Cersei Irgens-Bergh

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Cersei es una joven sencilla, que no gusta de lujos ni de ostentosidades. Cercana con aquellas personas con las que ha tomado cierta confianza. Aquel o aquella que entre en su círculo más íntimo, podrá sentirse afortunado/a de tener en ella una persona discreta, que sabe escuchar y que está disponible para los buenos y los malos momentos. Si has conocido hace poco a Cersei, obtendrás de ella las mejores y sinceras sonrisas, junto con su simpatía, provocando que aquel que empiece a conocerla, quiera estar más tiempo a su lado y conocerla más a fondo. Si por el contrario, un desconocido, no podrás decir jamás que no ha tenido una sonrisa para ti, o unas palabras amables y sinceras. Valora por encima de cualquier relación, la amistad.
De su infancia conserva la inocencia que la hace a veces entrañable. Fácil de convencer, y confiada, resulta demasiado sencillo tomarle el pelo o engañarla. Siempre que se equivoca y se deja llevar por su inocencia, se enfada consigo misma. Pues intenta evitar ser tan manejable, aunque parece ser una árdua tarea. Esto provoca en ella algunas veces que sus poderes se manifiesten involuntariamente.
Una de sus mayores pasiones es la danza, por eso trabaja duramente para poder mejorar en las clases de ballet. El ballet para ella es una forma de exteriorizar sus sentimientos y de sentirse realmente liberada de cualquier mal sentimiento u opresión que le mantenga la cabeza en constante funcionamiento, pensando en los problemas y en todo lo que le rodea que le supone una preocupación.
No se considera muy creyente, ni religiosa, pero sí cree en una figura superior en una deidad. Quizás por temor a expresar sus pensamientos religiosos que podrían resultar poco ortodoxos, se limita a seguir las creencias del que fuere su padre.
No teme sacrificarse por cualquier persona que quiera de verdad y que realmente merezca un sacrificio. Nunca se negará a un favor, mostrándose servicial en todas las ocasiones, incluso cuando no le apetece hacer algo, o está muy cansada. Piensa que si mantiene el cuerpo en activo, su mente y espíritu se mantendrán en activo y se fortalecerán al igual que su cuerpo. Quizás aquello de ‘’Mens sana in corpore sano’’, se pueda atribuir a la forma de vida de ella.
Se confirma como una amante de la naturaleza, ya que siempre que tiene un momento, por pequeño que sea, busca algún bosque, campo, o simplemente un parque en el que poder sentarse bajo la sombra de un árbol, cerrar los ojos y escuchar durante unos minutos los sonidos de la naturaleza y relajarse.
Aún no ha amado a nadie, pero sabe que cuando lo haga, será por encima de cualquier cosa. Sueña con encontrar algún día ese sentimiento de plenitud que compartiría con alguien de su sexo opuesto. Aunque no tiene prisa por encontrarlo, ya que ahora mismo disfruta de su juventud sin pensar en los problemas matrimoniales, o de pareja.
Aunque pueda resultar una persona apacible y tranquila, aunque paciente, tiene un carácter fuerte. Pocas veces lo saca a la luz, para ello hay que acabar primero con su paciencia,o, sencillamente, ofenderla de verdad. Nunca faltará al respeto a nadie, pues ha gozado de una educación que muchos de clase alta desearían, tiene modales, es humilde y agradecida.

HISTORIA

En plena revolución Francesa, murieron muchas personas, sobre todo radicales y a causa de estos , inocentes. Pero no todo eran bajas en la sociedad, también existía un índice de natalidad algo más reducido. A causa de los ajetreos ocasionados por la población durante aquellos fatídicos años, muchos de los recién nacidos, no lograban superar sus primeros años de vida, ¿por qué?. Sencillo, como en todas las guerras y revoluciones sociales y/o políticas, y/o religiosas, el patrimonio de las familias se veía afectado. El que por suerte pertenecía a la clase alta, se hacía con un patrimonio superior, engordando sus propias arcas. Aquellos que vivían con humildad y tranquilidad, llamados clase media, a penas afectaron mucho la revolución, unos consiguieron engordar considerablemente sus ahorros, pero otros vieron como éstos diezmaban y caían a la clase más baja y trabajadora. Y por último, estaba mi clase, la clase baja, la cual es vio más afectada por todo lo que la Revolución Francesa estaba causando en la sociedad.
Antes de empezar con mi nacimiento, creo que es más oportuno situar un poco en el tiempo a mi familia, escasa, pero sólida. Constituída sólo por dos figuras, la paterna y la materna. Mi madre, Daphne Trouvoirs provenía del seno de una familia de clase media-baja, pudo gozar de unos estudios básicos gracias al esfuerzo de sus padres. Mi padre, Pierre Mercier, nació en el seno de una familia de clase baja, pero con algo de influencia. Desde bien joven prestó servicio militar hasta que se vio obligado a retirarse por problemas médicos.
En 1780, el matrimonio fue bendecido con el nacimiento de su primer primogénito. Un varón que nació sano. La familia por aquel entonces, no gozaba de muy buena situación económica, Pierre trabajaba como herrero artesano en una granja, en Domme, y Daphne se veía obligada a trabajar en una casa feudal, como ama de casa, cuidando a los hijos de los nobles que vivía allí. Por ello, el matrimonio se vio obligado a renunciar al pequeño. Era un hijo deseado, pero que no llegó en un momento en el que el matrimonio pudiese mantener una boca más.
El pequeño fue cuidado por una de las nodrizas de la casa, hasta que cumplió dos meses y medio y fue entregado en el orfanato de París, dónde terminaría siendo adopotado por algún matrimonio que desease tener hijos y que por un motivo u otro no pudiese permitírselo por motivos de salud.
Pasaron dos años más y Daphne volvió a quedarse en estado de buena esperanza, sólo que ésta vez gozaban de una economía que les podía permitir alimentar una boca más. Así fue como nací, el mismo día que la que se convertiría en Reina Consorte de Francia, María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, en 1782 en el mismo pueblo de Domme, en la casa feudal en la que mis padres trabajaban.
Vivíamos en un pequeño caserón, junto a los establos, el cual estaba constituído por un pequeño salón con una chimenea en la que mi madre cocinaba, un aseo y un dormitorio.
La familia para la que trabajaban mis padres, aunque fuesen personas con muy alto poder adquisitivo, les trataban como si fuesen de la familia, permitiéndoles incluso, que yo pudiese asistir a las clases privadas de sus hijos e ir adquiriendo conocimientos.
Recuerdo con melancolía cómo mis padres me llevaban cada tarde hasta lo alto del granero a ver el atardecer, y cuando caía la noche, mi padre me explicaba cómo reconocer las estrellas y poderme guiar con ellas. Para mí, mi padre era un héroe, era una persona a la que envidiaba y admiraba, y supongo que ese mismo sentimiento lo debían tener casi todos los niños de mi edad.
Por desgracia, mi madre falleció pocos meses después de cumplir dos años, quizás es por eso que apenas puedo recordarla. Todo lo que no supe de ella, mi padre me lo contó y consiguió sembrar en mí el sentimiento de que mi madre hubiese estado conmigo durante todas las etapas de mi vida.
La familia para la que trabajábamos ambos, pues cuando cumplí los 14 años, empecé a trabajar en la casa junto con mi padre, desempeñando las tareas de una ama de casa, se trasladó con nosotros hasta las afueras de París. Instalándose en una hermosa casa victoriana, de color blanco y verde oscuro.
Instalados, yo seguía recibiendo la educación que la familia que nos tenía contratados me brindaba, y allí empecé a recibir mis primeras clases de Ballet, algo que sin duda me dejó una profunda marca, despertando en mí aquel sentimiento de pasión por la danza y la elegancia que aquella modalidad de baile destilaba.
En 1798, en plena revolución Francesa, las cosas se complicaron. Tuvimos que alejarnos de la familia para la que trabajábamos, y volver al campo, dónde nos instalamos en una pequeña casa, similar a la primera en la que viví, sólo que era más pequeña. Pero para dos personas era suficiente. Por aquel entonces contaba ya con 16 años, tenía una educació satisfactoria y conocimientos de danza. Mi padre seguía trabajando en el campo, críando ovejas y cabras para la producción de leche y quesos.
Con una edad madura para trabajar, busqué por todo París algún sitio en el que pudiese trabajar, y ayudar a mi padre con los gastos de la casa, y poderme costear así la escuela de danza en la que quería estudiar para convertirme en una bailarina de Ballet.
Tardé poco en encontrar un trabajo en una taberna en el centro de París, era grande y con un flujo de clientes bastante constante. No ganaba mucho, pero lo que me pagaban era más que suficiente para entregar la mitad de mi salario a mi padre, e invertir la otra mitad en la escuela de danza.
A finales de 1798, mi padré fue infectado por el tétanos, algo a lo que estaba sobradamente expuesto en el campo. Todo empezó como un simple mal estar, hasta que empezó a tener fallos en su organismo hacia 1799. Sólo una vez pudimos costear los servicios de un doctor, el cual diagnosticó la enfermedad, pero por desgracia, nuestra economía no podía costear el tratamiento. Por lo que me vi obligada a renunciar a la escuela de danza, para intentar salvar a mi padre.
Ahora, en 1800, mi padre tiene los meses de vida contados, sus riñones fallan constantemente, tiene dolores en el pecho durante casi la mayor parte del día, le cuesta respirar, y poco a poco la Leishmania va ganando la batalla, pese a recibir un tratamiento médico muy básico que le ha permitido vivir un poco más. Pero, por desgracia, para salvarle, haría falta mucho más que un milagro… Y yo, no podía dárselo, no podía hacerme de la clase alta, de la noche a la mañana y conseguir una cuantiosa suma de dinero para poder ayudarle a vivir otros años más.
Estaba intentando asumir y asimilar que mi padre moriría en los próximos meses, y yo quedaría finalmente sola. No sabría decir con certeza lo que pasaría conmigo, no me veía con fuerzas para retomar las clases de Ballet, no después de la enfermedad de mi padre. Y, quizás, decidiese buscar a mi hermano, del cual mi padre me habló hacía pocos meses.
Sé que sería muy complicado encontrarle, París es grande, y quizás él hubiese corrido mejor suerte que nosotros. Incluso podría ser que él no supiese que tenía una hermana pequeña, y de saberlo, no querría involucrarse en la enfermedad de su progenitor.
Hasta que mi padre no enfermó gravemente y sufrió todos los daños colaterales de esta enfermedad, mis poderes no empezaron a manifestarse, pues al parecer mi cuerpo despertó cuando me sentí en la necesidad de sobrevivir. Sé que puedo hacer algunas cosas extrañas que se escapan a mi comprensión, pero soy incapaz de entenderlas o controlarlas.

DATOS EXTRA

○ Sabe de la existencia de Vampiros, pues en la taberna en la que trabaja ha tenido a varios de ellos como clientes.
○ Algunas veces ha llegado a comerciar, en un intento desesperado por conseguir dinero para salvar a su padre, con su propia sangre, vendiéndola a vampiros que se han alimentado de ella.
○ Conoce la existencia de Brujos y Brujas, pero no de cambiaformas y licántropos.
○ Su padre fallecerá en pocos meses.
○ Aunque haya tenido que abandonar temporalmente sus estudios de danza, sigue practicando siempre que puede. Incluso en el trabajo muchas veces se la puede ver hacer movimientos de Ballet.
○ Siente auténtito terror al pensar el día en el que le falte su padre, ya que se sentirá sola y la soledad es el sentimiento que más miedo le da.

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