• Lo que no nos decimos •

por **Kerevan D. Flourite** Dom Abr 14, 2013 6:15 am

Había sido una casa, luego una tienda de libros, y ahora era su local, su futura tienda de muñecas. La calle era la misma en la que se encontraba asentada la tienda de antigüedades del joven Antinous, y no era precisamente una casualidad sin más, aunque ahora poco importaba, pero algún día volvería y él estaría esperando. Se había encargado de que el viejo que regentaba la librería, decidiera vender, a causa de ciertos problemillas con unos entes que no podía controlar. Fantasmas que movían cosas, que le estaban enloqueciendo. Claro que él no sabía de qué se trataba ni que iban bajo las órdenes del brujo que le había echado el ojo a aquella ubicación.

Ahora era suya, y estaba allí para echar un vistazo. El otro había sacado todos sus libros, pero había dejado los muebles más básicos, como algunas estanterías y mostradores, además de la cama que tenía arriba y hasta algunos libros que no quería. Kerevan se había hecho cargo de mandar a un par de sus sirvientas para que limpiaran el lugar y lo dejaran como si allí no hubiera vivido nadie, además de airearlo un poco y quitarle el olor a viejo y cuero.

Dejó el sombrero, bastón y chaqueta en un perchero que había colocado en la entrada, pasando los dedos por el mostrador donde atenderían a los clientes. El sitio tenía esa planta, donde estaba el cuarto de cara al público y una trastienda, de la cual descendían unas escaleras hacia un sótano que iba a preparar como taller. Arriba, en la segunda planta, ya había preparado lo que sería el alojamiento para su empleado, Vinnie Pendragon, un muchacho de apariencia femenina que necesitaba un lugar en el que quedarse. Al cual, estaba esperando en ese preciso instante. Ya habían hablado de que tendría que ir ese día, para comenzar a prepararlo todo y a hacerse con el lugar, así que el brujo, en su espera, se entretuvo sacando algunas muñecas básicas y sencillas, colocándolas por las distintas estanterías de la tienda y viendo qué tal quedaban.

Habían aun varias cajas sin deshacer, repletas de muñecas, piezas sueltas, vestidos y demás cosas necesarias para montarlo todo. Se repartían por la tienda, la trastienda y algunas que ya habían sido bajadas al sótano. Parte del trabajo de Vinnie residiría en colocarlo todo. Pero eso ya se lo aclararía cuando este llegase, y esperaba que no se retrasara más, porque detestaba la impuntualidad.

por **Vinnie Pendragon** Miér Abr 24, 2013 4:16 pm

La vida lejos de casa era agotadora y sin duda difícil, en el pueblo solo debía hacer las cosas que acostumbraba, todo completamente monótono pero sin duda mejor, no me perdía, no me retrasaba ni tenía inconveniente en el campo. Aunque detestaba tener que hacer el trabajo con las mujeres por mandatos de mi padre ¿Por qué yo? Que era tan hombre como mi hermano gemelo, siempre hubo una razón para aquello y es por la cual le odio más que a nada en el mundo.

Huir de casa nunca estuvo dentro de mis planes, pero a aquel fanático seguidor del maldito Merlín había que atacarle cuando un plan ya estuviera completamente formado, no quería mantenerme más a su lado, se arrepentiría de lo que me había hecho, del destino que me dio y por usarme como un vil conejillo de indias jodiendome la existencia.

Las conversaciones y ruidos que escuchaba a mí alrededor eran solo susurros a comparación de mis pensamientos que eran gritos que solo yo podría escuchar. Hace un tiempo había conocido a un hombre que podría ayudarme, al menos dándome un lugar donde quedarme por ahora a cambio de que cuidara la tienda de la cual me había hablado, a su vez quería que me enseñara lo más que pudiera pero eso debería esperar hasta tener un poco más de confianza.

Mi cabello que se movía mientras caminaba y por el viento que venía en contra me incomodaba un poco por lo que al cabo de un rato lo hice a un lado de mi rostro atado con una cinta. Llegue a la tienda y entre haciendo sonar la campana que estaba instalada exactamente para sonar cuando alguien entrara, mire al hombre que allí se encontraba sin una expresión muy alegre pero tampoco era como si estuviera molesto, simplemente le observe con tranquilidad.

-Bueno Días… lamento la tardanza…¿Cómo se encuentra? - Me excuse y pregunte mientras miraba minuciosamente hasta el más pequeño rincón, debería ordenar todo esto… sería un arduo trabajo pero esperaba terminar con todo esto pronto , por lo que comencé a ayudarle tomando las muñecas con sumo cuidado ya que esperaba no arruinar ninguna – ¿Las cajas cerradas tienen más muñecas? – dije para saber si podría abrirlas para seguir ordenando.

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