AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Oops ...i did it again~ (Ivy)
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Oops ...i did it again~ (Ivy)
Aunque atreves de los años Amethyst hubiera demostrado ser una mujer guiada por impulsos enérgicos y decisiones tomadas a los últimos minutos, también era una dama de sociedad que se dejaba gobernar por horarios y rutinas. Contra mucho de lo que sus colegas pudieran comentar de que esto le desagradaba en realidad le resultaba reconfortante encontrar paz entre todo el caos que generalmente ella misma brindaba a su vida. Todas las mañanas, salía a caminar para mantener su salud y conocer la ciudad en la que habitaba por algunos meses y en la tarde se detenía para su “maldita costumbre inglesa“ de las 5 antes de regresar a su hogar y prepararse, en caso de que fuera necesario, para alguna cena o evento aburrido al que acudir y que terminaría por poner patas para arriba terminado sus negocios.
Francia era propicia para todos estos eventos, especialmente porque había arribado apenas una semana antes que el invierno terminase y toda la nieve retrocediera para dar espacio a los brotes verdes. Si era sincera le gustaban ambas épocas pero cuando la nieve es tan alta y una mide 50 centímetros de altura, es difícil avanzar sin tener que dar ridículos saltos a modo conejo con los cuales no solo terminaba exhausta si no que asesinaban sanguinariamente su orgullo, no que quedase mucho de él de todas formas. La llegada de la primavera además significaba que era época de visitar a una vieja amiga, según sus cálculos debería estar…menos sensible y gruñona que en épocas invernales. Hubiera sido un acto suicida visitarla entonces, lo suficiente para que la cambiaformas hubiera preferido cazar licántropos y asistir a eventos sociales antes de que acercársele. Pero todo eso eran eventos del pasado, ahora casi bailaba mientras se acercaba a la que le había descubierto era su propiedad. Por supuesto que tampoco necesitaba investigarlo, desde hacia cuadras que podía oler los lirios, amapolas, jazmines y plantas de nombres impronunciables que habría traído del otro lado del planeta y habría acondicionado para vivir en su jungla privada
Para su –momentánea- decepción cuando llego a destino, las rejas se encontraban cerradas. Incluso con un par de empujones comprobó que la dueña no debía estar en casa o que de estar, no admitía visitas esa mañana. No que eso fuera un impedimento para entrar pero si le ahorraba el mililitro de paciencia que la inglesa poseía– Oh well …- se dijo mientras daba vuelta al hogar en busca de un lugar tranquilo y vacío para poder mutar a su versión más pequeña. Corroboro en un instante –y tras atorarse- que, como sus cálculos le habían indicado antes, aun con muchos kilos y un físico más compacto, seguía sin poder pasar por entre los barrotes. Suspiro, su anfitriona se había tomado todas las precauciones para repeler a los canes pero se había olvidado de que Amethyst conservaba la malicia de los humanos y enseguida puso patas a la obra.
Con toda la buena intención que poseía, rodeo la casa dos veces buscando una parcela sin plantar e intentando minimizar los daños aunque sabía que era en vano, que cada centímetro estaría recubierto de verde y que tocara uno de los pétalos u otro, igual haría encolerizar a la mujer. “Bleh…” pensó mientras comenzaba a cavar con sus cortas patitas, era un pozo pequeño pero su cuerpo también, adaptado a perseguir zorros por madrigueras pronto apareció del otro lado con los pechos y patas embarradas por el arduo trabajo de pasar por debajo de los fierros. Con las patas traseras volvió a empujar la tierra en su lugar intentando disimular su trabajo aunque quedando como resultado un revuelto marrón y verde, algunas flores rojas de algo que no conocía decoraban aquella masacre como gotas de sangre. Castañeo los dientes antes de abandonar el lugar en busca de una piedra que sujeto entre sus colmillos. La apretó con fuerza mientras tomaba impulso y se daba a la carrera con las orejas pegadas al cráneo y moviendo las patitas con tal desesperación que arrancaba el césped de raíz. Un salto a último minuto y el ruido de cristales rompiéndose coronaban la entrada.
Su hocico golpeo el suelo microsegundos después que lo hicieran sus patas delanteras, la espalda fue la siguiente en aterrizar y en segundos la inercia del movimiento la dejo sobre sus cuartos traseros, sentada como si no hubiera ocurrido nada “Las cosas que uno debe hacer a mi edad...”. Se levantó con torpeza, mareada por el golpe y con los músculos contraídos, y dejó caer la roca que aun llevaba entre las fauces. Lista para inculpar a cualquier mocoso de la cuadra mientras ella buscaba el cuarto principal lista para darse un baño argumentando que “Pamela se enojaría si me viera embarrada” y ignorando magistralmente el camino de huellas que dejaba detrás de si.
Francia era propicia para todos estos eventos, especialmente porque había arribado apenas una semana antes que el invierno terminase y toda la nieve retrocediera para dar espacio a los brotes verdes. Si era sincera le gustaban ambas épocas pero cuando la nieve es tan alta y una mide 50 centímetros de altura, es difícil avanzar sin tener que dar ridículos saltos a modo conejo con los cuales no solo terminaba exhausta si no que asesinaban sanguinariamente su orgullo, no que quedase mucho de él de todas formas. La llegada de la primavera además significaba que era época de visitar a una vieja amiga, según sus cálculos debería estar…menos sensible y gruñona que en épocas invernales. Hubiera sido un acto suicida visitarla entonces, lo suficiente para que la cambiaformas hubiera preferido cazar licántropos y asistir a eventos sociales antes de que acercársele. Pero todo eso eran eventos del pasado, ahora casi bailaba mientras se acercaba a la que le había descubierto era su propiedad. Por supuesto que tampoco necesitaba investigarlo, desde hacia cuadras que podía oler los lirios, amapolas, jazmines y plantas de nombres impronunciables que habría traído del otro lado del planeta y habría acondicionado para vivir en su jungla privada
Para su –momentánea- decepción cuando llego a destino, las rejas se encontraban cerradas. Incluso con un par de empujones comprobó que la dueña no debía estar en casa o que de estar, no admitía visitas esa mañana. No que eso fuera un impedimento para entrar pero si le ahorraba el mililitro de paciencia que la inglesa poseía– Oh well …- se dijo mientras daba vuelta al hogar en busca de un lugar tranquilo y vacío para poder mutar a su versión más pequeña. Corroboro en un instante –y tras atorarse- que, como sus cálculos le habían indicado antes, aun con muchos kilos y un físico más compacto, seguía sin poder pasar por entre los barrotes. Suspiro, su anfitriona se había tomado todas las precauciones para repeler a los canes pero se había olvidado de que Amethyst conservaba la malicia de los humanos y enseguida puso patas a la obra.
Con toda la buena intención que poseía, rodeo la casa dos veces buscando una parcela sin plantar e intentando minimizar los daños aunque sabía que era en vano, que cada centímetro estaría recubierto de verde y que tocara uno de los pétalos u otro, igual haría encolerizar a la mujer. “Bleh…” pensó mientras comenzaba a cavar con sus cortas patitas, era un pozo pequeño pero su cuerpo también, adaptado a perseguir zorros por madrigueras pronto apareció del otro lado con los pechos y patas embarradas por el arduo trabajo de pasar por debajo de los fierros. Con las patas traseras volvió a empujar la tierra en su lugar intentando disimular su trabajo aunque quedando como resultado un revuelto marrón y verde, algunas flores rojas de algo que no conocía decoraban aquella masacre como gotas de sangre. Castañeo los dientes antes de abandonar el lugar en busca de una piedra que sujeto entre sus colmillos. La apretó con fuerza mientras tomaba impulso y se daba a la carrera con las orejas pegadas al cráneo y moviendo las patitas con tal desesperación que arrancaba el césped de raíz. Un salto a último minuto y el ruido de cristales rompiéndose coronaban la entrada.
Su hocico golpeo el suelo microsegundos después que lo hicieran sus patas delanteras, la espalda fue la siguiente en aterrizar y en segundos la inercia del movimiento la dejo sobre sus cuartos traseros, sentada como si no hubiera ocurrido nada “Las cosas que uno debe hacer a mi edad...”. Se levantó con torpeza, mareada por el golpe y con los músculos contraídos, y dejó caer la roca que aun llevaba entre las fauces. Lista para inculpar a cualquier mocoso de la cuadra mientras ella buscaba el cuarto principal lista para darse un baño argumentando que “Pamela se enojaría si me viera embarrada” y ignorando magistralmente el camino de huellas que dejaba detrás de si.
Amethyst C. Tsartsaris- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 84
Fecha de inscripción : 04/02/2014
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Re: Oops ...i did it again~ (Ivy)
Al fin el inclemente y muy odiado invierno había cedido su reinado a la primavera, la estación preferida de Pamela. Ella y sus amadas plantas celebraban con esplendor aquella visita tan especial. Esos meses cambiaban ligeramente el humor de la bruja, quien disfrutaba del aire puro y fresco que sólo esos días le proporcionaban. Su precioso hogar cobraba vida entre tanta dedicación y esfuerzo por parte de la pelirroja por mantenerlo conservado. Era una propiedad grande con toda clase de especies vegetales, algunas muestras las había donado al jardín botánico y con la flora que obtenía se dedicaba a crear los más exquisitos perfumes de toda la ciudad de París, siendo la más destacada en el negocio familiar. Claro, entre tanta maravilla también se ocultaba un poco o mejor dicho mucha malignidad. Se llamaba Hiedra Venenosa a sí misma y no por gusto, al contrario todo aquello poseía un significado lo bastante cruel como para revelarlo a cualquier ingenuo mortal.
Poison no pensaba dos veces en cegarle la vida a alguien por algún interés personal, siempre conseguía lo que quería. Era astuta y a pesar de tener un genio fuerte y poco agradable para los demás, sabía muy bien los movimientos que daba. No sólo perfumes creaba, sino en su pasatiempo como hechicera, se dedicaba a experimentar con plantas, animales y… Humanos. Obtenía toda clase de menjunjes para sus propios fines. Aunque, sus creaciones favoritas eran venenos, algunos tenían el toque personal de su propia sangre o clorofila, porque ya se había convertido en eso con el pasar del tiempo. Charles el cuervo, quien era su mayordomo y confidente, alababa las hazañas de su ama y le apoyaba en todo lo que necesitaba. Era una especie de dúo dinámico, de villanos pero dúo al fin.
Aquella mañana de primavera no parecía ser nada diferente a sus acostumbrados amaneceres. El mayordomo llevaba el desayuno a su ama siempre a la misma hora y a esto se le incluía un periódico, Pamela siempre debía estar informada, no le gustaba perder detalle en nada que la rodeara. Aún conservaba su pijama y permanecía en su cama mientras leía el diario y bebía un té preparado con las hierbas más exóticas. Intercambiaba algunas palabras con Charles que estaba al lado de su cama atento para cualquier orden de su ama, quién luego de acabar su té le pediría al cambiaformas que preparara su baño con pétales de rosas silvestres. Éste hizo una reverencia para retirarse y antes de salir de la estancia se detuvo frente a la puerta de roble algo pensativo.
—Me pareció haber escuchado algo de ruido afuera, my lady —expuso Charles mientras sus sentidos se alertaban.
—Seguro es la servidumbre, Charles. No seas paranoico —respondió Poison mientras revisaba algunas páginas del diario.
—No creo que se tratara de la servidumbre pero, mejor me apresuro a cumplir su orden —agregó el cambiaformas, intuyendo algo que no le agradaba para nada y que posible hiciera rabiar a su ama.
Abrió con cuidado una de las hojas de madera y salió con calma de la habitación para dirigirse al jardín a tomar los pétalos de rosa. En todo el tiempo que había convivido con Poison, aprendió con agilidad las labores de jardinería y estaba orgulloso de eso. Ella le confiaba su jardín sin ningún problema. Avanzó con tranquilidad por el extenso corredor hasta que su paso se detuvo en seco. No podía creer lo que veía y sus ojos se abrieron como platos al notar la presencia de aquel sucio can. Titubeó sin saber qué decir, echó un vistazo hacia adelante y casi a punto de desmayarse corrió hasta la habitación de su ama. El desastre que había dejado aquella bestia peluda casi lo deja sin sentido alguno.
—¡My lady! ¡My lady! Oh, disculpe usted que entre de esta manera sin siquiera avisar pero —tomó aire antes de continuar—. Afuera hay un sucio can, muy pequeño, muy peludo y muy sucio y creo que fue el causante del ruido que escuché antes de salir por su orden. No sabría decirle como logró llegar hasta aquí pero está afuera y viene hacia acá.
Poison posó su mirada en Charles, quien estaba bastante agitado e impresionado. Él odiaba a los perros y a los gatos por igual. La bruja apartó el diario y con este sus cobijas, tampoco creía lo que el mayordomo le comentaba. Se quedó pensativa unos instantes, haciéndole un ademán al cambiaformas para que se tranquilizara, fue entonces cuando su mente hizo corto circuito al recordar a alguien que amaba hacer desastres. La ira se apoderó del sereno semblante de Pamela y empuñando sus manos exclamó:
—¡Amethyst Tsartsaris!
El eco de su voz retumbó entre las cuatro esquinas de su habitación y sin pensárselo dos veces salió muy decidida a patearle el trasero a aquel “saco de pulgas”. Aún en pijamas caminó por el pasillo hasta toparse de frente con el pequeño y sucio corgi. Observó al can, fulminándolo con la mirada y rabiando más al ver arruinado el piso de su mansión.
—¡Tú! ¡Sucio saco de pulgas! ¡Mira lo que has hecho! —Exclamó Pamela. Estaba indignada y con su rabia acorraló al corgi.
—Por una vez en tu vida, intenta hacer las cosas sin causar desastres. Espera… Si algo le pasó a mi jardín me encargaré de colgarte en medio de la plaza, Tsartsaris —comentó la pelirroja al borde de la ira. Conociendo a Amethyst sabía que tendría un muy mal día.
Poison no pensaba dos veces en cegarle la vida a alguien por algún interés personal, siempre conseguía lo que quería. Era astuta y a pesar de tener un genio fuerte y poco agradable para los demás, sabía muy bien los movimientos que daba. No sólo perfumes creaba, sino en su pasatiempo como hechicera, se dedicaba a experimentar con plantas, animales y… Humanos. Obtenía toda clase de menjunjes para sus propios fines. Aunque, sus creaciones favoritas eran venenos, algunos tenían el toque personal de su propia sangre o clorofila, porque ya se había convertido en eso con el pasar del tiempo. Charles el cuervo, quien era su mayordomo y confidente, alababa las hazañas de su ama y le apoyaba en todo lo que necesitaba. Era una especie de dúo dinámico, de villanos pero dúo al fin.
Aquella mañana de primavera no parecía ser nada diferente a sus acostumbrados amaneceres. El mayordomo llevaba el desayuno a su ama siempre a la misma hora y a esto se le incluía un periódico, Pamela siempre debía estar informada, no le gustaba perder detalle en nada que la rodeara. Aún conservaba su pijama y permanecía en su cama mientras leía el diario y bebía un té preparado con las hierbas más exóticas. Intercambiaba algunas palabras con Charles que estaba al lado de su cama atento para cualquier orden de su ama, quién luego de acabar su té le pediría al cambiaformas que preparara su baño con pétales de rosas silvestres. Éste hizo una reverencia para retirarse y antes de salir de la estancia se detuvo frente a la puerta de roble algo pensativo.
—Me pareció haber escuchado algo de ruido afuera, my lady —expuso Charles mientras sus sentidos se alertaban.
—Seguro es la servidumbre, Charles. No seas paranoico —respondió Poison mientras revisaba algunas páginas del diario.
—No creo que se tratara de la servidumbre pero, mejor me apresuro a cumplir su orden —agregó el cambiaformas, intuyendo algo que no le agradaba para nada y que posible hiciera rabiar a su ama.
Abrió con cuidado una de las hojas de madera y salió con calma de la habitación para dirigirse al jardín a tomar los pétalos de rosa. En todo el tiempo que había convivido con Poison, aprendió con agilidad las labores de jardinería y estaba orgulloso de eso. Ella le confiaba su jardín sin ningún problema. Avanzó con tranquilidad por el extenso corredor hasta que su paso se detuvo en seco. No podía creer lo que veía y sus ojos se abrieron como platos al notar la presencia de aquel sucio can. Titubeó sin saber qué decir, echó un vistazo hacia adelante y casi a punto de desmayarse corrió hasta la habitación de su ama. El desastre que había dejado aquella bestia peluda casi lo deja sin sentido alguno.
—¡My lady! ¡My lady! Oh, disculpe usted que entre de esta manera sin siquiera avisar pero —tomó aire antes de continuar—. Afuera hay un sucio can, muy pequeño, muy peludo y muy sucio y creo que fue el causante del ruido que escuché antes de salir por su orden. No sabría decirle como logró llegar hasta aquí pero está afuera y viene hacia acá.
Poison posó su mirada en Charles, quien estaba bastante agitado e impresionado. Él odiaba a los perros y a los gatos por igual. La bruja apartó el diario y con este sus cobijas, tampoco creía lo que el mayordomo le comentaba. Se quedó pensativa unos instantes, haciéndole un ademán al cambiaformas para que se tranquilizara, fue entonces cuando su mente hizo corto circuito al recordar a alguien que amaba hacer desastres. La ira se apoderó del sereno semblante de Pamela y empuñando sus manos exclamó:
—¡Amethyst Tsartsaris!
El eco de su voz retumbó entre las cuatro esquinas de su habitación y sin pensárselo dos veces salió muy decidida a patearle el trasero a aquel “saco de pulgas”. Aún en pijamas caminó por el pasillo hasta toparse de frente con el pequeño y sucio corgi. Observó al can, fulminándolo con la mirada y rabiando más al ver arruinado el piso de su mansión.
—¡Tú! ¡Sucio saco de pulgas! ¡Mira lo que has hecho! —Exclamó Pamela. Estaba indignada y con su rabia acorraló al corgi.
—Por una vez en tu vida, intenta hacer las cosas sin causar desastres. Espera… Si algo le pasó a mi jardín me encargaré de colgarte en medio de la plaza, Tsartsaris —comentó la pelirroja al borde de la ira. Conociendo a Amethyst sabía que tendría un muy mal día.
Berenice- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 09/03/2014
Re: Oops ...i did it again~ (Ivy)
Apenas había abandonado la habitación del crimen y entrado a un largo pasillo cuando se encontró de frente con un hombre alto y de mirada oscura. Podía ver que se trataba de un cambiaformas y esto hiso que sus caderas se agitaran de forma graciosa por la emoción de encontrarlo allí ¿Quizás el aire francés había logrado suavizar a su amiga? Pero antes de que siquiera pensase en saludarlo, este abrió los ojos como platos y escapo como alma que lleva el diablo – Valla modales… alguien debería enseñarle a comportarse– dijo mientras retomaba su camino, confiada en que si seguía a aquel sujeto llegaría a la dueña o a algún lugar mínimamente interesante, con suerte con un baño en donde podría esperar mientras se enjugaba la tierra que comenzaba a secarse y picar en su pelaje
Para bien –o para mal- ese no fue el caso. Su nombre tumbo en las paredes haciendo que apresurara sus pasos en un trote ligero para encontrarse de frente con una colérica pelirroja de frente. Se detuvo por un instante para comenzar a bailar nuevamente con las caderas, la forma en que sus ojos brillaban fulminantes y el grito que había puesto indicaban que estaba de excelente salud y eso a la corgi le bastaba para alegrarse. Ignoro los rojos y febriles destellos que cubrían el aura y se acerco de buen talante. Levantándose sobre sus patas traseras y estirándose cual larga era (40 centímetros, si contamos las orejas poco proporcionadas a su cabecita ) para apoyar las delanteros en el inmaculado camisón blanco de la mujer a la altura de las pantorrillas –PAMELA- grito en su cabeza una vez la conexión estuvo hecha aunque súbitamente confundida por lo que habría hecho. Las marcas en el camisón blanco le dieron un indicio y al voltear el rostro observo enseguida bajo las orejas al observar las huellitas impresas en todo el camino – Bueno… eso no pasaría si atendieras la puerta en primer lugar. O, una idea mejor: pon una puerta para mascotas, mujer, y así te ahorrarías mucho en vidrios– las orejas ya habían regresado a su posición normal, el arrepentimiento le había durado lo que esa frase que a sus oídos, solucionaba todo.
- Si, si tu amor está bien…solo…eh, removí un poco la tierra. Ya sabes, es importante que se oxigene el suelo y no quería que te diera una hernia ¿Has envejecido? Juraria que esas arrugas son nuevas – Dio un par de saltitos intentando ver mejor el rostro de ivy pero no consiguió despegarse demasiado del suelo y constituía un esfuerzo excesivo para el cuerpito en forma de tambor que tenia. Un ultimo salto que de hecho la elevo hasta el estomago de la mujer, embarrándola, la forzó a detenerse y fue entonces que sintió el olor a agua fresca. Sus orejas y hocico se elevaron para constatar que en efecto había encontrado lo que buscaba. Sus ojos brillaban con malicia cuando observo a la pelirroja nuevamente, incluso su voz sonaba peligrosa y llena de malas ideas – Que considerada Pamela! ¿Prefieres cargarme y evitar que siga embarrando o empiezo a correr ahora y tu me alcanzas una toalla despues? No quiero mojar el piso-dijo sin darle demasiada opción y sentándose en el suelo, como si no hubiera acabado de romper una ventana segundos atrás -Y ya que estas, manda a tu amigo a buscar mi vestido ¿Si? Quedo en…tre algunas plantas del lado derecho – pero antes de que alguien pudiera detenerla, cuestionarla o siquiera darle un segundo vistazo a la forma intermitente en que sus orejas se movían para dar expresión a su rostro…se dio a la fuga.
No era tan tonta para lanzar un comentario y quedar al alcance del agarre de la mujer y además, sabía que las posibilidades de ser alzadas iban de cero a nulas. Simplemente consideraba prudente y bien intencionado avisarle a la dueña hacia donde se dirigía y lo que necesitaba para ahorrarle molestias. Después de todo, pondría a Ivy en muy mal humor si, pasado el tortuoso invierno, ella le traía una hermosa alergia. Era imperioso cambiar de forma y perder todo aquel pelo pero solo conseguiría sumar puntos en la escala de Ira si lo hacía para quedar desnuda. Resbalando en la puerta que necesitaba doblar y teniéndola, de nuevo, a la vista, ladro intentando trasmitirle un simpático “ya vuelvo” antes de perderse en la siguiente habitación.
Para bien –o para mal- ese no fue el caso. Su nombre tumbo en las paredes haciendo que apresurara sus pasos en un trote ligero para encontrarse de frente con una colérica pelirroja de frente. Se detuvo por un instante para comenzar a bailar nuevamente con las caderas, la forma en que sus ojos brillaban fulminantes y el grito que había puesto indicaban que estaba de excelente salud y eso a la corgi le bastaba para alegrarse. Ignoro los rojos y febriles destellos que cubrían el aura y se acerco de buen talante. Levantándose sobre sus patas traseras y estirándose cual larga era (40 centímetros, si contamos las orejas poco proporcionadas a su cabecita ) para apoyar las delanteros en el inmaculado camisón blanco de la mujer a la altura de las pantorrillas –PAMELA- grito en su cabeza una vez la conexión estuvo hecha aunque súbitamente confundida por lo que habría hecho. Las marcas en el camisón blanco le dieron un indicio y al voltear el rostro observo enseguida bajo las orejas al observar las huellitas impresas en todo el camino – Bueno… eso no pasaría si atendieras la puerta en primer lugar. O, una idea mejor: pon una puerta para mascotas, mujer, y así te ahorrarías mucho en vidrios– las orejas ya habían regresado a su posición normal, el arrepentimiento le había durado lo que esa frase que a sus oídos, solucionaba todo.
- Si, si tu amor está bien…solo…eh, removí un poco la tierra. Ya sabes, es importante que se oxigene el suelo y no quería que te diera una hernia ¿Has envejecido? Juraria que esas arrugas son nuevas – Dio un par de saltitos intentando ver mejor el rostro de ivy pero no consiguió despegarse demasiado del suelo y constituía un esfuerzo excesivo para el cuerpito en forma de tambor que tenia. Un ultimo salto que de hecho la elevo hasta el estomago de la mujer, embarrándola, la forzó a detenerse y fue entonces que sintió el olor a agua fresca. Sus orejas y hocico se elevaron para constatar que en efecto había encontrado lo que buscaba. Sus ojos brillaban con malicia cuando observo a la pelirroja nuevamente, incluso su voz sonaba peligrosa y llena de malas ideas – Que considerada Pamela! ¿Prefieres cargarme y evitar que siga embarrando o empiezo a correr ahora y tu me alcanzas una toalla despues? No quiero mojar el piso-dijo sin darle demasiada opción y sentándose en el suelo, como si no hubiera acabado de romper una ventana segundos atrás -Y ya que estas, manda a tu amigo a buscar mi vestido ¿Si? Quedo en…tre algunas plantas del lado derecho – pero antes de que alguien pudiera detenerla, cuestionarla o siquiera darle un segundo vistazo a la forma intermitente en que sus orejas se movían para dar expresión a su rostro…se dio a la fuga.
No era tan tonta para lanzar un comentario y quedar al alcance del agarre de la mujer y además, sabía que las posibilidades de ser alzadas iban de cero a nulas. Simplemente consideraba prudente y bien intencionado avisarle a la dueña hacia donde se dirigía y lo que necesitaba para ahorrarle molestias. Después de todo, pondría a Ivy en muy mal humor si, pasado el tortuoso invierno, ella le traía una hermosa alergia. Era imperioso cambiar de forma y perder todo aquel pelo pero solo conseguiría sumar puntos en la escala de Ira si lo hacía para quedar desnuda. Resbalando en la puerta que necesitaba doblar y teniéndola, de nuevo, a la vista, ladro intentando trasmitirle un simpático “ya vuelvo” antes de perderse en la siguiente habitación.
Amethyst C. Tsartsaris- Cambiante Clase Alta
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