AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Micheletto Di Maria. Conte di Italia
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Micheletto Di Maria. Conte di Italia
Datos Personales
Nombres:Micheletto Apellido:Di Maria. Edad:19 | Nacionalidad: Italiano. Rango:Conde de Italia Grupo:Brujo. |
Habilidades y poderes
→ Nigromancia: Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos.
→ Alteración de la apariencia: La habilidad de cambiar la forma física. Los cambios son sólo temporales, duran solamente unas horas (máximo), no son permanentes.
→ Premonición: Habilidad para percibir el futuro. En ocasiones solamente se expresa en forma de vagos sueños mientras se duerme, mientras que otras veces es clara y ocurre a voluntad, mientras se está despierto.
→ Alteración de la apariencia: La habilidad de cambiar la forma física. Los cambios son sólo temporales, duran solamente unas horas (máximo), no son permanentes.
→ Premonición: Habilidad para percibir el futuro. En ocasiones solamente se expresa en forma de vagos sueños mientras se duerme, mientras que otras veces es clara y ocurre a voluntad, mientras se está despierto.
Descripción Psicológica
Sereno, sólido en sus convicciones y esperando hasta la última jugada para analizar cada situación y cada partes en el asunto. Es como un gato curioso y reservado, que observa como el mundo se mueve a su alrededor antes de tomar una determinación. El ratón siempre caerá en sus garras. Seductor como Casanova, pero sin caer en los excesos de lujuria ni en la fanfarronería de muchos hombres que los lleva a jactarse de cuantas mujeres han conquistado y llevado a la cama. Nada más patético que un hombre creyéndose el Dios del mundo por algo tan absurdo. Prefiere el evento fortuito de ver como los Di Maria triunfan por sobre otras familias ¿Eso lo llevaría a la jactancia? No, prefiere por sobre todo ser un sujeto prudente y no demostrar mucho de sí mismo más que una imagen sencilla y simplista. Conserva su verdadero ser sólo y únicamente para él. Dentro de todo sabe que aún es muy joven y puede cometer muchos errores debido a la falta de experiencia, por eso cuida los pasos que da para no dar pie a un ataque sorpresa. Es fiel a los suyos, pero sólo a los suyos y eso envuelve un pequeño círculo de personas. A los demás los puede estafar sin sentir remordimientos. Amigo de sus amigos y un buen sujeto… En el fondo. A veces es charlatán y tramposo, pero no es del tipo de sujetos que gocen con la humillación hacia los otros ni siente placer por hacer daño. Conseguir beneficios, sí, pero no le nace ser un ser malvado por gusto. Aquello lo encuentra aburrido y una total pérdida de tiempo. La vida la concibe como algo maravilloso que se debe disfrutar con libertad y sin la amargura eterna de estar al pendiente de otros.
Se le puede ver como un libertino, pero existen ocasiones en que la soledad y el silencio son sus grandes aliados para la reflexión y conexión con el ser interior. Especialmente cuando planea. Es en ocasiones así que entiende que su gran debilidad es su propia juventud la cual lo lleva a ser impulsivo en momentos que la serenidad se disipa de sus manos.
Se le puede ver como un libertino, pero existen ocasiones en que la soledad y el silencio son sus grandes aliados para la reflexión y conexión con el ser interior. Especialmente cuando planea. Es en ocasiones así que entiende que su gran debilidad es su propia juventud la cual lo lleva a ser impulsivo en momentos que la serenidad se disipa de sus manos.
Historia
El ocaso del velo oscuro sumerge al todo en aguas oscuras y espesas ante la tragedia inevitable del descenso nefasto. Legado y dinastía amenazados por la destrucción y el olvido.
Ezio Lucius Filippo Di Maria, señor oscuro, amo de la espada más sanguinaria y verdugo de las almas más miserables, lo alcanzó todo, absolutamente todo. El apogeo de su apellido sólo daba respeto y créditos a su máximo exponente; él mismo. Conde de Italia, humilde señor protector de las tierras del rey y tirano sin corazón con sus enemigos. Su codicia, pero por sobre todo su ser forjado en maquiavelismo, le trajo el fausto resultado de conseguir tierras para su dominio, arrancar del cuello las cabezas de sus rivales conjurados en odio, y tener el respeto de los italianos y europeos. Su padre, Constantino Filippo, no fue menos importante que su hijo Ezio. Ambos fueron hombres y señores de las espadas y el escudo forjado en oro cuyo centro remarcaba el apellido Di Maria como último recuerdo de los que caían por el filo de su espada. En su familia no se aceptaba el error, mucho menos la vergüenza y deshonra.
Ezio Di Maria se casó a temprana edad con Constanza Lante Della Rovere. Era una joven estupenda y perfecta, pero Ezio jamás la escogió por sus atributos, de hecho, él no tuvo la opción de escoger. Ezio aborrecía pensar en un matrimonio que lo atara a una familia y a la fidelidad eterna, fue su padre, Constantino Filippo, quien realizó las acciones necesarias para comprometer a su joven hijo con la hija de un importante noble. Constantino le aseguró a su hijo que estar casado no significaba que no podría tener a otras doncellas a su disposición, pero Ezio no era precisamente el tipo de hombre mujeriego que fue su padre, más bien era un sujeto cuya amargura y oscuridad lo consumía cada día. Llegando a aborrecer a la humanidad por su patética insolencia y figurada autoproclamación de valores y atributos que jamás llegarían a alcanzar. Él sólo amaba una cosa en la vida; el triunfo, la sangre ajena y la muerte de sus enemigos. Pese a todo, Ezio Di Maria sabía que, por muy experto que fuera con la espada, algún día la muerte tocaría sus hombros rectos y lo llevaría a la oscuridad absoluta del valle de los muertos. Por este motivo único aceptó el matrimonio. La unión con una mujer traería para él un heredero que siguiera la senda sangrienta y conquistadora que él había creado.
Di Maria era un apellido complejo, por un lado grandes guerreros tan maquiavélicos como el mismo estratega, por otro, una seguidilla de ovejas negras descarriadas y libertinas que no hacían más que ensuciar el apellido y despilfarrar las fortunas. Caballeros y su contraparte bohemios. Frívolos y otros demasiados enamorados y apasionados. Lo que toda Italia sabía era que los Di Maria se odiaban entre ellos mismos. Los hermanos se tendían trampas para arruinar al otro, los hijos cortaban las cabezas de los hijos bastardos de sus padres para que no existieran futuras amenazas, y un sinfín de artimañas. Aunque existía esta mezcla inquietante de integrantes Di Maria, las mancillaciones del apellido siempre fueron bien ocultadas.
Ezio cumplió diecinueve años ese otoño, mismo mes que Fabrizio Vittorino Di Maria nació. El ceño constantemente fruncido de Ezio pareció tornarse menos agrio. Fabrizio, hijo de Ezio, se convirtió rápidamente en el orgullo y la luz de Ezio, en la gloria y dicha de Constantino, y en la esperanza de toda una familia que vivía en discordias, envidias y trampas. En pocas palabras: una familia que iba directo a la perdición total. Los Di Maria eran un nido de serpientes entre los mismos de su apellido pero eso no inquietaba a Ezio quien tenía el mundo a sus manos. Sólo existía un pequeño detalle que hacía añicos toda la armonía que pudiese existir en un ser estoico como él; un niño. ¿Cómo un niño se podía convertir en tal incomodidad para un hombre como él?
La inquietud aumentaba cuando veía a Fabrizio, su hijo de ya ocho años, relacionarse con el otro mocoso de seis años de edad. Fabrizio, al ser hijo único, era egocéntrico y petulante, casi siempre que se juntaba con ése primo suyo intentaba molestarlo y burlarse de él por cualquier insignificancia. Una conducta esperable y completamente normal en el hijo de quien era el conde italiano. Su hijo era alto, muy alto para su edad, el cosmo y los dioses lo bendecían constantemente forjandolo como el hombre ideal que debía convertirse y, por sobre todo, un astro en los entrenamientos con la espada.
Frabrizio no demostraba un gramo de piedad por su oponente. En cambio, su primo, era igual de hábil que Fabrizio, pero era demasiado inocente y crédulo. Cuando su oponente caía él era del tipo de gente que extendía su mano para ayudarle a ponerse de pie. La mayoría aprovechaba la confianza del primo de Fabrizio y apenas soltaban su mano le daban el golpe de gracia traicionando la confianza que parecía jamás quebrarse. Un Di Maria como él sólo significaba una gran pérdida de tiempo. Lo peor de todo era ver que aquel niño le tenía una especie de cariño hacia Ezio, quizá la falta de padre le llevaban a buscar afecto en su imagen. Quizá esa misma falta de padre lo estaban convirtiendo en un reverendo inútil.
El conde Di Maria citó a la madre de ése niño, aquella joven era su prima Lucrezia Di Maria con quien había tenido un amorío cuando ella aún era menor de edad. Fruto de la lujuria, había nacido ese crío bastardo. En un mar de desilusión, Lucrezia aceptó lo impuesto por Ezio, dejar Nápoles e irse a vivir a Venezia para no volver más. Sin mayores opciones la joven Lucrezia abandonó la comodidad y los lujos de su hogar y se embarcó a Venezia con el poco dinero que pudo conseguir. Una madre soltera, incluso en una desvergonzada familia como los Di Maria, jamás tendría el mismo prestigio que una madre que concibe sus hijos dentro de matrimonio. Ezio, de todos modos, le dio una suma ponderosa de dinero y un castillo modesto en Venezia para que su querida Lucrezia viviera junto con el hijo bastardo suyo.
Pero Lucrezia no se quedaría de brazos cruzados. No pasó mucho tiempo para que la belleza de Lucrezia cautivara a los libertinos más adinerados de Venezia, primero haciéndose amiga de ellos, luego, amante. A Lucrezia le gustaban las fiestas y Venezia le daba todo lo que una niña estrafalaria como ella buscaba.
Micheletto fue creciendo con una educación de primera en el colegio más importante de Venezia. En casa, Lucrezia se encargaba de enseñarle trucos y tácticas para estafar a los demás y conseguir salir de los problemas de manera airosa. La mayoría de las veces acompañaba a su bella madre a los eventos sociales, la presencia de madre e hijo en las ceremonias y fiestas de los adinerados era un espectáculo admirable. Lucrezia, luciendo los vestidos más llamativos y provocadores, y los peinados más adornados en joyas que todas las presentes. Acompañada siempre de su galante hijo que parecía más un hermano menor que su figlio. A veces Lucrezia distraía a un hombre con sus encantos, ese hombre perdía la cartera sin darse cuenta cuando un joven le daba un empujón de casualidad. Ambos actuaban en asociación, ella engatusaba y él aprovechaba la baja guardia de esos pobres tontos y los despojaba de alguna joya, dinero, relojes, lo que fuera.
Las amigas de Lucrezia eran igual que ella, mujeres vanidosas y complicadas, llenas de historias que Micheletto escuchaba con atención si bien en el fondo no le importaba escuchar sobre los romances de ellas con cuanto varón pasara por delante. Pero escuchaba, por respeto, y ellas siempre le mimaban como si fuera el consentido de todas.
La vida belicosa y disciplinada que hubiera tenido en Nápoles fue reemplazada por una más libertina, donde el carnaval veneciano popular de la ciudad le era imperdible, donde un grupo de amigos le acompañaban a donde fuera, amigos fieles y graciosos sin necesidad de que fueran lamebotas, donde sus peleas eran con chicos por motivos estúpidos y no una guerra que acabase creando una telaraña de rencores eternos, donde el amor era algo pasajero y libre y no una formalidad netamente para conservar el apellido.
En Venezia era un príncipe de las calles flotantes y pintorescas. Fortuna, le llamaban, pues siempre ganaba en las partidas de cartas arcanas y de todo tipo. El rey de la baraja y la fortuna, así le conocían los suyos. Un aire de misticismo mágico le cubría todo el tiempo.
Era un Romeo sin una tragedia por la cual fallecer en la bella Serenissima.
De todos modos esto no significaba que fuera un excesivo sujeto perdido en los vicios y sin cerebro. Aprendió a sacar lo mejor que cada situación, a conseguir lo que quisiera del modo más adecuado sin convertirlo en el culpable de nada, aprendió tanto de la alta educación de su escuela y demás aristócratas como también de los secretos de las calles bajas de Venezia. Todavía, en el fondo, seguía siendo un tipo de buen corazón, estafador y charlatán, pero buena persona al fin y al cabo.
Mientras vivía la plenitud del resplandecer, en otro lado de Italia el luto ceñía las almas.
Fabrize Di Maria, su nombre y existencia, quedaba perpetuo en la lápida de la tumba familiar. Joven y desdichado, perdió la vida al caerse de su caballo en una carrera contra el hijo de otro noble. Su cuello se quebró, al igual que su columna y costillas cuando el animal blanco que era su caballo le cayó arriba. Ezio, por primera vez en la vida, se vio opacado y derrotado. La muerte de su esposa años antes no le significó nada, pero su hijo era su legado. Constantino Filippo Di Maria tomó cartas en el asunto cuando vio su imperio amenazado. El aislamiento e indiferencia de Ezio ante su rol de conde le significaban a Constantino que cualquier otra serpiente de su propia familia vendría a arrebatarle lo que por años le perteneció únicamente a ellos. Más aún cuando Ezio hizo saber su renuncia al título noble. No le quedaba más que acudir al único heredero directo que le quedaba si bien nunca lo consideró como tal. Contactó con Lucrezia para que volviera al castillo junto con su hijo pero la pronta negativa de la mujer hizo que el mismo Constantino viajara a convencerla personalmente.
Para Constantino, Micheletto no era precisamente el nieto que le hiciera enorgullecerse, menos al enterarse de tantos rumores que envolvían a su alocada sobrina. De malas lenguas escuchó un rumor que hablaba sobre una relación incestuosa entre Lucrezia y Micheletto.
Frabrizio era el todo, un hombre alto y fuerte, violento y petulante. Un Caio romano por donde se le mirase. Micheletto… Más bien pintaba para ser un Leonardo Da Vinci. Inteligente y creativo, artista y filósofo. No rehusaba de las guerras, pero era más táctico que guerrero.
Finalmente Lucrezia aceptó las mil y una ofertas que Constantino le ofreció para que volvieran con él. Después de todo, que su hijo fuera conde de Italia no se podía despreciar. Ella y Micheletto se despidieron de Venezia y retornaron al lugar que vio nacer a ambos. Para el joven fue una gran decepción volver y encontrarse con la sombra en penumbras de su tío, a quien siempre había admirado y aspirado a algo de atención de su parte. Su concepción de sus progenitores siempre fue de Venus y Baco. Pero tampoco era ingenuo, que no existiera un padre le llevaba a preguntarse e investigar, Venus siempre fue su madre, Baco los cuantos padrastros que pasaron por su vida, y su padre; Marte. O lo que quedaba de Marte.
Heredó el título de conde de Italia por tanto debía representarlo del mejor modo posible. Era táctico y sus estrategias eran valiosas y apreciables. Constantino le contrató maestros para que lo pulieran como guerrero, eruditos y pensadores reconocidos para que le educaran en excelencia. Poco a poco fue viendo en Micheletto lo que buscaba, el chico lograba conseguir con estrategias y artimañas todo lo que ellos lograban conseguir con sangre y muertes. Lo Casanova no podía erradicárselo, pero mientras se mantuviera discreto no habría problemas.
Tampoco nadie podía evitar que fuese como un gato, un gato callejero y a la vez de clase. La curiosidad le llevaba a frecuentar lugares extraños y muchas veces prohibidos. Conoció erráticos vendedores de cuerpos para la medicina, aprendió que bajo la tierra firme existen civilizaciones que construyen sus hogares debajo de la ciudad abasteciéndose de toda la inmundicia, los venenos suelen estar más presente en cada muerte que un puñal atascado en el corazón.
En sociedad se rodeaba de nobles y aristócratas bien adinerados y cuáles de todos ellos más vistoso y nefasto. Pero extrañaba aquella vida rodeada de personajillos de las calles, por eso en secreto se reunía con juglares, gitanos, gente de mucho más interés. Acudía a posadas donde el buen licor abundaba, los cantos ridiculizando a los de la corona gatillaban las risas estruendosas, y las peleas eran dignas de participación. Claro, siempre usó otra identidad para no ser reconocido. Fue en las calles más mundanas y bajas donde conoció un lugar extraño, con artilugios llamativos y libros que jamás había leído. Era un sitio donde los brujos solían formular sus reuniones.
Poco a poco, la curiosidad le llevó a investigar más y más sobre la hechicería. Al principio encontrando muy interesante la demonología conservando el interés por el catolicismo y su enemigo, después prefiriendo la brujería directamente. De este modo se hizo un neófito en las artes oscuras. Algo que iría puliendo con el tiempo. Para esto, llevaba una doble vida. Una como el conde de Italia, sereno y conciliador, estratega y templado, y otra vida como un brujo curioso con la codicia de adquirir todos los conocimientos posibles en esos temas. El rey de la carta.
Anexo
•Tiene de pasatiempos la escritura, lectura, el arte y la esgrima.
•Es conde de Italia debido a que su primo Fabrizio murió repentinamente.
•Los mal hablados decían que él y su madre Lucrezia mantenían una relación incestuosa.
•Vive una doble vida. Por una parte es el sereno conde de Italia, por otra un curioso gato callejero.
•Vivió gran parte de su vida en Venezia, lugar al cual le tiene mucho aprecio. Algo que extraña con los carnavales venecianos.
•Gusta de los juegos de carta, mientras más extrañas y místicas mejor. Siempre tiene barajas consigo por si la oportunidad de jugar se presenta.
•Es conde de Italia debido a que su primo Fabrizio murió repentinamente.
•Los mal hablados decían que él y su madre Lucrezia mantenían una relación incestuosa.
•Vive una doble vida. Por una parte es el sereno conde de Italia, por otra un curioso gato callejero.
•Vivió gran parte de su vida en Venezia, lugar al cual le tiene mucho aprecio. Algo que extraña con los carnavales venecianos.
•Gusta de los juegos de carta, mientras más extrañas y místicas mejor. Siempre tiene barajas consigo por si la oportunidad de jugar se presenta.
Micheletto Di Maria- Hechicero/Realeza
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Re: Micheletto Di Maria. Conte di Italia
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BIENVENIDO A VICTORIAN VAMPIRES
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QUE TE DIVIERTAS.
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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