Hassan Bernard Rothesay I

Que fácil es hablar para algunas personas… y más sorprendente aun, que fácil es para las mismas poner etiquetas al resto de la gente. Esto ultimo estaría bien si al menos conociesen a las personas que etiquetan, tendrían disculpa por lo menos si hubiesen hablado una vez con aquellos, una vez, pero ni siquiera se han molestado. Puede ser una tontería y algunos creen que no les afecta porque dicen de ellos mismo que ‘’el que dirán’’ no les importa. El problema llega cuando lo que dicen se extiende y la gente que no te conoce decide no conocerte realmente porque prefieren creer en los rumores, entonces esto pasa a ser un problema.

Yo no soy como ellos piensan, no soy serio, soy tímido, callado por circunstancias de la vida, si esa gente hubiese vivido la mitad que yo, estoy seguro que no lo harían… o si…

Algunos pensaran, ‘’Los buenos amigos se cuentan con los dedos de una mano’’, no les quito la razón pero por suerte o desgracia el destino te separa de ellos, nada es eterno y el que tenga la suerte de que todo le vaya igual que siempre que de las gracias. El problema es… ¿y si no encuentras el amor de tu vida por el que dirán? Bueno, siempre hay gente que se atreverá a conocerte, dos o tres, aunque luego puede que no funcione. ¿Y si el amor de tu vida no esta en tu ciudad? ¿Te rendirías y cambiarias de lugar? Yo lo hice.

Londres se convirtió en un corral de gallinas, da igual que títulos tengan al final son como animales, un rebaño que se deja llevar… Decidí girar un globo del mundo y pensé… -Lo pararé con un dedo y que sea lo que Dios quiera- Cerré los ojos y lo paré. Cuando los abrí me toco un lugar dejado de la mano de Dios y con un nombre de esos difíciles de pronunciar. Suspire y haciendo un poco de trampas deslice el dedo en línea recta hacia Francia, Paris. Paris sonaba mejor y era más fácil de decir, además mi profesión seria mas prospera allí que no en un pueblo de África… Salí del despacho y me dirigí hacia la cocina para a avisar a Mary, la ama de llaves, de que dispusiesen el carruaje para ir al taller y avisar a los empleados de los cambios que venían. Salí de la cocina y me quede quieto en mitad del pasillo - ¿Será buena idea?- mi mente se quedo en silencio junto con la casa unos segundos hasta que escuche a los caballos llegar, entonces asentí –Claro que lo es-. Me puse el abrigo en el may y Salí a paso ligero hacia en carruaje.

-¡Al atelier por favor!

Durante el trayecto intente no pensar mucho en lo que iba a hacer, mi inseguridad podía jugarme una mala pasada y hacer que retrocediese… Entonces decidí pensar en lo positivo de esto y bueno también en lo que les diría a los trabajadores…

Cuando llegué subí rápidamente al despacho de mi ayudante, Lady Elena Clarence, esta joven no tenia ninguna necesidad de trabajar pero su pasión por la moda era superior a su estatus social y quien mejor que ella para poner al frente en la empresa de Londres. Todos los meses la mandaría los bocetos de las colecciones, muestras, detalles todo lo que necesitaba para que el funcionamiento del taller siguiese adelante. Yo me encargaría de París y ella de Londres.

En dos semana ya me encontraba en París en mi nuevo atelier y casa en la Avenida de la Opera, era mi oportunidad de empezar de cero y conquistar a un nuevo publico más moderno y trasgresor que el Londinense.