AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
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Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Me planté en un cruce de calles pensando que calle debía tomar. Había salido aquella tarde sin rumbo fijo y se me había hecho de noche antes de darme siquiera cuenta que el sol se había puesto por lo que tenía que apresurarme a la casa. Aquellas calles eran peligrosas cuando caía la noche.
Lo sabía cuando había alquilado la casa, sabía que aquel lugar no era el mas indicado para una mujer sola. Pero la escasez de recursos me había obligado a ello. Además, así estaba más cerca de aquellos que realmente necesitaban de mis habilidades. Que mejor sede para mí que aquella decrépita casa.
Estaba a punto de decidir que camino tomar cuando oí el tumulto. Un suspiro escapó de mis labios nada más reconocerlo. Aunque no llevaba el tiempo suficiente en Paris como para decirlo con seguridad, todas las peleas suenan igual, aquí y en Londres y por desgracia había visto muchas desde la ventana de mi habitación.
Sin poder evitarlo mis pies me llevaron directamente a la fuente del sonido mientras la parte racional de mí me decía que me fuera antes de cometer ninguna estupidez. Claro que no le hice ni caso, como acostumbraba. Cuando tenía un presentimiento lo seguía y el que tenía en aquel momento no era precisamente uno bueno.
El grupo no estaba muy lejos de donde yo me hallaba, apenas dos casas más allá. La mayoría eran hombres que jaleaban dejando que el olor de alcohol barato se tendiera a su alrededor.
Me acerqué silenciosamente y me abrí paso entre ellos con habilidad hasta que pude ponerme de puntillas para observar lo que pasaba. Esperaba encontrarme un par de hombre fornidos, dando un espectáculo, algo en lo que mi persona no se vería obligada moralmente a intervenir ya que estarían igualados en fuerzas.
Sin embargo lo que vi no fue para nada aquello. Maldije para mis adentros mientras notaba como la ira se extendía dentro de mi. Odiaba acertar con los malos presentimientos.
En el circulo se hallaba un hombre lo suficientemente grande como para enfrentar a un buey frente a un joven desgarbado a quien, por lo que podía ver, estaba dando una buena tunda.
Enfadada, aparté a los pocos hombres que quedaban ya delante de mí y me planté en medio, entre el hombre y el joven. No tenía ni idea de lo que pensaba hacer peo desde luego no me quedaría parada como el resto de animales allí reunidos.
-¡Basta!- grité por encima del aullido general, lo cual los acalló un poco y todos concentraron su atención en mí- Deje en paz al chico. Ya le ha golpeado suficiente.
Lo sabía cuando había alquilado la casa, sabía que aquel lugar no era el mas indicado para una mujer sola. Pero la escasez de recursos me había obligado a ello. Además, así estaba más cerca de aquellos que realmente necesitaban de mis habilidades. Que mejor sede para mí que aquella decrépita casa.
Estaba a punto de decidir que camino tomar cuando oí el tumulto. Un suspiro escapó de mis labios nada más reconocerlo. Aunque no llevaba el tiempo suficiente en Paris como para decirlo con seguridad, todas las peleas suenan igual, aquí y en Londres y por desgracia había visto muchas desde la ventana de mi habitación.
Sin poder evitarlo mis pies me llevaron directamente a la fuente del sonido mientras la parte racional de mí me decía que me fuera antes de cometer ninguna estupidez. Claro que no le hice ni caso, como acostumbraba. Cuando tenía un presentimiento lo seguía y el que tenía en aquel momento no era precisamente uno bueno.
El grupo no estaba muy lejos de donde yo me hallaba, apenas dos casas más allá. La mayoría eran hombres que jaleaban dejando que el olor de alcohol barato se tendiera a su alrededor.
Me acerqué silenciosamente y me abrí paso entre ellos con habilidad hasta que pude ponerme de puntillas para observar lo que pasaba. Esperaba encontrarme un par de hombre fornidos, dando un espectáculo, algo en lo que mi persona no se vería obligada moralmente a intervenir ya que estarían igualados en fuerzas.
Sin embargo lo que vi no fue para nada aquello. Maldije para mis adentros mientras notaba como la ira se extendía dentro de mi. Odiaba acertar con los malos presentimientos.
En el circulo se hallaba un hombre lo suficientemente grande como para enfrentar a un buey frente a un joven desgarbado a quien, por lo que podía ver, estaba dando una buena tunda.
Enfadada, aparté a los pocos hombres que quedaban ya delante de mí y me planté en medio, entre el hombre y el joven. No tenía ni idea de lo que pensaba hacer peo desde luego no me quedaría parada como el resto de animales allí reunidos.
-¡Basta!- grité por encima del aullido general, lo cual los acalló un poco y todos concentraron su atención en mí- Deje en paz al chico. Ya le ha golpeado suficiente.
Última edición por Isobel Twist el Lun Dic 16, 2013 7:49 am, editado 3 veces
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Estaba siendo un día de perros. En todos los sentidos de la palabra. Se había levantado cuando aún el Sol no había hecho acto de presencia, sólo para evitar ser sacada a patadas del porche de la casa en que se había colado para dormir. Tenía el cuerpo entumecido a causa del frío y últimamente era incapaz de deshacerse de las pesadillas que cada noche la acorralaban. Llevaba sin descansar como es debido más de dos meses. Y no parecía que la cosa fuese a mejorar. Chip le trajo un trozo de pan por desayuno, con una rata de postre. Asada no tendría tan mal sabor... Aunque un maullido la hizo descartar aquella idea rápidamente... Irathi alzó la ceja, entre divertida y confusa, ¿en qué estaría pensando? Seguramente se hubiese armado una auténtica guerra si se atreviese si quiera a acercarse al ratón. El hambre convertía al más cariñoso de los animales en un ser arisco. Y el gato, ya de por sí, no tenía demasiado buen humor. Se estiró apoyada contra la verja blanca de la casa. Con un poco de suerte, los inquilinos se marcharían y ella podría entrar al interior para resguardarse un par de horas. Con un poco de suerte, no la pillarían. Con un poco de suerte... ¿Pero a quién demonios quería engañar? La suerte jamás había estado de su lado, y dudaba que aquel día fuese diferente.
Tras comerse el pan, más seco que la suela de un zapato, echó a caminar calle abajo con la esperanza de encontrar a algún incauto que paseara por las calles desiertas a aquellas horas, o tal vez incluso con algún camarero amable que sintiese pena por ella y decidiese darle algo para comer. Aunque lo segundo era bastante menos probable. Sus dos gatos se habían marchado en cuanto su tripa estuvo llena gracias al ratón, de modo que las siguientes horas las pasó charlando animadamente con Rollan, su perro, ante la mirada de extrañeza del gentío que poco a poco fue llenando las calles a la llegada del mediodía. Ahora llegaba su oportunidad.
Se escondió tras un gran bidón de basura, y sacó su "traje de superhéroe", oculto en el interior de una ajada mochila que siempre llevaba consigo. No, no es que fuese a salvar a nadie... más bien iba a tratar de salvarse a sí misma robando algo que le permitiese conseguir comida. Como hacía cada día desde... ¿Siempre? Llevaba tanto en las calles que casi ni recordaba lo que era vivir fuera de ellas. Se colocó la gorra, ocultando sus cabellos completamente, y se cubrió con un viejo impermeable que disimulaba las pocas curvas que tenía. Con un poco de carbón manchando su rostro y modificando sus andares, la chica se transformó en chico, y ya estaba lista para la caza... Ni que decir queda que no le fue nada bien.
El Sol estaba ya bastante bajo cuando, frustrada por no haber conseguido nada más que unas cuantas monedas sustraídas a alguien que parecía ser más pobre que ella misma, cometió lo que a juicio de cualquiera parecía ser una estupidez... Y lo era, realmente. Entró a un restaurante cuando más lleno se encontraba, esperando que con el bullicio su presencia pasara desapercibida. No sólo la pillaron robando a un aristócrata, sino que además de sacarla a empujones, el dueño del local la siguió hasta una plaza dispuesto a vengarse por su atrevimiento. Irathi trató de excusarse aludiendo a su condición social, lo que pareció ejercer el efecto contrario al deseado: el hombre, que parecía más una mole que una persona normal, dominado por la rabia, propinó un puñetazo directo al rostro de la muchacha, que se tambaleó por la fuerza y de la impresión. En menos de dos minutos, un cuantioso número de personas se había instalado a su alrededor, atentos a una pelea absurda en la que ella no tenía demasiado que hacer. Por supuesto, nadie intervino.
- ¡Eres escoria, niñato! ¡Y yo me dedico a pisar a la escoria! -Todo amor, el hombre siguió escupiendo palabras casi más dolorosas que los puñetazos. Inmersos en una danza torpe y peligrosa, ninguno de los dos se dio cuenta de que las personas a su alrededor estaban empezando a apostar. ¿Acaso no se daban cuenta de que la muchacha, aun siendo más ágil que el otro y logrando esquivar la mayoría de golpes, no podría tumbarlo nunca ni aunque quisiera? Y ahora, rodeada como estaba, tampoco podía huir. La estupidez humana a veces resultaba de lo más frustrante...
Pero entonces ocurrió algo inesperado. Una muchacha, motivada quizá por la lástima hacia la demacrada -y aporreada- figura de la muchacha, intervino separándoles. Ahora Irathi tenía una oportunidad. Silbó con fuerza, haciendo que su perro, siempre fiel y atento, hiciese acto de presencia echándose encima del hombre que la había golpeado, al que mordió repetidas veces en la pierna, para propinar el mordisco final en su trasero. El "gigante", perdiendo toda la fuerza de forma repentina, salió corriendo en dirección al bar casi llorando, entre gritos e improperios. El gentío se fue alejando de la escena de forma progresiva, pero ella sabía bien que aquello no había acabado. Volvería con tres o cuatro tíos más para apalearla. Y eso no era bueno. Encaró a la muchacha con el ceño fruncido y una mueca de fastidio. - Estás loca. -Dijo simplemente con voz grave, colocándose bien la gorra y continuando con su actuación. No sabía quién era, así que mejor que siguiese pensando que era un hombre. Igual era policía... Quién sabe. Rollan se acercó a ambas moviendo la cola, y tras chuparle la mano a su dueña, miró a la desconocida con fijeza. Él tampoco se fiaba. La vida en la calle es dura. Es difícil confiar en nadie.
Tras comerse el pan, más seco que la suela de un zapato, echó a caminar calle abajo con la esperanza de encontrar a algún incauto que paseara por las calles desiertas a aquellas horas, o tal vez incluso con algún camarero amable que sintiese pena por ella y decidiese darle algo para comer. Aunque lo segundo era bastante menos probable. Sus dos gatos se habían marchado en cuanto su tripa estuvo llena gracias al ratón, de modo que las siguientes horas las pasó charlando animadamente con Rollan, su perro, ante la mirada de extrañeza del gentío que poco a poco fue llenando las calles a la llegada del mediodía. Ahora llegaba su oportunidad.
Se escondió tras un gran bidón de basura, y sacó su "traje de superhéroe", oculto en el interior de una ajada mochila que siempre llevaba consigo. No, no es que fuese a salvar a nadie... más bien iba a tratar de salvarse a sí misma robando algo que le permitiese conseguir comida. Como hacía cada día desde... ¿Siempre? Llevaba tanto en las calles que casi ni recordaba lo que era vivir fuera de ellas. Se colocó la gorra, ocultando sus cabellos completamente, y se cubrió con un viejo impermeable que disimulaba las pocas curvas que tenía. Con un poco de carbón manchando su rostro y modificando sus andares, la chica se transformó en chico, y ya estaba lista para la caza... Ni que decir queda que no le fue nada bien.
El Sol estaba ya bastante bajo cuando, frustrada por no haber conseguido nada más que unas cuantas monedas sustraídas a alguien que parecía ser más pobre que ella misma, cometió lo que a juicio de cualquiera parecía ser una estupidez... Y lo era, realmente. Entró a un restaurante cuando más lleno se encontraba, esperando que con el bullicio su presencia pasara desapercibida. No sólo la pillaron robando a un aristócrata, sino que además de sacarla a empujones, el dueño del local la siguió hasta una plaza dispuesto a vengarse por su atrevimiento. Irathi trató de excusarse aludiendo a su condición social, lo que pareció ejercer el efecto contrario al deseado: el hombre, que parecía más una mole que una persona normal, dominado por la rabia, propinó un puñetazo directo al rostro de la muchacha, que se tambaleó por la fuerza y de la impresión. En menos de dos minutos, un cuantioso número de personas se había instalado a su alrededor, atentos a una pelea absurda en la que ella no tenía demasiado que hacer. Por supuesto, nadie intervino.
- ¡Eres escoria, niñato! ¡Y yo me dedico a pisar a la escoria! -Todo amor, el hombre siguió escupiendo palabras casi más dolorosas que los puñetazos. Inmersos en una danza torpe y peligrosa, ninguno de los dos se dio cuenta de que las personas a su alrededor estaban empezando a apostar. ¿Acaso no se daban cuenta de que la muchacha, aun siendo más ágil que el otro y logrando esquivar la mayoría de golpes, no podría tumbarlo nunca ni aunque quisiera? Y ahora, rodeada como estaba, tampoco podía huir. La estupidez humana a veces resultaba de lo más frustrante...
Pero entonces ocurrió algo inesperado. Una muchacha, motivada quizá por la lástima hacia la demacrada -y aporreada- figura de la muchacha, intervino separándoles. Ahora Irathi tenía una oportunidad. Silbó con fuerza, haciendo que su perro, siempre fiel y atento, hiciese acto de presencia echándose encima del hombre que la había golpeado, al que mordió repetidas veces en la pierna, para propinar el mordisco final en su trasero. El "gigante", perdiendo toda la fuerza de forma repentina, salió corriendo en dirección al bar casi llorando, entre gritos e improperios. El gentío se fue alejando de la escena de forma progresiva, pero ella sabía bien que aquello no había acabado. Volvería con tres o cuatro tíos más para apalearla. Y eso no era bueno. Encaró a la muchacha con el ceño fruncido y una mueca de fastidio. - Estás loca. -Dijo simplemente con voz grave, colocándose bien la gorra y continuando con su actuación. No sabía quién era, así que mejor que siguiese pensando que era un hombre. Igual era policía... Quién sabe. Rollan se acercó a ambas moviendo la cola, y tras chuparle la mano a su dueña, miró a la desconocida con fijeza. Él tampoco se fiaba. La vida en la calle es dura. Es difícil confiar en nadie.
- Spoiler:
- PD: toc toc. Espero no molestar :3
Última edición por Irathi Heaven el Dom Nov 10, 2013 11:06 am, editado 1 vez
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
De repente el perro salió como de la nada atacando al hombre y dándome a mi un buen susto de paso. Sin embargo no me importó ya que consiguió que el tío se fuera corriendo y que el público. Algunos me miraron con odio por haber interrumpido su diversión y otros al perro con los mismos sentimientos pero no les presté ninguna atención y mantuve la cabeza alta.
Alguno de ellos me golpeó al pasar y pude atisbar una cruz en su cuello. Por desgracia el mundo estaba lleno de paletos como aquellos que el domingo irían a misa a confesar sus pecados para poder pecar la semana siguiente. Como mi padre solía decir, la religión está llena de hipócritas.
Respiré hondo un par de veces para que la ira se fuera de mí. Eran idiotas pero no era mi trabajo educar a todos los imbéciles de París, bastante tenía ya con las miserias que llevaba viendo toda la vida.
Me acerqué un poco al chico para ver cómo estaba y sonreí cuando me llamó loca. En ese momento noté que algo no cuadraba pero tampoco le dí mucha importancia ya que posiblemente el hombre que se acababa de ir de allí querría volver y hacernos pagar a los dos así que antes de intentar encontrar lo que no cuadraba sabía que teníamos que irnos de allí.
-Llame como quieras, chaval, pero es mi locura la que ha evitado que te maten aquí- dije. Aquella forma de hablar, sin formalidad alguna, me recordó un poco a los viejos tiempos, cuando no le hablaba a nadie respecto a su clase. Cuando estaba enfadada con el mundo. Posiblemente el chico también lo estuviera.
Miré a todos los lados antes de acercarme y pasarle el brazo por los hombros. Era realmente pequeño, tal vez más joven incluso de lo que había imaginado antes. Ignorando los gruñidos del perro le cubrí con mi capa para pasar inadvertidos y tiré de él hacia un lado del camino en las sombras.
-Pero este no es momento de hablar de mi condición mental si no queremos que nos maten a los dos así que será mejor que puedas seguir mi paso. Es evidente que no estás tan herido como para no poder poner pies en polvorosa.
Me estremecí ligeramente cuando oí gritos a nuestras espaldas. El tipo era más rápido de lo que había esperado. Si hubiera creido en Dios ese habría sido el momento perfecto para lanzar una oración desesperada.
Alguno de ellos me golpeó al pasar y pude atisbar una cruz en su cuello. Por desgracia el mundo estaba lleno de paletos como aquellos que el domingo irían a misa a confesar sus pecados para poder pecar la semana siguiente. Como mi padre solía decir, la religión está llena de hipócritas.
Respiré hondo un par de veces para que la ira se fuera de mí. Eran idiotas pero no era mi trabajo educar a todos los imbéciles de París, bastante tenía ya con las miserias que llevaba viendo toda la vida.
Me acerqué un poco al chico para ver cómo estaba y sonreí cuando me llamó loca. En ese momento noté que algo no cuadraba pero tampoco le dí mucha importancia ya que posiblemente el hombre que se acababa de ir de allí querría volver y hacernos pagar a los dos así que antes de intentar encontrar lo que no cuadraba sabía que teníamos que irnos de allí.
-Llame como quieras, chaval, pero es mi locura la que ha evitado que te maten aquí- dije. Aquella forma de hablar, sin formalidad alguna, me recordó un poco a los viejos tiempos, cuando no le hablaba a nadie respecto a su clase. Cuando estaba enfadada con el mundo. Posiblemente el chico también lo estuviera.
Miré a todos los lados antes de acercarme y pasarle el brazo por los hombros. Era realmente pequeño, tal vez más joven incluso de lo que había imaginado antes. Ignorando los gruñidos del perro le cubrí con mi capa para pasar inadvertidos y tiré de él hacia un lado del camino en las sombras.
-Pero este no es momento de hablar de mi condición mental si no queremos que nos maten a los dos así que será mejor que puedas seguir mi paso. Es evidente que no estás tan herido como para no poder poner pies en polvorosa.
Me estremecí ligeramente cuando oí gritos a nuestras espaldas. El tipo era más rápido de lo que había esperado. Si hubiera creido en Dios ese habría sido el momento perfecto para lanzar una oración desesperada.
- Spoiler:
- Molestar?? No querida, eres bienvenida, muy bienvenida.
Última edición por Isobel Twist el Lun Dic 16, 2013 7:50 am, editado 1 vez
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Rollan tenía aquella extraña facultad de aparecer siempre en el momento oportuno, y cuando ella más lo necesitaba. Recordaba que la primera vez que lo vio, también le había salvado el pellejo, sacándola de una situación parecida. La chica -que en ese momento también iba disfrazada de chico-, había robado a quien resultó ser un capitán de la guardia de París. Ni que decir queda que la paliza fue de campeonato casi. El perro, un enorme Alaskan Malamute, apareció de la nada pegándole un buen mordisco en la pierna al hombre, que cayó de bruces al suelo, quedando inconsciente. Por aquella época, Irathi era aún más bajita, y al ver que el animal se acercaba a ella corriendo, no pudo hacer más que gritar y salir corriendo. Es fácil imaginar por qué. A cuatro patas era tan sólo unos treinta centímetros más bajito que ella, sobrepasando su cintura. Cuando el perro se alzaba sobre sus patas traseras, seguramente alcanzase el metro setenta. Sin embargo, en cuanto estuvo a su altura, el perro se sentó, ladeando la cabeza y moviendo la cola con alegría. Justo como ahora. Pareciese que el animal quisiera que ella y no otro fuese su dueña. Y así fue.
Llevaban unos cinco años juntos, y se hacían mutua compañía ante todas las adversidades a las que se enfrentaban por vivir en la calle. Irathi lo alimentaba -comía bastante más que ella-, lo bañaba y jugaba con él. Y él, a cambio, la protegía, le daba una compañía que realmente necesitaba, y le daba calor en las noches más frías de invierno. Eran todo el uno para el otro, y gracias a eso, no se había vuelto loca todavía. Le dio una manía galleta a Rollan por su actuación, y miró a la chica de reojo, desconfiada. Normalmente, ante una pelea de aquellas características, la gente no intervenía. Esperaban a que el más grande terminase de aporrear al más pequeño, y cuando éste -ella, en su caso- caía al suelo inconsciente y todos se marchaban, se acercaban para tratar de ayudarle. Pero ¿parar una pelea? No, hay que estar muy loco para hacer eso, y más sabiendo las consecuencias que ello puede acarrear.
La examinó de arriba abajo con descaro. Era bonita de una forma extraña. Le llamaba la atención. Era pálida, delgada y con el pero oscuro, lo que le daba un cierto aire fantasmal. Parecía de confianza, amable en cierta forma, pero no era tan estúpida. Sabía que los lobos se esconden bajo la apariencia de corderitos indefensos. Ella misma lo hacía. Que pareciese inocente no quería decir que lo fuese. En la ley de la calle, todo el mundo es culpable, todo el mundo es malo, hasta que se demuestre lo contrario. La justicia no funciona en las bajas esferas. Cuando te mueves en la oscuridad, sorteando obstáculos imposibles, no puede haber nadie más fuerte que tú. No hay pilares que te sostengan, ni amigos que te tiendan la mano sin pedir nada a cambio. Y eso era algo que había tenido que aprender por sí misma, y que no olvidaría jamás.
- Lo tenía todo controlado. -Mintió, poniendo una mueca de fastidio. Ser débil no es una desventaja, si sabes como actuar después de haber perdido la pelea. Una derrota a tiempo puede significar una victoria al final... ¿O no era así? A ella le valía, y eso era lo que importaba. Metió la mano en el bolsillo del impermeable, y toqueteó la cartera del tío que acababa de pegarle con una media sonrisa pícara. El muy zoquete ni siquiera se había dado cuenta. ¿Quién había perdido más con el enfrentamiento? Se notaba adolorida, sí, pero podría comer durante una semana. - ¿Que nos ha salvado? Por culpa de tu locura ahora vendrán cuatro como él a perseguirnos. No creo yo que debajo de esa capa lleves muchos objetos punzantes. Nos darán una buena tunda a los dos. Y Rollan sólo me protegerá a mi... -El perro la miró y ladró por lo bajo, como dándole la razón. Ya se estaba temiendo que en cualquier momento apareciese el gigante con sus amigotes. No podía perder más tiempo hablando con...
- Pero qué... -Antes de decir nada, la muchacha se acercó a ella y comenzó a avanzar en dirección contraria a la plaza, llevándola agarrada por los hombros. Se sintió indefensa, como si hubiesen invadido su espacio personal sin preguntarle antes. Miró con mala cara a la muchacha, sonriendo mentalmente ante los ladridos desesperados de Rollan, que, alarmado, las seguía de cerca. Pero al mirar a su espalda comprobó que no ladraba porque creyese que estaban raptando a su dueña, no... El hombre de antes había echado a correr tras ellas con una barra de metal en lo alto, y tres fortachones más le seguían de cerca con bates y una silla. Espera, ¿una silla? Cogió la mano de la chica bruscamente y tiró de ella echando a correr a toda velocidad. Si en algo había tenido que entrenarse en todos aquellos años de miserias, era en correr más rápido que nadie para escapar. - ¿Seguir tu paso? Sigue tú el mío si no quieres que nos convirtamos en la cena de esos imbéciles. -Sus pies eran ligeros, fruto del entrenamiento y del bajo peso que tenía.
Corrieron durante aproximadamente cinco minutos, hasta que Irathi tiró de la muchacha para que torciera una esquina, seguidos de cerca por Rollan. La calle parecía no tener salida, al tener el extremo tapiado, pero ella sabía que tras aquel muro, no había más que bosque. - Haz lo que yo haga. -Ágilmente, trepó por un bidón de la basura, hasta subir al alféizar de la ventana del primer piso de uno de los edificios. Tendió la mano a la chica para que subiera, mientras se sujetaba a uno de los laterales con fuerza. Desde allí, sólo tenía que sujetarse bien a la pared de gruesos y separados ladrillos, hasta alcanzar el muro y llegar al otro lado. Pero entonces, los tipos aparecieron por la esquina, y al verlas, comenzaron a acercarse lentamente. - ¡Mierda! ¡¡Vamos!! Confía en mi. -Agitó la mano y sonrió a la chica con picardía. Había hecho eso un millón de veces. No iba a fallar a la del millón-uno.
Llevaban unos cinco años juntos, y se hacían mutua compañía ante todas las adversidades a las que se enfrentaban por vivir en la calle. Irathi lo alimentaba -comía bastante más que ella-, lo bañaba y jugaba con él. Y él, a cambio, la protegía, le daba una compañía que realmente necesitaba, y le daba calor en las noches más frías de invierno. Eran todo el uno para el otro, y gracias a eso, no se había vuelto loca todavía. Le dio una manía galleta a Rollan por su actuación, y miró a la chica de reojo, desconfiada. Normalmente, ante una pelea de aquellas características, la gente no intervenía. Esperaban a que el más grande terminase de aporrear al más pequeño, y cuando éste -ella, en su caso- caía al suelo inconsciente y todos se marchaban, se acercaban para tratar de ayudarle. Pero ¿parar una pelea? No, hay que estar muy loco para hacer eso, y más sabiendo las consecuencias que ello puede acarrear.
La examinó de arriba abajo con descaro. Era bonita de una forma extraña. Le llamaba la atención. Era pálida, delgada y con el pero oscuro, lo que le daba un cierto aire fantasmal. Parecía de confianza, amable en cierta forma, pero no era tan estúpida. Sabía que los lobos se esconden bajo la apariencia de corderitos indefensos. Ella misma lo hacía. Que pareciese inocente no quería decir que lo fuese. En la ley de la calle, todo el mundo es culpable, todo el mundo es malo, hasta que se demuestre lo contrario. La justicia no funciona en las bajas esferas. Cuando te mueves en la oscuridad, sorteando obstáculos imposibles, no puede haber nadie más fuerte que tú. No hay pilares que te sostengan, ni amigos que te tiendan la mano sin pedir nada a cambio. Y eso era algo que había tenido que aprender por sí misma, y que no olvidaría jamás.
- Lo tenía todo controlado. -Mintió, poniendo una mueca de fastidio. Ser débil no es una desventaja, si sabes como actuar después de haber perdido la pelea. Una derrota a tiempo puede significar una victoria al final... ¿O no era así? A ella le valía, y eso era lo que importaba. Metió la mano en el bolsillo del impermeable, y toqueteó la cartera del tío que acababa de pegarle con una media sonrisa pícara. El muy zoquete ni siquiera se había dado cuenta. ¿Quién había perdido más con el enfrentamiento? Se notaba adolorida, sí, pero podría comer durante una semana. - ¿Que nos ha salvado? Por culpa de tu locura ahora vendrán cuatro como él a perseguirnos. No creo yo que debajo de esa capa lleves muchos objetos punzantes. Nos darán una buena tunda a los dos. Y Rollan sólo me protegerá a mi... -El perro la miró y ladró por lo bajo, como dándole la razón. Ya se estaba temiendo que en cualquier momento apareciese el gigante con sus amigotes. No podía perder más tiempo hablando con...
- Pero qué... -Antes de decir nada, la muchacha se acercó a ella y comenzó a avanzar en dirección contraria a la plaza, llevándola agarrada por los hombros. Se sintió indefensa, como si hubiesen invadido su espacio personal sin preguntarle antes. Miró con mala cara a la muchacha, sonriendo mentalmente ante los ladridos desesperados de Rollan, que, alarmado, las seguía de cerca. Pero al mirar a su espalda comprobó que no ladraba porque creyese que estaban raptando a su dueña, no... El hombre de antes había echado a correr tras ellas con una barra de metal en lo alto, y tres fortachones más le seguían de cerca con bates y una silla. Espera, ¿una silla? Cogió la mano de la chica bruscamente y tiró de ella echando a correr a toda velocidad. Si en algo había tenido que entrenarse en todos aquellos años de miserias, era en correr más rápido que nadie para escapar. - ¿Seguir tu paso? Sigue tú el mío si no quieres que nos convirtamos en la cena de esos imbéciles. -Sus pies eran ligeros, fruto del entrenamiento y del bajo peso que tenía.
Corrieron durante aproximadamente cinco minutos, hasta que Irathi tiró de la muchacha para que torciera una esquina, seguidos de cerca por Rollan. La calle parecía no tener salida, al tener el extremo tapiado, pero ella sabía que tras aquel muro, no había más que bosque. - Haz lo que yo haga. -Ágilmente, trepó por un bidón de la basura, hasta subir al alféizar de la ventana del primer piso de uno de los edificios. Tendió la mano a la chica para que subiera, mientras se sujetaba a uno de los laterales con fuerza. Desde allí, sólo tenía que sujetarse bien a la pared de gruesos y separados ladrillos, hasta alcanzar el muro y llegar al otro lado. Pero entonces, los tipos aparecieron por la esquina, y al verlas, comenzaron a acercarse lentamente. - ¡Mierda! ¡¡Vamos!! Confía en mi. -Agitó la mano y sonrió a la chica con picardía. Había hecho eso un millón de veces. No iba a fallar a la del millón-uno.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/09/2013
Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Dejé escapar un bufido pero no contesté más concentrada como estaba en salir de aquello. Tenía razón en que aquel tipo volvería y que evidentemente no lo haría solo. Tampoco es que me preocupara demasiado. Incluso sin tener que hacer uso de mis poderes posiblemente sabía más del autodefensa de lo que el chaval se imaginaba y podía apañármelas.
-Puede que punzantes no muchas, pero todas peligrosas, eso no lo dudes- le gruñí. No era la primera pelea que veía y en la que me metía ni seguramente sería la última conociéndome, por lo que desde hacía ya bastante solía llevar ocultos un par de cuchillos pequeños, más adecuados para cortar plantas que herir personas, y una pistola oculta en el revoltijo de faldas. Era buena pero no tonta.
Ojala pudiera soltarle eso al chaval pero en ese momento estábamos demasiados ocupados en huir y yo desde luego no pensaba malgastar el aliento como él. Podía quejarse, insultarme o maldecirme para lo que a mi me importaba. Era otro alma perdida y yo no podía abandonar a aquel tipo de personas a su suerte tal como me habían abandonado a mí.
De repente tiró de mi mano y empezó a correr. No pregunté ni contesté a su provocación simplemente le seguí, fiándome de él y de lo que me decía mi instinto, que en ese momento estaba en alerta casi máxima. Solo había una alerta superior y el tipo claramente no era un inquisidor por que si no no se dejaría ver públicamente por aquellos barrios. Ademas no mostraría tanto interés en un pobre y una idiota.
Comencé a preparar mis poderes por si los necesitaba. Una buena distracción nunca estaba de más, sobre todo si esta me salvaba la vida. Seguí al chico hasta un callejón sin salida y estaba a punto de maldecir cuando le vi subirse a uno de los alfeizares y me tendió la mano. Claramente conocía el lugar.
Evalué la dificultad de subirme ahí con faldas. Si no las hubiera llevado casi podría haberme encaramado a la parte alta del muro sin mucho esfuerzo pero no era el caso. Suerte que debajo siempre llevaba unos pantalones de cuero ceñidos, otra precaución que hacía muchos años que no había necesitado. Al parecer París se empeñaba en revivir todo lo que había aprendido con Hugh cuando apenas era una niña.
Oí a mis espaldas las pisadas de los hombres ralentizarse al encontrarnos. Bien. Si creían que nos tenían eso me daría el tiempo suficiente para deshacerme de mis pesados ropajes y pasar. Rechacé la mano que me tendía desde arriba con una sacudida de cabeza y comencé a rajar la tela. Algo de mi amor propio se vio dañado al ver que el chico no me creía capaz de seguirle, pero luego recordé que en ese momento me veía como una damisela y no lo que realmente era.
-Pasaré detrás de ti- dije y finalmente me volví. Por extraño que fuera, al volver a verme amenazada, no sentí miedo. Me había enfrentado a aquel tipo de cosas en el pasado y podía mantenerme serena- tu mantente en movimiento.
Seguí rompiendo mis ropas sin apartar la vista de los tipos. Cuatro grandes ejemplares del peor tipo de hombre que se puede encontrar una en las calles. Sin embargo en aquel momento parecía que la sed de sangre se había sustituido por la lujuria en su mirada. Claro, no había pensado en lo que les haría a aquellos hombres ver a una mujer rasgarse las ropas, menos aún si pensaba que debajo no había más que suave y blanca ropa interior. Bueno, en cualquier caso eso era algo bueno.
-Mira, mira, parece que la señorita se ofrece a darnos un poco de entretenimiento- dijo uno de los recién incorporados mientras se pasaba la lengua por los labios. Dios, que desagradable. Los otros tres se rieron a carcajadas de su comentario.
-Tranquila guapa, no tengas prisa- dijo otro de ellos- Después de que cojamos al niñato ese nos encargaremos de ti.
Me hubiera reído a carcajadas si no fuera porque eso hubiera destrozado toda su confianza en sí mismos y me hubiera quitado tiempo. Antes matar que ser violada por esos animales. Cuando por fin conseguí arrancarme las faldas se las lancé a los tipos y me volví para saltar al alfeizar y seguir los pasos del chico.
-Puede que punzantes no muchas, pero todas peligrosas, eso no lo dudes- le gruñí. No era la primera pelea que veía y en la que me metía ni seguramente sería la última conociéndome, por lo que desde hacía ya bastante solía llevar ocultos un par de cuchillos pequeños, más adecuados para cortar plantas que herir personas, y una pistola oculta en el revoltijo de faldas. Era buena pero no tonta.
Ojala pudiera soltarle eso al chaval pero en ese momento estábamos demasiados ocupados en huir y yo desde luego no pensaba malgastar el aliento como él. Podía quejarse, insultarme o maldecirme para lo que a mi me importaba. Era otro alma perdida y yo no podía abandonar a aquel tipo de personas a su suerte tal como me habían abandonado a mí.
De repente tiró de mi mano y empezó a correr. No pregunté ni contesté a su provocación simplemente le seguí, fiándome de él y de lo que me decía mi instinto, que en ese momento estaba en alerta casi máxima. Solo había una alerta superior y el tipo claramente no era un inquisidor por que si no no se dejaría ver públicamente por aquellos barrios. Ademas no mostraría tanto interés en un pobre y una idiota.
Comencé a preparar mis poderes por si los necesitaba. Una buena distracción nunca estaba de más, sobre todo si esta me salvaba la vida. Seguí al chico hasta un callejón sin salida y estaba a punto de maldecir cuando le vi subirse a uno de los alfeizares y me tendió la mano. Claramente conocía el lugar.
Evalué la dificultad de subirme ahí con faldas. Si no las hubiera llevado casi podría haberme encaramado a la parte alta del muro sin mucho esfuerzo pero no era el caso. Suerte que debajo siempre llevaba unos pantalones de cuero ceñidos, otra precaución que hacía muchos años que no había necesitado. Al parecer París se empeñaba en revivir todo lo que había aprendido con Hugh cuando apenas era una niña.
Oí a mis espaldas las pisadas de los hombres ralentizarse al encontrarnos. Bien. Si creían que nos tenían eso me daría el tiempo suficiente para deshacerme de mis pesados ropajes y pasar. Rechacé la mano que me tendía desde arriba con una sacudida de cabeza y comencé a rajar la tela. Algo de mi amor propio se vio dañado al ver que el chico no me creía capaz de seguirle, pero luego recordé que en ese momento me veía como una damisela y no lo que realmente era.
-Pasaré detrás de ti- dije y finalmente me volví. Por extraño que fuera, al volver a verme amenazada, no sentí miedo. Me había enfrentado a aquel tipo de cosas en el pasado y podía mantenerme serena- tu mantente en movimiento.
Seguí rompiendo mis ropas sin apartar la vista de los tipos. Cuatro grandes ejemplares del peor tipo de hombre que se puede encontrar una en las calles. Sin embargo en aquel momento parecía que la sed de sangre se había sustituido por la lujuria en su mirada. Claro, no había pensado en lo que les haría a aquellos hombres ver a una mujer rasgarse las ropas, menos aún si pensaba que debajo no había más que suave y blanca ropa interior. Bueno, en cualquier caso eso era algo bueno.
-Mira, mira, parece que la señorita se ofrece a darnos un poco de entretenimiento- dijo uno de los recién incorporados mientras se pasaba la lengua por los labios. Dios, que desagradable. Los otros tres se rieron a carcajadas de su comentario.
-Tranquila guapa, no tengas prisa- dijo otro de ellos- Después de que cojamos al niñato ese nos encargaremos de ti.
Me hubiera reído a carcajadas si no fuera porque eso hubiera destrozado toda su confianza en sí mismos y me hubiera quitado tiempo. Antes matar que ser violada por esos animales. Cuando por fin conseguí arrancarme las faldas se las lancé a los tipos y me volví para saltar al alfeizar y seguir los pasos del chico.
Última edición por Isobel Twist el Lun Dic 16, 2013 7:50 am, editado 1 vez
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Una sonrisa afilada se adueñó de su semblante. De una "señorita" se podía esperar muchas cosas, pero una contestación así de espontánea no era una de ellas. El simple hecho de que no se ofendiera por su comentario despectivo acerca de la falda y su condición de mujer, ya hacía que le cayese aún mejor. Sí, ella también era una mujer, pero distaba mucho de parecerse a una señorita, sin importar de qué clase fuera. Su aspecto era poco común, incluso entre los muchachos. Su cuerpo lucía como un lienzo inacabado, lleno de obras de arte varias que había ido acumulando durante años. Muchos decían que su aspecto denotaba su falta de clase o de principios... Pero para ella eran su seña misma de identidad. Si había ido decorando su cuerpo con todos aquellos retratos, dibujos y paisajes era porque sentía que así podría recordarlo para siempre. Su pasado reciente era todo cuanto tenía. Siendo alguien que había perdido a sus padres, a su familia, y a quien la cuidó durante tanto tiempo... No quería perderse nada. No quería que nada cayese en el olvido. ¿Y qué mejor manera que llevarlo por siempre contigo?
Ocultos bajo la ropa, parecían quemarla para querer salir. No le gustaba esconder quien era, no le gustaba ocultarse, pero la vida miserable que llevaba la obligaba continuamente a hacerlo. Si a los varones los castigaban duramente por cometer delitos, ¿qué no le harían a las mujeres? Si habían sido capaces durante tantos años de quemarlas en la hoguera, no quería imaginar lo que podrían hacer ahora que los tiempos habían avanzado tanto. No, no se arriesgaría. Y en cierta forma, que aquella chica se pusiera en peligro por defenderla, le había dado una lección que le costaría olvidar. Parecía sentir muchas cosas, pero miedo no era una de ellas. ¿Por qué si ella, siendo una señorita de verdad, había dado la cara sin temblar, no podía hacerlo ella que llevaba toda la vida luchando por sobrevivir? Había sido un gesto de valentía admirable. Y no lo olvidaría.
Pero ahora se encontraba con la problemática de que se había metido en un lío por su culpa, y al verla detenerse, no tuvo muy claro qué demonios debía hacer. - Dime que bajo la falda llevas un cuchillo de cocina, o un rodillo, al menos... O estamos perdidos. -Sin pensarlo dos veces, y haciendo caso omiso a su sugerencia, bajó de un salto de la cornisa y se colocó frente a ella, tratando de cubrirla desde todos los ángulos posibles para que los maleantes no la vieran. - Por Dios... ¡¿De verdad crees que es un buen momento para hacer un striptease?! ¡No ves que no te quitan los ojos de encima! Con una loca me tuve que encontrar. -A medida que los hombres avanzaban hacia ambas, ella retrocedía, hasta chocar con la muchacha que aún seguía cortando sus ropajes. De haber tenido tiempo le hubiera dicho que la próxima vez que decidiese meterse en una pelea, recordara no llevar todas aquellas capas de ropa encima.
Rollan encaró a los hombres sacando los dientes, presa de la furia. Esto los asustó un poco, aunque, cuando el primero de ellos alzó la vara de metal, Irathi no pudo resistirlo y salió corriendo contra él, derribándole de lleno y provocando que ambos cayeran al suelo levantando una gran nube de polvo. Se llevó unas cuantas patadas, pero el perro finalmente pudo intervenir mordiéndole el lateral derecho de la cara. El olor a sangre le hizo arrugar la nariz de forma exagerada. Corrió todo lo rápido que pudo, encaramándose nuevamente a la fachada al tiempo que la muchacha terminaba con su improvisado espectáculo de desnudo. Los gritos e improperios de los hombres le dejaron bien claro que irían a por ellos en cuanto llevaran al herido a algún médico. De seguro le harían falta unos cuantos puntos.
Nuevamente, aquella sonrisa pícara que siempre lucía en su semblante, volvió a aparecer, mientras observaba a su espalda, donde la chica le seguía de cerca. Al otro lado del muro se encontraron con una larga avenida que ella bien sabía que llevaba al mercado de vuelta. Pero una de aquellas casuchas estaba abandonada. Y ella tenía las llaves. El corazón le latía apresuradamente, queriendo salírsele del pecho. Estaba excitada, emocionada, porque, además de haber vencido momentáneamente a aquellas moles humanas, había logrado sustraerles una generosa cuantía. Podría sobrevivir holgadamente las próximas dos semanas. Quizá incluso pudiera permitirse el lujo de tomar pan recién hecho. Hacía casi dos años que no podía hacer algo así. - Por aquí. -Torció en un callejón semioculto entre las sombras, al tiempo en que Rollan les alcanzaba desde el otro lado de la calle. Aunque siguieran el rastro del perro, difícilmente podrían encontrarlas en aquella parte del barrio. No había luz que iluminara aquellas angostas y pestilentes callejuelas, refugio de las ratas y de los pobres que, como Irathi, consideraban aquello como un hogar. Sacó de la mochila un bolsito con numerosas llaves, y abrió la portezuela en cuestión de segundos. Un profundo olor a humedad le golpeó directamente en la cara. No era un palacio, pero podría dormir un poco... Y presentarse.
Ocultos bajo la ropa, parecían quemarla para querer salir. No le gustaba esconder quien era, no le gustaba ocultarse, pero la vida miserable que llevaba la obligaba continuamente a hacerlo. Si a los varones los castigaban duramente por cometer delitos, ¿qué no le harían a las mujeres? Si habían sido capaces durante tantos años de quemarlas en la hoguera, no quería imaginar lo que podrían hacer ahora que los tiempos habían avanzado tanto. No, no se arriesgaría. Y en cierta forma, que aquella chica se pusiera en peligro por defenderla, le había dado una lección que le costaría olvidar. Parecía sentir muchas cosas, pero miedo no era una de ellas. ¿Por qué si ella, siendo una señorita de verdad, había dado la cara sin temblar, no podía hacerlo ella que llevaba toda la vida luchando por sobrevivir? Había sido un gesto de valentía admirable. Y no lo olvidaría.
Pero ahora se encontraba con la problemática de que se había metido en un lío por su culpa, y al verla detenerse, no tuvo muy claro qué demonios debía hacer. - Dime que bajo la falda llevas un cuchillo de cocina, o un rodillo, al menos... O estamos perdidos. -Sin pensarlo dos veces, y haciendo caso omiso a su sugerencia, bajó de un salto de la cornisa y se colocó frente a ella, tratando de cubrirla desde todos los ángulos posibles para que los maleantes no la vieran. - Por Dios... ¡¿De verdad crees que es un buen momento para hacer un striptease?! ¡No ves que no te quitan los ojos de encima! Con una loca me tuve que encontrar. -A medida que los hombres avanzaban hacia ambas, ella retrocedía, hasta chocar con la muchacha que aún seguía cortando sus ropajes. De haber tenido tiempo le hubiera dicho que la próxima vez que decidiese meterse en una pelea, recordara no llevar todas aquellas capas de ropa encima.
Rollan encaró a los hombres sacando los dientes, presa de la furia. Esto los asustó un poco, aunque, cuando el primero de ellos alzó la vara de metal, Irathi no pudo resistirlo y salió corriendo contra él, derribándole de lleno y provocando que ambos cayeran al suelo levantando una gran nube de polvo. Se llevó unas cuantas patadas, pero el perro finalmente pudo intervenir mordiéndole el lateral derecho de la cara. El olor a sangre le hizo arrugar la nariz de forma exagerada. Corrió todo lo rápido que pudo, encaramándose nuevamente a la fachada al tiempo que la muchacha terminaba con su improvisado espectáculo de desnudo. Los gritos e improperios de los hombres le dejaron bien claro que irían a por ellos en cuanto llevaran al herido a algún médico. De seguro le harían falta unos cuantos puntos.
Nuevamente, aquella sonrisa pícara que siempre lucía en su semblante, volvió a aparecer, mientras observaba a su espalda, donde la chica le seguía de cerca. Al otro lado del muro se encontraron con una larga avenida que ella bien sabía que llevaba al mercado de vuelta. Pero una de aquellas casuchas estaba abandonada. Y ella tenía las llaves. El corazón le latía apresuradamente, queriendo salírsele del pecho. Estaba excitada, emocionada, porque, además de haber vencido momentáneamente a aquellas moles humanas, había logrado sustraerles una generosa cuantía. Podría sobrevivir holgadamente las próximas dos semanas. Quizá incluso pudiera permitirse el lujo de tomar pan recién hecho. Hacía casi dos años que no podía hacer algo así. - Por aquí. -Torció en un callejón semioculto entre las sombras, al tiempo en que Rollan les alcanzaba desde el otro lado de la calle. Aunque siguieran el rastro del perro, difícilmente podrían encontrarlas en aquella parte del barrio. No había luz que iluminara aquellas angostas y pestilentes callejuelas, refugio de las ratas y de los pobres que, como Irathi, consideraban aquello como un hogar. Sacó de la mochila un bolsito con numerosas llaves, y abrió la portezuela en cuestión de segundos. Un profundo olor a humedad le golpeó directamente en la cara. No era un palacio, pero podría dormir un poco... Y presentarse.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/09/2013
Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Una risa exultante burbujeaba en mi garganta deseando poder salir con toda su fuerza. Aunque no me gustara, debía admitir que la parte más vieja y oscura de mi alma estaba encantada de aquella carrera, de recodar lo que había sido correr así en los viejos tiempos. Y reclamaba sangre. La sangre de aquellos que se creían superiores. Además había sido ligeramente cómico ver al chico asustado por mi reacción al rasgar las ropas. Sin duda aquello se convertiría en una anécdota bastante divertida.
Debía admitir que por un momento había temido por la vida del chico y del perro al verlos volverse para defenderme. Había sido una sensación agridulce ya que también me había animado saber que había salvado a alguien que, a pesar de sus duras palabras, no abandonaría una mano amiga.
Me tanteé la cadera con la mano, asegurándome de que no se habían soltado ninguno de los cuchillos al deshacerme de mis ropas mientras seguía al chico hacia una calle más oscura. Los otros tipos posiblemente se dieran cuenta de que no les compensaba seguirnos si no querían acabar como su amigo el mordido.
Dejé que la emoción fuese bajando lentamente mientras seguía al chaval. No sabía donde pretendía ir pero, ya que estaba, podía terminar de ayudarlo por completo si quería. Y meterle un poco de sentido común en esa cabeza que había demostrado ser tan dura.
Me acerqué por detrás con tranquilidad y le pegué una colleja. Tal vez a golpes se le hablandara la que había demostrado ser una dudra sesera. Y me importaba bien poco que el perro intentara atacarme si lo hacía.
-Eres sencillamente tonto- dije con rotundidad- Si alguien mayor te dice corre tu corres, y punto. Y no me repliques- añadí antes de que pudiera decir nada. Yo había sido como él y sabía que en ese momento le costaría contener alguna respuesta mordaz, pero alguien debía darle una lección y por Dios que estaría encantada de ser yo- Así harás que te maten algún día. Y créeme, no siempre será tan fácil huir de ellos.
Mientras hablaba observaba el lugar, registrando cada esquina, cada puerta y cada ventana, cada vía de escape. Y me salió tan natural como el respirar. Tanto que no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que ya tenía tres vías de escape.
No es que dudara de que el chico me fuera a atacar (y en cualquier caso podría deshacerme de él y su perro sin tener la necesidad de matarles) pero me preocupaba que la casa fuera de alguien, a pesar del aire de abandono que tenía, y entrase con malas intenciones. Aquella no sería la noche perfecta para tal incauto.
-Supongo que este lugar es seguro- dije.
Me volví hacia el chico y le observé detenidamente por primera vez en toda la noche. A pesar de la oscuridad podía ver su rostro y sus rasgos me decían que algo no cuadraba. Era la misma sensación que había tenido cuando le había cogido de los hombros y habíamos corrido. Ahora ya le podía prestar la atención que merecía a aquel detalle.
-Soy Isobel- dije tendiéndole la mano. Si quería saber que era lo que no me cuadraba lo primero que debía hacer era presentarme debidamente. Ahora que lo pensaba ni siquiera me había preocupado por preguntarle su nombre- ¿Puedo saber quien eres?
Debía admitir que por un momento había temido por la vida del chico y del perro al verlos volverse para defenderme. Había sido una sensación agridulce ya que también me había animado saber que había salvado a alguien que, a pesar de sus duras palabras, no abandonaría una mano amiga.
Me tanteé la cadera con la mano, asegurándome de que no se habían soltado ninguno de los cuchillos al deshacerme de mis ropas mientras seguía al chico hacia una calle más oscura. Los otros tipos posiblemente se dieran cuenta de que no les compensaba seguirnos si no querían acabar como su amigo el mordido.
Dejé que la emoción fuese bajando lentamente mientras seguía al chaval. No sabía donde pretendía ir pero, ya que estaba, podía terminar de ayudarlo por completo si quería. Y meterle un poco de sentido común en esa cabeza que había demostrado ser tan dura.
Me acerqué por detrás con tranquilidad y le pegué una colleja. Tal vez a golpes se le hablandara la que había demostrado ser una dudra sesera. Y me importaba bien poco que el perro intentara atacarme si lo hacía.
-Eres sencillamente tonto- dije con rotundidad- Si alguien mayor te dice corre tu corres, y punto. Y no me repliques- añadí antes de que pudiera decir nada. Yo había sido como él y sabía que en ese momento le costaría contener alguna respuesta mordaz, pero alguien debía darle una lección y por Dios que estaría encantada de ser yo- Así harás que te maten algún día. Y créeme, no siempre será tan fácil huir de ellos.
Mientras hablaba observaba el lugar, registrando cada esquina, cada puerta y cada ventana, cada vía de escape. Y me salió tan natural como el respirar. Tanto que no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que ya tenía tres vías de escape.
No es que dudara de que el chico me fuera a atacar (y en cualquier caso podría deshacerme de él y su perro sin tener la necesidad de matarles) pero me preocupaba que la casa fuera de alguien, a pesar del aire de abandono que tenía, y entrase con malas intenciones. Aquella no sería la noche perfecta para tal incauto.
-Supongo que este lugar es seguro- dije.
Me volví hacia el chico y le observé detenidamente por primera vez en toda la noche. A pesar de la oscuridad podía ver su rostro y sus rasgos me decían que algo no cuadraba. Era la misma sensación que había tenido cuando le había cogido de los hombros y habíamos corrido. Ahora ya le podía prestar la atención que merecía a aquel detalle.
-Soy Isobel- dije tendiéndole la mano. Si quería saber que era lo que no me cuadraba lo primero que debía hacer era presentarme debidamente. Ahora que lo pensaba ni siquiera me había preocupado por preguntarle su nombre- ¿Puedo saber quien eres?
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
¿Sabes cuando sientes la adrenalina fluir por tus venas, dotando de una energía de la que apenas si conocías su existencia, tus músculos y articulaciones, empujándote a seguir corriendo? Pues eso era lo que notaba. Un ridículamente fuerte subidón de adrenalina, que la invitaba a seguir hacia delante sin detenerse en ningún momento. Y ante la duda... No, ni era una adicta a las emociones fuertes ni gustaba de meterse en líos a diario simplemente para sentirse mejor consigo misma. ¿Pero a quién no motiva un trabajo bien hecho? Y, pese a lo chapucero de sus acciones, parcialmente coartadas por la presencia de la mujer que corría tras ella, no podía negar que aquello había sido, a todas luces, una victoria. Con todas sus letras. Y no había nada mejor para alguien que apenas si tenía lo justo para sobrevivir, que la simple posibilidad de vivir de forma desahogada, aunque fuese por un corto periodo de tiempo. Nada podría haber eliminado esa sensación, ni los gritos e insultos de los hombres, ni el ladrido preocupado de Rollan al perderlas a ambas de vista. Se sentía plena, llena, mejor que nunca, aunque supiese que lo que le esperaba al final de la carrera fuese la misma realidad de siempre. ¿A que iba a ser verdad que al hacer deporte se liberan las hormonas de la felicidad? Porque de otra forma, ya le dirían a ella qué motivos podía tener una muerta de hambre para sonreír de aquella forma.
Aquella casa supuso un choque bastante poco sutil con esa realidad en la que estaba pensando. Decadencia y humedad eran los únicos atributos "suaves" que podía ponerle sin equivocarse ni un ápice. Aunque podía decir que la mitad de los suburbios parisinos le pertenecía, no iba a encontrar por aquellas calles estrechas y oscuras nada mejor que aquello. Casas abandonadas en su mayoría, de las que sus propietarios fueron desahuciados hacía muchos meses, estaban ahora bajo su control. La manera en que cogía las llaves de la comisaría, no dejaba de ser imaginativa. Se colaba siempre como un repartidor de rosquillas, y mientras los rechonchos agentes "protectores de la ciudadanía" las devoraban, ella se marchaba con el metálico botín sin armar ningún escándalo. ¿Cómo podían caer tantas veces con el mismo truco? Su estupidez realmente llegaba a sorprenderla, y más cuando su aspecto era tan poco usual entre los ciudadanos de la ciudad. Tras aquellos robos, repartía las llaves entre sus antiguos propietarios, sin que nadie supiese nunca la verdad de aquel justiciero que se hacía llamar Heaven. Por no saber, no sabían ni que, bajo esa gorra desgastada, se escondía realmente una mujer.
El resto de hogares quedaban bajo su tutela, y cuando tenía tiempo y ganas, se dedicaba a arreglarlos y limpiarlos un poco, a fin de que otras personas que los necesitaran, pudieran vivir en ellos. O incluso ella misma. Al no tener un lugar fijo en que quedarse, por haber decidido alejarse todo cuanto pudo de la casa de la mujer que la cuidó, noche tras noche "acampaba" en las calles o si se encontraba cerca de alguna, entraba en las casas que ella misma había "liberado". Lo irónico es que prefería dormir en las calles, aun cuando el frío fuera tan fuerte para no dejarla dormir. En su mayoría, se trataba de casas muy viejas y ruidosas, y demasiado grandes para que se sintiese segura. ¿Y si entraban en medio de la noche y la cogían? ¿Cómo podría escapar de un sitio tan grande si nunca antes lo había recorrido? Aquel día haría una excepción. Aunque la mujer había demostrado con creces su capacidad para defenderse sola ante las adversidades, dudaba que quisiera cambiar un hogar relativamente cálido y seco, por el frío suelo de alguna calle infestada de ratas. Tras dejar que el perro entrase, volvió a echar la llave y se frotó las manos con cierto nerviosismo. Justo iba a darse la vuelta para disculparse cuando...
- ¡¿Pero qué... narices?! -El sonido del golpe al impactar sobre su pálida nuca, la hizo darse la vuelta bruscamente, haciendo que la gorra se desplazase de su posición, cayendo al suelo. Contrariamente a lo que había imaginado, Rollan se retorció por el suelo, presa de lo que parecía ser un auténtico ataque de risa. ¿Se había vuelto loca? ¿Primero se desnudaba delante de aquellos tíos que iban a matarlas, y ahora se ponía a darle golpes? La encaró, alzando la cabeza hasta quedar más o menos a su altura, y frunció el ceño todo cuanto pudo. - ¿Tonto, yo? Perdona, no he sido yo quien se puso a hacer stripteases ni a... limarse las uñas mientras nos perseguían. ¿Qué querías, que te dejase allí a tu merced? ¡Pues igual hubiese sido lo mejor! -Gruñó, sacudiendo la cabeza para que sus cabellos volviesen a caer libres sobre su espalda. - Siempre me ha resultado igual de fácil deshacerme de ellos... de hecho, hoy ha sido más complicado que otros días porque "cierta persona" decidió meterse en una pelea que no le incumbía.
Torció el gesto, esforzándose por no sacar la sonrisa que pujaba por abrirse paso al exterior. En el fondo, había sido jodidamente divertido. Pero le fastidiaría enormemente tener que reconocerlo. - Más seguro que desnudarte en plena calle, te aseguro que sí que lo es... -Continuó con su sarcasmo, aun a sabiendas de que su tapadera ya había sido descubierta. Sí, era una mujer, ¿y qué? No por eso era más débil. Estrechó su mano fugazmente, aunque con la firmeza propia de alguien como ella. - Irathi. Bienvenida a mi humilde morada. -Dijo extendiendo un brazo a modo de indicador, para darle a entender que ese sitio era suyo, y que no las molestarían.
Aquella casa supuso un choque bastante poco sutil con esa realidad en la que estaba pensando. Decadencia y humedad eran los únicos atributos "suaves" que podía ponerle sin equivocarse ni un ápice. Aunque podía decir que la mitad de los suburbios parisinos le pertenecía, no iba a encontrar por aquellas calles estrechas y oscuras nada mejor que aquello. Casas abandonadas en su mayoría, de las que sus propietarios fueron desahuciados hacía muchos meses, estaban ahora bajo su control. La manera en que cogía las llaves de la comisaría, no dejaba de ser imaginativa. Se colaba siempre como un repartidor de rosquillas, y mientras los rechonchos agentes "protectores de la ciudadanía" las devoraban, ella se marchaba con el metálico botín sin armar ningún escándalo. ¿Cómo podían caer tantas veces con el mismo truco? Su estupidez realmente llegaba a sorprenderla, y más cuando su aspecto era tan poco usual entre los ciudadanos de la ciudad. Tras aquellos robos, repartía las llaves entre sus antiguos propietarios, sin que nadie supiese nunca la verdad de aquel justiciero que se hacía llamar Heaven. Por no saber, no sabían ni que, bajo esa gorra desgastada, se escondía realmente una mujer.
El resto de hogares quedaban bajo su tutela, y cuando tenía tiempo y ganas, se dedicaba a arreglarlos y limpiarlos un poco, a fin de que otras personas que los necesitaran, pudieran vivir en ellos. O incluso ella misma. Al no tener un lugar fijo en que quedarse, por haber decidido alejarse todo cuanto pudo de la casa de la mujer que la cuidó, noche tras noche "acampaba" en las calles o si se encontraba cerca de alguna, entraba en las casas que ella misma había "liberado". Lo irónico es que prefería dormir en las calles, aun cuando el frío fuera tan fuerte para no dejarla dormir. En su mayoría, se trataba de casas muy viejas y ruidosas, y demasiado grandes para que se sintiese segura. ¿Y si entraban en medio de la noche y la cogían? ¿Cómo podría escapar de un sitio tan grande si nunca antes lo había recorrido? Aquel día haría una excepción. Aunque la mujer había demostrado con creces su capacidad para defenderse sola ante las adversidades, dudaba que quisiera cambiar un hogar relativamente cálido y seco, por el frío suelo de alguna calle infestada de ratas. Tras dejar que el perro entrase, volvió a echar la llave y se frotó las manos con cierto nerviosismo. Justo iba a darse la vuelta para disculparse cuando...
- ¡¿Pero qué... narices?! -El sonido del golpe al impactar sobre su pálida nuca, la hizo darse la vuelta bruscamente, haciendo que la gorra se desplazase de su posición, cayendo al suelo. Contrariamente a lo que había imaginado, Rollan se retorció por el suelo, presa de lo que parecía ser un auténtico ataque de risa. ¿Se había vuelto loca? ¿Primero se desnudaba delante de aquellos tíos que iban a matarlas, y ahora se ponía a darle golpes? La encaró, alzando la cabeza hasta quedar más o menos a su altura, y frunció el ceño todo cuanto pudo. - ¿Tonto, yo? Perdona, no he sido yo quien se puso a hacer stripteases ni a... limarse las uñas mientras nos perseguían. ¿Qué querías, que te dejase allí a tu merced? ¡Pues igual hubiese sido lo mejor! -Gruñó, sacudiendo la cabeza para que sus cabellos volviesen a caer libres sobre su espalda. - Siempre me ha resultado igual de fácil deshacerme de ellos... de hecho, hoy ha sido más complicado que otros días porque "cierta persona" decidió meterse en una pelea que no le incumbía.
Torció el gesto, esforzándose por no sacar la sonrisa que pujaba por abrirse paso al exterior. En el fondo, había sido jodidamente divertido. Pero le fastidiaría enormemente tener que reconocerlo. - Más seguro que desnudarte en plena calle, te aseguro que sí que lo es... -Continuó con su sarcasmo, aun a sabiendas de que su tapadera ya había sido descubierta. Sí, era una mujer, ¿y qué? No por eso era más débil. Estrechó su mano fugazmente, aunque con la firmeza propia de alguien como ella. - Irathi. Bienvenida a mi humilde morada. -Dijo extendiendo un brazo a modo de indicador, para darle a entender que ese sitio era suyo, y que no las molestarían.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Dejé que despotricara todo lo que quisiera mientras me volvía hacia la casa de nuevo. Ya se daría cuenta de que la situación no era ni de lejos tal como su cabecita imaginaba. Pero ahora tenía cosas más urgentes que hacer.
Desde luego, una cosa si que tenía que admitir y era que la chica era buena. Personalmente había experimentado lo que era una carrera de obstáculos como aquella por la ciudad miles de veces antes de esa noche, y la facilidad con la que ella lo había hecho indicaba que era realmente habilidosa, a pesar de tener tan poco sentido común.
Y también era significativa esa mano, fuerte, que había estrechado la mía. Sonreí internamente, curiosa de saber que me diría si supiera que en realidad no le había tendido la mano como saludo sino como un modo de evaluar su fuerza.
-¿Striptease?- pregunté alzando una ceja, como si no supiera de lo que me hablaba- Vale, Irathi, me parece que primero tenemos que aclarar un par de puntos. El primero- dije levantando un dedo en el aire como si me tratara de una maestra. En realidad, no tendía a hacer eso, en sabía que era bastante molesto y me apetecía molestarla un poco- dudo que se pueda considerar striptease si estoy vestida y no creo que una falda tan pesada como esa me hubiera ayudado a pasar sobre el muro.
Ciertamente, quitarme la falda había sido un verdadero alivio. Aunque era la única que tenía de ese estilo no lamentaba haber tenido que dejarla atrás pues no era sino un engorro obligatorio cada vez que las damas de la nobleza requerían mis servicios a domicilio. Ni que alguien de mi clase tuviera que vestir así todos los días.
-Segundo- levanté un segundo dedo- si me hubieras dejado allí atrás, posiblemente quedaría poco de ellos en estos momentos así que, aunque agradezco tu preocupación- dejé asomar una fiera mirada- esta damisela puede cuidarse sola.
Me acerqué a ella y me plante frente a ella con las manos en la cintura.
-Y tercero- terminé por enumerar- parece que desconoces lo que una gran pelea puede incitar. Había más de un tío allí afuera dispuesto a entrar en la pelea por el borracho, y créeme, la mayor parte de esos tíos llevan navajas lo suficientemente largas como para que deban ser consideradas ilegales. Gracias a la que hemos montado todo el mundo se ha dispersado y no a pasado a más.
Me llevé una mano al bolsillo y le tendí la cartera que le había robado al borraco.
-Y lo cierto es que no merece la pena robar a un borracho a estas horas dela noche, cuando ya se ha gastado la mayor parte del dinero en alcohol y putas- dije por último, dejando que todo lo barriobajero que había en mi saliera en aquellas últimas palabras- Ahora, si no te importa, me gustaría saber si hay un cubo en el que poder echar agua o algo.
Desde luego, una cosa si que tenía que admitir y era que la chica era buena. Personalmente había experimentado lo que era una carrera de obstáculos como aquella por la ciudad miles de veces antes de esa noche, y la facilidad con la que ella lo había hecho indicaba que era realmente habilidosa, a pesar de tener tan poco sentido común.
Y también era significativa esa mano, fuerte, que había estrechado la mía. Sonreí internamente, curiosa de saber que me diría si supiera que en realidad no le había tendido la mano como saludo sino como un modo de evaluar su fuerza.
-¿Striptease?- pregunté alzando una ceja, como si no supiera de lo que me hablaba- Vale, Irathi, me parece que primero tenemos que aclarar un par de puntos. El primero- dije levantando un dedo en el aire como si me tratara de una maestra. En realidad, no tendía a hacer eso, en sabía que era bastante molesto y me apetecía molestarla un poco- dudo que se pueda considerar striptease si estoy vestida y no creo que una falda tan pesada como esa me hubiera ayudado a pasar sobre el muro.
Ciertamente, quitarme la falda había sido un verdadero alivio. Aunque era la única que tenía de ese estilo no lamentaba haber tenido que dejarla atrás pues no era sino un engorro obligatorio cada vez que las damas de la nobleza requerían mis servicios a domicilio. Ni que alguien de mi clase tuviera que vestir así todos los días.
-Segundo- levanté un segundo dedo- si me hubieras dejado allí atrás, posiblemente quedaría poco de ellos en estos momentos así que, aunque agradezco tu preocupación- dejé asomar una fiera mirada- esta damisela puede cuidarse sola.
Me acerqué a ella y me plante frente a ella con las manos en la cintura.
-Y tercero- terminé por enumerar- parece que desconoces lo que una gran pelea puede incitar. Había más de un tío allí afuera dispuesto a entrar en la pelea por el borracho, y créeme, la mayor parte de esos tíos llevan navajas lo suficientemente largas como para que deban ser consideradas ilegales. Gracias a la que hemos montado todo el mundo se ha dispersado y no a pasado a más.
Me llevé una mano al bolsillo y le tendí la cartera que le había robado al borraco.
-Y lo cierto es que no merece la pena robar a un borracho a estas horas dela noche, cuando ya se ha gastado la mayor parte del dinero en alcohol y putas- dije por último, dejando que todo lo barriobajero que había en mi saliera en aquellas últimas palabras- Ahora, si no te importa, me gustaría saber si hay un cubo en el que poder echar agua o algo.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Recorrió con repentina tranquilidad la sala en que se encontraban, contemplando con cierto orgullo aquel caserón. No recordaba si había entrado a ese precisamente en otra ocasión, pero ahora que se fijaba con más detenimiento, tenía parte de encanto. Quitando las telarañas, los varios centímetros de polvo que lo cubría todo, las goteras que dejaban entrever un cielo parcialmente oscurecido, y los crujidos de la madera gastada bajo sus pies, era una buena casa. O lo había sido, en otro momento. Desde luego era mucho más de lo que ella había tenido nunca. Se conformaba con poco... Y no le quedaba otra, realmente. Si tuviera dinero no tendría que ir por ahí peleándose con la gente y fingiendo ser lo que no era... ¿O tal vez sí? Lo cierto es que tenía que reconocer que encontraba realmente divertido el hecho de correr por las calles siendo perseguida, sembrando la disturbia. El hambre no era particularmente agradable, pero era soportable. Vivir en las calles, sin nada, le había otorgado algo que consideraba francamente importante: la fuerza y la capacidad de sobrevivir por ella misma, gracias a sus propios esfuerzos. ¿Y cuánta gente en un país tan marcado por la decadencia y las desigualdades podía decir que era libre, en todos los sentidos?
Aunque la consideraran tan "chucho" como a Rollan, la libertad lo era todo para ella, y no podría renunciar a ello ni aunque quisiera. Sacudió la cabeza un momento, volviendo a la realidad para mirar nuevamente a la muchacha. Isobel. Un nombre bonito aunque raro. No lo había oído nunca. Claro que el suyo tampoco era precisamente muy común. Sin perderla de vista, se quitó el impermeable dejando entrever su cuerpo flacucho y sus ropas raídas. Lo cierto es que sin máscaras de ningún tipo, la muchacha parecía incluso más débil que con ellas. Y lo sabía. Pero nunca le había importado. Siempre era bueno guardarse un as en la manga, y su mayor baraja era que no parecía lo que realmente era. Su fuerza y decisión siempre serían su mejor arma, y la más inesperada para quienes querían enfrentarse a ella. Palpó su torso, y los hematomas provocados por los gorilas. Tras quejarse unas cuantas veces y maldecir otras tantas, cogió la gorra y la guardó en la mochila, junto con el botín robado y todo lo demás. E hizo todo aquello ignorando deliberadamente las palabras y gestos de la mujer, que era obvio que estaban destinados a tratar de molestarla. No le daría el gusto. Dibujó una sonrisa pícara y rodó los ojos un par de veces, imitando sus gestos con ironía.
- Vale. Lo que tú digas, damisela que no hace striptease... Pero debo aclararte que ni yo ni ellos sabíamos que llevabas ropa debajo. No es demasiado... ¿común? Bah. Y no. No hubieras pasado ni en un millón de años. Menos mal que estás lo bastante loca para desvestirte en plena calle y ante la vista de todos, o te hubieses caído de culo desde el muro... Aunque bueno, podría haber sido divertido... -Dedicó una mirada descarada al trasero ajeno y dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Soltó varias carcajadas ante su segundo "punto", y negó con la cabeza. -¿Ah, sí? ¿Qué ibas, a lanzarles los zapatos? Oh, no me cabe duda de que les harías mucha pupita... de ahí a desintegrarlos me parece que va bastante... ¿Tanto cuesta darme las gracias y reconocer que te salvé tu bonito culo? -Quería sacarla de quicio, y acababa de darse cuenta de ello. Cuando se acercó, todo cuanto Irathi hizo fue seguir palpando sus heridas como si le importara una mierda lo que dijera. Que fuese mentira no iba a decírselo, obviamente. No se sentía en deuda con nadie, y aquella no era la excepción. Aunque debía reconocer que la mujer había demostrado su valentía encarandolos, eso no la hacía merecer que le diera las gracias. El orgullo era todo cuanto le quedaba, y no iba a renunciar a él así como así. Mejor pensaría que se habían salvado el trasero mutuamente.
Cogió la cartera con una sonrisa cómplice, tratando de imaginar cómo sería la vida de aquella mujer fuera de aquel sitio. Su último comentario la hizo sonreír y pensar que, tal vez, lo tuviese tan complicado como ella. O tal vez ya no. Sea como fuere, y por más que se empeñase en fingir lo contrario, le caía bien. Se sentó en el suelo, mirándola desde abajo, sin desdibujar aquella sonrisa irónica que la caracterizaba. Señaló un extremo de la sala, donde habían apilados algunos cubos. - Aunque no creo que encuentres agua... Esos lujos no son para gente como yo... -Y tras decir eso, se tumbó en el suelo, mirando al agujereado techo. Estaba tan cansada que casi no podía mantenerse en pie. Eso era lo malo de la adrenalina, que viene y se va demasiado rápido. Rollan se acercó a ella y se enroscó a su lado, tras aullar suavemente a la otra mujer.
Aunque la consideraran tan "chucho" como a Rollan, la libertad lo era todo para ella, y no podría renunciar a ello ni aunque quisiera. Sacudió la cabeza un momento, volviendo a la realidad para mirar nuevamente a la muchacha. Isobel. Un nombre bonito aunque raro. No lo había oído nunca. Claro que el suyo tampoco era precisamente muy común. Sin perderla de vista, se quitó el impermeable dejando entrever su cuerpo flacucho y sus ropas raídas. Lo cierto es que sin máscaras de ningún tipo, la muchacha parecía incluso más débil que con ellas. Y lo sabía. Pero nunca le había importado. Siempre era bueno guardarse un as en la manga, y su mayor baraja era que no parecía lo que realmente era. Su fuerza y decisión siempre serían su mejor arma, y la más inesperada para quienes querían enfrentarse a ella. Palpó su torso, y los hematomas provocados por los gorilas. Tras quejarse unas cuantas veces y maldecir otras tantas, cogió la gorra y la guardó en la mochila, junto con el botín robado y todo lo demás. E hizo todo aquello ignorando deliberadamente las palabras y gestos de la mujer, que era obvio que estaban destinados a tratar de molestarla. No le daría el gusto. Dibujó una sonrisa pícara y rodó los ojos un par de veces, imitando sus gestos con ironía.
- Vale. Lo que tú digas, damisela que no hace striptease... Pero debo aclararte que ni yo ni ellos sabíamos que llevabas ropa debajo. No es demasiado... ¿común? Bah. Y no. No hubieras pasado ni en un millón de años. Menos mal que estás lo bastante loca para desvestirte en plena calle y ante la vista de todos, o te hubieses caído de culo desde el muro... Aunque bueno, podría haber sido divertido... -Dedicó una mirada descarada al trasero ajeno y dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Soltó varias carcajadas ante su segundo "punto", y negó con la cabeza. -¿Ah, sí? ¿Qué ibas, a lanzarles los zapatos? Oh, no me cabe duda de que les harías mucha pupita... de ahí a desintegrarlos me parece que va bastante... ¿Tanto cuesta darme las gracias y reconocer que te salvé tu bonito culo? -Quería sacarla de quicio, y acababa de darse cuenta de ello. Cuando se acercó, todo cuanto Irathi hizo fue seguir palpando sus heridas como si le importara una mierda lo que dijera. Que fuese mentira no iba a decírselo, obviamente. No se sentía en deuda con nadie, y aquella no era la excepción. Aunque debía reconocer que la mujer había demostrado su valentía encarandolos, eso no la hacía merecer que le diera las gracias. El orgullo era todo cuanto le quedaba, y no iba a renunciar a él así como así. Mejor pensaría que se habían salvado el trasero mutuamente.
Cogió la cartera con una sonrisa cómplice, tratando de imaginar cómo sería la vida de aquella mujer fuera de aquel sitio. Su último comentario la hizo sonreír y pensar que, tal vez, lo tuviese tan complicado como ella. O tal vez ya no. Sea como fuere, y por más que se empeñase en fingir lo contrario, le caía bien. Se sentó en el suelo, mirándola desde abajo, sin desdibujar aquella sonrisa irónica que la caracterizaba. Señaló un extremo de la sala, donde habían apilados algunos cubos. - Aunque no creo que encuentres agua... Esos lujos no son para gente como yo... -Y tras decir eso, se tumbó en el suelo, mirando al agujereado techo. Estaba tan cansada que casi no podía mantenerse en pie. Eso era lo malo de la adrenalina, que viene y se va demasiado rápido. Rollan se acercó a ella y se enroscó a su lado, tras aullar suavemente a la otra mujer.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Sin poder evitarlo me reí. Dios, la chica era rápida y no solo con los pies. Y cabezona. Y a pesar de que pudieran ser dos cosas irritantes al mismo tiempo me encantaba saber que mi compañera aquella noche era así. Era evidente que estaba sola y no podía evitar preocuparme que una persona estuviera en las calles si no era de caracter fuerte.
Sin embargo Irathi no era para nada una debil de caracter o mentalidad. No, seguro que si quisiera podría hacer muchas cosas pero tal vez no sabía como o simplemente no le apetecía saberlo. De todas formas aquel no era mi problema. Seguramente, a pesar de que no lo aparentaba, era lo suficientemente mayor para saber que debía hacer con su propia vida.
-Hubiera sido dibertido, si- admití. Cuanto más tiempo pasaba más me costaba seguir fingiendo que lo que habíamos hecho era una locura intolerable. Lo había pasado bien a pesar del riesgo y era algo que no sabía que había hechado de menos- Seguro que me habría caido encima de algun charco y al menos ahora tendría algo de agua acumulada en las faldas que poder escurrir.
Sin quererlo una sonrisa se mantuvo en mis labios mietras preguntaba qué les habría lanzado. Sin palabras, llevé la mano al pequeño cinturo que ocultaba bajo la larga camisa y saqué uno de los tres cuchillos de planta que llevaba siempre conmigo. El filo brillaba incluso bajo la esasa luz de la casa. Con un movimiento rápido lo giré en la mano y se lo tendí por el mango.
-Creo que esto hace más daño que un zapato- dije mientras le ofrecía el sencillo cuchillo. No estaba pensado para ser bonito sino para ser efectivo. Y nada mejor que un cuchillo bajo las faldas para que los hombres te dejen tranquila- ¿Crees que habría sido suficiente o aun estoy en deuda contigo?
Le sostuve la mirada sin decir nada. No mencioné que no habría tirado a matar ya que, ni era tan buena en el lanzamiento de cuchillos ni tenía la sangre fría para lanzarselos a tres borrachos que, al fin y al cabo, solo buscaban lo que era de uno de ellos.
Observé como se tumbaba Irathi y a su lado el perro. Y, por un momento, sentí envidia de ellos. Por un momento hubiera cambiado cualquiera de mis pertenencias por la complicidad que ama y mascota parecían tener. Luego negué con la cabeza recordandome a mi misma que en aquel mundo tampoco había encontrado mi lugar.
-Bueno, que se le va a hacer- murmuré para mi misma mientras me ataba el pelo en una coleta lta con una de las cintas de cuero que llevaba en la muñeca. Luego saqué de mi inseparable bolsa un par de trozos de pan y queso que había envuelto para la cena. Los partí a la mitad y le tendí una parte- ¿Quieres?- y antes de que dijera nada añadí- como "agradecimiento" por haber salvado mi "bonito culo".
Le di una sonrisa de complicidad. Si ella era aunque fuera ligeramente parecida a mi, no aceptaría limosna, por mucho que el orgullo no alimentara un estomago vacío.
Sin embargo Irathi no era para nada una debil de caracter o mentalidad. No, seguro que si quisiera podría hacer muchas cosas pero tal vez no sabía como o simplemente no le apetecía saberlo. De todas formas aquel no era mi problema. Seguramente, a pesar de que no lo aparentaba, era lo suficientemente mayor para saber que debía hacer con su propia vida.
-Hubiera sido dibertido, si- admití. Cuanto más tiempo pasaba más me costaba seguir fingiendo que lo que habíamos hecho era una locura intolerable. Lo había pasado bien a pesar del riesgo y era algo que no sabía que había hechado de menos- Seguro que me habría caido encima de algun charco y al menos ahora tendría algo de agua acumulada en las faldas que poder escurrir.
Sin quererlo una sonrisa se mantuvo en mis labios mietras preguntaba qué les habría lanzado. Sin palabras, llevé la mano al pequeño cinturo que ocultaba bajo la larga camisa y saqué uno de los tres cuchillos de planta que llevaba siempre conmigo. El filo brillaba incluso bajo la esasa luz de la casa. Con un movimiento rápido lo giré en la mano y se lo tendí por el mango.
-Creo que esto hace más daño que un zapato- dije mientras le ofrecía el sencillo cuchillo. No estaba pensado para ser bonito sino para ser efectivo. Y nada mejor que un cuchillo bajo las faldas para que los hombres te dejen tranquila- ¿Crees que habría sido suficiente o aun estoy en deuda contigo?
Le sostuve la mirada sin decir nada. No mencioné que no habría tirado a matar ya que, ni era tan buena en el lanzamiento de cuchillos ni tenía la sangre fría para lanzarselos a tres borrachos que, al fin y al cabo, solo buscaban lo que era de uno de ellos.
Observé como se tumbaba Irathi y a su lado el perro. Y, por un momento, sentí envidia de ellos. Por un momento hubiera cambiado cualquiera de mis pertenencias por la complicidad que ama y mascota parecían tener. Luego negué con la cabeza recordandome a mi misma que en aquel mundo tampoco había encontrado mi lugar.
-Bueno, que se le va a hacer- murmuré para mi misma mientras me ataba el pelo en una coleta lta con una de las cintas de cuero que llevaba en la muñeca. Luego saqué de mi inseparable bolsa un par de trozos de pan y queso que había envuelto para la cena. Los partí a la mitad y le tendí una parte- ¿Quieres?- y antes de que dijera nada añadí- como "agradecimiento" por haber salvado mi "bonito culo".
Le di una sonrisa de complicidad. Si ella era aunque fuera ligeramente parecida a mi, no aceptaría limosna, por mucho que el orgullo no alimentara un estomago vacío.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Desde el suelo, el mundo a su alrededor parecía haber aumentado de tamaño enormemente, haciendo que se sintiera aún más pequeña que de costumbre. Entornó los ojos para mirar al techo, como si en la superficie de madera desgastada se escondiese un misterio indescifrable. Los agujeros del techo, por los que intuía que normalmente se colarían las gotas de lluvia, ahora permitían la entrada de los últimos rayos de Sol de la tarde, que otorgaban un poco de visibilidad a la penumbra imperante en el caserón abandonado. Se sentía entumecida y adolorida por los acontecimientos de las últimas horas, aunque extrañamente feliz. Como si de alguna forma, el hecho de haber vivido tal cantidad de emociones fuertes casi simultáneamente, la hubiese llenado de energía, pese a que su cuerpo no pensara lo mismo. Su pecho subía y bajaba al compás de su respiración aunque con cierta dificultad debido a los hematomas que llenaban de color su vientre. Notaba pinchazos en las extremidades a causa del esfuerzo físico al que se había sometido, por lo que su cuerpo, lejos de encontrar incómoda la frialdad del suelo, lo agradeció. Resultaba reconfortante, aunque sabía que la humedad, a la larga, sería mala para sus huesos. Peor era dormir sin un techo por encima.
Observó los movimientos de la muchacha por la sala de reojo, sin admitir en voz alta que su compañía era mucho mejor de lo que había imaginado en un principio. Últimamente, se relacionaba más con Rollan que con nadie... Y los perros no daban demasiada conversación, pese a que ella se empeñase en contarle su vida como si realmente pudiera entender lo que estaba diciendo. Como si hubiese oído sus pensamientos, el animal depositó unos cuantos lametones en el rostro de su dueña, haciéndola soltar un par de carcajadas. Se incorporó parcialmente, manteniéndose con los codos pegados al suelo, mirando esta vez directamente a la mujercilla que compartía su afición por meterse en líos. Que le resultase divertido no le pareció una sorpresa, realmente. Si pertenecía a una clase acomodada seguramente lo más excitante que hiciera sería echar una partida de ajedrez, como mucho. Aunque dada su forma de hablar y de dirigirse a ella, y por el hecho de que no le hubiese importado dejar su falda en plena calle, le parecía poco factible que fuese rica. Y si lo era, la hipótesis de que estaba como una cabra cobraría más peso todavía.
- Vaya... una mujer de armas tomar. Curioso. Te creía una niñita asustadiza incapaz de defenderse a sí misma... -Murmuró con cierta ironía. No necesitaba que tuviera un cuchillo para pensar que era valiente. De hecho, si se hubiese enfrentado a los hombres sin tener ninguno le hubiese parecido incluso más osada. O estúpida, según se viese. Observó el cuchillo, pensativa, antes de devolvérselo a su dueña. Útil y efectivo, aunque a ella le hubiese servido más con el propósito de venderlo a un buen precio que para herir a alguien. En contra de lo que pudiera parecer, Irathi nunca había estado de acuerdo con la violencia indiscriminada, y menos si el daño causado era demasiado grave. Los puños servían perfectamente para noquear a alguien sin llegar a matarlo. Pero clavar un cuchillo a alguien... No, no podría hacerlo. Aunque esto no significaba que a ella no se lo hubiesen hecho alguna que otra vez. - Supongo que con esto tenían ellos las de perder... O igual no. Desconozco el alcance de tu puntería. Pero en el cuerpo a cuerpo, chica, no tenías demasiado que hacer. Si yo no podía con ellos... -Dijo con voz pícara, para luego levantar sus flacuchos brazos a fin de mostrar unos músculos que no aparecieron ni por asomo.
Una vez devuelto el cuchillo, volvió a tumbarse, esta vez colocando la cabeza sobre el pelaje de Rollan, que la recibió con un aullido cansado. Continuó observando a su compañera de "aventuras" de aquel día, mientras se recogía el cabello. Frunció el ceño ligeramente, torciendo el gesto. No le agradaba que las muchachas bonitas se apartasen el cabello, que lo aprisionasen en peinados incómodos que en nada las favorecía. El pelo suelto era una seña de identidad para las mujeres, y un símbolo de la libertad. Aún y así, al poder apreciar el rostro de la joven con más detalle, dio nueva cuenta de su belleza. Sus rasgos eran exóticos, y aunque ya antes le había parecido pálida, ahora que oscurecía y la calidez del Sol era sustituida por la tranquilidad de la Luna, se podía ver que era aún más blanca de lo que en un momento había pensado. Sonrió negando con la cabeza cuando le ofreció un poco de su comida: ella no aceptaba limosnas de nadie, todo cuanto obtenía se lo ganaba con esfuerzo. No importaba lo hambrienta que estuviera, no necesitaba la ayuda de nadie. Rollan no pensaba lo mismo, al parecer, ya que con cierta timidez se acercó a la chica, olisqueando los alimentos. - No necesito que me lo agradezcas. Tú trataste de hacer lo mismo antes por mi. -Reconoció, finalmente, encogiéndose de hombros.
Observó los movimientos de la muchacha por la sala de reojo, sin admitir en voz alta que su compañía era mucho mejor de lo que había imaginado en un principio. Últimamente, se relacionaba más con Rollan que con nadie... Y los perros no daban demasiada conversación, pese a que ella se empeñase en contarle su vida como si realmente pudiera entender lo que estaba diciendo. Como si hubiese oído sus pensamientos, el animal depositó unos cuantos lametones en el rostro de su dueña, haciéndola soltar un par de carcajadas. Se incorporó parcialmente, manteniéndose con los codos pegados al suelo, mirando esta vez directamente a la mujercilla que compartía su afición por meterse en líos. Que le resultase divertido no le pareció una sorpresa, realmente. Si pertenecía a una clase acomodada seguramente lo más excitante que hiciera sería echar una partida de ajedrez, como mucho. Aunque dada su forma de hablar y de dirigirse a ella, y por el hecho de que no le hubiese importado dejar su falda en plena calle, le parecía poco factible que fuese rica. Y si lo era, la hipótesis de que estaba como una cabra cobraría más peso todavía.
- Vaya... una mujer de armas tomar. Curioso. Te creía una niñita asustadiza incapaz de defenderse a sí misma... -Murmuró con cierta ironía. No necesitaba que tuviera un cuchillo para pensar que era valiente. De hecho, si se hubiese enfrentado a los hombres sin tener ninguno le hubiese parecido incluso más osada. O estúpida, según se viese. Observó el cuchillo, pensativa, antes de devolvérselo a su dueña. Útil y efectivo, aunque a ella le hubiese servido más con el propósito de venderlo a un buen precio que para herir a alguien. En contra de lo que pudiera parecer, Irathi nunca había estado de acuerdo con la violencia indiscriminada, y menos si el daño causado era demasiado grave. Los puños servían perfectamente para noquear a alguien sin llegar a matarlo. Pero clavar un cuchillo a alguien... No, no podría hacerlo. Aunque esto no significaba que a ella no se lo hubiesen hecho alguna que otra vez. - Supongo que con esto tenían ellos las de perder... O igual no. Desconozco el alcance de tu puntería. Pero en el cuerpo a cuerpo, chica, no tenías demasiado que hacer. Si yo no podía con ellos... -Dijo con voz pícara, para luego levantar sus flacuchos brazos a fin de mostrar unos músculos que no aparecieron ni por asomo.
Una vez devuelto el cuchillo, volvió a tumbarse, esta vez colocando la cabeza sobre el pelaje de Rollan, que la recibió con un aullido cansado. Continuó observando a su compañera de "aventuras" de aquel día, mientras se recogía el cabello. Frunció el ceño ligeramente, torciendo el gesto. No le agradaba que las muchachas bonitas se apartasen el cabello, que lo aprisionasen en peinados incómodos que en nada las favorecía. El pelo suelto era una seña de identidad para las mujeres, y un símbolo de la libertad. Aún y así, al poder apreciar el rostro de la joven con más detalle, dio nueva cuenta de su belleza. Sus rasgos eran exóticos, y aunque ya antes le había parecido pálida, ahora que oscurecía y la calidez del Sol era sustituida por la tranquilidad de la Luna, se podía ver que era aún más blanca de lo que en un momento había pensado. Sonrió negando con la cabeza cuando le ofreció un poco de su comida: ella no aceptaba limosnas de nadie, todo cuanto obtenía se lo ganaba con esfuerzo. No importaba lo hambrienta que estuviera, no necesitaba la ayuda de nadie. Rollan no pensaba lo mismo, al parecer, ya que con cierta timidez se acercó a la chica, olisqueando los alimentos. - No necesito que me lo agradezcas. Tú trataste de hacer lo mismo antes por mi. -Reconoció, finalmente, encogiéndose de hombros.
Irathi Heaven- Humano Clase Baja
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Re: Las lagrimas de un inocente {Irathi Heaven}
Rió a sus palabras. Puede que una vez si que lo fuera. Una niña pequeña, demasiado asustada para hacer nada, demasiado indefensa para enfrentarse al mundo. O al menos eso había creído en aquel entonces. Sin embargo había crecido. me había fortalecido, y no solo física sino también psicológicamente.
Le di una mirada a la chica en el suelo. Era dura y no asbía que tipo de cosas había visto. Solo espraba que no hubiera visto tanto como yo.
-El miedo nunca es malo. Eso quiere decir que aún no estas lo suficientemente loco como para que te encierren. Y tengo bastante más puntería de la que uno podría imaginar con verme.
Dejé caer la bolsa con la comida frente a ella y sonreí. Había algo más que comida dentro, cosas que posiblemente podría vender por una modesta cantidad. En realidad nunca me había permitido demasiados lujos más allá de lo que concernia a mi don así que podía quedarse lo que contuviera la bolsa por lo que a mi me importaba.
Acaricié la cabeza del perro y me acerqué a la puerta. Las calles estaban tranquilas. Y eso me inquietaba más que si hubiera un gentío esperando fuera. Una sensación conocida me recorrió la espina dorsal. Era hora de separarnos.
-No necesitarás agradecimiento pero puedes quedártelo igualmente. No lo desprecies como si fuera limosna por pena. Acéptalo como un regalo de alguien que ha estado ahí.
Sin darle opción a rechazar el regalo, salí cerrando detrás mí y me interné en las estrechas callejuelas hasta mi propio refugio.
Le di una mirada a la chica en el suelo. Era dura y no asbía que tipo de cosas había visto. Solo espraba que no hubiera visto tanto como yo.
-El miedo nunca es malo. Eso quiere decir que aún no estas lo suficientemente loco como para que te encierren. Y tengo bastante más puntería de la que uno podría imaginar con verme.
Dejé caer la bolsa con la comida frente a ella y sonreí. Había algo más que comida dentro, cosas que posiblemente podría vender por una modesta cantidad. En realidad nunca me había permitido demasiados lujos más allá de lo que concernia a mi don así que podía quedarse lo que contuviera la bolsa por lo que a mi me importaba.
Acaricié la cabeza del perro y me acerqué a la puerta. Las calles estaban tranquilas. Y eso me inquietaba más que si hubiera un gentío esperando fuera. Una sensación conocida me recorrió la espina dorsal. Era hora de separarnos.
-No necesitarás agradecimiento pero puedes quedártelo igualmente. No lo desprecies como si fuera limosna por pena. Acéptalo como un regalo de alguien que ha estado ahí.
Sin darle opción a rechazar el regalo, salí cerrando detrás mí y me interné en las estrechas callejuelas hasta mi propio refugio.
- Spoiler:
- Tengo que cerrar el post por que, por una serie de razones, tendré que dejar el foro. A sido genial rolear contigo.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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