Aserrín aserrán {Bastian Leroy}

por **Flann Seoirse O'Rourke** Dom Feb 03, 2013 10:15 pm

"Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
Piden pan, no les dan,
piden queso, les dan un hueso
y les cortan el pescuezo."

Aserrín aserrán

Era medio día y su pancita acababa de rugir como un verdadero león enjaulado en su tan diminuto cuerpo. Las horas habían avanzado sin darle alimento alguno desde el día anterior, y el vacío en su estómago se hacía cada vez más doloroso. Sabía que si no se hubiese escapado del orfanato ya estaría preparándose para recibir su segunda comida del día, pero ansiaba demasiado su libertad y esa vida pendenciera que había adoptado desde los seis años, en donde había escapado por primera vez para vivir en las calles en donde literalmente un perro callejero más. Sin embargo, ese día en especifico, el mercado estaba siendo flanqueado por un grupo de perros más grandes que se abalanzaban contra perro nuevo que vieran, así que transformarse no se hacía una buena idea.

Se sobó la pancita y miró a esos perros con odio, era mucho más fácil robar o pedir alimento cuando se era un cachorro, aunque tampoco podía negar que había habido un par de veces en que también le había costado caro. Aún recordaba ese incidente de la perrera municipal y aquel de la mujer que le había atrapado para llevarlo a casa con sus hijos. No podía negar que la idea de convertirse en un perro mascota también había sido tentadora, claro... si no hubiesen tenido en casa, otros tres perros con tendencias sexuales poco educadas.

Así era la vida, dura para algunos, demasiado fácil para otros pocos; por supuesto que a él le había tocado la parte dura, y si quería comer, tenía que trabajar o simplemente robar. Y por supuesto que nadie le da un trabajo fijo a un niño de tan corta edad y apariencia tan enclenque como la suya. Sus piernas literalmente parecían una pareja de cables a tierra revestidos de tela, hasta un pollo de corral tenía más piernas que Flann. Sin embargo, éstas eran lo suficientemente ágiles para correr, y lo dejaría en claro una vez más...

Se centró directamente en su objetivo, mientras lo observaba desde detrás de una esquina. El problema es que no era un ladrón novato y ya le habían visto y le tenían por completo identificado y vigilado en todos sus movimientos, pero él no lo sabía. La pasada estaba despejada, y el vendedor se había girado recién, dándole la espalda. Como una verdadera águila rapaz, se lanzó en picada para hacerse con una de las piezas de pan del mostrador y huir a toda velocidad, pero ya lo estaban esperando a la pasada y lo cogieron de la ropa para darle su merecido, mas el pequeño era tan escurridizo como un pez y a un par de tirones se zafó de los hijos del panadero para seguir corriendo.

Atravesó los pasillos del mercado, chocando con la gente y resbalando con el barro que muchas veces se juntaba en algunas partes del suelo. Se le daba bien la escapada, pero sus perseguidores también eran bastante ágiles y sus piernas prácticamente les doblaban en extensión. Aún así no dejó de correr hasta que los jóvenes le dieron alcance, agarrándole esta vez con mucha firmeza para comenzar a golpearle por ladrón.

El niño resistía encogido como una momia, protegiendo a su pan con todo su pequeño cuerpecito para que nadie se lo sacara. Golpes, tirones, nada bastaba para hacerle soltar su comida. Su resistencia le ayudaba y también su inexplicable fuerza. Sin embargo, no era de piedra y tras la última patada, por fin soltó aquella bendita pieza de pan para, sin nada que comer, caer al suelo una nueva vez.

por **Bastian Leroy** Lun Feb 04, 2013 1:56 pm

Su trabajo como cazador era un gran número de veces muy bien remunerado, pero era escaso. Lamentablemente las personas que más sufrían con el azote de personajes sobrenaturales eran las que menos recursos tenían… Las desgracias no vienen solas. Pero por lo menos lo que ganaba le servía para hacerse un buen mercado semanal y tener con qué alimentarse mientras estuviese en casa, o de viaje, como mayormente estaba. Era un ser errante, un hombre en constante movimiento. Podía estar muy recorrido, podía haber viajado ya casi por toda Europa, pero eso sí, no había lugar que más odiase que el mercado de París, bueno, los mercados de las otras grandes ciudades también los odiaba, pero este en especial lo odiaba mucho más ya que al tener a París como lugar de residencia le obligaba a asistir a allí más veces de las que él quisiese. El ruido, los olores, las miradas… Ese no era lugar para él, pero ahí estaba, intentando sesear una de sus necesidades más básicas.

Mientras eran pesadas frente a él algunas de las verduras que comparaba un fuerte alboroto se armó en los alrededores, algo normal, ese era el mercado, allí la idea de un día tranquilo era una completa utopía –Parece que han pillado a otro ladrón- Comentó con cierto desdén la mujer que le atendía, cosa que hizo girar el rostro del pelirrojo en dirección a los sucesos, sin embrago, en el punto en el que estaba apenas y podía ver algo –Ojalá le den una buena paliza- Bastian todo el tiempo permaneció en silencio, guardando su posición, aunque sin quererlo, su atención volvía a concentrarse en aquel alboroto -¿Quien ha sido?- Cuestionó la mujer mayor a un hombre que venía en dirección del incidente y este no tardó en responderle –Ha sido el niño del otro día-

-Un niño…- Las palabras salieron solas de los labios de Bastian, viniéndose de golpe a su cabeza los recuerdos de su pequeña hermana, la misma que ahora mismo debía andar sola y desprotegida en ese mundo tan cruel en el que vivían –Ella… ella me necesita- arrancó a correr a tal velocidad que parecía que fuese su vida misma la que estuviese en juego, poco importaron las compras que había hecho, ahora solo quería compensar un poco ese enorme vacío que había en su pecho.

Pero una vez más, había llegado tarde. Quedó totalmente inmóvil sintiendo como el mundo se detenía a su alrededor tras ver cómo caía aquel pequeño niño totalmente vencido. Era injusto, era cruel, era... inhumano -¿¡Qué creen que hacen!?- Apartó a ese par de tipos de un fuerte empujón, inclinándose enseguida para recoger del suelo el cuerpo del pequeño niño evidentemente golpeado y maltratado -¡Todo esto por un simple pan!- Acarició su delicado rostro, reprendiéndose así mismo por no dejar de ver en él la imagen de su pequeña hermana, le hervía la sangre con solo pensar que en algún lugar ella posiblemente estuviese sufriendo los mismo abusos que ese niño y no hubiese nadie cerca para protegerle –Pequeño mocoso- Palmeó lentamente una de sus mejillas, sosteniéndole entre sus brazos, sin apartar en ningún momento la mirada de su rostro -¿Estás bien?-

por **Flann Seoirse O'Rourke** Mar Feb 12, 2013 8:23 pm

"No te quiero ni decir
lo que tengo preparao
es un juego divertido
y se llama congelao."

Congelao

Cayó al suelo, quedándose ahí tirado, literalmente tirado y sin ningún tipo de reacción, parecía desmayado, o tal vez incluso muerto. Después de todo era un niño, un niño pequeño y flacucho que seguramente tenía muy poca resistencia, pero ¿A quién le importaba si era solamente un vagabundo? Los niños como él sobraban, abundaban y la calle estaba plagada de ellos, en cada esquina, en cada pasaje. La época más pobre de Francia había acabado hace apenas unos meses con el fin de al revolución y con ella también habían aparecido demasiado huérfanos. Realmente, escaparse del orfanato había acabado siendo un verdadero favor para el Estado.

De pronto se escucharon voces, tal parecía que alguien más había intervenido en su defensa y por ello apenas abrió un ojo y observar de curioso, mas enseguida lo volvió a cerrar. Sí, se estaba haciendo el “perro muerto”; aquel era uno de los trucos más viejos para cuando se entraba en desventaja con el enemigo. Si no podía contra ellos, les engañaba, al igual que algunos depredadores por naturaleza, cuya presa al verse acorralada, se quedaba literalmente congelada, tal y como si estuviera muerta y, cuando sus captores se descuidaban ¡Paft! Corría de nuevo y piececitos para qué los quiero. Por eso ahora sólo esperaba su oportunidad.

Sintió como las manos ajenas le recorrían el rostro, buscando traerle de regreso a la conciencia. Tuvo que aguantarse las ganas de reír, no podía hacerlo o quedaría en evidencia inmediata y aquello no era bueno, nada de bueno, pues un agresor que se siente engañado es un agresor peligroso. Esperó a que alguno de ellos se alejara, pero en vez de ello parecieron asustarse, después de todo, nadie quería ser responsable de cometer asesinato en plena vía publica, así que pronto ya no sólo las manos de su defensor le acariciaron el rostro, sino que otras más le palparon el cuello en busca de una señal de pulso.

Fue en ese momento, en ese preciso momento, en que una tercera mano le recorrió la piel, cuando el niño reaccionó, no sólo abriendo los ojos, sino que incorporándose rápidamente para morder la mano del que antes había sido su agresor. El hombre saltó hacia atrás dando un gran alarido de dolor y Flann, sin perder ni un sólo segundo, volvió a coger su pan y se echó a correr por el pasillo, aunque no sin antes decir — Gracias — a ese joven que le defendió.

El hombre mordido echó mil maldiciones y se quejó de que ese día ya no podría volver a trabajar, que se le inflamaría e infectaría la mano, y que la próxima vez que viera a ese mocoso infeliz, de seguro no le dejaría con vida. Todo el resto del mercado volvió entonces a la normalidad. Sólo había sido un robo más, un robo de esos que nuevamente habían perdido y eso les dejaba con un poco de rabia mientras todos regresaban a sus puestos y a sus compras; todos, incluyendo el joven que le había ayudado.

No tenía pensado volverse a encontrar con él nuevamente, pero cuando le vio pasar por delante de su nariz, se apresuró en tragar el pan que tenía en la boca y se puso de pie para darle alcance y tirarle de la ropa un par de veces, tal y como si tocase de una campanilla y, cuando el joven le miró, el niño sonrió enseñando todos sus dientes llenos de migas.

— Holi — le saludó y le ofreció un trozo de su pan recién ganado, del que aún quedaba la mitad — ¿Quieres? — le preguntó con una sonrisa traviesa, pues de seguro el muchacho entendería que le estaba compartiendo su botín. — Muchas gracias por defenderme ahí atrás, no cualquiera lo hace, la mayoría sólo mira. Por cierto ¿No sabes si sangró?... ese que mordí — le preguntó en verdad ilusionado de haberle al menos sacado un pedazo — ¡Uy! Me habría encantado verlo correr y chillar como niñita — rió con el mismo aire travieso, ese de un niño de calle que podría incluso darle clases a cualquier adolescente.

por **Bastian Leroy** Jue Abr 11, 2013 2:30 pm

Había sido engañado, y de la manera más descarada, aunque a decir verdad, no sintió ningún tipo de molestia en algún momento. Estaba realmente preocupado cuando fue a parar cerca del condenado mocoso, y más aún cando le vio desfallecer cerca a él. Se estaba preocupando de más, pero es que eso era algo que se escapaba de sus manos, era muy impulsivo, más cuando se trataba de personajes así de inocentes. Miró preocupado a la mujer que le tomaba el pulso esperando una buena noticia de su parte, pero lo único que recibió fue la burla del pequeño moreno quien con una violenta mordida reaccionó de repente, cambiando por completo el contexto de aquella situación. Era un pillín, un pícaro, un ladronzuelo pero estaba bien. Así que aun de rodillas en el suelo y viendo como todos a su alrededor se quejaban del pequeño ladrón Bastian solo pudo echarse a reír. Él también había sido su víctima, de manera indirecta pero lo había sido, por lo menos las cosas volvían a su orden y todos allí habían aprendido su lección, hasta él. No todo lo que aparentemente se ve frágil e inocente lo es, aunque siendo sincero, si la historia volviese a repetirse él actuaría de la misma manera que lo había hecho y no se arrepentiría de ello.

-Maldito mocoso- Limpió sus ropas y dando un fuerte suspiro retomó sus tareas, no debía perder tiempo ni pasar un segundo más allí, quien sabe que otras cosas podrían pasarle, por eso odiaba el mercado de París, se prestaba para tantas cosas y a la vez se veía jodidamente igual todo el tiempo. Ante la vaga promesa de no dejarse distraer por nada en el mundo reanudó su recorrido; Al iniciarse el alboroto él apenas estaba comenzando a hacer sus compras y ahora debía empezar todo de nuevo. –Por lo menos me dio las gracias…-

Cuando estuvo a punto de partir y con una mano cargada de bolsas sintió que alguien tiraba de sus ropas, y más por curiosidad que por interés se giró para verle, encontrándose una vez más con aquel joven rostro que le había cambiado la mañana –Pequeño ladronzuelo- Respondió a su aludo con una media sonrisa, es que ¿Cómo podía odiar a alguien que muy amablemente le estaba convidando a comer de un pan que le había salido más que costoso? Pero eso sí, aun deseaba darle un par de coscorrones para que no fuese tan imprudente. ¡Pudo salir malherido!, pero en todo caso, ese no era su problema –Gracias, pero yo ya llevo aquí mi comida del día, además te mereces comerlo por completo, yo no recibí ninguna patada para obtenerlo- Se estaba conteniendo los sermones, aunque le era inevitable no hablar de la manera sarcástica como lo hacía. No aprobaba su comportamiento, pero ¿Quien era él para enseñarle lo que estaba bien o mal? Además, aun a su corta edad ese pequeño mocoso parecía estar muy bien recorrido y parecía que sabía bastante bien lo que hacía.

-¡Te agarra otra vez y ahí sí no sales vivo!- Quiso regañarlo, pero su frase terminó en una estrepitosa risa –Nunca había escuchado tantas maldiciones y amenazas juntas. Y no sé si sangró, estaba distraído observando a un mocoso que se lanzó a correr cuando yo creía que estaba para ser llevado a un hospital. Pero… Sí le dolió. Quiere matarte y lo digo enserio- Se inclinó hasta quedar más o menos a su altura, soltando un fuerte suspiro por no ser capaz de dirigirle al menos una queja, reprobaba su comportamiento, pero no podía juzgarle sin conocer si quiera su estilo de vida –Deberías alejarte del mercado por un buen tiempo, la próxima vez nadie garantiza que tengas tanta suerte- Bastian le habló con total naturalidad y con muy buen humor, luego irguió su cuerpo ofreciéndole un par de bolsas –Ayúdame a llevarlas a casa, te recompensaré por ello. Pero claro, antes tienes que prometerme que por un buen tiempo, no volverás a poner un píe en el mercado de París-

Spoiler:

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