeza ¡Fijaos! Hasta le sale sangre...- despreocupado, abrió la celda de Helena con una llave que portaba en su bolsillo y la invitó a salir -Mi señorita- cordial, se inclinó en una reverencia, invitándola a salir ¿Era amigo? ¿De quién? ¿Cómo era posible? Esperé a ver si me soltaba también, pero no. Cogió a Helena con suavidad del brazo y la guió nuevamente hasta la puerta, pero con elegancia y sin parar de pedirle que por favor lo acompañase. Antes de marchar y cerrar la puerta, sonrió en mi dirección. Me sumí de nuevo en la soledad.
***
Nuevamente, la puerta hacia la habitación con dos sillas y repleta de velas y la luz anaranjada que proyectaban se abrió, dando paso a la muchacha. De cerca la siguió aquel hombre al que Smee llamó "capitán" por lo que se podría deducir, era el capitán de la guardia romana. Se colocó tras la silla y la sujetó hasta que Helena se sentara, para posteriormente, colocarse ante ella en la otra silla. Una vez más, aquella situación que anteriormente fue violenta. No obstante, Helena se percataría de que se encontraba, en aquella habitación tan bien iluminada, con un hombre extraordinariamente atractivo y respetuoso, así como un caballero. Todo, exactamente todo de él, físicamente, era perfecto. Su voz también parecía provenir de otro mundo, pues era mágica, dulce, grave sin rozar lo absurdo y como anteriormente pareció, danzarina y jovial -Ruego que disculpe realmente lo que mi... subordinado, le hizo, querid. Como ha podido comprobar ha sido suspendido de empleo y sueldo durante unas vacaciones que se le antojarán eternas.- sonrió -Esto debe de ser un enorme malentendido, hermosa muchacha. No puede ser que alguien tan... bella como usted, haya robado nada ¿Quizá ese hombre que la acompaña? Ese del que dudamos sea su verdadero nombre- se levantó de la silla y a paso calmado comenzó a rodear a Helena, trazando lentos círculos. Desprendía un olor a perfume tan encantador como él y las velas, su luz y su fuego, añadían un calor soporífero en aquella habitación -Rogaría me confirmase su identidad, pues es de imperiosa necesidad conocerla para que podamos liberaros a ambos, tramites legales, ya me entiende...- tras dos vueltas, se paró tras la muchacha y la aferró por los hombros lentamente, se inclinó y le habló al oido -Lo necesito...- susurró al oido de la joven, esperando hacerla estremecer -Seguro que el bueno de Tony Holmes, quien casualmente resulto ser yo, moverá los... hilos necesarios... para haceros ese favor- sus dedos se deslizaban por la piel de la mujer, que desde su cuello, intentaron desnudar, despacio, sus hombros. Peligrosamente, cada vez apartaba los ropajes con maestría, de tal forma que parecía que ni siquiera la estaba tocando, pero su piel fria al contraste con el calor de las velas... era excitante -¿Qué me dice?-
***
Cansado de esperar, me puse en pie y me aproximé al cadaver de Smee. Había esperado lo suficiente y mi mente no me dejaba reposar más en tinieblas, mientras Helena podía estar sufriendo. No confesó y parecía no estar haciéndolo, por lo que su aparente lealtad me impulsó lo suficiente para arriesgar una vez más por ella a pesar de jurar que no volvería a hacerlo. Estiré mi brazo tanto como pude, tanto que alaridos escaparon de mis labios por el dolor que sentía en la articulación de hombro y codo hasta que alcancé a aquel rechoncho hombre, tirando de él hasta la puerta de la celda. Hurgué en sus bolsillos hasta que encontré el manojo de llaves que supuse, debía dar a nuestras celdas. Prové una por una lo más rápido que pude hasta que di con la buena, sintiendo la libertad al salir de aquella caja de barrotes de acero. Raudo, recogí mi daga y revolveres y partí de aquella gran sala. No sabía por donde deambulaba, ni dónde me encontraba, pero más que un cuartel, definitivamente, era una mansión vieja y desarraigada. Cada guardia que encontraba sucumbía ante mi hoja de las formas más brutales que conocía, sentía raba y frustración, ira y desprecio pero sobretodo, impotencia que deseaba ser ejecutada. Iba a liberarla.
Puerta por puerta, no tardé demasiado en dar con la última en la que debía mirar. Por debajo de la puerta parecía manar una luz rojiza; había alguien dentro y Helena debía estar ahí. Mi rostro manchado de sangre así como la camisa y la mano derecha con la que empuñaba mi arma revelaban que había puesto fin a distintas vidas camino a salvar a la muchacha. Me preocupaba la naturaleza de aquel que se la había llevado, de modo que asesté una patada a la entrada y penetré en la habitación -¡Helena!- me sorprendí al verla sentada, con aquel hombre a sus espaldas, acariciando sus hombros. Definitivamente no era un humano corriente, pero al verme se enderezó lentamente -¡Aaaagh! ¿No sabes llamar a la puerta?- se separó de la muchacha -Qué desastre... era madera alemana... ¿Sabes cuanto dinero costó?- su indiferncia hacia mi entrada parecer patética y fuera de contexto, cosa que me enfureció aun más. Me dirigí hacia él con intención de asesinarle como a uno más, pero cada intento de cortarle con la daga o de apuñalarle fue en vano, pues me eludía como si mis movimientos fueran coreográficos y ensallados para evadirse -¡Por favor, cuanta violencia! ¿No sabes comportarte delante de una señorita?- volví a atacarle, fallando nuevamente -¡Ya basta de mentiras! ¿¡Quién eres?!- Tony se echó a reir y miró a Helena, luego a mi -La pregunta es quién eres tú... pero creo que ya lo he averiguado. Tu forma de moverte, un arma puramente echa de plata, incluso la empuñadura... ¿Basta de mentiras, dices? Pues creo que eres el primero que debería dejar de esconderse tras ellas- ambos hombres miramos a Helena, yo esperando que no lo confesase y a la vez sí, él; deseando hacerlo. -Yo...-[b]Es un cazador, Helena Mauleón- confesó -Pero no un cazador normal. No rastrea ciervos en los bosques ni asesina lobos... Bueno, sí, pero unos notablemente más grandes. Él es un asesino de vampiros y licántropos- sonrió malicioso -Tanto como yo soy un vampiro ¿Contento? Fin de las mentiras- fruncí el ceño y apreté el puño armado para lanzarme al ataque otra vez. Esta vez hizo gala de su fuerza, pues me atrapó el brazo con una mano y me lo retorció con enorme facilidad -Oh... definitivamente eres un bárbaro sin educación, no me extraña que la hermosa mujer que te acompaña se dejara acariciar por mi. Tus manos... tan asperas, manchadas de sangre, con infinitas noches sin dormir a tus espaldas, dándonos caza... Supongo que tendréis tanto, taaanto de qué hablar...- hablaba con voz lastimera mientras me sometía, retorciéndome hasta obligarme a arrodillarme. Miré a Helena entre los cabellos que caían por mi rostro. No sabía distinguir qué emociones cruzaban su mente en esos momentos -Hijo de...- me soltó -¡Uy! ¡Qué osado!- se apartó de mi con fingida feminidad -Has herido mis sentimientos- se limpió una lágrima imaginaria -Me marcharé, para dejaros hablar y que te calmes... Percival- escupió mi nombre con asco. Luego miró a Helena y le guiñó un ojo, coqueto, sin dejar de desprender ese brutal magnetismo sexual -Nos volveremos a encontrar querida, muy pronto...- se marchó entonces y me dejó a solas con la mujercita a la que interrogaba.
Me levanté tan rápido como pude, la tomé del brazo y la arrastré conmigo sin lastimarla hasta la calle, pues teniamos que alejarnos de aquel lugar cuanto antes -¿Estás bien? ¿Te ha vuelto a hacer daño?- pregunté ya una vez en las calles, sin arrastrarla, sino guiándola del brazo hasta la posada más cercana, donde comer y pasar la noche -¿Qué te ha dicho? ¿Te ha contado algo extraño?- obvié la confesión de la realidad que había hecho anteriormente, pero era consciente de que no se le escaparía ese detalle. Al menos esperaba poder estar comiendo algo y descansando, a salvo, antes de poder explicarle lo que ella tanto ansiaba. Antes de poder explicarle la verdad, por fin.
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
La desesperación me consumía por momentos. Era totalmente consciente, de que mi repentina actuación de valentía en la sala seguramente no volvería a aparecer, y sucumbiría a mostrar mi más desesperante terror. Pero no iba a hablar, podían seguir hiriéndome si así lo deseaban, podían matarme si querían… pero le debía bastante a Connor, demasiado, como para traicionarle en aquellos momentos, aunque ahora no estuviese muy segura de quien era en realidad. No sabía quien era el malo y el bueno de la situación, solo sabía que él era quien se había prestado a acompañarme durante dos largos meses, a salvarme la vida en distintas ocasiones; y todo, aunque quizás la chica rubia tuviese razón, sin hacerme el más mínimo daño, sin mostrarme la mas minima intención perversa en mi. Por lo tanto, era del único que podía fiarme.
Me fue doliente ver que no respondía. Me agarré a los barrotes y me uní a ellos tanto como pude, en un vano intento quizá de traspasarlos y llegar hasta Connor. Y todo ello, dolida y magullada. De la comisura del labio, no me paraba de emanar un hilo de sangre que parecía no cortarse, y me dolía, me ardía, no aguantaba esa molestia y por desgracia no era lo único. La espalda y el pecho emitían graves punzadas de dolor esporádico debido a las patadas, y las mejillas, bueno, las mejillas se me habían quedado dormidas por el momento, aunque no dejé de notar un calor emitido por ellas. –Connor…por favor- dije, antes de que la puerta de la habitación de celdas se abriera. Pensé que me esperaba otra ronda de injustificable violencia cuando vi ese tal Smee… pero no iba solo. Parecía nervioso acompañado de un nuevo hombre, alto, bien vestido, de mas o menos la misma edad que Connor. En un abrir y cerrar de ojos, aquel señor asesinó sin miramiento alguno al causante de mis dolores. Si lo habia hecho por conducta impropia, daba gracias al cielo…pero lo había matado, y además, soltando un comentario de lo más inoportuno. Abrió mi celda de forma delicada, y siguió ese protocolo cuando me tomó del brazo y me sacó de aquel lugar, con suavidad. Miré a Connor antes de marchar. No sabia que me esperaba.
Ese nuevo hombre, me llevó a la sala de interrogatorios, la misma en la que anteriormente me habían torturado. De muy buenas maneras, me tendió asiento de forma cortés, y aunque temía, sentí un gran alivio en mi interior porque me sentí sorprendentemente cómoda ante un hombre así, de esas actitudes. –Espero que esto no sea la táctica del policía bueno y el malo que aparece en los libros- dije, temerosa, cuando se sentó frente a mí. Esta vez, gracias a la luz de las velas, pude apreciarle mejor cuando comenzó a hablar. Tenía una voz seductora, que me envolvía por instantes. Su sonrisa era cautivadora, y era bello, era bellísimo. No podía dejar de mirarle, sobretodo cuando comenzó a lanzar frases impregnadas en piropos. –Ya creo que no he robado nada. Ni si quiera lo necesito, por suerte cuento con el suficiente patrimonio como para darme los caprichos que desee – aclaré. Sugirió que el causante podría haber sido Connor… pero no ¿Por qué iba a hacerlo? Si ni si quiera tomó dinero de mi casa cuando se la ofrecí entera hacía un par de meses. Se levantó del asiento, y a paso lento comenzó a rodearme. De alguna forma, me estaba envolviendo en un ambiente desconocido para mí, rodeado de sensaciones que jamás había sentido. Pendía la verdadera identidad de mi acompañante…y aunque no quise traicionarle, aquel hombre hablaba de una forma que me hacía sentir confiada de él. Además, dijo que nos dejaría libres. –Él…Él sólo es…- Se paró justo detrás mía, podía sentirle. Aferró mis hombros con suavidad y aquello hizo que me estremeciese, además de susurrarme al oído, lo cual causó en mi un calor indescriptible. Sus dedos se deslizaron por mi cuello y hombros, desnudándolos lentamente, mientras yo cerraba los ojos intentando canalizar el placer que aquello me provocaba. Quise reaccionar y a la vez no, porque por extraño que pareciese, quise que siguiese, sin parar. Entendía que era lo que estaba sucediéndome…sabía que era ese calor…pero no sabía porque de pronto deseé que…
Alguien gritó mi nombre tras oír el ruido de la puerta derrumbándose. Era Connor, quien apareció de forma violenta y manchado de sangre -¡Connor! ¿Qué has…?- La magia desapareció y con ella quizás confesé, y me percaté de que las mangas de mi camisa habían quedado contiguas al limite de un escote vergonzoso, así que rápidamente las subí, pero sin cerrar el par de botones que habían quedado abiertos. No pude, no podía dejar de mirar lo que estaba ocurriendo. ¿Había matado a gente? ¿Por qué? ¿Por qué? Se abalanzó sobre Tony, o así dijo que se llamaba, con la daga en mano, intentando clavársela. Me puse en pie rápidamente e intenté detener aquello -¡Espera! ¡Espera! Él ha dicho que…- Por suerte, Tony sabía perfectamente como moverse, aunque de una forma totalmente inhumana, con demasiada rapidez, con demasiada agilidad. Cuando Connor preguntó sobre su identidad, Tony respondió de la misma manera, lo cual me dejó petrificada. Ambos hombres me miraron, y algo me hizo intuir que nada pintaba bien en esa sala. El desaliñado Tony, alardeó saber quien era y no dudó en descifrarlo. Cazador. Cazador de vampiros y licántropos. Primero reí, después me preocupé por haberme dejado llevar por un loco, quien acababa de confesar que era un vampiro. –No…ahora en serio ¿Qué esta ocurriendo?- evidentemente, me tomé como una broma aquello. Pero Connor no pareció tomárselo así, pues volvió a arremeter contra él, aunque esta vez, atrapó su brazo y aparentemente se lo retorció. Mientras hacía eso, confesó que me había dejado acariciar por él, lo cual hizo que me sonrojara rápidamente. Vi como siguió causándole dolor hasta obligarle a arrodillarse –Tony, no, por favor- dije, dando un paso al frente hacia ellos. Por suerte, se alejó e incluso se marchó tras aquel suceso, no sin antes dejar caer que pronto volveríamos a vernos… y tal y como lo dijo, con ese guiño de ojos…deseé que pronto fuese ya.
Cuando se marchó, pareció que todo a mí alrededor se volvió real. Tony no estaba, mi calor se había esfumado junto a la magia, me dolía el cuerpo, sobretodo el labio y Connor seguía lleno de sangre. Antes de que pudiese hablar, me tomó del brazo y me guió sin mediar palabra hasta las afueras del edificio. Nadie nos detuvo, así que a fin de cuentas Tony nos había hecho el favor. Cruzábamos una calle, en dirección a una zona central y urbana, cuando se interesó por mi estado –Estoy bien, estoy bien. Tony no me ha hecho nada, se ha comportado como un hombre- dije, un tanto confusa –Pero tenemos que hablar, Connor. Esta vez no me voy a creer el nuevo oficio que os habéis inventado, quiero saber quien eres de verdad. Porque no es normal que halla pasado todo esto si eres un simple mercenario…y dios mío…has….has matado- me horroricé por segundos al recordarlo. Sentí el peso de un enorme calvario sobre mis hombros repentinamente. Connor acabó guiándome hasta una taberna, pequeña, poco lujosa, más bien mundana. –Tápate con lo que sea- dije tendiéndole mi bolsa, la cual había trotado demasiado con lo anterior –No estoy segura de que pueda seguir incubriéndote así- tomé una bolsa de dinero de uno de sus bolsillos y fui hacia el registro. Decidí poner dos nombres falsos y alquilar una habitación, sólo una esta vez. Además, dejé un extra de dinero para que alguien se encargase de subirnos algo de comer. No era un hotel, no había botones ni gente dispuesta al servicio del cliente, pero había demasiado de lo que hablar en intimidad. Hice una seña a Connor para que me acompañase hasta la habitación que el dueño me indicó que sería nuestra. Estaba en la planta superior a la parte del bar. Era de esperar su poca lujosidad y su diminuto espacio. La cama se hallaba a un lado, y casi, casi, llegaba hasta el otro lado de la habitación. Al fondo, sólo había un mueble, una especie de armario pequeño para poner el equipaje; y sobre este, se hallaba una ventana pequeña decorada con cortinas de color crema, a conjuto con el color de la colcha. Genial, una habitación perfecta para un matrimonio. ¿Pero que más daba? Ahí lo que importaba era hablar, no dormir. Entré, abalanzándome hacia las cortinas, las cuales cerré rápidamente. Me giré y fui a sentarme en la cama, con un pie dentro de ella y el otro fuera, haciéndole a Connor una señal para que se sentase a mi lado – A ver- suspiré profundamente y esperé a que se sentase, cerca mía –Connor…te debo muchas cosas. Me has estado ayudando todo este tiempo, me has salvado, me has soportado y no has tenido ninguna intención…rara, sobre mi… y no se porqué- yo misma me sentí un tanto alagada por aquello, pero entonces recordé sus intenciones y casi me llevé un chasco, empecé a hablar con pesadez – Vale, si, el loco de mi padre estará en deuda contigo y te pagará generosamente tras esto, que es lo que quieres. Y digo todo esto…porque no he querido traicionarte allí, ante, con ellos –recordé a Tony, sus manos… y después recordé que llevaba los botones aun sin abrochar. Me puse nerviosa hablando – Pero no puedo hacerlo más si no me dices porqué esta pasando todo esto. No se quien eres en realidad. Me mentiste en un principio sobre tu trabajo, no obstante, has estado arriesgando la vida por mí y siguiéndome a un lugar al que no deberías. Después apareció Jones buscándote, y allí casi, casi sufro lo peor por parte de él y me vi sometida a la violencia de dos mujeres, a la cual una acabé asesinando por defensa propia – las manos comenzaron a temblarme, estaba dándome cuenta de que habían ocurrido demasiadas cosas raras seguidas y no me había percatado - Dices que no tienes familia, que no tienes mujer o hijos, cuando eso es lo normal, lo normal en cualquier hombre de tu edad. Ahora ocurre esto, recibo otra paliza por parte de un supuesto policía, y cuando aparece Tony, parece que intentáis mataros entre vosotros. Para colmo, apareces manchado de sangre y no tienes ninguna herida. Y mucho me temo, que esa ‘’metáfora’’ de vampiros y licántropos que usó Tony no es más que una indirecta de quien eres realmente. Ni si quiera sé como has conseguido escapar de la celda. Estas, estas cargado ¡Cargado de armas! ¿Quién eres Connor? Siento mucho decirte…que después de todo esto me siento confusa, ni si quiera, ni si quiera estoy segura de si debería seguir contigo después de todo lo que ha pasado. No, no, no debo. Debería irme, duerme tu aquí ya que no hay sitio para los dos y buscaré la forma de regresar por mi cuenta a casa, porque dudo mucho que encuen…- en todo momento, no paraba de hablar moviendo las manos, y cuando me llevé una a la boca, intentando aclarar todas las ideas que estaba soltando sin medidas, me dañé la zona del labio que había sufrido heridas. Nuevamente comenzó a sangrar. –Maldita sea- me había puesto demasiado nerviosa y por ello, y por no parar de moverme en la cama, me ocurrió eso. Me llevé el dedo estúpidamente a la herida y después lo miré, empapado de sangre. Hice una mueca de dolor y siseé con la lengua – Necesito…necesito algo frío- empezó nuevamente a dolerme el pecho, y aproveché los botones desatados para echar una ojeada, dándole la espalda a Connor y aún sentada, a mi pecho –Oh, Dios mío- observé en la parte superior derecha de mi pecho, un hematoma, de tamaño notable y color morado. Empezaron a temblarme las manos –Tony…Tony dio a entender que aquello que me hizo el primer hombre estaba fuera de lugar, que no debía habérmelo hecho… pero no paro de sufrir…con todo...y tú también...no, no quiero...- Tapé la herida con mi mano, a sabiendas de que Connor se interesaría por que especie de herida tenía y quizás quisiese ayudarme con ella; importándome poco que se viese y que no de entre los botones, para lanzarle mientras me giraba una mirada triste a Connor, una mirada que explicaría mi incertidumbre y mi idea de marcharme...aunque no quisiese. Quería seguir con él, por alguna razón, porque en el fondo tantas peleas solo acababan causándome tristeza en vez de ira, porque me importaba. Se produjo el silencio. No sabía…si debía estar con él.
Me fue doliente ver que no respondía. Me agarré a los barrotes y me uní a ellos tanto como pude, en un vano intento quizá de traspasarlos y llegar hasta Connor. Y todo ello, dolida y magullada. De la comisura del labio, no me paraba de emanar un hilo de sangre que parecía no cortarse, y me dolía, me ardía, no aguantaba esa molestia y por desgracia no era lo único. La espalda y el pecho emitían graves punzadas de dolor esporádico debido a las patadas, y las mejillas, bueno, las mejillas se me habían quedado dormidas por el momento, aunque no dejé de notar un calor emitido por ellas. –Connor…por favor- dije, antes de que la puerta de la habitación de celdas se abriera. Pensé que me esperaba otra ronda de injustificable violencia cuando vi ese tal Smee… pero no iba solo. Parecía nervioso acompañado de un nuevo hombre, alto, bien vestido, de mas o menos la misma edad que Connor. En un abrir y cerrar de ojos, aquel señor asesinó sin miramiento alguno al causante de mis dolores. Si lo habia hecho por conducta impropia, daba gracias al cielo…pero lo había matado, y además, soltando un comentario de lo más inoportuno. Abrió mi celda de forma delicada, y siguió ese protocolo cuando me tomó del brazo y me sacó de aquel lugar, con suavidad. Miré a Connor antes de marchar. No sabia que me esperaba.
Ese nuevo hombre, me llevó a la sala de interrogatorios, la misma en la que anteriormente me habían torturado. De muy buenas maneras, me tendió asiento de forma cortés, y aunque temía, sentí un gran alivio en mi interior porque me sentí sorprendentemente cómoda ante un hombre así, de esas actitudes. –Espero que esto no sea la táctica del policía bueno y el malo que aparece en los libros- dije, temerosa, cuando se sentó frente a mí. Esta vez, gracias a la luz de las velas, pude apreciarle mejor cuando comenzó a hablar. Tenía una voz seductora, que me envolvía por instantes. Su sonrisa era cautivadora, y era bello, era bellísimo. No podía dejar de mirarle, sobretodo cuando comenzó a lanzar frases impregnadas en piropos. –Ya creo que no he robado nada. Ni si quiera lo necesito, por suerte cuento con el suficiente patrimonio como para darme los caprichos que desee – aclaré. Sugirió que el causante podría haber sido Connor… pero no ¿Por qué iba a hacerlo? Si ni si quiera tomó dinero de mi casa cuando se la ofrecí entera hacía un par de meses. Se levantó del asiento, y a paso lento comenzó a rodearme. De alguna forma, me estaba envolviendo en un ambiente desconocido para mí, rodeado de sensaciones que jamás había sentido. Pendía la verdadera identidad de mi acompañante…y aunque no quise traicionarle, aquel hombre hablaba de una forma que me hacía sentir confiada de él. Además, dijo que nos dejaría libres. –Él…Él sólo es…- Se paró justo detrás mía, podía sentirle. Aferró mis hombros con suavidad y aquello hizo que me estremeciese, además de susurrarme al oído, lo cual causó en mi un calor indescriptible. Sus dedos se deslizaron por mi cuello y hombros, desnudándolos lentamente, mientras yo cerraba los ojos intentando canalizar el placer que aquello me provocaba. Quise reaccionar y a la vez no, porque por extraño que pareciese, quise que siguiese, sin parar. Entendía que era lo que estaba sucediéndome…sabía que era ese calor…pero no sabía porque de pronto deseé que…
Alguien gritó mi nombre tras oír el ruido de la puerta derrumbándose. Era Connor, quien apareció de forma violenta y manchado de sangre -¡Connor! ¿Qué has…?- La magia desapareció y con ella quizás confesé, y me percaté de que las mangas de mi camisa habían quedado contiguas al limite de un escote vergonzoso, así que rápidamente las subí, pero sin cerrar el par de botones que habían quedado abiertos. No pude, no podía dejar de mirar lo que estaba ocurriendo. ¿Había matado a gente? ¿Por qué? ¿Por qué? Se abalanzó sobre Tony, o así dijo que se llamaba, con la daga en mano, intentando clavársela. Me puse en pie rápidamente e intenté detener aquello -¡Espera! ¡Espera! Él ha dicho que…- Por suerte, Tony sabía perfectamente como moverse, aunque de una forma totalmente inhumana, con demasiada rapidez, con demasiada agilidad. Cuando Connor preguntó sobre su identidad, Tony respondió de la misma manera, lo cual me dejó petrificada. Ambos hombres me miraron, y algo me hizo intuir que nada pintaba bien en esa sala. El desaliñado Tony, alardeó saber quien era y no dudó en descifrarlo. Cazador. Cazador de vampiros y licántropos. Primero reí, después me preocupé por haberme dejado llevar por un loco, quien acababa de confesar que era un vampiro. –No…ahora en serio ¿Qué esta ocurriendo?- evidentemente, me tomé como una broma aquello. Pero Connor no pareció tomárselo así, pues volvió a arremeter contra él, aunque esta vez, atrapó su brazo y aparentemente se lo retorció. Mientras hacía eso, confesó que me había dejado acariciar por él, lo cual hizo que me sonrojara rápidamente. Vi como siguió causándole dolor hasta obligarle a arrodillarse –Tony, no, por favor- dije, dando un paso al frente hacia ellos. Por suerte, se alejó e incluso se marchó tras aquel suceso, no sin antes dejar caer que pronto volveríamos a vernos… y tal y como lo dijo, con ese guiño de ojos…deseé que pronto fuese ya.
Cuando se marchó, pareció que todo a mí alrededor se volvió real. Tony no estaba, mi calor se había esfumado junto a la magia, me dolía el cuerpo, sobretodo el labio y Connor seguía lleno de sangre. Antes de que pudiese hablar, me tomó del brazo y me guió sin mediar palabra hasta las afueras del edificio. Nadie nos detuvo, así que a fin de cuentas Tony nos había hecho el favor. Cruzábamos una calle, en dirección a una zona central y urbana, cuando se interesó por mi estado –Estoy bien, estoy bien. Tony no me ha hecho nada, se ha comportado como un hombre- dije, un tanto confusa –Pero tenemos que hablar, Connor. Esta vez no me voy a creer el nuevo oficio que os habéis inventado, quiero saber quien eres de verdad. Porque no es normal que halla pasado todo esto si eres un simple mercenario…y dios mío…has….has matado- me horroricé por segundos al recordarlo. Sentí el peso de un enorme calvario sobre mis hombros repentinamente. Connor acabó guiándome hasta una taberna, pequeña, poco lujosa, más bien mundana. –Tápate con lo que sea- dije tendiéndole mi bolsa, la cual había trotado demasiado con lo anterior –No estoy segura de que pueda seguir incubriéndote así- tomé una bolsa de dinero de uno de sus bolsillos y fui hacia el registro. Decidí poner dos nombres falsos y alquilar una habitación, sólo una esta vez. Además, dejé un extra de dinero para que alguien se encargase de subirnos algo de comer. No era un hotel, no había botones ni gente dispuesta al servicio del cliente, pero había demasiado de lo que hablar en intimidad. Hice una seña a Connor para que me acompañase hasta la habitación que el dueño me indicó que sería nuestra. Estaba en la planta superior a la parte del bar. Era de esperar su poca lujosidad y su diminuto espacio. La cama se hallaba a un lado, y casi, casi, llegaba hasta el otro lado de la habitación. Al fondo, sólo había un mueble, una especie de armario pequeño para poner el equipaje; y sobre este, se hallaba una ventana pequeña decorada con cortinas de color crema, a conjuto con el color de la colcha. Genial, una habitación perfecta para un matrimonio. ¿Pero que más daba? Ahí lo que importaba era hablar, no dormir. Entré, abalanzándome hacia las cortinas, las cuales cerré rápidamente. Me giré y fui a sentarme en la cama, con un pie dentro de ella y el otro fuera, haciéndole a Connor una señal para que se sentase a mi lado – A ver- suspiré profundamente y esperé a que se sentase, cerca mía –Connor…te debo muchas cosas. Me has estado ayudando todo este tiempo, me has salvado, me has soportado y no has tenido ninguna intención…rara, sobre mi… y no se porqué- yo misma me sentí un tanto alagada por aquello, pero entonces recordé sus intenciones y casi me llevé un chasco, empecé a hablar con pesadez – Vale, si, el loco de mi padre estará en deuda contigo y te pagará generosamente tras esto, que es lo que quieres. Y digo todo esto…porque no he querido traicionarte allí, ante, con ellos –recordé a Tony, sus manos… y después recordé que llevaba los botones aun sin abrochar. Me puse nerviosa hablando – Pero no puedo hacerlo más si no me dices porqué esta pasando todo esto. No se quien eres en realidad. Me mentiste en un principio sobre tu trabajo, no obstante, has estado arriesgando la vida por mí y siguiéndome a un lugar al que no deberías. Después apareció Jones buscándote, y allí casi, casi sufro lo peor por parte de él y me vi sometida a la violencia de dos mujeres, a la cual una acabé asesinando por defensa propia – las manos comenzaron a temblarme, estaba dándome cuenta de que habían ocurrido demasiadas cosas raras seguidas y no me había percatado - Dices que no tienes familia, que no tienes mujer o hijos, cuando eso es lo normal, lo normal en cualquier hombre de tu edad. Ahora ocurre esto, recibo otra paliza por parte de un supuesto policía, y cuando aparece Tony, parece que intentáis mataros entre vosotros. Para colmo, apareces manchado de sangre y no tienes ninguna herida. Y mucho me temo, que esa ‘’metáfora’’ de vampiros y licántropos que usó Tony no es más que una indirecta de quien eres realmente. Ni si quiera sé como has conseguido escapar de la celda. Estas, estas cargado ¡Cargado de armas! ¿Quién eres Connor? Siento mucho decirte…que después de todo esto me siento confusa, ni si quiera, ni si quiera estoy segura de si debería seguir contigo después de todo lo que ha pasado. No, no, no debo. Debería irme, duerme tu aquí ya que no hay sitio para los dos y buscaré la forma de regresar por mi cuenta a casa, porque dudo mucho que encuen…- en todo momento, no paraba de hablar moviendo las manos, y cuando me llevé una a la boca, intentando aclarar todas las ideas que estaba soltando sin medidas, me dañé la zona del labio que había sufrido heridas. Nuevamente comenzó a sangrar. –Maldita sea- me había puesto demasiado nerviosa y por ello, y por no parar de moverme en la cama, me ocurrió eso. Me llevé el dedo estúpidamente a la herida y después lo miré, empapado de sangre. Hice una mueca de dolor y siseé con la lengua – Necesito…necesito algo frío- empezó nuevamente a dolerme el pecho, y aproveché los botones desatados para echar una ojeada, dándole la espalda a Connor y aún sentada, a mi pecho –Oh, Dios mío- observé en la parte superior derecha de mi pecho, un hematoma, de tamaño notable y color morado. Empezaron a temblarme las manos –Tony…Tony dio a entender que aquello que me hizo el primer hombre estaba fuera de lugar, que no debía habérmelo hecho… pero no paro de sufrir…con todo...y tú también...no, no quiero...- Tapé la herida con mi mano, a sabiendas de que Connor se interesaría por que especie de herida tenía y quizás quisiese ayudarme con ella; importándome poco que se viese y que no de entre los botones, para lanzarle mientras me giraba una mirada triste a Connor, una mirada que explicaría mi incertidumbre y mi idea de marcharme...aunque no quisiese. Quería seguir con él, por alguna razón, porque en el fondo tantas peleas solo acababan causándome tristeza en vez de ira, porque me importaba. Se produjo el silencio. No sabía…si debía estar con él.
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
Me relajé un tanto al comprobar que ella estaba bien a pesar de las heridas sufridas por la paliza que ese tal Smee le había propinado. No obstante la muchacha comenzó a hablar y a mostrar su desagrado ante mis actos, actos que ella desconocía en totalidad, pero bien cierto era que no podía vagabundear por las calles manchado de sangre, de modo que acepté taparme la mano con el bolso que ella me tendió una vez llegamos a la taberna, ocultando mi mano tras él. Helena se había llevado dinero, seguramente para alquilar un par de habitaciones... o eso pensé. Comprobé al acercarme que había dejado dinero en la recepción de aquella taberna mientras seguía a Helena hasta que llegamos a una habitación en el piso superior. Supuse que mi habitación sería la del frente... pero solo había una llave ¿Por qué? Me aventuré tras ella y cerré la puerta, dejando su bolsa en cualquier lugar y de cualquier manera. Me limité simplemente a buscar algo con lo que limpiarme la sangre mientras ella se ocupaba de cerrar las cortinas. Me llamó la atención que me llamase a su lado, pero igualmente me senté, en silencio, limpiandome con un trapo viejo que hallé en un rincón junto al armario ¡Servicios de limpieza baratos! Menudo chollo...
Continué con mi labor, aseandome los dedos con mimo, mientras ella hablaba. Le prestaba toda la atención del mundo a pesar de que estaba lavándome, pues era consciente de que me hablaba con una seriedad que nunca antes mostraba. Afirmó deberme mucho y que su padre estaría contento por mi trabajo, que me pagaría lo acordado y varias cosas más, pero solo me quedé con la fijación de que dudaba sobre si continuar el viaje conmigo, preguntando que quién era, sobre el asunto de los "vampiros" y el por qué no tengo familia. Reflexioné antes de dejarme llevar por el estrés que yo también acumulaba durante el viaje y sus constantes escapaditas de niña caprichosa, pero comprendí que para ella también debía de ser difícil. Además, le debía su lealtad a pesar de que metiese la pata en el último momento diciendo mi nombre. Tampoco importaba, pues ese tal Tony del que Helena hablaba me descubrió por mi forma de luchar. Ella se levantó por la herida del labio, la cual se abrió, además de taparse el pecho con una mano. Me dedicó una mirada triste. Suspiré -Me llamo Connor Kennway- comencé a relatar, ya con las manos limpias, retorciendo el trapo conforme me sumía en los recuerdos más tenebrosos de mi pasado -Nací y crecí cerca del Río Mohawk en Norteamérica, cerca de Boston y New York. Mi madre se llamaba Kanek:thio y mi padre... no recuerdo el nombre de mi padre. Soy mestizo, hijo de una nativa y un "blanco"... pero para la tribu, siempre fui un forastero- clavé la vista en el suelo, ahondando aún más en las memorias perdidas -A la edad de diez años me separaron de mi madre, pues no permitieron más mi estancia en la tribu ya que como puedes apreciar, no tengo apenas rasgos indigenas, ni piel oscura ni facciones... era la viva imagen de mi padre. Mi madre me enseñó a cazar, trepar, moverme con agilidad... lo justo que pudo sin que la descubrieran. Vagabundeé por los bosques hasta que di con la ciudad de Boston donde encontré a mi padre- enfoqué la mirada en el suelo, en mi mente, estaba viendole a él -No hubo trato cordial, no hubor amor, ni cariño, ni tan siquiera preferencia. Me tomó como lo que era y más aún como un aprendiz. Durante años me enseñó a moverme con más fiereza que mi madre, aprovechando las bases que ella asentó. Me dio armas, me anuló los sentimientos, avivando solamente las influencias de la rabia y la contención, así como la paciencia cuando era necesaria... me estaba enseñando a ser un asesino, pero no de humanos. Me enseñaba a asesinar los peligros que azotan al mundo mientras nosotros dormimos o creemos ser la especie superior- miré a Helena a los ojos -Él murió en una de las cacerías en grupo, por protegerme. Todos los demás cayeron antes que él y quería que el legado siguiera adelante. Fue la única vez que me miró con los ojos de un padre, solo aquella vez- retorcí aun más el trapo, mucho más, hasta oirlo desgarrarse un poco. Estaba terriblemente tenso -Tras eso, crecí en las calles. Solo llevaba mi daga de plata conmigo, un regalo que él me hizo cuando maté al primero- no me atrevía a pronunciar la palabra vampiro -Las noches eran frias y los días desoladores... Seguí matando, librándonos de esas sombras, noche tras noche... hasta que conocí a La Hermandad, la gran heredad que envuelve el mundo con un manto de paz junto a la Inquisición de la Iglesia, aunque nosotros no solemos... Bueno, ya sabes, aprovecharnos del dinero del cepillo ni de los hijos de los católicos- suspiré pesadamente -Conocí a Jones en uno de mis viajes, pero al no encontrar lo que buscaba, dejé los mares. Estuve apenas un año o dos con él, no lo recuerdo, pero parece que me guardó rencor desde entonces. Han pasado 25 años desde que me separé de la única mujer que me ha tratado con cariño, la única persona. Desde entonces soy lo que soy. No tienes que encubrirme de nada Helena, porque cuando mato, no mato personas- la miré con más intensidad -Me da igual si me crees o no. Esa es mi historia y algún día o alguna noche, te darás cuenta de ello... Yo solo...- sonó la puerta en ese momento -¡La comida!- vociferó una mujer desde el exterior. Me levanté de la cama y fui hacia la puerta para abrirla. Una mujer enormemente gorda y vieja trajo un par de vandejas de aluminio con algo de carne y un par de vasos de arcilla con cerveza sin espuma -Esto no es un hotel, señoritos, pero la paga ha sido generosa. No dudeis en pedir lo que sea mientras las propinas sean así. Que pasen una noche agradable- hablaba con rudeza y con voz ronca, como si las cuerdas vocales estuviesen arañadas por un gato travieso. Olía mal y era terriblemente desagradable a la vista. Tras su marcha, un muchacho más joven, pelirrojo, impidió que cerrara la puerta -¡Buenas noches tengan, mis señores! Habiendo comprobado lo generosos que pueden llegar a ser, me ofrezco a traeros mis melodías para amenizar vuestra cena, en primicia, en vuestra alcoba.- su voz de pito crepitó en mis oidos al mismo tiempo que mostraba su violín. Una mirada pícara brilló en mis ojos mientras echaba mano al revolver y le apuntaba al rostro -Dámelo y te daré una propina muy buena... vivir- siseé amenazante mientras cargaba el tambor del arma. En el rostro del muchacho de piel blanca y pecosa se dibujó una mueca de terror indescriptible, pues apenas tendría 19 años. Me sentí ciertamente mal cuando me lo ofreció y prometió no molestarnos más pero que le dejara marchar, que estaría abajo para lo que necesitasemos pero que por Dios... no le disparase. Acepté cuan rudo asesino a sueldo y cerré la puerta tras marcharse el chico, no sin antes depositar el violín en la cama, acomodado perfectamente.
Una vez a solas, guardé silencio y miré a la muchacha que seguramente estaría a punto de reprenderme por esas amenazas, contradictorias a las palabras que le había dicho previamente, pero antes de que pudiese hablar, apreté el gatillo hacia la puerta y un patetico "click" reveló que el arma no estaba cargada. Para más muestra, abrí el cargador y mostré todas las muescas vacuas, sin una sola bala. Me había limitado a tomarle el pelo, pues me apetecía tocar sin pagar una sola moneda.
No pude evitar que tras aquel acto se me escapara una risa aliviada, una risa que deseaba salir desde hacia muchos años y que, tras contarle a alguien mi pasado por primera vez en toda mi existencia, pudo revivir y salir a flote. Me di cuenta entonces de que Helena era realmente para mi alguien que se estaba ganando la confianza que prometí no otorgar a nadie... pero se la merecía. Tanto como saber, al tomar el violín, que sabía tocar como un músico profesional. Tenía hambre, pero aun así mi corazón anhelaba la música que hacía años no practicaba. Me costó un tanto colocar los dedos, pero una vez calenté, la melodía fluía como el aire que se exhala al respirar, dispuesto a amenizar la cena de la muchacha -Come algo, Helena... déjame tocar mientras tanto. Si necesitas algo de mi plato, tómalo, yo no tengo...mucha hambre...- me costaba hablar mientras tocaba por la falta de costumbre, pero conseguí hacerlo. Tocaba con soltura, pero despacio. Arrancaba al instrumento unos lamentos oscuros y pesados, pero hermosos al igual que tranquilizadores. La metáfora perfecta sería la paz que se respiraría en una noche bajo un sauce llorón, mientras esperas, sonriente, que la buena muerte te alcance. Eso era para mi esa melodía, la muerte de mi propio cautiverio. Sentí algo de felicidad, la justa para sonreir un poco mientras tocaba, obviando si ella me observaba, si comía o no comía... pero me consolaba saber, que en ese momento, había alguien en quien pude brindar las primeras briznas de confianza cual hierba esmeralda brotando en un árido desierto yermo. Me conmoví entonces... y en mi interior, en lo que duró la melodía, deseé que nunca se marchara y la perdiese de vista -Espero que no te moleste...- susurré mientras tocaba, tranquilo, sin dejar de mirarla a los ojos desde ese momento. Inspirándome en el bien estar que sentía gracias a ella en esa habitación. Me acababa de pagar, sin darme cuenta, toda deuda que pudiese haber contraido conmigo.
Continué con mi labor, aseandome los dedos con mimo, mientras ella hablaba. Le prestaba toda la atención del mundo a pesar de que estaba lavándome, pues era consciente de que me hablaba con una seriedad que nunca antes mostraba. Afirmó deberme mucho y que su padre estaría contento por mi trabajo, que me pagaría lo acordado y varias cosas más, pero solo me quedé con la fijación de que dudaba sobre si continuar el viaje conmigo, preguntando que quién era, sobre el asunto de los "vampiros" y el por qué no tengo familia. Reflexioné antes de dejarme llevar por el estrés que yo también acumulaba durante el viaje y sus constantes escapaditas de niña caprichosa, pero comprendí que para ella también debía de ser difícil. Además, le debía su lealtad a pesar de que metiese la pata en el último momento diciendo mi nombre. Tampoco importaba, pues ese tal Tony del que Helena hablaba me descubrió por mi forma de luchar. Ella se levantó por la herida del labio, la cual se abrió, además de taparse el pecho con una mano. Me dedicó una mirada triste. Suspiré -Me llamo Connor Kennway- comencé a relatar, ya con las manos limpias, retorciendo el trapo conforme me sumía en los recuerdos más tenebrosos de mi pasado -Nací y crecí cerca del Río Mohawk en Norteamérica, cerca de Boston y New York. Mi madre se llamaba Kanek:thio y mi padre... no recuerdo el nombre de mi padre. Soy mestizo, hijo de una nativa y un "blanco"... pero para la tribu, siempre fui un forastero- clavé la vista en el suelo, ahondando aún más en las memorias perdidas -A la edad de diez años me separaron de mi madre, pues no permitieron más mi estancia en la tribu ya que como puedes apreciar, no tengo apenas rasgos indigenas, ni piel oscura ni facciones... era la viva imagen de mi padre. Mi madre me enseñó a cazar, trepar, moverme con agilidad... lo justo que pudo sin que la descubrieran. Vagabundeé por los bosques hasta que di con la ciudad de Boston donde encontré a mi padre- enfoqué la mirada en el suelo, en mi mente, estaba viendole a él -No hubo trato cordial, no hubor amor, ni cariño, ni tan siquiera preferencia. Me tomó como lo que era y más aún como un aprendiz. Durante años me enseñó a moverme con más fiereza que mi madre, aprovechando las bases que ella asentó. Me dio armas, me anuló los sentimientos, avivando solamente las influencias de la rabia y la contención, así como la paciencia cuando era necesaria... me estaba enseñando a ser un asesino, pero no de humanos. Me enseñaba a asesinar los peligros que azotan al mundo mientras nosotros dormimos o creemos ser la especie superior- miré a Helena a los ojos -Él murió en una de las cacerías en grupo, por protegerme. Todos los demás cayeron antes que él y quería que el legado siguiera adelante. Fue la única vez que me miró con los ojos de un padre, solo aquella vez- retorcí aun más el trapo, mucho más, hasta oirlo desgarrarse un poco. Estaba terriblemente tenso -Tras eso, crecí en las calles. Solo llevaba mi daga de plata conmigo, un regalo que él me hizo cuando maté al primero- no me atrevía a pronunciar la palabra vampiro -Las noches eran frias y los días desoladores... Seguí matando, librándonos de esas sombras, noche tras noche... hasta que conocí a La Hermandad, la gran heredad que envuelve el mundo con un manto de paz junto a la Inquisición de la Iglesia, aunque nosotros no solemos... Bueno, ya sabes, aprovecharnos del dinero del cepillo ni de los hijos de los católicos- suspiré pesadamente -Conocí a Jones en uno de mis viajes, pero al no encontrar lo que buscaba, dejé los mares. Estuve apenas un año o dos con él, no lo recuerdo, pero parece que me guardó rencor desde entonces. Han pasado 25 años desde que me separé de la única mujer que me ha tratado con cariño, la única persona. Desde entonces soy lo que soy. No tienes que encubrirme de nada Helena, porque cuando mato, no mato personas- la miré con más intensidad -Me da igual si me crees o no. Esa es mi historia y algún día o alguna noche, te darás cuenta de ello... Yo solo...- sonó la puerta en ese momento -¡La comida!- vociferó una mujer desde el exterior. Me levanté de la cama y fui hacia la puerta para abrirla. Una mujer enormemente gorda y vieja trajo un par de vandejas de aluminio con algo de carne y un par de vasos de arcilla con cerveza sin espuma -Esto no es un hotel, señoritos, pero la paga ha sido generosa. No dudeis en pedir lo que sea mientras las propinas sean así. Que pasen una noche agradable- hablaba con rudeza y con voz ronca, como si las cuerdas vocales estuviesen arañadas por un gato travieso. Olía mal y era terriblemente desagradable a la vista. Tras su marcha, un muchacho más joven, pelirrojo, impidió que cerrara la puerta -¡Buenas noches tengan, mis señores! Habiendo comprobado lo generosos que pueden llegar a ser, me ofrezco a traeros mis melodías para amenizar vuestra cena, en primicia, en vuestra alcoba.- su voz de pito crepitó en mis oidos al mismo tiempo que mostraba su violín. Una mirada pícara brilló en mis ojos mientras echaba mano al revolver y le apuntaba al rostro -Dámelo y te daré una propina muy buena... vivir- siseé amenazante mientras cargaba el tambor del arma. En el rostro del muchacho de piel blanca y pecosa se dibujó una mueca de terror indescriptible, pues apenas tendría 19 años. Me sentí ciertamente mal cuando me lo ofreció y prometió no molestarnos más pero que le dejara marchar, que estaría abajo para lo que necesitasemos pero que por Dios... no le disparase. Acepté cuan rudo asesino a sueldo y cerré la puerta tras marcharse el chico, no sin antes depositar el violín en la cama, acomodado perfectamente.
Una vez a solas, guardé silencio y miré a la muchacha que seguramente estaría a punto de reprenderme por esas amenazas, contradictorias a las palabras que le había dicho previamente, pero antes de que pudiese hablar, apreté el gatillo hacia la puerta y un patetico "click" reveló que el arma no estaba cargada. Para más muestra, abrí el cargador y mostré todas las muescas vacuas, sin una sola bala. Me había limitado a tomarle el pelo, pues me apetecía tocar sin pagar una sola moneda.
No pude evitar que tras aquel acto se me escapara una risa aliviada, una risa que deseaba salir desde hacia muchos años y que, tras contarle a alguien mi pasado por primera vez en toda mi existencia, pudo revivir y salir a flote. Me di cuenta entonces de que Helena era realmente para mi alguien que se estaba ganando la confianza que prometí no otorgar a nadie... pero se la merecía. Tanto como saber, al tomar el violín, que sabía tocar como un músico profesional. Tenía hambre, pero aun así mi corazón anhelaba la música que hacía años no practicaba. Me costó un tanto colocar los dedos, pero una vez calenté, la melodía fluía como el aire que se exhala al respirar, dispuesto a amenizar la cena de la muchacha -Come algo, Helena... déjame tocar mientras tanto. Si necesitas algo de mi plato, tómalo, yo no tengo...mucha hambre...- me costaba hablar mientras tocaba por la falta de costumbre, pero conseguí hacerlo. Tocaba con soltura, pero despacio. Arrancaba al instrumento unos lamentos oscuros y pesados, pero hermosos al igual que tranquilizadores. La metáfora perfecta sería la paz que se respiraría en una noche bajo un sauce llorón, mientras esperas, sonriente, que la buena muerte te alcance. Eso era para mi esa melodía, la muerte de mi propio cautiverio. Sentí algo de felicidad, la justa para sonreir un poco mientras tocaba, obviando si ella me observaba, si comía o no comía... pero me consolaba saber, que en ese momento, había alguien en quien pude brindar las primeras briznas de confianza cual hierba esmeralda brotando en un árido desierto yermo. Me conmoví entonces... y en mi interior, en lo que duró la melodía, deseé que nunca se marchara y la perdiese de vista -Espero que no te moleste...- susurré mientras tocaba, tranquilo, sin dejar de mirarla a los ojos desde ese momento. Inspirándome en el bien estar que sentía gracias a ella en esa habitación. Me acababa de pagar, sin darme cuenta, toda deuda que pudiese haber contraido conmigo.
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Me había puesto más nerviosa de la cuenta y por ello ahora estaba pagando estúpidamente el nuevo brote de sangre del labio. Escuché, sin embargo, las palabras de Connor con atención, rendida ya por no saber como cortar y limpiar la sangre. Me alivió saber que al menos, su nombre era su nombre. Me sorprendió mucho saber cuales eran sus orígenes, jamás llegué a pensar que fuese medio nativo. Aquello hizo que mi imaginación creyese que su lugar estaba aún más lejos del mío. Entonces, escuché el relato de su dura infancia. Le creí, sus palabras eran sinceras aunque no llegase a entender del todo lo que quería decirme, no entendía porque su infancia había tenido que ser así. Asesino, pero no de humanos ¿Cómo era posible aquello? Intenté obviarlo y no quise preguntar al ver aquella mirada perdida y que me pareció triste -¿Por eso…no tienes familia? ¿No has conocido nunca a alguien por ello?- me atreví a preguntar, al comprender que tenía una gran barrera inquebrantable hasta sus sentimientos, cosa totalmente contraria a lo que yo estaba acostumbrada a ver. Me había criado en un paraíso de bienestar y riqueza, donde las mujeres encontraban un supuesto amor a los dieciocho años y donde, por arte de magia, todos vivían felices. Era impensable, que un hombre de treinta y cinco años no tuviese familia, ni tan si quiera tuviese una amante… quizás la tenía… pero.... suspiré. -Siento mucho todo, Connor- Cada palabra suya, me hacía entristecer aun más, tanto, que decidí ponerle una mano en el hombro en señal de consolación, aunque seguramente no le sirviese. Seguía hablando de cosas incomprensibles para mí, sobre algo o alguien a quien no conocía –No lo entiendo, Connor… Pero me da igual… me has ayudado, me has salvado la vida. No voy a preguntarte si no deseas contarmelo… o si- el sonido de la comida nos interrumpió.
Connor se ofreció a ir a recogerla y mientras tanto reflexioné. No, no quería irme, es que ni si quiera debía irme. Estaba dispuesta a hacer algún cambio, a sacrificar mas, a… Oí como un muchacho nos ofrecía un rato de música, y seguidamente, la queja de mi acompañante por ello. Me puse en pie, alertada al ver que Connor había tomado su revolver y estaba apuntando al muchacho, incluso cargó el tambor del mismo. Claro, el muchacho se asustó y le tendió a Connor lo que había pedido, el violín. Cuando se marchó, intenté estallar -¿Pero que has hecho? ¿Por qué sacas eso? ¿Por qué?- callé, en cuanto percibí una sonrisa pícara en el rostro de Connor cuando disparó y no sonó nada –¿No está cargada?- al entender la artimaña del hombre, primero palidecí al entender el susto del muchacho, y después, me reí, me reí a carcajadas mientras volvía a sentarme en la cama, esta vez mas despreocupada, dejando a la vista el enorme hematoma del pecho. Para mi sorpresa, el joven tomó el violín y comenzó a tocarlo ¿Sabia tocar? ¿También sabía tocar? Era increíble, jamás, jamás lo hubiese imaginado, jamás hubiese pensado que tras esas manos ásperas se escondiera una habilidad tan bella –Vaya, vaya, vaya, señor Kennway. Estáis hecho todo un embustero y todo un músico- dije en broma mientras reía, pero con cierto tono de picardía. – Admirable- dije, con una mirada de aprobación. Me sugirió entonces que comiese, alegando que el no tenía demasiada hambre – Ah, no. Comerás, en cuanto termines de tocar, pues no te quiero interrumpir. Llevas tanto tiempo como yo sin comer, y alejando el apetito, es necesario- dije, con un tono maternal que jamás había visto en mí. De cierto modo, me preocupaba su estado.
Comí todo lo que me tocaba. Me sentí con ganas de un baño…pero no quería dejar de deleitarme con la música. Me acosté al otro extremo de la cama, porque quise admirar a Connor lo mejor posible mientras tocaba. Me coloqué de lado, me solté el recogido y coloqué mi cabeza sobre mi mano. Se estaba aquello convirtiendo en un momento mágico –Connor…es precioso- dije, con toda sinceridad, buscándole la mirada. Me daba igual quien fuese, me daba igual que hubiese echo… cuanto más le miraba, más sabía que quería estar con él, sentía que le podía contar todo lo que quisiese, sentía…sentía demasiadas cosas que no pude explicarme en ese momento. Sólo saqué en claro de aquello, que no quería que dejase de tocar, que no quería que se alejase y me dejase sola…pensase lo que pensase él. En poco tiempo, el codo con el que me estaba apoyando comenzó a ceder, y la posición general en la que me encontraba se relajó. Me quedé dormida de lado, con el brazo apoyado en la cadera y mi mano paralela a mi cabeza; con la comisura y el mentón aún manchados de sangre, el cabello un tanto despeinado y toda marca del dolor que había sufrido, como el hematoma, al aire. En general, despreocupada y echa un desastre. No lo pude evitar, quería dormir con esa música.
Al día siguiente, desperté tras un placido sueño, un plácido sueño porque por primera vez no había soñado nada. Abrí los ojos despacio, y al echar en falta lo que cada noche me amenazaba, me incorporé rápidamente –Es imposible- busqué a Connor con la mirada –Después de doce años… no he tenido pesadillas esta noche- sonreí –Te parecerá una locura. Estaba ya agotada de ver a mi madre de una forma física extraña, rodeada de personas, llamándome-
Connor se ofreció a ir a recogerla y mientras tanto reflexioné. No, no quería irme, es que ni si quiera debía irme. Estaba dispuesta a hacer algún cambio, a sacrificar mas, a… Oí como un muchacho nos ofrecía un rato de música, y seguidamente, la queja de mi acompañante por ello. Me puse en pie, alertada al ver que Connor había tomado su revolver y estaba apuntando al muchacho, incluso cargó el tambor del mismo. Claro, el muchacho se asustó y le tendió a Connor lo que había pedido, el violín. Cuando se marchó, intenté estallar -¿Pero que has hecho? ¿Por qué sacas eso? ¿Por qué?- callé, en cuanto percibí una sonrisa pícara en el rostro de Connor cuando disparó y no sonó nada –¿No está cargada?- al entender la artimaña del hombre, primero palidecí al entender el susto del muchacho, y después, me reí, me reí a carcajadas mientras volvía a sentarme en la cama, esta vez mas despreocupada, dejando a la vista el enorme hematoma del pecho. Para mi sorpresa, el joven tomó el violín y comenzó a tocarlo ¿Sabia tocar? ¿También sabía tocar? Era increíble, jamás, jamás lo hubiese imaginado, jamás hubiese pensado que tras esas manos ásperas se escondiera una habilidad tan bella –Vaya, vaya, vaya, señor Kennway. Estáis hecho todo un embustero y todo un músico- dije en broma mientras reía, pero con cierto tono de picardía. – Admirable- dije, con una mirada de aprobación. Me sugirió entonces que comiese, alegando que el no tenía demasiada hambre – Ah, no. Comerás, en cuanto termines de tocar, pues no te quiero interrumpir. Llevas tanto tiempo como yo sin comer, y alejando el apetito, es necesario- dije, con un tono maternal que jamás había visto en mí. De cierto modo, me preocupaba su estado.
Comí todo lo que me tocaba. Me sentí con ganas de un baño…pero no quería dejar de deleitarme con la música. Me acosté al otro extremo de la cama, porque quise admirar a Connor lo mejor posible mientras tocaba. Me coloqué de lado, me solté el recogido y coloqué mi cabeza sobre mi mano. Se estaba aquello convirtiendo en un momento mágico –Connor…es precioso- dije, con toda sinceridad, buscándole la mirada. Me daba igual quien fuese, me daba igual que hubiese echo… cuanto más le miraba, más sabía que quería estar con él, sentía que le podía contar todo lo que quisiese, sentía…sentía demasiadas cosas que no pude explicarme en ese momento. Sólo saqué en claro de aquello, que no quería que dejase de tocar, que no quería que se alejase y me dejase sola…pensase lo que pensase él. En poco tiempo, el codo con el que me estaba apoyando comenzó a ceder, y la posición general en la que me encontraba se relajó. Me quedé dormida de lado, con el brazo apoyado en la cadera y mi mano paralela a mi cabeza; con la comisura y el mentón aún manchados de sangre, el cabello un tanto despeinado y toda marca del dolor que había sufrido, como el hematoma, al aire. En general, despreocupada y echa un desastre. No lo pude evitar, quería dormir con esa música.
Al día siguiente, desperté tras un placido sueño, un plácido sueño porque por primera vez no había soñado nada. Abrí los ojos despacio, y al echar en falta lo que cada noche me amenazaba, me incorporé rápidamente –Es imposible- busqué a Connor con la mirada –Después de doce años… no he tenido pesadillas esta noche- sonreí –Te parecerá una locura. Estaba ya agotada de ver a mi madre de una forma física extraña, rodeada de personas, llamándome-
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
Me obedeció tranquilamente. Ella se limitó a comer y a escuchar además de adular mis habilidades tocando. Ciertamente no era un maestro, pero sí que estaba acostumbrado a tocar piezas similares, pues me ayudaban a evadirme de las tristezas que me asolaban en el pasado. Hacía tanto tiempo que no tocaba... que incluso sentía un regocijo tal que estuve por romper a reir como un niño de la felicidad, mas no lo hice al comprobar que la joven que compartía la habitación conmigo terminó por dormirse ante el despliegue musical. Lentamente, cesé el tono del violín así como la intensidad, hasta que las cuerdas dejaron de emitir el mágico y melancólico sonido que la sumió en su sueño. Me levanté de su lado y salí de la habitación con calma, sin hacer ruido. Bajé las escaleras un momento para entregarle el violín al susodicho, que dormitaba en una mesa sobre un taburete, sentado. Le dejé junto al violín un par de monedas y volví a subir. Ella seguía durmiendo.
Me coloqué a su lado y devoré lentamente los alimentos que ella había dejado para mi. La observaba, en todo momento. Oía su respiración suave, como un susurro. Veía su pecho elevarse con cada expiración y vaciarse con cada exhalación, no perdía belleza a pesar de aquel hematoma enorme que le causó Smee. La miré cuan larga era, desplegada en la cama. Fue la primera vez que me fijé en sus formas, en sus caderas, sus piernas, sus hombros e incluso sus pechos, además de sus labios, esos labios heridos. Suspiré y sonreí, sin ser consciente de ello. Si ella me debía la vida, comencé a pensar que yo le estaba debiendo la mía en esos momentos. Me levanté de la cama tras terminar de comer y alejé las bandejas, colocándolas sobre un mueble viejo y polvoriento. Rodeé la cama y me posicioné a su lado, de rodillas, como en la habitación de Jones. Esta vez no me limité a mirarla, sino que acaricié sus cabellos recogidos con extrema delicadeza, desenmarañando aquel moñito que llevaba, soltándole los cabellos para su comodidad. Esperando que no se despertara, al menos conscientemente, comencé a apartar las sábanas de la cama como podía, sin molestarla demasiado. La tomé por las piernas y los hombros, alzándola ligeramente para colocarla en la cama. La arropé tras eso, dejándola boca arriba, acomodándole la almohada bajo su cabeza y cabellos sueltos, despeinados. Sonreí nuevamente, una vez más, ante su figura durmiente. Parecía inmensamente más joven cuando dormía.
Paseé por la habitación y abrí las ventanas, dejando que la luna veraniega iluminase la habitación con su fantasmal luz, proyectando el cuadrado del marco en la pared junto a la cama, dejando así iluminada a la muchacha, salvo su rostro, solo su cuerpo tapado por la sábana. Fui hacia el baño y tomé un pañuelo de color marrón, lo limpié a conciencia y me dirigí hacia ella. Con el objeto aún húmedo pero no chorreando, comencé a frotar con suavidad sus labios, humedeciéndolos, limpiándole la sangre seca y la fresca que de vez en cuando brotaba nuevamente. Terminada la tarea, regresé al baño y dejé el trapo en su lugar. En la habitación, me acomodé en la ventana, en el asiento que había debajo y allí permanecí, mirándola, hasta que sucumbí, lentamente, no sin antes soltar una risotada en bajo tono debido a los pensamientos que me azoraban la mente, en mi propio sueño.
A la mañana siguiente ella confesó haber dormido de maravilla, sin pesadillas. Me fue curioso que las describiera como la imagen de su madre acompañada por otras, un tanto cambiadas. Sopesé mis pensamientos sobre lo ocurrido durante los viajes y el detalle de la herida de su madre en el cuello, que sangraba. Recogí cualquier cosa que quedase por recoger y la miré -Bueno... es hora de marcharse. He de llevarte a un único lugar conocido por mi en Roma... No es un hotel elegante, pero tendremos un lugar donde pensar hacia donde ir- comenté, algo animado, a diferencia de los otros días vividos juntos. Bajé las escaleras y con un gesto con la mano me despedí del violinista, que manoseaba ambas monedas encantado y sonriente.
Una vez fuera, me limité a mirar a mi alrededor, atento, como si buscase algo -Hay algo que quiero decirte, Helena- encontré entonces en una pared unas extrañas runas solo entendibles por los Cazadores, un código personal de la Hermandad que indicaba hacia donde ir para encontrar la Sede de ese país -Vamos- eché a caminar junto a la muchacha, no estabamos lejos del lugar -Lo que quiero decirte... es que hay una posibilidad, remota, de que tu madre no falleciese aquella noche- imaginé que esa noticia no le sentaría bien sin una explicación -No sé si me crees respecto a todo lo de mi verdadera identidad. Pero te aseguro... que cuando un vampiro debora a alguien, no deja ni una sola gota de sangre en su cuerpo, de modo, que los cadaveres no sangran- no detuve mi paso en ningún momento y esperé cualquier pregunta por su parte, preguntas que contestaría más tarde.
No tardé en adentrarme en una zona algo alejada, entre edificios, como un patio sucio y abandado. Allí había una entrada hacia un sótano, cerrada con un extraño candado de plata. Saqué mi daga y la introduje en la cerradura, la giré y la perta se abrió -Bienvenida a una de mis mil casas...- me adentré y esperé a que ella me siguiera. Después, cerré desde dentro la puerta con la misma maniobra. Descendí por unas escaleras iluminadas con varios candiles hasta llegar a una sala donde había dos hombres armados con un par de rifles -¿Quien va?- sonreí -Kennway- anuncié, como si fuera el apellido de un noble señor. No obstante, los hombres así respondieron y se separaron de la puerta, dándome la bienvenida con un saludo. Me extrañó, no obstante, que no dijeran nada sobre Helena.
Tras la puerta que guardaban había una sala enorme y circular que daba a otros pasillos, donde había innumerables personas. Jovenes y adultos entrenaban contra sacos de madera, así como entre ellos. Otros afilaban armas, otros cocinaban y demases remendaban ropajes diversos. Nadie reparó en nosotros hasta la llegada de un hombre mayor ataviado con un traje de cuero largo que se apresuró hacia nosotros -Los hermanos me informan de que el heredero de Kennway ha llegado. Es un placer tenerle con nosotros, Maese Connor- miré a Helena de soslayo -No haga distinciones con rangos que la Hermandad no posee ¿Maestro...?- el hombre se irguió orgulloso. Era de raza asiática y de su labio superior nacía un bigote gris y generoso -Fuu. Todos me llaman Fuu- saludé con la cabeza y presenté a Helena a la cual también saludaron con el mismo respeto. Una vez más, no volvieron a objetar su presencia... Algo raro ocurría en la Hermandad Italiana.
Tras unas palabras amables y un gesto de invitación, nos dejaron a solas a ambos. Conduje a Helena hasta una larga mesa con bancos, donde me senté y la invité a que me acompañase. Tomé un mendrugo de pan que había en diversas cestas repartidas por toda la larga mesa y le di un mordisco -Este es el lugar indicado para preguntar todo lo que quieras, estamos totalmente a salvo aquí- miré la gran sala. Estaba adornada con varias alfombras colgadas de la pared, con un toque árabe. Eran de color carmesí y verde oscuro algunas otras. La piedra que mantenía y daba forma al lugar era de color beige, iluminado por un sin fin de velas y lámparas de aceite. Se podía apreciar, en su inmensidad, que la Hermandad de Italia recogía a un número enorme de aprendices y Cazadores experimentados -Esta es una de las sedes de refugio de la Hermandad de Cazadores, ningún no-humano entraría aquí a conciencia, moriría en menos que canta un gallo. Además, ningun humano que no sea cazador podría abrir las puertas, necesita un filo de plata para abrirse, no una llave- me terminé el pan, bastante hablador y con rostro alegre, sonriente. Helena me sirvió de terapia, una terapia básica y casi rozando lo absurdo, pero no había otra mejor que esa. Además, estaba relajado teniéndola a salvo, sabiendo que estaba en una especie de semi fortaleza subterranea rodeado por personas de mentalidad leal y encaminadas a la bondad. Yo era la excepción que confirmaba la regla, pues era de los pocos cazadores tan sumido en las sombras que no solía hacer amistades con los demás o incluso buscar una familia fuera de la Hermandad. Dentro, entre nosotros, estaba prohibido -Aquí podremos hablar tranquilamente de cualquier tema, planear nuestros siguientes pasos, coger algo de suministros y marcharnos sin perder ni un solo penique... Así que es tu oportunidad, pequeña, interrógame sobre todo lo que quieras- pensé en la noche anterior a solas con ella en la habitación del hotel. La seguridad era agradable, pero aquella intimidad de la que gozamos no era comparable, sensación que me hizo no mirarla a los ojos por un momento y reorganizar mis ideas ¿Qué pasaba? Sin duda, haber vuelto un poco de mis oscuras profundidades me hacía pensar cosas raras, pero debía centrarme. Volví a mirarla y esperé, con el leve ruido de espadas contra paja y madera y algunas palabras amistosas, joviales y de broma entre los aprendices, alejados en las paredes del frente, a que hablásemos, muy posiblemente, del tema de su madre.
La joven y hermosa Selina regresó a la mansión, donde Tony y un hombre de aspecto adinerado compartían una copa con un denso líquido rojo -Están en una taberna pasando la noche, no puedo decir mucho más- Tony rió y meneó la copa -¿Pierdes tu toque, hermanita?- ella le miró -Tanto como tú la gracia, Holmes. Si hicieras bien tu trabajo ella estaría con nosotros ahora mismo. Parece mentira que un cazador pueda contigo- Tony se puso serio y dejó la copa sobre una mesa de vidrio -No pudo conmigo, pero prefiero dinamitar la relación que mantengan ambos... Es más divertido así- el otro hombre rió -Estyo conforme con Holmes. Se le da bien eso de envenenar a la gente, tanto como a ti espiar y seducir Selina.- la joven vampiresa sonrió coqueta -Se me da mejor otras cosas, más aún- dijo orgullosa -Amanecerá y perderemos su pista, enviaré algún Ghoul a vigilarles...- se marchó entonces, pensativa, dejando a los hombres solos -Por Helena- tomó la copa nuevamente y brindó con el adinerado que le acompañaba -Por Helena, hermano mío- ambos bebieron -Y por que muy pronto, muy, muuuy pronto, nos acompañe en estas largas noches de reunión familiar- rieron entonces ambos en la hermosa y gran mansión que habitaban
Me coloqué a su lado y devoré lentamente los alimentos que ella había dejado para mi. La observaba, en todo momento. Oía su respiración suave, como un susurro. Veía su pecho elevarse con cada expiración y vaciarse con cada exhalación, no perdía belleza a pesar de aquel hematoma enorme que le causó Smee. La miré cuan larga era, desplegada en la cama. Fue la primera vez que me fijé en sus formas, en sus caderas, sus piernas, sus hombros e incluso sus pechos, además de sus labios, esos labios heridos. Suspiré y sonreí, sin ser consciente de ello. Si ella me debía la vida, comencé a pensar que yo le estaba debiendo la mía en esos momentos. Me levanté de la cama tras terminar de comer y alejé las bandejas, colocándolas sobre un mueble viejo y polvoriento. Rodeé la cama y me posicioné a su lado, de rodillas, como en la habitación de Jones. Esta vez no me limité a mirarla, sino que acaricié sus cabellos recogidos con extrema delicadeza, desenmarañando aquel moñito que llevaba, soltándole los cabellos para su comodidad. Esperando que no se despertara, al menos conscientemente, comencé a apartar las sábanas de la cama como podía, sin molestarla demasiado. La tomé por las piernas y los hombros, alzándola ligeramente para colocarla en la cama. La arropé tras eso, dejándola boca arriba, acomodándole la almohada bajo su cabeza y cabellos sueltos, despeinados. Sonreí nuevamente, una vez más, ante su figura durmiente. Parecía inmensamente más joven cuando dormía.
Paseé por la habitación y abrí las ventanas, dejando que la luna veraniega iluminase la habitación con su fantasmal luz, proyectando el cuadrado del marco en la pared junto a la cama, dejando así iluminada a la muchacha, salvo su rostro, solo su cuerpo tapado por la sábana. Fui hacia el baño y tomé un pañuelo de color marrón, lo limpié a conciencia y me dirigí hacia ella. Con el objeto aún húmedo pero no chorreando, comencé a frotar con suavidad sus labios, humedeciéndolos, limpiándole la sangre seca y la fresca que de vez en cuando brotaba nuevamente. Terminada la tarea, regresé al baño y dejé el trapo en su lugar. En la habitación, me acomodé en la ventana, en el asiento que había debajo y allí permanecí, mirándola, hasta que sucumbí, lentamente, no sin antes soltar una risotada en bajo tono debido a los pensamientos que me azoraban la mente, en mi propio sueño.
A la mañana siguiente ella confesó haber dormido de maravilla, sin pesadillas. Me fue curioso que las describiera como la imagen de su madre acompañada por otras, un tanto cambiadas. Sopesé mis pensamientos sobre lo ocurrido durante los viajes y el detalle de la herida de su madre en el cuello, que sangraba. Recogí cualquier cosa que quedase por recoger y la miré -Bueno... es hora de marcharse. He de llevarte a un único lugar conocido por mi en Roma... No es un hotel elegante, pero tendremos un lugar donde pensar hacia donde ir- comenté, algo animado, a diferencia de los otros días vividos juntos. Bajé las escaleras y con un gesto con la mano me despedí del violinista, que manoseaba ambas monedas encantado y sonriente.
Una vez fuera, me limité a mirar a mi alrededor, atento, como si buscase algo -Hay algo que quiero decirte, Helena- encontré entonces en una pared unas extrañas runas solo entendibles por los Cazadores, un código personal de la Hermandad que indicaba hacia donde ir para encontrar la Sede de ese país -Vamos- eché a caminar junto a la muchacha, no estabamos lejos del lugar -Lo que quiero decirte... es que hay una posibilidad, remota, de que tu madre no falleciese aquella noche- imaginé que esa noticia no le sentaría bien sin una explicación -No sé si me crees respecto a todo lo de mi verdadera identidad. Pero te aseguro... que cuando un vampiro debora a alguien, no deja ni una sola gota de sangre en su cuerpo, de modo, que los cadaveres no sangran- no detuve mi paso en ningún momento y esperé cualquier pregunta por su parte, preguntas que contestaría más tarde.
No tardé en adentrarme en una zona algo alejada, entre edificios, como un patio sucio y abandado. Allí había una entrada hacia un sótano, cerrada con un extraño candado de plata. Saqué mi daga y la introduje en la cerradura, la giré y la perta se abrió -Bienvenida a una de mis mil casas...- me adentré y esperé a que ella me siguiera. Después, cerré desde dentro la puerta con la misma maniobra. Descendí por unas escaleras iluminadas con varios candiles hasta llegar a una sala donde había dos hombres armados con un par de rifles -¿Quien va?- sonreí -Kennway- anuncié, como si fuera el apellido de un noble señor. No obstante, los hombres así respondieron y se separaron de la puerta, dándome la bienvenida con un saludo. Me extrañó, no obstante, que no dijeran nada sobre Helena.
Tras la puerta que guardaban había una sala enorme y circular que daba a otros pasillos, donde había innumerables personas. Jovenes y adultos entrenaban contra sacos de madera, así como entre ellos. Otros afilaban armas, otros cocinaban y demases remendaban ropajes diversos. Nadie reparó en nosotros hasta la llegada de un hombre mayor ataviado con un traje de cuero largo que se apresuró hacia nosotros -Los hermanos me informan de que el heredero de Kennway ha llegado. Es un placer tenerle con nosotros, Maese Connor- miré a Helena de soslayo -No haga distinciones con rangos que la Hermandad no posee ¿Maestro...?- el hombre se irguió orgulloso. Era de raza asiática y de su labio superior nacía un bigote gris y generoso -Fuu. Todos me llaman Fuu- saludé con la cabeza y presenté a Helena a la cual también saludaron con el mismo respeto. Una vez más, no volvieron a objetar su presencia... Algo raro ocurría en la Hermandad Italiana.
Tras unas palabras amables y un gesto de invitación, nos dejaron a solas a ambos. Conduje a Helena hasta una larga mesa con bancos, donde me senté y la invité a que me acompañase. Tomé un mendrugo de pan que había en diversas cestas repartidas por toda la larga mesa y le di un mordisco -Este es el lugar indicado para preguntar todo lo que quieras, estamos totalmente a salvo aquí- miré la gran sala. Estaba adornada con varias alfombras colgadas de la pared, con un toque árabe. Eran de color carmesí y verde oscuro algunas otras. La piedra que mantenía y daba forma al lugar era de color beige, iluminado por un sin fin de velas y lámparas de aceite. Se podía apreciar, en su inmensidad, que la Hermandad de Italia recogía a un número enorme de aprendices y Cazadores experimentados -Esta es una de las sedes de refugio de la Hermandad de Cazadores, ningún no-humano entraría aquí a conciencia, moriría en menos que canta un gallo. Además, ningun humano que no sea cazador podría abrir las puertas, necesita un filo de plata para abrirse, no una llave- me terminé el pan, bastante hablador y con rostro alegre, sonriente. Helena me sirvió de terapia, una terapia básica y casi rozando lo absurdo, pero no había otra mejor que esa. Además, estaba relajado teniéndola a salvo, sabiendo que estaba en una especie de semi fortaleza subterranea rodeado por personas de mentalidad leal y encaminadas a la bondad. Yo era la excepción que confirmaba la regla, pues era de los pocos cazadores tan sumido en las sombras que no solía hacer amistades con los demás o incluso buscar una familia fuera de la Hermandad. Dentro, entre nosotros, estaba prohibido -Aquí podremos hablar tranquilamente de cualquier tema, planear nuestros siguientes pasos, coger algo de suministros y marcharnos sin perder ni un solo penique... Así que es tu oportunidad, pequeña, interrógame sobre todo lo que quieras- pensé en la noche anterior a solas con ella en la habitación del hotel. La seguridad era agradable, pero aquella intimidad de la que gozamos no era comparable, sensación que me hizo no mirarla a los ojos por un momento y reorganizar mis ideas ¿Qué pasaba? Sin duda, haber vuelto un poco de mis oscuras profundidades me hacía pensar cosas raras, pero debía centrarme. Volví a mirarla y esperé, con el leve ruido de espadas contra paja y madera y algunas palabras amistosas, joviales y de broma entre los aprendices, alejados en las paredes del frente, a que hablásemos, muy posiblemente, del tema de su madre.
***
La joven y hermosa Selina regresó a la mansión, donde Tony y un hombre de aspecto adinerado compartían una copa con un denso líquido rojo -Están en una taberna pasando la noche, no puedo decir mucho más- Tony rió y meneó la copa -¿Pierdes tu toque, hermanita?- ella le miró -Tanto como tú la gracia, Holmes. Si hicieras bien tu trabajo ella estaría con nosotros ahora mismo. Parece mentira que un cazador pueda contigo- Tony se puso serio y dejó la copa sobre una mesa de vidrio -No pudo conmigo, pero prefiero dinamitar la relación que mantengan ambos... Es más divertido así- el otro hombre rió -Estyo conforme con Holmes. Se le da bien eso de envenenar a la gente, tanto como a ti espiar y seducir Selina.- la joven vampiresa sonrió coqueta -Se me da mejor otras cosas, más aún- dijo orgullosa -Amanecerá y perderemos su pista, enviaré algún Ghoul a vigilarles...- se marchó entonces, pensativa, dejando a los hombres solos -Por Helena- tomó la copa nuevamente y brindó con el adinerado que le acompañaba -Por Helena, hermano mío- ambos bebieron -Y por que muy pronto, muy, muuuy pronto, nos acompañe en estas largas noches de reunión familiar- rieron entonces ambos en la hermosa y gran mansión que habitaban
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Era increíble. Me sentía libre, sin pesadez por primera vez en mucho tiempo nada más despertar. De ahí, a que lo hiciese corriendo, sin ni siquiera desperezarme como solía hacer. Cuando se lo comenté a Connor, callé y quedé pensativa en lo que había ocurrido. Me había quedado dormida la noche anterior escuchando como el joven tocaba el violín de una forma preciosa. Y estaba envuelta en sábanas ¿Me había acostado él? Seguramente, no había otra explicación. En otras circunstancias me hubiese preocupado, pero esta vez no, Connor empezaba a significar para mi una compañía de confianza, la cual sería incapaz de hacerme nada; así, que en todo momento me mantuve tranquila. Es más, me gustó ese gesto. Le hubiese dado las gracias si no fuera porque me extrañó verle recoger las cosas con ánimo de marcharse pronto. -¿Ya? Quiero decir… no se, deberíamos pensar que vamos a hacer en vez de volver a refugiarnos en otro lugar tan pronto- de igual forma, me levanté de la cama, abroché los botones sueltos, tomé mi bolsa y le seguí hasta el exterior el hotel.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué nos marchamos tan repentinamente?- Una vez en la calle, Connor parecía distraído. Miraba de un lado para otro, como dudoso, y aún así, parecía conocer el destino de su camino. Yo le seguí sin rechistar. Y entonces, comenzó a hablar. Pensé que quizás me daría explicaciones, porque la verdad es que me preocupó la naturaleza de sus ansias, es más, pensé que había hecho algo mal con él pero sin saber que; y entonces, soltó la cosa más disparatada y menos lógica que jamás esperé oír. Me paré en seco, confusa y un tanto… ofendida -¿Cómo? Connor ¿Qué estas diciendo? Mi madre murió, le dieron sepultura hace ya doce años. ¡Y los vampiros no existen!- me puse nerviosa, no grité, simplemente no sabía a que venía todo aquello. Recordé que le había explicado que encontré el cadáver de mi madre, con dos colmillos marcados y sangre brotando de ellos, demasiada. Pero aquello, era una autentica locura. Suspiré y continué siguiéndole –Connor, ya te lo dije. Que tomase aquellos libros de la biblioteca fue por pura… por pura curiosidad. No creo en ese tipo de cosas que los gitanos se empeñan en hacer creer a la población más analfabeta-
Nos adentramos en una zona alejada -¿Dónde estamos?- pregunté, cuando Connor abrió la cerradura de lo que parecía ser un sótano con un simple doble de su daga. El hombre alegó que se trataba de una de sus muchas casas ¿Muchas casas? No era rico, ni noble. Confié en él de todos modos, y bajé tras él, un tanto insegura de lo que nos encontraríamos. Poco tardaron en darse cuenta de nuestra presencia, un hombre preguntó nuestra identidad, y por la respuesta de mi acompañante, estaba claro que le conocían. Llegamos, con el permiso de aquel tipo de guardia, a una sala circular donde niños, jóvenes y adultos y sin descartar el sexo femenino, parecían entrenar con diversos tipos de armas. Aquello iba en serio. –Connor…¿Qué lugar es este?- susurré acercándome a él, pero nos interrumpió un nuevo hombre que recalcó el rango de Connor de aquella ‘’Hermandad’’ tal y como él dijo. Nos presentaron y seguidamente nos dejaron sólos. No cabía en mi tanto asombro. No pude dejar de mirar de un lado para otro mientas nos dirigíamos hacia una mesa larga con bancos donde posteriormente nos sentamos. ¡Gracias a Dios! Tenía muchas cosas que aclarar. Por suerte, se adelantó a explicar la base de mis tantas incertidumbres. –No…no entiendo nada ¿Cazadores? ¿Hermandad? ¿Qué es esto exactamente? – recordé entonces, el relato de la infancia que narró la noche anterior. Encajaban cosas, -¿Te has criado aquí? ¿Es que sabes luchar?- me horroricé y palidecí por momentos. Cazadores, vampiros, Hermandad… todo eso me sonaba a leyendas –Connor… te agradezco que me hallas traído hasta aquí para tener un lugar en el que refugiarnos, pero, no deberíamos estar aquí. No… no me gusta. Es temprano, deberíamos estar buscando a ese tal Bruce, el que quizá mató a mi madre, porque esta muerta, Connor. No se porqué hiciste ese comentario antes, pero no es de buen gusto- mi cara se tornó triste. No le estaba regañando, ni quería que se lo tomase así, pero la verdad es que no me gustaba hablar de ese tipo de cosas. No se porqué Tony y tú os habéis empeñado en eso. –Vámonos, por favor- dije, a la vez que llevé mis manos hasta las de él, posándolas encima de las mismas. Me daba mala espina todo aquello, y había recobrado las ganas de seguir, no quería perderlas. –Por favor-
-¿Qué ocurre? ¿Por qué nos marchamos tan repentinamente?- Una vez en la calle, Connor parecía distraído. Miraba de un lado para otro, como dudoso, y aún así, parecía conocer el destino de su camino. Yo le seguí sin rechistar. Y entonces, comenzó a hablar. Pensé que quizás me daría explicaciones, porque la verdad es que me preocupó la naturaleza de sus ansias, es más, pensé que había hecho algo mal con él pero sin saber que; y entonces, soltó la cosa más disparatada y menos lógica que jamás esperé oír. Me paré en seco, confusa y un tanto… ofendida -¿Cómo? Connor ¿Qué estas diciendo? Mi madre murió, le dieron sepultura hace ya doce años. ¡Y los vampiros no existen!- me puse nerviosa, no grité, simplemente no sabía a que venía todo aquello. Recordé que le había explicado que encontré el cadáver de mi madre, con dos colmillos marcados y sangre brotando de ellos, demasiada. Pero aquello, era una autentica locura. Suspiré y continué siguiéndole –Connor, ya te lo dije. Que tomase aquellos libros de la biblioteca fue por pura… por pura curiosidad. No creo en ese tipo de cosas que los gitanos se empeñan en hacer creer a la población más analfabeta-
Nos adentramos en una zona alejada -¿Dónde estamos?- pregunté, cuando Connor abrió la cerradura de lo que parecía ser un sótano con un simple doble de su daga. El hombre alegó que se trataba de una de sus muchas casas ¿Muchas casas? No era rico, ni noble. Confié en él de todos modos, y bajé tras él, un tanto insegura de lo que nos encontraríamos. Poco tardaron en darse cuenta de nuestra presencia, un hombre preguntó nuestra identidad, y por la respuesta de mi acompañante, estaba claro que le conocían. Llegamos, con el permiso de aquel tipo de guardia, a una sala circular donde niños, jóvenes y adultos y sin descartar el sexo femenino, parecían entrenar con diversos tipos de armas. Aquello iba en serio. –Connor…¿Qué lugar es este?- susurré acercándome a él, pero nos interrumpió un nuevo hombre que recalcó el rango de Connor de aquella ‘’Hermandad’’ tal y como él dijo. Nos presentaron y seguidamente nos dejaron sólos. No cabía en mi tanto asombro. No pude dejar de mirar de un lado para otro mientas nos dirigíamos hacia una mesa larga con bancos donde posteriormente nos sentamos. ¡Gracias a Dios! Tenía muchas cosas que aclarar. Por suerte, se adelantó a explicar la base de mis tantas incertidumbres. –No…no entiendo nada ¿Cazadores? ¿Hermandad? ¿Qué es esto exactamente? – recordé entonces, el relato de la infancia que narró la noche anterior. Encajaban cosas, -¿Te has criado aquí? ¿Es que sabes luchar?- me horroricé y palidecí por momentos. Cazadores, vampiros, Hermandad… todo eso me sonaba a leyendas –Connor… te agradezco que me hallas traído hasta aquí para tener un lugar en el que refugiarnos, pero, no deberíamos estar aquí. No… no me gusta. Es temprano, deberíamos estar buscando a ese tal Bruce, el que quizá mató a mi madre, porque esta muerta, Connor. No se porqué hiciste ese comentario antes, pero no es de buen gusto- mi cara se tornó triste. No le estaba regañando, ni quería que se lo tomase así, pero la verdad es que no me gustaba hablar de ese tipo de cosas. No se porqué Tony y tú os habéis empeñado en eso. –Vámonos, por favor- dije, a la vez que llevé mis manos hasta las de él, posándolas encima de las mismas. Me daba mala espina todo aquello, y había recobrado las ganas de seguir, no quería perderlas. –Por favor-
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera sombra
No me extrañó que Helena se sintiese incómoda en el lugar además de permanecer incrédula ante todas las pruebas que se le estaba presentando ante sus ojos. Había visto a Tony moverse de esa forma sobrenatural, aunque yo personalmente sabía que él podía ser mucho menos ortodoxo ¿Por qué no se mostró tal cual era? ¿Por qué fingió? ¿Por Helena, quizá? Daba igual en ese instante, la muchacha me pedía marchar de la forma más amable que podía. Posó su mano sobre la mia, hecho que observé para luego mirarla a los ojos -Está bien, si así lo deseas- sonreí y me dispuse a levantarme, pero nos abordaron una pareja de cazadores que interrumpieron el camino -¿Maestro Kennway?- suspiré apesadumbrado -Repito... no soy ningún maestro- el hombre que acompañaba al joven que preguntó por mi tenía una pinta que no me gustaba. Ambos eran jóvenes, aproximadamente de la edad de Helena. El extraño tenía ujos ojos azules y pesarosos, con ojeras marcadas. Parecía cansado, muy cansado -Somos William y Frost, un placer conocerle. El Khan nos ordenó buscarle, al parecer necesitamos que nos acompañe a... bueno...- miró a Helena dubitativo y luego a mi, así sucesivamente. Frost rompió el silencio tenso -Dicen que hay un brujo por ahí, molestando. Hay testimonios por las calles de que han visto además un lobo de grandes dimensiones caminando sobre sus patas traseras- hablaba casi con desprecio, con una arrogancia temible -¿Licántropos? ¿En Roma?- Frost exhaló exasperado -No, en España ¿Dónde si no? Vaya maestro...- mi mirada se clavó en él como un par de dagas. Pude ver que durante unos momentos se doblegó ante mi presencia, pero su orgullo creciente le hizo alzar la cabeza aun más. -Pero Helena...- Will dio un paso al frente -La señorita se puede quedar aquí hasta su regreso, señor. No hay más Asesino en Roma que usted ahora mismo, comprenderá que los aquí presentes somos aprendices- asentí lentamente con la cabeza -¿No hay Errantes?- ambos negaron -Hay pocos Errantes en estos tiempos, la mayoría abandona esa idea de ir por su cuenta, aprender de ellos mismos y la experiencia que rebajarse a aprender de maestros que toman por ineptos. Es una idea que me place mucho, pero aquí al menos tengo acceso a diversos tipos de armas...- me ponía enfermo cada vez que hablaba -Marchaos... tengo que hablar con la chica- asintieron y Will se marchó. Frost estuvo unos momentos mirando a Helena, sonrió pícaramente y se marchó con aires, como si fuese el Lord Khan de la Sede Romana -Ya... lo has oido, niña- dije con la mayor suavidad posible, poniéndole una mano en el hombro -Puede que no te creas nada de esto o que te parezca una broma del mal gusto, pero es más de lo que crees. Regresaré pronto, te lo aseguro, aguarda aquí, hay varios libros y cosas que te podrían interesar, sabiduría que te instruirá en lo que podría haberle sucedido a tu madre... Espérame ¿De acuerdo? Y hablaremos mientras nos marchamos de aquí. En este lugar estarás a salvo hasta mi regreso- dije con toda la suavidad de la que podía hacer gala, mirándola a los ojos -Lo siento, esta te la deberé ¿De acuerdo?- solté su hombro despacio, arrastrando la mano, casi como una caricia. Le di la espalda y me dispuse a acompañar a aquellos dos novatos que iban a jugarse la vida una vez más. Sentí pena por la joven y pavor por su reacción a mi vuelta, pues posiblemente me tocase escucharla cuando volviese.
La muchacha no tendría mucha oportunidad de rebatir a Connor en lo que respecta la "misión" que le habían encargado ¿Era todo lo que le decía verdad? Quizá solo estuviese intentando zafarse de ella, dejándola en un lugar completamente desconocido y del que no podría salir, ya que no estaba reconocida como Cazadora y bien podría ser una espía. Connor se marchó pensando que al venir acompañado de ella, la tomarían como amiga. La cuestión es que ninguna de las dos opciones estaban alejadas de la realidad.
Presto, el Khan llamado Fuu se acercó a la muchacha cuando esta se viese sola en mitad de aquel gran salón. Sigiloso como era pero sin pretenderlo, posó su mano sobre el hombro de la chica esperando no sobresaltarla -Jovencita- llamó, haciendo evidente sus 60 años -El señor Kennway estará ocupado durante unas buenas horas... Comprenderá que no son tareas que deban llevarse a la ligera- seguía siendo más alto que Helena y vestía una especie de traje de tela fina de color negro bajo una aparente armadura de cuero oscuro -Permítame enseñarle cada rincón de esta guarida para que se le haga más amena la espera- echó a caminar entonces, uniéndoseles en el camino una aprendiza de Cazadora muy similar a la Selina que Helena conoció antes de dirigirse hacia Roma, hablándole de trivialidades, sobre lo guapa que era, le preguntaba si tenía nociones de combate, de dónde provenía... hasta que llegaron a una habitación en concreto, en lugar de enseñarle nada. El Khan abrió la puerta y dentro se podía ver una habitación mediana, con una ventana muy alta a la que no se podía llegar de un tamaño muy pequeño ¿Cómo podía tener ventanas si estaba en una zona subterranea? Fácil, estaba en el mismo techo, con forma de cuadrado. A pesar de eso, la habitación era bastante alta. Fuu y la muchacha invitaron a entrar a Helena, ofreciéndole una gran estantería llena de libros junto a una cómoda mecedora y una cama, al igual que varias velas y un yesquero para encenderlas -Espero que os sea agradable...- esperaron pacientes a que entrara, pero en lugar de acompañarla, cerraron tras de sí aquel gran portón. Desde dentro, la puerta parecía de madera maziza, pero por el exterior la puerta era un trozo más de la pared, oculta desde el exterior a simple vista. -No se preocupe, señorita. Cuando quiera salir avísenos, es solo por su seguridad. No está preparada para defenderse en caso de que intentaran una incursión en el lugar y debe estar protegida. Estaremos al tanto de sus necesidades, está a salvo junto a nosotros- su voz marcada por el acento le hacía parecer tremendamente amable y sabio, pero nada más lejos de la realidad.
Llevábamos más de medio día rondando por callejones oscuros, acechando a personas e incluso moviéndonos por los alrededores de toda la ciudad y no había rastro -[b]Demonios ¿Por qué perdemos el tiempo de esta forma?- me alteraba por momentos -Lo lamento, señor. No nos dieron más información sobre hora y lugar donde solían verlo- suspiré cansado -Malditos seais los novatos. Posiblemente os lo dijeran y lo has olvidado... Por cierto ¿Dónde está el otro?- Will miró hacia todos lados, parecía que acababa de percatarse de la ausencia de Frost -Se supone que marchó en sentido contrario a nosotros para estrechar el cerco pero no ha vuelto... Extraño- adelanté en la caminata al joven aprendiz -Quizá no tanto, no me gusta ese chico- William me alcanzó -Es cierto que es un poco arrogante y se cree el mejor o el más sabio, pero le aseguro que es único. Para ser aprendiz, todos le respetan, incluso algunos Asesinos venidos del extranjero. Es rápido y fuerte como el que más- ese testimonio me parecía una valoración desmedida, subestimaba demasiado a ese tal Frost que posiblemente ya estaría muerto si no fuese porque aun quedaban horas de sol... pero muy escasas, apenas dos -Tenemos que dar con él antes de que... sea tarde- ambos nos internamos en nuevos callejones soliterios y oscuros, buscando al joven.
En la oscuridad de la mansión mientras el sol caía en el crepúsculo, un joven con un sable de plata aguardaba en el gran Hall. Sus ojos oscuros y ensombrecidos por las ojeras no dejaban de deleitarse con la expléndida vista de los lujos de aquel lugar. Pero más se deleitó cuando vio a Selina descender por las escaleras, ataviada con un simple camisón blanco de seda semitransparente que remarcaba todas y cada una de sus formas y curvas. -Ah... eres tú- dijo sorprendida -Pensé que era alguien importante- continuó bajando las escaleras hasta llegar ante el muchacho, que tomó su mano y la besó con una delicadeza que intentaba ser sensual. Ella simplemente lo miró expectante, aguardando los sonidos de los pasos pesados que provenían del pasillo. Una gran figura musculosa de casi dos metros de estatura y bastante ancha hizo acto de presencia, vistiendo solo unos pantalones y una gabardina negra, con el torso al descubierto -Hola Malik- Malik era otro de los vampiros, un miembro más de la familia, pero de complexión oscura. Originario de Egipto -Selina- pronunció seco a modo de saludo mientras se dirigía hacia Frost, el muchacho presente. Este era su Ghoul, el único que tenía y el único que le servía. Malik era terriblemente reservado y solo hablaba si era estrictamente necesario. Aun así, solo contadas palabras salían de su boca. Frost fantaseaba con que Selina era su señora y le ordenaba trabajos mucho más satisfactorios y placenteros que espiar... pero Malik fue quien lo eligió en su momento, por lo que estaba atado a ese monstruo de piel morena oscura -Justo como pensó Holmes... están allí- Selina rió -¿Por qué son tan predecibles? Dios... no me extraña que la Iglesia sea tan popular y tenga tanto poder- Frost rió con su comentario, intentando adularla pero solo sirvió para que ella lo mirase indiferente -¿Te hace gracia el poder de Dios en los hombres, Frost? Porque tú no dejas de ser humano a pesar de llevar la sangre de Malik en tus venas, solo una pequeña cantidad.- Frost bajó la mirada avergonzado por quedar en evidencia. Luego miró a su señor -Conseguí separar al Cazador de la muchacha, ella está ahora mismo en la Sede, posiblemente Fuu ya la haya capturado. Ese tal Kennway está dando vueltas como un imbécil por toda Roma junto al inepto de William, pasarán un par de horas o más hasta que decida volver... Aun así, todo está planeado. Una vez la chica esté en manos del Khan, no habrá huida posible. El señor Holmes podrá hacer de las suyas tanto como...-¿De las mías, querido?- Tony apareció de la nada tras él, sobresaltándolo. Selina volvió a reir. Malik permanecía estóico con sus ojos amarillos fijos en Tony -Adoro hacer de las mías- puso una expresión de alegre euforia y aplaudió repetidamente -Ciertamente, estoy deseando ver de nuevo a la señorita. Esta vez no se me resistirá- Selina le puso una mano en el pecho al engreido vampiro -¿Sabes que ella te matará si tocas a Helena, verdad?- hubo un pequeño silencio tras esa pregunta, pues todos sabían a qué se refería Selina, todos salvo Frost -Yo... eh... he de marchar, me estarán buscando. Informaré si ocurre algo.- el muchacho se largó en cuanto tuvo opción, pues ese silencio que rompió era solo el comienzo de una posible tensión creciente -Primero, querida mía, apártame la mano de encima. Segundo... ya está todo planeado, incluso hablado. Ella me considera el mejor candidato, con mis pesares hacia Malik. Eres demasiado callado, amigo mío- éste último lo miró indiferente -Tú... demasiado hablador...- se marchó de la misma forma que llegó, umbrío, tras escuchar lo que Frost tuviese que decir. Tony y Selina se quedaron petrificados viéndole marchar, pues era tan imponente como la fuerza que poseía realmente. Era el tercero más viejo, por detrás de la pequeña Fan y Padre -Me gusta más cuando calla, parece ausente...- Tony esbozó una sonrisa -Bonita frase si le dieras un sentido más poético- Selina arqueó una ceja -La poesía para los poetas, Holmes. Algún día alguien pintará mis palabras sobre el papel como maravillas. Es mi deseo, perdurar en el tiempo no solo en la noche, sino en la mente de la gente ¡Generaciones leerán y recitarán mis frases!- la joven reía infantil mientras Tony disfrutaba desnudando su cuerpo mentalmente -Claro que sí, querida. De momento tengo asuntos que atañen a mi futura mujer, de modo que he de marchar. Le demostraré lo "buenos" que somos y lo malo que es ese Kennway que la ha abandonado...- fingió pena en sus palabras mientras se marchaba. El sol ya había caido. La vampiresa por su parte se quedó de pie con las piernas cruzadas una tras de otra -No te olvides de recordarle la inmortalidad y nuestra enorme libertad...- sonrió, las palabras alcanzaron a Tony antes de que la puerta de la mansión se cerrara.
Pasaría entonces una semana desde esa noche hasta la que Tony Holmes, el vampiro don juan que pretendía corromper a Helena, tuviese la certeza de que la mente de la joven estaba tan envuelta por sus mentiras y falsedades, tan vuelta contra Connor, tachándolo de comerciante y contrabandista, que la tenía cautiva junto a ese clan de "cazadores" que no eran más que sus compañeros y superiores que la traicionarían y venderían a un buen señor para que la sometiera como su prostitua personal o esclava en la sombra, oculta a los ojos de la sociedad. Las revelaciones se sembraron y, tras siete días de aparente cautiverio, solo liberándola a pequeños intervalos para que Connor, también sumido en una mentira. la pudiese ver y creer que estaba a salvo, la verdad asomara en la mente incrédula de la joven muchacha.
***
La muchacha no tendría mucha oportunidad de rebatir a Connor en lo que respecta la "misión" que le habían encargado ¿Era todo lo que le decía verdad? Quizá solo estuviese intentando zafarse de ella, dejándola en un lugar completamente desconocido y del que no podría salir, ya que no estaba reconocida como Cazadora y bien podría ser una espía. Connor se marchó pensando que al venir acompañado de ella, la tomarían como amiga. La cuestión es que ninguna de las dos opciones estaban alejadas de la realidad.
Presto, el Khan llamado Fuu se acercó a la muchacha cuando esta se viese sola en mitad de aquel gran salón. Sigiloso como era pero sin pretenderlo, posó su mano sobre el hombro de la chica esperando no sobresaltarla -Jovencita- llamó, haciendo evidente sus 60 años -El señor Kennway estará ocupado durante unas buenas horas... Comprenderá que no son tareas que deban llevarse a la ligera- seguía siendo más alto que Helena y vestía una especie de traje de tela fina de color negro bajo una aparente armadura de cuero oscuro -Permítame enseñarle cada rincón de esta guarida para que se le haga más amena la espera- echó a caminar entonces, uniéndoseles en el camino una aprendiza de Cazadora muy similar a la Selina que Helena conoció antes de dirigirse hacia Roma, hablándole de trivialidades, sobre lo guapa que era, le preguntaba si tenía nociones de combate, de dónde provenía... hasta que llegaron a una habitación en concreto, en lugar de enseñarle nada. El Khan abrió la puerta y dentro se podía ver una habitación mediana, con una ventana muy alta a la que no se podía llegar de un tamaño muy pequeño ¿Cómo podía tener ventanas si estaba en una zona subterranea? Fácil, estaba en el mismo techo, con forma de cuadrado. A pesar de eso, la habitación era bastante alta. Fuu y la muchacha invitaron a entrar a Helena, ofreciéndole una gran estantería llena de libros junto a una cómoda mecedora y una cama, al igual que varias velas y un yesquero para encenderlas -Espero que os sea agradable...- esperaron pacientes a que entrara, pero en lugar de acompañarla, cerraron tras de sí aquel gran portón. Desde dentro, la puerta parecía de madera maziza, pero por el exterior la puerta era un trozo más de la pared, oculta desde el exterior a simple vista. -No se preocupe, señorita. Cuando quiera salir avísenos, es solo por su seguridad. No está preparada para defenderse en caso de que intentaran una incursión en el lugar y debe estar protegida. Estaremos al tanto de sus necesidades, está a salvo junto a nosotros- su voz marcada por el acento le hacía parecer tremendamente amable y sabio, pero nada más lejos de la realidad.
***
Llevábamos más de medio día rondando por callejones oscuros, acechando a personas e incluso moviéndonos por los alrededores de toda la ciudad y no había rastro -[b]Demonios ¿Por qué perdemos el tiempo de esta forma?- me alteraba por momentos -Lo lamento, señor. No nos dieron más información sobre hora y lugar donde solían verlo- suspiré cansado -Malditos seais los novatos. Posiblemente os lo dijeran y lo has olvidado... Por cierto ¿Dónde está el otro?- Will miró hacia todos lados, parecía que acababa de percatarse de la ausencia de Frost -Se supone que marchó en sentido contrario a nosotros para estrechar el cerco pero no ha vuelto... Extraño- adelanté en la caminata al joven aprendiz -Quizá no tanto, no me gusta ese chico- William me alcanzó -Es cierto que es un poco arrogante y se cree el mejor o el más sabio, pero le aseguro que es único. Para ser aprendiz, todos le respetan, incluso algunos Asesinos venidos del extranjero. Es rápido y fuerte como el que más- ese testimonio me parecía una valoración desmedida, subestimaba demasiado a ese tal Frost que posiblemente ya estaría muerto si no fuese porque aun quedaban horas de sol... pero muy escasas, apenas dos -Tenemos que dar con él antes de que... sea tarde- ambos nos internamos en nuevos callejones soliterios y oscuros, buscando al joven.
***
En la oscuridad de la mansión mientras el sol caía en el crepúsculo, un joven con un sable de plata aguardaba en el gran Hall. Sus ojos oscuros y ensombrecidos por las ojeras no dejaban de deleitarse con la expléndida vista de los lujos de aquel lugar. Pero más se deleitó cuando vio a Selina descender por las escaleras, ataviada con un simple camisón blanco de seda semitransparente que remarcaba todas y cada una de sus formas y curvas. -Ah... eres tú- dijo sorprendida -Pensé que era alguien importante- continuó bajando las escaleras hasta llegar ante el muchacho, que tomó su mano y la besó con una delicadeza que intentaba ser sensual. Ella simplemente lo miró expectante, aguardando los sonidos de los pasos pesados que provenían del pasillo. Una gran figura musculosa de casi dos metros de estatura y bastante ancha hizo acto de presencia, vistiendo solo unos pantalones y una gabardina negra, con el torso al descubierto -Hola Malik- Malik era otro de los vampiros, un miembro más de la familia, pero de complexión oscura. Originario de Egipto -Selina- pronunció seco a modo de saludo mientras se dirigía hacia Frost, el muchacho presente. Este era su Ghoul, el único que tenía y el único que le servía. Malik era terriblemente reservado y solo hablaba si era estrictamente necesario. Aun así, solo contadas palabras salían de su boca. Frost fantaseaba con que Selina era su señora y le ordenaba trabajos mucho más satisfactorios y placenteros que espiar... pero Malik fue quien lo eligió en su momento, por lo que estaba atado a ese monstruo de piel morena oscura -Justo como pensó Holmes... están allí- Selina rió -¿Por qué son tan predecibles? Dios... no me extraña que la Iglesia sea tan popular y tenga tanto poder- Frost rió con su comentario, intentando adularla pero solo sirvió para que ella lo mirase indiferente -¿Te hace gracia el poder de Dios en los hombres, Frost? Porque tú no dejas de ser humano a pesar de llevar la sangre de Malik en tus venas, solo una pequeña cantidad.- Frost bajó la mirada avergonzado por quedar en evidencia. Luego miró a su señor -Conseguí separar al Cazador de la muchacha, ella está ahora mismo en la Sede, posiblemente Fuu ya la haya capturado. Ese tal Kennway está dando vueltas como un imbécil por toda Roma junto al inepto de William, pasarán un par de horas o más hasta que decida volver... Aun así, todo está planeado. Una vez la chica esté en manos del Khan, no habrá huida posible. El señor Holmes podrá hacer de las suyas tanto como...-¿De las mías, querido?- Tony apareció de la nada tras él, sobresaltándolo. Selina volvió a reir. Malik permanecía estóico con sus ojos amarillos fijos en Tony -Adoro hacer de las mías- puso una expresión de alegre euforia y aplaudió repetidamente -Ciertamente, estoy deseando ver de nuevo a la señorita. Esta vez no se me resistirá- Selina le puso una mano en el pecho al engreido vampiro -¿Sabes que ella te matará si tocas a Helena, verdad?- hubo un pequeño silencio tras esa pregunta, pues todos sabían a qué se refería Selina, todos salvo Frost -Yo... eh... he de marchar, me estarán buscando. Informaré si ocurre algo.- el muchacho se largó en cuanto tuvo opción, pues ese silencio que rompió era solo el comienzo de una posible tensión creciente -Primero, querida mía, apártame la mano de encima. Segundo... ya está todo planeado, incluso hablado. Ella me considera el mejor candidato, con mis pesares hacia Malik. Eres demasiado callado, amigo mío- éste último lo miró indiferente -Tú... demasiado hablador...- se marchó de la misma forma que llegó, umbrío, tras escuchar lo que Frost tuviese que decir. Tony y Selina se quedaron petrificados viéndole marchar, pues era tan imponente como la fuerza que poseía realmente. Era el tercero más viejo, por detrás de la pequeña Fan y Padre -Me gusta más cuando calla, parece ausente...- Tony esbozó una sonrisa -Bonita frase si le dieras un sentido más poético- Selina arqueó una ceja -La poesía para los poetas, Holmes. Algún día alguien pintará mis palabras sobre el papel como maravillas. Es mi deseo, perdurar en el tiempo no solo en la noche, sino en la mente de la gente ¡Generaciones leerán y recitarán mis frases!- la joven reía infantil mientras Tony disfrutaba desnudando su cuerpo mentalmente -Claro que sí, querida. De momento tengo asuntos que atañen a mi futura mujer, de modo que he de marchar. Le demostraré lo "buenos" que somos y lo malo que es ese Kennway que la ha abandonado...- fingió pena en sus palabras mientras se marchaba. El sol ya había caido. La vampiresa por su parte se quedó de pie con las piernas cruzadas una tras de otra -No te olvides de recordarle la inmortalidad y nuestra enorme libertad...- sonrió, las palabras alcanzaron a Tony antes de que la puerta de la mansión se cerrara.
Pasaría entonces una semana desde esa noche hasta la que Tony Holmes, el vampiro don juan que pretendía corromper a Helena, tuviese la certeza de que la mente de la joven estaba tan envuelta por sus mentiras y falsedades, tan vuelta contra Connor, tachándolo de comerciante y contrabandista, que la tenía cautiva junto a ese clan de "cazadores" que no eran más que sus compañeros y superiores que la traicionarían y venderían a un buen señor para que la sometiera como su prostitua personal o esclava en la sombra, oculta a los ojos de la sociedad. Las revelaciones se sembraron y, tras siete días de aparente cautiverio, solo liberándola a pequeños intervalos para que Connor, también sumido en una mentira. la pudiese ver y creer que estaba a salvo, la verdad asomara en la mente incrédula de la joven muchacha.
Connor Kennway- Cazador Clase Media
- Mensajes : 56
Fecha de inscripción : 19/11/2012
Re: La primera sombra
Hubo un momento en el que aferré sus manos con fuerza. Aquella situación me desagradaba, no me gustaba. Ni si quiera sabía porqué existía aquel lugar, en sí mismo, no tenía ni pies ni cabeza. Para luchar ya estaba la milicia ¿Quiénes, entonces, eran ellos? No encontraba respuestas para tantas preguntas. Suspiré aliviada y sonreí a Connor al comprobar que acababa de optar por hacerme el favor de marcharnos. Cuando ya me encontraba en pie, dispuesta a salir, dos hombres nos cortaron el paso solicitando la ayuda de mi acompañante…. Ayuda, para atrapar a un licántropo. ¿De que diantres iba aquello? Empezaba a asustarme, a sentirme confusa de que sabía y que no. Se dibujó en mi rostro una mueca de desconcierto. Clavada mi mirada en Connor, expectante a sus acciones. Finalmente, aquello dos hombres se marcharon dejándonos al supuesto cazador y a mi a solas. Había aceptado marcharse. Me puso su mano en mi hombro y habló con suavidad, aunque e igual forma, no pude dejar atrás un sentimiento de desconcierto y desprotección demasiado grande. Yo no era quien para impedirle que se marchara…pero no quería. -¿Qué es todo esto Connor? ¿De que licántropo hablas?- me asustaban mis propias palabras –Connor, no te vayas por favor- dije, rápido, pero no había remedio. Siguió dando a entender que no conocía la realidad y que me parecería mentira, pero que lo comprendería. Era todo sumamente extraño, no quería creer en nada, pero a la vez me obligaba a ello. Prometió volver y decidí callar. No me despedí, estaba demasiado atemorizada como para soltarle un insignificante ‘’Adios’’. Me giré y le vi marchar. Aseguro que estaría segura en aquel lugar pero, no quería estar sola. Me daba mas miedo la soledad que cualquier supuesto licántropo -¿Dónde me he metido?- susurré. El hombre asiático de la anterior vez me sugirió un paseo por el lugar para conocer cada rincón de él justo cuando quedé sola en aquella enorme sala. Asentí sin rechistar al oír que Connor sólo tardaría unas horas. Bueno… podía esperar unas horas.
Durante aquel supuesto paseo, no me pareció que observase nada fuera de lo común en aquel lugar. Una joven se encargó de darme una conversación amistosa a la cual no presté demasiada atención. Finalmente, me llevaron hacía una habitación con cama, mecedora y estantería con libros. Entré, dudosa, y nada mas encontrarme dentro me encerraron sin escapatoria en la pequeña habitación -¿Qué es esto? ¿Qué hace?- grité, apegándome a la puerta y dando un par de golpes. –¡Déjenme salir ya! ¡No quiero estar aquí!- por mucho que me ofreciese palabras amables cargadas de servicios, no los veía. No me dejaban salir, y no me dejaron en todo el día.
Di una y mil vueltas alrededor de la habitación cruzada de brazos. La noche había caido, ya habían pasado más de doce horas. No podía evitar sentirme prisionera, estaba encerrada, otra vez. No sabía donde estaba Connor ni porqué yo me encontraba entre cuatro paredes, ni si quiera sabía porqué me llevó a aquel sitio tan raro. Tomé libros de la estantería. ``Vampiros’’ ``Licántropos’’ ‘’Armas’’ ‘’Plata’’ ‘’Sangre’’ ‘’Inmortal’’ Eran las palabras que siempre se repetían, un libro tras otro. Tomé varios libros más y para mi disgusto, mucho de ellos tenían impresos imágenes demasiado reales…demasiado desconcertantes, escalofriantes. Recordé las palabras de Connor sobre la supuesta resurrección de mi madre y acabé arrojando acto seguido el libro contra la pared, con fuerza. Estaba tan desconcertada que solo podía filtrar tanto pesadez en furia. -De modo que es cierto... Qué lástima, tal y como pensé- Oí una voz, familiar, demasiado familiar, pero no supe de donde venía. Giré sobre mi misma, y al final, acabé fijando mi mirada a esa ventana colocada en el techo. -¿Tony? ¿Tony Holmes?- -¿Cómoda la habitación? Ya me imaginaba yo que el cazador iba a cazarte bien cazado... Tendrías que haber confesado, lo habríamos capturado y te habrías librado de este cautiverio amable en el que te han sumido
- Oí sus palabras con atención y seguidamente me extrañé con su significado. -¿Que quieres decir?- tuteé. El también lo estaba haciendo. -Quiero decir, preciosa, que definitivamente fue él quien robó el dinero y de algún modo te lo cargó encima. De paso a traerte hasta aquí y tenerte prisionera ¿No te parece extraño estar hablando conmigo desde lo que parece una celda? Y parece que lleva un rato sin venir a verte ¿Cierto?- Habló con suavidad, con este imán seductor en la voz que empezaba a hacerme rememorar momentos que hacían instantes repudiaba. Eché la mirada a la habitación, tenía razón, aquello era una celda. Negué levemente con la cabeza –No…Connor no haría algo así- dije, en un tono muy bajo, pues empezaba a temerme algo que no quería ni llegar a pensar. Volví a mirarle, hasta la luz de la luna conseguía hacerle más atractivo. -¿No? ¿Dónde tienes esa garantía? Hablamos de un hombre que me atacó tan solo por estar hablando contigo, sin hacerte daño... ¿Quizá por miedo a que te escaparas y recibir el castigo de sus superiores? Créeme... hace mucho que vigilamos los movimientos de estos... Cazadores... de recompensas- Esta vez callé. No quería desconfiar de Connor…pero, es que sus palabras encajaban a la perfección. –No…no entiendo nada de esto. No se… no se ni de qué son Cazadores. Hablan de vampiros, de licántropos… Parece sacado de un cuento- dije, intentando evitar el tema de la traición. - -Hablan de lo que ven, hablan de lo que existe... Hablan de lo que soy, cielito- dijo con una voz suave, dulce, parecía un susurro que poco a poco me envolvía - Soy lo que tu podrías ser, lo que podrías soñar, ser la máxima expresión de la libertad... La máxima expresión de los miedos de los que pueden hacerte daño o de los que lo han hecho ¿Cuántas veces te has sentido indefensa... por falta de poder?- No entendí del todo a donde quería llegar, parecía corroborar la idea de aquellos cazadores y me hizo entender algo que no supe explicar. Parecía que, de alguna forma, me vendía algo que yo en realidad deseaba al recordar, evidentemente, lo indefensa, inútil, desprotegida y en peligro que me había llegado a sentir varias veces ya.
Connor no regresó aquella noche. Durante toda la mañana del día siguiente no supe nada de él hasta bien entrada la tarde, cuando en un permiso de sólo un minuto para salir me pareció verle a lo lejos de un pasillo. Quise ir, pero uno de los allí cazadores me distrajo, Connor desapareció de mi vista y volvieron a encerrarme en aquella celda atestada de libros. No se molestaba en aparecer, en preguntar por mi, en interesarse… Y así un día, y otro, y otro, y otro más. Tony siguió visitándome cada noche, puedo decir, que se llevaba horas haciéndome compañía, una compañía que agradecí puesto que no me gustaba estar sola. Tenía razón, Connor me había vendido a mi suerte en aquel lugar, traicionándome y abandonándome hasta que alguien se decidiese a llevarme a algún sitio, como una mercancía más. Aquello me entristecía, me entristecía y me dolía. Cada vez que Tony se empeñaba en repetirlo entre piropos y palabras bonitas sentía como el pecho se me oprimía. Había confiado en una persona a la que consideré importante y que resultó ser un sinvergüenza. Que estúpida había sido. ¿Quién iba a querer acompañarme a un plan descabellado sin intenciones secundarias? Oculté las lágrimas ante Tony cada día, el pensaba que estaba furiosa más que triste, y cuando se marchaba, me desahogaba entre lo único que me quedaba en aquel lugar por las noches: las sábanas de la cama. Cabe decir, que tenía que agradecerle aún más a Holmes: su compañía, su amabilidad, su intención de hacer abrir los ojos…Lo curioso fue, que cada día notaba además de seducción y calor en sus palabras, nervios, tensión, piropos mal elaborados. Comprendí y me hizo ver entre la calidez de su voz y sus miradas, que se había enamorado de mi y por eso me ayudaba. Me sentí alagada, querida entre tanto odio… creía por momentos que yo sentía lo mismo hacia él.
Todo esto en realidad no importaba. Entre aquellas paredes, entre aquellas sábanas y aquellos libros, comprendí algo que quedó oculto tras de mi durante toda mi vida. El lugar, el comportamiento, las razones, las causas, el propio Tony quien confesó sin dudar… Los vampiros, los licántropos, las criaturas de la noche realmente existían. No es todo tan sencillo, me costó creérmelo hasta que Holmes nuevamente me lo hizo ver con sus palabras. Además, no había oscuridad. Me refiero, en los cuentos intentan hacerlos parecer siniestros, amenazadores, macabros. Pero ¿Cómo una persona como Tony podía ser así? Solo había que verle para comprender que era un pedazo de pan. Me habló de las maravillas de ser vampiro, de la fuerza que se obtiene, de la desaparición de miedos, de la lealtad entre la especie, el nunca estar sólo y a la vez ser libre. Me atraía, me atraía muchísimo todo, no sólo Tony. Me hablaba, de una especie de familia a la que estaba dispuesto a hacerme unir, en la que estaría junto a él siempre, en la que jamás me dejaría. En la que todos me aceptarían y me ayudarían siempre… y en la que alguien, me estaba esperando.
Habían pasado siete dias de soledad de día y compañía de noche, a excepción de la de Connor, claro. No le guardaba rencor… a pesar de todo, pues por estúpido que me pareció en ese momento, en lo más profundo de mí, le quise como a alguien importante para mí.
Tony, prometió volver a la octava noche con compañía. No soportaba más estar encerrada en aquel lugar, él no soportaba verme así, encerrada, quería llevarme con él. Iba a ayudarme a escapar.
Durante aquel supuesto paseo, no me pareció que observase nada fuera de lo común en aquel lugar. Una joven se encargó de darme una conversación amistosa a la cual no presté demasiada atención. Finalmente, me llevaron hacía una habitación con cama, mecedora y estantería con libros. Entré, dudosa, y nada mas encontrarme dentro me encerraron sin escapatoria en la pequeña habitación -¿Qué es esto? ¿Qué hace?- grité, apegándome a la puerta y dando un par de golpes. –¡Déjenme salir ya! ¡No quiero estar aquí!- por mucho que me ofreciese palabras amables cargadas de servicios, no los veía. No me dejaban salir, y no me dejaron en todo el día.
Di una y mil vueltas alrededor de la habitación cruzada de brazos. La noche había caido, ya habían pasado más de doce horas. No podía evitar sentirme prisionera, estaba encerrada, otra vez. No sabía donde estaba Connor ni porqué yo me encontraba entre cuatro paredes, ni si quiera sabía porqué me llevó a aquel sitio tan raro. Tomé libros de la estantería. ``Vampiros’’ ``Licántropos’’ ‘’Armas’’ ‘’Plata’’ ‘’Sangre’’ ‘’Inmortal’’ Eran las palabras que siempre se repetían, un libro tras otro. Tomé varios libros más y para mi disgusto, mucho de ellos tenían impresos imágenes demasiado reales…demasiado desconcertantes, escalofriantes. Recordé las palabras de Connor sobre la supuesta resurrección de mi madre y acabé arrojando acto seguido el libro contra la pared, con fuerza. Estaba tan desconcertada que solo podía filtrar tanto pesadez en furia. -De modo que es cierto... Qué lástima, tal y como pensé- Oí una voz, familiar, demasiado familiar, pero no supe de donde venía. Giré sobre mi misma, y al final, acabé fijando mi mirada a esa ventana colocada en el techo. -¿Tony? ¿Tony Holmes?- -¿Cómoda la habitación? Ya me imaginaba yo que el cazador iba a cazarte bien cazado... Tendrías que haber confesado, lo habríamos capturado y te habrías librado de este cautiverio amable en el que te han sumido
- Oí sus palabras con atención y seguidamente me extrañé con su significado. -¿Que quieres decir?- tuteé. El también lo estaba haciendo. -Quiero decir, preciosa, que definitivamente fue él quien robó el dinero y de algún modo te lo cargó encima. De paso a traerte hasta aquí y tenerte prisionera ¿No te parece extraño estar hablando conmigo desde lo que parece una celda? Y parece que lleva un rato sin venir a verte ¿Cierto?- Habló con suavidad, con este imán seductor en la voz que empezaba a hacerme rememorar momentos que hacían instantes repudiaba. Eché la mirada a la habitación, tenía razón, aquello era una celda. Negué levemente con la cabeza –No…Connor no haría algo así- dije, en un tono muy bajo, pues empezaba a temerme algo que no quería ni llegar a pensar. Volví a mirarle, hasta la luz de la luna conseguía hacerle más atractivo. -¿No? ¿Dónde tienes esa garantía? Hablamos de un hombre que me atacó tan solo por estar hablando contigo, sin hacerte daño... ¿Quizá por miedo a que te escaparas y recibir el castigo de sus superiores? Créeme... hace mucho que vigilamos los movimientos de estos... Cazadores... de recompensas- Esta vez callé. No quería desconfiar de Connor…pero, es que sus palabras encajaban a la perfección. –No…no entiendo nada de esto. No se… no se ni de qué son Cazadores. Hablan de vampiros, de licántropos… Parece sacado de un cuento- dije, intentando evitar el tema de la traición. - -Hablan de lo que ven, hablan de lo que existe... Hablan de lo que soy, cielito- dijo con una voz suave, dulce, parecía un susurro que poco a poco me envolvía - Soy lo que tu podrías ser, lo que podrías soñar, ser la máxima expresión de la libertad... La máxima expresión de los miedos de los que pueden hacerte daño o de los que lo han hecho ¿Cuántas veces te has sentido indefensa... por falta de poder?- No entendí del todo a donde quería llegar, parecía corroborar la idea de aquellos cazadores y me hizo entender algo que no supe explicar. Parecía que, de alguna forma, me vendía algo que yo en realidad deseaba al recordar, evidentemente, lo indefensa, inútil, desprotegida y en peligro que me había llegado a sentir varias veces ya.
Connor no regresó aquella noche. Durante toda la mañana del día siguiente no supe nada de él hasta bien entrada la tarde, cuando en un permiso de sólo un minuto para salir me pareció verle a lo lejos de un pasillo. Quise ir, pero uno de los allí cazadores me distrajo, Connor desapareció de mi vista y volvieron a encerrarme en aquella celda atestada de libros. No se molestaba en aparecer, en preguntar por mi, en interesarse… Y así un día, y otro, y otro, y otro más. Tony siguió visitándome cada noche, puedo decir, que se llevaba horas haciéndome compañía, una compañía que agradecí puesto que no me gustaba estar sola. Tenía razón, Connor me había vendido a mi suerte en aquel lugar, traicionándome y abandonándome hasta que alguien se decidiese a llevarme a algún sitio, como una mercancía más. Aquello me entristecía, me entristecía y me dolía. Cada vez que Tony se empeñaba en repetirlo entre piropos y palabras bonitas sentía como el pecho se me oprimía. Había confiado en una persona a la que consideré importante y que resultó ser un sinvergüenza. Que estúpida había sido. ¿Quién iba a querer acompañarme a un plan descabellado sin intenciones secundarias? Oculté las lágrimas ante Tony cada día, el pensaba que estaba furiosa más que triste, y cuando se marchaba, me desahogaba entre lo único que me quedaba en aquel lugar por las noches: las sábanas de la cama. Cabe decir, que tenía que agradecerle aún más a Holmes: su compañía, su amabilidad, su intención de hacer abrir los ojos…Lo curioso fue, que cada día notaba además de seducción y calor en sus palabras, nervios, tensión, piropos mal elaborados. Comprendí y me hizo ver entre la calidez de su voz y sus miradas, que se había enamorado de mi y por eso me ayudaba. Me sentí alagada, querida entre tanto odio… creía por momentos que yo sentía lo mismo hacia él.
Todo esto en realidad no importaba. Entre aquellas paredes, entre aquellas sábanas y aquellos libros, comprendí algo que quedó oculto tras de mi durante toda mi vida. El lugar, el comportamiento, las razones, las causas, el propio Tony quien confesó sin dudar… Los vampiros, los licántropos, las criaturas de la noche realmente existían. No es todo tan sencillo, me costó creérmelo hasta que Holmes nuevamente me lo hizo ver con sus palabras. Además, no había oscuridad. Me refiero, en los cuentos intentan hacerlos parecer siniestros, amenazadores, macabros. Pero ¿Cómo una persona como Tony podía ser así? Solo había que verle para comprender que era un pedazo de pan. Me habló de las maravillas de ser vampiro, de la fuerza que se obtiene, de la desaparición de miedos, de la lealtad entre la especie, el nunca estar sólo y a la vez ser libre. Me atraía, me atraía muchísimo todo, no sólo Tony. Me hablaba, de una especie de familia a la que estaba dispuesto a hacerme unir, en la que estaría junto a él siempre, en la que jamás me dejaría. En la que todos me aceptarían y me ayudarían siempre… y en la que alguien, me estaba esperando.
Habían pasado siete dias de soledad de día y compañía de noche, a excepción de la de Connor, claro. No le guardaba rencor… a pesar de todo, pues por estúpido que me pareció en ese momento, en lo más profundo de mí, le quise como a alguien importante para mí.
Tony, prometió volver a la octava noche con compañía. No soportaba más estar encerrada en aquel lugar, él no soportaba verme así, encerrada, quería llevarme con él. Iba a ayudarme a escapar.
Helena Mauleón- Humano Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 17/11/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Sombra y luz...
» Lebensgeschichte [+18]
» La Sombra (Libre)
» Luz y Sombra [Privado]
» La Sombra de Paris
» Lebensgeschichte [+18]
» La Sombra (Libre)
» Luz y Sombra [Privado]
» La Sombra de Paris
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour