AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Torture Device (+18) | Privado
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Torture Device (+18) | Privado
So let's hear you scream...
A diferencia de otras noches, esta vez sus pasos tenían un destino, un objetivo. La seguía a ella, a su neófita, la jovencita de cabellera rojiza y rostro de ángel, a la que había condenado por mera diversión. Desde la conversión ella no lo había visto, de hecho era probable que ni siquiera reconociese el rostro de su creador, puesto que en las horas más críticas de un recién mordido, los sentidos se debilitan, la vista de nubla, los sonidos se distorcionan. Por eso la vigilaba en silencio, indagaba en su nueva vida, la estudiaba y, ahora que se había hartado de actuar desde las sombras y creía que había llegado el momento justo se mostrarse ante ella, estaba dispuesto a dar el golpe y aparecer en su vida.
Caminaba lentamente, pasando por entre la gente que apenas le prestaba atención, demasiado ocupados como para advertir la presencia de un tipo más deambulando por las calles de la bella París. Esos que se dignaron a lanzarle alguna mirada, no parecieron escandalizarse al ver al hombre alto de apariencia jovial, cuerpo esbelto y una boca de labios gruesos manchados de sangre, y no lo hicieron tal vez al imaginar que se trataba solamente de alguno de esos hombres buscapleitos que abundan en las calles, que van de aquí a allá, metiéndose en problemas, y que después no saben cómo salir de ellos sin golpes de por medio. Pero la realidad era otra muy diferente a la que los ingenuos mortales se imaginaban. Por sus cabezas jamás cruzó la idea de creer que ese hombre al que veían avanzar con sangre en la boca y ropa, no era en realidad un hombre, sino una bestia carente de cualquier sentimiento, y tan carente estaba de ellos que la sangre que aún escurría por su boca, manchando su camisa, era la sangre de dos criaturas inocentes, madre e hija que erróneamente habían creído en ese rostro de aparente amabilidad, ignorando por completo la mirada de loco que Craig siempre había poseído, que habían caído en sus garras para nunca más volver.
Así pues, Craig la tenía en la mira y ella, ingenua y negligente, ni siquiera se imaginaba lo que le esperaba. No tenía idea de la bestia insensible que estaba tras sus pasos, pero sobretodo, no tenía idea de que, una vez que Craig se declara dueño y poseedor de algo o de alguien, es muy difícil hacerlo desistir de ello. Ahora estaba maldita. Él la había marcado con su sangre. Se había encaprichado con la muchacha y estaba dispuesto a hacer de ella su juguete personal.
Se detuvo en seco cuando ella hizo lo mismo, y con su desarrollado sentido de la visión, la contempló desde metros atrás sin problema alguno. Su boca se torció en una media sonrisa cuando identificó aquel signo de incertidumbre en el rostro femenino. Le encantaba, le fascinaba, le divertía. No era más que una cachorrita asustada, igual que todas las mujeres. Desde su experto criterio, ella aún conservaba tantas emociones humanas.
Continuó caminando cuando ella retomó su paso y se le adelantó solamente cuando la observó acercarse a una vivienda, esa que debía ser la de ella. Ni más ni menos. Craig contempló con júbilo una gran mansión, y haciendo uso ahora de su extrema agilidad y habilidad para camuflarse entre las sombras, como si de una sombra misma se tratase, se escabulló en la noche, adentrándose en la elegante residencia. Allí, tomó asiento sobre uno de los asientos de la sala, y esperó a que las velas fueran encendidas para deleitarse por vez primera con la reacción de la perseguida.
Última edición por Craig Ulrich el Vie Jul 11, 2014 2:17 am, editado 2 veces
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Dándose cuenta de que no podría volver sus pasos a las tierras que fueron su hogar, se había decidido a quedarse en aquella ciudad, no tan esplendorosa como había escuchado de otros decir que sería. No había pasado mucho tiempo desde su llegada pero tampoco había llegado con las manos vacías. En su familia estaban claras las reglas y ella las había desobedecido. No le pesaba, lo había hecho por su hermana y si estaba ahí aún era porque su decisión de protegerla era su prioridad en estos tiempos.
En su andar entre aquellas calles, su paso era igual que el de los seres humanos entre los que caminaba, estaba consciente de que ahora era diferente, y sentía aquella necesidad de beber de forma intensa en algunas ocasiones. Había un conflicto en sus emociones, aún creyendo que no tenía el derecho de arrebatar ninguna vida, pero ya lo había hecho, cuando la sed se volvía más intensa, no tenía modo de controlarse a sí misma.
Y entonces, entre todo lo que le rodeaba, tal como cuando un animalillo siente el peligro en ocasiones, sintió como en aquellas pesadillas en las que le perseguían. Pero al girar su rostro, no vio nada y a pesar de la incertidumbre, que empezó a albergarse en ella tras esa sensación poco placentera, dio la vuelta continuando su camino a aquel lugar. Un día llevaría a su hermana ahí, eso se decía. Pero no podía ser ahora, no hasta que supiese que estaría segura y no le haría ningún daño. Ahora temía acercarse. Y entre todo, la que compartía su sangre era una bruja con gran potencial, pero demasiado ingenua para enterarse de ello al menos en algún momento cercano.
Entró en aquella residencia, por ahora un tanto modesta para lo que tenía acostumbrado. La ventaja de no ser la heredera en cuanto a las habilidades como hechicera, le había dado total libertad de hacer con su vida lo que quisiese, bueno, mientras estuviese en el rango de lo que sus padres consideraban aceptable. Las pesadas puertas de una de las habitaciones cedieron ante su renovada naturaleza. Aún no se acostumbraba a cosas como esa. Estando en el interior se dejó caer en la mullida cama con doseles, las telas eran de un color rojizo, como sus cabellos, que cayeron por las sábanas descuidadamente a su movimiento. Todo era tranquilo, hasta que sintió aquello de nuevo, un escalofrío recorriéndole la espalda y un miedo irracional aunado con las ganas de ocultarse en el lugar más profundo que pudiese encontrar entre esas paredes. Le parecía familiar algo, pero no atinaba a decir que fuese su creador quien estaba cerca, pero apenas y recordaba lo que había sucedido, más grabado en su mente estaba el momento en el que había despertado y se había dado cuenta de que algo había cambiado radicalmente.
Se quedó sentada sobre la cama viendo hacia todo los rincones de la habitación. Frunció el ceño y tras un breve momento decidió hacer lo que su instinto le decía: moverse tan rápidamente como pudiese y salir de ahí de inmediato. Era probablemente lo más elocuente, de no haber sido porque su cuerpo no le respondía ahora que quería hacerlo.
En su andar entre aquellas calles, su paso era igual que el de los seres humanos entre los que caminaba, estaba consciente de que ahora era diferente, y sentía aquella necesidad de beber de forma intensa en algunas ocasiones. Había un conflicto en sus emociones, aún creyendo que no tenía el derecho de arrebatar ninguna vida, pero ya lo había hecho, cuando la sed se volvía más intensa, no tenía modo de controlarse a sí misma.
Y entonces, entre todo lo que le rodeaba, tal como cuando un animalillo siente el peligro en ocasiones, sintió como en aquellas pesadillas en las que le perseguían. Pero al girar su rostro, no vio nada y a pesar de la incertidumbre, que empezó a albergarse en ella tras esa sensación poco placentera, dio la vuelta continuando su camino a aquel lugar. Un día llevaría a su hermana ahí, eso se decía. Pero no podía ser ahora, no hasta que supiese que estaría segura y no le haría ningún daño. Ahora temía acercarse. Y entre todo, la que compartía su sangre era una bruja con gran potencial, pero demasiado ingenua para enterarse de ello al menos en algún momento cercano.
Entró en aquella residencia, por ahora un tanto modesta para lo que tenía acostumbrado. La ventaja de no ser la heredera en cuanto a las habilidades como hechicera, le había dado total libertad de hacer con su vida lo que quisiese, bueno, mientras estuviese en el rango de lo que sus padres consideraban aceptable. Las pesadas puertas de una de las habitaciones cedieron ante su renovada naturaleza. Aún no se acostumbraba a cosas como esa. Estando en el interior se dejó caer en la mullida cama con doseles, las telas eran de un color rojizo, como sus cabellos, que cayeron por las sábanas descuidadamente a su movimiento. Todo era tranquilo, hasta que sintió aquello de nuevo, un escalofrío recorriéndole la espalda y un miedo irracional aunado con las ganas de ocultarse en el lugar más profundo que pudiese encontrar entre esas paredes. Le parecía familiar algo, pero no atinaba a decir que fuese su creador quien estaba cerca, pero apenas y recordaba lo que había sucedido, más grabado en su mente estaba el momento en el que había despertado y se había dado cuenta de que algo había cambiado radicalmente.
Se quedó sentada sobre la cama viendo hacia todo los rincones de la habitación. Frunció el ceño y tras un breve momento decidió hacer lo que su instinto le decía: moverse tan rápidamente como pudiese y salir de ahí de inmediato. Era probablemente lo más elocuente, de no haber sido porque su cuerpo no le respondía ahora que quería hacerlo.
Irisviel Von Veltheim- Vampiro Clase Alta
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Observó cómodamente, desde el sitio donde se encontraba, cómo la inexperta e ingenua inmortal cruzaba la sala sin siquiera darse cuenta de su tétrica presencia. No le ofendió no ser descubierto, en absoluto, más bien le divirtió ver lo poco experimentada que era su creación y las tantas cosas que podía aprender de él, si es que ella lo permitía, si es que no se portaba rebelde y reacia ante la sangre que ahora corría por sus venas y que había sido proveída ni más ni menos que por él.
El vampiro esperó paciente, y solamente se movió de su asiento para impedir que la pequeña Irisviel abandonara la casa. Lo hizo rápidamente. Antes de que ella pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, parado junto a ella, sujetándola del brazo y usando su otra mano como mordaza para impedir que gritara y causara un revuelo que francamente no le apetecía esa noche. No, esa noche estaba destinada sólo para ellos dos.
—Tienes tanto que aprender, querida mía… —le susurró tranquilamente a la joven, que no parecía nada contenta con la presencia de ese desconocido, porque después de todo, eso era para ella—, por suerte yo estoy dispuesto a enseñártelo —y le sonrió, orgulloso de sus palabras, de sus actos, de sí mismo.
—Pero no me mires así, ¿qué no te da gusto conocer finalmente a quien te convirtió en lo que eres? —preguntó, confesando al mismo tiempo su verdadera identidad y el por qué de su visita.
—Tómatelo con calma, cariño —lentamente, retiró la mano de la boca de la jovencita y la posó sobre su cabello rojizo y ondulado; lo acarició con sutileza y ternura, como lo habría hecho cualquier padre con su amada hija. También soltó su brazo y se atrevió a atraerla hacía sí para luego depositar un beso frío sobre su frente.
—¿Por qué no te sientas? —le invitó, con la diplomacia propia de un caballero. Ese tipo de actitudes, que claramente no eran naturales en él, eran las que más debían alertar a sus víctimas, porque definitivamente no podía haber nada bueno en sus verdaderas intenciones.
Cuando estuvo seguro que ella estaba lo suficientemente impresionada como para intentar escapar, ya que dudaba que pudiera moverse por la conmoción que había provocado la reciente revelación, se alejó de su lado y volvió a la sala, pero esta vez se dedicó a inspeccionar cada rincón de la habitación, empezando por los adornos, de los cuales tomó algunos al azar, alzándolos a la altura de su rostro para admirar los pequeños detalles, y posteriormente soltándolos, para provocar que estos cayeran al suelo haciéndose añicos.
—Te he dicho que te sientes. ¡VENGA, MUÉVETE! —gritó con ferocidad, lanzándole una mirada endemoniada que advertía que de no obedecer, él mismo iría por ella y eso sería peor, mucho peor.
El vampiro esperó paciente, y solamente se movió de su asiento para impedir que la pequeña Irisviel abandonara la casa. Lo hizo rápidamente. Antes de que ella pudiera reaccionar, él ya estaba a su lado, parado junto a ella, sujetándola del brazo y usando su otra mano como mordaza para impedir que gritara y causara un revuelo que francamente no le apetecía esa noche. No, esa noche estaba destinada sólo para ellos dos.
—Tienes tanto que aprender, querida mía… —le susurró tranquilamente a la joven, que no parecía nada contenta con la presencia de ese desconocido, porque después de todo, eso era para ella—, por suerte yo estoy dispuesto a enseñártelo —y le sonrió, orgulloso de sus palabras, de sus actos, de sí mismo.
—Pero no me mires así, ¿qué no te da gusto conocer finalmente a quien te convirtió en lo que eres? —preguntó, confesando al mismo tiempo su verdadera identidad y el por qué de su visita.
—Tómatelo con calma, cariño —lentamente, retiró la mano de la boca de la jovencita y la posó sobre su cabello rojizo y ondulado; lo acarició con sutileza y ternura, como lo habría hecho cualquier padre con su amada hija. También soltó su brazo y se atrevió a atraerla hacía sí para luego depositar un beso frío sobre su frente.
—¿Por qué no te sientas? —le invitó, con la diplomacia propia de un caballero. Ese tipo de actitudes, que claramente no eran naturales en él, eran las que más debían alertar a sus víctimas, porque definitivamente no podía haber nada bueno en sus verdaderas intenciones.
Cuando estuvo seguro que ella estaba lo suficientemente impresionada como para intentar escapar, ya que dudaba que pudiera moverse por la conmoción que había provocado la reciente revelación, se alejó de su lado y volvió a la sala, pero esta vez se dedicó a inspeccionar cada rincón de la habitación, empezando por los adornos, de los cuales tomó algunos al azar, alzándolos a la altura de su rostro para admirar los pequeños detalles, y posteriormente soltándolos, para provocar que estos cayeran al suelo haciéndose añicos.
—Te he dicho que te sientes. ¡VENGA, MUÉVETE! —gritó con ferocidad, lanzándole una mirada endemoniada que advertía que de no obedecer, él mismo iría por ella y eso sería peor, mucho peor.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Lo único que impidió su salida fue aquel contacto frío que detuvo sus pasos. Exaltándose al notar la presencia de aquel sujeto en verdad había estado a punto de gritar por ayuda. Pero eso no sucedió, se paralizó sintiéndose atrapada, acorralada en su propia casa. No había nadie allí que pudiese hacer nada. Su mirada se desvió hacia aquel rostro, con el miedo haciéndole erizar la piel, se encogió encorvándose ligeramente ante la revelación que aquellos labios le traían. Su creador… y en lugar de sentirse a salvo ocurrió que pensó que moriría ahí mismo a pesar de la amabilidad impresa en aquella voz, aquella invitación a los sentidos.
Los recuerdos del día de su transformación estaban borrosos, era como ver a través del resquicio de una ventana cerrada la cruel escena que se sucedía en el interior sin que pudiese hacer nada. Se sentía impotente. Ella siempre había sido orgullosa. De carácter y mirada altiva. A la mayoría de los hombres los trataba de una forma que demostraba que ella podía, a pesar de la falta de fuerza u otros atributos, controlar ciertas situaciones a su favor. Pero con él.... con él parecía haber perdido cualquier método o defensa.
Era justo eso… con él se sentía indefensa, justo como una niña ante un adulto fuerte y que puede hacerte lo que quiera. No iba a mentir, le producía miedo, no sabía si a causa de la experiencia o aquella aura amenazadora que se producía, según ella, a su alrededor. Como fuese, no era tonta, era como cuando un cachorro, incluso si es un león, sabe que está en desventaja contra una bestia de mayor fuerza o proporción. Fue por eso que ya no intentó correr. Algo en ella lo sabía, que no importaba que tan fuerte y ágil pudiese ser, seguramente no tenía forma de huir de él.
La caricia de aquellas manos le confundió, y fue en ese instante en el que sintió los labios fríos como la muerte misma que se permitió observarle con detenimiento. La forma de su rostro, su mirada y el gesto que tomaban sus labios. Estaba mal que lo pensara, pero era un hombre atractivo y que poseía algo que te impedía apartar la mirada incluso si querías.
La pregunta le pasó desapercibida. Le siguió con la mirada, alerta de sus movimientos. Estaba de aquel modo hasta que escuchó el sonido del material de aquellos ornamentos quebrarse al chocar con el suelo. Había casi saltado, como reaccionando ante eso y la voz imperativa de él, el miedo cobró renovada fuerza. El ligero temblor en su cuerpo y el no querer que le hiciese daño le hicieron moverse en dirección al sillón, hundiéndose en él sin apartar la mirada de quien parecía ahora más un captor que un visitante. El miedo a una muerte que ya le había envuelto en su velo por esas mismas manos que parecían querer destruir a quien no se doblegara a su deseo.
No lo entendía, habían pasado los días y ella no esperaba una sorpresa como esa -¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere de mí? –Preguntó como quien habla con cualquier persona, sin pensar en lo ingenuo o tonto que podía ser preguntar aquello, pero era la aprensión de no saber qué podía más hacer. Pensar en enfrentarlo ya se había descartado, aunque correr ahora le parecía una opción, cuando minutos antes ya había pensado que no funcionaría. Su voz temblaba también, imperceptible a los oídos humanos, en un último esfuerzo de control. Nunca debías mostrar miedo, pero el suyo era tan incomprensible para ella misma que solo lograba alterarle aún más. ¿A qué le temía? ¿A qué le hiciera algo? ¿Que le matara o que se repitiera una escena que recordaba entre imágenes desfiguradas de aquella noche en que había llegado a París?
Pero a veces es mejor mentir, así que se levantó cuando la traición de sus piernas pareció ceder a su decisión. Se acercó a él, aunque mantuvo una distancia prudente –Le ruego no irrumpa en mi hogar… márchese –Sus ojos brillaron con aquel decreto. La sensación de sentirse a merced de alguien no le gustaba. Y siendo como era, aún creía que las palabras podrían hacer algo. Su hermana, estaba pensando que no podía permitir que alguien como él se le acercara. Eso le había dado el valor para pedir algo que no estaba en posición de demandar. ¿El error? Al escucharle antes debió notarlo. Que igual que ella, el no aceptaría un no por respuesta.
Los recuerdos del día de su transformación estaban borrosos, era como ver a través del resquicio de una ventana cerrada la cruel escena que se sucedía en el interior sin que pudiese hacer nada. Se sentía impotente. Ella siempre había sido orgullosa. De carácter y mirada altiva. A la mayoría de los hombres los trataba de una forma que demostraba que ella podía, a pesar de la falta de fuerza u otros atributos, controlar ciertas situaciones a su favor. Pero con él.... con él parecía haber perdido cualquier método o defensa.
Era justo eso… con él se sentía indefensa, justo como una niña ante un adulto fuerte y que puede hacerte lo que quiera. No iba a mentir, le producía miedo, no sabía si a causa de la experiencia o aquella aura amenazadora que se producía, según ella, a su alrededor. Como fuese, no era tonta, era como cuando un cachorro, incluso si es un león, sabe que está en desventaja contra una bestia de mayor fuerza o proporción. Fue por eso que ya no intentó correr. Algo en ella lo sabía, que no importaba que tan fuerte y ágil pudiese ser, seguramente no tenía forma de huir de él.
La caricia de aquellas manos le confundió, y fue en ese instante en el que sintió los labios fríos como la muerte misma que se permitió observarle con detenimiento. La forma de su rostro, su mirada y el gesto que tomaban sus labios. Estaba mal que lo pensara, pero era un hombre atractivo y que poseía algo que te impedía apartar la mirada incluso si querías.
La pregunta le pasó desapercibida. Le siguió con la mirada, alerta de sus movimientos. Estaba de aquel modo hasta que escuchó el sonido del material de aquellos ornamentos quebrarse al chocar con el suelo. Había casi saltado, como reaccionando ante eso y la voz imperativa de él, el miedo cobró renovada fuerza. El ligero temblor en su cuerpo y el no querer que le hiciese daño le hicieron moverse en dirección al sillón, hundiéndose en él sin apartar la mirada de quien parecía ahora más un captor que un visitante. El miedo a una muerte que ya le había envuelto en su velo por esas mismas manos que parecían querer destruir a quien no se doblegara a su deseo.
No lo entendía, habían pasado los días y ella no esperaba una sorpresa como esa -¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere de mí? –Preguntó como quien habla con cualquier persona, sin pensar en lo ingenuo o tonto que podía ser preguntar aquello, pero era la aprensión de no saber qué podía más hacer. Pensar en enfrentarlo ya se había descartado, aunque correr ahora le parecía una opción, cuando minutos antes ya había pensado que no funcionaría. Su voz temblaba también, imperceptible a los oídos humanos, en un último esfuerzo de control. Nunca debías mostrar miedo, pero el suyo era tan incomprensible para ella misma que solo lograba alterarle aún más. ¿A qué le temía? ¿A qué le hiciera algo? ¿Que le matara o que se repitiera una escena que recordaba entre imágenes desfiguradas de aquella noche en que había llegado a París?
Pero a veces es mejor mentir, así que se levantó cuando la traición de sus piernas pareció ceder a su decisión. Se acercó a él, aunque mantuvo una distancia prudente –Le ruego no irrumpa en mi hogar… márchese –Sus ojos brillaron con aquel decreto. La sensación de sentirse a merced de alguien no le gustaba. Y siendo como era, aún creía que las palabras podrían hacer algo. Su hermana, estaba pensando que no podía permitir que alguien como él se le acercara. Eso le había dado el valor para pedir algo que no estaba en posición de demandar. ¿El error? Al escucharle antes debió notarlo. Que igual que ella, el no aceptaría un no por respuesta.
Irisviel Von Veltheim- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/02/2013
Re: Torture Device (+18) | Privado
Craig se echó a reír como un endemoniado al escuchar a la joven inmortal. Se dio unas palmadas en los muslos, mientras sus histéricas carcajadas retumbaron en toda la casa y tuvo que tumbarse sobre el sofá más cercano antes de caer al piso por lo gracioso y absurdo de la situación. La diversión era sencillamente sublime, hilarante. Cuando al fin cesó su burla, la contempló, dudando por un instante de si había escuchado bien. ¿Quién se creía para pedirle que se marchara? Si realmente creía que un ser como Ulrich abandonaría su causa con una petición tan pobre como esa, realmente era muy ingenua, una ridícula de primera.
Ya más sosiego, se puso nuevamente de pie y volvió hasta donde ella se encontraba, esperando que su petición fuera respetada y obedecida, o al menos eso era lo que aparentaba, allí, inmóvil frente a él, mirándolo fijamente. Craig se le plantó nuevamente enfrente, le sostuvo la mirada unos segundos y luego la desvió, dando la impresión de que estaba restándole importancia a su actitud rebelde, pero termino arremetiendo contra ella sin darle la oportunidad de reaccionar y defenderse, o de evadirlo. Le propino una bofetada que de tan fuerte logro tumbarla y abrirle el labio.
—Me negaba a hacerlo tan pronto —mentía, un hombre como él estaba dispuesto a golpearla bajo cualquier circunstancia, a cualquier hora—, pero tú me has obligado —se excusó cuando sintió el odio correr por las venas de la joven criatura—. Es así como se educa a los hijos, ¿no? Y como ya he dicho, tú tienes mucho por aprender, querida —el tono que Craig utilizaba era el mismo que había estado usando desde su llegada: burlón, sarcástico, petulante, cruel, esmerándose siempre en hacerle saber que él estaba muy por encima de ella, de cualquiera; que no importaba lo que hiciera o cuanto se esforzara, que eso nunca cambiaría.
—Ahora, si me permites, porque no creo que te atrevas a volver a interrumpirme —sentenció—, responderé a tus cuestionamientos: ¿qué hago aquí? ¿Qué quiero de ti? —formuló las preguntas, como si se tratase de vitales cuestionamientos en la vida de cualquier persona, aunque, en la de Irisviel, sí que debían serlo. Frunció el ceño, nuevamente divertido—. ¡JA! ¡Qué preguntas más absurdas! ¿Eres estúpida? ¿Qué no es obvio? He venido a reclamar lo que me pertenece. Eres mía —y cuando pronunció esa última frase, fue como presenciar a un demonio que proclamaba el cuerpo que estaba decidido a habitar. A Irisviel debió darle mucho miedo escuchar que él la proclamaba como suya, porque tales palabras solamente significaban una cosa: que jamás se libraría de él.
—¿Eso es todo? ¿No vas a preguntar nada más interesante? Por ejemplo, el típico “¿por qué yo?” mientras lloriqueas —volvió a burlarse—. Vamos, hazlo —la retó—. Llora, arrástrate, patalea, cúlpame, hazte la víctima y grita todo lo que quieras, eso es lo que he estado esperando ver desde que te hinqué los dientes, eso es lo que hacen las niñitas como tú. Debí follarte esa misma noche y enseñarte a ser una mujer, una hembra de verdad, una digna descendiente. Por suerte, eso todavía tiene solución… —se lanzó sobre ella, como el animal que va detrás de su presa, dispuesto a devorarla entera.
Irisviel era una joven que le resultaba muy apetitosa, estaba aburrido, estaban solos, ¿por qué no aprovechar la situación? La tenía en charola de plata.
Ya más sosiego, se puso nuevamente de pie y volvió hasta donde ella se encontraba, esperando que su petición fuera respetada y obedecida, o al menos eso era lo que aparentaba, allí, inmóvil frente a él, mirándolo fijamente. Craig se le plantó nuevamente enfrente, le sostuvo la mirada unos segundos y luego la desvió, dando la impresión de que estaba restándole importancia a su actitud rebelde, pero termino arremetiendo contra ella sin darle la oportunidad de reaccionar y defenderse, o de evadirlo. Le propino una bofetada que de tan fuerte logro tumbarla y abrirle el labio.
—Me negaba a hacerlo tan pronto —mentía, un hombre como él estaba dispuesto a golpearla bajo cualquier circunstancia, a cualquier hora—, pero tú me has obligado —se excusó cuando sintió el odio correr por las venas de la joven criatura—. Es así como se educa a los hijos, ¿no? Y como ya he dicho, tú tienes mucho por aprender, querida —el tono que Craig utilizaba era el mismo que había estado usando desde su llegada: burlón, sarcástico, petulante, cruel, esmerándose siempre en hacerle saber que él estaba muy por encima de ella, de cualquiera; que no importaba lo que hiciera o cuanto se esforzara, que eso nunca cambiaría.
—Ahora, si me permites, porque no creo que te atrevas a volver a interrumpirme —sentenció—, responderé a tus cuestionamientos: ¿qué hago aquí? ¿Qué quiero de ti? —formuló las preguntas, como si se tratase de vitales cuestionamientos en la vida de cualquier persona, aunque, en la de Irisviel, sí que debían serlo. Frunció el ceño, nuevamente divertido—. ¡JA! ¡Qué preguntas más absurdas! ¿Eres estúpida? ¿Qué no es obvio? He venido a reclamar lo que me pertenece. Eres mía —y cuando pronunció esa última frase, fue como presenciar a un demonio que proclamaba el cuerpo que estaba decidido a habitar. A Irisviel debió darle mucho miedo escuchar que él la proclamaba como suya, porque tales palabras solamente significaban una cosa: que jamás se libraría de él.
—¿Eso es todo? ¿No vas a preguntar nada más interesante? Por ejemplo, el típico “¿por qué yo?” mientras lloriqueas —volvió a burlarse—. Vamos, hazlo —la retó—. Llora, arrástrate, patalea, cúlpame, hazte la víctima y grita todo lo que quieras, eso es lo que he estado esperando ver desde que te hinqué los dientes, eso es lo que hacen las niñitas como tú. Debí follarte esa misma noche y enseñarte a ser una mujer, una hembra de verdad, una digna descendiente. Por suerte, eso todavía tiene solución… —se lanzó sobre ella, como el animal que va detrás de su presa, dispuesto a devorarla entera.
Irisviel era una joven que le resultaba muy apetitosa, estaba aburrido, estaban solos, ¿por qué no aprovechar la situación? La tenía en charola de plata.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Mentiría si dijese que al verle acercarse no se le erizó la piel aún si en su mente se repetía que todo estaría bien. Esperaba que algo sucediera, pero el golpe no lo vio venir. Diciendo aquello le hizo sentir una mezcla entre ira y temor. Sus ojos centellearon al mirarle de nuevo, sintiendo el ligero sabor metálico de su sangre. Limpió sus labios al pasar uno de sus dedos.
Cautela, se dijo interior mente. Necesitaba ser cautelosa como pocas veces. Pero el tono de su voz, su forma de moverse le parecía demasiado para ella. Un padre había dicho y sintió un enojo inexplicable ante sus palabras. Se sentó manteniéndose contra el respaldo en el sillón, con los dedos de sus manos casi crispados por cómo se encontraba.
Pero sí, cuando el por fin respondió lo que para ella no era tan obvio y al parecer para él sí, de forma involuntaria sus ojos se abrieron por la sorpresa -Yo no soy tuya –Dijo en un murmullo apagado, con la idea de que tenía que alejarse tan deprisa como su cuerpo le permitiera.
Era una lástima que a pesar de su instinto sobrenatural recientemente adquirido, el miedo le podía agarrotar las extremidades de la misma forma que siendo una humana común. Simplemente no pudo moverse, no hasta que la adrenalina o el miedo corrieron por su cuerpo cuando él se le vino encima. sus palabras no hicieron nada más que alterarla. ¡Claro que no iba a preguntar por qué! Con lo que había dicho le bastaba para saber que probablemente no había alguna razón suficientemente lógica para hacer algo como eso. Vio en sus ojos ese atisbo de algo que solo había visto en personas lejanas, en asesinos o en gente cuya moral distaba mucho de la que le habían enseñado a ella. Lo que si hizo fue intentar defenderse.
Había algo indescriptible, incluso si no hubiese sido un vampiro, los escalofríos que sentía eran porque le parecía un ser que le hacía sentirse pequeña y débil a su lado. No supo lo que hizo, solo el susto le permitió moverse, lanzar golpes con una fuerza no sabía era suya, usar las uñas enterrándolas en aquella piel como marfil, y a pesar de no querer darle ninguna satisfacción, la vista se le nubló por lo que creyó eran lágrimas. Hacía tanto que no se sentía de esa forma.
Jaló de sus cabellos y entre aquel forcejeo gritó tan fuerte como pudo. Sabía que era inútil, pero era como si eso le diese algún impulso. No quería... no quería que alguien como él se proclamara su dueño de esa forma. No había tenido ataduras y no se consideraba algo que pudiese ser retenido, pero él parecía no pensar de esa misma forma. ¿Por qué? Realmente quisiera un por qué a eso, un por qué él había decidido acercarse justamente a ella tras desembarcar. ¿Era su apariencia? ¿Había una razón como esa?
Ver en sus ojos le hizo temer porque cumpliera aquellas palabras. 'No, no, no' En su mente esa simple negación se repetía como un mantra. Estaba asustada como nunca lo había estado nunca y en un acto que no pensó, le mordió el hombro con toda la fuerza que en ese instante aún no le había abandonado. Sintió la sangre a través de la tela. Por un momento eso le hizo paralizarse. Aquella familiaridad. Pero él lo había dicho… él había sido quien le trajese a esa oscuridad, pero hasta ese instante, no había tenido realmente claro que tan ciertas eran esas palabras. El entendimiento de aquello le hizo levantar la mirada hacia él y lo que primero fue temor, ahora era algo mucho más fuerte al hundirse en aquella mirada llena de locura.
Cautela, se dijo interior mente. Necesitaba ser cautelosa como pocas veces. Pero el tono de su voz, su forma de moverse le parecía demasiado para ella. Un padre había dicho y sintió un enojo inexplicable ante sus palabras. Se sentó manteniéndose contra el respaldo en el sillón, con los dedos de sus manos casi crispados por cómo se encontraba.
Pero sí, cuando el por fin respondió lo que para ella no era tan obvio y al parecer para él sí, de forma involuntaria sus ojos se abrieron por la sorpresa -Yo no soy tuya –Dijo en un murmullo apagado, con la idea de que tenía que alejarse tan deprisa como su cuerpo le permitiera.
Era una lástima que a pesar de su instinto sobrenatural recientemente adquirido, el miedo le podía agarrotar las extremidades de la misma forma que siendo una humana común. Simplemente no pudo moverse, no hasta que la adrenalina o el miedo corrieron por su cuerpo cuando él se le vino encima. sus palabras no hicieron nada más que alterarla. ¡Claro que no iba a preguntar por qué! Con lo que había dicho le bastaba para saber que probablemente no había alguna razón suficientemente lógica para hacer algo como eso. Vio en sus ojos ese atisbo de algo que solo había visto en personas lejanas, en asesinos o en gente cuya moral distaba mucho de la que le habían enseñado a ella. Lo que si hizo fue intentar defenderse.
Había algo indescriptible, incluso si no hubiese sido un vampiro, los escalofríos que sentía eran porque le parecía un ser que le hacía sentirse pequeña y débil a su lado. No supo lo que hizo, solo el susto le permitió moverse, lanzar golpes con una fuerza no sabía era suya, usar las uñas enterrándolas en aquella piel como marfil, y a pesar de no querer darle ninguna satisfacción, la vista se le nubló por lo que creyó eran lágrimas. Hacía tanto que no se sentía de esa forma.
Jaló de sus cabellos y entre aquel forcejeo gritó tan fuerte como pudo. Sabía que era inútil, pero era como si eso le diese algún impulso. No quería... no quería que alguien como él se proclamara su dueño de esa forma. No había tenido ataduras y no se consideraba algo que pudiese ser retenido, pero él parecía no pensar de esa misma forma. ¿Por qué? Realmente quisiera un por qué a eso, un por qué él había decidido acercarse justamente a ella tras desembarcar. ¿Era su apariencia? ¿Había una razón como esa?
Ver en sus ojos le hizo temer porque cumpliera aquellas palabras. 'No, no, no' En su mente esa simple negación se repetía como un mantra. Estaba asustada como nunca lo había estado nunca y en un acto que no pensó, le mordió el hombro con toda la fuerza que en ese instante aún no le había abandonado. Sintió la sangre a través de la tela. Por un momento eso le hizo paralizarse. Aquella familiaridad. Pero él lo había dicho… él había sido quien le trajese a esa oscuridad, pero hasta ese instante, no había tenido realmente claro que tan ciertas eran esas palabras. El entendimiento de aquello le hizo levantar la mirada hacia él y lo que primero fue temor, ahora era algo mucho más fuerte al hundirse en aquella mirada llena de locura.
Irisviel Von Veltheim- Vampiro Clase Alta
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Craig pensaba que lo único que ocasionaría atacándola sería que se paralizara de miedo y se soltara a lloriquear como la cobarde que era, pero sorprendentemente ella reaccionó. Quizá fue el hecho de que no estaba dispuesta a soportar la humillación de ser violada en su propia casa y por el mismo vampiro que la había condenado a esa vida. Permitirle doblegarla de ese modo sería demasiado. Todo lo que deseaba Craig era someterla a como diera lugar. No se trataba de verdadera atracción sexual porque alguien como él, tan carente de corazón y todo escrúpulo, difícilmente goza de sentimientos y sensaciones como la pasión, el arrebato. Craig Ulrich era lo más parecido a una maquina cuyo único motor que lo mantenía de pie era el incesante deseo de hacer el mal, fastidiar a quien se lo permitiera y darle una lección inolvidable a todo aquel que decidiera hacer lo contrario, pero incluso una máquina como él sentía dolor…
Su rostro se deformó en una mueca de dolor cuando Irisviel le clavo los colmillos en el hombro. Craig se echó hacia atrás, arqueando la espalda y bramó como solo una bestia era capaz. La miró fijamente, clavando sus mortíferos ojos en la criatura que tenía ante sus pies. Al inicio se mostró muy serio, claramente molesto por la insolencia de la muchacha, pero al segundo su rostro mutó de semblante hasta adoptar el de cinismo, mismo que ya le caracterizaba. Su boca se torció hasta formar una mórbida sonrisa.
—Si querías volver a beber de mi sangre solamente tenías que pedirlo, querida —comentó lleno de sarcasmo. Acortó nuevamente la distancia que había entre los dos; se le acercó peligrosamente.
Con sus manos arrancó la manga de la camisa, la del hombro que ella había herido, y se lo acercó para tentarla. De la blanca y cincelada piel del vampiro manaba una sangre muy roja que era realmente apetecible; para Irisviel, que era su hija por conversión y que por lógicas razones alguna vez había bebido de esa sangre hasta saciar su red, el olor de la misma era realmente tentador, irresistible. Craig se la ofrecía porque quería torturarla; deseaba hacerle ver lo débil que era y el poder que regía sobre ella. Deseaba demostrarla que no importaba cuanto luchara por resistirse, las veces que se le escondiera o pretendiera herirlo, nada ni nadie, especialmente ella, era capaz de romper el lazo que los unía.
—¿Por qué no bebes, Irisviel? Ya lo hiciste una vez, ¿recuerdas? Claro que sí, claro que lo recuerdas —acercó la herida y presionó la carne para que la sangre comenzara a brotar como una fuente de vida. Notó como ella reaccionaba ante el aroma, y disfrutó hacerla sufrir un poco más—. Lo que no recuerdas es que en esa ocasión suplicabas por ella; una vez que la probaste, rogaste por más. Eras como una pequeña niña siendo amamantada; gemías como una verdadera zorra al beberla. Ahora híncate y ruégame por un poco más. ¡Es una maldita orden! —bramó y la tomó del pelo, tirando de él sin compasión alguna, obligándola a ponerse de rodillas.
Su rostro se deformó en una mueca de dolor cuando Irisviel le clavo los colmillos en el hombro. Craig se echó hacia atrás, arqueando la espalda y bramó como solo una bestia era capaz. La miró fijamente, clavando sus mortíferos ojos en la criatura que tenía ante sus pies. Al inicio se mostró muy serio, claramente molesto por la insolencia de la muchacha, pero al segundo su rostro mutó de semblante hasta adoptar el de cinismo, mismo que ya le caracterizaba. Su boca se torció hasta formar una mórbida sonrisa.
—Si querías volver a beber de mi sangre solamente tenías que pedirlo, querida —comentó lleno de sarcasmo. Acortó nuevamente la distancia que había entre los dos; se le acercó peligrosamente.
Con sus manos arrancó la manga de la camisa, la del hombro que ella había herido, y se lo acercó para tentarla. De la blanca y cincelada piel del vampiro manaba una sangre muy roja que era realmente apetecible; para Irisviel, que era su hija por conversión y que por lógicas razones alguna vez había bebido de esa sangre hasta saciar su red, el olor de la misma era realmente tentador, irresistible. Craig se la ofrecía porque quería torturarla; deseaba hacerle ver lo débil que era y el poder que regía sobre ella. Deseaba demostrarla que no importaba cuanto luchara por resistirse, las veces que se le escondiera o pretendiera herirlo, nada ni nadie, especialmente ella, era capaz de romper el lazo que los unía.
—¿Por qué no bebes, Irisviel? Ya lo hiciste una vez, ¿recuerdas? Claro que sí, claro que lo recuerdas —acercó la herida y presionó la carne para que la sangre comenzara a brotar como una fuente de vida. Notó como ella reaccionaba ante el aroma, y disfrutó hacerla sufrir un poco más—. Lo que no recuerdas es que en esa ocasión suplicabas por ella; una vez que la probaste, rogaste por más. Eras como una pequeña niña siendo amamantada; gemías como una verdadera zorra al beberla. Ahora híncate y ruégame por un poco más. ¡Es una maldita orden! —bramó y la tomó del pelo, tirando de él sin compasión alguna, obligándola a ponerse de rodillas.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Aquel áspero sonido le hizo sobre encogerse en su sitio, casi esperando por que él le devolviera lo que ella acababa de hacer, se había paralizado por un breve instante, a sabiendas de que él era más fuerte esa era una reacción natural de su cuerpo y por ese breve momento, se sintió como siempre, sin que aquellos sentidos que parecían aumentados ahora le resultaran gran cosa, se sentía como una simple humana ante un animal salvaje, y lo que más le asustó fue que él pudiese realmente actuar de esa manera. La severidad en su rostro le hizo esperar lo peor, pero aquel semblante se fue tornando de nuevo en aquellas facciones de alguien atractivo y peligroso, una sonrisa que podía calarte el alma, si es que aún poseía una.
Su voz fue exactamente lo que faltaba en aquella imagen. Frunció el ceño escuchando sus palabras, le molestaba la forma en que le hablaba, no podía decir que no hubiese una diferencia entre ellos, la sentía, pero eso no significaba que fuese a retroceder por él, el miedo era también un aliciente que podía hacerte luchar, solo que ella no sería en su desesperación por sobrevivir, ella quería mucho más que eso. Su acercamiento le hizo soltar un gruñido muy bajo. Se sobresaltó al verle romper las prendas sin llegar a comprender lo que él buscaba con aquellos movimientos, al menos no pudo pensarlo de inmediato, no hasta que habló de nuevo; pero su vista estaba fija desde el momento en que su piel quedara al descubierto, mostrando la pequeña herida de sus colmillos, la sangre deslizándose y provocándole un vuelco.
Aquella atracción era algo que no había sentido cuando había necesitado alimentarse, era algo totalmente diferente, y odiaba admitir que él tenía razón, sentía aquella especie de sed, no cualquiera, una que le impulsaba a querer tomar esa sangre, suyo olor llenaba sus sentidos, como una embriagadora nota que se extiende por el aire. Una seducción que quería odiar pero que algo en ella le hacía sentir la necesidad de ir hacia él. No lo hizo, pero se sintió débil ante aquella imagen. Gimió de forma lastimera cuando él hizo brotar la sangre, pero su rostro intentó mantenerse impasible.
Aquella voz empezó a llegar a sus oídos de nueva cuenta, le molestaba lo que decía, quería decirle algo, insultarlo mientras reprimía las ansías de hacer lo que él quería. No iba a recibir órdenes de él, eso se había dicho apenas cuando él pronunciaba aquellas palabras, con una especie de ira o algo que no entendía. El quejido que salió de sus labios cuando le jaló de los cabellos fue un grito agudo, pero que no saldría de aquellas paredes. Cayó sobre sus rodillas, pero su mirada se alzó, fulminante, una represalia que él no accedería a tomar de ella.
Musitó una negación, dejando que sus manos delgadas y pequeñas se ciñeran a los brazos que las sujetaban. No importaba lo que sucediera ni lo que él hiciera, no iba a rogarle por nada, incluso por su vida, solo había una persona por la que haría tal cosa, pero estando lejos de ellos, no había algo que le diera el impulso de querer que su ser se rindiera ante él –No soy tu maldita zorra –Su mirada se volvió más dura mientras musitaba aquellas palabras –Incluso si logras hacerme caer, no seré tuya – Reafirmó, como si estuviese aferrándose a su anterior afirmación.
Desde el primer momento escapar había pasado a ser algo imposible. Pero resistirse aún estaba al alcance de la mano. Su espíritu seguía intacto incluso con el temor o el sentimiento de que él había poseído ya algo de ella que no hubiese querido. Los labios le temblaban, tanto por la rabia, como por la debilidad que le provocaba aquella sangre, cuyo aroma y color estaban haciéndole perder la conciencia. La quería, pero no lo haría, porque entonces le daría la razón a ese ser, tan egoísta y manipulador. Y eso era lo último que quería ahora.
Su voz fue exactamente lo que faltaba en aquella imagen. Frunció el ceño escuchando sus palabras, le molestaba la forma en que le hablaba, no podía decir que no hubiese una diferencia entre ellos, la sentía, pero eso no significaba que fuese a retroceder por él, el miedo era también un aliciente que podía hacerte luchar, solo que ella no sería en su desesperación por sobrevivir, ella quería mucho más que eso. Su acercamiento le hizo soltar un gruñido muy bajo. Se sobresaltó al verle romper las prendas sin llegar a comprender lo que él buscaba con aquellos movimientos, al menos no pudo pensarlo de inmediato, no hasta que habló de nuevo; pero su vista estaba fija desde el momento en que su piel quedara al descubierto, mostrando la pequeña herida de sus colmillos, la sangre deslizándose y provocándole un vuelco.
Aquella atracción era algo que no había sentido cuando había necesitado alimentarse, era algo totalmente diferente, y odiaba admitir que él tenía razón, sentía aquella especie de sed, no cualquiera, una que le impulsaba a querer tomar esa sangre, suyo olor llenaba sus sentidos, como una embriagadora nota que se extiende por el aire. Una seducción que quería odiar pero que algo en ella le hacía sentir la necesidad de ir hacia él. No lo hizo, pero se sintió débil ante aquella imagen. Gimió de forma lastimera cuando él hizo brotar la sangre, pero su rostro intentó mantenerse impasible.
Aquella voz empezó a llegar a sus oídos de nueva cuenta, le molestaba lo que decía, quería decirle algo, insultarlo mientras reprimía las ansías de hacer lo que él quería. No iba a recibir órdenes de él, eso se había dicho apenas cuando él pronunciaba aquellas palabras, con una especie de ira o algo que no entendía. El quejido que salió de sus labios cuando le jaló de los cabellos fue un grito agudo, pero que no saldría de aquellas paredes. Cayó sobre sus rodillas, pero su mirada se alzó, fulminante, una represalia que él no accedería a tomar de ella.
Musitó una negación, dejando que sus manos delgadas y pequeñas se ciñeran a los brazos que las sujetaban. No importaba lo que sucediera ni lo que él hiciera, no iba a rogarle por nada, incluso por su vida, solo había una persona por la que haría tal cosa, pero estando lejos de ellos, no había algo que le diera el impulso de querer que su ser se rindiera ante él –No soy tu maldita zorra –Su mirada se volvió más dura mientras musitaba aquellas palabras –Incluso si logras hacerme caer, no seré tuya – Reafirmó, como si estuviese aferrándose a su anterior afirmación.
Desde el primer momento escapar había pasado a ser algo imposible. Pero resistirse aún estaba al alcance de la mano. Su espíritu seguía intacto incluso con el temor o el sentimiento de que él había poseído ya algo de ella que no hubiese querido. Los labios le temblaban, tanto por la rabia, como por la debilidad que le provocaba aquella sangre, cuyo aroma y color estaban haciéndole perder la conciencia. La quería, pero no lo haría, porque entonces le daría la razón a ese ser, tan egoísta y manipulador. Y eso era lo último que quería ahora.
Irisviel Von Veltheim- Vampiro Clase Alta
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Esta vez, Irisviel realmente logró enfurecer al vampiro.
Craig restregó la cara de la neófita contra su brazo y, en segundos, el rostro pálido y hermoso de la muchacha se tiñó de un poderoso y brillante color carmín. Sólo así las facciones de muñeca que ella poseía, que era dulces y delicadas, como las de una niña, adoptaron un aspecto tétrico y sanguinario, una característica que todo vampiro por naturaleza debía poseer.
Ella rechazó su sangre y eso no iba a tolerarlo. No había peor ofensa en el mundo que esa, incluso para Craig, que poca importancia le daba a los desplantes que otros le hacían.
Harto de la situación, Craig apartó su brazo de mala gana y la tomó del cabello. De un jalón la obligó a ponerse de pie y la arrastró contra su voluntad (y con una facilidad extraordinaria) hasta uno de los sofás de la sala. Allí, la arrojó salvajemente hasta que esta se estampó contra el mueble y se golpeó la cabeza contra la pared. Craig, que no dudó en aprovechar lo atontada que quedó ella tras el golpe, se acercó, plantándosele enfrente con autoridad.
—Eres mía y lo serás cuantas veces quiera, hasta que me aburra de ti —le espetó con furia, resentido, como si realmente le hubiera afectado que su propia hija por conversión lo rechazara de tal modo.
Pero no era rencor lo que realmente sentía, era más bien su orgullo que el clamaba por un poco de justicia. Un vampiro macho y asquerosamente egocéntrico, como lo era Craig Ulrich, no podía permitir que una estúpida neófita, que además no era más que una mocosa, lo hiciera menos, que se pensara más fuerte que él, por eso pretendía darle una lección.
—Desnúdate —le ordenó, pero ni siquiera dio el suficiente tiempo a Irisviel para obedecer o negarse—. ¡He dicho que te desnudes, maldita zorra! —se le echó encima y comenzó a tironear con salvajismo las prendas que ella vestía.
Primero jaló la parte superior de su atuendo, luego la inferior. El vestido quedó destrozado en cuestión de segundos y la única prenda que impidió que su cuerpo quedara completamente al descubierto frente a su agresor, fue el apretado corsé que se ajustaba perfectamente a su esbelta figura. Craig lo tomó del borde y con sus toscas y hábiles manos, haciendo uso de su gran fuerza, logró abrirlo por completo de un solo tirón. Los pechos y genitales de Irisviel fueron liberados quedando expuestos ante la lasciva y al mismo tiempo enfurecida vista del vampiro.
—Ahora sí que te voy a dar motivos para gritar y gemir, puta desgraciada —sentenció con su sucia boca y el imborrable brillo de locura y maldad que poseían sus ojos, se intensificó.
Ella era hermosa, joven y apetecible, y él pensaba devorarla completa. Se deshizo de la camisa y bajó sus pantalones, hasta dejar su viril instrumento a la vista, y se le dejó ir encima, como un león a su presa.
Forcejearon por un buen rato sobre el sillón. Ella intentó defender su honor valientemente, ferozmente, pero finalmente él logró lo que quería. Le abrió las piernas y contra su voluntad se posicionó sobre ella y la penetró brutalmente. Después de todo, era innegable que Craig tenía todas las de ganar: era más grande en tamaño y mucho más viejo, lo que le brindaba mucha más fuerza que su víctima.
—¿También vas a fingir que no te gusta mi verga, como fingiste que no te atraía mi sangre? Ya veremos... —y de una salvaje embestida, la folló aun más produndamente, hasta hacerle daño.
Craig restregó la cara de la neófita contra su brazo y, en segundos, el rostro pálido y hermoso de la muchacha se tiñó de un poderoso y brillante color carmín. Sólo así las facciones de muñeca que ella poseía, que era dulces y delicadas, como las de una niña, adoptaron un aspecto tétrico y sanguinario, una característica que todo vampiro por naturaleza debía poseer.
Ella rechazó su sangre y eso no iba a tolerarlo. No había peor ofensa en el mundo que esa, incluso para Craig, que poca importancia le daba a los desplantes que otros le hacían.
Harto de la situación, Craig apartó su brazo de mala gana y la tomó del cabello. De un jalón la obligó a ponerse de pie y la arrastró contra su voluntad (y con una facilidad extraordinaria) hasta uno de los sofás de la sala. Allí, la arrojó salvajemente hasta que esta se estampó contra el mueble y se golpeó la cabeza contra la pared. Craig, que no dudó en aprovechar lo atontada que quedó ella tras el golpe, se acercó, plantándosele enfrente con autoridad.
—Eres mía y lo serás cuantas veces quiera, hasta que me aburra de ti —le espetó con furia, resentido, como si realmente le hubiera afectado que su propia hija por conversión lo rechazara de tal modo.
Pero no era rencor lo que realmente sentía, era más bien su orgullo que el clamaba por un poco de justicia. Un vampiro macho y asquerosamente egocéntrico, como lo era Craig Ulrich, no podía permitir que una estúpida neófita, que además no era más que una mocosa, lo hiciera menos, que se pensara más fuerte que él, por eso pretendía darle una lección.
—Desnúdate —le ordenó, pero ni siquiera dio el suficiente tiempo a Irisviel para obedecer o negarse—. ¡He dicho que te desnudes, maldita zorra! —se le echó encima y comenzó a tironear con salvajismo las prendas que ella vestía.
Primero jaló la parte superior de su atuendo, luego la inferior. El vestido quedó destrozado en cuestión de segundos y la única prenda que impidió que su cuerpo quedara completamente al descubierto frente a su agresor, fue el apretado corsé que se ajustaba perfectamente a su esbelta figura. Craig lo tomó del borde y con sus toscas y hábiles manos, haciendo uso de su gran fuerza, logró abrirlo por completo de un solo tirón. Los pechos y genitales de Irisviel fueron liberados quedando expuestos ante la lasciva y al mismo tiempo enfurecida vista del vampiro.
—Ahora sí que te voy a dar motivos para gritar y gemir, puta desgraciada —sentenció con su sucia boca y el imborrable brillo de locura y maldad que poseían sus ojos, se intensificó.
Ella era hermosa, joven y apetecible, y él pensaba devorarla completa. Se deshizo de la camisa y bajó sus pantalones, hasta dejar su viril instrumento a la vista, y se le dejó ir encima, como un león a su presa.
Forcejearon por un buen rato sobre el sillón. Ella intentó defender su honor valientemente, ferozmente, pero finalmente él logró lo que quería. Le abrió las piernas y contra su voluntad se posicionó sobre ella y la penetró brutalmente. Después de todo, era innegable que Craig tenía todas las de ganar: era más grande en tamaño y mucho más viejo, lo que le brindaba mucha más fuerza que su víctima.
—¿También vas a fingir que no te gusta mi verga, como fingiste que no te atraía mi sangre? Ya veremos... —y de una salvaje embestida, la folló aun más produndamente, hasta hacerle daño.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
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Re: Torture Device (+18) | Privado
La naturaleza y el aura de aquel que le parecía un monstruo era sin duda alguna esa imagen de lo que ella no desearía ser, sin embargo, su furia, su sangre contra su piel, manchando su rostro le hizo ahogar un gemido.
Y por un momento, un solo instante, pensó que aquello había terminado. Solo un segundo antes de sentir el jalón en sus cabellos e involuntariamente, guiada por la fuerza del otro, se vio manejada cual muñequita de trapo hasta uno de los muebles. A pesar de ser ahora algo similar a él, era imposible pensar en que sus sentidos no eran más cercanos a los de un humano que a los de un inmortal.
Y el golpe la aturdió como a cualquiera, se llevó las manos a la cabeza, el escozor que sentía fue disminuyendo poco a poco, pero no tuvo tiempo de realmente notarlo. Sus sentidos se habían disparado, la luz, los sonidos, su voz retumbó en su mente y no fue capaz de decir nada ante aquella petición que no quería cumplir para él. ‘No soy tuya’ repitió en su mente. No iba a desnudarse para él, eso hubiese pensado de no ser porque la segunda frase llegó demasiado pronto y ella en su impotencia se encogió sobre si misma intentando mantenerse en una sola pieza, en un tonto intento de mantener las ropas sobre ella, pero era justamente un acto ingenuo pues aquellas garras se habían hecho más fácil cargo de ellas que de cualquier otra cosa.
Y ella solo quiso llorar, nunca hasta ese momento de su vida se había sentido tan indefensa, las palabras en ese instante valían nada y ese hombre no iba a detenerse. Pero como era, no iba a permitirle simplemente tomar lo que quería, pues donde hay miedo, también existe esa desesperación que te hace luchar hasta el último instante, forcejeando como un animal a punto de ser devorado, literalmente, por uno de sus depredadores. Y le vio desnudo, pero eso no hizo sino alterarla, las cosas sucedían sin que ella pudiese realmente hacer nada, a pesar de forcejear con èl y debatirse tanto como podía.
Le hizo estremecer, sentir el frío recorriéndole la espalda cuando la movió con tal facilidad que aunque debía haberlo imaginado, no podía evitar sorprenderse, quedándose quieta lo suficiente para sentir cómo le penetraba, arqueando su cuerpo completamente y contra su propia voluntad, dejó escapar un gemido de dolor y empezó a sollozar, arañándole con sus uñas, no tan largas, enterrándolas en su torso cada vez que sentía su miembro rasgando su interior. No supo bien que hizo, la mente se le empezó a nublar, incapaz de resistir, fuese mental o físico, estaba quebrándose.
Jadeò y chillò, esta vez su orgullo estaba quedándose totalmente fuera de lugar. Sentìa que perdía la respiración, y lo peor es que no importaba cuànto quisiera desear algo, incluso la propia muerte estaba en las manos de aquel que la tomaba con fiereza y contra su voluntad. Y las palabras no salìan de sus labios, querìa insultarle, hacerle daño de alguna forma pero a pesar de ello, sabía que había perdido, estaba haciendo con ella lo que quería, como si no hubiese otro camino y ella empezaba a creer que tal vez no lo había. Buscó ver el rostro del otro, y a pesar de las lágrimas nublándole la mirada, pudo percibir su rostro y la expresión en él. Y la desesperanza no hizo sino aumentar, podía casi sentir palpable aquella satisfacciòn que se sentía al hacer tu propia voluntad, incluso aplastando la de otros. Y sintió que perdía la conciencia, ojalá pudiera hacerlo y simplemente perderse de aquellas sensaciones. Pero también sentía que él no la dejaría, que estaba atrapada en cadenas, hechas con sangre y su propia piel.
Y por un momento, un solo instante, pensó que aquello había terminado. Solo un segundo antes de sentir el jalón en sus cabellos e involuntariamente, guiada por la fuerza del otro, se vio manejada cual muñequita de trapo hasta uno de los muebles. A pesar de ser ahora algo similar a él, era imposible pensar en que sus sentidos no eran más cercanos a los de un humano que a los de un inmortal.
Y el golpe la aturdió como a cualquiera, se llevó las manos a la cabeza, el escozor que sentía fue disminuyendo poco a poco, pero no tuvo tiempo de realmente notarlo. Sus sentidos se habían disparado, la luz, los sonidos, su voz retumbó en su mente y no fue capaz de decir nada ante aquella petición que no quería cumplir para él. ‘No soy tuya’ repitió en su mente. No iba a desnudarse para él, eso hubiese pensado de no ser porque la segunda frase llegó demasiado pronto y ella en su impotencia se encogió sobre si misma intentando mantenerse en una sola pieza, en un tonto intento de mantener las ropas sobre ella, pero era justamente un acto ingenuo pues aquellas garras se habían hecho más fácil cargo de ellas que de cualquier otra cosa.
Y ella solo quiso llorar, nunca hasta ese momento de su vida se había sentido tan indefensa, las palabras en ese instante valían nada y ese hombre no iba a detenerse. Pero como era, no iba a permitirle simplemente tomar lo que quería, pues donde hay miedo, también existe esa desesperación que te hace luchar hasta el último instante, forcejeando como un animal a punto de ser devorado, literalmente, por uno de sus depredadores. Y le vio desnudo, pero eso no hizo sino alterarla, las cosas sucedían sin que ella pudiese realmente hacer nada, a pesar de forcejear con èl y debatirse tanto como podía.
Le hizo estremecer, sentir el frío recorriéndole la espalda cuando la movió con tal facilidad que aunque debía haberlo imaginado, no podía evitar sorprenderse, quedándose quieta lo suficiente para sentir cómo le penetraba, arqueando su cuerpo completamente y contra su propia voluntad, dejó escapar un gemido de dolor y empezó a sollozar, arañándole con sus uñas, no tan largas, enterrándolas en su torso cada vez que sentía su miembro rasgando su interior. No supo bien que hizo, la mente se le empezó a nublar, incapaz de resistir, fuese mental o físico, estaba quebrándose.
Jadeò y chillò, esta vez su orgullo estaba quedándose totalmente fuera de lugar. Sentìa que perdía la respiración, y lo peor es que no importaba cuànto quisiera desear algo, incluso la propia muerte estaba en las manos de aquel que la tomaba con fiereza y contra su voluntad. Y las palabras no salìan de sus labios, querìa insultarle, hacerle daño de alguna forma pero a pesar de ello, sabía que había perdido, estaba haciendo con ella lo que quería, como si no hubiese otro camino y ella empezaba a creer que tal vez no lo había. Buscó ver el rostro del otro, y a pesar de las lágrimas nublándole la mirada, pudo percibir su rostro y la expresión en él. Y la desesperanza no hizo sino aumentar, podía casi sentir palpable aquella satisfacciòn que se sentía al hacer tu propia voluntad, incluso aplastando la de otros. Y sintió que perdía la conciencia, ojalá pudiera hacerlo y simplemente perderse de aquellas sensaciones. Pero también sentía que él no la dejaría, que estaba atrapada en cadenas, hechas con sangre y su propia piel.
Irisviel Von Veltheim- Vampiro Clase Alta
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Re: Torture Device (+18) | Privado
—No luches, Irisviel, no vas a ganarme, sabes que no tienes ninguna posibilidad. Mejor quédate quieta, abre más las piernas y mírame, mira cómo hago mi voluntad. Será rápido y muy, muy placentero —se rió entre dientes. Craig estaba tan cerca del rostro de Irisviel, que su voz persuasiva y cruel parecía provenir de su propia mente. Él pudo hacer uso de sus habilidades hipnóticas para someterla y hacer del vil acto algo mucho más sencillo, pero no lo hizo porque disfrutaba con el alma que ellas se le resistieran, que lo rasguñaran, que lo mordieran, que siguieran luchando aún teniendo la batalla perdida. Irisviel no era distinta a todas las otras que había violado antes, también se resistía y luchaba por conservar un poco de su dignidad mancillada, pero, como todas las anteriores veces, era sencillamente inútil.
Craig se movió salvajemente dentro de ella, metiendo y sacando su verga una y otra vez, embistiendo cada vez más fuerte, intentando llenarla por completo, pero ella era parecía ser muy estrecha.
—¡Maldita zorra, estás muy cerrada! —Espetó con furia—. No me digas que esta es la primera vez que te follan este lindo coño… —se burló y abrió la boca para soltar una desagradable carcajada que retumbó en toda la casa—. Qué hermoso, ahora estoy seguro de que nunca lo olvidarás —la escuchó gemir bajo su cuerpo, intentando mover sus piernas para apartarlo de ella, deseando que él saliera de su cavidad y cesara el dolor, pero el resistió su defensa y continuó hiriéndola. Por momentos hundía profundamente su miembro con una embestida salvaje y se detenía un instante para mirar el sufrimiento de Irisviel, contemplar su dolor y lamer lascivamente sus mejillas, bebiendo sus lágrimas. Luego reanudaba los crudos movimientos. Ella lloraba, pero con cada movimiento el monstruo se clavaba más en ella. La estaba partiendo en dos.
—¿Sabes por qué hago esto, zorrita? —Preguntó sin darle tregua, ni un pequeño descanso—. ¿No? ¿Ninguna pista? Porque el dolor físico es temporal, se cura, pero la humillación, la deshonra, la ofensa, eso perdura, se queda contigo por siempre. Esta es tu pequeña lección. Esto te servirá para saber quién manda aquí, a quién debes obedecer. ¿Acaso no te dije que serías mi perra? ¿Todavía te queda alguna duda? —Lamió su cuello y observó con satisfacción la mueca de dolor y asco en el rostro de Irisviel—. Eso es, despréciame. Tu odio me excita… —le susurró al oído como si se tratase de una cínica confesión—. Niega que en medio de tu dolor sientes también un placer inmenso. Estoy seguro de que también te odias a ti misma por eso. Podrías pedirme que pare, rogármelo, suplicar con palabras, pero ni siquiera lo has intentado. ¿Ves cómo sí eres una zorrita? Mi zorrita.
Craig aceleró los movimientos y era demasiada su excitación que obtuvo pronto el orgasmo. Al llegar al clímax de su despreciable acto, bramó como la bestia que era y se corrió dentro de ella. La dejó allí, tumbada sobre el suelo, con la entrepierna ensangrentada y dolorida, manchada con sus fluidos que, por supuesto, contempló orgulloso.
—Así te quedas, acostadita y de piernas abiertas, dispuesta para mí cuando me apetezcas… —besó su frente con hipocresía.
Craig Ulrich podía ser un idiota, pero cuando se lo proponía, era un verdadero cabrón.
Craig se movió salvajemente dentro de ella, metiendo y sacando su verga una y otra vez, embistiendo cada vez más fuerte, intentando llenarla por completo, pero ella era parecía ser muy estrecha.
—¡Maldita zorra, estás muy cerrada! —Espetó con furia—. No me digas que esta es la primera vez que te follan este lindo coño… —se burló y abrió la boca para soltar una desagradable carcajada que retumbó en toda la casa—. Qué hermoso, ahora estoy seguro de que nunca lo olvidarás —la escuchó gemir bajo su cuerpo, intentando mover sus piernas para apartarlo de ella, deseando que él saliera de su cavidad y cesara el dolor, pero el resistió su defensa y continuó hiriéndola. Por momentos hundía profundamente su miembro con una embestida salvaje y se detenía un instante para mirar el sufrimiento de Irisviel, contemplar su dolor y lamer lascivamente sus mejillas, bebiendo sus lágrimas. Luego reanudaba los crudos movimientos. Ella lloraba, pero con cada movimiento el monstruo se clavaba más en ella. La estaba partiendo en dos.
—¿Sabes por qué hago esto, zorrita? —Preguntó sin darle tregua, ni un pequeño descanso—. ¿No? ¿Ninguna pista? Porque el dolor físico es temporal, se cura, pero la humillación, la deshonra, la ofensa, eso perdura, se queda contigo por siempre. Esta es tu pequeña lección. Esto te servirá para saber quién manda aquí, a quién debes obedecer. ¿Acaso no te dije que serías mi perra? ¿Todavía te queda alguna duda? —Lamió su cuello y observó con satisfacción la mueca de dolor y asco en el rostro de Irisviel—. Eso es, despréciame. Tu odio me excita… —le susurró al oído como si se tratase de una cínica confesión—. Niega que en medio de tu dolor sientes también un placer inmenso. Estoy seguro de que también te odias a ti misma por eso. Podrías pedirme que pare, rogármelo, suplicar con palabras, pero ni siquiera lo has intentado. ¿Ves cómo sí eres una zorrita? Mi zorrita.
Craig aceleró los movimientos y era demasiada su excitación que obtuvo pronto el orgasmo. Al llegar al clímax de su despreciable acto, bramó como la bestia que era y se corrió dentro de ella. La dejó allí, tumbada sobre el suelo, con la entrepierna ensangrentada y dolorida, manchada con sus fluidos que, por supuesto, contempló orgulloso.
—Así te quedas, acostadita y de piernas abiertas, dispuesta para mí cuando me apetezcas… —besó su frente con hipocresía.
Craig Ulrich podía ser un idiota, pero cuando se lo proponía, era un verdadero cabrón.
Craig Ulrich- Condenado/Vampiro/Clase Media
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 22/12/2011
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Torture Device (+18) | Privado
Si luchaba ya no podía notarlo, su cuerpo se sentía pesado, ajeno. Era tan frustrante pero cada embestida le regresaba a la realidad, el dolor punzante le dejaba claro que no era sino su propio cuerpo. La fricción provocada por el miembro del otro producía una calidez incómoda, aplastante.
Le escuchaba, con ese tono que parecía decir aún más que su rostro que estaba disfrutando aquello. Podía discernir las palabras y mientras se retorcía bajo su cuerpo no estaba segura sin embargo de entender su significado. Por un momento le pareció que nada de lo que había pasado últimamente podía ser real. Jadeó y gimió sintiendo cada choque entre sus cuerpos, aquellos roces que eran bruscos, repugnantes por momentos, como ese gesto de lamerle, le hacía sentir tan mal que por poco creyó no resistirlo. La extraña sensación de sus propias lágrimas nublaba su visión. Y él tenía razón. Podía que su cuerpo fuese a recuperarse, pero sería incapaz de olvidar aquel momento.
Le molestaba, odiaba escucharle decir que le pertenecía. Y odiaba también el hecho de que su cuerpo experimentara con él lo que nunca había sentido con alguien más. Entre todo aquello, lo que no podía discernir, la forma en que su cuerpo parecía moverse acompasándose a los movimientos ajenos, de una forma asquerosamente natural. Sentir el estremecimiento que sus movimientos provocaban por momentos haciéndole perder por un momento la capacidad de razonar como hubiese querido.
Y entonces se arqueó sintiendo aquel líquido espeso llenándole, desbordándose entre sus piernas. Hizo una mueca tratando de no alzar más la voz de lo que ya lo había hecho.
No atinó a moverse, sentía aún que le faltaba el aire. Había cerrado los ojos abandonándose a sí misma, y solo volvió a abrirlos con aquel pequeño gesto, ese beso, cargado de una ironía insoportable. Quiso decirle que podía irse al mismo infierno, pero solo fue su mirada llena de resentimiento.
Se hizo un ovillo por un breve instante –No soy tuya…- murmuró apenas audiblemente y sin siquiera verle. Podía tomar su cuerpo incluso a la fuerza como había hecho ahora, pero no iba a admitir algo como que le pertenecía a un ser tan despreciable como él. Se sentía cansada y adolorida por todos lados. Se incorporó sentándose con cuidado. Si él no hubiese estado aún ahí, se habría abandonado en la cama hasta que su cuerpo pareciera haber tenido un descanso apropiado. Pero temía cerrar los ojos con él cerca. Y le miró, con la cabeza gacha, sin notarlo, sin darse cuenta de su propia actitud en ese instante.
¿Siempre se comportaría así? Había sentido una fuerza que antes su cuerpo no tenía, pero la de él era mayor, tenía esa aura que ella no poseía, como si la maldad misma le rodeara, como si el egoísmo y el ego alimentaran esa oscuridad creciente. Su presencia, notaba ahora, podía ser aplastante. Quiso cubrir su cuerpo incluso si era algo inútil a esas alturas. ¿Qué podía pensar después de toparse con él? ¿Había sido él aquella noche? Y sabía que al menos en eso no mentía, sí, era él quien le había hecho lo que ahora era, alguien como él, un ser nocturno, pero que eran tan diferentes que no había podido ni defenderse. Eso le frustraba, le atormentaba pero el brillo en sus ojos aún no desaparecería.
Le escuchaba, con ese tono que parecía decir aún más que su rostro que estaba disfrutando aquello. Podía discernir las palabras y mientras se retorcía bajo su cuerpo no estaba segura sin embargo de entender su significado. Por un momento le pareció que nada de lo que había pasado últimamente podía ser real. Jadeó y gimió sintiendo cada choque entre sus cuerpos, aquellos roces que eran bruscos, repugnantes por momentos, como ese gesto de lamerle, le hacía sentir tan mal que por poco creyó no resistirlo. La extraña sensación de sus propias lágrimas nublaba su visión. Y él tenía razón. Podía que su cuerpo fuese a recuperarse, pero sería incapaz de olvidar aquel momento.
Le molestaba, odiaba escucharle decir que le pertenecía. Y odiaba también el hecho de que su cuerpo experimentara con él lo que nunca había sentido con alguien más. Entre todo aquello, lo que no podía discernir, la forma en que su cuerpo parecía moverse acompasándose a los movimientos ajenos, de una forma asquerosamente natural. Sentir el estremecimiento que sus movimientos provocaban por momentos haciéndole perder por un momento la capacidad de razonar como hubiese querido.
Y entonces se arqueó sintiendo aquel líquido espeso llenándole, desbordándose entre sus piernas. Hizo una mueca tratando de no alzar más la voz de lo que ya lo había hecho.
No atinó a moverse, sentía aún que le faltaba el aire. Había cerrado los ojos abandonándose a sí misma, y solo volvió a abrirlos con aquel pequeño gesto, ese beso, cargado de una ironía insoportable. Quiso decirle que podía irse al mismo infierno, pero solo fue su mirada llena de resentimiento.
Se hizo un ovillo por un breve instante –No soy tuya…- murmuró apenas audiblemente y sin siquiera verle. Podía tomar su cuerpo incluso a la fuerza como había hecho ahora, pero no iba a admitir algo como que le pertenecía a un ser tan despreciable como él. Se sentía cansada y adolorida por todos lados. Se incorporó sentándose con cuidado. Si él no hubiese estado aún ahí, se habría abandonado en la cama hasta que su cuerpo pareciera haber tenido un descanso apropiado. Pero temía cerrar los ojos con él cerca. Y le miró, con la cabeza gacha, sin notarlo, sin darse cuenta de su propia actitud en ese instante.
¿Siempre se comportaría así? Había sentido una fuerza que antes su cuerpo no tenía, pero la de él era mayor, tenía esa aura que ella no poseía, como si la maldad misma le rodeara, como si el egoísmo y el ego alimentaran esa oscuridad creciente. Su presencia, notaba ahora, podía ser aplastante. Quiso cubrir su cuerpo incluso si era algo inútil a esas alturas. ¿Qué podía pensar después de toparse con él? ¿Había sido él aquella noche? Y sabía que al menos en eso no mentía, sí, era él quien le había hecho lo que ahora era, alguien como él, un ser nocturno, pero que eran tan diferentes que no había podido ni defenderse. Eso le frustraba, le atormentaba pero el brillo en sus ojos aún no desaparecería.
Irisviel Von Veltheim- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 22/02/2013
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