Hassa Sudairi

■ Habilidades o atributos innatos:

-HABILIDADES: SIGILO, SENTIDOS AUMENTADOS, BUENOS REFLEJOS, AGILIDAD, FLEXIBILIDAD, VELOCIDAD Y FUERZA SOBREHUMANA.

-ATRIBUTOS: COLMILLOS AFILADOS, UÑAS AFILADAS, PIEL Y CUERPO RESISTENTES, E INMORTALIDAD.


■ Poderes innatos:

- SANACIÓN ACELERADA: HABILIDAD PARA SANAR RÁPIDAMENTE HERIDAS Y CONTUSIONES NO TAN GRAVES (ESTO NO APLICA AL DESMEMBRAMIENTO, SI LES ARRANCAN UN BRAZO, EL BRAZO NO VOLVERÁ A CRECER). EL TIEMPO DE RECUPERACIÓN VARÍA SEGÚN EL PERSONAJE Y LA GRAVEDAD DE LA HERIDA O LESIÓN. CUANDO SE TRATA DE BALAS DE PLATA O FUEGO PUEDEN MORIR SI LAS HERIDAS SON MUY GRAVES.

-PERCEPCIÓN DEL AURA: HABILIDAD PARA VER LAS AURAS DE OTROS SERES, CUYOS COLORES INDICAN SU HUMOR, IDENTIDAD Y NIVEL DE HOSTILIDAD, DE ESTE MODO SABEN SI ESTÁN BAJO AMENAZA. ESTE PODER TAMBIÉN LES PERMITE RECONOCER A OTROS VAMPIROS E IDENTIFICAR A LOS LICÁNTROPOS GRACIAS A SU AURA COLORADA Y SU CARACTERÍSTICO OLOR.


■ Poderes

-RASTREO: PODER DE RASTREAR LA LOCALIZACIÓN DE UN OBJETO O CRIATURA. EL PERSONAJE PUEDE DESCUBRIR LA SITUACIÓN DE CUALQUIER PERSONA A LA QUE CONOZCA, DONDE QUIERA QUE ESTÉ EL BLANCO EN UN RADIO DE VEINTE KILÓMETROS.

-TELEPATÍA: HABILIDAD PARA SONDEAR LOS PENSAMIENTOS SUPERFICIALES DE CUALQUIER SUJETO CERCANO Y ESCUCHARLOS COMO ESCUCHARÍA HABLAR A ESA PERSONA. CON EL TIEMPO SUFICIENTE, PUEDE ENTERARSE CASI DE CUALQUIER COSA SOBRE EL SUJETO.

-CONFUSIÓN: EL VAMPIRO PUEDE HACER QUE SU VÍCTIMA SE SIENTA COMPLETAMENTE DESORIENTADA SIN MÁS QUE MIRARLE A LOS OJOS Y HABLAR CON ÉL. LA VÍCTIMA SÓLO SERÁ CONSCIENTE DE FRAGMENTAOS SUELTOS DE SUS PROPIOS RECUERDOS. SE SENTIRÁ CONFUSO CONSTANTEMENTE Y VAGARÁ DE UN LADO A OTRO, ATURDIDO Y SIN SABER QUE HACER EXACTAMENTE. LA CONFUSIÓN ES TEMPORAL.

Misteriosa, sigilosa, seria y meticulosa, una verdadera psicópata. Hassa Sudairi se caracteriza por su frialdad y temple, ese que sólo da la falta de cordura. Tiene una mente ágil, es perceptiva y despectiva por igual. Mordaz, sarcástica, sardónica, psicótica, Hassa está loca. Sus intrincados mecanismos mentales tejen una red en constante corto circuito, pero jamás estalla, su carácter medido y calculador no le permite ataques de ira, quizá allí radique su morbo natural, en la premeditación de sus actos, en el convencimiento de que su realidad es la verdad, es el bastión por el cual luchar, el ideal de apoyo. Predica un profundo desprecio por el sexo femenino, criada entre mujeres que acabaron con su inocencia, forjó un odio visceral hacia las de su mismo género, y se traduce en la especial atención que proporciona en asesinar a sus víctimas femeninas, sin embargo, no bebe de su sangre, ¡le repugna! El péndulo sobre el que oscila su compleja psiquis, varía entre la demencia y la angustia constante. Nostálgica y depresiva, si hay que hablar de Hassa en la actualidad, podemos decir que su esplendorosa belleza contrasta con sus apagados sentimientos. Aún continúa aferrada al pasado que la marcó y la convirtió en un ser eterno, su humanidad la convirtió en cruel y despiadada, y el vampirismo sólo exacerbó esas dotes y la convirtió en una verdadera artista de la muerte, en una detallista obsesiva, que hará que cada pincelada de dolor se convierta en una obra clásica. Cínica, irónica, descreída y amoral. Sólo se es fiel a sí misma, porque ya no le queda nadie a quien jurarle lealtad. Le quitaron lo único que le quedaba, al ser que le devolvió la esperanza, y sólo busca una cosa: la venganza. Y hará lo que sea para conseguirla.

Karima fue la primera hija del Sultán Mehmed IV y su concubina predilecta, una ucraniana comprada a sus padres, de nombre Hürrem. La madre de la pequeña Karima –su nombre significaba “primera entre las favoritas”-, la enseñó que el mundo en el que estaban, era completamente injusto, luego de que a los cinco años le robase las ropas a las demás esposas de su padre y éstas aparecieran desnudas en medio de una reunión importante, mientras reclamaban y gritaban, Mehmed no tuvo más opción que llamar a su hija predilecta y, muy a su pesar, castigarla duramente con siete latigazos en la espalda. Hürrem, mientras le curaba las heridas, le canturreaba y le explicaba que allí, las mujeres no tenían ni voz ni voto. Que de donde ella venía, las cosas no eran tan distintas, pero no existía tanta brutalidad. Karima la escuchaba con atención, mordiéndose el labio inferior y aguantando los sollozos. Su madre era la mujer más hermosa que existía, ninguna de las concubinas se le ponía a la par, tenía el cabello rubio, los ojos verdes y los labios carnosos, y se parecían mucho. Además, tenía un gesto siempre dulce, aunque en su mirada se veía melancolía. Una nube de tristeza cubrió el Palacio, cuando en enero de 1670, Hürrem –Alexandra era su nombre real-, murió como víctima de una intriga que idearon las tres esposas que le seguían. Se descubrió el complot y las mujeres fueron asesinadas a latigazos en la plaza pública. Sin embargo, Mehmed perdió la cordura, esa era la mujer que amaba y la única de todas a la que respetaba y que lo respetaba. Tanta fue su desesperación, que vio a Karima tan igual a su madre, y decidió tomarla por esposa. Era un hombre intransigente, su voz era la ley, y si él decía que su propia hija debía casarse con él, así debía ser, además, ya había tenido su primera menstruación. La niña tenía tan sólo diez años, no comprendía cómo era posible que aquella confusión formase parte de su vida, pero acató la norma, y Mehmed la desposó. La noche de bodas fue horrible, su peor pesadilla, su papá la tocaba en partes de su cuerpo que ella no imaginaba que tenía, la besaba por cada centímetro de su piel, le dejaba marcas con sus dientes, y luego, cuando él se desnudó y la penetró, el dolor de su carne fue desgarrador. Se balanceaba dentro de ella sin escuchar sus ruegos de que parase. Cuando se retiró, la dejó acostada, mientras lloraba y contemplaba la mancha de sangre que cubría las sábanas blancas.

Nadie esperaba que la pequeña y dulce Karima cambiara tanto con su matrimonio. A pesar de que detestaba a su padre, lo recibía en su cama y se sometía a todos sus caprichos, a cambio del poder que le confería ser la favorita. No tardó en imponer su voluntad sobre las demás esposas, y a los trece años concibió un niño, que nació prematuro, pero sobrevivió. Lo llamaron Mustafa, y para alegría de su madre, sacó el mismo verde de sus ojos. Se hizo odiar por todos los habitantes del palacio, a los cuales trataba con crueldad por más mínimo que fuese su error. Hasta el mismo sultán la respetaba y le temía, o quizá el mayor miedo era a que se había enamorado de su propia hija, y era la única que lo satisfacía como quería. Karima era inteligente y perspicaz, era a ella a quien el Mehmed consultaba desde asuntos domésticos hasta los de mayor envergadura estatal, y la joven siempre le daba la respuesta justa. Cuando Mustafa tenía tres años, nació su segundo hijo, ésta vez una niña, a la que le pusieron el nombre de Hürrem, en honor a la difunta consorte. Los dos pequeños eran los únicos que sacaban lo mejor de Karima, con ellos era feliz y dulce, los mimaba y los besaba, y hacía caso omiso a los hombres que le decían que aquellas demostraciones públicas de afecto estaban fuera de las normas. La sultana sabía que su padre-marido jamás haría algo para contradecirla, por ello, se tomaba esas reprimendas con total liviandad. En la primavera de 1678, probó el elixir del verdadero pecado, cuando una comitiva de la Mancomunidad polaco-lituana visitó el Imperio Otomano para una reunión protocolar con Mehmed. Karima quedó prendada de los ojos azules y la cabellera negra de un general de nombre Marek Sobieski, hermano del Rey, pero de manera ilegítima. Él la descubrió de noche, cuando se perdió en los intrincados pasillos del lugar, y no pudo evitar el embrujo de su mirada y de su cuerpo. Durante siete noches se encontraban y conversaban, él, con su voz grave le contaba de un mundo diferente, la octava jornada se animó a tomarla de la mano, la novena le acarició el cabello, la décima la besó como nunca pensó que podía ser besada, y la onceava la recostó sobre unas telas y le hizo el amor. Karima jamás pensó que podía gozar de aquella manera, y las ocho siguientes noches, se sintió mujer por única vez en su vida. Idearon un plan para escapar junto a sus dos hijos, pero la sultana sabía que la encontrarían, y dejó ir a Marek, volviendo la nube negra a erigirse sobre su vida.

Su existencia gris tras haber probado la pasión, se tornó más oscura, y Karima fue consecuente con ello, mutando de su endiablado genio a ser la viva encarnación de Lucifer. Mandó a matar a tres hijos del sultán, que eran a su vez, hijos de las mujeres que habían asesinado a su madre, acusados de supuesta traición. El califa le creyó, y aceptó que estos fueran decapitados. Mehmed estaba cerca de los cuarenta años y sufría del corazón, y era Karima quien manejaba todos los asuntos del Imperio para cubrir su debilidad. Se sentía poderosa y única, y fue en la cima del poder, que conoció a un extraño hombre, de nombre Edgar, que se coló en su habitación una calurosa madrugada de 1684. Él era guapo y encantador, Karima no supo bien cómo pasó, pero permitió que él le abriera las piernas y se enterrara en su interior. Se mantuvo ajena a todo eso, como si no fuese ella misma, luego, el hombre mostró sus colmillos, y ante la mirada atónita de la joven, se hundió en su garganta y bebió su sangre hasta hacerla perder el conocimiento. Karima sintió que su corazón dejaba de latir, y luego que un líquido tibio se esparcía por su garganta. “Bebe” le repetía la voz del extraño, y ella le hacía caso, luego recordó su rostro, y se dio cuenta que hacía varios años, él había acompañado a Marek en la comitiva. Cuando despertó, volvieron a tener sexo, ella aún en una nebulosa, pero cuando llegó al clímax, su instinto le dijo que mordiera la garganta del desconocido y succionara, y así lo hizo, hasta que él le ordenó que parase. Se presentó como Edgar, le dijo que hacía años vio en ella potencial y que había vuelto para unirla a su plan, que ahora era una vampiresa, que no debía salir a la luz y que se alimentaría de sangre. Se sintió confundida, pero estaba extrañamente feliz. “Soy como un padre para ti, a partir de éste momento” le dijo Edgar. “¿Por qué todos mis padres quieren acostarse conmigo?”, respondió ella, vistiéndose. Karima caminó hacia la habitación donde sus hijos dormían, y cuando el deseo de beber de su sangre fue imposible de contener, corrió hacia donde estaba su creador, que le explicó que los mataría si llegaba a tocarlos. Decidió irse junto a él, dejando a sus dos criaturas. Recorrió varios lugares de extraños nombres, conoció sitios que jamás imaginó que existirían, y cometió crímenes que nunca pensó la harían sentir satisfecha.

Durante años siguió la pista de Mustafa y Hürrem, y sufrió con las muertes de estos, ambos muy jóvenes, a causa de una epidemia. Ese fue el último vestigio de humanidad en la vida de Karima, que se cambió el nombre por Hassa Sudairi, para que no quedaran restos de aquella mujer vejada. Conoció a Victorio en París, un vampiro que había sido convertido antes que ella también por Edgar, y se convirtieron en amantes, hasta que, simplemente, ambos se cansaron uno del otro y terminaron siendo una extraña especie de hermanos, y para Hassa él representaba un verdadero sentimiento humano, parecido al que sus hijos le transmitían, pero acentuado por la inmortalidad, que la volvió más posesiva y controladora. Un día, él simplemente cogió gran cantidad de dinero y objetos de valor, y desapareció. Ella le insistió a Edgar para que lo buscaran, no aceptaba haberlo perdido a él también, pero éste se negó. Hassa decidió volver al Imperio acompañada por Edgar, y éste hizo uso de sus poderes para que todos creyeran que era esposa del sultán. Ella mantuvo su lugar como una poderosa sultana, se dedicaba a matar a las demás concubinas. Para que no se notase su ausencia durante el día, Edgar creaba ilusiones e instalaba recuerdos en la mente de todos. Eran un dúo perfecto, pero Hassa extrañaba a su hermano. Casi dos años pasaron viviendo de esa manera, pero una noche, cuando la vampiresa despertó fue en busca de Edgar, y lo encontró con un hueco en el pecho y le faltaba el corazón. Intentó averiguar quién había cometido el crimen, pero no lo consiguió, y decidió partir a París, allí dio con datos que indicaban que su creador había sido víctima de la Inquisición, y decidió dejarse atrapar para convertirse en una más de ellos, en una condenada que desde el interior, arrasaría con todo el que haya tenido que ver con la muerte de su querido Edgar.

■ Antes de asesinar a sus víctimas, les gusta crucificarlas. Fetiche creado por la aberración que le provoca la religión católica.

■ Es misógina, motivo por el cual, no bebe la sangre de sus víctimas mujeres.

■ Busca vengar a su creador

■ Llegó a París para buscar al vampiro con el cual formaban un trío que ella creía invencible, con la esperanza de volver a los viejos tiempos y de que la ayuda a dar con los asesinos de Edgar.

■ Odia la sangre de los animales

■ Aún ostenta el cargo de sultana