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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Jue Dic 27, 2012 9:10 pm

«Ellos nunca lo sabrán Merlina.
Si tu vida está arruinada, si estás destrozada por dentro y a punto de morir;
ellos nunca sabrán que el dolor ha tocado a tu puerta.
Debes sonreír y bailar, ellos olvidarán sus pesares viéndote a ti.»

Pero nadie le dijo a la pequeña Merlina que, por ser el bufón de los demás,
ella se ahogaría en un mar de tristeza.

Sus caderas se movían al son de la música. Vaivenes que hacían padecer la locura misma; el color del fuego en su cabello embelesaba a los varones con su belleza y era el ámbar de sus ojos la joya que las damas envidiaban. Sí, era la musa en medio de la pista. Las faldas volaban al viento como un susurro, mientras las telas de su colorido atavío flotaban en la nada, su pálida piel reflejaba el color plateado de la luna. Así, parecía ser una ninfa en medio del bosque, pero no era otra cosa más que una simple mortal queriendo alejarse de sus pesadillas, de su realidad. Su cuerpo giró en una vuelta, sus pies flotaron de un rincón hasta el otro, el cabello destelló cual llamaradas del más peligroso de los fuegos y, fue la sonrisa de la gitana la que dio el toque final a aquel espectáculo. Había más mujeres a su alrededor, pero ella la única con la destreza suficiente como para danzar entre el fuego era ella. La chica de cabello rojo.

En el pasado, la joven gitana temía del propio fuego. Lo sentía cerca de ella con la misma vitalidad que su corazón, con la misma fuerza que su espíritu. Pero así como su alma fue completamente destrozada, el fuego perdió el poder, el influjo sobre ella. La mirada de la mujer continuaba siendo la misma, llena de un fulgor ignoto, pero tan vacía como cuando se perdió en medio de aquel infinito bosque y la encontraron ellos, los gitanos. El mundo que conocía, lentamente era devorado por su maldición, la gente a su alrededor siempre muere, su condena es quedarse sola el resto de sus días. Fue por ello precisamente que a nadie más le hablaba dentro de aquel mítico mundo, incluso Soare se había perdido y ni siquiera tenía el poder suficiente como para encontrarla. Se sentía perdida, cansada; su magia había llegado al final y tenía miedo al probarla una vez más.

La gente se amontonaba afuera de su carpa, era una de las videntes del lugar y, los cristianos que la tachan de bruja pero que se sirven de sus poderes, querían descubrir lo que les deparaba el futuro. Gruñó bajo el velo que cubría su rostro. Terminó su baile y los aplausos emergieron por encima del sonar e los instrumentos. Había un violín, una pandereta y varios tambores. Corrió hasta su tienda en donde la esperaban con impaciencia. Nunca se equivocaba en sus visiones y por eso, la buscaban. Siempre era lo mismo, los hombres trataban de hacerse más ricos con los juegos de azar y le pedían les ayudase con eso; las mujeres eran las que provocaban la desesperada ira de la muchacha. El amor, ese sentimiento absurdo que corrompe almas, era la pregunta por la cual, el centro gitano se llenaba de mujeres en busca de su príncipe azul y la ideología que tenían metida en la cabeza sobre el caballero de sus vidas. Pero de la misma forma en la que la magia trabaja de manera misteriosa e incomprensible, el amor tiene sus trucos baratos y sus trampas fatídicas.

El primer hombre entró.
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Mensaje por Mikhail Argeneau Mar Ene 01, 2013 8:07 pm

‘Tú no me conoces , pero yo a ti sí.’


La arrogancia que exudaba dejaba en ridículo a cualquier entidad. Sus cuatrocientos años como inmortal habían afianzado esa característica particular que enorgullecía a cualquier miembro de la familia Argeneau. Más de un humano había retrocedido – voluntaria e involuntariamente – un paso. El rey había decidido desplazarse y los peones, temiendo ser un obstáculo, se habían hecho a un lado. Su apariencia era una parte de sí que nunca dejaba al azar. Sin embargo, el traje, el colgante con el rubí y el anillo en su dedo anular estaban lejos de competir contra el aura de poder que lo definía. Zacarías – el nuevo comandante de su tropa – observaba desde las sombras. Estaba ansioso por ser partícipe de lo que se desarrollaría esa noche. Creía, después de todo, que tomaría el lugar de Lucian. ‘Es ella, ¿mi señor?’ Había un rastro de excitación en su voz. Tiberius sonrió, como si le complaciera ese hecho. Las mujeres que lograban que su vástago se interesara, se reducían a solo huesos cuando éste terminaba sus juegos. ‘Es ella, pero está prohibida, es mía.’ El festín que se había dado al tomar cada uno de los recuerdos acumulados por su hermano, lo habían llevado hasta el circo de los gitanos. ‘Quizás la comparta’. Le mintió. Ella había sido la mujer que llevara al cazador de vampiros a su destrucción y eso la convertía en uno de los nuevos peones. ‘Recuerda cuál es nuestro propósito.’ Los movimientos de caderas de las bailarinas eran una abierta invitación para ser tomadas, pero esa noche estaban a salvo, a no ser que la pelirroja no cooperara. Zacarías esperaba que no lo hiciera e incluso Tiberius compartía ese pensamiento. El miedo era un incentivo muy poderoso.

Observó a la gitana correr hasta una de las carpas. Sabía, por las memorias de Darius, que era una vidente respetada. Aquello solo había incrementado su deseo por poseerla. Caminó con pasos majestuosos en su dirección. No buscaba llamar la atención sobre sí. No era… necesario. No aún. Zacarías apareció a su lado. Sin que le ordenara, se deshizo de las personas que esperaban. El vampiro tenía un aura peligrosa y un conjunto de habilidades que combinabas le hacían letal y explosivo. Era creativo, lo suficiente como para brindarles una muerte diferente a cada uno de los humanos que insistiesen en esperar. Saber que su caída estaba próxima le mantenía molesto. Había tomado la decisión de dejar a Darius al frente de todo y eso solo dejaba un final para su comandante. Zacarías querría volverse en su contra cuando diese a conocer su decisión. Había esperado entre las sombras a que castigara a su hermano por ver a Xrisí más allá de lo que era y ahora que se veía a solo un escalón de alcanzar el poder que tanto ansiaba, nada lo haría desistir. ‘Solo la destrucción’, pensó con una macabra sonrisa. No importaba que le enojara la situación, siempre sacaba la máxima diversión y la batalla que se avecinaba, sería magnífica. La gitana estaba ocupada con un hombre, podía escuchar su conversación como si se encontrara al lado de ellos, hecho que no tardó en materializarse. Colocó una mano sobre el hombro del caballero sin siquiera dedicarle una mirada, los orbes ambarinos se clavaron en su rostro. – Déjenos solos. La amenaza era un borde afilado en su voz. El humano se levantó con enojo – dispuesto a pelear su turno – pero, antes de que pudiese girar su cuerpo para enfrentarlo, aumentó la presión en su mano. La sonrisa que ensanchó su boca susurraba promesas, terribles promesas.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Lun Ene 21, 2013 1:56 am


Pasado, presente y futuro. Diferentes historias, un mismo final. La muerte.
El hombre siempre ha deseado poder tener la oportunidad de manipular el destino que le rodea. La brujería es la práctica más común que influencia en las decisiones de las personas; tener conocimiento de lo que pasará, no asegura la victoria o la burla sobre lo que al final se encuentra destinado para cada criatura viviente, sin embargo, no se pierde nada con intentarlo ¿O, sí? La mirada del hombre fue acusadora, el mismo fulgor en sus orbes lo había visto en el de los demás. Siempre iban con la misma pregunta, a ellos les importa el dinero, el poder y las tierras; las damas son más sencillas y menos ambiciosas, ya que sólo desean conocer el nombre de aquel varón que las desposará y si lograrán una familia que cumpla con la definición de la felicidad. Lo que ellos no entienden, es que para cada persona existe un paraíso y un infierno, nunca son iguales y con cada lectura de las cartas, la mano, las runas o cualquier maldita cosa que se le atravesara, el futuro cambia inestablemente y los resultados que pudieron favorecerles, lo harán, sólo que de una forma diferente. Es un círculo vicioso, es una espiral sin retorno.

La gitana negó tres veces, la misma cantidad de preguntas que el hombre había hecho desde que entró en la tienda. Los pasos de la chica la condujeron hasta la pequeña mesa en donde colocó las runas. Se sentía cansada y leer las cartas o consultar la esfera de cristal, le harían gastar más de sus energías. Se giró sobre los talones para concederle la mirada al hombre, lo que vio en el segundo continuo, no le gustó en lo absoluto. Sus ojos se abrieron de tal manera que parecían salirse de sus órbitas. El cuerpo se le congeló y no pudo decir absolutamente nada. Sostenía el pequeño saco de las runas con la mano, retrocedió mínimamente. Y los bellos de su piel se erizaron por completo al escuchar el tono seco de su voz. ¡Esa maldita voz! Lo había estado soñando como si de una terrible pesadilla infernal e interminable se tratase. La atormentaba, la seguía y nunca estuvo segura de ser sólo un sueño nada más. Cada noche el fuego era su menor preocupación, pues dentro de él surgía aquella imagen del vampiro sosteniendo el cuerpo de la gitana con el rencor, la maldad y el deseo de venganza que, morir en sus garras, sería un obsequio de piedad. Observó al hombre salir de su carpa. Pegó ambas manos al pecho. Se olvidó de respirar y comenzó a sentirse mareada. –Da.. Darius- Tartamudeó el nombre sintiendo la debilidad en sus manos. Las runas cayeron al suelo con los garabatos hacia abajo, lo cual negaba la afirmación de la gitana.

Se quedó en estado catatónico. Su mente no podía reaccionar a lo que su vista captaba y el poder de esos objetos al negar la visión. Las runas nunca mienten, pero si ese no era Darius ¿Entonces era otro maldito sueño? Frunció el ceño. Sacudió la cabeza agachándose para levantar las tablillas. Las observó detenidamente durante un par de segundos. La expresión de su rostro mutó a intriga. Clavó los ojos en él y lo estudió a fondo. Su físico era igual al de Darius, pero el porte, el porte era demasiado diferente como para ser él. Dicen que las personas no cambian, que sólo se muestran como son a través del tiempo, sin embargo, esa criatura no podría ser él aunque lo deseara. Sonrió sin temor –No. No eres él- Bajó la mirada para concentrarse en el presente y dejar el maldito pasado atrás, pero como hubo concluido días anteriores, el pasado siempre te alcanza. –Y tampoco el otro- Frunció el ceño recordando al hombre que se fue arrastrando el cuerpo de Darius aquella noche en el cementerio. Su memoria era un asco, se encontraba terriblemente mal en esa ocasión. Fue mancillada por el deseo del conde y negada por el hombre al que ama porque sí ¡Aún lo ama! Y aunque no lograba recordar todo, las partes que se quedaron en su cabeza involucraban una conversación en particular -¿Cuántos de ustedes hay?- Preguntó con desdén. Como si en verdad conociera la historia de los Argeneau, como si en verdad conociera a cada uno de ellos. –Luci… No, no. Ese es el otro. Mi… Miguel. No Mi… Miha… ¡MIKHAIL!-Sonrió con maleficencia. La epifanía llegó a ella develando los nombres de quienes llegaron hasta ese lugar. Sí, lo había jurado, vengarse no sólo del conde si no de todos los involucrados en esa patética puesta en escena. -¿Qué es lo que quieres? Los vampiros no tienen alma y al no tener alma no puedo ver su futuro. No tiene caso que estés aquí.- Arqueó una ceja cruzándose de brazos. ¡Mentira! Sí podía verlos y sí podía saber sobre lo que les deparaba el futuro. En ese instante recordó la pesadilla ¿Qué pasaría si el vampiro de su sueño no era Darius si no él? Retrocedió dos pasos para alcanzar el cofre de madera donde guarda un poco de agua bendita.
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Mensaje por Mikhail Argeneau Miér Mar 06, 2013 12:20 am

‘En el infierno, solo el diablo podrá salvarte.’


Las piezas se acomodan en el tablero conforme traspasa las barreras y se sumerge en la mente humana. Observa a través de sus orbes el pasado que escribió junto a su hermano. Una sonrisa maldita aparece sutilmente en la boca del vampiro. Ésta se ensancha al compás de las imágenes que le son mostradas. Las puntas filosas de sus colmillos se asoman, centellean con la poca luminiscencia en el interior de la tienda. Oh. Ahí está, el encuentro propicio que llevó a Darius al abismo. Ve a través de ella los acontecimientos. Son tan diferentes, y a la vez tan parecidos, a los que presenció cuando estuvo en la mente del ex cazador de vampiros. Su hermano había estado cegado por el dolor de su traición. El muy imbécil había estado procurando alimentarse para ir en su búsqueda cuando Gilles le había capturado, tratando de protegerla de sí mismo mientras que a ella estaba lejos de importarle si servía como fuente de alimento para sus enemigos. Cuánta maldita ironía había en ese recuerdo. Se había negado esa necesidad que quemaba como si mil demonios se fundieran en llamas durante un par de centurias para proteger a la humanidad y en una noche, la fémina le había hecho odiar sus convicciones. Anthony aún no había sufrido lo suficiente. Todavía no podía olvidar, no hasta que viese a ella ofreciendo su cuello y su cuerpo en un banquete digno para el único rey del castillo. Los orbes de Tiberius se clavaron en la mirada ambarina. Pasó por alto su gesto arrogante. Ninguna presa podía resistirse al encanto de la bestia. Pronto, no quedaría nada indomable en ella. Él no era como ninguno de sus hermanos. Su apariencia era todo engaño. El mundo realmente parecía girar y detenerse para complacerle. Era como si temiese causarle problemas, a sabiendas del peligro que correría si se sabía en la mira. La voz presente de la gitana fue opacada por los suaves y entrecortados gemidos que ahogaron su garganta en el mausoleo donde fue presa del deseo. La imagen que proyectó parecía casi una ilusión, pero no lo era, estaba manipulando sus memorias. La melena rojiza se derramaba sobre la fría piedra, el sudor perlaba su cuerpo desnudo, tenía los labios lo suficientemente separados para emitir los sonidos de placer que le recorrían y los muslos abiertos mientras recibía y envolvía en su cálido interior al enemigo. La escena se mostraba tan vívida frente a ellos.

Tomó asiento con arrogancia. La silla bien podía tratarse del trono que tenía en su salón porque, a pesar de que parecía fuera de lugar, actuaba como si todo a su alrededor le perteneciera. Como si ella no fuese nada, más que uno de sus siervos a la espera de acatar sus mandatos. Su mano descansaba sobre el delgado brazo de la silla. Su anillo en el dedo anular era un añadido más a su egocentrismo. El rubí en su pecho era un imán para las miradas. Los primeros botones de su camisa estaban libres, revelando gran parte de su piel. Había otro collar ahí que parecía tener la forma de una cruz cuando, en realidad, era solo la inicial de su segundo nombre. En la memoria que se proyectaba, había aparecido Darius. Mikhail ignoró las cuestiones de la gitana. – Míralo. Se ve tan… Sonrió con sorna. Herido. Estalló en una seca carcajada. Los gruñidos del conde incrementaron, la expresión de placer en sus rostros parecía grabada en granito. Podía entender porqué su hermano se había sentido atraído por ella, era hermosa, de la misma forma en que su consorte lo era. Lo que jamás lograría aceptar era el poder que le había dado a esa simple humana para destruirlo. Sí. Había sido en su beneficio, pero le molestaba. Era tan indigno de los Argeneau. Su padre estaría revolcándose en el infierno. – ¿Es que no pensaron en invitarlo a que se uniera al acto? Por supuesto, él conocía toda la historia. Había devorado, al son de sus ataques, cada una de las noches que vivió tras matar a su padre. Darius odiaba al conde y viceversa. Merlina lo sabía. Sus orbes siguieron el encuentro sexual. Sus colmillos se alargaron, no hizo nada por detenerlos, aunque estaba claro que podía haberlo hecho. – Está claro que el voyeur es otra de las tantas cosas en las que Darius y yo diferimos. Un simple movimiento de su mano hizo avanzar la escena hasta el momento en que Severus apareció en el cementerio. – Al igual que mi hermano, habéis jugado un papel importante en su captura. Afortunadamente para ti, tu pieza aún está en el juego. ‘Afortunadamente’ no era como sonaba de sus labios. Otro movimiento y proyectó uno de sus propios recuerdos: la destrucción de Lucian. Excepto que, ¿quién era ella para diferenciar a uno u otro hermano?
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Sáb Mar 09, 2013 4:21 am


Los fantasmas del pasado, confabulan con los demonios del presente.
Indescriptible, no lograba discernir que es lo que estaba sintiendo en ese insoportable momento. Las memorias de lo que fue una maldita pesadilla, flotaron alrededor suyo mostrando los eventos con de la misma forma en que ella los había padecido, pero por más que deseara creerse el dolor en su corazón, tenía que admitir el placer que recorrió en ese instante cada parte de su ser, incluso ahora podía percibir esa extraña, frenética y perturbadora sensación al contacto con la piel del conde. Sí, lo había disfrutado y el invocar sus recuerdos sólo lo confirmaba, pero no era eso lo que el maldito vampiro frente a ella quería mostrarle. Mientras las imágenes eran vistas por ambos, la gitana aún sostenía el gesto altanero con su ceja. Él podía ahogarse dentro de su cabeza, buscando, intentando encontrar una imagen que consiguiera retorcerla del dolor, de la culpa, del coraje, pero Merlina continuaba en su papel de serle indiferente a todo. En ese instante él jugó sucio. La proyección de Darius con su rostro completamente herido, con el corazón destrozado, con el dolor en sus ojos… La pelirroja se quebró. Sus ojos se llenaron de lágrimas y aunque no hubo un sollozo que confirmara su llanto, se podía ver a la perfección en las facciones de su rostro.

Las imágenes continuaron flotando entre ellos hasta el punto en que apareció Lucian, ella había ignorado cada palabra de Mikhail, hasta el punto de perderse por completo en la visión presentada, creyendo poder palpar con sus propias manos el encuentro, advertirle al hombre que ama se alejase lo más rápido de ahí, querer dejarse ir contra todos y matar a la pelirroja que jadeaba con más placer al compás de las embestidas del conde. Odiaba a esa hembra, nunca la perdonaría por lo que había hecho. -¡Basta!- Gritó. La voz quebrada no fue por el dolor, sino por la rabia que había estado guardando todo este tiempo dentro de si misma. Había tenido que lidiar con demasiados espectros después de aquella noche, incluyendo el cruel recuerdo de Darius. No necesitaba que un hombre apareciera de la nada para hacerle ver su equivocación. La pena ya le envolvía cada noche, la seducía al punto de haber cometido aquel crimen en el circo. Un pacto con el diablo que al final salió mal, se perdió una vida y su deseo no fue concebido.

La película cambio de escena, esta vez observó con los ojos completamente fijos, la caída de uno de ellos. El corazón sangraba en las manos de su verdugo, la sonrisa de este era aterradoramente satisfactoria para si mismos. En sus orbes, la maldad sólo era un mito comparado con el infierno que lograba observar a través de ellos. -¡NO!- Tomó con fuerza la botella de cristal donde conservaba el agua bendita y la arrojó a la cara del vampiro. No era suficiente para matarlo, pero si desfiguraría su rostro y lo cegaría el tiempo suficiente como para darle la oportunidad de salir de ahí. No lo hizo, se quedó a afrontarlo. El coraje de la gitana le hizo apretar la mandíbula y hablar a través de sus dientes presionados –¿Si ya lo has asesinado que carajo quieres aquí, conmigo? ¿Matarme? Adelante, me harás el maldito favor de mi vida. Todos a mi alrededor mueren excepto yo, ya va siendo hora que lo haga también- Sonrió con amargura. –Si vas a torturarme…- Curioso entender y sentir las reacciones enloquecidas del cuerpo cuando el corazón esta completamente destruido, desorientado. Su actuación fue más que patética. Estalló en carcajadas que le hacían hiperventilar mientras un sollozo se escapaba de sus labios. –No… el no merecía esto. Yo… yo…- «Lo amo» Añadió para si misma derrumbándose sobre las rodillas y hundiendo el rostro entre las palmas de sus manos. Daría su vida por él, aún después de todo… -Pero no está muerto, ¿Cierto?- Dijo aún con el rostro oculto entre sus manos. Frunció el ceño, tuvo una develación. Bajó los brazos asintiendo con la cabeza. Sonrió de medio lado -¿Qué caso tendría venir a buscarme de ser así?- Comenzó a carcajearse como vil demente. –Te creí, por poco me convences… pero me subestimaste- se encogió de hombros poniéndose de pie.

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Mensaje por Mikhail Argeneau Miér Mayo 29, 2013 11:16 pm

‘Nunca dije que jugaría limpio.’


Venas con sangre se bifurcaron a lo largo de la parte blanca de sus ojos segundos después de que la gitana lanzase el agua bendita sobre su rostro. – Vas A Pagar Por Esto. Cada palabra siseada por el vampiro era un juramento inquebrantable. Nunca. En todos sus malditos años, había mostrado misericordia. No sabía siquiera qué demonios era. No lo entendía y no quería. Si Merlina creía que no había nada más doloroso que un corazón roto, estaba por cambiar de parecer. En ese instante, mientras su desfigurado rostro comenzaba a restaurarse, supo que disfrutaría rompiendo – una y otra vez – a la fémina delante de él. Su atrevimiento no sería perdonado tan fácilmente. Darius sufriría a causa de ella. No se detendría hasta que su hermano suplicara que le arrancara cada uno de sus malditos recuerdos. ¡Oh sí! Nunca había tenido intención de dejar la mente intacta del primogénito de los Argeneau. Solo que ahora, podía ir maquinando una serie de estrategias para que el fin del juego fuese una obra maestra. Si él no fuese el rey en el tablero, se habría ensuciado las manos castigándola a diestra y siniestra, pero la locura fluctuando en la superficie aún no le empujaba a rebajarse al mismo nivel que sus mascotas. Cerró en puños sus manos. Segundos después, estiro las palmas sobre la mesa. Apartó la mirada de la gitana para posarla sobre el anillo que pertenecía a su estirpe. En teoría, era del primero de ellos. Mikhail lo había hurtado y llevado consigo como una burda burla hacia su padre, quien había preferido ignorar que tenía otros hijos para centrarse en quien heredaría todos sus bienes. Marcus había muerto porque lo había encerrado con un muy sediento y demente Darius. Su padre había estado más de un mes sin saber de su hijo favorito. El bastardo había esbozado una sonrisa al verlo, aliviado al descubrir que estaba bien. Esa había sido una de las escenas que más había disfrutado robar de su hermano.

Zacarías y Rafael entraron en la tienda minutos después. Tan mortalmente silenciosos que la humana no tuvo tiempo de verlos apostarse a sus hombros. La memoria se desvaneció en ese mismo instante. – Cambio de planes, mascota. Hemos terminado con los negocios. Se levantó con natural gracia, solo para cortar la distancia entre ellos. La sostuvo con fuerza por el codo. – Quemarán todo este sitio. Solo sobrevivirán aquéllos que puedan correr rápido. Declaro noche de cacería para los gitanos. Ellos sabían lo que significaban sus palabras. Podrían violar, matar y esclavizar si así lo deseaban. Cada uno tenía sus preferencias. Habían sido asesinos antes, aún lo eran, solo que a mejor escala. Zacarías era el más cruel. Sería a él a quien le permitiese los honores para con Darius. – Háganlo rápido. Volvemos esta noche. Su barco partiría en la próxima hora. La isla de If sería el nuevo infierno de Merlina. Una sonrisa maquiavélica, que dejaba entrever las puntas de sus colmillos, estiró sus comisuras. Salió con la humana fuertemente sostenida a su lado. Si ella intentaba gritar, le rompería el brazo. Cualquier cosa para asegurar su cooperación – Consciente o inconsciente. Tú decides cómo quieres hacer el viaje. No había ninguna mentira en sus palabras. Mikhail no jugaba. Cuando amenazaba era porque tenía todo el deseo de hacerlo. Los gritos se elevaron rápidamente entre los gitanos. El humo empezaba a alzarse en la tienda de Merlina. El vampiro se detuvo. Una carcajada de placer bullendo desde lo más profundo de su pecho. – ¡Escuchad cómo cantan para nosotros! Pero no os preocupéis. Haremos que Darius nos deleite con una mejor pieza. Y sí que lo haría. Había enviado una orden a uno de sus sirvientes para que fuese a la iglesia más cercana. Lo que la gitana le había hecho perecería ante lo que le haría al vampiro que había traicionado y que parecía seguir amando. Tiberius no podía esperar por llegar a sus dominios y mostrarle porqué era importante que le complaciese.

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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Mar Jun 11, 2013 9:43 pm


¡Mátame, viólame, humíllame! ¿Es lo mejor que puedes hacer?
Los pensamientos de Merlina se dispersaron en una nube negra, devorados por la insólita presencia de un ser tan oscuro como la misma noche. Pero no era eso lo que le preocupó en un principio, y ahora que había sido desenmascarado, las acciones de Mikhail parecían serle completamente indiferentes. Ha visto, centenares de veces el rostro de la muerte, ha estado presente en cada uno de los arrebatos donde la maldad hace su festín para el diablo, un tormento más, podría perfectamente soportarlo y continuar cuerda. El corazón de la gitana se oscurecía lentamente, con cada día que pasaba lejos de él, con cada maldito segundo que lo imaginó ir tras ella para desquitar su ira colérica y lo recibiría con la frente en lo alto, sin intentar poner resistencia, sin si quiera tenerle miedo. Merlina esperó a Darius y, a cambio, le enviaron al impostor. Ensanchó una sonrisa casi placentera cuando el vampiro le amenazó. Lo estaba disfrutando. La gitana, aunque nunca supo reconocerlo, sabía de la existencia de su lado oscuro y ahora que no tenía nada más que perder, asomaba la cabeza para retar al demonio. Suspiró. Las palabras siempre se las lleva el viento y, aunque el sadismo de Mikhail era notable en el tono de su famélica mirada, aún quedaba demasiado camino por recorrer como para que ella le prestase la atención suficiente. «El dolor es mental, Merlina».

-Sólo yo- Musitó en respuesta al vampiro. Sus dos esbirros ya se posaron detrás de ella y el amo se apoderó de su codo para sacarla fuera. La orden fue clara, concisa y la pelirroja conocía el significado. Observó por última vez a sus alrededores. Los niños corrían libremente por cada maldito rincón del circo. Los hombres disfrutaban del espectáculo, aplaudían a las caderas hipnotizantes de las bailarinas y otros se impresionaban con los trucos baratos de los equilibristas, magos, contorsionistas y tipos raros con alguna deformidad impactante ante el ojo humano. Todos ellos morirían sólo por diversión de un solo espectro. En algún otro tiempo, Merlina pudo haberse arrodillado para suplicar por sus vidas, ella a cambio de la supervivencia del grupo. Estaba cansada de ser la damisela en peligro, fastidiada de que sin pretenderlo o desearlo realmente, las personas a su alrededor terminaran muertas. De repente, las luces que hacían de camino hasta las tiendas, se apagaron con un fuerte viento cortante. Los gritos comenzaron a reproducirse desde las entrañas hasta los alrededores, multiplicándose, aproximándose, agonizantes y llenos de histeria. El terror se esparció por cada rincón del lugar, la atmósfera cambió repentinamente. El frío sopló en su nuca. Los vellos de su piel se erizaron y la sensación de holocausto penetró por debajo de su piel. Pero por más aterradora que pudiese haber sido aquella visión, nada podría compararse con la noche en la que los ojos de Darius perdieron todo rastro de humanidad. –Que original- Comentó con sarcasmo, ¿La idea de una masacre era su mejor jugada? Vamos Mikhail, tienes potencial, no lo desperdicies.

La cooperación de Merlina era parecía ser esencial para el vampiro, así que decidió complacerlo, pero el problema fue reconocer que Darius aún continuaba con vida. ¿Así que la llevaría hasta él? Hubo una vorágine en su interior, no sabía si alegrarse por aquella noticia o entristecerse. Guardaba demasiado coraje, anhelos, esperanzas y rupturas. Comenzó a cuestionarse sobre los motivos por los cuales Mikhail la mantenía con vida, ¿Acaso Darius no estaba lo suficientemente deshecho por su culpa? ¿Qué más pretendía el amo Argeneau? ¿Qué papel jugaba ella en todo eso? Sintió aberración por si misma y por todas las pésimas decisiones que había tomado. Fue una idiota al permanecer cerca de Darius cuando lo único que quería era alejarse de él, más aún había sido una imbécil por ir a buscar al conde. «Recuérdalo Merlina, el dolor es mental» Repetía constantemente ese mantra en su cabeza mientras sus ojos se perdían en el paisaje de la noche. La adrenalina corría por todo su torrente sanguíneo, a la espera del impacto que suponía volver a ver al hombre que ama. ¿Y si él…? Desechó la pregunta, era imposible que él guardase un sentimiento benigno a favor de la gitana. Darius, él querría matarla y lo sabía, el problema radicaba en si ella estaba dispuesta a verlo sufrir…
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Mensaje por Mikhail Argeneau Lun Jul 22, 2013 9:15 pm

Sé testigo mientras puedas, Merlina.


La naviera Argeneau, una de las compañías más reconocidas en América, había sido uno de sus intereses cuando era un simple humano. Su padre jamás lo había reconocido – quizás porque se parecían mucho – pero él, de todos sus hijos, había sido quien desarrollara esa veta por los negocios. Desde que el único modo para llegar a su castillo era a través del mar, había adquirido su propia pequeña flota de barcos. El que esperaba por ellos – y sobresalía entre los otros – no daba lugar a dudas de que se trataba de su favorito, uno que solo era usado cuando se veía obligado a abandonar la comodidad de su castillo. Con un aire de suficiencia que le hacía parecer como el rey que creía que era, observó a sus esbirros subir el último barril. – Todo está listo, mi Señor. Como usted ordenó. Uno de sus sirvientes se le acercó. Era mucho más joven que los que se encontraban en el barco, pero no demasiado. Mikhail se deshacía de los más viejos, aquéllos que nunca tuvieron una posibilidad de unirse a su séquito. Le gustaba ser selectivo y sus vástagos, eran lo mejor de lo mejor. Soltó a la gitana con brusquedad. – Sube. Le exigió, mientras cerraba la marcha. Zacarías apareció unos minutos después. Llevaba solo a dos pequeñas niñas, de aproximadamente seis y cuatro años. Ambas vestían las inconfundibles ropas de los gitanos. Aunque forcejeaban, no tenían ninguna posibilidad contra su fuerza. La sangre cubría la mandíbula del vampiro, señal de que había desgarrado a sus presas. Cuando las tiró en el barco, se limpió con el dorso de su mano. Lamió la mancha, de la misma forma concienzuda en que haría un gato. Cuando otro intentó agarrar a las niñas para encerrarlas, el vampiro gruñó en protesta. Tiberius simplemente observaba tras el timón. El capitán de su barco, se había hecho silenciosamente a un lado. – Es un camino largo. Ellas nos entretendrán bailando. La más pequeña gimoteó, y su hermana – imposible no ver el parecido – la arrastró para protegerla entre sus brazos. – ¿Es lo mejor que pudiste encontrar, Z? Los orbes del vampiro cayeron sobre la gitana. Sonrió con un destello de pura maldad.

- Usted se llevó la mejor presa, Señor. Zacarías no escondía su excitación. Había estado matando mujeres cuando le conoció. Y Merlina le atraía, más porque había sido el interés de Darius. - ¿Dejará que se una a ellas? En un rápido movimiento, había arrancado a la pequeña de su hermana. Las cadenas que colgaban de la cadera de la niña – que seguramente había estado de fiesta con sus padres antes de que todo ardiera – no amortiguaron el sonido de su succión. Los otros vampiros que se encontraban alrededor, intentaron acercarse. Nada sabía tan exquisito como la sangre de los inocentes. Zacarías solo estaba provocándolos. Le gustaba ejercer su poder. Recordarles porqué era su segundo al mando. Rafael, en cambio, llegó con una sola mujer. Su brazo y pierna – en carne viva – aún se estaba regenerando. La gitana estaba casi igual. – Ésta, dijo con disgusto – intentó correr hacia el fuego en cuanto me vio. Mikhail soltó una carcajada y los demás, le siguieron. Se comportaban como malditos piratas. Solo sus vestimentas lo desmentían. Nadie que le perteneciera, vestía como cualquiera. Creía, fervientemente, en que debían verse como la guardia del rey. – Ahora que estamos todos, podemos marcharnos. Merlina ansía encontrarse con mi hermano. Desde que Lucian había sido reducido a solo cenizas, todos sabían a quién se refería. – Y Zacarías. También quiero ver cómo mueve sus caderas. Se alejó del timón para que el capitán hiciera su trabajo. Se acercó a la gitana, todo arrogancia. – Quizás deberías saber, mascota, que soy muy vengativo. Por tu bien y el de Darius, piensa antes de desobedecer. Aunque, dado que ya lo traicionaste, ¿qué importa una segunda o tercera vez?
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Lun Jul 22, 2013 11:03 pm


¿Qué significa, bajo las faldas de la gitana?
El camino es largo, mudo e irritante. Los segundos parecen eternos al evocar el nombre de Darius una y otra vez en su cabeza. Ha visto que la crueldad de quien le acompaña no tiene límites y es probable que al estar frente a frente el infierno sea sólo un pedazo de hielo flotando en la nada a comparación con el fuego que él los haría arder. No puede evitar sentirse atrapada entre el filo de la espada y la pared; puede dar un paso adelante para ser atravesada por la hoja o esperar a que esta venga hambrienta hasta ella, de cualquier forma, moriría. A lo lejos se puede ver, los colores naranjas en contraste a la lúgubre noche. Los árboles forman sombras discrepantes y en su interior el desgarrador alarido de sus iguales, estremece los sentidos de la gitana hasta colocarlos a flor de piel. Es un manojo de nervios, no por lo ocurrido en el circo o lo que le espera, si no por el futuro distante que se atrevió a ver en sus sueños. Si tan sólo hubiese sido un poco más inteligente e ignorar las pesadillas, no se estaría en esta situación, pero no, la gitana quiso quitarse la venda de los ojos y lo que pudo observar, fue desgarrador y destructivo. «¿Por qué continúas con esto Merlina?» Siniestra, se dibuja una sonrisa en sus labios al llegar al puerto.

Muerde su labio inferior intentando disimular el conflicto que existe en su vientre; una combinación extraña entre el vértigo, la adrenalina, el suspenso y la derrota. Explosivo pero gustoso. Se siente como una maldita cucaracha siendo aplastada por el pie del hombre, pero no cabe duda que donde una muere cientos más se levantarán. ¿Lo mismo pasaría con la marginada raza de la gitana, precisamente con ella? Frunce el ceño desviando su mirada hasta el esbirro favorito de Mikhail. Éste se creía el príncipe del infierno, pero para Merlina no es más que un vil bufón del que prescindirían sus servicios cuando no fuese lo suficiente para su amo. ¿Acaso no se ha dado cuenta? Eso es lo que el Argeneau hace con sus presas, eso es lo que le espera a ella. –Me..Merlina- Una voz conocida le hace girar la cabeza repentinamente y el pánico en sus ojos le confirma sus temores. Las niñas a las que este arrastraba eran parte de su gente, ellas precisamente, habían estado acompañando a la pelirroja en varias ocasiones; la gitana les tomó cariño y ahora, ellas morirían como está destinado para todos aquellos que la rodean. Hace resoplar sus labios. Pone los ojos en blanco y cierra su corazón al sentimentalismo piadoso, no pedirá por ellas, no suplicará por nadie. «¿Estás segura, Merlina?» La carcajada burlona en su cabeza le hace rugir por encima de sus labios, haciendo presente la amenaza de un ataque. En ese instante ignora a la mujer quemada, a los otros sirvientes y al propio Mikhail. Sus pensamientos se tornan confusos, mismos que son interrumpidos por el jaloneo de ‘Zacarias’ ¿Qué, bailar?

Lo fulmina con la mirada y se resiste. Forcejea con el vampiro y lucha para soltarse de su amarre, es inútil. Levanta la mirada hasta Mikhail para escucharlo detenidamente. Sonríe. ¿Mascota? Tal parece que ese vampiro fanfarrón no entiende el dicho ‘Cría cuervos y te sacarán los ojos’. El jefe quiete que su juguete baile, entonces ella bailará. Aparta a las niñas de su camino, no porque quiera salvarlas de la muerte, sino porque le estorban para realizar su arte. Enfoca el Allegro en su mente, levanta sus manos y comienza a moverse. Uno, dos, tres pasos hacia la derecha. Sus caderas se mueven girando de un lado a otro; movimientos hipnotizantes que hacen que los ojos de la tripulación se enfoquen en ella. Arquea la espalda, extiende sus brazos y crea figuras invisibles con sus dedos en el aire. Gira sobre las puntas de sus pies, levanta su pierna derecha y queda suspendida en un punto. Se irgue y retrocede lo necesario para colocarse delante de Zacarias. Le sonríe de forma lasciva. Su mirada ambarina se clava fijamente en los orbes ajenos y lo seduce. Gira una vez más. Mueve su vientre, juega con su pelvis atrayéndola adelante y hacia atrás. Se aparta de él y va donde el segundo hombre; a cada uno le hace una visita y los atrapa en sus faldas al viento. La danza comienza a hacerla sudar; gotas de agua caen desmedidamente del arco de su cuello hacia la curvatura de sus pechos. Exhala con un gemido que dedica a la mirada de Zacarias. Las manos de la gitana comienzan a subir por lo largo de sus piernas. Acaricia su cintura, escala por sus pechos. Para terminar con su danza, gira repetidamente en la punta de sus pies. Su cabello vuela, sus faldas se suspenden en el viento. Sonríe y se decanta bailando desmesuradamente, siendo terriblemente apetecible para los presentes, en especial para Zacarias quien se encontraba inmutable pero con los colmillos de fuera a la espera de la gitana. Y sin que nadie lo sospechara, Merlina se tropieza y cae al suelo raspándose una rodilla. La sangre brota y la mirada famélica de los presentes se posa sólo en ella, en su yugular… La gitana sonríe, descarada.
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Mensaje por Mikhail Argeneau Dom Oct 27, 2013 8:05 pm

‘Tic, tac. Tic, tac.’


Observaba la escena con engañosa pereza. Si bien no se sentía cautivo de la gitana como evidentemente se sentían sus esbirros, podía comprender porqué caían con facilidad en su hechizo. La pelirroja había lanzado y extendido su red mientras bailaba para ellos. El seductor brillo en sus orbes ambarinos y la promesa de ser quien descubriera los secretos ocultos tras esa sonrisa viperina, había atraído a más de uno de los suyos. La lujuria crepitaba en el aire como un ente vivo. Sus sirvientes humanos se sentían embriagados, de la misma forma en que lo habrían estado si hubiesen tomado el alcohol que llevaban a bordo del barco. Mikhail no habría esperado más de ellos. Eran débiles. El que les diera un poco de su sangre para atarlos y conservarlos por un par más de años, no les hacía especiales. Sin embargo, sí que había esperado más de sus vástagos. Especialmente de Z, su segundo al mando. La impasibilidad que teñía su rostro y raras veces se desquebrajaba, se vio genuinamente amenazado por la rabia. Como dueño del único club exclusivo para vampiros, Tiberius permitía a su línea una serie de libertades que ni siquiera sus clientes más exclusivos poseían. Sus favoritos, como Rafael y Zacarías, incluso eran participantes activos en las orgías que organizaba cada que sus deseos así lo dictaran en su enorme sala. Las presas que aguardaban su turno en las frías y sucias mazmorras eran marcadas por la muerte desde antes de avistar su isla. El destino de Merlina no era distinto. Una vez que dejase de ser pieza clave en su tablero, podría decidir cuál era el mejor camino para deshacerse de ella. Si existía algo que al vampiro le gustase era precisamente cambiar de estrategias. Él nunca perdía. Estudiaba y se adelantaba a las distintas jugadas y, si existía la remota posibilidad de que se viese invadido por la tropa enemiga, destruía. Aunque Marcus no le brindaba ni la mínima atención que le daba a Darius, él si que había estudiado a su padre a detalle. El orgulloso señor Argeneau había dedicado largas horas de su día a enseñar a su primogénito su juego favorito, mientras que él, interesado en aprender y por razones quizás no tan desconocidas, había exigido tener al mejor maestro. Marcus hacía cedido con indiferencia a sus exigencias, siempre pensando en la popularidad de su apellido.

Mikhail recordaba con extrema socarronería la primera y última vez que se sentó con su padre ante un tablero. No había tenido la mejor pinta por aquéllos días. Había estado bebiendo y matando a todo el que se cruzara en su camino. Su padre le había tenido miedo. ¿Había sido por la sangre surcando su rostro o la maldita demencia en su sonrisa? Esa había sido la primera vez que llevase a mejor plano sus juegos. Si Marcus hubiese ganado, no habría sido encerrado con un muy hambriento e inestable Darius. Bien. No había sido justo. Su padre no había podido concentrarse en sus movimientos cada que veía los colmillos de su hijo. ¿Creía Merlina que sería distinto cuando era una desconocida? Ni siquiera los de su propia sangre habían corrido con suerte. Zacarías, Rafael, Xrisí, Darius, ¡todos! ¡Todos estaban a su merced! Ella había hecho lo que le había pedido. Había seguido sus órdenes, pero encontrado – también – la manera de burlarse en el proceso. El vampiro deslizó la lengua por su labio. La sed de sangre y lujuria eran una mezcla exquisita. Sentía el hambre de sus vástagos como uno solo. Nadie pondría las manos sobre su presa de todos modos. No sin su consentimiento. Enarcó una ceja en altivez cuando la vio caer. Ese atrapante olor tuvo un efecto más embrutecedor que el baile con que les había estado coqueteando. Mikhail no se movió, simplemente esperó. Los gruñidos de Zacarías eran mucho más fuertes que los del resto. Quería lo que Darius había tenido. Desgarrar y hacerlo suyo, como un maldito trofeo que podría exhibir ante el ex cazador de vampiros. Una lenta sonrisa se abrió paso por las comisuras de sus labios cuando vio a su segundo al mando dar un paso. Los demás se congelaron. Nadie se interponía entre lo que Z quería. Nadie, excepto el Sire, que mandaba sobre todos ellos. Pero Mikhail no quería hacerlo. Zacarías ya se había ganado su castigo desde el momento en que su deseo de venganza le nubló. ¿Por qué no dejarle disfrutar de la mujer antes de que el dolor llegase? Los aplausos no se hicieron llegar por parte del anfitrión. Sus esbirros se hicieron a un lado, como si él fuese Moisés abriéndose paso por el Mar Rojo. – La habrías tenido en tu cama esta noche, con Darius como testigo, si no te hubiese tentado, hijo mío. Las últimas palabras, aunque iban cargados con la fuerza del sarcasmo; de alguna forma, los labios de Mikhail lo despedían con alguna clase de disfraz. – Aliméntate bien, Z. Puede que sea la última sangre que pruebes en un largo tiempo. Dicho eso, su mirada se desvió hasta la gitana. – Y tú. Has conseguido un nuevo movimiento para Darius. ¿Cuántas veces más vas a herirlo? ¿Cuántas veces más vas a despojarlo de su dignidad? Él no ha dejado de amarte, Merlina. Es solo que su odio por ti es más grande.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Mar Nov 05, 2013 8:33 pm


No importa cuántas veces veas el futuro, siempre cambia.
Su sonrisa muerta, se pierde en la inmensidad de la noche al escuchar su nombre. Identidad que a pesar de todo, aún paraliza sus sentidos con el simple susurro de aquel ser. Suspira y gruñe lamentándose, mordiéndose la lengua para no escupir más verborrea en contra del vampiro. Baja la mirada, medita las consecuencias de sus actos. En su rostro etéreo, se vislumbra la tristeza, la agonía, la muerte. Su piel de porcelana se torna fría, sus pupilas se cristalizan, sus labios son una dura línea firme e inmutable. El tiempo parece detenerse a su alrededor y en sus pensamientos naufraga la última carcajada de felicidad que arrojó a su lado. Darius la veía con la mirada vehemente de pasión, respiraba su cuerpo, bebía su alma. Él había dado todo por ella y, como una bestia cruel e insensible, le arrancó el corazón. ¿Qué demonios le había hecho? Merlina se desquebraja, pero su cuerpo no cae. De los presentes, el único con la capacidad de leer la tormenta en su cabeza es Mikhail, él está al tanto de todo lo que su mente arremolina, escupe, traga y vomita. Han pasado más de dos minutos, dos minutos que dentro de si misma son más que una eternidad. Él lo sabe. Las sombras danzan a su alrededor, los demonios están detrás de ella esperando la oportunidad en que rompa en llanto, suplique y se rinda por completo. Puede ver sus ojos famélicos, su sonrisa amenazadora, ¿Cuánto daño le ha causado? Con cada pregunta, con cada segundo que pasa y las respuestas se vuelven cada vez más obvias, Merlina se deja someter por la gigantesca mancha oscura de la desesperación.

Impertérrita, aspira la expectación de los presentes. Las lágrimas no recorren su rostro, pero en su expresión se nota el desconsuelo que le invade. Está perdida. Todo terminó. Le duele. Es una agonía infinita el darse cuenta de que todo lo que haga, por más que lo intente, siempre será arrojada a la fosa común de donde proviene; no es nada, no es nadie, ella no puede simplemente pretender que sacrificando su felicidad salvará a quienes ama ¿Cuántas veces más tiene que perder? Traga saliva y le raspa. El nudo en su garganta le asfixia, sus pies le pesan, sus manos arden, su corazón se detiene. Exhala todo el aire de sus pulmones. Sonríe. –La perdió cuando se enamoró de mí- La gitana murmulla. Su voz es ausente, no se encuentra ahí. Su espíritu de lucha se extravió por completo; puede sentir la briza del mar chocando contra su cuerpo, cierra los ojos y sueña con lanzarse al viento para ser esparcida junto a esas perezosas gotas. Pero está pesada, ella nunca podrá volar a menos que… -Ambos la perdimos- Susurra como si hablase consigo misma. Es difícil seguir el hilo de su conversación pues sus memorias cambian constantemente, no tienen congruencia y el objetivo aún no está definido. Se aleja de Mikhail. Ronda por los alrededores pensando, ignorando todo a su alrededor, incluso el olor de su propia sangre. Se detiene en la proa del barco. ¿Qué es el sacrificio? Nunca entendió la pregunta, nunca ha sopesado la respuesta. Pero vuelve a regresar al inicio de todo su calvario, «Haga lo que haga. No importa, él sufrirá por mi culpa» Se relame los labios. Gira sobre sus talones y encara a la bestia que le ha seguido hasta allí, el rostro de Darius se topa frente a ella, pero no es él. Nunca ha sido él. Sonríe. –No hay nada que yo pueda hacer- Sentencia tomando la espada de Mikhail y atravesándose el estomago con ella. No le duele. Siente como la sangre sube por sus entrañas hasta pretender ahogarle. Sus órganos, como acto reflejo, la expulsan por supervivencia. Sus fauces chorrean de color escarlata y el fino plateado de la espada, se tiñe con la sangre inmunda de la gitana. Se le nubla la vista, La muerte le saluda, pero ya no tiene miedo. Vuelve a sonreír, pero esta vez, lo hace como lo hacía estando con él, sin dolor…
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Mensaje por Mikhail Argeneau Sáb Mar 08, 2014 10:43 pm

El vampiro dejó escapar un rugido tan sonoro, que incluso el viento se detuvo temeroso. En su rostro, la ira prevaleció. Borró todo rasgo atractivo para sustituirlo por la de un monstruo. Las venas bajo sus ojos se marcaron. Eran ríos escarlata que parecían no tener fin. Su labio superior se había levantado, revelando un par de colmillos que parecían dos dagas muy afiladas. Sus uñas, no eran distintas. Si bien Mikhail era extremadamente estricto con su apariencia, había descubierto la utilidad de éstas. Incluso había ordenado a los suyos que siguieran su ejemplo. Su espada cayó, un sonido metálico que apenas irrumpió en el silencio apocalíptico que se cernía sobre el barco. Todos se habían detenido, a sabiendas de que en ese estado, el Sire podría eliminar a cualquiera que hiciera aumentar su furia. Cualquier error, podría significar la destrucción. Ninguno era estúpido. El peligro era inminente. Trataban de ignorar el hambre y la excitación que les provocaba la sangre de la gitana. – Llévatela de aquí, Z. Si muere antes de que lleguemos a la isla, te haré responsable de ello. Pudo ver la lucha en el rostro de Zacarías. Éste se debatía entre su lealtad hacia él y el odio visceral que sentía hacia su hermano. La batalla no duró nada. Siempre supo cuál prevalecería. No solo le había salvado de la horca, sino también le había obsequiado la inmortalidad y dado el mando para que guiara a sus vástagos en su ausencia. El vampiro se mordió la muñeca y alimentó a la pelirroja con su valiosa sangre. Por un segundo, Mikhail estuvo a punto de ordenarle que no la ayudara, pero entonces otra idea esclarecedora se abrió paso en su mente. Si Merlina deseaba la muerte, la encontraría, excepto que no bajo su propia mano ni en condiciones tan favorecedoras. No. La gitana no iba a arruinar el espectáculo que tenía preparado. Sería Darius quien le pondría fin a su existencia. Estaría atada a su clan por la eternidad. Crearía un lazo con el ser que había traicionado. ¡Sería algo digno de ver! Uno al lado del otro, como animales heridos, esperando por su oportunidad para atacar. Le enseñaría, con maestría, porqué demonios no había que cabrearlo.

– Dale solo la necesaria para cerrar sus heridas, gruñó, y hacerla consciente de dónde y con quién está. Quiero que sienta dolor y recuerde este momento. Será toda la paz que encontrará por un largo tiempo. Dentro de las murallas solo la espera un Infierno. Su vástago hizo lo que se le ordenó. Mikhail les dejó. Ahora que se encontraba cerca de su isla, no le fue difícil comunicarse con los suyos. Habían puesto a su consorte con Darius, tal como él había exigido. La muy puta, seguramente ya estaría tratando de meterlo bajo sus faldas. Si con algo se podía contar, era con sus habilidades en la cama. Después de todo, antes de hacerla una de sus trofeos permanentes, había sido la muñeca de otros vampiros. Su Club no había empezado de la nada. Una vez que había sacado provecho de mujeres como Xrisí, fue cuestión de tiempo para que creara su imperio. ¿Quién podía negarse al placer de la sangre fresca en una hermosa presentación? Su habilidad para encantar con su voz y la ambición, lo habían posicionado como uno de los seres más poderosos entre su especie. No se trataba de la edad. ¡Por supuesto que no! Mikhail había sabido mover sus fichas. Era un rey, pero no como aquéllos que dirigían un país. El dirigía algo más grande, más letal, más peligroso. Sus vástagos, poseían la inteligencia y la fuerza. Eran prófugos de la justicia que solo refrenaban su sed por el mal, a causa de su titiritero. Uno de los guardianes de las mazmorras, le mostró lo que se sucedía en la celda. El desagrado y odio que éste sentía hacia su consorte era palpable incluso cuando se comunicaban a distancia. Xrisí no hacía más que aumentar esa actitud con su proceder, con su incapacidad para mantener las piernas cerradas cuando no era él quien solicitaba que se metiera con sus enemigos para así obtener valiosa información. No la veían como alguien digno para gobernar a su lado. Cierto era que él también los alentaba, pues nadie, jamás, estaría a su altura. Mikhail nunca compartiría su trono. Ellos eran piezas manipulables, solo importantes si así lo dictaminaba. Finalmente, llegaron a puerto. Otros barcos se hallaban ahí. Majestuosos, como su dueño. – Lleven todo al salón. El juego está por dar inicio.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Miér Abr 02, 2014 11:11 pm


¿Cuántas veces tenía que intentarlo? ¿Cuál sería la última? Todos sus esfuerzos, todo lo que hiciera, nada de eso servía, pues sencillamente era un peón en un gigantesco tablero de ajedrez ¿Los jugadores? Los desconoce. No es Mikhail, no es Darius… ¿Quién estaba realmente detrás de todo aquello? Cerró los ojos y se dejó caer a los brazos de la muerte. Comenzó a sentir frío en su piel; percibía el olor de su sangre y podía escucharla correr en medio del silencio. Era como una lúgubre melodía, como agua corriendo por el caño. Un desperdicio. Aspiró profundamente, el olor de la noche era tan tóxico, quemaba sus pulmones, pero de alguna forma extraña, también apaciguaba su infierno. ¿Esa era la utopía? Por un segundo, sus labios se curvearon en una sonrisa extraña, casi como si pudiera percibir la paz en su interior; sensación que desconocía o quizá había olvidado… Desgraciadamente, no estaba lista para merecer la muerte.

Las órdenes de Argeneau fueron bastante claras, las escuchó en la lejanía. La sangre del vampiro ‘Z’ llenó sus entrañas. Merlina no la estaba bebiendo, sin embargo, el sólo hecho de que esta acariciara su piel, regeneraba las heridas. Mareada, intentó escupir lo que había tragado, pero la fuerza del inmortal era mayor a la suya y le impidió regurgitar el líquido escarlata. No se volvería loca por esa sangre sucia de vampiro, pues la pelirroja ha probado la mejor de todas ellas y tampoco pertenecía precisamente a Darius. La develación de sus pensamientos le pareció confusa. Era un monstruo. Se esforzó nuevamente, intentó moverse, pero su cuerpo pesaba, sus manos estaban atadas. No, el enemigo no quería resucitarla así sin más nada, la dejaría agonizar como es debido, sólo para apuñalarle nuevamente y permitir que las heridas le enloquecieran hasta el punto sin retorno. ¿Podría ella caer en el abismo de la demencia aún más profundo de donde estaba? Exhaló el aire que llevaba guardado en los pulmones. No podía morir, pero tampoco vivir. ¿Qué era entonces su existencia? ¿Qué había hecho para merecer semejante castigo? Su respuesta fue sencilla, un único nombre.

Observó, entre la penumbra, las torres del castillo. El vapor de agua se elevaba por encima del barco y la lúgubre visión de un infierno, se asemejaba bastante a lo que sus orbes podían observar a través de sus pesados párpados. Gimió. El vampiro que la sostenía, lastimó su herida. Merlina levantó la mano ensangrentada y acarició su rostro. Sonrió con la desdicha en sus labios. -..q.. pru…e…ba..-Recorrió la mejilla ajena e introdujo su dedo índice en las fauces del neófito. Este se resistió, pero al final no pudo resistirse al impúdico sabor de la sangre en la gitana y succionó. Sus instintos provocaron que desenfundara los colmillos. Torció los labios en una mueca extraña. Y soltó a la gitana. El cuerpo de la hembra cayó al suelo lastimándole de nueva cuenta. A pesar de que el vampiro tenía el hambre de mil demonios, el temor a su amo era mayor a su desesperada necesidad. Merlina se arrastró entre el fango. –¡Mátame ya, maldita sea!- Más que un exclamo, fue sólo un susurro, una súplica…. Ahí estaba nuevamente la humana frágil, misma de la que se enamoró Darius y por la cual él había conocido lo que es realmente el dolor, la misma estúpida joven que había deseado su muerte innumerables veces, lástima la muerte jamás llega a nosotros cuando más la deseamos, sino cuando ya no la necesitamos.
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