Loek Van Musschenbroek

De carácter amable y caballeresco, Loek pareciera que posee un don para atraer a la gente que desea y formar lazos estrechos en su ámbito social. Evita los conflictos por sobre toda las cosas producto de que su argumento es que las cosas no se revuelven por la violencia sino que siempre conversando. Fiel a la pareja que tenga y con una personalidad con tendencia a la complacencia aunque implique un efecto nocivo en su persona. Aunque posee grandes habilidades para relacionarse con su medio, es muy selecto de sus amistades, pero con la facilidad con las que éstas se forjan le han hecho ganarse más de un enemigo con el cual evita la confrontación pero siempre hasta un límite. En tal caso se retirará del conflicto pero siempre buscando un medio para manipular a su oponente o cobrar una posterior venganza.

Criado en "cuna de oro", Loek fue desde muy pequeño, un infante afortunado. Tuvo todos los lujos que siempre deseo y no hubo capricho que no se le concediese.
Algo arisco de los eventos masivos producto de que vivía en un mundo infantil. Pero éste durará poco tiempo al golpe al saber respecto de la separación de sus padres creció de golpe.
Desde entonces su carácter cambió drásticamente. Se torno una persona un tanto más reservada, siempre cortés dado que no deseaba repetir el ejemplo que su padre y por tanto, desarrollo un trato sumamente cordial para con los demás. Él creía fervientemente en la bondad natural del hombre y pensaba que sólo su padre constituía una excepción.
Bajo los cuidados de su madre, Loek aprendió las lecturas de los pensadores del renacimiento y el movimiento más contemporáneo y revolucionario de la época: La Ilustración. Se identificó como un personaje fuertemente influenciado por este movimiento intelectual, lo cual se traduzco en particularidades como el agnosticismo; el racionalismo, la búsqueda de la felicidad, la creencia en el ideal de progreso y la idea de la naturaleza como una máquina perfecta. Características todas de los personajes ilustrados. Su padre si bien no vivía con él, siguió consintiéndolo de donde sea que se encontrase pero sólo se supo de él nuevamente cuando cierto día una carta de París llegó a la residencia de su país natal, Holanda. La carta, escrita con letra entrecortada como si hubiese tenido dificultades de algún tipo para redactarla decía lo siguiente: "Cuando sea tiempo y te consideres listo, deberás venir a cumplir la voluntad pactada entre las familias Van Musschenbroek y Rivoire".
El mensaje un tanto ambiguo produjo en Loek una sensación de desconcierto a sus 34 años de edad. Sin embargo, se despidió de Aniek, su madre, y partió rumbo a Francia cuando las batallas entre las naciones habían cesado y se gozaba de cierta estabilidad. Durante la travesía dirigiéndose a París, una noche observó que “algo” se movía en la oscuridad, inmediatamente al darse cuenta de ello se ocultó entre unos arbustos esperando que el aroma de la vegetación lograra mimetizarse con el suyo de manera que no lo encontrara. Mas no fue así, una figura dentro de la oscuridad, al parecer de una mujer a paso lento se acercó sensualmente hasta encontrarse a unos metros de él. – “No te ocultes y ven a mí” –  Le dijo con una voz sensual que hizo imposible que éste continuara oculto en los matorrales. Salió cual hombre indefenso, con sus ropas de altas clase, que debido al viaje constituían sólo harapos.  –  “Buenas  no-ches” –  respondió al llamado con tono indefenso para que la mujer de belleza sin igual se le aventara encima y éste último perdiese el conocimiento.
Unas horas después abrió sus ojos y trato con un esfuerzo sobrehumano de levantarse y andar a paso rápido para en vano tratar de escapar, pero un fuerte ardor en su pecho lo inmovilizó al punto de que lo hizo caer al suelo y retorcerse del dolor mientras la mujer lo miraba con un sentimiento entre compasión y éxtasis. Se debatía si en dejarle morir o compartir su condena. Los gritos del hombre que tan sólo había alcanzado a moverse unos metros hicieron que la mujer terminase por optar por la última opción. Se acercó a él y lo tomó en sus brazos para luego morder su muñeca y posarla en los labios del hombre que de manera casi instintiva comenzó a succionar el líquido rojo que comenzó a recorrer su cuerpo. Pasado el tiempo, dejó de succionar y cayó nuevamente en un estado inconsciente mientras la mujer lo contemplaba con lástima.
Al despertar por segunda vez, se sintió completamente diferente: Sus oídos escuchaban lo que ocurría a kilómetros de distancia, su olfato se agudizo al punto de poder detectar el aroma a lavanda de los prados próximos en su camino. Su mirada podía distinguir con mayor nitidez los detalles del paisaje del cual su acompañante y él eran partícipes, aunque sólo por un momento.
–  "Tendrás que disfrutar tu maldición"–  le dijo seguido de que debía buscar una maestra que fuese su compañera, su amante su amiga y su cómplice en su nueva vida. Luego de ello se marchó dejando al neófito a su suerte.
Los primeros meses fueron peor que la mismísima peste negra causando una total devastación en la vida animal y humana… Ya no era el ser amable y de trato cordial el que se presentaba ante cada víctima que caía a sus pies, producto de sus impulsos bestiales. Nada saciaba su sed, de hecho, cada vida que daba fin era fundamento para ir a buscar otra presa.
Muchas dificultades se presentaban para poder buscar un lugar que le permitiese ocultarlo de los rayos solares: cuevas, conformaciones rocosas en el límite con Francia que le permitiesen albergarse de manera segura y apenas llegaba la noche volver aventurarse en otra serie de cacerías. Salía tras la puesta de sol y visitaba pueblos cercanos que sirvieron para saciar su sed, para luego volver a su cueva y culparse por sus actos.  
–  Ya no queda nada –  Pensaba al tiempo de resignarse y meditar en la cueva. –  ¿Cómo podré llegar París si con suerte puedo alejarme a unos metros de esta cueva? –   Un gran enigma a resolver.  
Luego de tres años de vida errante decidió, controlando “un poco más” sus impulsos,  adentrarse una noche en la aventura de llegar a Paris y encontrar un lugar que permitiese refugiarse.
Logró a duras penas su objetivo y en su última cacería noche de cacería logró concretarla llevándose a la víctima consigo a su refugio: un edificio en ruinas que lo resguardaba completamente del exterior. Mientras bebía del elixir que saciaba su sed y permitía su existencia sólo un pensamiento, un nombre recorría su mente:
–  "Rivoire" debo encontrarte pronto–  dijo para luego dormir a tiempo que la luz del sol comenzaban a envolver las calles de París.