Fingal Kinnaird

-Nombre del Personaje: Fingal Kinnaird (white stranger from the summit/peak)
-Edad: 16
-Especie: Homo sapiens
-Tipo: abandonado por su familia
-Clase Social: baja
-Cargo: estudiante (becado) de arqueología de la U. de París
-Lugar de Origen: Glasgow, Escocia

Su rostro surcado de las marcas de la viruela son la prueba feaciente que debería haber muerto cuando sólo tenía 4 años y fue atacado por la enfermedad. De algún modo su organismo se las arregló para sobrevivir, pero jamás ha mostrado algún atisbo de robustez. Su extremada delgadez es engañosa, pues sin mayores dificultades puede resistir mucho tiempo estudiando o investigando; aunque su corazón se acelera mucho antes de lo normal y debe mantener un ritmo tranquilo para sus tareas. Su cuerpo, por lo demás, muestra fragilidad y cualquier caída significaría una fractura; lo que compensa con buenos reflejos y una considerable agilidad. Diestro con las herramientas de su trabajo, posee una fineza motriz envidiable; siendo capaz de remover la partícula de polvo exacta de alguna reliquia importante cuando es necesario. Sus ojos son inquisitivos y de tono indefinido, su nariz se muestra ancha y gallarda siendo la evidencia de su sangre escocesa junto con su acento duro. Blanco como la nieve, deja esbozar una tenue rosadez en sus mejillas bajo las cicatrices. Su boca muestra labios delgados y poco notorios, como si quisieran ocultar algún secreto.

Su gran trauma de la infancia le hace ver que cada día es una bendición y cada oportunidad podría desvanecerse como un suspiro. Tiene sus metas claras y sabe lo que quiere lograr, su ambición está ribeteada por una sabiduría que es engañosa para ser casi un niño todavía. Sabe que la precaución es lo que le ha permitido mantenerse vivo y su intuición le falla en raras ocasiones. De pocas palabras, pero dispuesto a participar en clases, puede dar buenos fundamentos para sus posturas y mostrar un intelecto contenido; como si temiera que si su liberación le condujera a ser mirado todavía más extraño por sus pares y futuros colegas. Sin embargo, en privado, puede sorprender siempre a sus profesores con ideas novedosas. Muy ordenado y metódico, lleva siempre registros de cada uno de sus avances y experimentos, especialmente aquéllos que siente debe hacer a espaldas del mundo por considerar que hay cierto conocimento que le ha sido otorgado a modo de bendición y debe estar seguro de los hechos antes de divulgarlo. De todos modos, carece de buenas habilidades de manejo social y es torpe en las reuniones formales o al relacionarse con personas desconocidas. Aunque parece retraído, puede ser sumamente astuto a la hora de elaborar planes para conseguir sus fines; aunque rara vez pasa de la etapa de las ideas, pues ellas pasan muy rápido en su mente como si fueran un torbellino prácticamente inatrapable. Aún así, algunas logran concretarse y de allí que gran parte de sus descubrimientos sean sorprendentes aún para el círculo científico más prominente de la facultad de Ciencias sociales.

Apenas y conoció a su padre, que partió a la guerra cuando apenas había cumplido un año. Sólo conserva exiguos recuerdos de su voz dulce, pero firme; y de la forma en que acariciaba su cabellera como si fuera una suave brisa del norte. Su aroma a campos de cebada y lúpulo eran característicos y cada cervecería le trae recuerdos de su infancia. Su madre, al contrario, jamás le prestaba mucha atención; pues debía mayor preocupación a sus tres hermanas menores, trillizas y muy lloronas. De no ser por su hermana mayor, quizás hubiera terminado ahogado en el río a la primera oportunidad; a ella la reconocía más como su figura femenina de autoridad y buscaba entre sus compañeritas de juego a la más parecida para proponerle matrimonio. Su cuarto cumpleaños trajo el desastre, pues su guardiana falleció llena de horribles pústulas y fue de ella que se contagió; el resto de su familia huyó hacia Inglaterra, por lo que finalmente fue recogido por los monjes de una abadía local que se asombraron al notar que la infacción parecía ceder luego de varias semanas. Su sobrevivencia fue tomada como una señal divina y se aseguraron de brindarle las mayores atenciones y cuidados, aquéllas que jamás había tenido. Fue instruído en el catecismo y también en filosofía, pero su deseo de aprender era incontenible; y al poco tiempo fue necesario alfabetizarle para permitir a sus maestros realizar sus labores religiosas y de mantenimiento de los cultivos de autosustento. Nunca tuvo problemas en brindar su energía para escarbar la tierra, sembrar, quitar malezas y hasta cosechar hortalizas; pero cada vez que hallaba algún objeto extraño podía permanecer horas mirándolo e intentando averiguar como es que había llegado allí o como había sido fabricado. Para su séptimo cumpleaños ya era un experto en retórica y matemáticas, lo mismo que para la lingüística y la herbolaria; tan incontenible era su pasión, que ya estaba comenzando a terminar toda la literatura disponible y por ello debía solicitar permiso para ir a la biblioteca del pueblo. A los 10 años ya había aprendido todo lo que en su reducida ciudad estaba disponible, así que con una recomendación del prior fue conducido a Londres para mostrar sus talentos a la Royal Society. Sus integrantes apenas y podían contener la sorpresa ante tan agudo niño, cada una de sus preguntas era respondida con sutileza y sin divagaciones; así fue que le otorgaron una beca para estudiar en el College, donde lamentablemente jamás encontró alguna carrera que le acomodara, por lo que decidió en su décimocuarto cumpleaños marchar al continente hasta la orilla del Senna. París lo recibió con los brazos abiertos y toda la paciencia de su academia; así con más espacio, tiempo y libertades, pudo hallarse finalmente haciendo memoria de los extraños artefactos del campo de tomates. Allí en la Bibliotèque Royal se abrió su conciencia a lo infinito de la complejidad de la naturaleza, de como conocer el pasado explica el presente y da atisbos de lo que será el futuro. Ya estaba listo y escogió con el corazón adónde quería llevar su destino, sólo golpear la puerta correcta y finalmente iniciar su verdadera carrera, haciendo realidad todos sus sueños.

Si debe estar rodeado de personas desconocidas, se preocupa de vendar convenientemente su cara para evitar miradas curiosas. Siempre carga consigo el primer diente de leche que perdió y fue recogido por su hermana; junto con un pequeño recipiente con un nuevo ungüento facial que según las investigaciones recientes podría, a muy largo plazo, permitirle limpiar su piel y borrar para siempre sus cicatrices.