Anael V. Leblac

-Nombre del Personaje: Anael V. Leblac
-Edad: 20 años
-Especie: Humano/Cortesana
-Tipo, Clase Social o Cargo: Media alta.
-Orientación Sexual: Heterosexual. No hace referencia a su profesión.
-Lugar de Origen: Paris, Francia.
-Habilidad/Poder: Provocar y dar placer.

Cuando Anael dio paso a la pubertad fue vista como una muchachita encantadora, pero en la actualidad es doblemente sensual, doblemente preciosa, haciendo uso de refinados y sensitivos movimientos que en fechas recientes ha sosegado los sentidos de gente pagana que se da sitio en el burdel. Y hablando de ellos, lo que estos suelen fijarse en ella y que predomina por encima de una anatomía jugosa, son esos relucientes orbes de tonalidad indescifrable, pues mientras a la luz del día, como a la tenue luz de las velas se envuelven en un cálido verde meloso, en cambio en el momento extasiado de sus actos de lascivia pueden llegar a tornarse de un marrón intenso, llegando a ser también misteriosos y más grandes que de costumbre; y unas cejas ligeramente pobladas; eso sí, perfectamente delineadas, que hacen de sus ojos su encanto personal a la hora de seducir. La tez de su piel es blanca y tan deliciosa como la porcelana. Su melena oscura, y sedosa que casi siempre vislumbra en una cascada lisa a raíz de la espalda, respaldan su rostro ovalado y su nariz pequeña. La clientela no suele reparar en ello al momento de sus tratos, pero de su estatura es de lo único que Anael no puede alardear frente a sus compañeras, pues aunque no es bajita tampoco es muy alta. De sus atributos podemos atribuirle unos senos redondos y firmes; nalgas prominentes; caderas ligeramente anchas y unas piernas bronceadas, largas y delgadas; sus armas básicas para dar contestación a los mas íntimos y bajos placeres tanto de hombres como de mujeres.

La muchacha no es de sangre fría pero tampoco es de alma limpia. Hablemos de ella sin tapujos, una doble cara. Como puede ser generosa (que casi siempre lo es con la gente que aprecia de verdad), también puede llegar a ser bastante egoísta, es manipuladora, porque según ella así tiene que ser si desea salir del ojo oscuro de la sociedad. Y aunque por razones obvias no lo parezca, es conservadora, retraída en ocasiones, tratando de no volver a encender las viejas heridas que le condenaran por un momento de debilidad. Y si llega a pasar por momentos susceptibles espera que el mundo que conoce esté ahí para ella, sobrecogiéndola, dándole muestras de apoyo, sin importarle en lo más mínimo si la otra persona transita por dificultades similares o todavía peores; porque podrías darle a ella lo mejor de ti, pero de Anael hacia a tu persona está por verse, debiéndose esto a sucesos del pasado. Vanidosa por naturaleza como todas las mujeres. Sabe que su vida se encuentra en un mal momento, atorada en el mundo de la lujuria y pasiones arrebatadas, pero a pesar de esto cree en una mejor vida, siendo ella una romántica empedernida, que añora la llegada de un buen hombre que la acepte sin los estereotipos que le marcan y le saque de ese agujero para convertirse en madre y esposa. Soñadora a más no poder, y siempre con la misma fortaleza con la que ha tenido que salir adelante desde los últimos cinco años. Ha sido tal decepción de las personas en quienes confió ciegamente, que se ha visto en la necesidad de modificar muchas cosas en ella, empezando por borrar aquellos matices de honra y benevolencia.

No forma parte de los miembros de la alta aristocracia, claro está, y aunque jamás llegó a ser de los bajos estándares sociales hasta ahora, algún día perteneció a una de las familias más adineradas de París. Y es aquí donde sabrás quien es realmente Anael V. Leblac. Su verdadero nombre es Anelisse O’ de Auxerrois, la primogénita e hija mayor de los Duques de Auxerrois.
Era una noche tranquila pero calurosa del mes de agosto, los clamores en el parto de la pobre mujer, daban aviso apremiado a la llegada de un bebé. Por fin, después de fracasados intentos en búsqueda de un heredero, la Duquesa de Auxerrois había conseguido darle un hijo a su esposo. Estaba agotada pero gozosa, ya podía imaginarse la reacción de su esposo al ver la carita de la pequeña. Sin embargo, el temor apareció cuando emocionado, el Duque de Auxerrois apareció a sus expensas bajo el umbral de la gigantesca puerta, que su cuestión inmediata fuese: ¿Fue varón? , y el matiz de su rostro se palideciera al recibir un “Mujercita” por respuesta. Fue de esperarse, este que con indiferencia apenas y le trataba, Anael creció sin el cariño de un padre, que si tenía, y, pese haber estar rodeada de gente que le apreciaba, Anael en sus fantasías llegaba a verse a ella como la damisela en apuros y a su padre como el caballero andante que iba a su rescate. La negación de su padre sólo le volvió más caprichosa e insolente, motivo por la cual hiciera que su nana saliera de sus casillas y le diera unas buenas tundas y cachetadas cuando nadie pudiese percatarse de tal barbarie. Anael no sufrió de carencias, por supuesto, siempre se le buscó darle todo lo deseado por mas ridículo e imposible que esto fuera; se le impartió clases de piano y violín a partir de los nueve años, así como también se le enseñó a leer, escribir y hacer cuentas matemáticas, en pocas palabras todo lo bien material y moral que por parte de su madre pudiera darle. Pero el tormentoso pasado comenzó el día de su debut para la sociedad. Los Duques de Auxerrois habían organizado un baile para llevarlo a cabo. Desde el balcón de su habitación, Anael, veía a carruajes y caballos venir y salir, multitudes de clase alta como media alta ingresar a Auxerrois House con sus mejores ajuares y joyería de primer mundo. El resultado fue el esperado por la joven, quien engalanada en un precioso vestido esmeralda acaparó las más de treinta miradas que se encontraban presentes en ese momento en aquella estancia. Rápidamente fue asediada por un grupo de caballeros de buen porte, jóvenes como otros no tan jóvenes, convirtiéndoles en excelentes candidatos a decir verdad, pero Anael se fijó especialmente en uno: Un hombre atractivo como misterioso que había llegado solo. Nadie lo conocía o al menos no los invitados de esa noche. El hombre la había estado observando desde las penumbras, pero lejos de parecerle tenebroso le resultaba sumamente interesante tal cual nuevas tecnologías en tiempos de ignorancia. Esa fue la vez en que se conocieron. Pronto, él dio a conocer sus intenciones de pedirla en matrimonio, y aunque se podría decir que muy poco se sabía de él, los Duques Auxerrois no vacilaron al disponer de fecha, sabiendo lo necesario para descartar que se tratase de cualquier innoble. Pero días antes de la esperada fecha, y no pudiendo más con la pasión que inundaban, los amantes se entregaron en cuerpo y alma, para luego, él sin tener ni una gota de compasión, caridad por quien llegó a amarlo sinceramente, desapareció sin dejar rastro, dejando encinta a Anael y a un bastardo en camino. Cuando Anael dio a luz, se le prohibió a costa ver a la criatura, haciéndole creer que este había muerto. La muchacha se fugó de casa, al caer en una terrible depresión que casi la lleva a la muerte, para luego ser puesta a salvo y curada por un trío de cortesanas, que le ayudaron a sobresalir en la profesión. Ahora Anael vive solo a través de vagos recuerdos, a falta de memoria.

- Sabe tocar el piano, aun sin saber de dónde proviene tal habilidad.
- Le gusta leer novelas románticas.
- Tiene una cicatriz en forma de luna bajo su melena provocada en el accidente que provocó su pérdida de memoria.
- Algunas veces le vienen memorias que le causan terribles dolores de cabeza.
- Por extraña que sea, tiene debilidad en sus creencias por los seres oscuros que puedan rondar la noche de Paris. Algunas veces se siente observada por ellas.