- Despacho -

Tenemos una cita, sí... Una cita. Aquél abrupto y primer encuentro un par de años atrás, dejó como resultado que los recuerdos llegaran a mí como un poderoso rayo. Jamás de los jamases pensé - ni remotamente- que le volvería a ver. Siempre que le recordaba, lo hacía como aquél adolescente blandengue y temeroso que dudada de sus propias habilidades. Ahora las cosas son completamente distintas. Parish – a pesar de su juventud -  se presenta como un hombre hecho y derecho, seguro de sí mismo y más enigmático que nunca. Al parecer ha logrado dominar por completo todas sus artimañas de gitano.

Ése sentimiento de rabia que creí enterrado e incluso que pensé solo era producto de mi perversa imaginación, renace con mucha más fuerza, y me odio. Me odio porque significa que no he superado en nada, aquellas terribles pesadillas – si es que un vampiro puede tenerlas-  que me asaltan por las noches, después de que aquel chico me leyera el destino en la palma de la mano. El carácter fuerte del cuál siempre alardeo ante los demás, se marchita en segundos, cuando le veo entrar a aquella taberna de mala muerte. Todo el mundo deja de existir para mí y sólo centro mi atención en aquella figura espigada que acarrea decenas de murmullos en cuanto pone un pie dentro.

Basta decir que el jugoso negocio que tengo entre manos, pasa a segundo plano. Abandono como autómata la mesa al final del local iluminado a media luz y encamino mis pasos hacia él. Sobran las palabras. Entre él y yo existe otra forma de comunicación - que al parecer- no ha desaparecido con el correr de los años. Sigue ahí, latente, fresca, poderosa...

Tuve tantas ganas de decirle que todo se había cumplido al pie de la letra, pero no era el momento ni lugar adecuado. A pesar de los pesares, tengo una imagen que cuidar ante los demás, y si aquellos sujetos, que me miran con signos de interrogación en sus ojos, perciben en mi algún atisbo de debilidad, ya me puedo ir despidiendo de éste mundo. Ser un individuo de clase alta, no me da la certeza de no sufrir una traición y morir. Lo único que atino a hacer, es regalarle un escueto saludo, deseando que en mi mirada se refleje la verdad de las cosas. Acerco mi mano, dándole un fuerte apretón, como si se tratarse de un sujeto más con el cuál hacer arreglos fraudulentos.

-Parish, un placer volver hacer negocios con usted.

Arrebato pluma y papel a un triste y fracasado contador de cuentos, para escribirle una dirección con rapidez, indicándole en voz baja la hora del encuentro en mi residencia. Después, doy algunos pasos hacia atrás sin dejar de mirarle con intensidad (indicándole con un movimiento de ojos que abandone el establecimiento enseguida) regresando al agujero del cuál he salido. Parish da media vuelta y salió de ahí sin más ni más. El lugar no era ni remotamente un sitio adecuado para alguien como  él; lo que me plantea muchas dudas - que si todo sale a la perfección- tendrán respuestas a media noche. Hay tantas cosas que preguntar... Cosas que deseo en lo más profundo de mi, sean -si no aceptadas- comprendidas.

Con Parish no puedo ser tan “yo”, porque desgraciadamente siempre voy a pensar que todo lo que ha de pasar en éste cuarto ya lo sabe. No será novedoso por ningún motivo. O quizás si… No lo sé a ciencia cierta y por tal motivo me enfurece. Alguna vez leí que las cartas no son tan fiables, que somos nosotros mismos quienes regimos nuestro destino, que el subconsciente nos traiciona con las palabras dichas por el gitano y que voluntaria o involuntariamente las hacemos realidad. Pero estoy muy seguro de que yo no he pedido – ni deseado remotamente – que los acontecimientos funestos de los últimos meses hayan sido atraídos por mí.

He sido cuidadoso con mi actuar, seguí al pie de la letras de en aquel entonces chiquillo, confié en él por increíble que parezca y a pesar de todo, la cortina de humo, las sombras, los enemigos, los placeres mundanos y la avaricia siguieron siendo de mi diario actuar. No pude vencerlos por más que he luchado contra todo, contra viento y marea. ¿Son más fuertes que yo? ¿O acaso soy débil y me he dejado manipular dejándome arrastrar irremediablemente?  ¿Será que todo esto me hace sentir humano y me aferro a cualquier atisbo por más mínimo que sea? Probablemente…

Por eso me atreví  a mandar aquella nota solicitando sus servicios. Luché noche tras noche contra mi orgullo para decidirme finalmente a tomar papel y pluma. No tenía la más remota idea de cómo dirigirme a él: ¿Señor? ¿Señorito?  Escribí lo primero que se vino a mi mente, tratando de no parecer demasiado desesperado. Un mensaje corto, pero claro y conciso indicándole el lugar en el cuál debíamos encontrarnos en caso de aceptar mi solicitud. Las instrucciones eran claras: “Ven solo, y no hagas preguntas innecesarias pues no será el lugar adecuado. Sólo ven y te daré las instrucciones pertinentes”

¿Por qué no citarle directamente en mi residencia? Por mera precaución. No tanto por mí, sino por él.  No quería encontrarme con su rostro sin testigos presenciales, porque casi seguro estoy, que no soportaría las ganas de morderle. Yo mismo me estoy controlando poniendo kilómetros y gente de por medio. Que nuestro segundo encuentro sea en un lugar atiborrado, haciendo el impacto menos perturbador, no sé si para él, pero en lo que a mí respecta, lo necesito. Una pequeña prueba de lo que puedo y no quiero hacer.

Ya los criados tienen la tarea de dejarle pasar apenas llegue a casa y le encaminen directamente a mi oficina, donde espero saber mi futuro en los próximos meses. Ya lo espero espiando por el ventanal que tiene vista hacia la avenida, mirando de vez en cuando el reloj de bolsillo del cual nunca me desprendo. La hora de la cita casi se cumple. Espero que no se haya arrepentido de venir porque me obligaría a tomar otras medidas más drásticas, porque si hay algo que me molesta, es que no tomen en serio mis citas. Un vampiro como yo, orgulloso, reaccionaría mal y las consecuencias serían catastróficas.

Catástrofes…

He estado pensando en la palabra más de lo que debería. Estoy nervioso pues la incertidumbre me está “matando” por más irónico que parezca. Sólo Parish puede darme la tranquilidad que necesito o darme el tiro de gracia definitivo. ¡Es increíble que yo, Rikkert, me sienta en tal estado de incertidumbre! Deseando que aquel gitano pueda resolver mis dudas no creando más a su paso.

Aquella pregunta formulada, tuvo una respuesta desde el principio, sin embargo deseé con todas mis fuerzas que el mismo ratificara o rectificara mis suposiciones. Para mi agrado y sumo placer, sus palabras fueron fluyendo una a una en el justo orden. No pude reprimir una sonrisa genuina. No con Parish. A él no podría mentirle por más que así lo desease, entre él y yo había un lenguaje difícil de comprender para ojos menos expertos. Entonces, cumpliendo con las órdenes necesarias, coloco mi mano encima de la suya, apenas rozándola - pues no deseo que mi frialdad le perturbe – pero lo suficiente para apretar un poco, acariciando a su vez con mi dedo índice.

Nuestras miradas volvieron a cruzarse, hablábamos tanto sin decir nada… Aquello es mágico, si se me permite la palabra. Puedo sentir su calor a través de su piel. Una piel curtida por las vicisitudes de la vida pero no menos suave. Su aura es cálida, de vivos colores, oscilando entre violeta, rojo y azul, sin ningún orden respectivo, mismos que a pesar de ser diferentes, vibran a un mismo ritmo. Es la primera vez que hago contacto directo con él, y el resultado es complejo. Es ínfimo el contacto entre los dos, pero lo suficiente para hacerme recordar y evocar tiempo atrás, cuando aquel chiquillo con gran ángel se robó por completo mi atención y es el motivo por el cuál estoy ardiendo en deseo.

De cualquier modo, haciendo a un lado mis instintos, no debo olvidar el motivo principal por el cuál le he pedido consejo.  No sé lo que las cartas del tarot vayan a hablarme ésta noche. Sea cualquiera que sea mi destino, lo aceptaré sin miramientos tratando de sacarle la mayor ventaja posible, simplemente quiero que Parish esté conmigo para cuando la verdad me sea revelada.

–Sólo la verdad Parish – recalco – No me importa. Sea buena o mala la fortuna que me depare la vida en la muerte, aceptaré siempre y cuando seas tú quien me la haga saber. Nadie más.

El silencio es casi sepulcral, solamente opacado por el constante tintinear del agua que se va colando por las ventanas que permanecen abiertas. Se avecina una gran tormenta sin lugar a dudas. Una larga. Puedo sentir el olor en el ambiente. Puedo sentir también el bombeo del corazón del gitano, que lleva su sangre hasta ésa vena palpitante en su cuello. Es música para mis oídos: Pum, Pum, Pum.  Ritmo a veces acelerado, a veces calmo.

Alguien ha osado tocar la puerta en el momento cumbre de mis ideas y pensamientos. Sin embargo hago caso omiso; pero es tanta la insistencia de aquella voz de mujer que he tenido que levantar la voz para pedirle que no es mi deseo ser interrumpido en todo lo que resta  de la noche. Es más, les he dado la noche libre si es su deseo abandonar la residencia. Que hagan lo que mejor les convenga. Yo sólo quiero contemplar la figura de mi acompañante por las próximas horas. Perderme en el infinito de sus ojos… Demonios.¡ Es casi una tortura tener que contener mis impulsos, sólo por el simple hecho de querer hacer las cosas bien, como dicta aquella molesta voz interior. Si otro bastardo fuera, echaría todo por la borda y me abalanzaría con todo el gusto, y las ganas de alimentarme de su cuerpo y de su sangre.

–Ahora… Deja que las cartas cumplan su cometido. Que la suerte, se rebele ante mí.

Ansioso estoy. Ansioso de todo y por todo. No puedo dejar de clavar mi mirada en él. Me tiene sumergido en un hechizo del cuál no quiero escapar.

No interesa lo que las cartas digan en éste momento. Ya no puedo resistirme más. La sutil caricia que he proporcionado a su mano ha tenido la respuesta esperada. No fui rechazado, sino todo lo contrario, algo siente Parish hacia mí. Necesito averiguarlo, estar seguro de que no estoy buscando cosas donde no las hay. Sin despegarle la vista de encima, me levanto con lentitud, rodeo el escritorio y me coloco a su lado, alzando su barbilla con uno de mis dedos, mientras la tormenta arrecia afuera, descargando toda su furia contra los ventanales.

-Siempre me gustó el color profundo de tus ojos y la forma en que me miraron aquella noche. Si he de ser sincero contigo Parish, busqué cualquier motivo para atraerte hacia mí, de la manera más idónea que pude encontrar, porque lo hubiese hecho de todos modos, quiero que lo sepas, pero bajo otra premisa. A la fuerza… Si me entiendes. Sin embargo contuve mis ganas infinitas de manchar mi memoria con otra salvajada más. No contigo, y no de la forma en que tengo acostumbrado.

Es difícil abrirme por completo. Ser yo mismo, sincero y sin medias tintas. No estoy acostumbrado a revelar mi verdadera naturaleza ante nadie hablando de… Sentimientos. Sentimientos que creí haber enterrado en mis más profundos recuerdos de mi retorcida mente decenas de años atrás, cuando fui humano. Los enterré tan profundo en mí que jamás pensé recuperarlos. No del todo, no completos, pero para propia sorpresa, aún existentes, deseando darse una nueva oportunidad, abriéndose paso ante las adversidades de mi verdadera condición de sobrenatural.

Estiro mi mano alcanzando la suya. Me entretengo observándola unos instantes sin decir una sola palabra. Solo quiero sentir el calor que desprende su piel, imaginar - aunque fuese por un solo segundo – que soy un humano cualquiera, en una noche cualquiera descubriendo por vez primera, el modo en que todo surge. El sentido que tiene sentirse atraído hacia otro igual. El hormigueo del cuerpo al estar en contacto con aquella persona que te revuelve los sentidos a tal grado de sentirte idiota riendo por cualquier estupidez. Ya mismo puedo sentir como mis labios forman una leve sonrisa, digna de plasmarla en una pintura, porque no se ve todos los días. Es casi un evento fortuito.

-Debo confesar que me alegra tenerte conmigo esta noche-. Deposito un pequeño beso en su mano- ¿Habrían vaticinado las cartas que todo esto ocurría así? ¿Somos forjadores de nuestro propio destino? o como bien has dicho hace unos momentos ¿Son tiempos de cambios?  ¿Qué opina joven Parish?

El beso, se convirtió en una pequeña, una leve mordida en uno de sus nudillos. Nada que pudiese lamentar mi joven invitado.