Jace Everett

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

A primera vista Jace Everett  es todo lo que un chico quiere ser: exquisito, inteligente y elegantemente encantador. Sin embargo sus intenciones son verdaderamente perversas, propias de una mente mezquina. Posee un humor negro bastante desagradable y descarado, que camufla casi siempre con una sonrisa pícara y tirante, llena de prepotencia. Normalmente su cortesía va acompañada por un sarcasmo burlón del que solo algunas personas avispadas se dan cuenta. Sin embargo, a pesar de esconderse tras muchas máscaras de simplicidad y júbilo, realmente es alguien que disfruta con las desgracias ajenas.

Constantemente en movimiento, siempre tramando algo, ya sea vengarse de un ex cohorte, o exactamente cómo va a entrar dentro de la falda de la próxima mujer en su lista negra. Asquerosamente inteligente, siempre sabe cómo salirse con la suya, y es capaz de cualquier cosa con tal de lograr lo que se proponga. Se considera alguien simple con las ideas muy claras. Jace es sobre todo una cosa: orgulloso. Éste orgullo hace que le sea imposible ignorar los retos, no sólo por pura diversión, sino por competitividad. Arrogante, él mismo lo admite, es un cínico insoportable, llegando a manipular, mentir... todo lo necesario para conseguir lo que quiere. Su expresión suele ser de alguien encantador y seductor, con una maldad escondida. Por último, es alguien con tendencias pasivo-agresivas.

HISTORIA

Es difícil remontarse a los inicios de la familia Everett, sin embargo; ésta se recuerda por la memorable existencia del duque de Canterbury. Phillippe, un hombre muy religioso a cargo de una parte de la región que fue un importante centro de peregrinación por aquella época. Aquel que guía, que va al frente; o por lo menos ese era el origen de la palabra duque. La historia del hombre se ciñe en la Guerra de los Cien años en la que, al ser él quien encabezaba un escuadrón de Canterbury, fue partícipe de la misma. De hecho, el papel que tomó como caballero le otorgó un puesto en la Orden de Garter fundada por Eduardo III de Inglaterra  para asegurar su lealtad al rey y su dedicación a lograr la victoria durante la guerra. Un sugestivo privilegio contando con que la orden estaba formada por los 25 caballeros de mayor rango de Inglaterra.

Y, tras los pasos de éste gran hombre y caballero, nació Jace, en el año 1388. Nació justo durante la segunda fase de la Guerra de los Cien Años, a raíz de la reanudación de la misma después del Tratado de Brétigny. Tan solo después del primer año de vida del niño, se estableció una tregua durante el reinado de Ricardo II de Inglaterra, que se prorrogó varias veces. Así, para satisfacción de sus padres, Will pudo disfrutar de un periodo de relativa paz. No obstante, Phillippe solo se alegraba de lo sucedido porque así podría sacarle mayor partido a su hijo, convirtiéndolo en un hombre de provecho antes de que la guerra se reanudara.

Aún así, el chico gozó desde pequeño los privilegios que ofrecía el ducado de su padre; tales como riquezas, poder y lujos. No se oponía a las enseñanzas de su madre sobre los principios de la religión y de la caballería, pero también desarrolló otro tipo de ideales a partir de los de Phillippe. Le consideraban un niño prodigio por sus aptitudes, con una fachada serena, primeramente educada, y astuta. Pero ésta impresión desmentía su verdadero carácter que se fue desarrollando años después. Sabía ocultar a la perfección una madurez más propia de un adulto, ya que en esa época los casos raros y excepcionales no estaban bien vistos.  
A los siete años y, al ser un chaval de clase noble, fue enviado para servir de paje en la casa de un gran señor. A pesar de que el duque poseía los medios suficientes para ocuparse de la educación de su hijo, prefería encargar la tarea a otro señor que no se dejase influir por el amor paterno a la hora de imponer al aspirante cualquiera de las tareas y pruebas en todo su extremado rigor. Phillippe creía conveniente que su hijo no solo heredara el título de duque, sino las capacidades de un caballero.

Aunque esto implicaba servir a su nuevo señor, no se consideraba una actividad degradante, sino, por el contrario, muy honorable. Jace permaneció aún con la mujer del señor en buena medida, para completar sus conocimientos religiosos. Ella era quien debía inspirar en su supuesta mente infantil aquella refinada y mística idea del amor cortés. El resto del día se pasaba al servicio del señor feudal, acompañándolo en sus salidas o sirviéndolo a la mesa. Se le adiestró en toda clase de ejercicios físicos para fortalecer el cuerpo, y se mezclaba con los huéspedes que llegaban al castillo; los recibía a su llegada y les ofrecía sus servicios en cuanto fuera menester. Al escuchar las conversaciones de sus mayores, adquirió esa peculiar gracia en los modales que, con el nombre de cortesía, constituía la principal virtud del carácter de un verdadero caballero.
A los 14 años Jace fue admitido como escudero. Su daga se cambió por la espada en una ceremonia religiosa en la que el arma que iba a llevar en un futuro se depositó sobre el altar. De allí la tomó el sacerdote y, tras varias bendiciones, se la entregó con las advertencias pertinentes sobre cómo debería ser usada.

Comenzó entonces los ejercicios físicos más duros para él: tenía que aprender a saltar sobre el caballo vistiendo una armadura completa y sin poner el pie en el estribo, o saltar desde atrás a los hombros de otro jinete sujetándose a él solamente con una mano. De ese modo quienes lograban completar su formación eran después capaces de combatir soportando un peso que en la actualidad pocas personas podrían levantar, y hacerlo bajo el sol ardiente de Tierra Santa.

Se suponía que el escudero sujetaba el estribo para que su señor montara a caballo; portaban su lanza, su casco, su escudo; pero continuaba sirviéndolo a la mesa, limpiando su armadura y realizando muchas otras tareas en las que era ayudado por los pajes o por servidores comunes; sin embargo Jace pasó directamente a misiones más importantes debido a las circunstancias.  Tuvo que acudir varias veces junto a su señor para frenar una rebelión iniciada por  Owain Glyndwr, un noble galés que se rebeló contra el rey Enrique IV de Inglaterra.

Ésta contienda había sido iniciada en el año 1400, en el cual el chico no era más que un paje y no fue partícipe de la misma. Había oído que Owain consiguió derrotar a los ingleses en varias ocasiones y durante unos pocos años consiguió controlar la mayor parte de Gales. No obstante, nada más ser admitido como escudero tuvo que asistir a erradicar los últimos vestigios de la revuelta. Aunque, finalmente los ejércitos ingleses en los que fueron él y su señor consiguieron recuperar el control y aplastar la rebelión; su señor fue herido de gravedad.

Normalmente mientras los caballeros combatían, Jace debía limitarse a observar, siempre dispuestos a rescatar a su señor de aquel amasijo de hombres y caballos, cubrirlo si caía, proporcionarle armas de refresco y prestarle toda clase de ayuda posible. Sin embargo, tuvo que ir mucho más allá, tomando parte activa cuando su señor fue lastimado. Hasta ese momento se le había prohibido participar, ya que al hombre al que obedecía era alguien bastante avispado que, con el paso del tiempo, previó la mente explosiva y pasivo-agresiva del chico, con ciertos matices mezquinos y una personalidad distante a la de su padre.

Pero en aquel momento no pudo impedir que Jace entrase en la batalla, y dedujo que su objetivo no era asistirle o vengarse, sino la pura satisfacción y adrenalina de resultar victorioso en una batalla por la vida. Así el muchacho, era de esa forma, imprevisible en cierto modo. Estas conductas sádicas en cierto modo terminaron costándole la vida a un galés.
Después de que los ingleses consiguieron el triunfo, el chico consiguió reconocimiento por la hazaña realizada. Su señor acabó pereciendo a principios del año 1407, tras encontrarse en un mal estado. Por ésta época la marcha de Owain sobre Worcester fracasó e Inglaterra recuperó los castillos perdidos. Sin embargo, aunque Jace era consciente de que el galés huyó sin que pudiera capturarlo, no buscaba la venganza por la muerte de su maestro. El joven tenía otro interés de gran magnitud: los estudios a los enemigos galeses que Enrique IV realizó y le permitieron aprender a utilizar las tácticas guerrilleras que tan rendidos servicios le prestarían más tarde.

Jace quería saber las maniobras de los dos maestros de estrategia del rey, genios militares ambos: Harry Hotspur y Thomas Percy. Los dos hombres que habían traicionado a Enrique tras aliarse con Glyndwr durante la rebelión. Sin embargo, al joven le importaba poco la fidelidad de los dos militares, pero sí le interesaban sus tácticas.

Siguió su formación como escudero tan solo unos meses más; sus servicios en el campo de batalla habían perfeccionado su conocimiento de la profesión de las armas, y las pruebas de habilidad que se les permitía cuando se celebraba un torneo le dio la oportunidad de distinguirse a ojos de la gente y de hacerse un nombre entre los heraldos y cronistas de hazañas caballerescas. Las personas comenzaron rumores sobre aquel joven nacido para las batallas, un guerrero prodigio en potencia.

Así, a finales del año 1407, se le concedió el honor de ser armado caballero. Normalmente, a los escuderos se les armaba caballeros al alcanzar la edad de 21 años; pero a veces, si el joven se había destacado por alguna acción valerosa o galante, o por su talento, era admitido antes de cumplir esa edad. Ese fue el caso de Jace al cumplir los 19 años.

No llegó a combatir en la Guerra de los Cien años durante el reinado de Enrique V ya que, en un largo viaje a York que realizó, terminó alejado del futuro que tenía pensado. Allí conoció a Eleanor, una joven normanda que vagaba por las calles todas las noches. No era difícil confundirla con una cortesana. Pero Jace, para el cual el amor era una cosa casi inexistente, comenzó a sentirse atraído, absorbido por ésa mujer de rostro de porcelana. Para alguien como el chico, que solo creía en la pasión de las batallas, esto comenzó a volverle loco. Se volvió loco por ella; una joven que vivía alejada de todo y parecía esconderse de algo.

Por supuesto, no sabía  su condición, un ser de la noche que buscaba la satisfacción de la sangre. Lady Eleanor se interesó por Jace, y decidió que aquel sería el último viaje del muchacho como humano; decidió arrebatarle tanto el futuro como la vida. Pero a cambio le concedió un nuevo renacer: la inmortalidad. Un guerrero que nunca muere.

Despertó desorientado, como si su cuerpo hubiera sido trasladado a otro. Necesitaba algo, estaba sediento de sangre. No había rastro de Eleanor por ninguna parte. Esa semana ocurrió la mayor tragedia del año en York, una docena de personas asesinadas en casi las mismas condiciones. Nadie quiso relacionarse con las muertes, y las emigraciones frecuentaron. Incluso el propio rey, quien no podía destapar el anonimato del asesino, ignoró todo cuanto tuviera que ver con los asesinatos en York rezando porque no se repitieran. Necesitaban una pista más sólida para ejecutar al culpable de tal osadía.

Sin embargo, nadie lo atrapó nunca, ni siquiera tuvieron la oportunidad de verlo. A su mismo tiempo, Jace no volvió a aparecer por Canterbury, y el duque no tardó en pensar que su viaje a York le había hecho ser otra víctima. No obstante, el joven se convirtió en algo parecido al demonio, no solo por su nueva condición, sino por su mente perversa que goza con el dolor ajeno. Contar todo el periodo de vida que tuvo desde este punto sería demasiado amplio, aunque cabe destacar que ocupó posiciones nobiliarias importantes, acabando con otros nobles y gente que simplemente estorbaba para él.
Volvió a Francia muchos años después, después de estar en Viena con una de las muchas mujeres que pasaron por su lecho. Buscaba diversión, proponerse un reto difícil quizá.

DATOS EXTRA

-Posee una cicatriz que recorre toda su espalda.
-Nunca se compromete con una mujer, no va mucho más allá del simple sexo y placer de una noche.
-Amante de las cosas dulces.

gracias a αgusτınα• de sourcecode