Francis Rynd

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Francis es, por lo general un tipo alegre y jovial, No obstante su humor es muy cambiante, lo cual puede hacer que se convierta en una persona hosca y malhumorada en cuestión de segundos.

A pesar de tener una muy buena memoria para recordar datos, fórmulas y otros conocimientos que ha estudiado o artículos sobre los que ha leído, es muy despistado y a veces es incapaz de reconocer caras que ya ha visto o personas que conociese anteriormente por corto espacio de tiempo.
En público no le gusta llamar la atención y rara vez será el centro de la misma por voluntad propia, aunque no le asusta y, si es necesario toma parte activa en las conversaciones.
Destaca como confidente y en las conversaciones privadas, sabiendo escuchar y sentir empatía con la persona que habla para obtener lo que desea, sin llegar a ser un manipulador nato.
El padre de Francis, John, era un ingeniero londinense, y de este heredó el gusto por las ciencias y la aplicación del método científico. No obstante, las máquinas eran algo demasiado deshumanizado para él, quien de joven solía decir que prefería “aprender a arreglar cuerpos” que aprender a arreglar y diseñar máquinas.
En su profesión, la medicina, no demuestra un talento innato para la curación como es el caso de otros médicos mejor dotados. Si desarrolla bien su trabajo es por su capacidad intelectual y buena memoria que, conjuntada con los métodos empíricos y una buena capacidad de observación le hacen no errar mucho en sus diagnósticos. En el fondo, aunque como médico no le guste admitirlo, siempre le ha atraído más la ciencia forense.

HISTORIA

Londres, 17 Febrero, 1778
Esa mañana hacía particularmente frio en la casa. Como siempre, el tiempo en estas fechas era húmedo en la ciudad del Támesis y calaba en los huesos. A pesar de ello Elisabeth podía considerarse muy afortunada, un año atrás se encontraba en la francesa ciudad de Toulouse donde nació malviviendo a base de coser en un telar y, como las demás jóvenes, calentar la cama del capataz cuando terciaba.  
Sí, podía considerarse afortunada de haber llamado la atención de John sin ser especialmente bonita ni graciosa. John era  un ingeniero inglés que hacía las veces de comercial para una fábrica inglesa de hiladoras mecánicas (inventadas tan solo unos años antes). John debía pasar varios meses visitando fábricas de tela en Francia y es en una de estas donde conoció a la joven Elisabeth. Sin saber realmente quién engatusó a quién ni el orden en el que se desencadenaron los hechos la realidad es que acabaron felizmente casados. Esa mañana de finales de invierno Elisabeth dio a luz a un niño al que decidieron llamar François, por su abuelo. La pareja pasó a formar una pequeña familia londinense de clase media que, de las mediocres habilidades de costurera de Elisabeth y la alta carga de trabajo que en plena revolución industrial tenían los ingenieros como John podía permitirse vivir holgadamente.

Londres, 6 de Junio de 1782
François llevaba toda la mañana y parte de la noche anterior montando guardia en la puerta del dormitorio de sus padres. A pesar de que le repitiesen una y otra vez que estuviese tranquilo tanto las comadronas como el médico que vino a visitarles, Francis era incapaz de dejar de morderse las uñas. El hecho de ver a su padre tomar una copa de Whisky (nunca bebía alcohol) o de que se hubieran costeado la visita de un médico no eran sino claros signos de la fatídica desgracia que estaba a punto de ocurrir. Tanto su futura hermana como su madre fallecieron aquel día después de horas de lucha en un parto que se atisbaba difícil desde el principio. Aquello cambio la vida de François de manera radical. Apenas había recibido de su madre el francés natal y el cariño atesorado en esos 4 años cuando la muerte le arrancó de sus brazos de manera súbita. De hecho, la realidad es que ni tan siquiera su nombre francés pudo conservar de su madre. La crueldad de los niños de su edad terminó por acortar su nombre de François a Francis. Incapaces de pronunciarlo bien, tildaban el nombre de amanerado y tomaron la costumbre de llamarlo Francis.
Desde pequeño se había interesado en los pequeños juguetes articulados de madera que su padre, sin gran éxito debido a su corta edad, se empeñaba en explicarle cómo funcionaba tal o cual mecanismo del juguete. Pero la muerte de su madre supuso un punto de inflexión en su destino, como si un corte en la palma de la mano hubiera trastocado su línea de la vida. Varios años más tarde, con tan solo 7 años pudieron verse los efectos del cambio. Su padre quedó perplejo al oir la respuesta de su hijo cuando le preguntó si le gustaría dedicarse a la reparación de máquinas.  
-No quiero reparar máquinas, las máquinas son frías y están vacías de vida. Yo quiero reparar personas como mamá, si hubieses sabido como repararla ahora estaría con nosotros. Yo quiero ser médico, todos hablan mal de los médicos cuando tienen que abonar sus honorarios, pero nadie duda en llamarlos cuando se ven ellos mismos o algún familiar postrados en la cama, húmedos de sudor frío y delirantes de fiebre.

Montpellier, 1792 a 1799

Tres días fue todo el tiempo que necesitó para refrescar el francés en su memoria y, por extraño que parezca, en su corazón. Francis (su nombre desde hacía años a todos los efectos), cayó enamorado del estilo de vida francés y sus ciudades. Paso por pueblos y ciudades encantadoras como…. Hasta llegar a su destino, Lyon. Ahí es donde le había enviado a estudiar su padre. De no haber pesado el dinero en la decisión, habría estudiado en la Sorbona de París, la facultad de medicina más famosa de la época. Bien pensado Montpellier no estaba mal, ofrecía un mejor mercado a los nuevos médicos y tenía mejor clima, además de ser la segunda en la lista de grandes facultades de medicina.
El tiempo mínimo para obtener su el certificado médico era de cuatro años para los alumnos normales, siendo en algunos casos excepcionales de sólo tres para los más dotados. Francis necesitó cinco, y no por ser un estudiante torpe, todo lo contrario. Sin embargo durante los cinco años sufrió muchos altibajos en los que alternaba alta dedicación a los estudios con otros de agitada vida social nocturna. A partir de entonces ejerció durante 2 años aplicando módicos precios pero que, por otro lado, le permitían ir amasando una pequeña bolsa con la que regresar a Londres y establecerse.
De su familia materna no sabía nada, salvo el nombre de su abuelo François y que era originaria de Toulouse. No obstante, decidió dedicarles un tiempo a buscarles aprovechando una vacante como médico-forense en un hospital de la región. No imaginaba cuanto cambiaría su vida la decisión de dedicarse a la ciencia forense.

Toulouse 1799-1800
No hubo rastro alguno de los padres o hermanos de su madre. Nadie parecía recordar a su madre de la antigua fábrica ya clausurada, cuanto menos podrían recordar qué fue de sus parientes. Sin embargo el trabajo en el hospital le absorbió rápidamente por completo. Ávido de conocimientos, la ciencia forense era una de los pilares de la medicina en su opinión y pronto quedó sumergido en cuerpo y alma en otros asuntos más macabros.  
Todo comenzó con una prostituta. De hecho, fue por la belleza de la chica por lo que quizás se percató de la anomalía. La había tratado dos días antes, la chica decía sentirse desfallecer durante el día, sintiendose muy cansada, y con lapsos de tiempo en los que no recordaba que había ocurrido. No mostraba signos de daño físico, salvo, eso sí, unas pequeñas incisiones en muñeca y cuello de las cuales no se percató hasta realizarle la autopsia.  
Después vinieron más casos parecidos, siempre gente de baja estofa, campesinos, viajeros, gente de paso a las cuales nadie echaría de menos. Nadie más parecía darse cuenta de lo que ocurría, o al menos, no querían hablar del mal que acechaba en los alrededores. No obstante en las tabernas la cerveza y el vino sueltan la lengua, y llegaron hasta sus oídos las primeras historias de vampiros. Decidió investigar acerca de la veracidad de esta historia y que podia estar detrás de las misteriosas muertes.

París 1800
Varios meses después de comenzar sus investigaciones estás le han llevado hasta París. Sentado en una taberna donde se rumorea frecuentan algunos de ellos no sabe que su búsqueda de conocimiento está pronto a acabar en una "trágica" conversión de el mismo en "uno de ellos".