Culpepper, M. Pierce

Descripción física y psicológica.

La complexión de Pierce es igual a la de un muchacho de 20 años cualquiera; alto, delgado, algo fornido. El color de sus ojos es de un color avellana claro y brillante, algo realmente extraño para los que aún piensan que éste es hijo biológico de los Culpeppper, pues todos tienen un color del ojos parecido al del jade. Su piel está tapizada por lunares, principalmente en el rostro; tiene los labios delgados y la nariz respingada. En su forma animales, puede llegar a convertirse en cualquier felino, realmente cualquiera, aunque prefiere ser un gato cabrón y molestar a todo el que no le deja las cosas más baratas.






“ – Venga tío, arreglemos las cosas de buen modo, ¿vale? No quiero arañarte la cara con mis garras, mucho menos arrancarte la cabeza con mis fauces. Pero, ¿por qué lloras? Claro, la has pasado mal. Vamos por unas cervezas, tengo que contarte un chiste que llegó a mis oídos el otro día sobre un partero clandestino”

Pierce siempre ha tomado su “condición” biológica como un juego, pues mayor parte de su vida vivió bajo condiciones deplorables y en lugar de lamentarse de ello para siempre, decidió sacarle su lado humorístico. Le encuentra el lado bueno a todo, por más miserables que sea aquél todo. Tiene una actitud positiva a todas horas del día, incluso mantiene esa postura cuando no la pasa de maravilla. Nunca fue fanático del humor negro ni mucho menos, pues el mismo fue parte de los azotes y el desprecio de pequeño, pero de todas formas suele sacar a relucir sus mejores chistes burlones. Hace amistades por donde sea que se pasa, atrayendo a multitudes con sus historias estúpidas. Se preocupa por los otros como si fueran sus hermanos, aunque no esté relacionado de ninguna manera.

“ – No me importa lo que he dicho antes, te quiero fuera de mi negocio ahora mismo. – Eres un imbécil, Dawson. Te juro por mi vida pagarás todo lo que me has hecho.  Cuídate por la noche.– Relájate Pierce, lo hago porque te estimo. – Cierra la boca de una vez, si no quieres que parta en dos. Ojalá te pudras en el infierno.”

No se molesta con frecuencia, casi nada le desagrada. Pero algo que le cabrea demasiado es que sus allegados le decepcionen o lo engañen. Cuando no está de buen humor  es porque algo grave le ha pasado, algo que valga la pena preocuparse por. Normalmente va a perderse al bosque y cambia de forma; desata su furia contra los árboles, rocas y cualquier objeto sin vida. Su faceta de joven –ni tan joven- angelical queda en el vacío y se convierte casi en un asesino, amenazador y firme. Intimida con facilidad a quien sea que se proponga, dando unos buenos sustos. Dice palabras que nunca diría, y no siente culpa después. La mayoría de las veces desata todo su coraje usando las lágrimas, siente que es la mejor manera de tranquilizarse sin causarle un daño físico a nadie.

“ – Entonces… ¿qué dices? Sólo será una vuelta. – Mejor vayamos al burdel, Pierce. Te daré placer por un buen rato. – Pero si sólo quiero ir a dar un paseo contigo, no quiero abusar de ti. Eres muy bella para pasar por eso. – Pierce, no hagas esto, me duele.  – Haría lo que sea por tu bienestar.”

Romántico en toda la extensión de la palabra. Le gusta tratar a las mujeres como se lo merecen, y no como viles pordioseras. Le inculcaron una educación humilde pero estricta, donde estaba preestablecido que cualquier mujer debía ser tratada como una reina, aunque las condiciones de ésta no sean las más favorables. Se enamora con frecuencia; de hecho, está enamorado de cada chica que ha visto en su vida. Existen ocasiones en las que compra un ramo de rosas y se las regala a una mujer al azar, una mujer que necesita recibir una muestra de caballerosidad. No hace el intento por comportarse como un chico encantador de familia adinerada, su simple manera de ser atrae a las chicas como un pedazo de pan a las hormigas. Muchas muchachas que viven por la misma zona que él lo han categorizado como “el príncipe de la media”. Aunque sea sencillo para él ser amor platónico de las muchachas de su edad, no se permite estar con ninguna de ellas, pues no es en realidad lo que aparenta. No sería agradable salir con un tipo de cuarenta años que aparenta veinte.

Habilidades

• Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana.
• Longevidad.
• Transformación: Habilidad de cambiar de forma humana a animal y viceversa.
• Sanación acelerada.
• Percepción del aura.
• Telepatía y comunicación con los animales.
• Fortaleza.
• Ojo superior.

Historia

Nacido en condiciones deplorables, propenso a enfermedades mortales y al maltrato familiar. Si existía algo que aterrara a los padres biológicos del chico, era que el éste heredara la monstruosidad de éstos, y fue más sencillo tirarlo por ahí a cargar con la culpa de haberle arruinado la vida a otro ser viviente. Pierce llevaba en su sangre lo que ellos tanto temían, pero que para él sería un verdadero gusto. Descubrió aquél misterio que se escondía dentro de él aproximadamente a los 7 años edad, en un intento de escapar de las garras de la mujer que al principio le había prometido refugio, un refugio que nunca dio forma, tan sólo tratos denigrantes y esclavitud. ¿Cómo su cuerpo desnutrido y sin carne cabría por unas rendijas tan pequeñas? En ese momento pensó que sería realmente increíble poder un gato y pasar entre ellas sin ningún problema; bastó con mentalizarse, y en unos cuantos segundos las puertas hacia su libertad estaban completamente abiertas. Vagó unos días por las calles de Londres como el niño pordiosero que era, viviendo de migajas de pan caídas y la bondad de los ciudadanos, aunque de vez en cuando se escondió por ahí y hacía el mejor esfuerzo por acostumbrarse a la comida que aquél ser dentro de él se alimentaba de. No recuerda exactamente el día en el que se dio por vencido y se tumbó en el asfalto, sólo que despertó de un largo sueño entre telas suaves y un olor a comida casera realmente deliciosa. Se encontró con su reflejo vestido con ropas blancas, su piel limpia y las heridas curadas. Unas cuantas horas después conoció a la familia que lo había salvado de la miseria, y lo había llevado a París en busca de una nueva vida. No está seguro si Pierce fue siempre su nombre, pero se adaptó a ello y al apellido que aquella familia pequeña decidió otorgarle. Desde entonces, tiene una vida sana, llena de educación estricta, buenas comidas y reuniones con gente realmente agradable. Durante unos años supo perfectamente como esconder su secreto, pero no demoró tanto en levantar sospechas sobre las repentinas desapariciones a media noche y los contantes ruidos extraños que venían de su habitación. La primera en enterarse fue su hermana, que en un intento de acusarlo con la Inquisición terminó pareciendo ella la culpable y la torturan hasta matarla. Los padres de ella y padres adoptivos de Pierce se tomaron la noticia con más tranquilidad, pues siempre habían sido un tanto supersticiosos y les llamaba la atención que su hijo fuese parte de aquél mundo. Desde ese entonces, ha continuado con su vida con toda normalidad, sintiéndose como el muchacho de veintiún años que aparenta ser. Últimamente ha conocido a muchas personas como ella, algunas benevolentes y otras no tanto. Ha sido perseguido por inquisidores que aún le acusan de ser una criatura demoniaca, pero con la ayuda de sus familiares, sus amigos y las fanáticas que guardarían su secreto hasta la tumba, la ha librado y continuada con su vida diaria..