AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Guillermina Castellví
2 participantes
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Guillermina Castellví
Guillermina Castellví
20 años ■ Humana ■ Clase baja
■ Bisexual ■ Cataluña
■ Bisexual ■ Cataluña
Descripción psicológica
Guillermina nació para ser esclava. Una vida de pérdidas y flagelos la obligaron a forjar una personalidad fuerte para salir adelante, y la eterna gratitud hacia quien la salvó. Fue puesta a prueba la cantidad suficiente de veces para aprender que la desconfianza es la mejor arma para enfrentarse a las vicisitudes. De sonrisa amable y actitud servicial, difícilmente alguien sepa qué se cruza por su cabeza, pues fue moldeándose en las apariencias y en la simulación.
Es realista y muy objetiva, aunque de emociones impetuosas y viscerales. Impulsiva y, al mismo tiempo, racional, va a depender de la situación en la que esté. Vive en los grises, aprendió a convivir con ellos, y a aceptar lo que tiene con total resignación. La libertad nunca fue una meta, y, actualmente, tampoco lo es. Las cadenas que la aprisionan la hacen sentir cómoda y protegida, dos sensaciones que costó que llegasen, pero que al arribar, lo hicieron para quedarse y darle nuevas enseñanzas, perspectivas y horizontes.
Sabe defenderse por sí misma, tiene los recursos para hacerlo, y jamás le temblará el pulso para negarse a una situación que la haga sentirse indigna. Con un gran sentido de pertenencia, puede resultar hasta obsesiva con las pocas posesiones que tiene. Odia que toquen sus cosas sin su permiso, y no soporta que le hagan preguntas sobre su pasado.
Es extremadamente reservada y discreta con todo lo referido a su dueña, y, también, consigo misma. No habla, salvo que le hagan una pregunta seguida con la orden de responder. Tiene un extraño mecanismo que la obliga a ser dominada, no puede tener sobre sus hombros mando alguno ni responsabilidades que la lleven a estar a cargo de algo o alguien.
Le gusta escuchar los problemas de las personas, siente que puede comprenderlas, y es una gran consejera. Siempre tendrá palabras de aliento, aunque es más partidaria de los silencios y los gestos que las frases grandilocuentes que pueden caer en la redundancia.
Si bien no es tímida, es sumamente pudorosa para con el exterior. No le gusta la exhibición ni los rumores, prefiere huir de los problemas, aunque tiene un extraño imán para ellos, que la hacen verse envuelta en escenarios que le son poco favorables.
Historia
Podía sentir las gotas de lluvia cayéndole en la frente. Su cabeza colgaba de una ventana, y las piernas casi no las sentía de los calambres que se las habían azuzado. Estaba débil, el mundo le daba vueltas, y si había logrado abrir los ojos, era por el chispeo incómodo. Alzó la cabeza, y las sábanas empapadas de sangre le devolvieron los mareos. Se mantenía en la misma posición en la que había parido hacía ¿cuántos minutos? ¿horas? a su hija. Sabía que era una niña porque la partera se lo había susurrado antes de que perdiera el conocimiento. Escuchó el chirrido de la puerta, y entró su marido, que la ayudó a acomodarse en el pequeño camastro. El hombre le secó el rostro, le limpió las extremidades con un trapo húmedo, le puso un camisón limpio, y luego entró una mujer regordeta con una bebé en brazos, envuelta en una sábana vieja pero limpia. En cuanto la pusieron contra su pecho, la nena comenzó a rebuscar su pezón, hambrienta, deseosa de su primer alimento.
La llamaron Guillermina, hija de Sara Gutierrez y Atilio Castellví. Él fue un encumbrado joven de sociedad que se enamoró de la mucama. Lo desheredaron y debieron refugiarse en la pobreza. De todas las comodidades que un día tuvo, sólo le quedó la educación y el patronímico, que en los suburbios catalanes le valía de poco y nada. Lo poco que pudieron recaudar, fue por el oficio de él como deshollinador, muy buscado por ser de los pocos que se dedicaban a una tarea no muy difundida por aquel entonces.
A pesar de la pobreza que los obligaba a racionar su alimentación, el matrimonio Castellví y sus seis hijos –de los cuales Guillermina era la menor- eran felices. Pero todo terminó el día que cuatro hombres entraron a la vivienda de noche, violaron a Sara frente a los ojos de toda la familia, luego la decapitaron, lo mismo hicieron con la hija mayor de ellos, Anita, de once años. Guillermina sólo tenía cuatro años, y vio, escondida debajo de la cama, cómo iban asesinando a cada uno de los miembros de su familia. Su padre fue el último, y a él le dijeron que debían saldar una cuenta con los Castellví, el final fue igual al de todos, la decapitación.
No supo cuántas horas estuvo en su escondite pero, cuando salió, el Sol ya estaba en lo alto del Cielo. Intentó no mirar las atrocidades en la que se habían convertido sus hermanos y sus padres, y salió en silencio a buscar a sus vecinos. Permaneció dos días en la casa de al lado, pero las autoridades la buscaron para llevarla a un orfanato. Jamás lograría dilucidar si lo peor de aquel lugar eran los niños sucios, los olores repulsivos, las ratas o los dientes podridos del director.
Los primeros tres años no fueron tan malos, teniendo en cuenta de que logró simpatizar con varias de las nenas y los nenes que allí habitaban. Le gustaban las lecciones semanales en las que aprendía a leer y a escribir, la señora que las daba era una dulce ancianita que se esmeraba para que los cinco estudiantes que tenía, algún día albergaran una esperanza de salir de ese sitio siendo personas de bien. Murió sin ver su obra.
El día que cumplió ocho años, nadie se lo festejó, como tampoco sus natalicios anteriores. Sin embargo, fue llamada por el director. Pensó que la reprenderían por el vidrio que había roto uno de sus amigos, pero el hombre no mencionó el acontecimiento, si no, que la saludó y la felicitó por ese día especial. La sentó en sus rodillas y comenzó a acariciarle el pelo. A pesar de que no tenía noción de lo que sucedería a continuación, Guillermina no se sintió cómoda e intentó desembarazarse de sus brazos, pero la mano callosa y de uñas largas y sucias de Sanchez ya recorría su muslo y le quitaba la ropa interior. Se levantó, la hizo arrodillarse sobre el escritorio, y el resto sólo fue dolor. A pesar de que pidió ayuda a los gritos, nadie recurrió. Cuando el hombre derramó sus fluidos dentro de ella, la despachó como si se tratase de un trapo sucio. Guillermina se refugió en el cuarto de baño, una de sus amigas apareció, y en silencio, le ayudó a limpiarse los hilos de sangre que le bañaban la cara interna de los muslos. El ardor persistiría por días.
Poco más de un año después de la violación, se escapó junto a dos chicos que la habían adoptado de hermana menor. Vagaron por las calles y durmieron en callejones. A la madrugada, la dejaban oculta y ellos salían a robar comida. En una de esas noches, escuchó un ruido, al creer que era uno de sus amigos, salió de la casa semi derrumbada y abandonada que ejercía de hogar, y se encontró con cuatro hombres. Los ocho ojos se posaron en ella primero con confusión y luego se miraron entre sí con complicidad. Vio el mismo brillo macabro que aquella tarde en el orfanato distinguió en el director, intentó huir, pero uno de ellos fue más rápido y la levantó en el aire. Uno a uno la poseyeron, orinaron y golpearon hasta casi la inconsciencia. Un quinto apareció y se disponía a llevar a cabo su cometido, cuando los gritos de los demás interrumpieron la función.
Al despertar y descubrió que estaba en brazos de una persona con rico perfume, y envuelta en un abrigo. Era una mujer, la distinguió por el sonido de su voz cuando le dijo que siguiera durmiendo. Hizo caso con un pequeño quejido de dolor cuando su mejilla lastimada volvió a apoyarse en el hombro de la dama. Durmió lo que le pareció una eternidad, en una cama cómoda y limpia. Cada noche, cuando abría los ojos, descubría a la señora de pelo rojizo sentada al lado de su cama, que le palmeaba la mano y la incitaba seguir descansando, y ella volvía a su sueño profundo.
Boriska, como se presentó cuando la fuerza había vuelto a ella, era una vampiresa que aceptaba los silencios de Guillermina, y a la cual, la niña, comenzó a admirar profundamente. ¡Era su salvadora! Contrario a todos los mitos que ella conocía sobre ese tipo de seres, la dama había sido una verdadera santa, y la niña, se había convertido en su devota. El agradecimiento y el cariño que ella le inspiraban, se convirtieron en todo lo necesario para seguirla a todos los sitios sin chistar.
Guillermina veía con buenos ojos cualquier acción que Boriska realizase, presenciaba cuando ésta se alimentaba, observaba cuando copulaba, y en su mente desarrolló un deseo demencial por quien se había convertido en su ángel de la guarda. No dudó cuando, a los once años, la vampiresa le pidió su cuerpo. Con miedo a lo desconocido, pero con el anhelo de devolverle todo lo que la vampiresa hizo por ella, comenzó a someterse a todos y cada uno de los caprichos de la dama, sin poner objeción y descubriendo las mieles a las que esa mujer la introdujo.
La llamaron Guillermina, hija de Sara Gutierrez y Atilio Castellví. Él fue un encumbrado joven de sociedad que se enamoró de la mucama. Lo desheredaron y debieron refugiarse en la pobreza. De todas las comodidades que un día tuvo, sólo le quedó la educación y el patronímico, que en los suburbios catalanes le valía de poco y nada. Lo poco que pudieron recaudar, fue por el oficio de él como deshollinador, muy buscado por ser de los pocos que se dedicaban a una tarea no muy difundida por aquel entonces.
A pesar de la pobreza que los obligaba a racionar su alimentación, el matrimonio Castellví y sus seis hijos –de los cuales Guillermina era la menor- eran felices. Pero todo terminó el día que cuatro hombres entraron a la vivienda de noche, violaron a Sara frente a los ojos de toda la familia, luego la decapitaron, lo mismo hicieron con la hija mayor de ellos, Anita, de once años. Guillermina sólo tenía cuatro años, y vio, escondida debajo de la cama, cómo iban asesinando a cada uno de los miembros de su familia. Su padre fue el último, y a él le dijeron que debían saldar una cuenta con los Castellví, el final fue igual al de todos, la decapitación.
No supo cuántas horas estuvo en su escondite pero, cuando salió, el Sol ya estaba en lo alto del Cielo. Intentó no mirar las atrocidades en la que se habían convertido sus hermanos y sus padres, y salió en silencio a buscar a sus vecinos. Permaneció dos días en la casa de al lado, pero las autoridades la buscaron para llevarla a un orfanato. Jamás lograría dilucidar si lo peor de aquel lugar eran los niños sucios, los olores repulsivos, las ratas o los dientes podridos del director.
Los primeros tres años no fueron tan malos, teniendo en cuenta de que logró simpatizar con varias de las nenas y los nenes que allí habitaban. Le gustaban las lecciones semanales en las que aprendía a leer y a escribir, la señora que las daba era una dulce ancianita que se esmeraba para que los cinco estudiantes que tenía, algún día albergaran una esperanza de salir de ese sitio siendo personas de bien. Murió sin ver su obra.
El día que cumplió ocho años, nadie se lo festejó, como tampoco sus natalicios anteriores. Sin embargo, fue llamada por el director. Pensó que la reprenderían por el vidrio que había roto uno de sus amigos, pero el hombre no mencionó el acontecimiento, si no, que la saludó y la felicitó por ese día especial. La sentó en sus rodillas y comenzó a acariciarle el pelo. A pesar de que no tenía noción de lo que sucedería a continuación, Guillermina no se sintió cómoda e intentó desembarazarse de sus brazos, pero la mano callosa y de uñas largas y sucias de Sanchez ya recorría su muslo y le quitaba la ropa interior. Se levantó, la hizo arrodillarse sobre el escritorio, y el resto sólo fue dolor. A pesar de que pidió ayuda a los gritos, nadie recurrió. Cuando el hombre derramó sus fluidos dentro de ella, la despachó como si se tratase de un trapo sucio. Guillermina se refugió en el cuarto de baño, una de sus amigas apareció, y en silencio, le ayudó a limpiarse los hilos de sangre que le bañaban la cara interna de los muslos. El ardor persistiría por días.
Poco más de un año después de la violación, se escapó junto a dos chicos que la habían adoptado de hermana menor. Vagaron por las calles y durmieron en callejones. A la madrugada, la dejaban oculta y ellos salían a robar comida. En una de esas noches, escuchó un ruido, al creer que era uno de sus amigos, salió de la casa semi derrumbada y abandonada que ejercía de hogar, y se encontró con cuatro hombres. Los ocho ojos se posaron en ella primero con confusión y luego se miraron entre sí con complicidad. Vio el mismo brillo macabro que aquella tarde en el orfanato distinguió en el director, intentó huir, pero uno de ellos fue más rápido y la levantó en el aire. Uno a uno la poseyeron, orinaron y golpearon hasta casi la inconsciencia. Un quinto apareció y se disponía a llevar a cabo su cometido, cuando los gritos de los demás interrumpieron la función.
Al despertar y descubrió que estaba en brazos de una persona con rico perfume, y envuelta en un abrigo. Era una mujer, la distinguió por el sonido de su voz cuando le dijo que siguiera durmiendo. Hizo caso con un pequeño quejido de dolor cuando su mejilla lastimada volvió a apoyarse en el hombro de la dama. Durmió lo que le pareció una eternidad, en una cama cómoda y limpia. Cada noche, cuando abría los ojos, descubría a la señora de pelo rojizo sentada al lado de su cama, que le palmeaba la mano y la incitaba seguir descansando, y ella volvía a su sueño profundo.
Boriska, como se presentó cuando la fuerza había vuelto a ella, era una vampiresa que aceptaba los silencios de Guillermina, y a la cual, la niña, comenzó a admirar profundamente. ¡Era su salvadora! Contrario a todos los mitos que ella conocía sobre ese tipo de seres, la dama había sido una verdadera santa, y la niña, se había convertido en su devota. El agradecimiento y el cariño que ella le inspiraban, se convirtieron en todo lo necesario para seguirla a todos los sitios sin chistar.
Guillermina veía con buenos ojos cualquier acción que Boriska realizase, presenciaba cuando ésta se alimentaba, observaba cuando copulaba, y en su mente desarrolló un deseo demencial por quien se había convertido en su ángel de la guarda. No dudó cuando, a los once años, la vampiresa le pidió su cuerpo. Con miedo a lo desconocido, pero con el anhelo de devolverle todo lo que la vampiresa hizo por ella, comenzó a someterse a todos y cada uno de los caprichos de la dama, sin poner objeción y descubriendo las mieles a las que esa mujer la introdujo.
Datos Extra
■ Es esclava de Boriska Szöcs, la cual le tiene prohibido relacionarse con otros vampiros. Se somete a todos sus deseos por amor y por temor.
■ Nunca más supo nada de los dos amigos con los que escapó del internado.
■ Le tiene miedo a las arañas.
■ Recuerda muy poco de la noche que asesinaron a sus padres y hermanos, pero tiene pesadillas frecuentes con ellos.
■ Nunca más supo nada de los dos amigos con los que escapó del internado.
■ Le tiene miedo a las arañas.
■ Recuerda muy poco de la noche que asesinaron a sus padres y hermanos, pero tiene pesadillas frecuentes con ellos.
Última edición por Guillermina Castellví el Mar Jul 23, 2013 8:03 pm, editado 2 veces
Guillermina Castellví- Humano Clase Baja
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 18/06/2013
Re: Guillermina Castellví
En cuanto termines, postea aquí para que pasemos a revisar tu ficha.
Invitado- Invitado
Re: Guillermina Castellví
FICHA TERMINADA
Muchas gracias
Muchas gracias
Guillermina Castellví- Humano Clase Baja
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 18/06/2013
Re: Guillermina Castellví
FICHA APROBADA
Bienvenida a Victorian Vampires
Bienvenida a Victorian Vampires
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 10717
Fecha de inscripción : 11/01/2010
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