El Traciano

Reso es un hombre de estatura prominente, un metro ochenta aproximando respalda su figura, de brazos y piernas bastantes largas, sus extremidades son fuertes, fornidas y bien tonificadas, sus pectorales y abdominales no han sido esculpidos por algún ser superior, pero desde el tiempo en que fueron bien trabajados ahí quedaron. De cabello castaño oscuro, sus ojos son azules cuál zafiros brillantes, su barba no es prominente pero aún así raspa. En sus épocas de gladiador siempre fue su vestimenta particular y preferida la de su villa Traciana, el atuendo de gladiador categoría a la que algunos años perteneció con honor, valentía y voluntad propia. Ahora viste común y corriente pues esas épocas hace mucho tiempo que pasaron y dejaron de representarle, de representar él a estas, todo esta en el olvido, al menos eso quiere creer. Suele vestir ropas ligeras y poco exuberantes, no es ningún dedicado a la moda, en realidad le es indiferente, mientras nadie haga alaracos al verle le da igual. Siempre va armado con su Sica una espada encurdaba en el filo, típica y fuertemente representativa de los Tracianos, tribus fuertes que quedaron en el olvido así como la lengua de esta, claro por él no, siempre recuerda lo que es, Traciano, por el resto lo fue.

El estereotipo de hombre atormentado le queda muy bien, y así es. Reso es un hombre atormentado por su pasado, por su presente, por su futuro. Pero más que atormentado él es una sombra del hombre que alguna vez fue, de Reso nada queda, de Spartaco tampoco le queda nada, ni siquiera el papel que interpreto por casi diez años de esclavitud y otros cinco más de rebelde. Todo el honor, todo el valor, todo el orgullo, todos los triunfos, toda la sangre, las espadas, los escudos, las lanzas, los mandobles, los látigos, la arena, el sudor, todo eso está en el pasado, si tan solo el dolor y el sufrimiento también, todo sería tan diferente, tanto se ahorraría, pero no, en vida o en muerte, es igual, por más que Reso corra sus fantasmas le persiguen, ellos nunca se cansan, son casi tan invencibles como Spartaco, él es una leyenda convertida en deshonra. Y también son casi tan despreciables como lo que queda de Reso. Además de atormentado es un hombre muy inestable, y su humor es tan variante como la vida misma, en algún momento puede estar enojado, en otros feliz, triste, sin chispa, con chispa, radiante, oscuro, deseosos, otros insoportable, altanero, patán, pleitista, respondón, maleducado, desubicado, transgresor, valiente, todos pequeños retazos de lo que alguna vez fue, ¿y cómo poder ser alguien? Si ya no tiene motivos para hacerlo, cuando se dio cuentas que todas sus palabras fueron en vano, todas sus amenazas, todas sus frases no preparadas, todas sus ilusiones, sus sentires y sus anhelos, cuándo nada queda ya por lo que luchar, ni siquiera un título, ni siquiera una obligación, o por temor a una represalia, ¿para qué seguir caminando? Es la pregunta que se hace cada noche de su existir, por qué, por qué no murió realmente, los odia, al lanista, al militar, putos romanos, desgraciaron su existir, y aún después de haberlos matado eso no bastaba, tan solo empeoro, antes podía morir, tal vez se reuniría con ella, ahora no podrá saberlo, jamás podrá reunirse con ella, solo recordarla cada día y cada noche, llorar su recuerdo, su debilidad, sus fallas, sus inocentes creencias, atormentarse no es opcional, es una necesidad constante, es lo justo, lo que se merece por todo aquello que hizo mal, todo esto ronda su cabeza, lo sabe, lo tiene presente, sabe que en otro mundo podría estar con ella, si sus decisiones no hubieran sido esas, pero, ¿qué opción tenía, qué opción hay ahora? Tal vez nada cambio, solo su carencia de amor, la carencia de la luz, la carencia de su corazón, ella ya no está, su sol ya no sale, ya no conoce el sol pues lo perdió, y la que hacía latir su corazón ya no puede hacerlo, desde la noche en que se convirtió a lo que es, su alma si es que tenía y existía ya no le pertenece a él, si se va de aquí por todo lo que hizo, por lo que es, ya no se juntará con ella.

¿Qué es? Un borracho, un pertrecho, un vampiro que sobrevive a consta de otros, gracias a otros, gracias a su sangre, ironías de la vida, tal vez un justo castigo, derramó tanta sangre en la arena, en las batallas campales, y ahora atesora cada gota para sí mismo, para su necesidad, para persistir, porque si él deja de ser el recuerdo de su esposa también, cuán grande puede ser la tortura y la condena, incluso los demás gladiadores fugados no tienen la mala fortuna que tras muertos se les mancille el nombre, él, lo que una vez fingió ser, quizás hasta hoy en Roma se conozca el nombre con repudio, se recuerde el hecho, la masacre, la rebelión, quizás no, ojala que no, porque Spartaco ya no les recuerda, ya no existe. Además Reso es un vicioso, se dedicó a las apuestas como cuando era joven, apuesta sobre lo que sea, bebe, se coge putas, mujeres, siempre el mejor placer junto al alcohol para un hombre sin metas, sin futuro, sin nada que valga la pena más que ese mundo mismo, la perdición, la basura, la mala “muerte” Todo aquello de lo que se alejó por ella ahora que no está él vuelve a esto, supuestamente debería honrar su memoria, y no, sigue haciéndolo todo mal, pero es así el agujero de cangrejos, donde estas a punto de jalar te jalan de vuelta, y a la vez tú mismo no dejas a otros avanzar, incluso tú mismo torpemente te enredas con otros para dificultarte aún más la labor, Reso es un ser perdido sin valor alguno, al menos así se considera, tal vez el Galo tenía razón, siempre será un perro y no importa lo que haga, como se vista, con que armadura le cubran, la categoría que le den, su único mérito fue luchar y encontrar, ¿para? Luego perder. Típico. Más allá de todo el tormento Reso es astuto y calculador, frio, se muestra la mayoría de las veces incredulo a algo superior, mejor descrito, reniega de un ser superior o seres superiores pues en parte también tiene resentimiento por ellos si existen, pero de alguna manera en su ser todavía descansa la bondad, escasa pero ahí está, simplemente no tienen nada por lo que resaltarla, hizo todo lo que un hombre pudo hacer, ahora como vampiro solo le queda morir de la vida, y seguir arrastrándose, lo mejor que hace, tal vez en una cantina, tal vez en un prostíbulo, tal vez en una casa de apuestas, solo tal vez.

Este niño Traciano nació en Berge, una pequeña villa perteneciente a la región de Bisaltia un pequeño pueblo traciano que se encontraba al noroeste de Anfípolis, sus primeros años de existir los pasó recolectando de las higueras, vides y olivos, inclusive también pasteando ovejas, se podría decir que era una vida normal en una villa tranquila que si bien estaba expuesta a los peligros casi siempre la vida era tranquila, pero pronto con los años las cosas cambiarían, pues los deseos de poder y expansión siempre pueden más que la razón y que las vidas mismas que se pierden por estos, su hogar sufrió ataques, niños muertos, mujeres violadas, la familia de Reso no sufrió daño alguno puesto que las fuerzas tracianas pudieron contra los invasores, cualquiera pensaría que ahí terminaría la mala racha pero no, el ataque a Berge simplemente sirvió de llamada de atención para todos, cada varón capaz de sostener una Sica estaría obligado a llevarla, practicar con ella y volverse un soldado para defender a su pueblo, con valentía el joven acepto esa labor, si bien siendo un infante desconocía todo valor sobre la vida y lo que se implica perderla o quitarla, tenía claro que preservar las vidas que apreciaba, las memorias, sus hogares, la dignidad de su gente, todo eso estaba bien y era digno, honorable, y ahí mismo el día que se hizo hombre dio su palabra de proteger hasta el último respiro a cada tribu traciana por más lejos que esta estuviera, sin importar las consecuencias, sin importar el precio. Reso todo un buen soldado, lo que sus padres esperaban de él, lo que la villa espera de un joven lleno de fuerza y vitalidad con posibilidades, mostró ser uno de los mejores luchadores de todo Berge, pronto se ganó el respeto de la gente importante, de los soldados, no habían lideres técnicamente, todo era una unión perfecta, por eso las decisiones eran difíciles de tomar, siempre en grupo, tal vez motivo por el cual Reso si bien no se distrajo o alejo del mundo de las armas, se podría decir que buscó un camino mucho más placentero, y si, un joven apuesto con cierto nivel de reconocimiento, en buena forma y con facultades de tener algo por lo cual tirar la conversación charlatana, enseñar los músculos y demás. Las mujeres, un mundo que le llevo al de las apuestas, al juego de los dados, y demás. Esas épocas locas que todo hombre tiene, ¿no? No era algo mal visto, ninguno de sus encuentros nocturnos e incluso diurnos con las muchachas bellas de la villa, la fama de don juan pronto creció, se podría decir que fue cotizado, que cada muchacha joven conocía su nombre, sus dones y para todo, todo lo que podía ser bueno. Bien armado decían, Reso tal solo estaba disfrutando de su juventud, y proteger la villa era una labor quizás ya del pasado, no habían recibido más ataques, y ahora mismo le importaba no demasiado más ahí persista como soldado.

Tanto las mujeres como el juego le distraían pero la gente suele hacer la vista gorda cuando no causa el mayor daño, ese fue el problema, que una mujer no hizo de la vista gorda con él, más si le llego a capturar por completo. Sabrá Júpiter o Jesús, cuál fuera el que existe, que hizo o que tuvo la mujer para lograr que el Traciano no metiera el falo en otra vagina que no fuera la de ella, Reso se enamoró perdidamente, la amo, sentó cabeza y se hizo un hombre de una sola mujer, un hombre de hogar, casado y con esperanza de hacer hijos que le dieran un buen legado, volvió de lleno al mundo de la guerra y la defensa, ejemplar como nadie, gracias a ella, a pesar de que sus maneras no fueran las de él, ella siempre citando a los Dioses, diciendo qué le habían dicho tal cosa, o le habían ordenado tal cosa, o había visto tal cosa en sueños, él quizás no le creía a los Dioses pero a ella sí, y solía guiarse de sus consejos, todo esto dio buenos resultados hasta aquel día en el qué desobedeció, maldito él día. Los Romanos llegaron como siempre con exigencias que creían merecían tener por el simple hecho de ser Romanos, arrogantes como siempre, mirando a su pueblo por encima del hombro, si bien eran aliados ellos les veían como menos, como simples carnes para sumar a su batallón, para usarles cuando quisieran, los Tracianos siempre consientes, por eso se resistían de tal manera a ellos, mas esta vez la oferta era buena, unirse a las filas Romanas para destruir por completo a los pueblos enemigos, algo que nadie podría rechazar, Reso fue de los primeros imprudentes en proponerlo, así fue como todo empezó o mejor dicho, ¿todo lo bueno termino? Tal vez. La noche anterior para partir a la guerra Reso tuvo por penúltima vez a su mujer, la hizo suya como siempre, con la promesa de ya no pelear más, y no tener que vivir pensando que tal vez podría morir a manos de una espada enemiga, pues la misión era destruirlos a todos. Y él lo dijo, se lo dije, acabar con todos. Su esposa le dijo entonces “mátalos a todos” Palabras que no olvidaría jamás.

La mañana para partir nuevamente su esposa venía con una última de sus visiones, la más extraña de todas, él arrodillado frente a una serpiente roja, no lo aceptaba, era el miedo de su subconsciente probablemente, la guerra estaba a puertas y su palabra estaba dada, dejo el listón respectivo en el mulso de su mujer y partió no sin antes darle mil besos apasionados. En la primera batalla triunfaron, los Romanos tardaron como siempre pero llegaron y terminaron de aplastar gran parte de la fuerza enemiga, todo estaba saliendo a la perfección, todo hasta que la tiranía Romana empezaba a salir a flote, el Legatus de turno deseaba que los soldados Tracianos partieran a Roma para luchar contra sus enemigos principales, ¿y los propios? Las aldeas estaban a punto de ser atacadas y eso a ellos no les importaban, Reso armado de valor mató a toda la guardia Romana del Legatus y dejo inconsciente a este, su pueblo quedo anonadado pero pronto rompieron filas para salvar o intentar salvar a sus villas respectivas. Tarde para Berge, tarde para muchas otras ciudades, todo quemado y los enemigos ya violando a las mujeres, pero suerte en ese momento para Reso, salvó a su mujer y huyo con ella, ¿y cómo no hacerlo? Su crimen sería la muerte en Roma, si le encontraban moriría, no teme a la muerte, teme no poder seguir con su mujer, por eso mismo huyo, y por última vez en un campamento improvisado con una pequeña fogata tras ser curado por su amada mujer la hizo suya, por última vez. En sueños tal vez todo sería hermoso, se mudarían dejando todo atrás a otra tribu Traciana que hubiera soportado el ataque, sus conocidos tal vez todos ya estén muertos pero no importaba pues ella estaba con él, una nueva vida y debía mantener su promesa de no levantar más la espada, sería difícil en estas circunstancias pero lo haría, soñaba ya, con sus hijos, incluso con sus nietos, iba siendo tiempo, pero no, el sueño se hizo trizas al despertar, ver como su mujer le era arracada de sus brazos por unos malditos soldados romanos, esto era mucho más doloroso que las patadas y puñetazos que los romanos y el Legatus le propinaban en cada parte de su ser, le perdía, sus gritos de dolor eran por ella, no por él.

Despertó en un barco junto a algunos Tracianos, los que le habían acompañado en su pequeña escaramuza contra los hombres del Legatus, ¿esto era la sombra de Roma? Los habían encontrado, algo realmente sorprende, no podía creerlo entre su dolor y su falta de sentido, completamente mareado tan solo podía preguntar por su mujer al resto de los hombres, los resultados eran los peores, él lo sabía, pero no le importaba, la iba a encontrar, iría a por ella, aún con la sentencia de muerte que pesaba sobre él, no tenía ni idea de cómo hacer para sobrevivir y recuperar a su mujer pero lo haría. ¿Manera de morir? Luchando, digna de un soldado según muchos, al llegar a la provincia de Capua, su lucha sería contra hombres para no morir en la arena, aunque la sentencia estaba, acabaría con todos los gladiadores y soldados con tal de sobrevivir y buscar a su mujer. Y justo ahí, en la arena, rodeado de unos cuantos cadáveres, y contra un gladiador, vio que su mujer tenía razón, la serpiente estaba plasmada en el escudo, ella nunca le defraudaba, en cambio él lo hizo al no seguir su consejo y ahí mismo lleno de ira mato al gladiador, la muchedumbre aclamo por él, por un Traciano condenado a muerte sin nombre para ellos, sin embargo Legatus no pretendía dar tregua, enviados tres hombres más y así como fueron enviados fueron cayendo por su espada, una hazaña inhumana para un sucio pueblerino que tan solo había luchado unas cuantas escaramuzas en su vida, así lo veían los hombres importantes desde el palco, pero para la gente solo había una palabra “Que viva” y se repetía miles de veces, incontables, en todas las bocas expectantes “Que viva, que viva, que viva, que viva, que viva” El pobre Legatus tuvo que aceptar el mandado y venderle como esclavo a un lanista, tan solo otro paso para la mierda que se avecinaba. Una horrible que le causaría el peor de todos los males, algo que cambiaría su existir para siempre, lo peor de lo peor.

Todos los principios son difíciles, todos, siempre. Tuvo muchos problemas para adaptarse de su libertad a la esclavitud más la promesa del lanista para encontrar a su esposa le hizo calmarse, le hizo luchar fielmente, ganarse el respeto, bajo el nombre de Spartaco, el nuevo campeón de Capua. Pero, la felicidad momentánea se volvió completa perdición, ahí la carroza que luego de años le traía a su mujer, la carroza atacada, su mujer agonizando, la sensación era indescriptible, tanta sangre, tanto dolor, tantas lágrimas, tanto sufrimiento, para qué, para qué unos sucios ladrones de caminos le quitaran a su mujer, su odio incontrolable, su rabia más aún, quería matarlos a todos, a cada Romano, ser gladiador era la excusa perfecta, el honor por matar, el pase libre por derramar sangre, los años seguían pasando, cada vez su fama era mayor, todos adoraban al gran Spartaco, los rumores iban más allá de Capua, estaban en Roma, el mismo Legatus le odiaba por ser lo que ahora era, y él le odiaba por arrebatarle a su mujer, él era el causante de que ella fuera atacada, de que fuera esclava, de todo esto, tenía que matarlo. Su objeto único poder comprar su libertad para hacerlo, ¿pero sería fácil? Cada vez que ganaba dinero su cabeza valía más y más, un sucio truco de negocios irreversible, y sobrellevar la razón de no tener motivo para vivir y tan solo ser una máquina de matar, constantes alucinaciones, recuerdos tormentosos, pesadillas noche tras noche, tras noche, tras noche, jamás se detenían, siempre había que sufrir en sus pesadillas recordando su rostro, recordando todo lo que paso, no había manera alguna de liberarse de eso tampoco. Mataba porque podía hacerlo, sin razón de vivir, así hasta la noche en que supo la verdad gracias a un incidente desafortunado con el cochero que había traído a su mujer, las heridas de su ataque no estaban, ¿cómo era eso posible? Lo interrogó, lo torturó y gracias a eso supo la verdad, el hijo de puta del lanista le hizo matar para que este no tuviera motivos de irse o de querer comprar su libertad, entendía todo, el caería, lo juró, lo mataría con su espada, le cortaría la cabeza, los mataría a todos, como su mujer pidió, sí, eso haría. La tarde en que todo acabo, donde el lanista murió junto a su mujer, junto a sus grandes y renombrados invitados, todos los que habían ido a verle matar al Galo, para suerte de este se unió a la causa, todos los esclavos y gladiadores escaparon tras el mar de sangre y así empezó una rebelión total.

Spartaco durante largos años fue el responsable de una de las más importantes rebeliones en Roma, respetado todavía, hasta el final lucho contra sus enemigos pero sus fuerzas mermaron en muchas localidades, fue en Capua donde nuevamente le destino le enfrentaba a ese maldito Legatus, le mató pero este le dejo el peor de todos los destinos, una criatura de colmillos lo perforo y cuando despertó la luz le quemaba, ¿qué era? ¿En qué le habían convertido? Su rebelión se apagaba, su gente moría y él era una abominación que necesitaba sangre, pero no de esa manera, sentía la necesidad de beberla, su camino se descarrío notablemente, empezó a vagar por Roma como un hombre libre, Reso, nadie le conocía, nadie sabía que era el Treciano Spartacocausante de toda la destrucción, pero el karma tal vez existe, ¿cómo un ser así de infernal podría tener el favor de sus dioses o de dios? ¿Cómo? Maldito Legatus, este hombre sabía que morir en parte era un anhelo pues estaría con ella, le destrozo hasta lo último, la oportunidad, siendo un demonio bebedor de sangre que supuestamente no posee alma cómo poder ir con su mujer, tantas cosas que le dijo, que ni los dioses los separarían, que ella era su sol, que ella le hacía latir, tal vez nada fue mentira, porque en parte triste desde que ella se fue no salía de su celda más que para entrenar, los rayos del sol ya eran pocos y ahora escasos, y sin ella, no habría ninguna luz que le ilumine más, ni siquiera con sus recuerdos atormentados. Reso siguió su infinito existir hasta el día de hoy, sin una razón, sin una motivación, sin una misión, sin esperanza, sin ganas de ser, sin ganas de seguir, lo único que le mantiene unido con este mundo es el recuerdo de sus penas, de sus pecados, de todas las desavenencias que alguna vez cometió, de cada cadáver que se pudre en la tierra por culpa de su mano, de sus espadas, existir es una lucha constante en su interior, lo perdió todo hace mucho, y es que ella lo sabía, su razón para vivir no está, y que ella no exista significa que no disfrutara la vida, y ahora, ni la muerte. Estupefacientes, alcohol, putas y juegos, es lo único que “disfruta” porque aún con eso está vacío, hasta la última de sus noches eternas.

Piel y cuerpo resistentes, flexibilidad y Velocidad
Persuasión, telepatía y sentidos aumentados
Fuerza sobrehumana y percepción del aura
Infringir dolor por medio de la mente
Sanación acelerada y colmillos afilados
Agilidad, sigilo y buenos reflejos
Uñas afiladas e inmortalidad

No a olvidado nada de su entrenamiento como Gladiador, ni como soldado, mas ya no usa la violencia para resolver sus problemas, no se considera digno de volver a empuñar una espada a pesar de llevar la suya consigo todas las noches. Domina varias lenguas, Traciano, Español, Latín, Francés e Italiano. Posee bastos conocimientos sobre lucha y el uso de todo tipo de armas incluidas las nuevas (Armas de fuego)

No se podrá liberar de la sombra de su perdida, jamás volverá a tener la luz.