AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Yo, sin ti
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Yo, sin ti
Cuando yo muera, no me veré morir, por primera vez.
VOCES- Antonio Porchia
VOCES- Antonio Porchia
"Hay quienes pretenden llegar al cielo desde el infierno sin pasar antes por la tierra"
Y ahí me encontraba yo, solo, en una enorme mansión, rodeada de mujeres, hombres y niños, todos y cada uno de ellos sabían quién era yo, y más de uno viviría para servirme, y aun así estaba solo. Y es quizá por eso que me aferro tanto como puedo a su recuerdo, y es quizá por eso que hoy no he podido quitarme su cruz del cuello.
Las personas pasan de frente mientras yo trato de poner mi mejor cara, la verdad es que no dejo de pensar en ella. Cuando alguien se me acerca y extiende su mano para saludarme lo miro a los ojos para ver si puedo encontrar los de Helena, me pasa con todos; mujeres y hombres. Mi alma la añora con tanto anhelo que ha perdido la capacidad de procesar cualquier otra cosa que no sea su imagen.
Después de un tiempo nadie se acerca más, tal vez han comprendido que esta noche no es la indicada o quizá el verme pegado a la barra de alcohol, como si fuese la de una taberna, los desilusiona y prefieren molestar a otros “oficiales” con sus falsas pretensiones e ideales, La Republica “esto”, La Republica “aquello”; rebeldes un día, partidarios el otro.
Con los pocos momentos de lucidez que tengo a los largo de mi velada pienso en el verdadero propósito de esta reunión. Observo a todos y cada uno de los oficiales y los noto incomodos, distante, nadie quiere estar aquí, nadie quiere “mezclarse”. Más de uno preferiría la compañía de sus soldados en una choza o en una tienda mal oliente que permanecer aquí un minuto más. Por fortuna han asistido también más de un General y un par de senadores, y son ellos los que pelean esta batalla por nosotros, son ellos los que escuchan sin cesar el parloteo constante y repetitivo de los Condes, Barones, Lords y demases hombres y mujeres con intereses.
Pareciese no valer la pena entonces que yo siga ahí, como una estatua, y me escabullo casi sin querer, sin ser visto por nadie. Me encuentro entonces de nuevo solo, un balcón de aquel palacio en el primer piso me sirve de cueva, uno entre 700 para asegurarme de que fuese sólo mía. La cueva que todos necesitamos.
Es una noche hermosa afuera, el sonido de los grillos acompaña mi silencio y las estrellas hacen de mi cueva el perfecto lugar para estar, lleno de sombras. He “encontrado” una botella de whisky en algún cuarto de la mansión y la he traído conmigo. No me considero un alcohólico pero si un amigo de él. Quienes bebemos en exceso lo hacemos para recordar, quienes lo hacen recurrentemente lo hacen para olvidar. El humano promedio, yo por ejemplo, no es capaz de hacer dos cosas al mismo tiempo con la misma eficacia ni la misma atención que requiere cada cuestión, sin embargo, beber es la excepción. Se puede beber todo lo que uno quiera y pensar todo lo que uno quiera al mismo tiempo.
Y casi como por enésima vez dirijo mi mirada hacía mi pecho, por dentro de mi uniforme, cerca del corazón, y veo aquella cruz, aquel pequeño pedazo de metal moldeado, aquella única cosa que tengo de ella.
Una vez ella me dijo que un momento definía tu vida – Este es mi momento – dijo.
Las personas pasan de frente mientras yo trato de poner mi mejor cara, la verdad es que no dejo de pensar en ella. Cuando alguien se me acerca y extiende su mano para saludarme lo miro a los ojos para ver si puedo encontrar los de Helena, me pasa con todos; mujeres y hombres. Mi alma la añora con tanto anhelo que ha perdido la capacidad de procesar cualquier otra cosa que no sea su imagen.
Después de un tiempo nadie se acerca más, tal vez han comprendido que esta noche no es la indicada o quizá el verme pegado a la barra de alcohol, como si fuese la de una taberna, los desilusiona y prefieren molestar a otros “oficiales” con sus falsas pretensiones e ideales, La Republica “esto”, La Republica “aquello”; rebeldes un día, partidarios el otro.
Con los pocos momentos de lucidez que tengo a los largo de mi velada pienso en el verdadero propósito de esta reunión. Observo a todos y cada uno de los oficiales y los noto incomodos, distante, nadie quiere estar aquí, nadie quiere “mezclarse”. Más de uno preferiría la compañía de sus soldados en una choza o en una tienda mal oliente que permanecer aquí un minuto más. Por fortuna han asistido también más de un General y un par de senadores, y son ellos los que pelean esta batalla por nosotros, son ellos los que escuchan sin cesar el parloteo constante y repetitivo de los Condes, Barones, Lords y demases hombres y mujeres con intereses.
Pareciese no valer la pena entonces que yo siga ahí, como una estatua, y me escabullo casi sin querer, sin ser visto por nadie. Me encuentro entonces de nuevo solo, un balcón de aquel palacio en el primer piso me sirve de cueva, uno entre 700 para asegurarme de que fuese sólo mía. La cueva que todos necesitamos.
Es una noche hermosa afuera, el sonido de los grillos acompaña mi silencio y las estrellas hacen de mi cueva el perfecto lugar para estar, lleno de sombras. He “encontrado” una botella de whisky en algún cuarto de la mansión y la he traído conmigo. No me considero un alcohólico pero si un amigo de él. Quienes bebemos en exceso lo hacemos para recordar, quienes lo hacen recurrentemente lo hacen para olvidar. El humano promedio, yo por ejemplo, no es capaz de hacer dos cosas al mismo tiempo con la misma eficacia ni la misma atención que requiere cada cuestión, sin embargo, beber es la excepción. Se puede beber todo lo que uno quiera y pensar todo lo que uno quiera al mismo tiempo.
Y casi como por enésima vez dirijo mi mirada hacía mi pecho, por dentro de mi uniforme, cerca del corazón, y veo aquella cruz, aquel pequeño pedazo de metal moldeado, aquella única cosa que tengo de ella.
Una vez ella me dijo que un momento definía tu vida – Este es mi momento – dijo.
Larden- Licántropo Clase Media
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Re: Yo, sin ti
Y para estar total, completa, absolutamente enamorado,
hay que tener plena conciencia de que uno también es querido,
que uno también inspira amor. — Mario Benedetti.
hay que tener plena conciencia de que uno también es querido,
que uno también inspira amor. — Mario Benedetti.
Cada vez que ella miraba al cielo lo hacía creyendo que podría encontrar quizás ahí una respuesta. Sus ojos solían elevarse por horas hasta que al fin la oscuridad volvía a asentarse y le devolvía la realidad de la que tan lejos solía vivir la mayor parte del tiempo. Fuera de su hogar eran otras las tribulaciones que la aquejaban, en gran parte protagonizadas por quien además podría ser capaz de quitar de su cabeza todas las preguntas que amenazaban con no desaparecer jamás con tan sólo un par de palabras o quizás con una pequeña mirada. Claire sin dudas este atardecer se encuentra un poco más agitada de lo normal, su pie se mueve contra la tierra del jardín y las manos le tiemblan. Necesita un poco de tabaco en los labios para reemplazar una boca que extraña
Pero sus planes cambian y sin darse cuenta ha comenzado a caminar al segundo de haber dado todas las instrucciones en casa. La idea es por supuesto alejarse lo más posible de ese lugar que en vez de ser sinónimo de su lugar de máxima paz, se ha convertido en precisamente todo lo contrario. Los pies le duelen pero aún así no se detienen, algunos que pasan por su lado le dan algunas miradas extrañas y es que tal vez su pelo revuelto o las mejillas sonrojadas por la caminata le dan una apariencia más cercana a aquello que posee interiormente, lo más probable es que para muchos, al igual que en su hogar, sólo sea una presencia más que a ratos es invisible.
— ¿Cómo que no puedo entrar? ¿Sabe usted quién soy yo? ¿Sabe quién es mi esposo? — con cada pregunta el tono de su voz se eleva un poco más. Está visiblemente alterada, su imagen no muestra lo que ella intenta explicar y por mucho que la tela de sus ropas cueste incluso más que el sueldo de aquel guardia que le impide la entrada, ahora con la suciedad en ella luce como cualquier otra loca mujer intentando atravesar las puertas de aquel elegante edificio donde jamás podrían poner sus pies en normales condiciones. — ¿No me crees? ¡Cómo te atreves a no creerme! — algunas cabezas se giran en su dirección, todo parece haber escapado de su control y es en ese preciso instante en que se da cuenta que ya ha tocado fondo.
¿Qué está haciendo ahí realmente? Una de sus manos se eleva y con ella se cubre la boca, el grito ahogado que expulsan sus pulmones se transforma en sollozos secos que no se acompañan de lágrimas. Hace mucho que no llora y mucho menos lo haría ahora en público frente a aquellos que la han humillado. Sus ojos esta vez no miran hacia el cielo, cada paso que dan sus pies es seguido por una mirada sorprendida y en cierto modo consternada. Los escalofríos le erizan la piel, es tal como si sintiera una oscura presencia cerca, pero todo lo que puede ver a su alrededor es gente que no repara realmente en su presencia. ¿En qué momento se convirtió en aquello que tanto odió siempre?
Cada minuto de la vida le golpea fuerte, a cada momento se pregunta si podrá seguir de pie. ¿Cuánto más soportará antes de caer? El tiempo corre en su contra, cada vez más rápido. Sería ingenuo de su parte creer que alguna vez podría conseguir algo sin que eso le trajera consecuencias.
Pero sus planes cambian y sin darse cuenta ha comenzado a caminar al segundo de haber dado todas las instrucciones en casa. La idea es por supuesto alejarse lo más posible de ese lugar que en vez de ser sinónimo de su lugar de máxima paz, se ha convertido en precisamente todo lo contrario. Los pies le duelen pero aún así no se detienen, algunos que pasan por su lado le dan algunas miradas extrañas y es que tal vez su pelo revuelto o las mejillas sonrojadas por la caminata le dan una apariencia más cercana a aquello que posee interiormente, lo más probable es que para muchos, al igual que en su hogar, sólo sea una presencia más que a ratos es invisible.
— ¿Cómo que no puedo entrar? ¿Sabe usted quién soy yo? ¿Sabe quién es mi esposo? — con cada pregunta el tono de su voz se eleva un poco más. Está visiblemente alterada, su imagen no muestra lo que ella intenta explicar y por mucho que la tela de sus ropas cueste incluso más que el sueldo de aquel guardia que le impide la entrada, ahora con la suciedad en ella luce como cualquier otra loca mujer intentando atravesar las puertas de aquel elegante edificio donde jamás podrían poner sus pies en normales condiciones. — ¿No me crees? ¡Cómo te atreves a no creerme! — algunas cabezas se giran en su dirección, todo parece haber escapado de su control y es en ese preciso instante en que se da cuenta que ya ha tocado fondo.
¿Qué está haciendo ahí realmente? Una de sus manos se eleva y con ella se cubre la boca, el grito ahogado que expulsan sus pulmones se transforma en sollozos secos que no se acompañan de lágrimas. Hace mucho que no llora y mucho menos lo haría ahora en público frente a aquellos que la han humillado. Sus ojos esta vez no miran hacia el cielo, cada paso que dan sus pies es seguido por una mirada sorprendida y en cierto modo consternada. Los escalofríos le erizan la piel, es tal como si sintiera una oscura presencia cerca, pero todo lo que puede ver a su alrededor es gente que no repara realmente en su presencia. ¿En qué momento se convirtió en aquello que tanto odió siempre?
Cada minuto de la vida le golpea fuerte, a cada momento se pregunta si podrá seguir de pie. ¿Cuánto más soportará antes de caer? El tiempo corre en su contra, cada vez más rápido. Sería ingenuo de su parte creer que alguna vez podría conseguir algo sin que eso le trajera consecuencias.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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