After the act come remorse. {+18} || Andrew Lincoln

Violetta, como cada noche había salido de casa, con la poca ropa de abrigo que tenía encima, ya que en aquel sitio se necesitaba de todo menos ropa. Sus hermanos día tras día le suplicaban que no saliera, que no volviera nunca más a aquel lugar, pero su madre se encontraba cada día peor y necesitaba ciertos cuidados, además de que se sentiría un lastre si no pudiera llevar el dinero que da la comida a su familia. Su padre muerto y su madre en vías de morir, ella era encargada de sus dos hermanos pequeños, que eran mayorcitos para ganarse la vida sí, pero que necesitaba cuidar como si fueran sus propios hijos.

Vivía en las zonas más barriobajeras de París y el Burdel se encontraba a un buen rato andando, andaba cantando canciones en voz alta, pero lo justo y necesario para que ella misma se escuchara. La gente la miraba al pasar y rara vez no soltaban algún insulto o un "buenas noches" porque estaba claro al sitio que se dirigía. Ella avanzaba cabizbaja canturreando y saludando a todo aquel que le decía algún improperio. Realmente le daba igual lo que le dijeran pues ella era más o menos feliz con lo que tenía y con la forma de ser que ella tenía.

Cuando llegó al Burdel se adentró en el local, saludando a sus compañeras, se quitó la chaqueta que llevaba de abrigo, dejando ver su delgado pero precioso cuerpo con la típica ropa que le habían dado para que sus servicios le dieran dinero al lugar. Se sentó en una silla, con su faceta de chica tímida, todas pensaban que era un juego de rol que ella había tomado, pero realmente le avergonzaba estar en aquel lugar, pero era su último recurso. Con un suspiro observó la noche pasar, a sus compañeras con hombres tanto apuestos como horrendos. Parecía que su noche no iba a dar beneficio alguno cuando unas manos acariciaron los hombros de la chica, haciendo que ésta girara la cabeza, callada, era parte de un misterio que no quería romper.

Lincoln como cada noche se encontraba sentado en un sillón al lado de una mesa de madera baja en la que en ella estaba posado un vaso de vino, al lado de la apagada chimenea, tocando con su mano izquierda su barba mientras que con la otra hacia ruidos con sus uñas en el brazo de manera del sillón. El solo pensaba y pensaba, mientras solo oía sus propios suspiros y los crujidos de aquella gran casa.

Con la mano que acariciaba su barba, la acerco para coger el vaso de vino y de un solo buche se lo bebió entero, mirando a un punto oscuro de la chimenea, como si algo interesante ocurriese en ella. Pensaba bastante sobre el tema de satisfacer sus deseos pero... El no era el típico vampiro al que le gustaba salir, pasarlo bien y al día siguiente levantarse con una dama desconocida al otro lado de la cama.

Harto, se levanto del sillón y subiendo las escaleras se dirigió a su habitación para poder vestirse y divertirse, por primera vez haría actos impuros, ya estaba harto de siempre tener que hacer el bien, cuando el mismo era el mal.

Salió de su gran casa bien peinado, con una chaqueta larga de color negro, una chaquetilla del mismo color y una camisa de color blanca. Pantalones negros y unos zapatos del mismo color... Rara vez vestía de otros colores. Y encima las monedas suficientes para pagar a la chica que eligiese...

Mientras se dirigía al burdel iba pensativo y quería asegurarse de lo que haría sin que después estuviese arrepentido de lo que hizo, pero no lo estaba o eso quería creer el. Un largo camino paso Lincoln hacia el burdel, estaba lejos pero para Lincoln fue lo perfecto para pensar bien lo que haría.

Se detuvo antes de dar unos pasos más hacia la puerta, miro antes de entrar y vio que hombres salían y entraban de aquel lugar... A decir verdad Lincoln sentía curiosidad hacia aquel lugar, jamás había pisado un burdel y esta noche descubriría que tan maravilloso es. Decidido caminó unos pasos más hasta llegar a la puerta, antes de sobre pasar la puerta un que otro hombre lo miraba, el solo les devolvía la mirada con seriedad.

Andrew una vez estuvo dentro con curiosidad miro hacia todos lados, solo veía pasar por delante de el hombres y mujeres todo el tiempo... Sentía miradas sobre él, pero como era de esperar a el le daba igual lo que mirasen... Con desconfianza camino un poco para poder ver tantas damas que en aquel lugar abundaban, miraba a una por una con seriedad, estas solo le miraban y le sonreía, pero a Lincoln parecía no gustarle ninguna... Su miraba fue a parar a una chica que estaba sentada en una silla, esta no le miraba como lo hacían todas las demás... Estaba como perdida viendo a sus compañeras pasar y pasar con hombres por aquel lugar. Lincoln decidido camino con desconfianza y con seriedad hacia aquella chica, en el transcurso una que otra le hablaba, pero el solo miraba a aquella chica sin parar de caminar. Una vez estuvo allí, se paro justamente detrás de ella, esta parecía no presenciarlo, con temor Lincoln llevo sus blancas y frías manos hacia los hombros de la chica y acariciarlos... Con el tacto Lincoln trago saliva por el pequeño dolor que le surgió en la garganta. Esta giro la cabeza y ambas miradas chocaron, Lincoln le regalo una pequeña sonrisa, sin saber que decir o como empezar, no tenía ninguna experiencia sobre esto.

La noche se pasaba ante sus ojos, como ya se ha dicho anteriormente el burdel estaba en su hora punta y ella seguía sentada, todas las chicas eran las típicas muchachas tontas que se derretían por el hombre, quizás en la realidad no fueran así pero ella nunca sería así, demasiada vergüenza se daba a sí misma como para encima comportarse como una cría jugando a un juego de adultos, y nunca mejor dicho.

Su azul mirada se paseaba por el burdel sin mirar a nada en concreto ni a nadie simplemente en su mundo, pensando en sus cosas. Cuando sintió esa caricia en los hombros esbozó una media sonrisa al ver la tímida sonrisa que había pintado el hombre en sus labios. Se giró para poder estar de frente al hombre, nada mal para que mentir. -¿Quieres... ¿Tomar algo?- preguntó con una tímida voz, más bien en un hilo de voz casi inaudible para humanos, pero podría oirlo alguien que tuviera un oído fino.

Al ver que era bastante inexperto en parte se sintió bien y más cómoda y por otra parte se agobió, nadie le aseguraba que fuera a hacerlo bien para que ese hombre quisiera volver al lugar y quizás solicitar sus servicios de nuevo. Suspiró y le pidió al camarero lo que el hombre deseara -Mi nombre es Violetta - dijo, nadie sabía si eso era verdad o mentira, pero ella solía decir su nombre real, total ya todos la miraban mal por la calle. Aún mantenía su hilo de voz vergonzoso y tímido. Clavó la mirada en los ojos del hombre y se mordió el labio inferior. Al cabo de unos segundos paseó la mirada por la sala, ya debían de haber dado las dos o las tres de la mañana ya que algunas de sus compañeras se llevaban a los hombres medio borrachos a las habitaciones, cosa que siempre les venía bien para que soltaran más dinero. A ella todo le parecía tan frío y tan cruel que no sabía como eran capaces de hacer aquello. Entonces una vocecita se oía en su mente "para poder comer cada día". Se acordó de sus dos hermanos y volvió la mirada al hombre -Parece que nos vamos quedando solos... Poco a poco - le susurró al oído, de esa manera no tenía que mirarle a los ojos y la vergüenza desaparecía un poco.

Cuando el camarero le sirvió el vaso de vino al hombre, esa voz se había quedado dentro de la cabeza de Violetta, era una voz profunda y atractiva que le había llamado la atención. Le miró de reojo mientras el camarero, el cual había compaetido noches solitarias con la chica y no en el plan que todos piensan no, simplemente charlando con ella.

La chica sonrió cuando escuchó la manera educada en la que le había hablado, quizás el primer hombre que no fueran sus hermanos que la trataba con respeto. Cosa que decía mucho a favor del hombre y de la comodidad. -Bonito nombre, Lin- se tomó la libertad de llamarle como a ella le había parecido, a pesar de la timidez en su tono de voz te podías encontrar con su alegría y positividad.

La chica notaba que él estaba algo tenso, mas no lo tuvo en cuenta ya que podría ser perfectamente por el lugar en el que se encontraba. Colocó una mano en la cintura de la chica, una pequeña descarga eléctrica recorrió el cuerpo de la chica, algo que no le había pasado nunca. Lo disimuló y se humedeció los labios con cierta sensualidad, pero siempre con ese toque de timidez que no se iba no aunque ella quisiera. -Cuéntame algo sobre ti Lin, ¿eres de aquí? -preguntó, para dar algo de conversación y que el hombre se fuera relajando, aunque más bien lo hacía para su propia relajación. Pasó las manos por el cuello de él y le acarició la nuca con suavidad y ternura, la ternura no entraba en el vocabulario de una cortesana, pero ella era incapaz de hacerlo de manera tan artificial como lo hacían otras.

El hombre parecía estar acostumbrado a beber ya que había dado un trago ni lo suficientemente largo para acabarse el vaso ni lo suficientemente corto para no saciar su sed, cosa que le llamó la atención a Violetta, ya que por norma general los que iban a aquel sitio no controlaban para nada la ingesta de alcohol que tomaban, les daba igual acabar borrachos como una cuba en aquel lugar. Otra cosa que a Violetta no le hacía demasiada gracia, el estar rodeada de borrachos no le hacía gracia ni a ella ni a sus hermanos, pero era lo que le tocaba. Cuando giró la mirada unos segundos para mirar al camarero, éste se había esfumado, seguramente habría entrado al cuarto en el que hacía las cuentas de las bebidas y esa clase de cosas que más tarde la dueña del lugar le pediría.

El hombre le miraba de una manera especial, una mirada que nunca había catado la chica, lo que en parte le hacía sentir, por primera vez, algo de curiosidad en alguien que haya pisado aquel lugar. Verle sonreír en parte le hacía dibujar una mueca divertida en los labios. Al parecer el mote que había decidido usar la chica le hizo gracia o al menos le agradó –¿No crees que es aburrido llamar a todos por igual? Sinceramente yo pienso que es más divertido un elefante rosa que un elefante gris… A pesar de que nunca haya visto un elefante rosa… Supongo que un sueño que tendré que cumplir en algún momento de mi vida- dijo divertida alzando una ceja, como siempre había dejado que sus tonterías la guiaran y dijera lo primero que se le pasara por la cabeza, era una payasa y era su manera de relajar el ambiente.

Violetta notaba como poco a poco, a lo mejor por las caricias de ella, el chico se iba relajando, cosa que le alegraba ligeramente. La chica sonrió negando –Soy de bastante lejos, a decir verdad- dijo divertida, imitando más o menos las palabras que había dicho el chico previamente. Ella continuaba acariciándole la nuca con tranquilidad, cosa que había comprobado que funcionaba para relajar a las personas. Paseaba el dedo índice por la nuca del chico, hacia arriba y hacia abajo, de vez en cuando enredando los dedos en el cabello negro del chico. Lentamente se iba acercando cada vez más hacia el hombre.

Estaba claro que el hombre era de pocas palabras, ella estaba mucho más cómoda en silencio, pero también tenía alguna obligación de dar conversación, más que nada porque en teoría se ganaba la vida con eso y no tenía que dejar que el cliente se aburriera. Poco a poco el lugar se había quedado vacío, ni el camarero se encontraba en la sala, simplemente dos cuerpos solitarios en la barra apoyados empezando a conocerse. O al menos esa era la impresión que le estaba dando a la chica, quizás fueran imaginaciones suyas o quizás fuera la pura realidad.

Lin se bebió el vaso entero, al menos lo que quedaba y lo dejó sobre la barra. Centrándose ahora en ella. Notaba su respiración, Violetta sentía que hasta podía escuchar los latidos de su corazón, pero eso eran estupideces que se le pasaban por la mente. Sus respiraciones se chocaban, la chica aspiraba el aroma natural del chico, era algo curioso pero los olores de tanto hombres como mujeres siempre se quedaban en su mente archivados. Además algo le decía a ella que no se le iba a olvidar este hombre tan fácilmente.

En un abrir y cerrar de ojos se encontró con los labios del chico casi de frente, notaba como las pulsaciones e aumentaban y como se concentraban en la zona en la que Lin había colocado las manos. Escuchó el comentario del chico y asintió – Eres libre de hacer lo que..- le cortó la frase con sus perfectos y sabrosos labios, la chica siguió el momento acariciando las mejillas del chico y el cuello, con ese toque de ternura y timidez, pero también con un toque de salvajismo y locura. Todo aquello junto creaba una bomba de relojería que acababa de explotar en perfectas sensaciones.

Era un hombre dominante, que solo dejaba que hiciera ciertas cosas durante el beso, por ejemplo sus lenguas apenas se pudieron conocer ya que él no quería que se conocieran. Cosa que le extrañaba pero que no se quejaba, ya que tenía que acatar las órdenes de la persona que le iba a pagar el trabajo. ¿Ella lo veía cómo trabajo? ¿Cómo verlo sino? Nunca había tenido nada con nadie, perdió el respeto y la fe en el amor en el sitio donde estuvo encerrada, donde los hombres abusaron de ella una y otra vez. Cosa que era más traumática de lo que parecía a primera vista, ya que se dedicaba a algo no muy apropiado con su pasado.

Cuando estaban en uno de los mejores momentos el chico se separó, lo cual extrañó a la chica, por norma general aquello lo hacían ellas para crear más ganas y más ansias de ella, pero le resultaba extraño que fuera él quien se separara. Le miró extrañada y se mordió el labio inferior. Cuando escuchó la pregunta le agarró del brazo, con mera delicadeza y suavidad y tiró de él hacia las escaleras, las cuales subían hacia las habitaciones.

Cuando se aproximaron hacia las escaleras el chico la frenó y la besó de nuevo, lo cual le pilló casi por sorpresa, pero no se quejó ni mucho menos, disfrutó del beso con cierta timidez. Todo aquello que sentía por dentro se quedaba dentro, besaba los labios del chico con ganas y con ansias de más. Colocó las manos en el pecho del chico con suavidad y lo acarició lentamente.

De nuevo se separó de ella y le dijo unas palabras que no sabía bien cómo interpretar, frunció el ceño y pensó unos segundos una posible respuesta –En estos momentos te diga lo que te diga no seré capaz de convencerte de que este ha sido uno de los mejores besos que me han dado en este dichoso lugar- musitó con una sonrisa, con cierto sonroje, tragó saliva y simplemente esperó a que él quisiera subir hacia las habitaciones o en su defecto irse. Cualquier cosa podría pasar. En su tono de voz se denotaba que no le gustaba ese sitio ni el trabajo.